Mensaje de error

Deprecated function: The each() function is deprecated. This message will be suppressed on further calls en _menu_load_objects() (línea 579 de /var/www/html/panoramaweb2016/includes/menu.inc).

Los vestigios que se resisten a morir en la Misión Jesuíta de Rere

A contar de 1598 las huestes mapuche encabezadas por Pelantaru hicieron añicos las ansias de dominación hispanas en el sur de Chile. En una feroz campaña, durante los años siguientes se dedicaron con ahínco a destruir las ciudades que los conquistadores habían fundado más al sur del Bío Bío. Así, algunas de ellas, como San Andrés de Los Infantes, desaparecieron para siempre, sin siquiera quedar rastros de su ubicación original. Una a una, fueron cayendo también las demás,  entre ellas Imperial, Villarrica, Valdivia y Osorno, y para muchos esa campaña de aniquilación emprendida por los aguerridos mapuche marcó el fin de la conquista.
El reyno quedó entonces demarcado por una frontera infranqueable: el poderoso Bío Bío, a lo largo de cuya línea se estableció una serie de fortificaciones. Una de las más sureñas fue la del pequeño poblado de Rere (actualmente perteneciente a la comuna de Yumbel), un “importante asentamiento estratégico de consolidación de la frontera”, explica el arquitecto UdeC, Máster en restauración y patrimonio y candidato a Doctor en Historia del Arte y gestión cultural Carlos Inostroza, quien acaba de lanzar bajo el sello Universidad de Concepción su libro “El conjunto jesuita de Rere”, en el cual recoge el trabajo patrimonial que junto a otros profesionales ha venido realizado en torno a dicha misión religiosa desde el 2007, uno de cuyos frutos –además del libro- fue la declaración de monumento nacional de buena parte de dichas instalaciones.
Inostroza relata que el texto –que se encuentra a la venta en la Pinacoteca de la UdeC- contiene historia, planimetría y una visión global de lo que allí se intentó en función de la intención militar… y económica de la Corona de España.
?Hay que situarse en el contexto posterior a Curalaba y la destrucción de las siete ciudades, cuando los españoles deciden instalarse allá, sin olvidar que en aquellos años el Estado era lo mismo que la Iglesia. En ese entendido es que se decide que el tema religioso estaría en manos de la Compañía de Jesús, dado el carácter militar de dicha orden? precisa el estudioso, quien señala que España tenía una visión completamente capitalista del mundo, que se expresa –entre otras cosas- en que, por ejemplo, la conquista fue financiada a través de inversionistas privados, a quienes se interesó en participar de cambio de –en ese momento- intangibles.
Así, por decirlo de un modo moderno, la conquista también debía autofinanciarse y uno de sus puntales para ello fue el establecimiento en Rere y sus alrededores (hasta Yumbel) de una “Estancia del rey”, producto de los primeros talajes masivos que se realizaron allí, las primera generaciones de cultivos fueron extremadamente productivas, puesto que el suelo gozó al principio de una gran cantidad de nutrientes naturales, originados precisamente en los desechos del talaje.
El oro
Sin embargo, no era lo único. A estas alturas para nadie es un misterio que el avance español hacia tierras ubicadas cada vez más al sur obedeció en gran parte a las leyendas que diferentes pueblos nativos les fueron contando acerca de fabulosas ciudades de oro, y estas abundan en las leyendas de la época: El Dorado, Lin Lin, Trapalanda, La ciudad encantada o La Ciudad de los Césares, en su versión chilena que (de acuerdo a una investigación ordenada en 1781 por el fiscal general del Reyno de Chile) estaba ubicada en algún lugar de lo que hoy es la zona de Los Lagos, entre Río Bueno y Llanquihue.
Pues bien, siempre se ha hablado de los lavaderos de oro de Rere, pero Inostroza recuerda que estos se encontraban en Quilacoya (Pedro de Valdivia los descubrió) y agrega un dato no menor: que el nombre de dicha localidad (actualmente parte de la comuna de Hualqui) sería de origen quechua, indicio que permitiría pensar que el imperio inca no llegó sólo hasta Maule, como se nos ha enseñado tradicionalmente, sino que avanzó mucho más al sur. Lo mismo ocurre, explica, con Quinchamalí, y señala que “esto es una discusión abierta que, desde el punto de vista de la arqueología no ha sido determinada por falta de evidencias, pero a los que nos gusta soñar, queremos pensar en esa posibilidad”.
Independiente de esta discusión, precisa que los Jesuítas fueron los primeros en establecer en lugares como Rere verdaderos modelos de gestión, sistemas sustentables económicamente, que giraban en torno a la misión que establecieron allí un poco después de 1604, luego de lo cual, postularon la creación de un colegio, el que fue autorizado a funcionar en 1652 De ese modo, la Compañía de Jesús tuvo a partir de ese momento cuatro colegios en todo Chile: Santiago, Concepción, Mendoza (que en ese momento pertenecía al país) y Rere, lo que a juicio de Inostroza da cuenta de la importancia que poseía este centro educacional, donde –entre otras cosas- se enseñaba a leer y escribir, además de gramática.
El conjunto
Respecto del patrimonio que dejaron los jesuitas, indica que “es de alto valor, y se compone de las famosas campanas de oro, tres palmas, el campanario y la tumba del padre Pedro Mayoral, un sacerdote que fue a pasar allá sus últimos días y al cual se le atribuyen varios milagros, debido a lo cual incluso se abrió un expediente para nombrarlo “siervo de Dios”, el primer paso para la beatificación y la posterior canonización”. Según sus investigaciones, el conjunto tomó su forma hacia el 1650, añadiéndosele las campanas de oro hacia 1721, de acuerdo a la inscripción que hay en ellas y que las atribuyen a “Dionisio Rico de Rueda”, de quien no hay mayores antecedentes, aunque sí se sabe que “son únicas, debido a los decorados que poseen. Se trata de una obra singular, claramente”.
Los jesuitas fructificaron en Rere (igual que en todas las colonias españolas) hasta 1767, cuando Carlos III creó la “pesquisa secreta”, en función de la cual se abrió una indagatoria en contra de la Compañía de Jesús, a la cual se acusaba de haber instigado el motín de Esquilache, un alzamiento popular que se produjo en 1766 en Madrid debido a la prohibición emitida por el Marqués de Esquilache en orden a que las clases populares usaran capa y sombrero, pues según él con ellos se escondían los delincuentes. Como fuere, las noticias de la expulsión llegaron con un año de atraso a Chile (en 1768) y finalmente todos los jesuitas de la Provincia fueron desterrados, la mayoría de ellos con destino a Italia (como sucedió con el famosísimo Manuel Lacunza), mientras sus propiedades pasaron a manos de otras órdenes católicas. En el caso de Rere, la misión fue entregada a Los Franciscanos.
El olvido
Con el mismo fervor con que se refiere al trabajo patrimonial efectuado en Rere, Inostroza se queja de la no inclusión como patrimonio –por parte del Estado- a la antigua casona de adobe del conjunto, que es anterior a 1855, y que resultó severamente dañada tras el 27/F.
Debido a que –especifica- no existe una Ley que la proteja, fue la propia comunidad de Rere la que reunió dinero con el fin de comprar una suerte de lona para recubrirla y evitar que se deteriorara más con el invierno, pero dicha cubierta ya se encuentra en muy malas condiciones y, ante el inicio de las lluvias, es de suponer que si no se cuenta pronto con los recursos necesarios para restablecer la protección, los restos de la casona se verán severamente comprometidos.
Y lo peor –finaliza el profesional- “es que se trata de un patrimonio que es completamente recuperable”.