Rubén Darío en Chile (1886-1889)

El viaje de Rubén Darío a Chile ocurrió en un momento en que nuestro país cruzaba por un período de esplendor y verdadero florecimiento cultural. "¡Ve a Chile! Chile es la gloria...", le comentó el escritor salvadoreño Juan J. Cañas, motivando de inmediato su partida...

Nunca podré olvidar que allí
pasé algunas de las más dulces horas de mi vida,
y también de las arduas, pues en Chile
aprendí a macizar mi carácter y a vivir mi inteligencia

Rubén Darío

El viaje de Rubén Darío a Chile ocurrió en un momento en que nuestro país cruzaba por un período de esplendor y verdadero florecimiento cultural. "¡Ve a Chile! Chile es la gloria...", le comentó el escritor salvadoreño Juan J. Cañas, motivando de inmediato su partida.

El joven poeta salió desde su tierra natal, Nicaragua, en mayo de 1886, arribando a Valparaíso el 24 de junio de ese mismo año. A su llegada, fue recibido por Eduardo Poirier, quien le dio la bienvenida oficial y lo presentó ante la intelectualidad chilena mediante un artículo publicado en El Mercurio.

Mientras permaneció en la ciudad porteña, se dedicó a escribir Emelina, novela que fue expuesta en el certamen Varela. Esta obra fue su primera creación en Chile y aunque fue terminada en diez días, recién se publicó en 1887.

En agosto partió a Santiago, con el fin de mostrarse ante la juventud letrada y trabajar como redactor del diario La Época. Sus primeras impresiones quedaron grabadas en su autobiografía: "vivir de arenques y cerveza en un casa alemana para poder vestir elegantemente, como correspondía a mis amistades aristocráticas".

La publicación de sus cuentos y poemas motivó el aplauso inmediato de sus coetáneos, quienes apreciaron la novedad de sus escritos y vislumbraron el asomo de una nueva corriente literaria en Chile: el modernismo. De este modo, Rubén Darío se ubicó en el centro de la discusión intelectual, siendo fundamental su participación en las tertulias de Pedro Balmaceda Toro. En ese tiempo publicó su segundo libro en Chile: Abrojos (1887).

Santiago fue para Darío una ciudad fascinante que inspiró muchos de sus poemas, cuentos y artículos. Frecuentaba el Parque Cousiño, el Cerro Santa Lucía, la Alameda de las Delicias y la Biblioteca Nacional de Chile. Aquellos lugares inspiraron sus obras más notorias del período chileno: la más importante Azul.

En marzo de 1887 partió a Valparaíso, donde obtuvo un puesto como Inspector de Aduanas, experiencia que le sirvió para escribir su cuento "El Fardo". En esta ciudad, además, escribió Canto Épico a las glorias de Chile, poema que narra el Combate Naval de Iquique, y Las rosas andinas: rimas y contra-rimas.

En 1889 zarpó desde Valparaíso, a bordo del Cachapoal, hacia nuevos rumbos. Lejos de Chile se enteró de la muerte de su amigo Pedro Balmaceda y escribió un sentido libro, A. de Gilbert.

A pesar de la distancia, mantuvo correspondencia con escritores chilenos y argentinos -especialmente con Luis Orrego Luco, a quién manifestó siempre su anhelo de volver- y continuó colaborando con periódicos de Santiago y Buenos Aires. Sin embargo, "no regresó Darío a Chile. Y cuando una vez quiso hacerlo hacia 1912, la vida le desvió el camino. Estaba cerca de la muerte. Y atraído por ella, él que la temía y la sentía trágicamente, se dirigió a su tierra nativa para morir como un niño".

Clasificaciones

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