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Dorotea de Chopitea, una señora de Barcelona

Un retrato de la mecenas que fundó, entre otros, el Hospital de Sant Joan de Déu. EL MUNDO

Un documental descubre la impulsora de obra social más importante del siglo XIX

¿Quién conoce a Dorotea de Chopitea? Seamos sinceros: casi nadie. El nombre no evoca en los barceloneses lo mucho que hizo esta gran mecenas por la ciudad. Dorotea de Chopitea fue una mujer rica y de profundas convicciones religiosas que invirtió su fortuna personal en ayudar a los más desfavorecidos. Fundó el Hospital Sant Joan de Déu, el de Sant Rafael, el templo del Sagrat Cor del Tibidabo, las primeras salas de asilo (lo más parecido a una guardería en el siglo XIX), financió escuelas de los Jesuitas, los Salesianos y una larga lista de instituciones educativas, sociales y sanitarias en un momento de profundos cambios, cuando la industrialización empezaba a transformar la sociedad y el por entonces muy endeble Estado del Bienestar no alcanzaba a cubrir las necesidades básicas de la población.

Este año se cumplen dos siglos de su nacimiento (Dorotea nació en 1816 y murió en 1891) y ello ha generado la creación de la Sociedad Bicentenario Dorotea de Chopitea, presidida por Borja García Nieto, cuyo objetivo es dar a conocer su figura y obra. ¿Cómo? Para empezar, el martes se estrena en TV3 (en Sense Ficció) Dorotea de Chopitea, una señora de Barcelona, un documental producido por Mediapro con el apoyo de la Obra Social 'la Caixa' que recorre su vida y contextualiza su obra con la ayuda de historiadores como Enric Calpena y Lluís Permanyer. El objetivo no es otro que reivindicar su legado y desvelar su personalidad para que deje de ser una desconocida.

Porque la de Dorotea no es una simple historia de caridad, de donaciones. Se implicó a fondo en su labor -la conocían como «la madre de los pobres»- con una determinación extraordinaria para los cánones del siglo XIX, cuando el papel de la mujer no era precisamente el de pasar a la acción. Dorotea tenía una fuerte personalidad. Se casó a los 16 años contra la voluntad de sus padres con Josep Maria Serra, quien luego sería uno de los fundadores del Banco de Barcelona (ambos habían nacido en Chile de familia catalana). Tuvo seis hijas y pese a ser una ferviente católica, la violenta quema de conventos de 1835 la llevó a la conclusión de que la clave para solucionar el conflicto era mejorar las condiciones de vida de los pobres y marginados.

Además, Dorotea tenía visión. Enseguida se dio cuenta, por ejemplo, de que la incorporación de la mujer al mercado laboral perjudicaba a los niños que se quedaban solos (o peor: pasaban a trabajar) y fundó las «salas de asilo» cuando el concepto de guardería era prácticamente inimaginable. Compró parcelas en la nueva Barcelona que se abría con la expansión que supuso el Pla Cerdà para construir hospitales y equipamientos. También talleres profesionales para enseñar oficios a los jóvenes.

Su obsesión era crear estructuras, no limosna. «Dar simplemente limosna, que es lo que algunos creen que es la mayor caridad, es la menor de todas las formas caritativas», dijo. Y ese afán por ayudar de una manera eficiente y por encontrar soluciones prácticas -especialmente para los hijos de la naciente clase obrera, cuya educación fue una de sus prioridades- se nota en que sus proyectos perduraron. Muchos siguen hoy funcionando. Para los autores del documental, fue una pionera cuya trayectoria está íntimamente ligada a la historia de la convulsa Barcelona del siglo XIX.

Pero el objetivo de la Sociedad Bicentenario va mucho más allá de dar a conocer su figura. De hecho, es mucho más ambicioso. Nada más y nada menos que su beatificación. ¡Una canonización, incluso! En el documental aparecen los sacerdotes José Arlegui y Nicolás Echave y el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. ¿Y qué hace falta para una beatificación? Pues un milagro, claro. Una curación inexplicable, por ejemplo, que pueda ser probada por documentos que se envíen a Roma y certifiquen que el digitus dei, el dedo de Dios, tocó a Dorotea de Chopitea en algún momento de su vida.

Lo cierto es el proceso de beatificación no sorprenderá en Roma porque ya se inició en 1927, cuatro décadas después de su muerte. Dorotea falleció a los 75 años, sus restos reposan en el santuario de María Auxiliadora de Sarrià, que ella misma fundó. El proceso lo inició la congregación salesiana, que le debía mucho a Dorotea: ella había conocido al fundador, San Juan Bosco, en 1882 y se convirtió en una gran benefactora de la congregación, llegando incluso a financiar el templo del Tibidabo dedicado al Sagrado Corazón por deseo de Don Bosco. El Papa Juan Pablo II la declaró venerable el 9 de junio de 1983. Ahora sólo falta que deje de ser una desconocida. Y un milagro, claro.

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