05 julio 2006

crimen en el hotel princesa

[Manuel Torres Abarzúa] Archivos del crimen. José González Agüero apuñaló en el cuello a prostituta Marta Irenia Matamala (23) para robarle la recaudación. ‘Enano Maldito' extinguió a mariposa nocturna en Hotel Princesa. Retrato hablado desató en 1968 razzia contra chicocos en el país. Buscaban a un hombre moreno, tímido y de un metro cincuenta. Verdadero criminal cayó 10 años después del bestial asesinato. Hace 38 años, el templo del taconeo para la prostituta Marta Irenia Matamala (23) eran las baldosas de la Alameda que rodeaban la Iglesia de San Francisco.
Pero la fatídica madrugada del 24 de enero de 1968 un cliente la contactó al frente, en la vereda norte de la principal arteria de Santiago y que ocupaba junto a dos ‘mariposas nocturnas'.
Eran como las 5.13 de la madrugada y hace poco rato que la muchacha había salido del mítico y desaparecido restaurante Il Bosco, de Estado esquina Alameda, en medio de los aplausos y silbidos de los noctámbulos. Entre los festivos bohemios estaban los escritores Enrique Lihn, Alejandro Jodorowsky y Oreste Plath.
Hasta esa esquina llegó el criminal con su preferencia clara. Secamente desechó el ofrecimiento de las otras chiquillas y se pegó a su futura víctima, una mujer oriunda de Placilla, pueblo de la Sexta Región. Tras la negociación, cruzaron la Alameda y se internaron por la serpenteante y adoquinada calle Londres hasta el ex Hotel Princesa, signado con el número 49.
Actualmente se llama Las Vegas y es sólo para turistas. Sin embargo, la carga trágica persistió en el hostal. En 1998, el profesor brasileño Aristóteles Kochinski mató con un bate de béisbol a su esposa Lucianne de Pauli para cobrar un seguro de vida. Era su viaje de luna de hiel.
Misterio
Marta tocó el timbre y la garzona Julia Isla Guíñez les abrió la puerta y los condujo a la habitación número 2. Veinte minutos después pulsaron desde la pieza el timbre. La mucama golpeó a la puerta, pero nadie abrió. Sacó su llave maestra e ingresó. La víctima estaba tirada en el piso, con su cuello ensangrentado y vestida sólo con el sostén. Su cartera estaba vacía. El victimario se había fugado como un fantasma.

Rasgos
Tras el salvaje asesinato, lo único que se sabía del autor era la descripción que entregaron quienes lo vieron: Moreno, tímido y de un metro cincuenta de estatura.
Pese al controvertido retrato hablado que circuló en la prensa, no caía el criminal de la madre de una hija de tres años. Sólo se detenían y detenían ‘enanos' en diversos puntos del país para después dejarlos libres de polvo y paja.
Así, la captura del enano se convirtió en una maldita pesadilla para la Brigada de Homicidios de Investigaciones que no daba pie con bola.
Tres años después, la policía publicitó con bombos y platillos la caída del asesino. Se trataba del petiso lustrabotas Moisés Muñoz Moreno, quien fue recluido en la ex Cárcel Pública. Sin embargo, no era el victimario. Un policía lo indujo a confesar aprovechando que el sujeto padecía del síndrome de Korsakoff, es decir, pérdida de la memoria y de la voluntad.
El verdadero asesino era otro chicoco, el cachurero José González Agüero. Éste cayó sin querer en una redada en 1978 y cuando faltaba poco para que prescribiera el crimen. Un memorioso policía lo reconoció. Tras interrogarlo, confesó su autoría y hasta se recuperó el arma asesina, el cortaplumas automático con hoja de 10 centímetros.
Admitió que se la enterró en el cuello para robarle la recaudación.
Lo curioso de toda la historia es que ambos ‘enanos' se conocieron al interior de la ‘Pública'.
Pese a que Muñoz Moreno era inocente, no recuperó inmediatamente su libertad. Estaba pedido por cuatro violaciones.
El primero en volver a la calle, en 1980, fue González Agüero. Años más tarde, el lustrabotas.
La llamada pieza N° 2 desapareció. Actualmente se le conoce como la 17.
A victimario lo convirtieron en una caricatura
El enano asesino caló tan hondo en la sociedad de principios de la década del '70 que hasta se convirtió en una caricatura en el desaparecido diario Puro Chile. Se le bautizó como el famoso ‘Enano maldito'.
El autor fue el dibujante Jorge Mateluna, quien firmaba Orsus. Chico, feo y cabezón, el personaje se dedicaba a atacar sin pelos en la lengua a todos los opositores al gobierno de Salvador Allende. Incluso, una vez fue censurado por el Poder Judicial, pero igual siguió circulando, aunque con pasamontañas. Todos sus dardos los terminaba con "Hombríiii".
También el grupo Quilapayún compuso un tema llamado ‘Enano Maldito'.
"El enano maldito acota que todo el pueblo vendrá a la lucha. Democristiano también escucha: Si tú eres pueblo también te toca", reza una de las estrofas de la canción.

A Manuel Vega le tocó reportear como estudiante en práctica desde el mismo momento en que ocurrió el asesinato para Las Últimas Noticias.
"La noche del asesinato estaba de turno, así que el director de LUN, Nicolás Velasco del Campo, me encomendó el caso en ausencia del titular de policía, Luis ‘Conejo' Berenguela. La competencia era dura, el diario Clarín, pero saqué mucho dato duro entrevistando a las colegas de la difunta que entre polvo y polvo se tomaban un aperitivo como tentempié en Il Bosco, y con los patines de San Francisco".
El colega plantea que su mayor acierto (LUN 15/ 02/68) "fue poner en duda el retrato hablado confeccionado por la policía, con la colaboración de la mucama del hotel y de Olga Parada, la yunta de la víctima. La imagen tenía mucho de estereotipo. En una mañana de reporteo ubicamos en el centro de Santiago a una docena de personas cuyo rostro coincidía con el del hombre más buscado del país. Entre los cara de enano degollador figuraba un abogado, un dependiente de la tienda Los Gobelinos y transeúntes".
Por su parte, el periodista de La Tercera Gastón Saravia conoció a los dos enanos en la cárcel a fines de los '70. Y anduvo medio saltón.
"Eran muy parecidos. El verdadero asesino estaba resignado a cumplir la condena. Dijo que lo había hecho sólo por robar. Era un analfabeto bien vivaracho", aseguró.
Un día de 1980 Saravia trabajaba en Radio Portales cuando sorpresivamente apareció libre el criminal. Lo buscó para ‘machetear' y para que le consiguiera una pega. "Varios días, al salir del trabajo, me imaginaba que podía esperarme", confesó.
[Manuel Torres Abarzúa]
[5 de julio de 2006]

la cuarta]

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