Skip to main content

Full text of "Relacion del incendio de la Compañia acaecido el 8 de diciembre de 1863"

See other formats


LIBRARY  OF  CONfíRESS.  A 

[SMUHSONIAlfr  DEPOSITf} 


UNITED  STATES  OF  AMERICA. 


E 


UT.FCMüT. 


mm  mi  nmm  mi  rom  m  ik  msmik 

DEL  8  DE  DICIEMBRE  DE  1863. 


/ 

RELACION 


DEL 


lililí  1  LA  GOMPADIA 

ACAECIDO  EL  8  DE  DICIEMBRE  DE  1863, 

PRECEDIDA  DE  UNA  RESEÑA  HISTORICA  SOBRE  EL  MISMO  TEMPLO; 

ACOMPAÑADA  DE  IMPORTANTES  DOCUMENTOS  RELATIVOS  AL  INCENDIO, 


una  nómina  de  los  que  perecieron  en  él,  los  censos  oficiales  formados  hasta  la  fecha 
por  orden  de  la  intendencia  de  Santiago 


I  UNA  LAMINA  LITOGRAFIADA 

QUE  REPRESENTA  LA  IGLESIA  EN  EL  ACTO  DE  INCENDIARSE. 


♦  M 


SANTIAGO. 

IMPRENTA  DEL  ¡FERROCARRIL,  calle  de  la  Bandera,  núm.  39. 
HK     =  1864  = 


ADVEKTENCIA. 


La  presente  publicación  tiene  por  objeto  satisfacer  un 
deseo  jeneral,  sentido  desde  los  primeros  momentos  de 
la  catástrofe  del  ocho  de  diciembre. 

Ha  sido  ese  acontecimiento  tan  funesto,  de  tan  impor- 
tantes cuanto  tristes  resultados,  que  pasará  a  la  posteri- 
dad atónita,  aun,  cuando  considere  sus  pormenores.  En 
este  sentido  la  relación  que  hoi  damos  a  luz,  proporcio- 
nando los  datos  mas  exactos  que  ha  sido  posible  obte- 
ner, servirá,  sin  duda,  sino  como  documento  incontro- 
vertible, al  menos  como  un  punto  de  partida  reconocida- 
mente exacto. 

Se  ha  cuidado  especialmente  de  formar  una  relación 
cierta  e  imparcial  de  lo  sucedido,  i  para  este  objeto  se 
ha  tomado  por  base  todas  las  relaciones  parciales  pu- 
blicadas por  la  prensa,  a  propósito  del  grande  aconteci- 
miento. 

Él  censo  de  las  víctimas  del  incendio,  la  parte  mas 
interesante,  sin  duda,  de  este  libro,  ha  merecido  una  es- 
pecial atención.  Ademas  de  las  listas  rectificadas  que  se 
dieron  a  luz  por  la  prensa,  se  contienen  los  cuadros  ofi- 
ciales de  las  subdelegacionas  que  hasta  la  fecha  han  po- 


  IV   

dido  formarlos.  Se  puede,  pues,  asegurar  que  en  esta  par- 
te el  presente  libro  merece  la  fe  de  los  que  lo  consulten. 

Van  agregados  también  al  cuerpo  de  la  obra  algunos 
documentos,  no  tan  interesantes  como  el  suceso  princi- 
pal, pero  de  gran  valía  para  la  historia.  Todos  ellos,  es- 
meradamente correjidos,  tienen  un  carácter  de  autenti- 
cidad incontrastable. 


RESEÑA  HISTORICA 


La  primera  iglesia  de  la  Compañía  fue  edificada,  no  en  el  sitio  que 
ocupa  la  actual,  sino  en  el  centro  de  la  manzana  que  los  jesuitas  se  pro- 
curaron para  su  Colejio  el  año  de  1593,  52  años  después  de  la  funda- 
ción de  Santiago. 

Llegaron  aquellos  relijiosos  a  la  capital  en  número  de  ocho,  presidi- 
dos por  el  padre  Baltazar  de  Piñas  (que  fué  su  primer  provincial)  el 
lúnes  santo,  12  de  abril  de  1593,  i  se  hospedaron  en  el  convento  de 
Santo  Domingo. 

Pero  apé ñas  había  pasado  el  dia  de  pascua,  se  reunió  el  pueblo,  el 
cabildo  i  la  clerecía  para  designar  a  los  misioneros  el  sitio  en  que  de- 
bían edificar  su  claustro  i  su  iglesia. 

El  sagaz  Piñas  declaró,  sin  embargo,  en  aquella  reunión,  que  ni  él 
ni  sus  compañeros  querían  gravar  en  lo  menor  al  pueblo  de  Santiago, 
empobrecido  por  cuarenta  años  de  guerra,  i  afirmó  que  el  ánimo  de  la 
órden  "era  no  tener  lugar  fijo  en  Chile  sino  recorrer  todas  las  comar- 
cas."— "Esta  conducta  eminente  nente  política  de  los  jesuitas,  dice  el  his- 
toriador Eizaguirre  (t.  1.  °  paj,  99)  les  concilió  aun  en  mas  alto  grado 
la  benevolencia  del  pueblo." 

Pero  éste  no  quiso  aceptar  por  motivo  alguno  aquella  manifestación 
de  sincero  o  finjido  desprendimiento.  I  luego  al  punto,  cuenta  el  padre 
Alonso  de  Ovalle,  uno  de  los  primeros  fundadores  de  la  orden  en  Chile 
(páj.  337)  diciendo  i  haciendo  junttron  entre  todos  la  limosna  que  bas- 
tó para  comprar  una  de  las  casas  mas  principales  del  lugar,  una  cuadra 
de  la  plaza  i  de  la  Catedral,  a  que  el  mismo  dueño  acudió  con  ochocien- 
tos pesos  que  remitió  de  su  valor  i  aunque  no  costaron  entonces  mas 
de  otros  tres  mil  i  seiscientos,  se  estimarían  en  tiempo  de  paz,  según  lo 
advierte  la  historia,  en  diez  mil." 

Eaificóse,  en  consecuencia,  en  el  solo  espacio  de  seis  semanas,  una 
capilla  provisoria  en  el  centro  del  claustro,  i  se  puso  bajo  la  invocación 


—  2  — 

dé  uña  reliquia  que  los  jesuítas  habían  traído  consigo.  Era  esta  la  cabe- 
za de  una  de  las  Once  mil  vírjenes  de  Colonia,  según  los  primitivos  his- 
toriadores de  la  orden.  ¡Fatídica  ofrenda  hecha  al  sitio  del  que  debian 
volar  al  cielo  de  una  sola  vez  tantas  almas  virjinales! 

Pero  en  aquel  edificio  se  hizo  en  breve  estrecho  para  la  devoción  de 
los  fieles,  pues  el  templo  de  los  jesuítas,  que  monopolizaban  casi  total- 
mente la  dirección  de  las  conciencias  por  el  confesonario  i  la  predica- 
ción, se  hizo  desde  el  principio  el  favorito  del  público  como  lo  fué  ¡ai! 
hasta  su  última  hora. 

En  consecuencia,  dos  años  después  se  echaron  los  cimientos  de  un 
nuevo  templo  en  el  lugar  que  hoi  ^ocupan  los  escombros  del  que  fué 
ayer  el  recinto  de  cita  i  de  plegaria  de  todas  las  almas  cristianas  de  la 
capital. 

Dos  antiguos  capitanes,  sintiéndose  ya  viejos  i  áeaso  arrepentidos  de 
pasados  yerros,  juntaron  su  caudal  i  por  escritura  pública  de  12  de 
octubre  de  1595,  lo  endosaron  a  los  jesuitas  para  edificar  su  iglesia. 
Llamábanse  aquellos  piadosos  soldados  Agustín  Briseño  i  Andrés  de 
Torquemadá,  nombre,  empero,  que  parece  respirar  el  humo  de  las 
hogueras: 

Treiñtá  i  seis  años  duraron  los  trabajos  dé  erección  dé  este  nuevo 
templo,  que  vino  a  ser  el  mejor  de  Chile,  pues  tomó  parte  en  el  fervor 
de  todos  los  habitantes  de  Santiago  (1).  Habiéndose  comenzado  en 
1595,  solo  se  terminó  en  1631.  "Fuése  trabajando  a  toda  costa  (dice  el 
jesuíta  Olivares  en  su  historia  manuscrita  de  Chile,  cap.  19),  i  se  levan- 
tó una  iglesia  de  cal  i  canto  mui  capaz  i  honrosa,  cubierta  con  cinco  pa- 
ños*, llena  toda  de  artesones,  primorosamente  dispuestos.  La  capilla 
máyor  quedó  Con  mucha  capacidad,  se  levantó  sobré  cuatro  robustas  i 
bien  proporcionadas  columnas  i  cuatro  arcos  torales :  se  cubrió  con  una 
media  naranja  de  madera,  bien  enlazada  i  ajustada,  i  firme  al  parecer 
de  todos." 

Échase  de  ver  por  ésta  descripción  que  la  arquitectura  de  la  Compa- 
ñía es  la  misma  que  ha  prevalecido  hasta  su  destrucción ;  i  en  efecto 
en  él  grosero  dibujo  que  de  ella  presenta  al  padre  Ovalle  en  su  histo- 
ria impresa,  se  ve  la  cúpula  antigua  i  una  torre  alta  i  endeble  eri  el 
mismo  sitio  que  ocupaba  la  única  que  estaba  concluida  en  su  frente. 

Aquella  segunda  i  suntuosa  iglesia  de  los  jesuitas  estaba  destinada, 
sin  embargo,  a  una  existencia  bien  efímera,  porque  todo  es  aciago  en  su 
hiitoriá. 

Hacia  apénas  16  años  que  habia  sido  consagrada,  cuando  fué  arrasa- 


(1)  "El  hermano  Miguel  de  Telena,  cuenta  el  padre  Ovalle  (páj.  339  de  su  Histo- 
ria) uno  de  estos  ocho  fundadores  de  este  eolejio  (i  murió  después  de  haber  trabaja- 
do muchos  años  en  la  iglesia  que  tenemos  hoi  de  piedra,  con  grande  edificación  i 
ejemplo),  me  solia  contar  varias  veces  que  aquellos  vecinos  antiguos  tenian  un  modo 
de  zelos,  unos  con  otros,  sobre  quién  favorecía  mas  a  la  Compañía,  en  tanto  grado 
qu$  frfc  ¿ttStfó  c&<Jstufto  de  que  ie  acudiese  primero  que  el  otro  ninguno." 


da  desde  sus  cimientos  por  el  espantoso  terremoto  del  13  de  mayo  de 
1627  que  todavía  conmemoramos.  "El  templo  de  la  Compañía,  dice  el 
obispo  Villarroel  en  su  famosa  carta  al  rei  dando  cuenta  de  aquella 
catástrofe,  quedó  asolado  todo.  Murió  el  padre  José  de  C  ordo  va,  mui 
humilde  i  mui  gran  obrero.  La  iglesia  de  estos  padres,  añade  el  prelado, 
costaria  cien  mil  ducados.;? 

Pero  ya  los  jesuitas  habian  echado  en  el  país  por  la  riqueza  i  el 
dominio  espirituales  raices  demasiado  profundas,  para  que  las  arrancase 
una  sola  catástrofe.  Por  esto  su  tercera  iglesia,  que  es  la  que  acaba  de 
parecer  por  la  cuarta  vez,  no  hizo  sino  renacer  mas  vasta  i  mas  suntuo- 
sa de  sus  escombros. 

Empleóse  cerca  de  medio  siglo,  o  gran  parte  ele  la  segunda  mitad  del 
siglo  XVII,  en  reedificar  la  iglesia,  pues  aunque  no  tengamos  sobre 
esto  un  dato  fijo,  la  tardia  manera  como  se  ejecutaban  aquellas  obras  nos 
autoriza  para  creer  que  solo  en  los  primeros  años  del  siglo  pasado  debió 
estar  completamente  habilitado  el  nuevo  templo,  con  su  inmensa  torre 
en  el  frontispicio,  sus  bóvedas  sepulcrales  i  su  magnífico  reloj,  la  obra 
maestra  del  arte  chileno,  que  hoi  sirve  todavía  al  público  en  la  torre  de 
Santa  Ana. 

Pero  aun  esta  nueva  i  magnífica  construcción,  delante  de  la  que  3a 
Catedral  era  solo  un  rancho  pajizo,  situado  en  un  ángulo  de  la  plaza  i 
a  distancia  de  dos  cuadras  (pues  la  actual  iglesia  Metropolitana,  que 
solo  está  separada  de  la  Compañía  por  unas  pocas  varas,  solo  fué  cons- 
truida en  la  mitad  del  pasado  siglo  i  parte  del  presente),  tuvo  también 
una  existencia  precaria.  La  fatalidad  parece  haber  sido  el!  símbolo 
funesto  que  ha  presidido  a  la  erección  de  aquellas  bóvedas  que  antes  cu- 
brían un  sótano  de  muertos,  que  cobijaron  después  las  cenizas  de  tantas 
personas  ilustres  o  queridas  trasladadas  a  su  pavimento  del  cementerio 
jeneral  i  que  hoi  parecen  haber  sepultado  en  mil  fragmentos  la  alma 
entera  de  los  chilenos! 

En  la  sériede  terremotos  que  comenzó  el  8  de  julio  de  1730  i  que  se 
prolongó  durante  dos  angustiosos  meses,  la  nueva  iglesia  fué  completa- 
mente arruinada,  aunque  su  fábrica  no  se  vino  al  suelo  como  en  1647e 
En  el  informe  que  levantó  en  una  ocasión  el  obispo  de  Santiago  i  que 
publica  Gray  en  los  documentos  de  su  historia  (t.  2.°  páj.  478)  se  cuen- 
tan con  estas  palabras  los  daños  sufridos  por  el  templo.  "La  iglesia  de 
la  Compañía,  dice  el  obispo,  era  también  de  cal  i  canto  i  bóvedas  de 
hermosa  arquitectura,  siendo  la  mesma  planta  que  la  de  esse  collegio 
imperial ;  esta,  es  verdad,  no  se  vino  al  suelo,  mas  han  quedado  tan 
desplomadas  sus  murallas  i  tan  arruinados  algunos  arcos  de  sus  bóvedas, 
la  testera  del  altar  mayor  se  descubre  mas  de  una  cuarta  de  desplome  i 
lo  mesmo  ha  padecido  la  fachada  de  su  puerta  principal,  como  también 
la  torre,  que  no  solo  se  gastará  mucho  dinero  en  deshacer  lo  que  se  halla 
inservible,  sino  que  será  necesaria  la  dirección  de  persona  mui  práctica 
para  echar  abaxo  lo  arrumado,  para  que  se  eviten  los  riesgos  de  los  que 
trabaxaren." 


Háse  creído  equivocadamente  que  esta  ¡segunda  ruina  fué  causada 
por  un  incendio  ;  mas  este  error  está  desmentido  por  el  documento  que 
acabamos  de  citar  i  por  las  apariencias  mismas  que  conservaba  la  iglesia 
ántes  de  ser  devorada  por  las  llamas  en  1841.  Si  hubiese  sido  incendia- 
da hace  un  siglo,  como  se  cree,  la  torre  que  se  quemó  en  1841  no 
habría  tenido  el  aspecto  vetusto  que  todos  recordamos,  i  cuya  fecha  no 
podía  ser  sino  anterior  al  siglo  XVIII. 

Pero,  a  pesar  de  esto,  la  iglesia  quedó  en  una  condición  peor  que  si 
hubiese  sido  destruida ;  pues  es  seguro  que  en  esa  época  los  omnipo- 
tentes jesuitas  la  habrían  reedificado  por  tercera  vez  con  mayor  mag- 
nificencia ;  miéntras  que  ahora  se  limitaron  a  repararla  sólidamente, 
dejándola  con  todas  las  imperfecciones  arquitectónicas  que  la  afeaban 
i  que  han  contribuido  no  poco  a  la  catástrofe  que  lamentamos. 

Habiendo  quedado  trizados  o  deshechos  la  mayor  parte  de  los  arcos 
de  las  dos  naves  laterales,  se  reforzaron  éstos  con  murallas  trans^ersa- 
les5  a  las  que  se  dejó  solo  un  pequeño  arco,  mas  como  pasadizo  que 
como  adorno.  De  aquí  salió  la  série  de  estrechas  i  deslucidas  capi- 
llas oscuras  que  formaban  las  naves  de  los  costados,  arrebatando  a 
la  iglesia  su  espacio,  su  simetría,  i  junto  con  la  prespectiva,  la  vista 
a  los  fieles.  Solo  las  dos  capillas  de  la  entrada  conservaron  su  pri- 
mitiva bóveda,  i  de  aquí  viene  que  en  cierto  modo  estuvieran  aisladas 
de  la  iglesia  i  sus  puertas  sin  cómodo  acceso  a  ésta,  pues  formaban 
como  dos  cuerpos  aislados.  En  el  actual  frontispicio  de  la  iglesia  que 
debió  ser  pintado  en  esa  época,  se  lee  medio  borrada  la  cifra  de  CCLX 
(1760);  pero  el  último  no  está  lejible.  Esta  fecha  debe  ser  la  de  la 
reparación  de  la  iglesia  después  del  terremoto  de  1730. 

Desde  entonces  la  Compañía  dejó  de  ser  un  templo  hermoso,  o  para 
hablar  con  mas  exactitud,  desde  entonces  aquella  iglesia  fatal  no  fué 
sino  una  ruina  disfrazada.  Hoi  mismo  cualquiera  puede  distinguir  a  la 
simple  vista  que  las  murallas  transversales  de  las  naves  de  los  costados 
se  han  despegado  de  los  arcos  que  sostenían,  por  la  acción  de  dilatación 
del  fuego  i  su  subsiguiente  enfriamiento.  Las  murallas  madres  de  toda 
la  iglesia,  sacudidas  ya  por  la  acción  de  varios  terremotos,  de  dos  incen- 
dios i  de  las  construcciones  mismas  que  se  han  levantado  sobre  ellas, 
no  pueden  ménos  de  estar  en  estremo  debilitadas  e  incapaces  de  resis- 
tir una  nueva  reparación. 

Las  catástrofes  de  la  Compañía  no  terminaron  en  sus  deterioros  de 
1730.  No  hicieron  al  contrario  sino  cambiar  de  lugar,  i  desde  sus 
altares  derribados  pasaron  a  las  celdas  de  sus  sacerdotes.  Todos  cono- 
cen la  espulsion  de  la  Compañía  de  Jesús,  hecha  de  una  manera  tan 
sijilosa  como  cruel  por  órdenes  de  Carlos  III.  A  las  tres  de  la  mañana 
del  26  de  agosto  de  1767,  mas  de  400  sacerdotes  fueron  arrancados  a 
sus  claustros  i  embarcados  para  Europa,  pereciendo  de  ellos  mas  de  60 
en  un  naufrajio  del  Cabo  de  Hornos. 

Desde  entonces  la  iglesia  de  la  Compañía  quedó  en  el  corazón  de 
nuestro  pueblo  como  un  monumento  solitario  de  horfandad  i  de  duelo . 


No  tenia  ni  culto,  ni  sacerdotes,  ni  fieles.  Decíase  por  el  vulgo  que  sus 
moradores  al  tiempo  de  ser  espulsados  de  su  recinto,  la  habian  malde 
cido  i  pedido  al  cielo  que  la  destinara  a  grandes  castigos.  Ai!  lo  que  no 
era  sino  la  voz  de  oscuros  agoreros,  la  mano  del  Señor  la  ha  convertido 
hoi  en  una  tremenda  profecia! 

Solo  en  los  primeros  años  fie  este  siglo  la  Compañía,  según  tenemos 
entendido,  comenzó  a  ser  rehabilitada  para  el  culto. 

El  fervoroso  clérigo  don  Manuel  Vicuña  se  hizo  su  gratuito  capellán 
i  se  consagró  con  tanto  celo  a  las  misiones  que  daba  al  pueblo,  que  me» 
recio  el  báculo  ele  Roma  i  el  amor  de  todos  sus  conciudadanos. 

A  contar  de  esa  época,  la  Compañía  se  hizo  el  templo  favorito  de 
nuestra  clerecía. 

Pero  su  mismo  amparador  tuvo  el  desconsuelo  de  verlo  convertido 
en  cenizas  antes  de  haber  desaparecido  él  mismo  de  la  escena  del  mun- 
do. ¿Quién  no  recuerda  todavía  el  espantoso  incendio  del  31  de  mayo 
de  1841,  que  redujo  a  escombros  ele  maderos  encendidos  la  iglesia  que 
hoi  no  es  sino  un  escombro  de  huesos  humanos? 

He  aquí  como  un  corresponsal  del  mismo  diario  {Mercurio  del  3  de 
junio  de  1841),  para  cuyas  enlutadas  columnas  escribimos  hoi  apresu- 
radamente estas  líneas,  cuenta  aquella  calamidad : 

"Como  a  las  diez  de  la  noche,  dice,  uno  de  los  superiores  del  Insti- 
tuto creyó  sentir  humo  en  su  habitación,  que  está  contigua  a  la  capilla 
de  la  iglesia,  i  temiendo  la  existencia  del  fuego,  se  dirijió  a  ésta  para 
averiguar  su  oríjen ;  mas  al  abrirla  se  convenció,  por  la  inmensa  canti- 
dad de  humo  que  remolineaba  en  su  interior,  que  el  fuego  habia  pren- 
dido dentro  de  la  iglesia. 

Con  la  ayuda  del  sacristán,  abrió  una  de  las  puertas,  adonde  se  aba- 
lanzaron  las  llamas  que  devoraban  el  techo  mucho  tiempo  hacia  por  la 
estension  que  ocupaba.  Las  llamas  corrian  en  todas  direcciones  i  mui 
pronto  se  apoderaron  de  la  inmensa  torre  de  madera  que  coronaba  el 
frontispicio. 

"No  hemos  presenciado  jamas  espectáculo  mas  imponente  i  mas  pa~ 
vorosob? 

El  celo  público  se  despertó,  sin  embargo,  en  presencia  de  esta  catás- 
trofe con  un  celo  tan  ardiente  para  llevar  a  cabo  la  reedificación  de  la 
iglesia,  que  solo  puede  compararse  al  unánime  clamor  que  hoi  se  alza 
al  cielo  para  pedir¡  su  demolición  (1).  I  esta  diferencia  de  impresiones 
no  puede  ser  mas  justa  ni  mas  natural.  En  el  primer  incendio  de  la 
Compañía  solo  se  habian  quemado  las  imájenes  de  lienzo  i  madera  que 
adornaban  los  altares  favoritos  del  público  devoto.  Hoi  lo  que  se  ha 
quemado  es  un  fragmento  de  cada  hogar,  se  ha  quemado  un  trozo  de 
cada  corazón,  se  ha  quemado  en  una  pira  mas  horrible  que  la  de  todas 


(1)  Según  el  Mercurio  del  9  de  junio  de  1841,  en  la  primer  semana  después  del  in- 
cendio se  reunieron  30,000  pesos  para  la  reedificación  de  la  iglesia. 


—  6  — 

nuestras  batallas  la  sangre  de  los  chilenos.  Por  eso  la  esclamacion  de 
todos  los  labios  es  abajo!  abajo  esas  funestas  murallas,  porque  ningunos 
ojos  querrían  ya  contemplar  aquel  sitio  que  no  es  siquiera  una  tumba 
de  seres  queridos  sino  el  aparato  del  suplicio  horrendo  que  nos  arrebato 
tan  caras  vidas. 

La  reconstrucción  de  la  iglesia  de  la  Compañía  por  la  cuarta  vez  es 
un  hecho  contemporáneo  al  que  todos  hemos  asistido  i  que  no  nece- 
sitamos recordar.  No  deja  de  ser,  sin  embargo,  una  coincidencia  sin- 
gular la  de  que  este  último  incendio  haya  tenido  lugar  en  los  momen- 
tos en  que  se  ocupaban  muchos  obreros  de  hacer  reparaciones  i  pintar 
toda  la  obra  de  madera  del  templo.  Hacia  solo  unos  pocos  dias  que 
habiamos  visto  los  andamios  que  habían  servido  para  pintar  la  encum- 
brada claraboj^a  del  templo.  Pudiera  decirse  que  el  destino  habia  con- 
sentido en  que  se  engalanase  aquel  edificio  fatal  para  desplomarse  para 
siempre  sobre  las  vidas  de  sus  fieles. 

¿Se  reedificará  ahora  la  Compañía  por  la  quinta  vez? 

Esto  es  lo  que  resolverán  los  que  tengan  corazón  de  hombres  i  fe 
de  cristianos,  en  vista  de  lo  que  todos  saben  i  de  lo  que  apuntamos  a 
la  lijera  en  este  imperfecto  bosquejo  (1). 


(1)  Esta  relación  es  tomada  del  Mercurio  del  12  de  diciembre  de  1863. 


RELACION 


DEL  INCENDIO  DE  LA  COMPAÑIA 

EL   8   DE  DICIEMBRE  DE  1863. 


Miércoles  9  de  diciembre  de  1863» 

No  hai  memoria  en  Chile  de  un  hecho  mas  horriblemente  trájicp. 
Se  nos  erizan  los  cabellos  cuando  recordamos  la  espantosa  catástrofe 
que  hoi  tiene  sumidas  en  el  luto  a  centenares  de  familias.  La  ciudad 
entera  no  se  da  cuenta  aun  de  tan  horrible  desgracia. 

A  las  siete  de  la  tarde  de  ayer  el  templo  de  la  Compañía  contenía 
en  su  recinto  mas  de  dos  mil  almas.  La  iglesia  estaba  alumbrada  por 
mas  de  7,000  luces,  ;  imprudencia  sin  ejemplo  !  Principiaba  la  fun- 
ción cuando  se  declaró  el  fuego.  No  sabemos  precisamente  cuál  fué 
su  oríjeh  ;  pero  la  versión  mas  común  lo  atribuye  a  la  ruptura  de  un 
gran  quemador  de  gas  líquido  colocado  cerca  del  altar  mayor,  al  que 
comunicó  el  fuego  con  rapidez  nunca  vista. 

La  concurrencia,  amagada  por  el  fuego,  principió  a  huir.  Las  puer- 
tas no  eran  sin  embargo  suficientes  para  darle  paso.  El  terror  inven- 
cible en  esos  casos  se  habia  apoderado  de  todos ;  las  puertas  se  obs- 
truyeron completamente.  Una  mitad,  unas  dos  terceras  partes  de  la 
concurrencia  habia  alcanzado  a  salir ;  el  resto  se  agolpaba  a  los  Ju- 
gares en  donde  se  veia  salida.  Cuerpo  sobre  cuerpo,  se  formaba  una 
muralla  compacta  i  numerosa.  Habia  mujeres  que  resistían  el  peso  de 
diez  o  doce,  otras  tendidas  encima,  a  lo  largo,  a  lo  atravesado,  en  to- 
das direcciones.  Era  materialmente  imposible  desprender  una  perso- 
na de  esa  masa  compacta  i  horripilante.  Los  mas  desgarradores  lamen- 
tos se  oian  del  interior  de  la  iglesia. 

Mientras  tanto,  el  fuego  habia  llegado  a  la  cúpula  i  tomado  propor- 
ciones inmensas.  En  cinco  minutos  la  cúpula  despedía  bocanadas  de 
fuego  por  cada  uno  de  sus  respiraderos.  En  un  momento  mas?  no  era 


mas  que  un  inmenso  castillo  de  fuego  i  las  llamas  se  comunicaban  por 
la  techumbre. 

Siguió  entonces  un  cuadro  desgarrador.  La  concurrencia  continua- 
ba agolpándose  a  las  puertas  i  las  puertas  no  permitían  la  salida.  Cin- 
cuenta brazos  formidables  no  bastaban  a  desprender  una  infeliz  de 
aquel  montón  que  ya  principiaba  a  recibir  los  trozos  de  madera  in- 
cendiados que  se  desprendían  del  entablado. 

Presenciamos  ese  momento,  pero  renunciamos  a  describirlo! ...... 

Media  hora  después  ¡  h!  jamas  habríamos  creido  ser  testigos  de  una 
escena  mas  espantosa!  se  no*  figuraba  estar  bajo  la  impresión  de  una 
horrible  pesadilla!  Desgraciadamente  era  la  espantosa  realidad  que  se 
manifestaba  a  nuestros  ojos  con  toda  su  deformidad. 

Media  hora  después,  toda  la  estension  comprendida  entre  la  puerta 
principal  i  el  presbiterio,  cubierta  de  jente,  casi  todas  infelices  mu- 
jeres, arclia  como  un  estenso  lago  de  fuego.  Las  llamas  se  elevaban 
media  vara  sobre  las  cabezas.  ¡Oh!  aquello  no  es  posible  que  haya 
tenido  precedente!  Centenares  de  personas  ardían  como  trozos  de  ma- 
dera comprimidos  por  una  fuerza  irresistible!  

Veíamos  desde  la  puerta  moverse  los  brazos  pidiendo  ausilio;  los 
gritos  de  las  víctimas  resonaban  a  dos  cuadras  de  distancia.  Madres 
que  abrazaban  a  sus  hijas,  i  escondían  entre  la  multitud  su  cabellera 
convertida  en  fuego.  Hijas  que  miraban  a  sus  madres  salvadas,  incli- 
nando su  cabeza  con  la  resignación  del  mártir!  Las  infelices  no  tenían 
siquiera  la  facultad  de  moverse,  desligaban  sus  manos  para  despe- 
dazarse el  rostro  en  medio  de  la  mas  espantosa  desesperación.  Si  se  hu- 
biera hundido  la  iglesia  en  esos  momentos,  cuántos  sufrimientos  es- 
pantosas no  se  habría  evitado! 

El  fuego  llegaba  a  las  puertas.  Se  hacia  esfuerzos  sobrehumanos 
para  deshacer  la  masa  de  jente  que  se  había  aumentado  en  ellas.  La 
fatalidad  era  maldita.  Por  cada  15  minutos  se  conseguía  salvar  una  per- 
sona, pero  cada  minuto  eran  diez  vidas  perdidas  irremediablemente,  i 
pérdidas  en  qué  situación!  A  dos  varas  de  la  puerta!  Hombres  robus- 
tos i  fornidos  vimos  perecer,  arrimados  a  unas  de  las  puertas.  Sus  fuer- 
zas eran  insuficientes  para  deshacerle  de  !a  multitud. 

Los  árboles  de  la  plazuela  fueron  cortados  por  las  raices  i,  tomados 
del  tronco,  se  estendió  su  ramaje  encima  de  las  infelices  que  sentian  ya 
las  llamas  sobre  sus  cabezas.  Un  instante  i,  las  ramas  se  habían  con- 
vertido en  ceniza.  Se  tiraba  del  tronco  i  las  infelices  quedaban  con  los 
ganchos  ardiendo  entre  sus  manos. 

El  fuego  dominó  la  puerta  piincipal.  La  gritería  cesó  en  un  mo- 
mento. Entre  una  masa  densa  de  llamas  se  distinguían  cabezas  que  se 
inclinaban  convertidas  en  tizones,  cuerpos  que  se  movían  impercepti- 
blemente i  se  desplomaban  en  seguida.  La  multitud  de  las  puertas 
estaba  inmovilizada.  Estátuas  negras  arrodilladas  conservaban  su  posi~ 
cion,  pues  el  movimiento  les  había  sido  imposible  

Todo  había  concluido  ya.  Eran  las  ocho  de  la  noche  j  el  fuego,  do- 


_  9  — 

minando  las  alturas  de  la  iglesia,  invadía  los  campanarios.  Un  cuarto  de 
hora  bastó  para  que  la  torre  de  la  derecha  desapareciera  convertida  en 
ceniza  del  espacio  que  minutos  antes  desafiaba  con  arrogancia.  Un  mo- 
mento después,  i  el  campanario  habia  corrido  igual  suerte. 

Las  casas  de  la  vecindad  estaban  atestadas  de  cadáveres.  Mujeres 
quemadas  hasta  la  mitad,  niños  ahogados  i  que  parecian  aun  respirar 
el  aire  de  la  noche,  señoras  respetables  horriblemente  maltratadas.  ¡Qué 
de  lamentos  llegaban  hasta  el  alma,  por  la3  calles  i  por  las  casas!  Cuán- 
tos, enloquecidos  por  el  pesar,  querian  precipitarse  infructuosamente  en 
las  llamas  para  salvar  a  los  que  era  ya  imposible  distinguir  de  los  es- 
combros. 

Los  carretones  de  la  policía  condujeron  mas  de  cincuenta  muertos  i 
heridos  al  hospital  o  al  cuerpo  de  policía.  Era  la  parte  de  las  víctimas 
que  se  habia  conseguido  estraer  de  la  iglesia.  Las  que  perecieron  den- 
tro se  calculan  en  QUINIENTAS!  Algunos  hacen  subir  el  número 
hasta  MIL! 

¿  Quién  ha  cerrado  sus  párpados  tranquilos  aun  ?  Toda  la  población 
ha  pasado  la  noche  en  vela.  El  espanto  se  pinta  aun  en  todos  los  sem- 
blantes. No  hai  casa,  no  hai  familia  donde  no  reine  la  mas  cruel  inquie- 
tud. Desgraciados!  Todos  han  perdido,  quién  un  padre,  quién  un  her- 
mano, quién  un  fiel  servidor! 

La  catástrofe  ha  sido  horrible.  Es  preciso  haberla  presenciado  para 
comprenderla  en  toda  su  estension.  Bien  hubiéramos  querido,  sin  em- 
bargo, no  haber  sido  nosotros  del  número  de  los  testigos.  Un  recuerdo 
doloroso  se  nos  presentará  por  todos  los  dias  de  nuestra  vida.  La  im- 
presión es  indeleznable! 

Centenares  de  familias  buscan  todavía  a  sus  miembros  entre  los  es- 
combros, en  el  hospital,  en  la  policía.  Centenares  de  personas  respeta- 
bles, de  matronas  ilustres,  de  tiernas  jóvenes  no  han  vuelto  aun  a  sus 
hogares!  Centenares  de  moribundos  no  abandonarán  el  terror  que  los 
posee  sino  cuando  hayan  abandonado  también  la  vida  que  les  es  impo- 
sible conservar. 

¡Oh  qué  triste  espectáculo  ofrece  la  población!  Ni  cómo  disipar  el 
dolor,  ni  la  incertidumbre  mil  veces  mas  terrible  que  la  muerte!  Tras- 
currirán años  de  años,  pasarán  siglos  i  Santiago  conservará  la  memo- 
ria de  tan  espantosa  desgracia. 

No  sabemos  detalles  ni  es  posible  saberlos  en  el  momento  de  la  con- 
fusión. 

Hemos  visitado  a  última  hora  el  lugar  de  la  catástrofe.  Hacinamien- 
tos de  cadáveres  informes  en  los  huecos  de  las  puertas ;  largas  hileras 
de  cuerpos,  de  pié,  perfectamente  carbonizados  conservan  su  actitud. 
Fijos  todavía  los  ojos  en  el  cielo,  parecen  implorar  aun  la  misericor- 
dia de  Dios. 

El  incendio  principió  i  terminó  en  la  iglesia.  El  estrago  es,  sin  em- 
bargo, tan  enorme  que  equivaldría  a  la  ruina  de  la  mitad  de  la  po- 
blación! 


2 


—  10  — 

Humeantes  aun  los  cadáveres,  bajo  la  impresión  del  pánico  horrible 
que  domina  la  población,  es  preciso  convencerse  de  los  inconvenientes 
de  las  funciones  nocturnas  de  iglesia,  si  se  quiere  evitar  la  repetición 
de  catástrofes  como  la  que  deploramos. 

Las  funciones  de  iglesia  no  son  necesarias  para  la  noche.  Que  se 
eviten!  es  el  grito  unánime  de  las  jentes. 

El  templo  de  la  Compañía  debió  ser  edificado  i  reedificado  con  el 
sello  de  su  desgracia.  Que  se  demuelan  sus  murallas,  que  su  sitio,  pu- 
rificado de  tan  horrenda  catástrofe,  sirva  para  el  uso  público.  Tampo- 
co hace  falta  una  iglesia  en  el  centro  de  la  población  i  contigua  a  la 
metropolitana. 

{Ferrocarril.} 

Una  de  esas  desgracias  que  de  tarde  en  tarde  visitan  a  los  pueblos  i 
los  cubren  de  eterno  duelo  ha  tenido  lugar  el  mártes,  dia  de  Purísima, 
en  la  que  fué  la  iglesia  de  la  Compañía  de  la  capital.  Un  hermoso 
templo  reducido  a  cenizas,  muchos  centenares  de  preciosas  vidas  sacri- 
ficadas, mil  familias  sin  deudos,  la  ciudad  toda  anegada  en  lágrimas  :  he 
aquí  el  cuadro  que  nos  ofrece  Santiago  desde  la  nefasta  noche  del  dia  8 
de  diciembre,  terrible  aniversario  esta  vez  de  otra  catástrofe  sangrienta: 
la  de  Longomilla. 

Siendo  el  dia  de  Purísima  el  último  de  la  festividad  del  Mes  de  María f 
la  mas  popular  i  la  mas  concurrida  de  nuestras  festividades,  millares 
de  devotas  se  agruparon  esa  noche  para  asistir  a  la  función  final  que  de- 
bía ser  mas  suntuosa  que  las  anteriores.  A  las  seis  de  la  tarde  era  tal 
el  número  de  la  jente,  que  las  espaciosas  gradas  de  la  iglesia  i  parte  de  la 
plazuela,  como  nosotros  mismos  lo  observamos,  estaban  literalmente 
cuajadas  de  mujeres  de  mantón  que  porfiaban  frenéticamente  por  entrar 
al  templo,  donde'ya  a  esa  hora  no  cabia  una  persona. 

Pocos  minutos  ántes  de  las  siete  i  cuando  la  función  relijiosa  iba  a 
comenzar,  se  encendían  las  últimas  luces  del  presbiterio,  i  por  una  fata- 
lidad casi  inconcebible,  el  gas  recientemente  colocado  en  la  media  luna 
trasparente  de  lienzo  i  madera  que  servia  de  pedestal  a  una  colosal  i  ma- 
jen de  la  Purísima,  comenzó  a  incendiar  una  de  las  estremidades  de 
aquel  aparato.  Un  hombre  se  precipitó  sobre  la  naciente  llama  i  logró 
sofocarla,  pero  por  un  retroceso  funesto,  el  gas,  comprimido  sin  duda 
por  el  esfuerzo,  fué  a  reventar  con  mas  vigor  en  el  otro  estremo  de  la 
fatal  media  luna.  En  el  acto  se  pronunció  una  fuerte  llama.  Los  hom- 
bres que  cubrían  el  presbiterio  se  precipitaron  a  la  sacristía  gritando 
¡agua!  ¡agua!  mientras  que  las  devotas,  que  ocupaban  las  naves,  se 
levantaban  en  tropel  dando  espantosos  alaridos  i  pidiendo  misericordia. 

El  fuego  se  comunicó  con  una  celeridad  asombrosa  al  retablo  de  ma- 
dera i  lienzo  que  se  apoyaba  sobre  la  muralla  posterior  de  la  iglesia, 
formando  el  último  fondo  de  la  nave  central,  i  de  aquí,  atraído  por  la 


—  11  — 

corriente  de  aire  que  siempre  circula  entre  el  entablado  superior  i  el 
techo,  recorrrió  de  un  vuelo  toda  la  iglesia.  En  pocos  minutos  el  cielo  de 
ésta  era  unafnube  de  fuego. 

Los  hombres,  entre  tanto,  habían  logrado  salvar,  particularmente  los 
que  ocupaban  el  presbiterio,  i  las  mujeres  habian  conseguido  desalojar 
la  mitad  de  la  iglesia,  en  medio  de  la  confusión  mas  espantosa. 

Pero  el  mismo  tropel  de  la  jente,  las  personas  que  calan  accidentadas, 
la  obstrucción  de  los  ampulosos  trajes  i  la  ansia  misma  por  ganar  la  ca- 
lle, formaron  al  fin  una  barrera  insuperable  en  las  dos  únicas  puertas 
que  por  una  fatal  imprudencia  daban  acceso  al  aire  libre  hacia  la  pla- 
zuela i  hacia  el  pequeño  patio  del  costado  accidental  de  la  iglesia. 

Aquel  obstáculo  era  la  barrera  de  la  muerte! 

I  lo  que  nos  parecia  mas  desesperante  era  que,  teniendo  la  salvación 
de  la  vida  al  alcance  de  nuestros  brazos,  era  imposible  salvar  una  sola 
de  las  víctimas  hacinadas  una  sobre  otra  en  los  mismos  umbrales.  Ape- 
nas los  hombres  jenerosos  que  se  consagraron  a  rescatar  algunas  vidas 
a  riesgo  de  las  suyas  asían  de  los  brazos  o  de  la  ropa  a  alguna  de  las 
personas  derribadas,  las  que  estaban  inmediatas  a  éstas,  desesperadas 
por  el  terror  i  la  proximidad  del  fuego,  se  tomaban,  a  su  vez,  de  la  vic- 
tima que  iba  a  salvarse,  i  así  era  imposible  casi  desprender  una  sola  de 
aquellas  infelices  i  deshacer  aquel  nudo  de  horrores.  El  fuego  hizo,  sin 
embargo,  en  breve  lo  que  no  pudo  hacer  le  humanidad ;  i  el  paso  de  la 
iglesia  consumida  no  estuvo  franco  sino  cuando  aquel  espeso  montón  de 
hermosas  vidas  fué  solo  un  puñado  de  cenizas. 

La  catástrofe,  no  lo  disimulemos,  ha  sido  horrible.  A  las  doce  de  la 
noche  visitamos  los  escombros  humeantes  del  funesto  templo,  ya  con- 
vertido en  un  silencioso  osario,  i  a  la  luz  de  un  farol  iban  apareciendo  a 
cada  paso  grupos  horribles  de  cadáveres  carbonizados  que  conservaban 
todavía  la  actitud  suplicante  o  desesperada  de  su  horrible  martirio. 

Pero  no  exaj eremos  el  mal  nif  culpemos  tampoco  a  nadie  de  ser  su  cau- 
sa. Hai  acontecimientos  superiores  a  la  previsión  del  hombre  i  superio- 
res también  a  su  responsabilidad.  Ha  habido  imprudencia ;  el  culto  se 
ha  convertido  entre  nosotros  en  una  vertijinosa  manía ;  la  feria  de  la 
novedad  ha  reemplazado  a  la  adoración  cristiana;  i  merced  a  los  alicientes 
de  un  fanatismo  fomentado  por  otros  fanatismos,  el  pueblo  devoto  asiste 
con  una  especie  de  furor  a  estas  funciones  cuyo  lujo  se  mide  por  la  can- 
tidad de  luces,  es  decir,  la  cantidad  de  peligros,  que  se  hacen  arder  ca- 
da noche. 

Es  preciso,  pues,  que  tan  terrible  lección  en  algo  nos  aproveche!  ISTo 
mas  culto  nocturno!  No  mas  desórdenes,  no  mas  inmoralidad!  no  mas 
esas  cargazones  tales  de  jente  fanatizada  que  iba  a  la  pecha  de  las  igle- 
sias de  moda,  i  que  creia  alcanzar  así  un  mérito  para  con  la  relijion, 
cuando  solo  se  hacia  reo  de  una  triste  irreverencia. 

Ciérrense  desde  ahora  mismo  por  un  decreto  supremo  todas  las  igle- 
sias desde  que  desaparezca  la  luz  del  dia,  salvaguardia  de  todo  orden, 
de  toda  seguridad  i  en  especial  de  la  moral  pública,  mil  veces  compro- 


12  — 

metida  en  cuadros  repugnantes  que  están  en  noticia  de  todos  i  forman, 
especialmente  en  estas  grandes  festividades,  objeto  de  charla  o  de  escán- 
dalo para  las  j  entes  honradas. 

Intervenga  la  autoridad  local  en  la  policía  de  las  iglesias,  respecto  de 
su  construcción  i  de  los  aparatos  de  su  alumbrado.  ¿En  qué  iglesia,  no 
hai  por  lo  menos  una  vez  al  año,  amagos  de  incendio,  en  razón  del  uso 
imprudente  de  luces  sobre  nubes  de  gasa  o  andamies  de  cartón  pintado? 
Díctense  reglamentos  que  eviten  la  confusión,  el  exceso  de  asistentes,, 
que  se  mantengan  las  facilidades  necesarias  para  la  espedita  desocupa- 
ción de  cada  iglesia,  que  haya  aun,  ventilación,  seguridad,  culto,  en  fin, 
según  las  prácticas  civilizadas  de  todas  las  naciones,  no  según  estas 
atroces  manías  devotas  a  que  se  deja  arrastrar  nuestra  sociedad  feme- 
nina. Si  hai  algo  que  deba  reglamentarse  con  enerjía,  es  el  fanatismo, 
la  mas  enérjica  de  las  pasiones. 

Demuelan  también  desde  sus  cimientos  ese  funesto  templo,  que  fe= 
lizmente  es  una  propiedad  del  Estado,  i  que  sus  murallas  dos  veces  en 
el  espacio  de  veinte  años  cubiertas  del  ollin  de  catástrofes  que  han  lle- 
vado el  luto  a  toda  la  nación,  no  estén  recordando  a  cada  familia  una 
víctima,  a  cada  transeúnte  el  horror  de  estos  recuerdos. 

Nos  abstenemos  de  dar  nombres  i  detalles  sobre  hechos  tan  aciagos. 
Confiamos  mucho  en  que  la  exageración  natural  de  las  primeras  impre- 
siones tenga  gran  parte  en  el  duelo  público  i  en  el  número  de  víctimas 
("muchas  ai!  caras!)  que  se  suponen  sacrificadas. 

Entre  tanto,  con  el  corazón  henchido  de  justas  aflicciones,  envia- 
mos a  todo  el  pais,  a  la  humanidad  entera  el  pésame  de  tan  gran  dolor* 

Dios  lo  acoja  en  su  misericordia  i  del  dolor  de  todos  haga  un  leve 
consuelo  para  los  que  lloran  una  madre  o  una  esposa! 


Toda  la  capital  está  muda  de  dolor  i  de  angustia.  Lamenta  la  mas 
horrible,  la  mas  indescriptible  catástrofe  que  Santiago,  que  Chile  haya 
sufrido  jamas.  Nuestro  corazón  traspasado  nos  quita  los  ánimos  para  dar 
cuenta  de  tanta  desgracia.  Probemos  a  hacerlo,  aunque  la  pluma  se  nos 
caiga  de  las  manos. 

Un  incendio  horroroso  ha  devorado  completamente  en  pocas  horas 
el  vasto  templo  de  la  Compañía,  sepultando  bajo  sus  escombros  de 
500  a  800  personas  que  han  perecido  abrasadas  por  el  fuego  mas  voraz. 

Principió  como  a  las  siete  de  la  tarde  por  el  altar  mayor  i,  según 
la  voz  mas  jeneral,  desvie  la  media  luna  de  gas  que  habia  cerca  i  a  los 
piés  de  la  imájen  de  la  Vírjen  Purísima.  De  allí  en  un  decir  Jesús 
se  elevaron  las  llamas  ai  techo  i  pasaron  con  aterrante  rapidez  a  la 
gran  cúpula  de  la  iglesia  que  fué  la  primera  parte  del  templo  que  la 
población  de  la  capital  vio  incendiarse.  En  esos  momentos  de  terror, 
de  desesperación,  de  indecible  confusión,  las  mujeres  todas  se  lanzaron 
atropellándose  a  las  puertas  laterales  de  la  iglesia  i  a  la  principal  que 
da  a  la  plazuela.  Terminado  ayer  el  mes  de  María,  en  cuyos  dias  el  tem- 


—  13  ■— 

pío  habia  estado  excesivamente  iluminado  como  jamas  lo  había  sido 
templo  alguno,  quedaba  anoche  una  función  de  trisajio  con  plática. 
Desde  las  tres  de  la  tarde  empezó  a  llenarse  la  iglesia  de  jente  de- 
vota, hasta  el  punto  que  habiendo  allí  como  dos  mil  personas,  no  habia 
espacio  para  una  sola  persona  mas  sin  exajeracion.  Todo  este  inmenso 
jentío  sintió  un  ruido  que  hizo,  sin  duda,  el  gas  al  empezar  a  incen- 
diar el  templo,  i  luego  vio  sobre  sus  cabezas  una  gran  conflagración. 
Imajínese  cuál  seria  el  pavor,  ese  pavor  que  en  muchas  personas  em- 
barga toda  acción,  el  tumulto,  las  caidas  i  los  atropellamientos  de  los 
que  corrían  exhalando  los  ayes  mas  doloridos  i  los  gritos  mas  espanto- 
sos. Todos  dicen  que  el  fuego,  a  pesar  de  la  rapidez  con  que  se  fué 
enseñorean  do  de  la  iglesia,  dio  tiempo  mas  que  suficiente  para  que 
hubiesen  escapado  todos  si  hombres  hubiesen  sido,  i  lo  dio  también  a 
las  mujeres  para  que  se  librasen  todas  sanas  i  salvas;  pero  todas  co- 
rrieron a  un  tiempo,  se  atrepellaron  cayendo  unas  sobre  otras  i  enre- 
dadas en  los  vestidos  i  mantos  i  en  las  crinolinas,  i  se  aferraron  de  tal 
modo  entre  sí,  que  las  de  adelante  no  pudieron  avanzar  un  paso 
porque  las  de  atrás  las  retenian  con  las  ansias  de  la  muerte  por  salir 
primero  que  aquellas  talvez.  Formaban  de  esta  manera  una  cadena 
ten  fuertemente  unida  que  cuando  algunos  caballeros  i  hombres  del 
pueblo  entraron  en  los  primeros  momentos  a  sacar  algunas  mujeres 
atajadas  cerca  de  las  puertas,  fué  preciso  muchas  veces  que  cuatro  o 
seis  hombres  sacaran  a  una  con  mucha  dificultad. 

Las  llamas  í  el  humo  envolvieron  luego  a  las  infelices  que  que- 
daban adentro  forcejeando  por  salir  afuera.  "¡A  mí,  a  mí,  sáqueme 
a  mí!"  eran  algunas  de  las  voces  penetrantes  que  se  percibían  desde 
afuera  en  medio  de  la  gritería  mas  aterrante  i  atronadora.  Algunas 
mujeres  de  las  que  estaban  mas  inmediatas  a  las  puertas  logra- 
ron salir;  otras  pudieron  hacerse  pedazos  las  vestiduras  para  des- 
prenderse i  arrancar  de  aquella  espantosa  hoguera,  i  otras  i  casi  todas 
salían  quemadas  i  desmayadas  por  los  hombres  que  les  tendían  las  ma- 
nos desde  afuera  bien  desnudas  i  el  pelo  quemado.  Dos  hubo  que  cu- 
brieron su  desnudez  coa  capotes.  Veíase  con  indecible  horror  olear  por 
dentro  las  personas  apiñadas,  unas  abrazadas,  otras  en  actitud  piadosa 
i  suplicante,  como  implorando  la  misericordia  de  Dios,  unas  de  rodillas, 
otras  paradas,  otras  tendiendo  las  manos :  ¡estaban  quemadas!  Junto 
a  las  puertas  laterales  habia  pelotones  o  montes  de  jente  quemada  que 
las  obstruían.  La  mayor  parte  de  las  que  sacaron  a  mano  están  cadáve- 
res, así  como  también  unas  pocas  que  sacaron  a  lazo. 

Arrancados  los  árboles  de  la  plazuela,  los  introdujeron  desde  el  este- 
rior  a  los  que  estaban  hacinados  en  las  puertas,  para  que  se  aferraran 
de  las  ramas,  porque  el  fuego  i  el  calor  impedían  aproximarse,  pero  solo 
sacaron  dos  mujeres  de  esta  suerte,  hechas  cadáveres.  Bien  pronto  se 
vió  a  la  viva  luz  de  las  llamas  el  espectáculo  mas  horrendo :  aquel  jen- 
tío  era  un  espeso  bosque  de  cráneos  carbonizados.  El  que  esto  veia 
apénas,  se  retiraba  horrorizado  i  con  el  corazón  profundamente  herido 


—  14  — - 

de  angustia.  Era  aquel  el  verdadero  infierno  de  Miguel  Anjel,  el  cua- 
dro mas  pavoroso  i  mas  desgarrador  que  se  puede  imajinar. 

Se  calcula  en  500  las  personas  que  lian  perecido  víctimas  de  las  lla- 
mas; en  este  número  se  comprenden  cincuenta  hombres  que  quedaron 
abrasados  en  sus  bancas  sin  haber  podido  dar  un  paso  talvez.  Esas 
almas,  purificadas  por  los  mas  crueles  tormentos,  habrán  recibido  del 
Altísimo  la  corona  del  martirio. 

Entre  tanto,  por  fuera  todo  era  confusión :  los  parientes  i  amigos  de 
las  personas  que  habian  ido  esa  tarde  a  la  iglesia  estaban  poseidos  de 
la  mas  honda  desesperación. 

El  fuego  invadió  luego  toda  la  iglesia :  un  viento  Sur  hacia  caer 
multitud  de  chispas  sobre  la  hermosa  casa  de  don  J osé  Rafael  Echeve- 
rría en  cuyas  piezas  de  esquina  estaba  la  Librería- Ajencia  del  Mer- 
curio. Las  bombas  de  la  policía,  del  teatro  i  de  la  artillería  eran  malas, 
insuficientes  i  peor  servidas.  ¡Ah!  cuánta  necesidad  hubo  en  esos  mo- 
mentos de  una  asociación  como  la  de  los  bomberos  de  Valparaíso. 
Corría  viento  Sur.  Cuando  el  fuego  prendió  en  la  torre  de  la  esquina 
de  la  iglesia,  torrentes  de  chispas  i  carbones  encendidos  cayeron  sobre 
el  tejado  de  la  casa  del  Sr.  Echeverría.  Todos  decian  que  se  quemaría 
esa  casa,  sobre  todo  cuando  vieron  caer  sobre  una  de  las  puertas  de  la 
Librería  del  Mercurio  dándole  un  fuertísimo  golpe,  un  gran  madero 
circundado  de  llamas,  del  cual  un  pedazo  penetró  por  las  vidrieras  al 
interior,  según  a  todos  les  pareció.  El  Sr.  Echeverría  persistió  e  hizo 
bien,  en  no  abrir  puerta  alguna  de  la  librería  ni  de  su  casa.  A  esta 
medida  salvadora  se  juntó  la  de  echar  repetidos  chorros  de  agua  sobre 
los  tejados  i  el  esterior  del  edificio.  Preciso  es  advertir  que  el  punto 
de  calle  mas  estrecho  que  hai  en  Santiago  es  el  que  forman  la  esquina 
de  la  iglesia  de  la  Compañía  i  la  de  la  Librería.  Habrá  una  distancia 
como  de  diez  varas  entre  ambas. 

El  desplome  repentino  de  la  torre  sobre  la  casa  referida,  que  se  te- 
mió, no  tuvo  lugar :  pero,  no  obstante,  la  casa  i  librería  salvaron  mila- 
grosamente, e  igualmente  la  manzana  entera  i  la  iglesia  Catedral  que 
han  corrido  mucho  peligro. 

El  Presidente  de  la  República,  el  Intendente  i  otras  autoridades 
se  hallaron  allí  presentes,  tomando  parte  en  el  dolor  público  por  tan 
espantosa  catástrofe. 

La  Biblioteca  i  Museo  Nacional,  que  se  hallaba  mui  cerca  de  la 
iglesia  de  la  Compañía,  han  salvado  también  por  una  feliz  casualidad. 
No  habia  elementos  ni  para  estinguir  el  incendio  de  una  pequeña  casi- 
ta; ¡qué  mas  para  tan  inmensa  conflagración  que  iluminó  por  unos 
momentos  a  toda  la  ciudad! 

En  carretones  han  sido  trasportados  muchos  cadáveres  carbonizados. 
Junto  al  nuevo  Congreso  hai  un  horrible  montón  de  quemados  en  cu- 
yos rostros  es  imposible  hallar  el  rastro  de  alguna  persona. 

Inmenso  fué  el  agolpamiento  de  jente  que  habia  en  las  calles  adya- 
centes i  cerca  del  incendio.  {Mercurio.) 


Santiago  está  bajo  la  terrible  impresión  del  incendio  ocurrido  anoche, 
que  ha  venido  a  sembrar  la  desolación  i  el  espanto  en  todos  sus  habi- 
tantes. 

Ño  se  tiene  boca  i  oído  sino  para  los  horrorosos  pormenores  i  para 
las  lamentables  pérdidas  de  las  voraces  llamas  que,  con  dolor  i  con  ver- 
güenza de  nuestras  imprevisoras  autoridades  i  familias,  se  enseñorea- 
ron anoche  del  templo  de  la  Compañía,  i  allí  consumieron  o  sofocaron  a 
un  crecido  número  de  personas. 

Quizás  el  terror  lo  abulta ;  i  quizás  también  muchas  de  las  personas 
que  se  lloran  muertas,  están,  a  influjos  del  susto  i  del  espanto,  solo  per- 
didas, o  enfermas  en  el  refujio  que  les  proporcionara  la  casualidad  o  la 
amistad ;  pero  la  desgracia  es  grande,  i  aun  cuando  no  sea  conocida 
todavía  con  toda  exactitud,  es  una  de  las  mayores  i  mas  funestas  que 
hayamos  esperimentado. 

A  las  siete  de  la  noche  i  cuando  empezaba  la  función  a  que  concu- 
rrió ayer  aun  mas  jente,  por  ser  la  última,  se  declaró  el  incendio,  según 
se  asegura,  principiando  por  el  lado  izquierdo  del  altar  mayor. 

Después,  todo  fué  confusión,  pavor,  desgracias  i  lamentos  que  nadie 
podria  describir  i  que  todavía  forman  en  nuestra  ciudad  una  atmósfera 
dé  duelo. 

Dolorosa  i  terrible  es  la  situación  de  nuestra  capital ;  pero  ni  el  dolor 
ni  el  asombro  ni  la  tribulación  debe  impedirnos  parar  mientes  así  en 
las  funestísimas  e  irreparables  desgracias  del  incendio  de  anoche  como 
en  sus  causas,  i  sobre  todo,  en  los  motivos  por  los  cuales  ese  aconteci- 
miento, que,  en  Valparaiso,  por  ejemplo,  se  habría  reducido  cuando 
mas,  a  lamina  de  un  edificio,  ha  ocasionado  en  Santiago,  una  horroro- 
sa catástrofe,  comparable,  si  no  en  su  estension,  en  su  carácter,  con 
alguna  de  las  peores  que  recuerda  la  historia  de  nuestros  paises. 

La  imprevisión  primero  i  después  la  impotencia  proviniente  de  in- 
curia o  de  indolencia,  han  sido  las  verdaderas  causas  del  desgraciadísimo 
suceso  que  se  lamenta. 

A  nadie  en  particular  pretendemos  hacer  responsable  ;  pero  si  los 
templos,  si  las  horas  de  función,  si  la  concurrencia  hubiesen  estado,  co- 
mo debian  estarlo,  sometidos  a  racionales  i  necesarias  prescripciones 
de  policía,  el  incendio,  que  muchos  temian,  no  habría  tenido  lugar ;  i 
si  no  hubiese  habido  carencia  total  de  recursos,  de  hombres  diestros  i 
de  disposiciones  para  combatir  las  llamas  i  salvar  a  las  personas,  aun 
después  de  declarado  el  incendio,  las  desgracias  que  lamentamos  no  ha- 
brian  sobrevenido :  porque  el  atolondramiento  i  el  pánico  orijinados 
por  el  fuego,  en  los  espectadores  i  principalmente  en  las  infelices  per- 
sonas que  estaban  en  el  templo,  no  se  habrían  pronunciado  i  nuestra 
sociedad  no  habría  tenido  el  indecible  martirio  de  sentir  i  conocer  que 
habia  medios  para  salvar  a  las  dolientes  víctimas  i  de  verse  obligada  a 
confesarse  impotente  quedando  inmóvil,  con  el  alma  desgarrada,  en 
presencia  del  mas  horroroso  de  los  espectáculos  :  un  horno  en  que  ar- 
dían seres  humanos,  conocidos,  respetados,  queridos  i  cuyos  j estos  des- 


—  16  —  i 

esperados  i  cuyos  dolientes  alaridos  deben  quedar  eternamente  graba- 
dos en  nuestra  mente  i  nuestra  memoria  como  un  reproche  i  casi  como 
un  remordimiento. 

Las  leyes  de  la  prudencia  i  de  la  razón,  las  condiciones  de  la  previ- 
sión, tan  deplorablemente  olvidadas  o  despreciadas  ántes  i  durante  el 
incendio  de  anoche,  ya  que  los  concurrentes  i  los  directores  de  las 
funciones  de  ig'esía  no  saben  respetarlas,  deben  serles  enseñadas  e  im- 
puestas por  las  autoridades.  ¿Se  hará  en  adelante? 

En  presencia  de  tan  horrendo  espectáculo  i  escuchando  todavía  los 
lamentos  de  los  deudos  i  amigos  dolientes,  no  hai  calma  suficiente  para 
hacer  reflexiones,  ni  para  formular  proyectos  que  sean  bastantes  a  im- 
pedir la  repetición  de  iguales  sucesos ;  pero  lo  doloroso  i  lo  terrible  de 
la  impresión  que  embarga  casi  el  ejercicio  de  las  facultades,  debe  ser- 
virnos de  advertencia  i  de  consejo  para  que,  desde  ahora,  se  tomen  las 
medidas  de  policía  necesarias  i  se  crien  o  fomenten  instituciones  bené- 
ficas, indispensables  i  salvadoras  como  la  de  bomberos  de  Valparaíso 
cuya  falta,  en  medio  del  estupor  i  el  terror  de  anoche,  deploraban  casi 
todos. 

No  insistiremos  mas,  dejando  a  nuestros  lectores  que  ellos,  oyendo 
la  voz  de  sus  sentimientos  heridos  de  un  modo  tan  profundo  si  no  tan 
imprevisto,  concluyan  i  formulen  lo  que  está  en  la  mente  i  los  deseos  de 
todos  :  la  estirpacion  de  sucesos  semejantes,  por  medio  de  prudentes  i 
justas  medidas  de  policía  i  de  seguridad. 

Del  horno  horroroso  en  que  han  ardido  el  respeto,  el  cariño,  las  es- 
peranzas de  tantos  de  nuestros  conciudadanos  es  necesario  que  se  saque 
una  enseñanza  que  nunca  se  se  olvide ;  i  que  el  horrible  presente  que  ha 
llevado  al  hogar  de  las  familias  de  Santiago  el  inesperado  huésped  del 
horror  i  la  desolación,  sea  una  indicación  i  una  garantía  para  el  por- 
venir. 

Lo  que  no  hemos  sabido  impedir  anoche,  es  posible  i  es  necesario  que 
sepamos  impedirlo  en  adelante  ;  i  a  las  autoridades  i  a  los  habitantes 
de  Santiago  toca  el  tomar  las  medidas  necesarias  para  que  nuestra  ciu- 
dad no  vuelva  a  hundirse  en  el  inmenso  duelo  en  que  ahora  está  hun- 
dida. 

[Voz  de  Chile.) 

 —        i  .wirggsa^gM^a  ¿lid  i  ■   

La  ciudad  entera  permanece  todavía  sumida  en  la  mas  espantosa 
desesperación.  La  tercera  parte  de  las  casas  de  la  población  mantiene 
sus  puertas  cerradas  en  señal  de  luto.  No  hai  familia  en  que  no  se 
deplore  la  pérdida  de  uno  o  mas  de  sus  miembros. 

Ayer  se  creia  que  el  número  de  víctimas  no  pasaba  de  quinientas ; 
¡hoi  la  claridad  de  la  mañana  ha  manifestado  toda  la  estension  del  ho- 
rrible estrago !  Las  bóvedas  de  la  Compañía  contienen  en  su  recinto 
mas  de  800  cadáveres  descubiertos,  i  todavía  loe  escombros  cubren  gran 
número  de  esqueletos. 


—  17  — 

Hemos  visitado  el  teatro  de  la  catástrofe.  Hacinamientos  de  cadáve- 
res a  medio  quemar  cubren  toda  la  estension  comprendida  entre  la 
puerta  principal  i  el  pulpito,  por  la  nave  del  medio.  No  hai  menos  de 
quinientos  cadáveres  en  tan  pequeña  estension.  Casi  todos  carboniza- 
dos, no  dejan  rastro  siquiera  de  sus  semblantes.  En  el  fondo  algunos 
asfixiados  que  no  alcanzaron  a  recibir  el  fuego. 

Las  naves  laterales  también  están  cubiertas  de  esqueletos,  pero  el 
espectáculo  que  allí  se  presenta  a  la  vista  es  aterrante.  Grupos  de  cin- 
cuenta personas,  perfectamente  quemadas,  conservan  en  sus  semblantes 
el  rastro  de  la  mas  terrible  de  las  agonías.  La  mayor  parte  se  encuen- 
tra bajo  la  muralla  espesa  de  los  arcos.  Los  infelices  se  refujiaron  allí 
para  escapar  a  los  tizones  encendidos  que  se  desprendían  de  la  techum- 
bre. 

Siguiendo  la  dirección  del  arco  se  encuentran  de  pié,  cerca  de  la 
puerta  lateral  que  dá  a  la  calle  de  la  Bandera,  unas  cincuenta  per- 
sonas, muchas  de  ellas  con  sus  semblantes  intactos,  quemados  sí  por 
el  fuego,  de  pié,  guardando  perfectamente  su  posición.  Hai  ancianos 
animados  que  se  apoyan  aun  en  sus  bastones,  mujeres  desesperadas  que 
parecen  dirijir  sus  clamores  al  cielo,  niños  inocentes,  abrazados  del  seno 
de  sus  madres,  grupos  horripilantes  que  se  despedazan.  Las  articula- 
ciones desprendidas,  los  nervios  señalados  en  sus  brazos  parecen  luchar 
todavía  contra  el  fuego  devorador. 

Un  poco  hácia  fuera,  a  media  vara  de  distancia  de  la  calle,  en  el  um- 
bral mismo,  montones  horribles  de  cadáveres. 

En  los  pasadizos  esteriores  de  la  iglesia  multitud  de  cadáveres,  los 
unos  estraidos  de  la  iglesia,  la  mayor  parte  caidos  en  el  lugar  mismo. 

;  Oh !  La  escena  es  horripilante.  Los  empleados  de  la  policía  se  ocu- 
pan en  estraer  los  muertos.  Cada  palada,  cada  golpe  de  barreta  descu- 
bre un  cuerpo,  bajo  de  ese,  otro  cuerpo,  i  todavía  en  mayor  profundidad 
gran  número  de  cadáveres. 

En  los  umbrales  de  la  puerta  principal  no  es  preciso  la  exhumación : 
los  cadáveres  carbonizados  se  muestran  por  centenares,  acumulados  de 
tal  manera  que  pudiera  creerse  se  habian  amontonado  de  propósito.  Sin 
embargo,  nadie  los  ha  tocado  aun. 

Las  murallas  del  templo  desplomadas,  ennegrecidas  por  el  humo,  un 
olor  nausebundo  insoportable,  los  lamentos  de  los  que  han  conseguido 
penetrar  hasta  el  lugar,  en  busca  de  alguna  víctima,  todos  estos  porme- 
nores desgarran  el  alma.  Instintivamente  se  retira  uno  de  tan  horroroso 
espectáculo. 

El  incendio  principió  a  las  siete  de  la  tarde.  Mas  de  dos  mil  almas 
ocupaban  el  recinto  de  la  iglesia  en  que  se  celebraba  la  última  función 
del  mes  de  María. 

Se  principiaba  la  distribución.  Casi  todas  las  luces,  hasta  el  número 
de  7,000,  estaban  ya  encendidas.  La  iglesia,  adornada  de  flores  de 
mano,  de  trapos  inflamables,  se  prestaba  admirablemente  a  un  incendio 
espantoso. 

3 


~  18  — 

Un  sacristán  se  ocupaba  en  prender  los  últimos  quemadores  de  gas 
en  el  altar  mayor.  A  los  pies  de  una  pintura  que  representaba  a  la  Vír- 
jen,  habia  una  media  luna  de  fuego,  compuesta  de  muchos  quemadores. 
El  sacristán  acercó  su  mecha  encendida  para  prenderla  i  la  aplicó  a  uno 
de  los  quemadores. 

El  quemador  recibia  en  ese  momento  toda  la  fuerza  del  gas  i  la  lla- 
ma subió  a  media  vara  de  altura.  Se  incendiaron  algunos  trapos  del 
altar,  de  los  trapos  subió  el  fuego  a  la  madera,  de  la  madera  a,  la  te- 
chumbre. Todo  esto  pasaba  en  un  momento.  Es  fácil  esplicarlo :  habia 
en  el  altar  mayor  mas  de  dos  mil  luces  que  tocaban  hasta  las  vigas  de 
la  enmaderación. 

En  un  instante,  el  fuego  subió  a  la  hermosa  cúpula  de  la  iglesia.  La 
confusión  fué  horrible  en  esos  momentos.  Toda  la  concurrencia  se 
agolpaba  a  las  puertas  principales.  La  que  cae  a  la  calle  de  la  Bandera 
estaba  a  medio  abrir,  i  sucedió  lo  que  debia  suceder.  En  medio  del  es- 
panto, se  tropezaba,  se  caía,  se  desmayaba  en  los  umbrales. 

Las  que  venian  adelante  cayeron.  Las  que  les  seguian,  comprimidas 
también  por  el  peso  de  la  muchedumbre,  cayeron  igualmente.  En  un 
minuto,  las  puertas  laterales  estaban  completamente  obstruidas,  se  ha- 
bia formado  en  ellas  una  masa  compacta  de  cuerpos  humanos.  Todos 
gritaban,  los  lamentos  resonaban  a  inmensa  distancia. 

Las  llamas  invadian  los  altares  de  las  murallas  laterales,  i  los  techos 
principiaban  a  desprenderse  en  tizones  ardiendo,  que  comunicaban  las 
llamas  a  los  vestidos ;  de  los  vestidos  salia  el  fuego  a  las  cabezas,  i  la 
concurrencia  comenzaba  a  sufrir  el  fuego. 

Presenciábamos  el  incendio  desde  una  de  las  puertas  de  la  iglesia. 
Oh!  el  espectáculo  era  atroz.  En  los  umbrales  mismos  era  imposible 
la  salvación.  Cien  brazos  hercúleos  se  dirijian  unánimes  a  uno  de  los 
infelices.  Se  forcejaba,  se  gritaba,  pero  la  salvación  era  imposible ;  los 
cuerpos  se  destrozaban,  mas  no  salian  del  montón. 

El  fuego,  mientras  tanto,  dominaba  la  cúpula  que  desaparecía  del  es- 
pacio>  hundiéndose  con  espantosa  detonación.  Las  llamas  cubrían  com- 
pletamente la  techumbre  de  la  iglesia  i  las  tablas  encendidas,  despren- 
diéndose de  lo  alto,  caian  sobre  las  infelices  mujeres.  En  un  instante  la 
iglesia  no  se  comprendia.  Por  una  parte  el  techo  de  fuego,  lloviendo 
fuego  sobre  el  pavimento  cubierto  de  personas,  los  altares  que  caian, 
los  gritos  desesperantes  que  conmovían  hasta  las  entrañas.  Por  otra,  la 
horrible  confusión  en  las  salidas. 

Media  hora  de  esfuerzos  sobrehumanos  apenas  bastaban  para  salvar 
a  uno  de  tantos  infelices.  El  fuego  cundía  mientras  tanto  e  invadía  las 
cabelleras  

Las  llamas  subían  a  dos  varas  del  pavimento  j  no  eran  los  escombros 
los  que  las  producían,  era  la  concurrencia  que  se  incendiaba.  Por  un 
momento,  creimos  divisar  el  infierno  con  todos  sus  horrores.  Individuos 
que  gritaban,  se  sacudían,  mesaban  sus  cabellos  entre  las  llamas,  se  des- 
pedazaban el  rostro  i  se  desplomaban  en  seguida.  Mujeres  que  no  te- 


—  19  -~ 

nian  la  facultad  de  moverse  en  aquellos  aciagos  instantes  aparecían  como 
por  medio  de  una  visión  óptica  primero  blancas  i  hermosas,  en  seguida 
macilentas,  un  instante  después  con  la  cabellera  ardiendo,  i  un  momen- 
to en  seguida  carbonizadas,  parecian  estatuas  sin  movimiento. 

Un  instante  hubo  en  que  toda  la  estension  comprendida  entre  la 
puerta  principal  i  el  presbiterio  se  había  convertido  en  una  estensa  ho- 
guera. ¡Horroroso  espectáculo!  Se  divisaba  grupos  sin  movimiento 
que  apenas  se  conocía  eran  compuestos  de  seres  humanos.  Se  veia  lu- 
chas espantosas  entre  la  muerte  i  la  vida,  luchas  de  hombres,  de  muje- 
res, de  niños,  alumbrados  por  el  siniestro  resplandor  de  las  llamas  que 
los  consumían. 

Los  árboles  de  la  plazuela  inmediata  fueron  arrancados  por  su  raiz, 
a  fin  de  protejer  con  su  follaje  las  cabezas  de  centenares  de  víctimas 
que  daban  aun  señales  de  vida.  Se  introducía  el  ramaje  i  mil  brazos  es- 
tendidos lo  detenían  entre  sus  manos.  Las  ramas  verdes  se  convertian 
en  ramas  de  fuego.  Salían  los  troncos  pero  convertidos  en  tizones. 

¡Todo  se  habia  perdido!  Las  llamas  dominaban  las  puertas  i  quinien- 
tos individuos  lanzaban  los  últimos  lamentos.  En  ese  momento,  la  astu- 
cia de  un  campesino  alcanzó  a  arrebatar  a  la  muerte  algunas  víctimas. 
En  medio  de  la  confusión,  acercó  su  caballo  a  las  puertas  i  arrojó  su 
lazo  hácia  el  interior.  El  lazo  era  detenido  por  diez  manos  i  el  campe- 
sino, atándolo  a  su  montura,  se  retiraba  hácia  afuera.  Algunos  infeli- 
ces alcanzaron  su  salvación  por  este  medio. 

Se  repetía  por  tercera  o  cuarta  vez  la  operación  cuando  el  lazo  se 
cortó.  No  hubo  quien  lo  renovase,  ni  habia  tiempo  para  ello.  Las  lla- 
mas invadían  las  puertas  i  los  que  en  ella  se  habían  refujiado  princi- 
piaban su  agonía. 

Las  campanas  tocaban  a  muerto   Anunciaban  la  agonia  de  cen- 
tenares de  personas.  Su  eco  lastimero  confundido  con  los  últimos  gritos 
de  la  desesperación,  causaba  un  horror  invencible.  Los  testigos  de  la 
catástrofe  corrían  despavoridos  

El  silencio  mas  profundo  reinó  entonces.  Era  el  momento  en  que 
ochocientos  o  mil  desgraciados  entregaban  su  alma  a  Dios,  mientras  sus 
cuerpos  poblaban  la  atmósfera  en  partículas  nauseabundas  que  arrastra- 
ban las  columnas  de  ennegrecido  humo  que  subian  hasta  el  cielo,  o  des- 
aparecían aplastadas  bajo  los  escombros  del  edificio. 

De  cuando  en  cuando,  un  grito  lastimoso  salía  de  en  medio  de  las 
brasas,  para  morir  en  seguida ;  era  algún  infeliz  que  apuraba  todavía  el 
sacrificio. 

El  fuego,  consumiendo  el  techo  i  la  cúpula,  encimó  la  torre  de  la 
derecha.  Quince  minutos  habrian  trascurrido  i  ya  la  torre  no  existia. 
El  fuego  invadió  el  campanario  que  no  tardó  en  desplomarse  con  horri- 
ble estruendo.  El  fuego  habia  concluido ;  la  calle  derecha  i  la  calle 
atravesada  estaban  completamente  cubiertas  de  fuego.  Una  bomba 
funcionaba  en  el  edificio  del  Museo,  a  los  pies  de  la  iglesia ;  otra  en  la 
sacristía  de  la  iglesia  metropolitana  i  la  última  en  el  esterior  de  la  casa 


—  20  — 

del  señor  Echeverría,  situada  a  cinco  varas  de  distancia  del  teatro  del 
incendio. 

Serian  las  diez  de  la  noche  i  el  peligro  habia  desaparecido.  ¡Qué  trisr 
te  espectáculo  ofrecia  la  población!  Las  casas  de  la  vecindad  estaban 
atestadas  de  cadáveres  i  moribundos.  Catorce  carretones  perfectamente 
cubiertos  fueron  conducidos  al  hospital  i  al  cuerpo  de  policía. 

El  Ministro  del  Interior  i  el  Intendente  de  la  provincia  dictaban  las 
medidas  mas  apremiantes.  Vimos  también  al  Presidente  de  la  Repúbli- 
ca i  a  los  otros  Ministros  del  despacho. 

La  desesperación  se  pintaba  en  todos  los  semblantes. 

Familias  enteras  corrían  por  las  calles,  alumbradas  todavía  por  las 
llamas,  buscando  a  sus  miembros  perdidos.  Desgraciados!  no  los  habrían 
de  encontrar  ya  sino  entre  los  escombros^  mezclados  con  centenares  de 
cadáveres  informes.  La  duda,  la  horrible  duda  es  a  menudo  mas  espan- 
tosa que  la  misma  realidad ! 

Los  estragos  son  inmensos.  ¿Quién  no  llora  una  hija,  una  madre,  un 
hermano?  La  ciudad  aterrada  ha  pasado  la  noche  en  vela ;  grupos  que 
corrían  desesperados  al  hospital,  a  la  policía  i  caian  rendidos  de  fatiga 
en  el  camino.  Mujeres  desconsoladas,  hombres  enloquecidos  por  el  pe- 
sar, en  las  casas  i  en  las  plazuelas.  ¡Qué  negro  espectáculo! 

El  penuúltimo  incendio  de  la  Compañía  se  refiere  aun  por  sus  testi- 
gos. El  último  se  conservará  en  la  memoria,  miéntras  exista  la  ciudad 
de  Santiago.  Este  templo  estaba  señalado  por  el  dedo  de  Dios,  llevaba 
sobre  su  frente  una  maldición  espantosa.  Que  se  arrasen  sus  murallas 
carcomidas;  que  se  purifique  su  suelo  i  no  vuelva  a  levantarse  en  el 
mismo  lugar  otro  templo.  No  deben  conservar  los  hombres  un  monu- 
mento maldecido  de  Dios ! 

Hemos  visto  familias  enteras  consumidas  por  el  fuego,  multitud  de 
jóvenes  que  parecen  respirar,  niños  inocentes  asfixiados.  Hemos  visto 
anoche  a  la  población  entera  conduciendo  cadáveres  a  medio  quemar. 
Dentro  de  la  iglesia,  alumbraba  todavía  por  las  llamas  i  enrojecida 
por  el  calor,  hemos  visto  largas  hileras  de  cadáveres,  de  pié,  con  sus 
semblantes  amenazadores  i  los  puños  crispados  con  la  desesperación. 
Oh!  hemos  visto  tanta  miseria,  que  en  vano  pretenderíamos  recordarla! 

En  este  momento  se  reconocen  algunos  cadáveres.  La  población  an- 
siosa se  acerca  al  teatro  de  las  desgracias,  circundado  de  guardias  para 
permitir  la  estraccion  de  los  muertos ;  de  otra  manera,  la  operación  se- 
ria interminable. 

A  esta  hora  se  ha  perdido  toda  esperanza.  Los  que  aun  no  han  pa- 
recido, sucumbieron  en  el  incendio.  Rostros  aflijidos,  personas  enluta- 
das se  encuentran  únicamente  en  las  calles.  Las  puertas  se  cierran  i  al 
llanto  de  la  incertidumbre  sucede  la  desesperación  del  convencimiento. 

Se  refieren  circunstancias  que  erizan  los  cabellos.  Hubo  jentes,  ¡esto 
es  horrible !  que  se  ocuparon  en  poner  a  salvo  santos  de  madera  i  orna- 
mentos de  sacerdotes,  miéntras  sus  semejantes  parecían  ahogados  por 
las  llamas !  Pero,  afortunadamente,  esos  monstruos  han  sido  contados,* 


—  21  — 

la  jeneralidad  del  pueblo  se  ha  portado  con  una  bizarría  admirable. 
Muchos  desgraciados  han  perecido  prestando  sus  auxilios  a  las  vícti- 
mas. 

Se  puede  calcular  la  fuerza  del  incendio  por  la  circunstancia  de  haber 
llegado  trozos  encendidos  hasta  el  Mapocho,  a  seis  cuadras  de  distancia, 

Los  tribunales  no  han  abierto  sus  audiencias,  los  ministerios  no  han 
despachado,  el  comercio  ha  cerrado  sus  puertas. 

Se  trata  de  celebrad  unas  exequias  fúnebres  en  el  atrio  del  templo 
incendiado,  i  el  Metropolitano  ha  dado  las  órdenes  necesarias  para  que 
se  lleven  a  efecto. 

También  se  trata  de  la  demolición  de  los  escombros  i  de  formar  un 
jardin,  con  un  monumento  en  el  sitio  de  la  catástrofe.  Las  jentes  insis- 
ten en  que  el  lugar  sea  trasformado,  apesar  de  los  que  harán  esfuer- 
zos por  reedificarlo.  Don  Francisco  I.  Ossa  se  ha  inscrito  con  la  can- 
tidad de  1,000  pesos  para  la  realización  del  jardin.  Se  pedirá  el  terreno 
al  Supremo  Gobierno  i  una  comisión  de  vecinos  respetables  tomará  a 
su  cargo  el  transformarlo. 

Algunos  quemados  han  sido  conducidos  al  hospital,  donde  se  les 
atiende.  La  mayor  parte  nan  sido  trasladados  a  sus  casas.  Muchas  per- 
sonas no  vuelven  aun  en  sí. 

(Patria). 


Anoche  ha  tenido  lugar  una  de  esas  catástrofes  espantosas  i  sin  ejem- 
plo en  nuestra  historia,  una  catástrofe  de  esas  que  cubren  de  luto  a  una 
ciudad  entera.  ¡El  mas  suntuoso  i  concurrido  de  nuestros  templos,  la 
iglesia  de  la  Compañía  no  es  ya  sino  un  montón  de  escombros  i  lo  que 
es  mas  horrible  todavía,  bajo  esos  escombros  han  quedado  sepultados 
después  de  haber  sufrido  la  mas  horrible  de  las  muertes,  la  muerte 
del  fuego,  una  gran  parte  de  lo  mas  selecto  de  nuestra  sociedad!  Hé 
aquí  lo  que  hemos  podido  averiguar  de  este  espantable  suceso : 

Era  la  última  noche  de  la  concurridísima  función  que  se  celebraba 
todos  los  años  en  ese  templo  con  el  nombre  de  mes  de  María,  i  esta 
circunstancia  i  el  haberse  esparcido  la  voz  de  que  iba  2  predicar  Mon- 
señor Eyzaguirre,  habia  hecho  acudir  desde  temprano  una  mui  numero- 
sa concurrencia.  Como  a  las  seis  i  tres  cuartos  de  la  tarde  comenzó  el 
fuego  por  la  media  luna  de  gas  que  estaba  a  los  pies  de  la  Vírjen  en  el 
altar  mayor.  En  un  instante  incendióse  el  altar  i  subió  el  fuego  hasta 
la  cúpula.  La  masa  compacta  de  jente  se  alzó  entonces  despavorida  para 
dirijirse  hácia  la  puerta :  pero  ¡ai  cuántas  no  debian  llegar  hasta  ella! 
La  turbación,  el  terror  i  el  espanto  con  que  salian,  hacia  que  donde 
una  caia,  cayesen  ciento  encima  i  que  fuese  imposible  a  las  de  adentro 
llegar  a  la  puerta  salvadora.  A  un  paso  de  la  puerta  vióse  entonces  el 
espectáculo  mas  horrible  que  pudiera  imajinarse,  un  espectáculo  que 
parece  todavía  imposible  i  como  un  sueño  i  que  sin  embargo  es  una 
realidad  que  hemos  presenciado  con  nuestros  ojos.  Comenzaron  a  des  - 


—  22  ~ 

prenderse  de  la  bóveda  trozos  de  madera  incendiados  i  comenzaron  a  su- 
frir las  víctimas  ademas  del  suplicio  de  la  desesperación,  i  del  calor  inso- 
portable, el  suplicio  del  fuego,  porque  comenzaron  a  incendiarse.  Mien- 
tras tanto  una  multitud  de  hombres  acercábase  a  las  puertas  a  salvar  a  las 
víctimas ;  pero  sus  esfuerzos  si  no  infructuosos  no  pudieronsalvar  sino  a 
una  parte  mui  pequeña.  Entre  los  salvados  hubo  también  muchos  ca- 
dáveres, otros  que  ya  han  espirado  i  algunos  horriblemente  mutilados  i 
casi  fuera  de  toda  esperanza.  Habíase  formado  una  muralla  de  señoras 
unas  sobre  otras,  como  hasta  la  altura  de  un  hombre  a  poquísima  dis- 
tancia de  la  puerta,  de  manera  que  era  dificultosísimo  arrancar  a  Una 
porque  ademas  del  peso  que  tenia  encima,  todas  las  otras  se  tomaban 
de  sus  vestidos  i  no  habia  fuerzas  suficiente  para  arrastrar  *\on  el  enjam- 
bre que  se  estendia  hasta  lo  interior  del  templo.  Un  peligro  inminente 
amenazaba  también  a  los  que  se  aventuraban  a  dar  un  paso  hácia  aden- 
tro, porque  en  el  acto  todos  los  brazos  se  dirijian  hácia  ellos  i  felices 
entonces  si  conseguian  volver  hácia  fuera. 

Comenzaba  también  a  estenderse  el  fuego  hácia  la  parte  de  la  puerta 
i  a  caer  tizones  sobre  los  que  permanecían  aun,  ofreciendo  una  última 
esperanza  a  las  víctimas.  Quebraron  los  arbolitos  de  la  plazuela  para 
hacer  un  último  esfuerzo  i  los  alargaron  a  las  aflijidas  para  que  se  to- 
masen de  ellos ;  pero  poco  con  ello  se  consiguió  i  presto  tuvieron  que 
renunciar  a  toda  esperanza. 

Entonces  llegó  un  instante  que  tendremos  presente  mientras  viva- 
mos :  entonces  los  hombres  en  la  desesperación  de  no  poder  prestar  nin- 
gún socorro  apartaron  sus  ojos  de  ahí.  Por  entre  las  llamas  se  divisaba 
arderá  una  multitud  de  jente  i  luego  esajente  ardia  también  i  ya  no  se 
divisaba.  Cayeron  de  las  cornisas  de  arriba  los  infelices  que  prendían 
las  luces  i  que  habiéndose  subido  por  el  altar  no  tuvieron  por  donde 
bajarse.  Hundióse  después  la  bóveda  de  aquel  horno  lleno  de  llamas 
humanas. 

Ya  no  pudieron  sacarse  sino  algunos  cadáveres. 

En  un  instante  se  habia  ardido  la  soberbia  cúpula  i  algunos  minutos 
bastaron  para  que  se  hundiese  encendida  la  torre  de  la  derecha  i  el 
campanario  de  la  izquierda.  Imposible  es  fijar  ni  aun  aproximativa- 
mente el  número  de  víctimas,  quienes  las  calculan  en  600  quienes  en 
800  i  hasta  hai  quien  las  eleve  hasta  la  cifra  aterrante  de  1500.  ¡Mil 
quinientas  víctimas  i  casi  todas  respetables  señoras  i  tiernas  niñas  i 
muertas  tan  horriblemente  tienen  a  Santiago  consternado  i  cubierto 
de  luto!  Hai  familias  que  han  perecido  sin  quedar  uno  solo  i  casi  no 
hai  una  sola  casa  en  que  no  se  llore  por  una  madre,  una  hija,  una  her- 
mana o  alguna  pariente  amiga  o  servidora,  algunos  hombres  también 
han  sido  víctimas  del  fuego  aunque  en  corto  número.  Cuando  se  incen- 
diaba la  torre,  dos  infelices  aparecieron  a  sus  ventanas.  Momentos 
después  se  arrojaron  por  ellas  i  hemos  oido  decir  que  uno  se  ha  salvado 
casi  por  milagro. 

Nunca  hemos  sentido  una  impresión  de  terror  semejante :  los  cabe- 


—  23  — . 

líos  se  erizaban  i  uno  quedaba  mudo  i  transido  de  espanto  al  con- 
siderar su  impotencia  i  los  progresos  invencibles  del  fuego. 

Todos  los  datos  que  damos  son,  poco  mas  o  menos  exactus,  pues  ni  es 
posible  ni  lo  será  hasta  dentro  de  algunos  dias  conocer  todos  los  deta- 
lles i  el  numero  de  víctimas. 

Felizmente,  i  esto  debe  consolar  en  su  angustia  a  las  familias  que 
han  sufrido  tan  dolorosa  prueba,  podemos  abrigar  la  confianza  de  que 
la  inmensa  mayoría,  de  que  talvez  todas  las  que  anoche  sufrieron  ta» 
horriblemente,  gozan  hoi  de  la  vida  que  no  se  acabará  jamas. 

Nunca  se  habia  visto  un  número  tan  prodijioso  de  fieles  acudir  a 
recibir  el  pan  de  vida  como  en  la  mañana  de  ayer. 

Sus  almas  doblemente  purificadas  habrán  volado  al  cielo. 

(Bien  Público ) 


Diciembre  10. 

Santiago  no  es  en  este  momento  sino  lágrimas.  La  consternación  es-* 
tá  en  todos  los  hogares,  el  dolor  en  todos  los  corazones.  ¿Quién  no  ha 
perdido  algún  ser  querido?  Todo  el  mundo  parece  bajo  la  presión  de 
una  atroz  pesadilla.  Tanto  ser  querido  ayer  lleno  de  vida,  ayer  ha- 
ciendo la  esperanza  i  la  felicidad  de  los  suyos,  i  hoi  desaparecido  para 
siempre,  sin  dejar  siquiera,  en  muchos  casos,  el  consuelo,  aunque  amar- 
go, de  encontrar  su  cadáver.  Han  desaparecido  familias  enteras.  Las 
llamas  nada  han  respetado  :  niños  i  ancianos,  padres  e  hijos,  todos  han 
ido  a  caer  en  la  sima  de  un  mismo  destino.  Catástrofe  sin  ejemplo, 
catástrofe  que  encierra  una  terrible  enseñanza  que  aguardamos  que 
nuestra  sociedad  sepa  aprovechar. 

Es  preciso  hacer  desaparecer  cuanto  ántes  los  escombros  humeantes 
que  recuerdan  la  trajedia.  No  mas  templo  en  aquel  sitio.  Un  monu- 
mento, sí,  un  monumento  que  recuerde  a  Santiago  la  catástrofe  i  que 
sea  una  perpetua  lección  en  mármol  de  los  peligros  de  la  exajeracion 
de  ciertos  sentimientos. 

Por  eso  aceptamos  completamente  el  llamamiento  que  se  hace  al  dor 
lor,  al  recuerdo  i  a  la  filantropía  de  Santiago  en  la  siguiente  invitación 
promovida  por  el  señor  don  Francisco  Ignacio  de  Ossa  : 

"  ¡  Elevemos  un  monumento  de  eterna  recordación  a  las  desgraciadas 
víctimas !  Un  monumento  que  despierte  las  simpatías  de  las  edades  ve- 
nideras, cuyos  votos  se  unirán  a  los  nuestros  en  una  cadena  sin  fin! 

"  Solicitemos  del  gobierno  el  terreno  que  ocupaba  la  iglesia  i  des- 
truyamos sus  muros.  Libres  de  escombros  se  formará  un  jardin,  en  cu- 
yo centro  se  elevará  un  monumento  de  mármol  blanco  con  inscripcio- 
nes que  recuerden  el  fatal  suceso  que  justamente  lloramos,  colocando  al 
derredor  de  todo  el  espacio  del  templo  una  sólida  verja  de  fierro  que 
impida  a  los  indiferentes  profanar  con  su  planta  ese  lugar  por  tantos 
motivos  venerado!  Una  comisión  de  personas  inteligentes  llevará  adelan- 


_  24  —  ;  • 

te  nuestro  pensamiento  que  suplicamos  a  todos  aceptar  como  el  único 
espiatorio,  i  que  representa  dignamente  el  profundo  dolor  que  nos 
agovia. 

"Me  asocio  i  me  suscribo  con  ps.  13000. 

"Francisco  Ignacio  de  Ossa." 

Quién  no  llevará  su  continjente  para  la  erección  del  santo  monu- 
mento que  se  verá  eternamente  bendecido  por  las  lágrimas  de  los  que 
viven  i  por  la  protección  de  los  ánjeles  que,  mártires  de  su  fe,  han  vo- 
lado al  cielo! 

He  aquí  otra  invitación  no  menos  noble  que  la  anterior,  que  se  nos 
ha  dirijido  i  sobre  la  cual  llamamos  la  atención : 

"MANOS  A  LA  OBEA,  NO  PERDAMOS  TIEMPO." 

"Sino  podemos  salvar  ya  a  los  que  han  perecido,  libremos  al  menos 

de  una  muerte  desesperada  a  alguno  de  los  infortunados  vivos  

¡Cuántas  madres  quedan  sin  el  apoyo  de  su  único  hijo!  ¡Cuántas  hijas 
e  hijos  sin  el  apoyo  de  sus  padres!  Qué  calamidad! 

"Cristianos,  nos  ha  llegado  el  triste  momento  de  probar  con  obras 
nuestro  corazón  de  tales. 

"Demos  consuelo  a  esas  infelices  que  harto  lo  necesitan.  Mitigue- 
mos algún  tanto  el  dolor  que  desgarra  a  esas  desgraciadas,  haciéndolas 
ver  que  cuentan  con  amigos  que  dividen  con  ellas  sus  pesares.  Corra- 
mos a  las  casas  de  esas  pobres  i  hágamoslas  comprender  que  no  serán 
solas  en  este  mundo.  Noble  misión,  que  por  cierto  todos  queremos  de- 
sempeñar, pero  ¿dónde  nos  dirijirémos?  Estamos  prontos  a  servir,  pero 
a  quién?  cómo?  dónde? 

"Para  el  efecto,  señálese  un  punto  central  a  donde  deban  dirijirse 
los  que  necesiten  consuelos.  Suscríbanse  allí  los  que  quieran  prestar- 
los. Hombres,  mujeres  i  niños,  todos  pueden  hacer  algo. .....  Mauos 

a  la  obra  

"Se  señala  como  punto  provisional  la  tienda  del  señor  Abasólo,  en 
el  portal  viejo.  Pasen  a  inscribirse  allí  los  filántropos.  Los  dolientes  i 
los  que  sepan  de  alguna  desgracia,  avísenlo  igualmente  allí.  Fácil  se- 
rá de  este  modo  formar  una  sociedad  que  organice  el  servicio  i  que 
sirva  de  centro  de  acción. 

"Uno  que  sufre  como  ¡os  demás." 

Estamos  ciertos  que  la  caridad  de  nuestra  capital  no  se  desmentirá 
en  esta  ocasión.  Hai  tanta  viuda,  tanto  huérfano,  tantos  desamparados 
que  sufren  i  lloran!  Quién  rehusará  estenderles  la  mano? 

Hoi  como  ayer  insistimos  en  la  necesidad  de  concluir  con  las  fiestas 
de  iglesia  por  la  noche.  Es  preciso  que  se  tome  a  este  respecto  una 
medida  pronta  i  efectiva.  Se  trata  de  la  vida  de  toda  una  población. 
Se  trata  de  hacer  imposibles  hecatombes  como  la  del  mártes,  que 


—  25  — 

horrorizan  al  cielo  i  a  la  tierra.  Dios,  para  ser  adorado,  no  necesita  de 
los  oropeles  de  la  vanidad,  solo  necesita  de  corazones  puros  i  sinceros. 
Goza  mas  con  la  oración  del  creyente  que  con  las  mil  luces  de  que  se 
llena  su  templo  hasta  hacerle  una  inmensa  hoguera.  Sepamos  ser  cris- 
tianos. Dios  no  gusta  de  las  pompas  de  la  vanidad  :  Dios  solo  gusta  de 
las  pompas  del  alma. 


Ha  trascurrido  un  dia  i  la  población  de  Santiago  no  sale  aun  de  su 
estupor. 

La  realidad  ha  traspasado  con  mucho  el  límite  de  lo  presumible  ; 
hasta  ayer  tarde  se  habian  estraido  de  la  Compañía  mas  de  mil  cuate,  o- 
cientos  cadáveres,  que  agregados  a  mas  de  doscientos  recojidos  ante- 
riormente, forman  un  total  de  mil  seiscientas  víctimas.  El  número 
pasará  de  dos  mil.  ¡Desgracia  horrenda  que  no  creemos  haya  tenido 
precedente  en  pais  alguno  del  universo! 

Santiago  amaneció  ayer  de  luto :  las  familias  que  habian  pasado  la 
noche  recorriendo  la  ciudad  en  busca  de  sus  allegados,  se  trasladaban 
al  lugar  de  la  catástrofe  para  volver  con  la  certidumbre  de  su  desgra- 
cia. La  iglesia  había  sido  rodeada  de  guardias  en  todas  direcciones, 
tanto  para  permitir  la  estraccion  de  los  cadáveres  como  para  evitar  tu- 
multos sin  objeto  i  que  no  contribuirian  sino  a  hacer  mas  dificultosa  la 
operación. 

La  mitad  de  las  casas  de  la  ciudad  se  abrieron.  En  el  resto  faltaba 
el  dueño,  la  hija,  el  hermano.  Santiago  tendrá  sus  puertas  cerradas  en 
señal  de  duelo  por  mucho  tiempo.  Su  desgracia  no  es  para  menos :  ha 
perdido  una  gran  parte  de  sus  hijos  en  el  suceso  mas  espantoso  de  que 
se  tenga  memoria,  i  con  las  circunstancias  mas  horriblemente  trá- 
jicas. 

¡Qué  triste  i  qué  desesperante  debe  ser  morir  ahogado  por  las  llamas, 
respirando  fuego!  I  cuán  horrible  no  es  ver  desaparecer  a  media  ciudad 
envuelta  en  las  llamas  de  un  incendio ! 

Si  era  horrible  el  espectáculo  de  la  noche  en  el  templo  incendiado, 
mil  veces  mas  horrible  lo  era  en  la  mañana,  cuando  la  luz  matinal  ma- 
nifestaba en  sus  verdaderas  proporciones  la  realidad,  con  toda  su  horro- 
rosa desnudez.  Murallas  carcomidas  por  la  acción  del  fuego,  ennegre- 
cidas por  el  humo  i  amenazando  desplomarse  al  menor  movimiento ; 
techos  humeantes  que  despedían  su  último  respiro.  De  otro  lado,  mon- 
tones de  cadáveres  hacinados  i  ofreciendo  un  aspecto  asqueroso  i  re- 
pelente, corrompidos  ya  i  a  medio  quemar,  obstruían  todavía  las  entra- 
das guardando  la  posición  que  tuvieran  al  tiempo  de  morir.  Rostros 
en  que  el  dolor  había  dejado  sus  rastros  apesar  del  fuego ;  cuerpos  ina- 
nimados que  parecían  amenazar  con  sus  manos  crispadas  i  las  faccio- 
nes de  la  cara  encojidas  por  el  miedo  i  el  horror. 

Este  era  el  espectáculo  que  ofrecian  las  puertas  de  la  iglesia.  Mas 
al  interior  se  veia  grupos  de  hombres  de  pié,  arrimados  a  la  muralla 

4 


—  26  — 

i  guareciéndose  con  su  espesor,  contra  el  fuego  que  se  desprendía  de  las 
enmaderaciones.  Ancianos  que  se  apoyaban  aun  en  sus  bastones,  cu- 
biertos de  harapos,  destruidos  por  el  fuego  i  por  el  agua ;  mujeres  arro- 
dilladas en  actitud  suplicante  i  niños  abrazados  de  su  cuello,  parecian 
a  lo  lejos  estátuas  de  carbón  en  que  sobraba  el  bello  de  lo  horrible.  A 
seis  varas  de  la  puerta  lateral  de  la  derecha  se  veia  uno  de  esos  grupos 
espantosos,  formado  por  mas  de  ochenta  cuerpos  humanos  clavados  en 
la  tierra,  en  la  mas  horrible  confusión.  Mas  adentro,  en  diferentes 
puntos  de  la  iglesia  se  observaban  iguales  grupos  que  infundían  mayor 
temor. 

Nos  cuesta  trabajo  recordar  las  innumerables  escenas  que  hemos  pre- 
senciado. 

Los  empleados  de  la  policía  estaban  encargados  de  la  exhumación. 
Cada  golpe  de  pala  o  barreta  era  un  cadáver  carbonizado  que  se  des- 
cubría ;  inmediatamente  seguia  otro,  destrozado  por  el  peso  i  a  medio 
tostar ;  en  seguida  otro  aun,  asfixiado.  La  serie  era  no  interrumpida. 

Desde  las  primeras  horas  de  la  mañana  hasta  el  caer  cié  la  noche  cien- 
to sesenta  i  cuatro  carretonadas  de  cadáveres  han  sido  conducidas  al  ce- 
menterio. Se  habia  tomado  la  precaución  de  destinar  una  fosa  común  a 
las  víctimas  del  incendio. 

En  el  cementerio  pasaba  otra  escena  no  menos  triste  que  las  primeras. 
Al  llegar  de  cada  carro  una  multitud  de  mujeres  se  agrupaba  en  torno 
para  escudriñar  los  cadáveres  i  descubrir  entre  ellos  a  sus  deudos.  El 
trabajo  era  inútil :  los  cadáveres,  muchos  de  ellos  intactos,  eran  inco- 
nocibles. Uno  que  otro  reconocido,  ya  por  el  vestido,  ya  por  las  fac- 
ciones medio  destrozadas,  fueron  separados  por  sus  deudos  de  la  masa 
común. 

¡I  la  desesperación  de  las  familias!  Oh!  eso  es  indescriptible,  como 
la  inquietud  atroz  de  que  ha  sido  presa  la  ciudad  entera  después  del 
trájico  acontecimiento.  Hoi  mismo  aun  se  oyen  los  lamentos  de  cen- 
tenares de  huérfanos,  de  centenares  de  hermanos  que  ayer  crecían  lle- 
nos de  vida  i  lozanía  i  yacen  hoi  reducidos  a  un  puñado  de  mal  for- 
madas cenizas. 

Todo  ha  concluido  ménos  el  llanto  i  la  desolación  jeneral.  Hai  fami- 
lias diezmadas  i  familias  enteramente  perdidas  entre  los  escombros! 

Apenas  se  puede  concebir  el  como  haya  podido  realizarse  tan  espan- 
tosa catástrofe.  Es  necesario  haber  presenciado  el  suceso  para  com- 
prenderlo, i  aun  así  se  queda  muí  lejos  de  la  realidad.  Solo  la  impru- 
dencia i  el  descuido  han  podido  producir  el  resultado  que  hoi  lamentan 
cien  mil  almas  adoloridas,  que  piden  la  compasión  celeste  para  las  víc- 
timas, en  medio  de  su  delirio. 

Los  tribunales  de  justicia,  los  ministerios,  todas  las  oficinas  públi- 
cas han  cerrado  sus  puertas,  porque  el  espanto  vive  i  vivirá  todavía, 
intenso,  como  en  el  primer  momento  de  la  desgracia.  La  mayor  parte 
del  comercio  se  ha  asociado  también  al  luto  jeneral. 

Hasta  aquí  llega  la  estension  de  la  catástrofe.  En  cuanto  a  su  orí- 


**  27  — 

jen,  he  aquí  algunos  pormenores  cíe  que  carecíamos  en  el  primer  mo- 
mento. 

El  templo  no  había  sido  aun  enteramente  iluminado.  Un  sacristán 
sé  ocupaba  de  encender  con  su  mecha  los  quemadores  de  una  media 
luna  situada  en  el  altar  mayor,  a  los  pies  de  una  imájen  de  la  Vírjen. 
Abierto  i  encendido  uno  de  los  quemadores,  la  luz  subió  a  media  vara 
de  altura.  La  llama  se  comunicó  a  varios  adornos  de  flores,  de  allí  pa- 
só al  lienzo  pintado  i  en  un  momento  el  altar  no  era  mas  que  una  ma- 
sa de  fuego. 

Alguna  guirnalda  de  flores  de  mano  i  cintas  se  estendia  desde  el 
altar  mayor  hasta  la  cúpula.  Encendida  a  su  vez,  llegó  el  fuego  hasta 
las  alturas  i  la  cúpula  en  otro  instante  se  vio  convertida  en  llamas. 
Entonces,  i  solo  entonces  la  concurrencia  buscó  la  salida,  sobre  todo 
la  de  las  puertas  principales.  La  esperanza  de  que  se  apagase  el  fue- 
go principiado  i  el  deseo  de  continuar  la  función  habían  detenido  a  la 
multitud.  Nadie  había  creído  encontrar  la  tumba  en  ese  lugar,  ni  mu- 
cho menos  perecer  abrasado  por  el  fuego! 

La  puerta  de  la  calle  de  la  Bandera  estaba  a  medio  abrir. 
Nada  mas  fácil  que  formarse  el  hacinamiento  desgraciado  a  que  debió 
sus  enormes  proporciones  la  horrible  mortandad.  Otro  tanto  sucedía  en 
la  puerta  principal  i  otro  tanto  en  la  puerta  lateral  de  la  izquierda. 
Dominados  por  el  pánico  mas  espantoso,  los  primeros  fujitivos  caían 
én  los  umbrales  mismos  ;  seguía  el  tumulto  de  atrás  i  los  que  se  acer- 
caban sin  distinción  sufrían  la  misma  suerte.  Las  puertas  quedaron 
perfectamente  obstruidas. 

El  mayor  número  de  los  que  han  podido  salvarse  lo  han  hecho  por 
la  sacristía.  La  concurrencia  se  dirijia  preferentemente  a  las  puertas 
principales  i,  detenida  allí  por  el  obstáculo,  contribuía  tan  solo  a  robus- 
tecerlo. 

Encendida  la  cúpula,  sus  tizones  principiaron  a  caer  sobre  la  mu- 
chedumbre ;  siguió  el  entablado  i  una  lluvia  de  fuego  intermitente 
principió  a  quemar  los  vestidos  de  los  concurrentes.  Entonces  tuvieron 
lugar  las  escenas  mas  espantosas  de  desesperación.  Individuos  hubo 
que  se  arrojaron  al  medio  de  las  llamas  para  sacar  a  sus  padres  o  a  sus 
hijos,  i  no  volvieron  a  salir. 

Un  arbitrio  oportuno  en  tan  angustiadas1  circunstancias  dio  por 
un  momento  alguna  esperanza.  Un  hombre  del  pueblo  arrojó  su  lazo 
por  una  de  las  puertas  i  gran  número  de  personas  se  asieron  a  él  con 
toda  sus  fuerzas.  Sobre  a  caballo  i  después  de  asegurado  en  la  montu- 
ra, el  campesino  lo  retiraba  por  en  medio  de  la  multitud.  Así  consi- 
guieron salvarse  algunas  personas.  Repetida  la  operación,  tal  vez  hu- 
biera evitado  gran  número  de  víctimas ;  sin  embargo  el  hado  era  fatal : 
la  cuerda  se  rompió  asida  por  mil  brazos,  i  no  hubo  quien  la  reempla- 
zase por  el  momento.  Tampoco  era  ya  tiempo  de  hacerlo.  Las  llamas 
invadian  las  puertas  i  toda  salvación  era  imposible. 

En  los  umbrales  mismos  han  perecido  centenares  de  personas,  que- 


~  28  ~ 


madas  a  la  vista  de  un  pueblo  inmenso  a  quien  dirijian  sus  brazos  en 
ademan  suplicante  i  que  en  esos  momentos  era  impotente  para  salvar- 
las. En  el  interior  de  la  iglesia  la  confusión  era  espantosa.  El  cielo  i 
el  pavimento  arrojaban  llamas  inmensas,  las  del  segundo  alimentadas 
por  cuerpos  humanos. 

El  campanario  anunciaba  a  ese  tiempo  la  horrible  agonía  de  dos 
mil  almas!  Pocos  momentos  después  ese  mismo  campanario  había  de 
hundirse  con  estruendo  espantoso,  dando  fin  a  la  parte  mas  desconso- 
ladora de  tan  atroz  pesadilla. 

El  incendio  habia  terminado.  A  los  lastimeros  gritos  de  las  víctimas 
sucedia  un  silencio  profundo  que  de  tarde  en  tarde  era  interrumpido 
por  el  último  suspiro  de  un  moribundo. 

La  iglesia,  iluminada  por  sus  murallas  candentes  i  enrojecidas,  era 
entonces  cien  veces  mas  aterrante  que  mientras  se  quemaban  las  in- 
felices víctimas.  El  ruido  de  las  llamas  acompañado  del  que  producían 
los  derrumbes  de  los  techos  i  de  las  paredes  solo  alteraban  la  paz  de 
aquel  sitio  tan  tristemente  famoso.  Gran  número  de  cuerpos  ennegre- 
cidos, alzándose  por  entre  los  escombros,  parecian  haberse  levantado 
del  fondo  de  la  tierra  para  mirar  el  horroroso  espectáculo  i  volver  otra 
vez  a  sus  sepúlcros.  Otros,  inclinados  sobre  sí  mismos  parecian  orar 
profundamente,  despreciando  los  horrores  que  los  cercaban. 

En  la  mañana  de  ayer  las  murallas  humeaban  todavía.  Al  espanto 
de  los  muertos  habia  sucedido  la  desesperación  de  los  vivos,  esa  de- 
sesperación que  todavía  reina  en  todas  las  familias,  en  todas  las  habita- 
ciones, desde  la  opulenta  mansión  de  los  ricos  hasta  la  choza  miserable 
del  hombre  del  pueblo. 

Se  trata  de  la  demolición  completa  del  edificio,  de  su  trasformacion  en 
un  jardin.  Es  la  aspiración  de  todos,  i  las  autoridades  deben  conceder- 
lo, aun  cuando  mas  no  sea  que  por  satisfacer  en  cierto  modo  a  tantos 
desgraciados  que  miran  en  él  la  hoguera  de  sus  deudos. 

{Ferrocarril.) 


El  oríjen  del  fuego  está  perfectamente  averiguado.  No  habia  cañería 
de  gas  carbónico  en  la  iglesia,  sino  solo  en  la  sacristía  i  una  pieza  lateral. 
La  primera  esplosion  fué  producida  por  una  media  luna  de  gas  líquido 
que,  después  de  encendida,  se  rompió  derramando  llamas  sobre  el  altar. 

Las  llamas  pasaron  al  techo  i  del  techo  del  presbiterio  a  la  cúpula. 
Siguió  entonces  lo  que  comunicamos  ayer  en  nuestra  correspondencia. 

Hasta  la  hora  en  que  escribimos  se  han  estraido  cerca  de  MIJL 
SEISCIENTOS  cadáveres,  según  los  partes  de  la  policía. 

Casi  todos  los  hombres  se  salvaron,  pues  estaban  situados  en  un  cos- 
tado de  la  iglesia,  separado  del  resto  por  una  verja. 

De  las  mujeres  el  mayor  número  de  las  salvadas  escaparon  por  la 
sacristía.  Hubiera  salido  mas  si  hombres  indignos  o  empleados  sin  cora- 


—  29  — 

zon  no  hubiesen  obstruido  la  puerta  con  algunos  muebles,  para  salvar 
ornamentos  i  santos  de  palo. 

Muí  pocos  cadáveres  han  sido  reconocidos;  algunos  se  encuentran 
intactos,  con  sus  vestidos  completos,  pero  el  semblante  es  inconocible. 
Por  el  vestido,  por  alhajas  i  otros  distintivos,  se  ha  podido  reconocer 
un  reducido  número  de  cadáveres.  El  resto  ha  ido  a  una  fosa  común 
que  el  Ministerio  del  Interior  mandó  abrir  oportunamente  i  que  cin- 
cuenta peones  se  ocupaban  ayer  en  cavar. 

Anoche  humeaban  aun  las  murallas  del  templo  incendiado.  El  aspec- 
to de  la  población  era  aterrante;  desde  la  plaza  principal  hasta  los  su- 
burbios reinaba  el  mas  tenebroso  silencio.  Algunas  guardias  colocadas 
en  la  plazuela  custodiaban  todavia  los  escombros,  cubiertos  de  cadáveres 
destrozados. 

El  mayor  número  de  los  heridos  ha  muerto;  los  hospitales  han  per- 
manecido ocupados  tan  solo  veinticuatro  horas.  Respecto  de  los  enfermos 
asistidos  por  sus  familias,  se  nos  refiere  a  cada  momento  que  alguien 
ha  sucumbido  al  dolor.  Casi  todos  habian  perdido  el  juicio  con  el  espec- 
táculo horrendo  de  la  catástrofe. 

A  las  siete  de  la  noche  los  empleados  de  la  policía  habian  estraido 
MIL  CUATROCIENTOS  esqueletos  de  entre  las  ruinas.  En  el  dia 
de  hoi  se  han  descubierto  algunos  mas,  i  ántes  de  la  estraccion  se  ha- 
bía conducido  a  la  policía  un  número  considerable. 

Durante  la  escavacion  de  los  escombros  se  ha  encontrado  gran  can- 
tidad de  alhajas,  como  relojes,  anillos,  pendientes  i  pulseras,  como 
así  mismo  alguna  cantidad  de  dinero  i  muchos  devocionarios  i  alfom- 
bras. La  mayor  parte  de  esos  útiles  se  encuentran  en  poder  de  la  po- 
licía. 

El  número  de  personas  que  no  han  parecido  i  cuyos  nombres  se 
conocen  ya  asciende  a  mas  de  1,200.  Ha  habido  casas  en  que  no  ha 
vuelto  uno  solo  de  sus  habitantes.  Sabemos  de  una  en  la  calle  de  Santa- 
Rosa,  en  que  no  salvó  la  vida  mas  que  un  arrendatario:  los  propietarios 
en  número  de  diez,  perecieron  todos  en  el  incendio. 

La  mortandad  ha  sido  espantosa.  La  ciudad  entera  está  enlutada,, 
porque  el  que  no  ha  perdido  a  un  hermano,  a  un  padre  o  a  un  hijo, 
ha  perdido  por  lo  menos  un  pariente  lejano. 

Algunas  oficinas  públicas  se  han  abierto;  gran  parte  han  permaneci- 
do cerradas.  El  Congreso  ha  suspendido  sus  sesiones. 

Muchos  han  perecido  salvando  a  sus  semejantes.  Un  americano  se 
hundió  en  las  llamas  haciendo  esfuerzos  por  salvar  a  unas  infelices 
mujeres  que  se  ardian,  i  se  cuentan  diez  o  doce  de  esas  víctimas  de  su 
buen  corazón,  entre  ellas,  un  oficial  de  artillería  que,  se  nos  dice,  pe- 
reció haciendo  esfuerzos  inauditos  mientras  las  llamas  se  cernían  sobre 
su  cabeza. 

Don  Enrique  Meiggs,  el  señor  Nelson,  ministro  americano,  el  señor 
Rand,  secretario  de  la  legación,  espusieron  constantemente  su  vida  i 
consiguieron  salvar  a  algunas  personas.  Estos,  como  muchos  otros  es- 


—  30  — 

tranjeros,  merecen  la  mas  profunda  gratitud  del  pueblo  por  su  noble 
comportamiento. 

Si  tuviésemos  que  enumerar  los  actos  de  heroísmo  que  se  verifica- 
ron al  momento  del  incendio,  no  concluiríamos,  de  la  misma  manera  que 
no  concluiríamos  tampoco  si  continuásemos  refiriendo  las  escenas  de 
horrible  desesperación  que  todos  presenciamos. 

Todo  el  dia  de  ayer  i  hasta  la  madrugada  han  jugado  los  telégrafos 
de  Valparaíso  i  del  Sur.  Grupos  déjente  han  pasado  la  noche  en  las 
oficinas  de  los  pueblos  del  Sur  esperando  noticias  de  la  capital.  Era 
tanta  la  acumulación  de  telegramas  venidos  de  todas  direcciones,  que  se 
recibían  con  diez  o  doce  horas  de  retardo,  apesar  del  buen  servicio  de 
los  repartidores. 

Hoi  la  calma  principia  a  tomar  el  lugar  de  la  desesperación.  No  se 
siente,  al  menos  la  horrible  confusión  de  ayer,  ni  mucho  menos  la  del 
dia  de  la  desgracia.  Ha  llegado  la  hora  en  que  la  fatiga  i  el  cansancio 
rinden  al  dolor. 

Con  motivo  del  incendio  se  ha  levantado  una  invitación  al  Supremo 
Gobierno  para  que  se  arrase  el  templo  i  se  construya  un  jardín  en  su 
lugar.  El  señor  don  Francisco  Ignacio  Ossa  se  ha  adherido  a  la  idea,  i 
se  ha  suscrito  con  1,000  pesos. 

Se  ha  dirijido  una  invitación  a  todas  las  personas  pudientes  para  for- 
mar una  suscricion  en  favor  de  los  huérfanos  i  desvalidos  con  motivo 
del  incendio. 

El  Metropolitano  intenta  hacer  las  exequias  por  los  muertos  en  la 
misma  iglesia  de  la  catástrofe.  La  sociedad  ha  mirado  mal  esta  idea ; 
porque  talvez  seria  horrible  reunir  a  los  fieles  en  un  lugar  donde  se 
reúnen  tantos  recuerdos  terribles. 

A  mas  de  las  personas  que  ya  hemos  recomendado  por  su  abnegación, 
deben  contarse  también  los  señores  don  Anjel  Custodio  Gallo  i  don 
Manuel  Becabarren. 

Se  ha  invitado  a  la  juventud  de  Santiago  para  formar  compañías  de 
bomberos. 

(Patria.) 

Cada  hora  que  avanza  léjos  de  traernos  el  mas  lijero  consuelo,  des- 
cubre nuevos  horrores  i  sumerje  el  espíritu  en  reliexiones  cada  vez  mas 
dolorosas.  La  catástrofe  del  8  de  diciembre,  como  todos  los  grandes 
cataclismos,  no  se  abre  paso  en  la  intelijencia  i  en  el  corazón  de  los  hom- 
bres de  un  solo  golpe,  sino  por  grados,  como  para  que  podamos  soportar 
el  dolor  i  todo  el  peso  de  la  desgracia,  sin  que  nos  hiera  de  muerte  co- 
mo sucedería  si  desde  el  principio  hubiéramos  comprendido  toda  su  es™ 
tensión. 

La  fracción  mas  bella  i  mas  inocente  de  esta  gran  familia  que  se 
llama  Santiago  ha  muerto  en  la  hoguera  del  8  de  diciembre.  No  es  la 
pluma  la  que  puede  describrir  el  cuadro,  no  es  ella  quien  puede 


—  31  — 

comunicar  el  reflejo  del  acontecimiento  mas  triste  que  recuerdan  los 
anales  de  la  humanidad.  Las  lágrimas,  los  jemidos,  los  alaridos  de 
muerte  que  salian  de  las  horrendas  puertas  de  la  Compañía,  han  dado 
a  los  que  presenciaron  ese  espectáculo  una  idea  imperfecta  del  dolor, 
de  la  desesperación  i  de  la  angustia.  Solo  la  madre  de  familia  que  es- 
peró toda  la  noche  del  8  inútilmente  a  sus  hijas  que  dormían  en  la 
Compañía  en  medio  de  las  llamas,  solo  ella  que  oyó  cerrarse  las  puer- 
tas de  su  casa  i  miró  arreglada  i  vacia  la  cama  en  que  dormía  la  mitad 
de  su  corazón,  podrá  referir  qué  es  eso  que  se  llama  incendio  de  la 
Compañía.  Si:  no  disimulamos  nuestra  amargura,  lloramos  con  los 
que  lloran  porque  las  lágrimas  las  ha  dado  Dios  para  dirijirnos  a  él 
sin  ceremonias  ni  fórmulas  en  el  momento  de  la  tribulación;  ellas  son 
las  oraciones  mas  sinceras  i  fervientes.  Mas  de  dos  mil  mujeres,  la 
mayor  parte  en  el  esplendor  de  la  edad,  mueren  abrasadas  por  las  lla- 
mas. Ninguna  batalla  desde  la  guerra  de  la  independencia  hasta  el 
dia  de  hoi  habia  costado  a  Chile  la  pérdida  de  tantos  hombres :  estaba 
reservado  al  sexo  débil,  a  la  parte  mas  inofensiva  e  indefensa  ser  la 
víctima  de  la  catástrofe  mas  estupenda  e  imponente.  Ellas,  la  mayor 
parte  tímidas  i  delicadas  por  su  edad,  por  su  fortuna  i  por  su  sexo,  han 
perecido  en  un  jénero  de  muerte  cuya  idea  espanta  a  la  imajinacion 
menos  exaltada,  ai  hombre  mas  enérjico. 

¡Que el  Señor  tenga  misericordia  de  ellas!  Sí,  así  lo  debemos  creer; 
la  mujer,  i  lo  decimos  con  orgullo,  la  mujer  chilena  es  en  jeneral  un 
ánjel  en  la  tierra  i  lo  será  también  en  el  cielo.  Víctimas  inocentes  de 
su  piedad  apénas  podemos  recordar  su  temeraria  imprudencia,  solo  nos 
queda  para  esas  mártires  el  pesar  i  la  profunda  compasión. 

La  lástima,  la  conmiseración;  el  luto  universal  solo  reina  en  el  co- 
razón de  todos :  en  las  calles  no  se  oye  la  voz  indiferente  de  nadie, 
solo  se  perciben  jemidos,  solo  se  ven  caras  tristes  :  sirva  esto  de  algún 
consuelo  a  los  que  han  perdido  a  las  personas  que  mas  han  amado.  San- 
tiago toda  llora  con  ellas :  las  que  visten  luto  no  teman  que  las  galas 
de  nadie  insulte  su  dolor ;  sus  jemidos  encuentran  eco  en  los  corazo- 
nes de  todos,  porque  la  ciudad  está  de  duelo  por  sus  hijas.  Nadie 
ha  despertado  indiferente  en  las  mañanas  del  9  i  del  10 :  la  luz  del  sol 
haciendo  despertar  a  los  espíritus  ha  renovado  el  dolor  i  la  conster- 
nación. 

Nosotros  hemos  visto  la  hoguera  en  que  ardían  a  la  vez  2,000 
personas;  nosotros  tenemos  estampado  en  el  cerebro  i  en  la  retina  de 
los  ojos  ese  purgatorio  i  ese  infierno  i  oimos  aun  los  gritos  de  miseri- 
cordia; pero  no  queremos  hablar  sobre  esto.  Aunque  hubiéramos  que- 
rido silenciar  hasta  el  conjunto  i  no  obstante  conviene  que  todos  pue- 
dan medir  la  profundidad  del  abismo. 

En  las  carnicerías  de  setiembre  en  la  revolución  francesa  hubo  aí 
menos  el  furor  de  la  resistencia  aunque  impotente :  hubo  el  calor  de 
los  odios  i  el  fanatismo  del  deber,  tanto  en  las  víctimas  como  en  los 
verdugos.  En  el  terremoto  de  Mendoza  el  terror  de  todos,  el  estupor 


—  32  — 

de  un  fenómeno  que  hería  umversalmente,  haciendo  que  cada  cual 
pensara  en  sí  mismo  mitigó  la  amargura,  apagó  la  compasión  por  los 
demás.  Lo  mismo  podemos  decir  de  la  sepultación  de  Herculano  i 
Pompeya. 

En  Santiago  ha  habido  algo  mas :  la  población  entera  ha  tenido  que 
contemplar  en  medio  de  la  impotencia  i  la  desesperación  la  hoguera 
en  que  ardian  2,000  mujeres.  Imajinémonos  por  un  momento  lo  que 
pasaba  en  el  interior  de  ese  incendio  que  aterraba  a  los  que  le  miraban 
sin  peligro.  Los  que  presunciaron;  el  correr  de  mujeres  i  de  hombres 
desolados  que  se  internaban  entre  la  multitud  examinando  los  rostros 
i  gritando  en  alta  voz  los  nombres  de  las  personas  que  buscaban,  los 
desmayos,  las  carreras  de  hombres  a  caballo,  la  desesperación  i  el  he- 
roísmo de  los  salvadores  que  se  arrojaban  a  las  llamas,  pueden  for- 
marse un  idea  pálida  de  la  catástrofe ;  pero  echemos  un  velo  sobre 
estos  detalles.  La  herida  está  aun  derramando  sangre. 

Pensemos  en  los  que  viven,  i  aunque  tarde  tratemos  de  prevenir 
el  mal.  Nosotros  que  vemos  en  el  incendio,  solo  un  fenómeno  físico, 
solo  una  catástrofe  horrible  de  aquellas  a  que  está  sujeta  la  desgra- 
ciada prole  de  Adán,  solo  culpamos  la  obstinación  i  la  imprudencia 
en  hacinar  cuatro  mil  personas  con  trajes  engorrosos  e  inflamables  en 
un  templo  que  por  su  inmensa  cantidad  de  gas  estaba  de  antemano 
caldeado  hasta  el  estremo  de  que  la  menor  chispa  hubiera  producido 
la  mas  rápida  conflagración. 

Personas  bien  informadas  hacen  subir  el  número  de  las  luces  a 
7,000 :  casi  todas  las  lámparas  eran  de  ese  fluido  que  se  llama  vul- 
garmente gas  portátil ;  así  es  que  desde  el  principio  del  incendio,  cayó 
sobre  las  infelices  mujeres  una  lluvia  de  esa  materia  tan  violentamen- 
te inflamable. 

Imprudencia  funesta  que  no  se  disculpa  ni  con  la  necesidad  ni  con 
la  ignorancia! 

Ademas,  las  puertas  eran  pocas  i  mui  estrechas  i  el  piso  de  ellas 
mui  accidentado  para  que  la  salida  de  los  que  estaban  adentro  hu- 
biera podido  efectuarse  con  la  debida  prontitud.  Se  pensó  mucho  en 
el  lujo  de  la  iglesia  i  mui  poco  en  la  salud  i  en  la  vida  de  tanta  mujer 
inocente. 

A  este  respecto,  hai  algo  que  correjir,  algo  que  hacer  para  el  por- 
venir, la  esperiencia  ha  sido  cruel  i  debemos  aprovecharla  para  que  no 
todo  sea  perdido. 

Desde  luego,  la  apertura  de  los  templos  en  la  noche  es  evidente- 
mente perjudicial  a  la  salud  i  a  la  seguridad  de  los  concurrentes:  fue- 
ra de  que  introduce  el  desorden  i  desconcierto  en  el  réjimen  i  orden 
interior  del  hogar  doméstico.  Hai  otro  jénero  de  consideraciones  de  mo- 
ralidad pública  en  que  por  ahora  nos  abstendremos  de  entrar.  Por  otra 
parte  el  pudor  i  pocos  años  de  muchos  lectores  no  son  mui  aparente 
para  oir  reflexiones  que  desgraciadamente  son  mui  ciertas. 

Lamentamos  también  ese  empeño  tenaz,  ese  ahinco  por  convertir  el 


—  33  — 


templo  en  im  lugar  esplendido  i  lujoso,  esafiebre  por  tapizarlo  de  gas, 
rivalizando  en  el  gusto  i  en  el  fausto  con  los  lugares  profanos.  Ah! 
a  este  respecto  cuanto  no  podríamos  decir,  pero  desgraciadamente  es 
necesario  resignarse  a  dejar  al  tiempo  i  al  progreso  la  demostración  de 
verdades  del  evanjelio  i  de  la  filosofía,  verdades  que  aun  no  las  puede 
ni  las  quiere  comprender  cierta  clase  de  personas  mui  influyentes  en 
la  sociedad. 

Llegará  dia  en  que  muchos  abran  los  ojos  i  sacudiendo  ese  letargo, 
ese  fatal  encojimiento  de  espíritu,  se  atrevan  a  mirar  frente  a  frente  la 
verdad  i  a  comparar  la  verdadera  palabra,  la  verdadera  moral  de  Dios 
con  ciertas  preocupaciones  i  errores  que  han  subyugado  a  la  fracción 
mas  adorable  i  mas  virtuosa  de  la  sociedad. 

A  este  respecto  no  sé  si  debamos  dar  fé  a  lo  que  varias  personas 
fidedignas  nos  han  referido.  Algunos  pretenden  que  el  misticismo  exal- 
tado de  algunos  presbíteros,  que  a  la  sazón  estaban  en  el  templo,  los 
indujo  a  cuidar  de  los  ornamentos  i  demás  objetos  materiales  del  culto 
esterno,  lo  cual  produjo  un  hacinamiento  de  objetos  en  una  de  las 
puertas  laterales,  dificultando  así  la  salida  ya  mui  obstruida  por  las 
murallas  de  mujeres  aglomeradas  que,  según  nosotros  mismos  hemos  vis- 
to, llegaba  aun  ayer  a  mas  de  dos  varas  de  altura. 

Aunque  estamos  enteramente  persuadidos  de  que  los  hábitos  reli- 
giosos de  profesión  i  el  misticismo  producen  alguna  frialdad  para  con  las 
criaturas  perecederas,  no  queremos  dar  oidos  a  semejantes  relatos  por- 
que ello  seria  espantoso.  'JSTo  obstante  es  indudable  que  en  la  plazuela 
de  la  Compañía  no  estuvieron  como  debieron  estarlo  los  numerosos 
presbíteros  que  hai  en  Santiago  para  salvar  a  esas  pobres  mujeres  que 
se  quemaban  en  la  misma  casa  a  que  ellos  contribuían  tanto  a  llamar- 
las. Habríamos  deseado  ver  a  los  socerdotes  en  jeneral  dando  muestras 
de  esa  caridad  que  es  natural  suponerles,  i  que  ellos,  no  los  legos,  hu- 
bieran sido  los  primeros  héroes  de  la  triste  jornada  del  8.  En  esta 
parte  hemos  sufrido  una  completa  decepción. 

Pero  alménos  esperamos  en  que  serán  los  primeros  en  proponer  las 
medidas  que  conduzcan  a  evitar  en  lo  sucesivo  la  repetición  de  una  ca- 
lamidad tan  espantosa.  Confiamos  en  que  el  señor  arzobispo,  abando- 
nando siquiera  por  ahora,  la  tradición  oficial  de  encerrarse  en  fórmulas 
frias  i  en  preces  por  el  alma  de  los  muertos,  se  allane  i  aun  coopere 
como  el  que  mas  a  la  prohibición  de  abrir  las  iglecias  después  de  la  en- 
trada del  sol,  como  igualmente  que  dará  las  órdenes  oportunas  para  que 
en  adelante  no  haya  en  cada  altar  sino  las  dos  luces  de  ordenanza  al  tiem- 
po de  celebrarse  el  sacrificio  de  la  misa. 

Dios  quiera  que  todos  se  inspiren  principalmente  en  las  ideas  que 
nacen  de  la  compasión  i  la  lástima,  i  que  nadie,  i  mucho  ménos  los  sa- 
cerdotes que  están  obligados  a  dar  buenos  ejemplos,  se  encastillen  en  el 
terreno  egoísta  de  las  inmunidades  i  atribuciones.  Que  delante  de  ese 
cementerio  de  la  Compañía  solo  exista  la  humildad  del  corazón  i  el  amor 

al  prójimo!    [Ferrocam1 ,~] 

5 


~  54  — 


Él  dolor  de  la  horrorosa  hecatombe  del  8  de  diciembre  oprime  todavía: 
nuestro  corazón,  hasta  el  punto  que  no  encontramos  palabras  con  que 
espresar  los  sentimientos  que  nos  dominan.  ¡Pobre  Santiago!  ICiudad 
desventurada!  ¿Quién  le  devolverá  lo  que  ha  perdido?  ¿Quién  reani- 
mará la  fior  de  su  sociedad,  sorprendida  por  la  mas  horrenda  e  inespera- 
da muerte?  Quién  dará  de  nuevo  vida  a  sus  virtuosas  matronas,  a  sus 
anjelicales  i  tiernas  doncellas,  que  el  fuego  ha  confundido,  con  su  mortal 
abrazo,  en  un  solo  e  informe  cadáver?  ¿Quién  volverá  a  anudar  los  lazos 
de  tanto  amor,  rotos  de  un  golpe  i  en  una  sola  hora?  ¡Ah!  No  queda  a 
Santiago  i  a  la  patria  entera,  que  hace  eco  con  su  profundo  i  simpático 
dolor  a  los  j  émidos  de  angustia  de  su  capital,  sino  un  consuelo  i  un  re- 
curso: el  consuelo  del  llanto,  el  recurso  de  la  resignación! 

La  ciudad  entera  parecia  haberse  agolpado  en  aquel  infausto  dia,  al 
templo  i  a  la  festividad  favorita  de  sus  mujeres.  Los  padres,  los  espo- 
sos i  los  hijos  quedaban  talvez  descontentos  e  irritados  en  los  hogares 
casi  solitarios,  miéntras  las  hijas,  las  esposas  i  Jas  madres  se  dejaban 
arrastrar  por  los  impulsos  de  una  temeraria  curiosidad,  de  una  mal 
aconsejada  devoción.  El  templo  ostentaba  toda  la  pompa  del  lujo. 
Manos  imprudentes  habian  cubierto  su  techo  i  sus  murallas  de  nu- 
bes de  gasa  i  de  vistosas  galas,  i  en  todo  el  vasto  recinto  ardian  mi- 
llares de  luces.  Los  directores  de  esta  fiesta  debian  estar  ufanos  de 
su  éxito;  allí  estaba  a  sus  piés  la  flor  de  la  población  femenina  de 
Santiago,  inundados  los  bellos  rostros  en  radiante  luz,  embriagadas  las 
almas  por  la  música  i  prontas  para  dejarse  embriagar  por  la  palabra  del 
sacerdote!  ¡Qué  glorioso  espectáculo  !=De  repente,  como  a  la  voz  de 
un  ánjel  de  muerte  i  de  desolación,  la  escena  cambia.  No  es  ya  una 
iluminación;  es  el  incendio,  rápido,  voráz,  irresistible.  Gritos  de  alarma 
i  de  desesperación  resuenan  en  los  ámbitos  del  vasto  templo;  se  quiere 
huir  i  es  imposible;  caen  las  primeras  enredadas  en  esos  malditos  trajes 
que  han  inventado  la  vanidad  i  el  mal  gusto  moderno,  i  las  otras  caen 
encima  de  ellas,  hasta  formar  inmensas  murallas,  inmensas  barreras 
humanas.  Entre  tanto,  el  gas  estalla  en  los  frájiles  depósitos;  las  col- 
gaduras se  encienden  i  toda  la  pompa  del  templo  de  lujo  de  Santiago 
sirve  de  alimento  a  las  llamas,  que  no  tardan  en  volverlo  todo,  edificios, 
altares,  seres  humanos,  en  una  horrenda  hoguera.  Nadie  puede  arran- 
carse del  abrazo  indisoluble  de  la  espantosa  desgracia,  i  Santiago  entero, 
que  está  a  las  puertas  del  templo,  irresoluto  atolondrado,  impotente, 
es  condenado  a  ver  que  sus  madres,  sus  esposas  i  sus  hijos,  mas  de  dos 
millares  de  mujeres  infelices,  se  retuercen  desesperadas  en  un  mar  de 
fuego  exhalan  el  alma  en  medio  de  penetrantes  alaridos  i  desaparecen 
en  Tas  olas  del  incendio,  convertidas  en  troncos  ennegrecidos  desfigura- 
dos i  repugnantes! 

¿Qué  hai  en  la  historia  del  mundo,  de  mas  trájico  i  de  mas  desespe- 
rante, que  el  infausto  suceso  de  este  dia? 

Nos  parece  que  desde  esta  ciudad  hemos  asistido  al  borroso  espectá- 
culo i  hemos  sentico  en  nuestras  almas  toda  la  desesperación  impotente 


—  35  — 


*que  ha  debido  atormentar  a  los  que  lo  presenciaron,  i  creemos  oír  dis- 
tintamente el  angustiado  lamento  de  las  víctimas.  El  dolor  i  la  compa- 
sión de  Chile  entero  responden  como  un  eco  a  la  desgracia  sin  nombre 
i  sin  límites  de  Santiago:  ¡Pobre  Santiago!  Ciudad  desventurada. 

Eesta  saber  ahora  si  la  catástrofe  de  que  ha  sido  teatro  el  templo  de 
la  Compañía,  fué  solo  una  desgracia  inesperada  i  casual,  de  esas  que  de 
tiempo  en  tiempo  visitan  a  las  naciones  i  que  parecen  destinadas  a  probar 
su  enerjía  i  su  resistencia,  o  si  encierra,  por  el  contrario,  alguna  espe- 
riencia  i  alguna  elección  para  nuestra  sociedad.  Eesta  que  sepan  nues- 
tro pueblo  i  nuestro  gobierno  si  el  deber  del  momento  es  el  olvido,  o  por 
el  contrario,  si  el  deber  es  la  reflexión  i  la  enmienda! 

Esperamos  que  no  se  nos  hará  la  ofensa  de  creer  que  en  estos  mo- 
nietos  de  dolor  i  de  respeto,  en  presencia  de  la  tumba  inmensa,  abierta 
todavía,  en  donde  reposa  tanta  virtud,  tanta  belleza,  tanta  juventud  i 
tanta  esperanza  del  hogar  i  de  la  patria  chilena  nos  pase  por  el  corazón 
el  sentimieto  de  satifacer  encones  i  suscitar  antipatías  contra  hombres 
que  no  son  de  nuestra  predilección.  No.  Sentimos  sinceramente  que 
solo  ahora,  delante  de  una  catástrofe  sin  ejemplo,  como  la  del  8  de  di- 
ciembre, se  comiense  a  darnos  razón  a  los  que  siempre  hemos  opuesto 
una  resistencia  tan  inútil  como  mal  interpretada,  a  las  desviaciones  del 
sentimiento  social  i  relijioso  de  nuestra  sociedad.  Pero,  a  la  luz  del  omi- 
noso incendio  que  devoró  la  Compañía,  ¿quién  no  ha  abierto  los  ojos, 
quién  no  ha  comprendido  que  Santiago  caminaba  por  una  via,  en  la 
cual  debían  salirle  al  encuentro  males  de  todo  jénero?  La  vida  del  alma, 
que  se  revela  en  el  amor  del  hogar,  en  el  cultivo  del  sentimiento  i  de 
laintelijencia,  parecía  muerta  en  nuestra  sociedad.  Se  vivia  con  una  vida 
puramente  esterior;  el  lujo  de  los  vestidos  i  de  las  habitaciones  i  el  lujo 
on  la  casa  de  Dios,  albergue  de  humildad,  de  modestia  i  de  reverencia, 
en  donde  quiera  que  existen  verdaderos  sentimientos  relijiosos,  cundían 
en  Santiago  como  una  gangrena  de  su  felicidad.  Apelamos  a  la  con- 
ciencia de  los  padres  i  de  los>sposos:  ;no  es  verdad  que  luchaban  casi 
todos  ellos,  desde  hace  tiempo,  con  esfuerzos  desesperados  e  infructuo- 
sos por  contener  la  corriente  de  estas  funestas  exajer aciones?  Era  ea 
vano.  El  hogar  quedaba  vacío  i  triste;  el  hogar  de  las  familias  quedaban 
solitario.  El  corazón  femenino  estaba  léjos  de  él? 

I  como  ningún  principio  o  hábito  antisocial  puede  desarrollarse  im- 
punemente, los  malos  principios  que  se  han  introducido  en  la  vida  de 
nuestra  sociedad  han  encontrado  terribles  i  lój icos  correctivos.  La  crisis 
financiera  i  labancarota  en  masa  vinieron  en  pos  del  lujo  i  de  la  disi- 
pación imprudente  de  las  rentas.  El  lujo  relijioso  i  la  fiebre  del  culto 
esterno  nos  trae  ahora,  en  pos  de  anarquía  doméstica  la  mas  horrible 
catástrofe  que  rejistran  los  anales  de  la  América.  Pobre  Santiago!  Ciu- 
dad desventurada!  Las  manos  del  destino  han  caído  sobre  sus  hombros 
rudas  e  implacables! 


(Patria^ 


—  8G  — 


1   -  Didemhrc.  Mí 

Se  repite  í  asegura  jeneraimente  que  la  autoridad  esclesiástiea  se  pro- 
pone celebrar  sufrajios'por  las  víctimas  inocentes  del  horrible  i  espan- 
toso incendio  de  la  Compañía  én  las  mismas  puertas  del  templo  in- 
cendiado, i  nos  cuesta,  sin  embargo,  creer  que  se  tenga  un  propósito 
que  revela  tan  grande  olvido  de  los  miramientos  i  consideracione  de- 
bidas al  dolor  que  aflije  i  angustia  a  millares  de  vecinos  de  Santiago. 

¿Qué  se  pretende  al  elejir  para  los  sufrajios  el  mismo  lugar  de  la 
horrenda  muerte  de  las  víctimas?  Se  quiere  acaso  hacer  mas  acerbo  el 
dolor,  se  quiere  añadir  aflicción  a  aflicción?  Los  padres  que  han  per- 
dido asus  hijos,  los  hijos  que  han  perdido  a  sus  madres,  el  esposo  que 
ha  perdido  a  su  esposa,  la  pobre  anciana  o  el  huérfano  desvalido  que 
ha  perdido  la  mujer  honrada  e  industriosa  que  le  servia  de  apoyo,  los 
deudos  i  amigos  de  las  víctimas,  se  esforzarán  sin  duda  en  ira  unir  sus 
oraciones  a  la  de  la  iglesia  iva  contristados  i  a  tribulados  irán  a  exacer- 
bar su  dolor  teniendo  a  la  vista  el  mismo  recinto  en  que  personas  que- 
ridas perecieron  abrasadas  por  las  llamas  en  pocos  minutos?  Gana  al- 
go la  piedad,  el  espíritu  relijioso,  con  someter  a  esa  dura  prueba  es- 
píritus trabajados  por  un  sentimiento  intenso?  Gana  algo  el  bien  de  las 
almas  de  las  víctimas  con  que  sus  deudos  i  amigos  dominen  sus  sen- 
timientos morales  hasta  con  peligro  de  su  salud?  Hai  ventaja  para  al- 
guien en  que  apuren  bástalas  haces  el  cáliz  de  la  amargura  que  sabo- 
rean desde  el  martes. 

Imprudencias  han  dado  lugar  a  esa  horrible  hecatombe  de  débi- 
les mujeres,  que  en  pocos  minutos  han  desaparecido  abrasadas  en 
una  hoguera  espantosa,  í  se  quiere  con  nuevas  imprudencias  reagra- 
var la  triste  situación  de  los  vivos.  Se  quiere  hacer  saborear  a  la  po- 
blación de  Santiago  el  hecho  mas  horroroso  i  de  que  talvez  no  sé  pre- 
senta otro  ejemplo  en  el  mundo. 

Dudamos  de  que  a  los  promotores  de  esa  idea  no  se  les  ocurra,  no  sien- 
tan ellos  en  su  corazón  que  personas  que  han  perdido  a  sus  madres,  sus 
hijos,  sus  esposos,  sus  amigos  i  fieles  servidores  i  que  van  con  el  espíri- 
tu lleno  de  angustia  i  dominados  por  el  dolor,  fomentados  sus  sentimien- 
tos por  el  lúgubre  aparato  de  los  funerales,  podrán  estar  mirando  el  re- 
cinto del  templo,  tumba  de  millares  de  víctimas,  sin  sentir  de  nuevo  des- 
trozado su  corazón  con  peligro  de  su  salud.  Cuántos  de  los  que  allí  asis- 
tan se  imajinarán  ver  a  la  madre,  a  la  esposa  que  les  tienden  los  brazos 
en  medio  de  las  llamas,  que  les  piden  auxilio?  cuántos  ver  arder  en  la 
hoguera  a  ésas  personas  queridas  i  espirar  con  desesperación  en  medio 
de  las  llamas?  I  esa  exacerbación  del  dolor  hasta  ese  grado  la  desean,  la 
promueven,  la  buscan?  s 

Por  Dios,  tened  mas  caridad  con  el  que  sufre,  no  os  complazcáis  con 
desgarrar  mas  todavía  corazones  lacerados,  escuchad  los  sentimientos 
que  en  todo  pecho  laten  i  no  amontonéis  aflixion  sobre  afiixion.  Dejad  al 


neto  lo  que  de  suyo  tiene  de  doloroso.  Celebrad  los  sufrajios  en  los  tem- 
plos i  no  enfrente  de  esas  ruinas  que  causan  horror  i  espanto  al  que  ai 
mirarlas  ve  ía  tumba  de  las  víctimas  del  8  de  diciembre. 


Honras  sobre  los  escombros  aun  humeantes  de  la  catástrofe  ¡qué 
horror!  Tal  es  la  esclamacion  jeneral,  la  esclamacion  de  la  humanidad 
i  el  buen  sentido,  en  presencia  del  propósito  que  se  atribuye  al  metro- 
politano. ~No  es  creibleqüe  semejante  idea  haya  albergado.  El  cristia- 
no, el  hombre,  el  sacerdote  no  pueden  'menos  de  protestar  en  él  contra 
un  propósito  que  no  nos  atrevemos  a  calificar.  ¿Se  quiere  que  los  que 
sufren,  los  que  lloran  a  tantos  seres  queridos,  los  que  tienen  el  corazón 
desgarrado,  vayan  a  renovar  de  nuevo  sus  dolores,  vayan  a  pisotear  tal 
vez  los  restos  de  los  seres  amados?  Quién  se  atrevería  a  hacerlo?  Quién 
se  acerca  hoi  al  lugar  de  la  catástrofe  sin  sacar  de  él  angustiado  el  co- 
razón i  triste  el  alma?  Quién  podrá  elevar,  en  la  calma  de  la  fé,  de  la 
creencia,  de  la  confianza  en  Dios,  sus  preces  al  Dios  justo  i  grande, 
cuando  todo  lo  estaría  llamando  hácia  la  tierra,  hácia  el  recuerdo  de 
los  que  perecieron,  de  sus  angustias-  de  sus  tormentos,  de  su  agonía? 
Solo  corazones,  de  piedra  pueden  haber  concebido  idea  tan  insensata. 

De  no,  corred  a  la  casa  de  la  madre,  del  esposo,  del  padre,  del  hijo, 
i  preguntadles:  ¿iréis  a  orar  por  los  que  habéis  perdido  en  presencia 
de  los  escombros  bajo  los  cuales  se  han  encontrado  sus  cadáveres?  I 
todos  os  dirán:  Nó!  eso  es  horrible!  ÍTó!  es  preciso  que  no  quede  en 
aquellos  sitios  huella  alguna  de  la  catástrofe!  Es  preciso,  es  una  cues- 
tión de  humanidad  i  de  deber  arrasar  esas  paredes  ya  medio  destruidas! 

No  es  posible  que  vuelva  a  alzarse  templo  alguno  en  aquel  sitio.  Tres 
incendios  en  ménos  de  un  siglo  tiieen  mucho  aun  a  las  almas  mas  indi- 
ferentes i  despreocupadas.  Es  fuerza  convenir  que  hai  sitios  desgracia- 
dos i  el  templo  de  la  Compañía  es  uno  de  ellos.  Miéntras  algo  de  ese 
templo  quede,  las  heridas  que  su  catástrofe  ha  habierto  en  todos  los  co- 
razones no  pueden  cerrarse.  Las  paredes  que  se  bambolean  i  amenazan 
caer  están  diciendo  que  es  necesario  proceder  cuanto  ántes  a  su  demo- 
lición. Ahí  ya  no  hai  sitio  para  sacerdotes  verdaderamentes  cristianos 
ni  para  hombres  capaces  de  sentir.  Concluida  la  misión  de  los  sepultu- 
reros, debe  principiar  la  de  los  demoledores.  Tal  es  lo  que  mandan  la 
humanidad  i  la  seguridad  pública.  Esperamos  que  tan  solemne  manda- 
to no  sea  desoído. 

Igual  esperanza  abrigamos  con  respecto  a  las  funciones  de  iglesia 
por  la  noche.  Comprendemos  que,  en  los  primeros  momentos,  no  haya 
podido  tomarse  medida  alguna;  pero  ya  es  ahora  de  proceder  a  tomarlas, 
Sobretodo,  desde  que  los  templos,  como  era  la  esperanza  de  la  mayo- 
ría, no  se  han  cerrado  espontáneamente,  fuerza  es,  entonces,  que  la 
autoridad,  que  la  lei,  si  es  necesario,  hagan  oir  sus  mandatos.  Basta  de 
hecatombes!  basta  de  fausto!  caridad,  fé,  creencia  pura  i  cincera  es  lo 
que  Dios  quiere  i  lo  que  debe  llevarse  a  la  casa  de  Dios.  I  esa  santa 


—  38  — 


^a-sa  no  debe  traer  ningún  recuerdo  de  dolor,  porque  cérea  de  Dios 
solo  debe  haber  esperanza  para  todos,  para  todos  consuelo. 

Demolición  de  la  Compañía  i  templos  tan  solo  alumbrados  con  la 
luz  de  Dios! 


( Ferrocarril) 


Diciembre  12. 


Santiago  está  de  duelo.  Una  de  esas  conmociones  profundas  que, 
hacen  época,  que  no  se  borran  jamás  de  la  memoria  de  los  pueblos, 
porque  dejan  una  hondísima  huella  de  espanto  i  desolación,  ha  venido 
a  vestirla  con  el  crespón  de  un  doloroso  luto.  Aun  no  puede  el  pensa- 
miento apartarse  de  ese  cuadro  horrible,  cuya  sola  vista  era  ya  no  ho- 
rroroso tormento,  i  el  corazón  palpita  todavía  ajitado  por  esa  impresión 
i  los  sentidos  están  aun  embargados  como  en  medio  de  una  atmósfera 
de  fuego.  La  imajinacion  se  siente  herida  i  la  conciencia  se  humilla  an- 
te el  poder  misterioso  de  una  inconcebible  fatalidad. 

Por  mas  que  uno  se  empeñe,  por  mas  que  la  fantasía  quiera  dis- 
traer el  horror  de  sus  recuerdos  en  contemplaciones  estrañas,  es  imposi- 
ble desprender  el  alma  de  ese  círculo  de  espantosas  impresiones  que  la 
aprisionan  como  anillos  de  tormento.  El  pensamiento  está  encadenado 
a  eso  horror  i  el  cuerpo  tiembla  i  se  estremece  todavía,  porque  aun 
resuenan  en  los  oídos  los  ayes  desgarradores  i  los  jemidos,  i  los  gritos 
de  desesperación  que  se  levantaban  de  todas  partes^  como  de  una  scla 
boca. 

Algo  como  la  presión  de  una  inmensa  masa  de  plomo  ha  quedado  po- 
sando sobre  la  capital  i  seguirá  pesando  todavía  por  mucho  tiempo.  La 
consternación  i  el  espanto  de  aquella  noche  funesta  no  son  de  esás  im- 
presiones pasajeras  que  desaparecen  aun  tiempo  con  el  peligro.  San- 
tiago permanece  como  la  tierra  después  de  un  gran  terremoto,  o  como 
las  tierras  vecinas  a  un  volcan  quedan  después  de  una  repentina  esplo- 
sion. 

La  sociedad  está  aun  absorta  $n  el  asombro  de  la  reciente  catástrofe, 
siente  bullir  en  el  aire  la  respiración  ahogada  que  produce  una  dolo- 
rosa  atribulación,  cierra  sus  puertas  en  señal  de  duelo,  i  centenares  de 
familias  quedan  vistiendo  los  ropajes  del  luto,  que  se  estiende  moral- 
mente  mas  allá  del  límite  de  las  relaciones  de  parentesco. 

El  terrible  incendio  del  martes  ha  hecho  de  toda  la  población  una 
sola  familia  que  se  siente  herida  en  su  parte  mas  d olorosa,  i  que  solo 
busca  ya  su  consuelo  en  las  dulces  inspiraciones  de  larelijion. 

Era  el  último  dia  en  que  se  celebraba  la  purísima  Concepción  de 
María,  función  que  el  espíritu  relijioso  hacia  relucir  todas  las  noches 
con  el  brillo  de  cuatro  mil  luces  repartidas  en  todos  los  ámbitos  del 
templo,  i  que  hacían  olvidar  con  su  deslumbrante  resplandor  la  impru- 
dencia de  ese  lujo  que  tan  caro  ha  venido  a  costar.  En  esa  tarde,  por 


—  39  — 


consiguiente,  la  concurrencia  era  mas  numerosa  que  en  las  anteriores; 
el  predicador  en  la  exajeracion  de  su  celo  por  darle  mas  pompa  al  cul- 
to que  celebraba,  con  la  asistencia  de  todas  las  devotas  bijas  de  María, 
babia  pedido  que  no  faltase  una  sola  la  ultima  nocbe. 

Iba  a  darse  principio  a  la  función;  la  mitad  de  las  luces  alumbraban 
ya  el  recinto  sagrado  que  contenia  una  masa  compacta  dé  jente  esten- 
diéndose hasta  la  mitad  de  la  plazuela.  Cerca  de  tres  mil  almas  espe- 
raban que  la  voz  solemne  del  relijioso  hiciese  oír  la  palabra  divina  para 
elevar  con  ella  sus  oraciones.  Acaso  ya  todas  aquellas  almas  purifica- 
das en  una  fervorosa  devoción  se  comunicaban  con  Dios  en  el  miste- 
rio de  la  conciencia.  I  hasta  el  cándido  niño  con  su  alma ,  ignorante 
del  bien  i  del  mal,  repetiría  talvez  con  inocente  unción,  el  rezo  que 
oia  salir  dulce  i  tranquilo  de  los  lábios  de  su  madre, 

Pocos  momentos  ántes  de  la3  siete,  para  comenzar  las  ceremonias, 
un  ayudante  va  a  enceder  las  luces  del  altar  mayor;  una  luz  prendió 
con  violencia  i  el  fuego  empieza  a  tomar  cuerpo  en  los  adornos  de  cinta 
í  de  flores  del  altar.  Una  conmoción  estrafia  cunde  por  todo  el  templo 
i  algunas  tímidas  o  previsoras  escapan;  pero  la  mayor  parte,  creyendo 
que  aquello  seria  algunos  de  esos  hechos  insignifcantes  i  sin  consecuen- 
cia que  frecuentemente  ocurre  en  nuestros  templos,  permanecen  en 
sus  lugares  sin  quererse  mover. 

Un  momento  mas  i  el  fuego  sube  al  techo,  i  el  terror,  la  turbación, 
el  espanto,  la  desesperación,  confunden  a  la  multitud  la  atolondran  i 
la  salida  se  hace  imposible  por  la  misma  aglomeración. 

El  fuego  toma  proporciones  jigantezcas;  con  una  rapidez  asombrosa 
se  desliza  por  la  bóveda  del  techo  i  se  apodera  de  la  cúpula;  la  llama 
chisporrotea,  i  arroja  un  fulgor  siniestro,  la  madera  cruje  i  el  pánico 
se  hace  entonces  jeneral.  Algunos  se  desmayan,  otros  se  atropellan  i 
caen,  i  sobre  estos  vienen  otros  i  otro,  formando  un  compacto  hacina- 
miento de  cuerpos  humanos  en  los  arcos  i  en  las  puertas  del  templo . 
Los  del  sentro  encuentran  por  todos  lados  barreras  insuperables  que 
hacen  todavía  mas  espesas  con  sus  efuerzos  por  romperlas.  Una  puer- 
ta que  ofrece  una  salida  se  cierra  por  empuje  de  las  masas  que  se 
precipitan  por  ella;  otra  no  puede  abrirse;  ésta  se  llena  de  cuerpos  en- 
redados entre  sí;  aquella  es  ya  presa  de  las  llamas.  Oh!  aquel  momen- 
to fué  espantoso!  La  iglesia  se  llena  de  humo,  de  un  humo  rojo  i  ar- 
diente que  abrazaba  la  atmósfera  i  de  todos  los  ámbitos  del  templo  se 
oyon  salir  lamentos  desesperantes,  gritos  desgarradores  que  parten  el 
corazón  del  que  los  oye  i  no  puede  salvar  a  nadie.  Los  hijos  llaman  a 
sus  madres,  las  madres  a  sus  hijos,  el  hermano  al  hermano,  desposo  a 
la  esposa,  todos  llaman  al  cielo  en  su  socorro,  i  se  forma  allí  un  caos 
de  horror,  una  confusión  espantosa  imposible  de  describir. 

Acude  jente  a  las  puertas  a  salvar  a  los  que  se  pueda.  Impotencia 
desesperante!  El  hacinamiento  de  los  cuerpos  amontonados  impide  la 
salvación;  diez  brazos  sacan  a  una  sola  persona  mientras  en  ese  espa- 
cio de  tiempo  cien  infelices  exhalan  el  último  grito  de  agonía.  Se 


—  40  — 


echan  cuerdas  i  el  peso  de  la  jente  las  rompe;  se  tienden  árboles  i  el  ca- 
lor los  destroza  en  las  manos  mismas  de  los  que  se  asen  a  ellos.  I  en- 
tre tanto  un  sinnúmero  de  bocas  piden  salvación  i  una  infinidad  de 
brazos  se  tienden  hácia  fuera  buscando  un  punto  de  apoyo;  i  se  ven 
allí  los  semblantes  con  una  horrible  espresion  de  espanto,  iluminados 
por  la  luz  rojiza  del  incendio,  con  los  músculos  contraidos  por  la  de- 
sesperación, las  manos  crispadas  por  el  dolor,  con  los  ojos  desencajados, 

implorando  en  medio  délas  llamas  por  un  átomo  de  vida  •  Los 

alaridos  siguen  i  las  oraciones  de  la  resignación  se  mezclan  a  los  aves 
de  la  agonía  i  seres  queridos  que  se  ven  alcanzados  por  el  fuego  se 
buscan  i  se  estrechan  para  morir  abrazados  en  las  últimas  efusiones  de 
su  cariño.  Una  madre  tiende  los  brazos  a  su  hijo  que  no  puede  salvar- 
la, un  hermano  arranca  en  los  suyos  a  una  hermana  moribunda  i  una 
esposa  llama  a  gritos  al  padre  de  sus  hijos!  I  la  fuerza  de  los  brazos 
salvadores  se  agota  en  la  impotencia  de  sus  trabajos. 

I  las  llamas  suben!  la  cúpula  principal  es  una  hoguera  inmensa  de 
humo  i  de  fuego  que  arroja  espesas  bocanadas  de  llamas  por  todas  sus 
ventanas,  iluminando  el  espacio  con  una  horrible  claridad.  Las  arañas 
del  techo  comienzan  a  caer  desprendidas  i  la  cera  i  el  gas  prenden  el 
incendio  en  las  ropas  de  las  personas,  que  quizás  esperaban  todavía  la 
salvación.  Un  momento  después  el  techo  se  despedaza  i  cae  en  tizones 
encendidos  sobre  todos  los  claros.  Se  vé  entonces  un  horno  inmenso 
en  el  que  arden  centenares  de  cuerpos  humanos.  Se  vé  un  mar  de 
eabezas  i  de  brazos  levantados  ajitarse  en  un  mar  de  llamas,  sin  mas 
ruido  que  el  chisporroteo  de  las  brasas  i  las  maderas  que  se  despren- 
den, por  que  los  j émidos  se  habían  apagado  con  el  aliento  contenido  por 
la  asfixia  producida  por  el  humo  i  el  calor. 

Los  contornos  de  afuera  presentan  un  espectáculo  si  no  tan  horrible 
i  aterrante,  al  ménos  mui  lastimoso  i  conmovedor.  Millares  de  perso- 
nas se  agrupan  cerca  del  templo  en  busca  de  deudos  queridos  que  no  se 
encuentran.  Todos -gritan  i  lloran,  otros  atruenan  los  oidos  con  la  es 
pantosa  carcajada  de  la  locura;  unos  se  golpean  contra  las  murallas  i 
otros  se  despedazan  sus  propias  carnes  se  revuelcan  en  el  suelo  po- 
seídos de  la  mas  terrible  desesperación,  unos  corren  desatentados  i 
otros  se  abrazan  a  los  que  están  cerca,  bañándoles  el  seno  con  abun- 
dantes lágrimas;  unos  imploran  la  misericordia  divina  i  otros  contem- 
plan aquel  cuadro  de  martirio  i  de  esterminio  con  la  estoica  mirada  del 
idiotismo.  I  las  campanas  de  las  iglesias  ayudan  con  sus  dobles  fúne- 
bres la  agonía  de  mas  de  dos  mil  víctimas  que  están  pereciendo!  I  las 
llamas  toman  a  cada  momento  un  impulso  mas  devorador,  esparciendo  en 
torno  una  lluvia  de  fuego  en  qne  algunos  creían  ver  la  copia  del  juicio 
universal.  I  siguen  en  las  puertas  los  trabajos  de  salvación;  pero  casi 
todos  los  efuerzos  son  infructosos.  Se  consigue  arrancar  algunos  de  las 
aglomeración  de  cuerpos;  pero  salen  ya  moribundos  o  medio  devorados 
por  el  fuego.  Se  tienden  las  manos;  los  desesperados  se  asen  a  ellas  i 
algunos  dejan  sus  brazos  en  esas  manos  que  los  quieren  sacar. 


—  41  — 


Personas  que  se  dejan  llevar  de  su  arrojo  i  su  abnegación  se  acercan 
mas  a  las  víctimas  que  se  apoderan  de  todo  su  cuerpo,  le  impiden  el 
movimiento  i  lo  arrastran  a  perecer  con  ellas.  Horrible  estremo!  Estar 
allí  casi  en  contacto  con  los  infelices  que  perecen,  tocar  sus  manos, 
escuchaí  sus  desgarradores  lamentos,  verlos  quemarse  vivoSj  arderse; 
los  unos  en  los  otros,  i  no  poder  salvarlos  ni  siquiera  darles  el  mas 
lijero  socorro,  ni  aun  aliviar  el  horror  de  su  martirio!  Se  hacen  actos 
de  heroísmo,  pero  los  mas  arrojados  llegan  a  ser  presa  de  las  llamas 
que  cunden  mas  i  mas  hasta  apoderarse  de  las  puertas  i  consumir  en 
ellas  la  última  esperanza! 

Espantoso!  mil  veces  espatoso! 

Pocas  son  las  que  salvan.  Algunas  tienen  sangre  fria  para  pensar 
cual  es  el  mayor  inconveniente  para  salir  i  se  desprenden  de  sus  ves- 
tidos. 

Una  señora  ve  la  cofucion  jeneral,  se  desnuda  de  sus  ropas  i  con- 
sigue  salvarse!  pero  le  falta  su  hermana,  cree  oir  sus  gritos  que  la  lla- 
man i  se  lanza  de  nuevo  al  interior;  la  encuentra,  la  desprende  de  los 
grupos  i  se  salva  de  nuevo  con  su  preciosa  carga. 

Una  señorita  consigue  también,  salvarse,  pero  sus  dos  hermanas  van 
a  perecer;  la$  divisa  en  el  medio  de  un  estrecho  grupo,  comprende 
su  peligro;  las  llamas  se  acercan;  i  loca,  desesperada,  se  precipita 
hacia  dentro^  saca  una  i  vuelve  de  nuevo  para  volver  a  salir  con  su 
hermana  en  los  brazos.  Todavía  le  quedan  fuerzas  i  se  coloca  en  la 
puerta  ayudando  a  salir  a  las  que  están  mas  cerca:  por  fin  el  calor  la 
sofoca,  el  cansancio  la  fatiga,  la  impresión  i  el  terror  la  desvanecen  i 
es  preciso  retirarla  de  la  boca  de  aquel  horno. 

Un  hijo  vé  a  su  madre!  su  madre  que  lo  mira  con  ojos  suplicantes; 
que  le  tiende  desesperada  sus  brazos,  que  lo  llaman;  la  ve  iluminada  por 
las  llamas  que  salen  de  sus  propias  ropas  .  $e  arroja  i  lucha  por  lle- 
gar hasta  ella!  imposible!  Hai  un  muro  humano  impenetrable;  el  calor 
lo  sofoca,  lo  ahoga;  la  desesperación  que  le  causa  la  vista  de  aquel  ho- 
rrible cuadro  lo  hace  perder  los  sentidos  i  cae  sin  aliento  i  apenas 

consiguen  salvarlo  los  que  se  hallan  mas  cerca. 

Qh!  Por  qué  no  puede  tenderse  un  velo  que  cubra  con  sus  espesos 
pliegues  el  cuadro  de  orror  de  aquella  noche  funesta. 

Tratemos  de  respirar  por  un  instante  el  aire  fresco  que  traen  las 
brisas  del  sur  i  de  apartar  nuestro  ojos  de  aquella  tristísima  i  desgarra- 
dora escena  para  fijarlos  en  esa  admósfera  tranquila  i  estrellada  que  pa- 
rece no  querer  enlutar  su  inmenso  pabellón  de  azul   i......  4...... 

De  unos  apuntes  de  nuestro  amigo  Guillermo  Mat%  tomamos  los  pá- 
rrafos siguientes: 

Si  durante  el  incendio  de  la  tarde,  todo  habia  sido  gritos,  desola- 
ción i  espanto;  si  los  siniestros  tizones  ardían  derramando  humosas  lla- 
maradas en  el  ámbito  de  la  iglesia,  al  mismo  tiempo  que  en  la  plazue- 
la se  agrupaba  conmovido  i  ajitado  un  inmen«o  jen-tío,  a  la  una  de  la  ma- 


_42í  — 


ñaña  el  horrible  aspecto  del  cuadro  habia  cambiado  completamente. 
En  la  plazuela  reinaba  un  mudo  silencio,  interrunpido  apénas  por  el 
movimiento  de  los  soldádos  o  por  los  pasos  de  uno  que  otro  espectador 
melancólico  que  llegaba  al  lugar  de  la  catástrofe,  como  se  llega  a  un 
sitio  de  martirio.  Ademas,  nosotros  que  babiamos  contemplado,  con  el 
alma  desgarrada,  las  llamas  de  esa  hoguera  que  devoraba  cuerpos  hu- 
manos, no  nos  podíamos  convencer  todavía  del  número  de  sus  víctimas 
i  fuimos  allí  a  convencernos  por  nuestros  propios  ojos.  Qué  triste  espec- 
táculo i  que  horrible  realidad!  Qué  hacinamiento  de  cadáveres  i  de  es- 
combros! Allí  chispiaban  Aodavía  los  tizones  sobre  un  montón  de  cuer- 
pos desnudos,  mutilados,  sin  cabeza,  sin  piernas,  sin  brazos  i  con  el  dor- 
so del  busto  llegado  o  carbonizado!  Mas  allá  un  grupo  de  mujeres  arro- 
dilladas i  a  las  que  la  muerte  habia  sorprendido  en  la  actitud  supli- 
cante de  la  oración!  Sus  manos  parecían  buscar  en  el  espacio  el  an- 
jel  salvador  que  bajaría  de  los  cíelos,  i  en  sus  rostros  habia  quedado 
estampada  la  última,  sublime  esprecion  de  la  esperanza!  Debajo  de  los 
arcos  maciso  de  las  naves  laterales  i  huyendo  de  la  lluvia  de  fuego 
que  caia  del  techo  de  madera,  centenares  de  infelices  habían  buscado 
un  refujio;  i  estrechándose  unas  con  otras  en  espantosa  hilera,  destro- 
zado el  vestido,  descubierto  el  seno,  chasmuscado  el  cabello,  retorcidos 
los  brazos  i  acongojado  el  rostro,  parecían  grupos  de  estátuas  inmó- 
viles esculpidas  allí  por  la  desesperación  i  el  dolor.  Madre  que  tendían 
los  brazos  a  sus  hijas,  hijas  que  abrazaban  a  sus  madres  para  morir 
juntas,  amigas  que  se  habían  tomado  de  las  manos,  como  para  salvar- 
se; i  en  todos  los  ojos  se  veia  las  huellas  de  las  lagrimas,  i  en  todas  las 
bocas  los  lábios  entreabiertos,  nos  hacían  creer  que  la  última  palabra 
de  ellos  habían  sido  de  micericordia  i  desconsuelo.  Era  tan  triste  mo- 
rir para  esas  infelices!  Muchas  de  ellas  eran  jóvenes,  vírj enes  puras, 

para  quienes  la  vida  era  luz  i  esperanza!  La  inocencia  perfumaba  esas 
almas  con  el  aroma  de  los  ánjeles  i  los  sentimientos  exhalaban  ese  aro- 
ma, como  exhala  el  suyo  la  rosa  de  primavera!  I  esa  vida,  esa  inocen- 
cia, esa  pureza  anjelical,  formaban  el  paraíso  de  un  hogar,  eran  el  re- 
gocijo de  una  familia,  el  íntimo  consuelo  de  una  madre  viuda,  el  sue- 
ño encantador  de  sus  noches  de  vijilia  i  la  única  esperanza  i  el  único 
ser  cariñoso  que  la  halagaba  con  sus  besos,  que  la  enternecía  o  regoci- 
jaba con  su  amor!  Una  de  esas  pobres  víctimas,  mas  jóvenes  o  mas  vigo- 
rosa que  las  otras,  habia  logrado  sobreponerse  a  ellas  i  cuando  taivez 
cria  abrirse  paso  por  entre  la  multitud,  habia  quedado  afixiada  i  como 
clavada  en  el  ángulo  de  un  arco,  inclinada  un  tanto  la  frente;  i  por 
esta  actitud,  por  la  postura  del  cuerpo  i  hasta  por  su  inefable  belleza 
semejante,  en  un  todo  a  la  imájen  de  la  melancolía  velando  el  sepul- 
cro de  una  vírjen!  Oh!  nadie  podrá -describir  con  palabras  tan  lastimo- 
so i  solemne  cuadro!...... 

«Si  en  un  punto  escenas  tan  diversas  se  presentaban  a  nuestra  vista, 
en  otro  mas  lejano,  en  el  presbiterio,  hácia  el  cual  no  podíamos  acér- 
canos lo  bastante,  contemplábamos  una  escena  confusa  dramática  i  de 


—  43  — 


una  verdad  patente,  horrible,  estremecedora,  i  superior  en  colorido  i 
grandeza  a  todas  las  orijinales  escenas  que  la  colosal  fantasía  de  Mi- 
li u  el  x\ njelo  pudo  crear  i  eternizar  en  su  cuadro  del  juicio  final!  Por 
ese  lado  hubo  puertas  que  conducian  a  la  salvación;  hacia  ese  lado 
empujóse  con  estraordinario  impulso  la  jente  i  allí  fué,  sin  duda,  la 
lucha  mas  terrible,  mas  larga  i  mas  desesperada.  Si  en  otras  partes  se 
levantaban  las  manos  al  cielo  en  signo  de  súplica,  aquí,  los  músculos, 
ajitados  por  la  enérjica  violencia  de  aquel  que  vé  la  salvación  de  su 
vida  tan  cerca  de  su  muerte,  hablan  dejado  impresos  en  las  fisonomías 
i  en  los  ouerpos  el  ceño  del  esfuerzo  i  los  jestos  de  la  desesperación  i 
de  la  mas  honda  anciedad.  Ah!  quién  podrá  decir  lo  que  en  ese  instante 
han  sufrido,  luchando  vigorosamente  por  desasirse  de  aquellos  que  loe 
oprimían  i  que  les  impedían  llegar  a  la  puerta  de  la  vida  i  de  la  sal- 
vaoion!  I  este  cuadro  horrendo  de  desolación  i  de  espanto,  que  hemos 
desorito  a  grande  rasgos,  pero  que  permanecerá  para  siempre  graba- 
do en  nuestra  mente;  esta  sucesión  de  escenas  dolorosas  i  estraordina- 
rias,  que  forman  el  conjunto  de  ese  cuadro,  se  iluminaba  vagamente 
por  los  resplandores  de  los  consumidos  tizones  i^por  el  retejo  de  las 
paredes  blancas,  enrojecidas  i  calcinadas  por  el  fuego.  Hubo  momentos 
en  que  creíamos  estar  en  un  cementerio  en  ruinas,  rotas  las  lápidas 
por  un  violento  terremoto,  destapadas  las  fosas  i  arrojados  afuera  los 
cadáveres  por  el  sacudimiento  de  la  tierra;  i  todo  esto  alumbrado  por 
la  incierta  i  vaga  claridad  de  una  luna  cadavérica!  Si  fuéramos  a  es- 
cribir todo  lo  que  esos  momentos  sentimos,  todo  lo  que  pensamos, 
todo  lo  que  sufrimos,  seria  necesario  pedir  a  nuestros  ojos  lágrimas 
i  a  nuestro  corazón  j  émidos;  lágrimas  i  j émidos  que  irían  a  oaer  i  a 
resonar  en  otras  almas,  que  han  vertido  ya  abundantes  lágrimas  i  cu- 
yos jemidos  se  escuchan  todavía.  Demos  paz  a  esas  víctimas  i  que  esos 
escombros  de  martiro  i  de  horror,  desaparezcan  por  fin  de  nuestra  vis- 
ta, alzándose  en  su  lugar  el  monumento  de  la  expiación  i  del  re- 
cuerdo!  

En  la  mañana  siguiente  la  población  no  volvía  aun  d©  su  estupor. 
Por  todas  partes  se  veian  ojos  llorosos,  senblantés  consternados,  ojos 
que  miraban  con  espanto,  dolientes  que  se  lamentaban,  i  una  atmósfe- 
ra de  horror  cubría  todavía  este  inmenso  vacío  de  desolación.  El  cie- 
lo mismo  cargado  de  densas  nubes,  i  el  aire  tibio  que  soplaba  en  ráfa- 
gas momentáneas  parecían  acompañar  el  luto  jeneral. 

Los  escombros  del  templo  incendiado,  humeantes  aun  i  doblemente 
tristes  por  su  color  sombrío  i  su  imponente  silencio,  escondían  en  su 
recinto  una  multitud  de  cuadros  que  horrorizaban  a  la  vista.  El  mar- 
tirio habia  pasado,  el  inmenso  sacrificio  estaba  consumado  i  solo  que- 
daba allí,  oprimiendo  dolorosamente  el  corazón,  el  espectáculo  mas 
horrible  que  puedan  ver  ojos  humanos.  Aquello  producía  vértigo. 

No  mirémos  a  ese  cuadro  horripilante,  apartémos  nuestra  vista  de 
esos  grupos  de  escombros  i  de  restos  humanos,  hacinamientos  confu- 
so de  cuanto  hai  de  triste,  de  amargo,  de  rechazante,  de  mas  horrible- 


__  44  — 


tóente  doloroso.  Cubrámoslo  mas  bien  con  el  velo  del  cileneio  i  procu- 
remos llevar  el  consuelo  de  nuestro  dolor  al  dolor  de  los  que  lloran. 
Confundamos  nuestras  almas  en  un  sentimiento  puro  i  carguemos  to- 
dos el  luto  de  nuestros  amigos  i  de  nuestros  hermanos. 

No  hai  ahora  indolencias  que  amarguen  el  pesar,  ni  galas  que  in- 
sulten el  duelo,  ni  manos  que  se  nieguen  a  enjugar  las  lágrimas  del 
que  sufre.  Hai  solamente  un  corazón  que  jime,  una  sola  alma  que  se 
resigna,  una  sola  boca  que  se  lamenta.  No  puede  haber  indiferencia. 
Lá  tristeza  se  respira  en  el  aire  lleno  aun  de  suspiros  i  de  lamentos, 
.  La  voz  del  dolor  es  también  ahora  una  voz  de  súplica.  De  allá  del 
fondo  del  cementerio,  del  corazón  universal,  del  sitio  de  la  catástrofe, 
de  la  última  agonía  de  las  víctimas  de  las  entrañas  de  la  población,  del 
Cielo  mismo,  se  levanta  esa  voz  que  grita  clamando  por  la  demolición 
<íe  ios  escombros. 

Demoled  ese  templo,  no  dejéis  piedra  sobre  piedra,  destruid  los 
cimientos,  renovad  la  tierra,  borrad  para  siempre  esa  huella  de  tan  tris- 
tes memorias. 

Ño  deis  oido  a  las  impías  reclamaciones  de  un  fanastismo  desespe- 
rado. El  fanatismo  no  siente,  no  oye,  no  tiene  familia,  no  tiene  entra- 
ña!; no  percibe  un  acento  divino,  una  voz  celeste  que  resuena  en  lo 
ñi&&  hondo  del  corazón,  mandando  caer  esas  murallas! 

3§sa  es  la  voz  de  Dios  que  no  quiere  insultar  el  dolor  de  sus  hijos 
abriendo  en  su  corazón  una  llaga  imperecedera,  teniendo  continuamen- 
te ante  sus  ojos  el  instrumento  del  martirio. 

¿Quién  irá  allí  a  elevar  su  alma  i  su  conciencia  al  Dios  de  la  mise- 
ricordia, que  encuentre  el  consuelo  i  la  tranquilidad  de  la  oración?  La 
voz  del  sacerdote  resonará  como  el  alarido  de  los  mártires,  el  humo 
del  incienso  semejará  el  humo  de  la  hoguera,  cada  ladrillo  del  pavimen- 
to será  ja  losa  de  un  sepulcro  de  cuyo  fondo  se  alzará  una  voz  indigna- 
da por  la  profanación  de  los  recuerdos! 

Este  sitio  no  quiere  mas  altares;  no  hai  allí  lugar  para  los  sacerdo- 
tes. Quiere  silencio  para  descansar  i  soledad  para  guardarse  a  sí  mismo. 

En  nombre  de  la  humanidad  demoler  esas  murallas! 

Que  se  forme  allí  un  jardín;  que  vengan  las  flores  a  purificar  ese 
lugar  elevando  al  cielo,  en  su  perfume,  la  plegaria  muda  de  la  creación. 
Que  renazcan  allí  las  plantas  como  las  almas  en  la  eternidad. 

Que  el  que  fije  allí  sus  ojos  con  el  dolor  de  sus  tristes  recuerdos, 
tranquilice  su  aliña' en  la.  vista  de  las  flores  i  consuele  su  corazón  en  la 
aspiración  de  su  aroma!  De  todos  modos  siempre  serán  las  fiores  que 
nazcan  en  los  bordes  de  una  tumba,  pero  flores  que  alivian  i  consuelan! 

[Voz  de  Chile.'] 


—  45  — 


Damos  en  seguida  la  representación  que  han  dirijido  al  intendente 
.  ocho  miembros  de  la  municipalidad  de  Santiago,  para  que  convoque  a 
ésta  a  sesión  estraordinaria,  i  la  respuesta  que  a  ella  ha  dado  -el  inten- 
dente ordenando  la  reunión  para  hoi  a  las  doce  del  dia. 

Hé  aquí  el  documento  a  que  nos  referimos: 

Señor  Intendente: 

Los  que  suscriben,  haciendo  uso  de  la  facultad  que  nos  confiere  la  lei 
sobre  organización  i  atribuciones  de  las  municipalidades  suplicamos  a 
US.  que  atendida  la  urjencia  que  hai  de  tomar  algunas  providencias 
que  en  parte  tiendan  a  evitar  la  repetición  de  desgracias  como  la  acon- 
tecida el  8  del  actual,  se  sirva  convocar  a  la  municipalidad  a  sesión  es- 
traordinaria para  mañana  a  la  hora  de  costumbre  o  la  que  XJ  S.  tenga 
por  conveniente,  atendido  el  estado  de  su  salud.  Santiago  diciembre  11 
de  1863. 

Antonio  Vidal. — Miguel  Davila. — Lorenzo  Sazie. — Tomas.  A.  Mar- 
tínez.— Pedro  V.  Urzúa. — Cirilo  Virjil. — Santiago  Lindsay. — Ambrosio 
Modriguez. 


-  Santiago,  diciembre  11  de  1863. 

Cítese  a  la  ilustre  municipalidad  a  sesión  estraordinaria  para  mañana 
12  del  corriente  a  las  12  del  dia. 

Bascuñan  Guerrero. 

A'cada  momento  se  hace  mas  urjente  la  demolición  de  las  ruinas  de 
la  Compañía.  Dos  arcos  han  caido  ya,  i  muchos  otros  amenazan  seguir- 
los. Las  medidas  que  la  autoridad  ha  tomado  para  precaver  nuevas  des- 
gracias, no  bastan.  Esas  altas  paredes  cuarteadas  i  bamboliantes  sin 
nada  que  las  sostenga,  son  un  peligro  público.  Tras  el  incendio  el  hun- 
dimiento! es  una  perspectiva  que  provoca  la  indignación  de  todo  el  ve- 
cindario. 

¿No  hai  brazos  par  emprender  la  demolición?  Ahí  están  todas  las 
clases  de  nuestra  sociedad  dispuestas  para  tomar  en  ella  parte.  Basta 
con  que  se  las  diga: — Podéis  demoler!  para  que  unas  cuantas  horas 
hayan  desaparecido  aquellas  paredes  cuarteadas,  ennegrecidas  i  vaci- 
lantes. 

^Anoche  se  reunieron  en  casa .  de  don  Ignacio  Javier  Ossa,  los 
miembros  de  la  comicion  nombrada  para  erijir  un  monumento  que  con- 
memore la  catástrofe  del  8  de  diciembre,  en  lo  que  hoi  son  las  ruinas  de 
la  Compañía/ 

Acordaron  dirijir  al  gobierno  una  representación,  a  nombro  del  ve- 
cindario de  Santiago,  pidiendo  el  local  que  ocupaba  el  templo  í  cuyas 
ruinas  se  encargarán  de  demoler.  En  caso  que  el  gobierno  no  se  crea 


—  46  — 


autorizado  para  hacer  la  donación,  le  piden  que  solicite  del  Congreso 
que  dicte  una  lei  especial  sobre  la  materia. 

Se  ha  nombrado,  para  elevar  la  representación,  una  comicion  especial 
compuesta  de  los  señores  don  Antonio  Yaras  i  don  Manuel  Eenjifo. 

No  dudamos  que  la  representación  sea  atendida  i  obtenga  lo  que  de- 
manda. 


—  47  — 


EL  VERDADERO  ORIJEN  DEL  FUEGO. 


Señores  editores: 

En  nombre  de  la  empresa  que  tengo  el  honor  de  representar,  me  veo 
en  la  necesidad  de  hacer  una  esposicion,  esplieando  al  párrafo  que,  con 
el  título  que  encabeza  estas  líneas  ha  aparecido  en  la  sección  de  he- 
chos diversas  de  vuestro  diario  de  hoi,  i  para  desvanecerla  alarma  que 
pudiera  despertar  en  el  público  el  rumor  de  que  la  esplosion  del  gas 
hidrójeno  en  la  Compañía  fué  la  principal  causa  del  incendio. 

, En, ninguna  parte  de  la  iglesia  que  no  estuviese  separada  de  la  con- 
currencia por  gruesas  murallas  habia  cañerías  de  gas  hidrójeno  ni  que- 
madores que  arrojasen  luz.  En  la  sacristía,  en  el  corredor  esterior  i  en 
un  cuarto  privado  del  presbítero  Ugarte  habia  quemadores  de  gas 
hidrójeno,  pero,  como  lo  he  dicho  ya,  todos  esos  lugares  estaban  ente- 
ramente separados  de  la  iglesia  i  entre  las  cañerías,  que  permanecieron 
intactas,  i  la  concurrencia  habia  cuando  ménos  alguna  espesa  muralla. 
Los  quemadores  de  la  pieza  del  Señor  Ugarte  situado  en  el  ángulo 
S.  E.  de  la  iglesia  i  separados  de  las  naves  no  habían  sido  encendidos 
i  tantos  éstos  como  los  demás,  no  han  causado  esplosion  alguna. 

El  oríjen  del  rumor  inverosímil  i  destituido  de  todo  fundamento  nace 
sin  duda  del  hecho  de  haber  comprado  el  señor  Ugarte  a  la  empresa 
del  gas  1,200  globos  pintados,  que  le  sirvieron  para  formar  lámparas  i 
arañas  provicionales  a  que  se  dio  luz  no  con  gas  hidrójeno,  sino  con 
velas  o  parafina. 

Abrigo  la  convicción  de  que  si  el  señor  Ugarte  hubiese  establecido 
el  alumbrado  de  gas  hidrójeno  en  la  iglesia,  conforme  a  los  planos  que 
le  presentó  en  1858,  la  horrible  catástrofe  del  mártes  último,  no  solo 
no  se  habría  realizado,  sino  que  hubiera  sido  de  todo  punto  imposible 
el  incendio  de  la  iglesia. 

Soi  de  Udes. 


Eduardo  Hanson,  injeniero 


DEMOLICION  DE  LA  COMPAÑIA, 


Que  los  restos  de  la  iglesia  de  la  Compañía  sean  arrasados  hasta  los 
cimientos^ que  con  las  erogaciones  piadosas  del  vecindario  se  espar- 
zan flores  sobre  ese  recinto  consagrado  por  el  martirio  de  tantas  vírje- 
nes,  de  tantas  castas  esposas,  de  tantas  matronas  venerables— hé  aquí 
el  deseo  de  cuantos  lloran  sobre  la  horrible  catástrofe,  de  cuantos  bus- 
can en  vano  al  ser  querido  que  perdieron. 

La  iglesia  de  la  Compañía,  repitámoslo  de  nuevo,  debe  ser  arrasada 
hasta  sus  cimientos.  Así  lo  exije  el  dolor  público;  así  lo  aconseja  el 
interés  de  la  relijion;  así  lo  quiere  Dios.  Hasta  una  lei  del  Estado  así 
lo  manda  también. 
Cese  de  una  vez  para  no  revivir  jamas  ese  loco  misticismo  que  susth 
i  tuye  él  oropel  de  mundanos  atavíos  a  las  prácticas  puras  i  sencillas  del 
culto  cristiano.  Dios,  que  quiere  ser  adorado  en  espíritu  i  en  verdad,  no 
gusta  de  esos  espectáculos  brillantes  que  hablan  a  Los  sentidos  mas  que 
al  corazón;  ni  puede  tampoco  recibir  con  agrado  homenajes  en  que, 
tocándose  arrebato  a  los  sentimientos  relijiosos,  se  preparan  hecatom- 
bes horribles  de  víctimas  humanas. 

lío  queremos  hacer  inculpaciones  a  nadie.  Hai  momentos  en  que  el 
alma  apénas  tiene  aliento  para  jemir.  ¿Ni  a  quién  podríamos  inculpar 
tampoco?  Culpables  de  ciega  confianza  hemos  sido  todos,  así  los  que 
prepararon  o  consintieron  imprevisoriamente  las  causas  del  mal,  como 
los  que  no  cuidaron  de  apartarse  del  peligro  a  que  los  arrastraba  su 
piedad. 

Pero  la  lección  era  tremenda,  i  es  menester  que  de  una  vez  tomemos 
nota  de  ella  para  restablcer  el  culto  de  Dios  en  su  sencilla  majestad, 
en  su  prudente  ejercicio. 

El  Santo  Concilio  de  Trento  ha  querido  hacer  de  cada  parroquia  el 
centro  de  una  comunidad  cristiana;  i  por  eso  ha  ordenado  a  los  obispos 
que  no  consagren  un  solo  sacerdote  sin  asignarle  una  iglesia  parroquial 
en  'donde  desempeñe  todos  lo#  oficios  de  su  ministerio.  En  vista  de 
esta  prescripción  canónica,  ¿cómo  podrémos  esplicarnos  ese  empeñoso 
afán  de  destruir  la  santa  i  conveniente  federación  de  los  cristianos, 
apartándolos  de  su  centro  natural  i  concentrándolos  en  tumultuoso  tro- 
pel, merced  al  aliciente  sistemado  de  un  culto  pomposo? 

Echad  la  vista  sobre  nuestras  parroquias  i  apénas  encontrareis  en 
ellas  otra  cosa  que  las  muestras  de  un  triste  desamparo. 

Esa  iglesia  cuyas  lujosas  arquerías  han  servido  de  tumba  a  dos  mil 
de  nuestros  hermanos,  era  ya  la  única  casa  del  Señor.  Allí,  i  no  en  otra 
parte,  tenían  que  recibir  las  piadosas  mujeres  la  absolución  de  sus  cul- 
pas; allí  recibían  también  el  pan  eucarístico,  i  allí  en  fin  estaban  con- 
centrados todos  los  oropeles  que  podían  dar  al  culto  material  esplendor. 


—  49  — 

Es  menester  que  todo  esto  no  vuelva  a  aparecer.  Dios  no  puede  que- 
rerlo, Dios  no  lo  quiere ;  i  si  es  cierto  que  las  grandes  catástrofes  que 
que  aflijen  a  la  humanidad  pueden  mirarse  como  signos  de  la  voluntad 
divina,  inclinemos  la  frente  i  creamos  que  seria  impío  reedificar  la  igle- 
sia déla  Compañía  después  de  SU  TERCEK  INCENDIO. 

Con  asombro  sabemos,  sin  embargo,  que  ese  pensamiento  encuentra 
quien  lo  ampare.  Un  mal  entendido  celo  relijioso,  contra  el  cual  pro- 
testamos enérgicamente,  aun  cuando  debamos  respeto  al  móvil  que  lo 
impulsa,  ha  salido  al  frente  del  voto  universal  que  pide  la  demolición, 
el  arrasamiento  del  templo  de  la  Compañía.  ¿Será  atendida  por  el  go- 
bierno esa  estraña  pretensioD?  No  lo  tememos  ni  por  un  momento.  Su 
buen  sentido,  el  clamor  público,  la  lei  misma  no  se  lo  permitirían. 

Si,  la  lei,  porque  cuando  el  piadoso  reí  Carlos  III  dispuso  por  una 
real  cédula  que  se  demoliese  la  Compañía,  este  supremo  mandato  no 
pudo  llevarse  a  efecto  solo  por  la  circunstancia  de  ser  mui  costosa  su 
ejecución.  Hoi,  ese  inconveniente  no  subsiste,  i  la  real  cédula  del  mo- 
narca católico,  lei  del  Estado  como  es,  debe  cumplirse  estrictamente,  sin 
dar  oido  a  débiles  condescendencias. 

Confiemos  en  ello. 


Se  circulan  voces  que  causan,  con  justicia,  un  marcado  disgusto  en 
la  mayoría  de  la  población.  Hai  quien  afirma  que  la  Compañía  será 
reedificada,  pues  así  lo  quiere  el  metropolitano  apoyado  por  dos  de  los 
ministros. 

¿Qué  importaría  el  intentar  semejante  reedificación?  Un  reto  al  pais 
que  desde  la  primera  hora  ha  dicho,  en  Santiago,  en  Valparaíso  i  donde 
quiera  que  la  noticia  ha  llegado: — ¡Que  desaparezca  la  Compañía! 
Que  no  quede  piedra  sobre  piedra  de  ese  templo  perseguido  por  la  fata- 
lidad! 

¿I  una  unanimidad  igual  no  se  respeta?  Puede  haber  autoridad  bas- 
tante audaz  para  herir  de  frente  el  sentimiento  público?  Puede  haber 
corazones  bastante  desheredados  de  todo  noble  sentimiento  para  no  de- 
jarse conmover  por  el  justo  deseo  de  toda  una  sociedad?  La  madre  que 
llora  a  los  ánjeles  de  su  hogar,  pide  entre  sollozos  la  demolición.  El  es- 
poso abandonado,  la  exije  también.  Todos  los  dolores,  todas  las  lágrimas, 
todas  las  compasiones  se  reúnen  en  un  mismo  coro  para  rogar  hoi  por 
la  demolición  i  para  imponerla  mañana  si  es  preciso.  Intentar,  después 
de  esto,  la  reconstrucción  de  la  Compañía  es  un  reto  al  dolor.  Cui- 
dado! 

Es  lamentable,  en  verdad,  que  ese  cruel  pensamiento  venga,  como  se 
asegura,  de  la  clerecía  chilena ;  venga  de  donde  solo  debieran  venir  pa- 
labras de  conmiseración  i  de  caridad.  El  sacerdote,  no  puede  presentarse 
altivo. i  severo  apadrinando  un  propósito  que  la.  mayoría  rechaza.  Esto 
no  puede  ser.  Nos  es  imposible  creer  las  versiones  que  a  este  respecto 
se  circulan.  Oh!  si  tal  fuera  la  realidad,  la  decepción  seria  de  lo  mas 
completo. 

7 


—  50  — 


¿Para  qué  se  quiere  reconstruir  el  templo  de  la  Compañía?  Será  para 
que  las  madres,  los  hijos,  los  esposos  vayan  a  él  a  procurar  descubrir 
dónde  cayó  la  hija,  dónde  la  madre,  dónde  la  hermana  o  dónde  la  espo- 
sa? Será  para  que  se  gocen  en  hacer  revivir  con  la  imajinaeion  aquel 
cuadro  desolador?  ¿A  qué  hombre  de  sentimiento  no  horroriza  tal  idea? 

Estamos  verdaderamente  asombrados  de  tener  que  insistir  en  la  de- 
molición de  la  Compañía.  Nos  pareeia  que  esto  no  necesitaba  discu- 
tirse, que  bastaba  sentir  para  exijir  esa  demolición. 

Sin  embargo,  cuando  vemos  correr  los  dias  i  que  nada  se  hace,  prin- 
cipiamos a  dudar  i  a  temer  que  la  voluntad  pública  no  se  respete :  im- 
prudente i  cruel  debilidad  seria  ésta  que  comprometería  gravemente  a 
nuestras  autoridades.  Es  posible  contrariar  un  deseo  público ;  pero,  un 
dolor  público,  jamas  se  contraria  sin  correr  todos  los  riesgos  de  la  te- 
meridad. 

Santiago  aguarda  que  su  palabra  sea  escuchada. 
Rogamos  al  gobierno  que  la  escuche. 

(^Ferrocarril.) 

Al  mismo  tiempo  que  un  grito  unánime  de  asombro  i  horror  se  eleva* 
ba  al  cielo  por  la  espantosa  desgracia  del  8  de  diciembre,  un  clamor 
profundo,  unísono  i  jeneral  se  levantó  de  entre  todos  los  pueblos  pi- 
diendo la  demolición  de  las  ruinas  de  la  incendiada  iglesia  de  la  Com- 
pañía. 

El  9  de  diciembre  ya  m  reunian  grupos  considerables  del  vecindario 
para  arbitrar  los  medios  de  conseguir  la  realización  de  tan  jeneral  deseo, 
i  el  12  se  ponia  en  manos  del  presidente  de  la  República  la  siguiente 
petición,  suscrita  por  innumerables  firmas. 

Excmo  señor: 

El  infausto  acontecimiento  que,  en  la  tarde  del  ocho  del  actual,  ha 
cubierto  de  luto  a  Santiago  i  que  sumirá  en  el  dolor  a  la  República  en- 
tera, reclama  del  gobierno  de  V.  E.  la  inmediata  adopción  de  una 
medida  que,  borrando  las  huellas  del  martirio,  consagre  un  monumento 
de  eterno  recuerdo  a  la  memoria  de  tanta  víctima  inocente.  Tal  es  el 
deseo  de  todo  corazón  chileno,  i  haciéndonos  eco  de  este  sentimiento 
jeneral,  ocurrimos  a  V.  E.  solicitando  la  cesión  del  terreno  que  ocupaba 
el  templo  de  la  Compañía,  para  proceder  desde  luego  i  a  nuestra  costa 
a  su  demolición,  a  fin  de  realizar  aquel  piadoso  pensamiento* 

Es  incuestionable  que  la  iglesia  de  la  Compañía  pertenece  al  Estado, 
U  pues,  como  de  propiedad  de  la  congregación  de  J esus,  pasó  a  la  Corona 

desde  laespulsion  de  los  jesuitas  de  Chile.  Es  también  incuestionable 
que  el  Estado  puede  destinar  el  local  que  hoi  ocupan  sus  escombros,  a 
un  uso  profano,  por  haber  perdido  aquel  templo  el  carácter  que  le  im- 
primiera su  congregación,  desde  que  dos  veces  ha  sido  devorada  por  el 
fuego  la  superficie  interior  de  sus  paredes,  hasta  el  estremo  de  haber 


—  51  — 

sido  necesario  renovarla  completamente  al  practicarse  la  última  reedi- 
ficación, quedando  de  consiguiente  comprendida  en  uno  de  los  casos  de 
execración  reconocidos  tanto  por  las  leyes  canónicas  como  por  las  ci- 
viles. Pero  aun  cuando  así  no  fuese,  aun  cuando  hubiera  motivos  fun- 
dados, no  solo  para  dudar  de  la  execración  del  destruido  templo,  sino 
para  creer  subsistente  su  consagración,  tal  circunstancia  en  manera 
alguna  podria  ser  un  impedimento  canónico,  respecto  a  la  adopción  de 
la  medida  que  solicitamos  de  Y.  E. 

Sabido  es  que  en  casos  estremos  i  cuando  el  bien  público  lo  reclama 
así,  todo  objeto  sagrado  puede  destinarse  a  un  uso  profano,  a  fin  de 
llenar  necesidades  apremiantes  de  la  sociedad.  En  tales  casos,  aun  es 
lícita  la  fundición  de  vasos  sagrados  i  su  reducción  a  monedas,  i  en 
conformidad  a  este  principio,  atendidas  las  circunstancias  actuales  i  las 
poderosas  consideraciones  de  necesidad  i  conveniencia  públicas  que  re- 
claman la  demolición  de  la  Compañía,  i  que  creemos  innecesario  rela- 
cionar aquí  por  su  evidencia  i  notoriedad,  llenará  V.  E.  un  deber  sa- 
grado accediendo  a  nuestra  petición. 

Creyendo  inoficioso  cualquiera  comentario  o  disertación  sobre  una 
materia  que  se  halla  al  alcance  de  todos,  que  está  en  la  conciencia  del 
último  ciudadano : 

De  V.  E.  esperamos  se  sirva  hacernos  la  cesión  que  solicitamos  con 
el  fin  indicado,  o  si  V.  E.  no  se  creyere  con  facultades  bastantes  para 
ello,  que,  con  la  urjencia  que  el  caso  requiere,  recabe  V.  E.  del  con- 
greso nacional  la  competente  autorización,  permitiéndonos  entre  tanto 
proceder  a  la  demolición,  para  lo  que  no  puede  haber  inconveniente  por 
parte  del  gobierno» 

La  municipalidad,  reunida  en  sesión  estraordinaria  el  mismo  dia,  i 
compuesta  del  señor  intendente  de  la  provincia  que  la  presidia,  i  de  los 
Alcaldes  i  Rejidores  Sazié,  Urzúa,  Cifuentes,  Dávila,  Vijil,  Ovaile, 
Campillo,  Lindsay,  Guerrero,  Tagle,  García  de  la  Huerta,  Martinez, 
Vidal,  Izquierdo,  Rodríguez  i  del  Campo,  aprobó  el  siguiente  acuerdo 
para  trasmitirlo  a  S.  E.  el  presidente  de  la  República. 

Excmo.  señor  : 

La  municipalidad  de  Santiago  conmovida  por  el  infausto  aconteci- 
miento que  en  la  noche  del  8  del  actual  ha  sumido  en  el  dolor  a  la  Re- 
pública entera,  reunida  en  sesión  estraordinaria,  cree  cumplir  con  uno 
de  los  primeros  i  mas  sagrados  de  sus  deberes,  al  asociarse  al  sentimien- 
to unánime  del  pueblo  de  Santiago,  para  pedir  encarecidamente  a  V. 
E.  la  inmediata  demolición  de  los  muros  del  templo  de  la  Compañía, 
encargando  V.  E.  al  cabildo  la  ejecución  del  trabajo. 

La  municipalidad,  confiando  altamente  en  el  juicio  recto  de  Y.  E.  no 
vacila  en  creer  que,  haciendo  justicia  al  sentimiento  público  unánime- 
mente manifestado,  se  apresurará  a  satisfacerlo. 

Esta  manifestación  de  los  votos  de  la  corporación  será  presentada  a 


—  52  — 

V.  E.  por  una  comisión  de  su  seno  nombrada  especialmente  con  este 
objeto. 

La  municipalidad  aprovecha  gustosa  esta  ocasión  para  reiterar  a  V. 
E.  las  consideraciones  de  su  adhesión  i  respeto. 
Sala  de  sesiones,  diciembre  12  de  1863. 

Esta  solicitud  fué  presentada  por  el  rejidor  don  Ambrosio  Rodrí- 
guez i  aceptada  unánimemente  por  la  corporación.  La  comisión  nom- 
brada para  ponerla  en  manos  de  S.  E.  se  compuso  del  señori  ntendente 
de  la  provincia  i  de  los  señores  municipales  Vidal,  Dávila,  Sazie  i  Gue- 
rrero. 

La  prensa  también  se  hizo  el  eco  de  la  aspiración  jeneral  i  pidió  a 
gritos  la  pronta  demolición  de  las  horrendas  murallas,  no  por  odio  ni 
venganza,  sino  para  quitar  de  la  vista  del  pueblo  consternado  el  espan- 
toso recuerdo  de  la  catástrofe. 

El  dia  14  el  presidente  de  la  República  nada  había  resuelto  aun  so- 
bre la  petición  del  pueblo  ni  sobre  la  de  la  municipalidad.  Circulaba, 
sin  embargo,  la  voz  de  que  el  señor  arzobispo  de  Santiago  había  ofi- 
ciado al  gobierno,  comunicándole  no  tener  inconveniente  por  su  parte 
para  que  se  demoliese  las  ruinas  del  templo. 

Un  cartel  habia  corrido  de  mano  en  mano,  en  que  se  convidaba  al 
pueblo  para  reunirse  a  las  tres  de  la  tarde  en  la  plazuela  de  la  iglesia 
de  la  Compañía  para  dirijirse  de  allí  en  masa  al  palacio  de  la  Moneda 
i  pedirle  accediese  a  las  súplicas  del  vecindario  i  de  la  municipalidad. 
•  A  las  dos  de  la  tarde  cerca  de  dos  mil  personas  llegaban  por  las  ave- 
nidas de  la  plazuela.  En  ese  momento  el  gobierno  tomaba  su  determi- 
nación, permitiendo  la  demolición  solicitada  i  encargando  de  ejecutarla 
al  Intendente  de  la  provincia. 

Colocado  don  Guillermo  Matta  en  una  de  las  ventanas  del  Consula- 
do, peroró  al  pueblo  en  cortas  palabras  i  leyó  el  decreto  del  Supremo 
gobierno.  El  pueblo  se  dispersó  al  grito  de  ¡Viva  el  presidente  de  la 
República! 

Los  telégrafos  jugaban  inmediatamente  i  comunicaron  a  la  mayor 
parte  de  la  República  el  recien  dictado  decreto.  En  Valparaíso  reinaba 
una  intensa  ajitacion,  que  la  lectura  del  telegrama  covirtió  momentá- 
neamente en  alegría.  En  el  teatro  de  la  Victoria  se  reunió  el  pueblo  i 
firmó  una  acción  de  gracias  al  gobierno.  El  primer  nombre  que  figura 
al  pié  de  ese  documento  es  el  de  un  fraile  de  la  Orden  de  agustinos  de 
esa  ciudad. 


DECRETO  SUPREMO 


QUE  OKDENA  LA  DEMOLICION  DE  LAS  RUINAS 
DE  LA  COMPAÑIA. 

s    Santiago,  diciembre  14  de  1863. 

"Núm.  1383. — En  vista^de  lo  espuesto  en  la  nota  que  antecede,  he 
acordado  i  decreto : 

Art.  1.  °  Procédase  a  la  demolición  de  las  murallas  del  incendiado 
templo  de  la  Compañía; 

Art.  2.  °  Concédese  un  término  de  diez  dias  para  la  estraccion  de 
los  cadáveres  que  están  sepultados  en  dicho  templo. 

Anótese  i  comuniqúese. — Pérez. — Miguel  María  Güemes.» 

El  supremo  gobierno  ha  cumplido  un  acto  de  justicia,  que  la  opinión 
pública  acoje  con  respeto  i  que  viene  a  calmar  la  ansiedad  i  el  dolor  de 
los  qne^  sufren.  Si!  los  que  hemos  pedido  i  clamado  por  la  destrucción 
de  las  paredes  siniestras  que  circundan  el  recinto  de  esa  espantosa  ho- 
guera humana,  la  hemos  pedido  i  clamado  por  humanidad,  por  relijion 
i  por  veneración  a  todo  cuanto  es  sagrado. 

I  qué!  habria  sido  posible  que,  sobre  los  restos  de  esa  hoguera,  se 
hubiera  levantado  el  altar  de  la  plegaria?  Habria  podido  ésta  salir  de 
los  labios  sin  interrumpirse  con  un  grito  de  desesperación?  Imposible! 
i  tal  cosa  habria  sido  una  verdadera  impiedad. 

El  clamor  público  satisfecho,  hora  es  también  de  que  calle  la  voz  de 
los  que  pretenden  hacer  una  cuestión  de  dogma  relijioso,  de  lo  que  es 
cuestión  de  sentimiento,  de  humanidad,  de  justicia  i  de  veneración  al  re- 
cuerdo de  las  desgraciadas  víctimas.  La  verdadera  relijion  no  exaspe- 
ra la  cólera,  no  ajita  ni  mueve  las  heces  que  destilan  las  pasiones,  para 
que  la  caridad  se  convierta  en  odio,  la  virtud  en  crimen  i  el  amor  al 
prójimo  en  rencores  i  venganzas.  La  verdadera  relijion  une  a  todos  en 
el  mismo  abrazo  divino,  i  no  pone,  en  las  manos  ni  en  los  lábios  de 
nadie,  el  arma  alevosa!  Caigan  esos  muros  siniestros  ;  caigan  esos  ar- 
cos insensibles,  en  cuyas  hendiduras  han  resonado  los  jemidos  dolorosos 
de  millares  de  víctimas!  afuera  esos  ladrillos  en  cuya  superficie  se  han 
sacudido,  desesperados,  los  cuerpos  de  tantos  seres  queridos!  Que  el  sol 
brillante,  que  la  luz,  esa  mirada  de  Dios,  justa,  misericordiosa  e  igual 
para  todos,  ilumine  ese  recinto  execrado!  que  el  aire  lo  purifique  i  que 
nuestros  corazones  vean  allí  el  altar  de  nuestros  sentimientos! 

Honor,  pues,  al  gobierno  que  ha  cumplido  ese  acto  de  justicia  i  de 
humanidad. 


54 


EPISODIOS 

Bit  nmni  belí  compañía. 


La  puerta  de  la  calle  de  la  Bandera  era  sin  disputa  la  que  ofrecia  un 
espectáculo  mas  desgarrador.  Tocaban  las  llamas  al  umbral,  cuando  se 
vio  aparecer  un  estranjero,  inglés  o  norte- americano,  que  precipitándo- 
se dentro  de  las  llamas  parecia  buscar  en  ellas  un  objeto  querido.  Las 
llamas  lo  abrasaron  por  todos  sus  miembros,  la  cabeza  era  un  inmenso 
volcan,  i  sin  embargo  el  desgraciado  atravesaba  la  iglesia  como  un  fan- 
tasma. En  un  momento  se  le  vio  tomar  a  una  mujer  entre  sus  brazos; 
talvez  la  conducía  a  la  salida  cuando  una  columna  de  humo  i  fuego  en- 
volvió  al  intrépido  salvador. 

Jío  se  le  vio  aparecer  mas.  Había  sucumbido  víctima  de  sus  nobles 
sentimientos. 


En  la  noche  del  sábado  último  notaron  los  concurrentes  al  templo 
de  la  Compañía  que  al  prender  la  media  luna  por  donde  principió  el 
incendio,  se  escapó  una  llamarada  que  estuvo  a  punto  de  prender  fue- 
go a  los  adornos  que  con  tanta  profusión  se  habían  colocado  en  el  altar 
mayor.  Afortunadamente  el  que  la  prendía  con  una  lijereza  estraordi- 
naria  logró  apagar  la  llama,  sofocándola  con  los  faldones  de  su  levita. 
Yisto  el  peligro  no  se  procedió  mas  en  aquella  noche  a  quemar  la  me- 
dia luna.  Ah!  ¿Por  qué  no  se  hizo  lo  mismo  en  las  noches  sucesivas? 
¿Por  qué  insistir  después  de  tan  fatal  anuncio  en  prender  una  bujía 
tan  peligrosa? 

Empero,  según  se  nos  asegura,  a  no  haber  sido  aquel  el  oríjen  del 
incendio,  no  le  habría  faltado  otros.  Las  cornisas  del  techo  se  hallaban 
tan  caldeadas  inflamables  por  la  proximidad  en  que  se  encontraban  de 
las  mil  bujías  que  las  circundaban,  que  habría  bastado  la  menor  chispa 
para  causar  el  incendio.  Prueba  de  esto  es  la  rapidez  asombrosa  con 
que  el  fuego  se  comunicó  del  altar  mayor  a  toda  la  techumbre. 


Saliendo  por  la  puerta  principal  que  cae  a  la  plazuela,  la  venerable 
señora  doña  Melchora  Barriga,  viuda  de  Echeverría,  divisó  a  uno 
de  sus  hijos,  don  Julio,  de  15  a  18  años,  que  iba  en  su  busca  para  sal- 
varla. La  señora  con  una  sonrisa  la  mas  tierna  en  que  se  retrataba 
el  dolor  de  su  martirio  i  la  felicidad  de  encontrar  a  uno  de  aquellos  seres 
mas  queridos,  tendió  hácia  el  joven  sus  brazos,  diciéndole  :  sálvame  hijo 
mió!  El  joven  la  toma,  empieza  a  forcejear,  i  ya  abrigábala  esperan- 
za de  sacarla  del  hacinamiento  en  que  se  encontraba,  cuando  dos  sóida- 


dos  con  una  fuerza  extraordinaria  lo  toman  i  lo  quitan  talvez  porque 
veian  en  peligro  su  vida»  El  joven  Julio  vuelve  nuevamente  a  tomar  los 
brazos  de  su  madre  para  socorrerla:  esperanza  inútil!  el  agolpamien- 
to  de  jente  en  aquella  puerta  se  hacia  instantáneamente  mayor  i  la  se- 
ñora Barriga  hubo  de  perderse  para  no  ver  una  sola  vez  mas  a  ningu- 
no de  sus  idolatrados  hijos. 

Una  hora  después  pasaba  en  la  casa  de  la  señora  Barriga  una  esce- 
na la  mas  tierna  i  conmovedora.  Sus  cinco  hijos,  todos  mui  jóvenes, 
habiendo  perdido  la  esperanza  de  abrazar  por  una  otra  vez  siquiera  a 
su  idolatrada  madre,  se  encontraban  arrodillados  en  el  patio  elevando 
a  Dios  las  plegarias  mas  lastimeras  i  haciendo  los  votos  mas  fervien- 
tes de  venerar  su  memoria,  cumpliendo  todos  sus  consejos.  La  ofrenda 
que  en  aquel  momento  tributaba  el  amor  filial,  era  la  mas  digna  i  me- 
recida, 

En  medio  del  mayor  apuro,  cuando  las  llamas  lo  invadian  todo,  un 
hombre  de  blusa,  probablemente  artesano  de  profesión,  consiguió  con 
otros  romper  un  cuadro  de  la  puerta  de  la  derecha  que  da  a  la  capilla 
del  buzón  de  la  Vírjen,  pero  obtenido  esto,  se  encontró  con  una  gran 
mesa  i  detras  de  ella  la  multitud  de  mujeres  agrupadas,  tendidas,  enre- 
dadas, unas  sobre  otras  i  no  consiguiendo  ni  abrir  enteramente  la  puer- 
ta, ni  separar  la  mesa,  trepó  sobre  la  ella  i  mediante  a  sus  esfuerzos 
soberanos,  pudo  salvar  a  cuatro  o  cinco  personas,  arrancándolas  de  la 
masa  que  las  aplastaba,  pero  enteramente  desnudas,  i  ya  desvanecidas 
por  la  asfixia.  Sentimos  no  haber  podido  averiguar  el  nombre  de  este 
sujeto  para  recomendarlo. 

En  esta  misma  puerta  fué  salvada  la  señora  Falcon  de  Garrido  por 
los  esfuerzos  de  un  oficial  al  parecer  de  jendarmes  i  del  señor  don  J. 
A.  de  T. 

Una  señorita  Juana  Covarrubias  fué  salvada  allí  mismo  por  el  arte- 
sano de  que  ántes  hablamos,  i  por  don  I.  A.  de  T.  Este  caballero  pre- 
so a  su  vez  de  cien  manos  que  se  apoderaron  de  él  en  esos  momentos, 
i  cuando  ya  habia  caido  al  suelo,  fué  libertado  por  unos  cuantos  jó- 
venes del  pueblo,  según  es  de  calcular  por  las  blusas  blancas  de  brin 
que  vestian. 


Otro  joven,  guiado  también  por  la  enerjía  i  el  entusiasmo  de  la  con- 
miseración, arrancó  de  la  masa  que  todo  lo  absorbia  para  devorarlo  des- 
pués, a  la  señorita  Rafaela  Correa  i  Valdivieso,  próxima  ya  a  perecer. 

Se  cuenta  de  una  niña,  pero  ignoramos  su  nombre,  que  después  de 
correr  de  un  lado  a  otro  de  la  iglesia  i  viendo  que  era  imposible  atrave- 


—  56  — 

sar  por  sobre  los  montones  que  obstruian  todas  las  puertas,  se  asiló 
debajo  del  asiento  de  un  confesonario;  allí  se  sentia  ensordecida  por  la 
grita  i  los  dolorosos  lamentos  de  los  moribundos,  oia  caer  la  torre,  las 
campanas,  i  el  sordo  rumor  de  las  cornisas  que  se  desprendían.  En  esos 
momentos  trató  de  salir  porque  se  ahogaba  en  su  escondite  i  salió  en 
efecto,  atravesando  por  medio  del  fuego  de  una  atmósfera  de  llamas  i 
ganó  las  puertas,  sin  mas  lesiones  que  el  pelo  chamuscado  i  pequeñas 
quemaduras  en  los  pies.  Algunas  horas  después  un  delirio  de  fiebre 
se  apoderó  de  ella;  la  infeliz  ha  visto,  ha  oido  todo,  pero  lo  que  le  de- 
sespera, lo  que  no  puede  olvidar  es  el  silencio  que  se  siguió  a  los  la- 
mentos :  ese  silencio,  dice  era  la  muerte,  ella  se  creyó  también  sin  vida 
i  no  se  da  cuenta  de  los  hechos  sino  como  se  recuerdan  las  pesadillas 
de  la  calentura. 


Un  caballero  ya  sexajenario  que  se  encontraba  en  una  de  las  puer- 
tas, vio  en  el  interior  a  una  joven  que  imploraba  protección;  condolido 
se  lanzó  por  entre  el  fuego  i  la  tomó  en  sus  hombros  hasta  ponerla  enci- 
ma de  las  víctimas  que  yacian  amontonadas  en  la  puerta,  formando  esa 
muralla  inespugnable  que  interrumpía  la  salvación  de  todos.  La  joven 
como  venia  alzada  en  los  hombros  logró  salvarse  saltando  por  encima; 
pero  el  pobre  anciano,  cansado  con  su  pesada  carga,  no  pudo  salvar  por 
sobre  la  aglomeración  de  cadáveres  i  pereció  víctima  de  su  acto  huma- 
nitario. 


Un  muchacho,  como  de  doce  años,  que  se  encontraba  sobre  una  cor- 
nisa próxima  al  techo  encendiendo  lámparas  i  notando  que  con  el  fue7 
go  se  le  habia  cortado  paso  para  bajarse,  logró  salvarse  dejándose  caer 
por  el  cordel  de  una  de  las  arañas. 


Una  sirviente  del  señor  don  Antonio  Hurtado,  única  que  salvó  de 
entre  cinco  personas  que  han  perecido  de  esa  casa,  refiere  :  que  ella 
estaba  colocada  a  la  mitad  de  la  iglesia,  que  no  creyó  que  siguiera  el 
incendio,  pero  que  cuando  trató  de  salir  ya  las  puertas  estaban  obstrui- 
das ;  que  al  ir  de  un  punto  al  otro  vio  que  gran  número  de  personas 
estaban  acostadas  en  el  suelo ;  que  otras  caian  sin  decir  una  palabra, 
que  al  fin  no  hubo  otros  rumores  que  en  los  grupos  de  las  puertas.  Es- 
ta desgraciada  dotada  de  una  organización  robusta,  después  de  correr 
aquí  i  allá,  logró  salir  por  la  sacristía.  Lo  admirable  es  que  no  tiene 
herida  ni  daño  alguno  en  su  cuerpo,  habiendo  sido  una  de  las  últimas 
que  se  libró. 

Un  hecho  análogo  refiere  una  sirviente  de  la  casa  del  jeneral  Cam- 
pino,  lo  que  hace  creer  que  la  jeneralidad  fué  asfixiada  por  el  humo  i 
que  las  llamas  vinieron  únicamente  a  devorar  los  cadáveres. 

Un  joven  Hurtado  i  Barros,  de  18  a  19  años,  habia  hecho  esfuer- 
zos sobrehumanos  por  escapar,  pero  inútilmente.  Después  de  bregar 


—  57  — 

hasta  el  agotamiento  de  las  fuerzas,  se  retiró  hacia  un  ángulo  del  altar 
de  San  Javier  esperando  la  muerte.  De  repente  oyó  unos  golpes  en  la 
muralla  inmediata  i  al  primer  trozo  que  cayó,  se  lanzó  por  el  socabon 
abierto  donde  pudo  respirar  el  aire  i  escapar  después.  Por  ese  mismo 
punto  huyeron  algunos. 

Se  refiere  que  gran  número  de  las  lámparas  que  iluminaban  la  iglesia 
se  alimentaban  con  gas  líquido.  Desprendidas  de  los  techos  derrama- 
ban una  estensa  columna  de  fuego  azul,  que  caia  sobre  los  vestidos  i 
era  imposible  apagar.  Así  se  comprende  como  al  propio  tiempo  que  el 
techo  se  convertia  en  llamas,  la  concurrencia  desde  la  puerta  princi- 
pal hasta  el  sitio  de  la  cúpula  tan  solo  ofrecia  el  aspecto  de  un  lago  de 
fuego. 

El  único  gas  líquido  que  se  espende  en  Santiago  i  Valparaiso  es  la 
par  afina  o  gas  de  carbón,  líquido  peligrosísimo  en  jeneral,  sobre  todo 
en  las  grandes  concurrencias.  Los  periódicos  de  los  Estados-Unidos 
repiten  diariamente  esplosiones  terribles,  muertes  espantosas  i  acci- 
dentes graves  causados  por  la  ruptura  de  lámparas  de  parafina. 


Hai  quienes  aseguran  que  en  el  momento  de  la  catástrofe  alumbra- 
ban la  iglesia  mas  de  quince  mil  luces.  Otros  rebajan  el  número  hasta 
siete  mil. 

Se  puede  calcular  que  entre  lámparas  de  gas,  lámparas  de  aceite  i 
velas  encendidas,  el  altar  mayor  contenia  no  menos  de  tres  mil  llamas. 

En  cada  una  de  las  capillas  laterales,  incluyendo  las  pilastras  ador- 
nadas que  miraban  a  la  nave  central,  habia  cuatrocientas  luces. 

Pendientes  del  techo  entre  lámparas  de  gas  i  arañas  cubiertas  con 
velas  de  cera  o  de  composición  mas  de  dos  mil. 

Una  cantidad  inmensa  de  adornos  de  papel,  cintas  de  seda,  flores 
de  mano,  trapos  inflamables  distribuidos  en  los  altares,  en  las  colum- 
nas, en  los  techos  i  en  las  lámparas. 

Ocho  grandes  altares  de  madera  con  lienzos  pintados  i  la  mole  enor- 
me del  altar  mayor. 

Las  torres  de  madera,  la  cúpula  que  recien  se  pintaba,  los  techos 
cubiertos  de  pintura  i  perfectamente  secos. 

Muchos  al  contemplar  una  acumulación  tan  imprudente  de  materias 
inflamables  tuvieron  miedo  i  presintiendo  la  desgracia  se  retiraron.  Un 
caballero  Márquez  de  la  Plata  no  habia  llegado  aun  a  su  casa  cuando 
se  le  anunciaba  la  catástrofe. 

Innumerables  son  los  episodios  conmovedores,  las  patéticas  escenas, 
los  trájicos  incidentes  de  aquella  noche  horrible  i  para  siempre  memo- 
rable. 


Un  muchacho  como  de  16  años  entró  por  la  puerta  del  corredor  de 
la  iglesia,  como  loco  de  ansiedad,  a  buscar  a  su  anciana  madre,  como  de 

8 


—  58  — 

60  años  de  edad.  Eran  como  las  ocho  de  la  noche.  Un  laberinto  de 
hombres  que  forcejeaban  por  sacar  mujeres,  i  de  personas  casi  exánimes 
que  pugnaban  por  salir  de  la  hoguera  i  por  desprenderse  de  las  llamas 
que  las  abrumaban,  se  presentó  a  la  vista  de  aquel  desgraciado  mucha- 
cho. Llevaba  éste  un  saco  o  bolsa  en  la  mano.  Yer  i  abalanzarse  a  su 
madre  fué  to<jlo  uno ;  pero  estaba  achicharrada.  Sin  embargo,  así  en 
ese  estado  guarda  su  sagrado  depósito  en  la  bolsa  i  echándosela  a  la  es- 
palda sale  para  afuera.  Es  detenido  por  uno  o  varios  soldados  que  le 
dicen  que  no  puede  llevarse  una  persona  muerta. — ¡Es  mi  madre!  dice 
el  muchacho  angustiado. — No  puede  salir ;  deje  eso  ahí,  le  dicen  los 
soldados.  Insistió  el  desgraciado  hijo  con  tanto  ardor  i  tanta  enerjía 
que  hubieron  de  dejarle  salir  libremente.  I  así  pudo  salir  con  su  saco  i 
llevárselo  a  su  casa.  Este  cuadro  patético  consternó  grandemente  a  los 
que  lo  presenciaron. 

Otro  hombre  en  aquel  mismo  lugar  de  la  precedente  escena  no 
fué  tan  feliz  como  el  anterior,  porque  al  querer  llevarse  en  peso  a  su 
esposa  ya  cadáver,  se  lo  estorbaron  firmemente.  En  vano  esclamaba 
con  el  acento  mas  dolorido  que.  desgarraba  el  corazón  de  los  que  le 
oyeron : — ¡Por  Dios!  Déjenme.  [El  último  día  que  vengo,  a  ver  mi  mu- 
jer! ¿Por  qué  me  la  quitan? 

Una  niña  de  veinte  i  tantos  años  que  tuvo  la  suerte  de  salvar 
milagrosamente  del  foco  de  la  apretura  i  del  fuego,  refiere  que  se 
vio  rodeada  de  un  montón  de  jente  que  no  le  permitían  dar  un  paso. 
Cayó  una  lamparilla  de  aceite  sobre  su  cabeza  i  espaldas  que  empeza- 
ron a  quemarse.  Haciendo  entonces  un  esfuerzo  sobrenatural,  logra 
desasirse  del  pelo  que  la  envolvía,  i  trata  de  salir,  pero  se  ve  retenida 
por  la  crinolina ;  forceja  por  arrancársela  i  al  fin  lo  consigue.  Dio  al- 
gunos pasos  i  la  tomaron  de  los  pies ;  pero  las  manos  que  los  tenian 
asidos  se  quedaron  con  los  zapatos  de  ella.  Echó  a  andar  (correr  era 
imposible)]por  entre  el  fuego  i  por  fin  se  vio  salva  fuera  de  la  sacristía. 


Otra  señora,  doña  Jertrudis  Sierra,  se  desató  la  crinolina  i  se  la 
quitó,  i  al  ponerse  en  salva  par,  este  arbitrio  dio  su  manto  a  otra  que 
se  salvaba  pero  enteramente,  desnuda. 


En  los  momentos  de  principiar  el  incendio  algunas  damas  devotas 
creyeron  que  aquello  no  seria  de  consecuencia  i  que  era  mejor  no 
moverse,  en  lugar  de  apresurarse  a  salir  con  tiempo,  Una  de  ellas  fué 
la  señora  doña  T**  L.  de  I.  Su  hija  la  señorita  C**  que  salvó  de 
aquella  horrible  hecatombe  la  instó  para  salir  pronto.  "No,  la  dijo  la 
respetable  señora :  quedémonos ;  no  pierdas  tu  lugar."  Redobló  sus 
instancias  la  joven  con  desesperación.  Al  redoblarse  el  púnico  i  la  con^ 


—  59  — 

fusión  i  a  la  creciente  invasión  del  fuego  abrasador,  vino  la  señora  a 
tratar  de  salir,  conociendo  el  peligro  que  corría.  Ya  la  hija,  separada  de 
su  madre  por  otras  mujeres,  se  habia  dado  prisa  a  ponerse  en  salvo, 
lo  que  consiguió,  no  sabemos  si  por  la  puerta  de  la  sacristía.  Pero  para 
la  señora  L**  ya  era  tarde :  la  multitud  le  obstruia  el  paso  en  los  mo- 
mentos en  que  el  fuego  aun  no  habia  invadido  todos  los  ámbitos  del 
templo.  Cuando  pugnaba  en  vano  por  salir  viendo  ya  la  muerte,  en  ese 
supremo  instante  alcanzó  a  ver  a  su  hijo  don  L**  I**  que  por  salvarla 
habia  ido  allí.  La  señora  murió  sofocada. 

Un  joven  que  en  aquellos  momentos  de  confusión  fué  a  sacar  por 
una  de  las  puertas  de  la  iglesia  a  las  mujeres  que  querían  salir  i  no 
podían,  tomó  a  una  de  la  mano.  Al  instante  se  le  aferraron  del  levita 
otras  que  luchaban  con  la  muerte.  Tuvo  que  soltar  aquella  mano  i 
quitarse  pronto  el  levita  para  salvar  la  vida. 


Otro  (un  oficial,  según  dicen),  fué  a  hacer  lo  mismo  que  el  an- 
terior: queriendo  sacar  a  una  sola  mujer,  se  asieron  de  sus  brazos 
unas  seis  mujeres  que  no  quisieron  soltarlo,  por  mas  que  él  trató  de 
desprenderse.  Arrastrado  por  las  de  adentro,  se  creyó  perdido  irremi- 
siblemente,— "¡Favorézcanme,  favorézcanme!  gritaba  aterrado  i  con 
las  ansias  de  la  muerte,  dirijiéndose  a  los  de  afuera  que  esto  presen- 
ciaban; pero  fué  inútil  tanto  clamor,  pues  los  de  afuera  no  se  atre- 
vieron a  favorecerlo  por  no  perecer  también  víctimas  de  su  buen  co- 
razón. 

Otro  individuo  que  se  encontró  retenido  por  las  almas  de  aquel 
horroroso  purgatorio,  tuvo  que  repartir  bofetones  con  una  mano  libre 
a  las  manos  que  lo  tenían  asido ;  solo  por  este  medio  escapó  de  la  muerte. 


Refieren  que  una  viejita  de  60  a  70  años  que  estaba  en  medio  de 
la  iglesia  cuando  sobrevino  el  incendio,  se  subió  al  altar  de  San  Luis; 
desde  allí  saltó  sobre  un  montón  de  mujeres  caídas  que  obstruia  la 
puerta,  i  pasando  lo  mas  lijero  que  pudo  por  encima  de  ellas,  dio  un 
salto  al  corredor  se  puso  en  salvo. 

Cuentan  de  una  animosa  señorita  Orella  que,  habiendo  logrado 
escapar  del  incendio,  suplicó  encarecidamente  a  varios  hombres  fuesen 
a  tal  punto  a  sacarle  a  su  madre  i  hermanas;  se  negaron  aquellos  por 
el  inminente  peligro  que  corrían.  Echóles  la  señorita  en  cara  su  co- 
bardía, su  falta  de  compasión,  i  viendo  que  era  inútil  toda  súplica,  se 
precipitó  ella  misma  al  lugar  de  la  iglesia  donde  habia  dejado  a  sus 
parientes  i  sacó  a  su  madre. 


—  60  — 

Arrostrando  todo  peligro  e  impelido  por  el  amor  i  la  compasión, 
arrojóse  un  joven  que  conocemos  a  salvar  la  vida  de  una  madre  i  de 
su  hija,  de  la  cual  él  estaba  apasionado.  Logró  tomarlas  de  entre  las 
que  luchaban  por  salir ;  mas  a  los  pocos  pasos  le  arrebataron  a  la  niña 
las  medio  asfixiadas,  i  dejáronle  solo  con  la  madre  a  quien  trajo  a 
puerto  de  salvación.  La  niña  tuvo  que  perecer,  viendo  el  intrépido 
joven  premiada  a  medias  tan  heroica  acción. 


Cada  uno  narra  una  escena  a  cual  mas  triste,  de  la  que  ha  sido 
testigo  presencial,  o  de  oidas,  o  actor  en  ella.  Uno  de  estos  nos  refiere 
que  un  viejito  vio  desde  afuera  a  su  hija  que  le  llamaba  en  su  socorro 
con  la  ansiedad  de  la  muerte.  Precipitóse  a  salvarla.  La  tomó  i  venia 
trayéndola  en  hombros  para  la  puerta  cuando  se  halló  detenido  por  una 
apiñada  multitud  de  mujeres  agolpadas,  que  le  cierran  el  paso.  La  niña 
se  salvó  pasando  por  encima  del  pelotón  de  mujeres,  i  el  anciano  padre 
que  fué  a  socorrerla,  pereció  envuelto  por  los  mantos  i  crinolinas. 

Un  caballero  dio  unos  pocos  pasos  del  dintel  de  una  puerta  de  la 
iglesia,  tan  pronto  como  reconoció  lo  cerca  que  estaba  allí  su  mujer 
para  salvarla.  La  tomó  i  envolvió  no  sabemos  si  con  la  alfombra,  i 
se  la  echó  al  hombro.  ¡Oh  fatalidad!  La  que  habia  salvado  no  era  su 
esposa  idolatrada:  era  una  sirviente  estraña. 


El  que  esto  escribe  vió  en  la  plazuela  de  la  Compañía  a  un  estran- 
jero,  fuera  de  sí,  lleno  de  desesperación,  luchar  contra  varios  amigos 
que  le  contenian,  pues  estaba  decidido  a  precipitarse  al  templo  incen- 
diado a  ver  a  su  mujer,  cuyo  nombre  repetia  con  el  acento  mas  aterran- 
te i  desgarrador. 

En  la  mañana  de  aquella  noche  fatal  habian  comulgado  en  la  mis- 
ma iglesia  unas  dos  mil  quinientas  personas,  según  dicen.  Es  natu- 
ral creer  que  la  mayor  parte  de  las  víctimas  de  la  catástrofe,  si  no  to- 
das, murieron  en  gracia  de  Dios.  No  obstante,  en  los  momentos  del 
incendio,  el  presbítero  Huberdault  se  acercó  a  las  puertas  de  la  iglesia 
corriendo  algún  peligro,  i  dio  su  absolución  a  las  desgraciadas  que 
adentro  de  la  iglesia  perecían  en  medio  de  las  voraces  llamas. 


La  mayor  parte  de  la  jente  se  ha  quemado  en  la  iglesia  después  de 
asfixiada. 

Todo  el  mundo  apoya  con  entusiasmo  i  por  un  espíritu  humanita- 
rio la  idea  de  la  pronta  demolición  del  templo  de  la  Compañía.  Nadie 
dejará  de  estar  inquieto  con  razón  hasta  que  no  se  derriben  desde  sus 


—  61  — 

cimientos  las  ruinosas  murallas  de  esa  iglesia.  Con  este  objeto  desde 
ayer  tarde  (10)  se  buscan  suscriciones  i  firmas  para  una  acta  en  que  se 
propone  solicitar  del  gobierno  el  terreno  que  ocupaba  la  iglesia  i  la 
destrucción  de  sus  muros,  para  formar  allí  un  jardin,  en  cuyo  centro 
se  ele  varia  un  monumento  de  mármol,  como  el  único  espiatorio  i 
que  represente  a  las  edades  venideras  el  profundo  dolor  que  nos  agovia 
i  recuerde  la  mas  horrible  de  las  catástrofes.  Pero  se  oponen  a  ello 
algunos  miembros  de  clero,  porque  dicen  que  ese  sitio  ha  sido  ocupado 
por  un  templo  consagrado,  i  que  por  lo  tanto,  no  debe  profanarse,  i 
porque  el  clero  necesita  una  iglesia  propia. 

Desde  luego  las  murallas  de  este  templo  están  ruinosas,  i  habiendo 
resistido  a  tres  incendios,  uno  en  la  época  de  dominación  de  los  jesuítas, 
otro  en  1841  i  otro  el  8  del  presente,  no  es  posible  ni  conveniente  ni 
humanitario  que  vuelva  a  reedificarse  sobre  esos  muros.  La  parte  de 
ellos  que  da  a  la  calle  de  la  Bandera  amenaza  desplomarse  hacia  aden- 
tro. Otro  templo  en  ese  mismo  terreno  i  dentro  de  esas  murallas  seria 
no  solo  un  peligro  evidente  de  otra  catástrofe  como  la  que  llora- 
mos amargamente,  sino  también  una  constante  amenaza  de  destruc- 
ción contra  los  edificios  contiguos  del  Congreso,  del  Museo  i  Bi- 
blioteca Nacionales,  i  de  la  manzana  entera  dentro  de  la  cual  está  la 
Catedral,  los  cuales  el  8  del  presente  han  salvado  milagrosamente.  No 
es  posible  esponerse  a  nuevos  i  mayores  males  con  la  reedificación  de 
ese  templo. 

El  clero  puede  tener  su  iglesia  en  cualquier  otro  sitio  distante.  El 
Estado  puede  cederle  para  ello  un  sitio  especial.  I  el  templo  que  el 
clero  construya  debe  estar  rodeado  de  puertas  casi  por  todas  partes  como 
los  ele  Europa,  como  el  nuevo  de  la  Recoleta  Dominicana,  sostenidos 
solo  por  firmes  columnas  de  hierro.  De  este  modo  se  da  libre  acceso  a 
la  multitud  que  en  los  momentos  angustiosos  de  un  terremoto  o  de  un 
incendio  voraz  i  repentino  se  agolpa  despavorida  a  las  puertas  del 
templo. 

Los  templos  que  en  adelante  se  construyan  deben  consultar  esa 
medida  salvadora,  i  tanto  ellos  como  los  existentes  deben  tener  cada 
uno  sus  bombas  dispuestas  para  cualquier  caso  de  incendio  de  altar. 
Esto  lo  aconsejan  la  esperiencia,  el  buen  sentido,  la  humanidad. 

De  las  dos  mil  personas  que  se  calcula  han  dejado  de  existir  has- 
ta hoi,  mas  de  600  pertenecen  a  familias  decentes,  conocidas  i  aco- 
modadas. El  número  de  las  sirvientes,  lo  repetimos,  es  incalculable. 
Lo  mas  sensible  es  que  han  sucumbido  cabalmente  las  mas  buenas,  las 
mas  virtuosas,  las  mas  fieles  i  amantes,  las  que  contaban  desde  ocho  a 
diez  años  hasta  cuarenta  i  mas  años  de  servicio  i  de  fidelidad  a  unos 
mismos  patrones.  Esto  ha  ocasionado  u/ua  gran  carencia  de  domésticas, 
de  lavanderas,  etc. 


—  62  — 

Todavía  quedan  algunos  cadáveres  en  el  templo  incendiado,  apesar 
de  haber  sacado  ayer  mil  doscientos  i  tantos  en  carretones  i  carretas. 
Continúan  las  escavaciones.  Trasciende  a  mucha  distancia  del  sitio  del 
desastre  el  mal  olor  de  los  cadáveres,  i  principalmente  de  la  grasa 
de  cuerpos  humanos  que  dejaron  allí  las  personas  quemadas.  Han  sido 
encontrados  muchos  relojes,  anillos  i  pendientes  que  han  sido  devueltos 
a  las  respectivas  familias. 

En  las  grandes  desgracias  que  de  t?rdé  en  tarde  han  aflijido  a  la 
humanidad  se  ha  observado  coincidencias  aterrantes. 

Cinco  años  de  existencia  contaba  la  hermandad  de  las  hijas  de  Ma- 
ría. Al  terminar  de  cada  año  se  celebraba  una  comunión  jeneral,  des- 
pués de  la  que  se  repartían  papeles  con  la  imájen  de  la  Vírjen  i  algunos 
versos  al  pié.  Los  papeles  llevaban  este  título :  Recuerdo  de  la  primera 
comunión  jeneral,  Recuerdo  de  la  segunda  comunión  jeneral,  etc.  El  co- 
rrespondiente al  año  de  1862  llevaba  el  título  de  Recuerdo  de  la  cuarta 
comunión  de  las  hijas  de  María.  Al  del  presente  año  correspondía  el 
número  quinto. 

Tenemos  a  la  vista  el  papel  repartido  en  el  mismo  dia  de  la  desgra- 
cia. Su  título  es:  Recuerdo  de  la  ultima  comunión  jeneral  de  las  hijas 
de  María  en  el  año  de  1863. 

Las  infelices  hijas  de  María  habiañ  sido  convidadas  con  instancia 
para  asistir  la  noche  del  mártes.  El  presbítero  ligarte  les  habia  dicho 
tenia  que  anunciarles  un  gran  secreto. 


Hasta  ayer  a  la  tarde,  se  habían  dado  por  la  Intendencia  siete  órdenes 
para  el  inventario  de  los  muebles  i  útiles  de  siete  casas  que  han  que- 
dado enteramente  deshabitadas  por  el  fallecimiento  de  sus  respectivos 
dueños  en  la  catástrofe  del  mártes. 


Entre  los  hechos  mas  notables  acaecidos  en  la  Compañía,  se  men- 
ciona el  de  una  señorita  Verdugo,  la  cual  en  medio  del  asombro  jene- 
ral apareció  sobre  las  murallas  incendiadas  i  se  arrojó  desde  allí  al 
suelo,  cayendo  felizmente  viva  i  sin  grandes  lesiones.  jNo  pudiendo 
salir  por  las  puertas,  trepó  por  un  altar,  ganó  las  cornisas  i  de  allí  no 
sabemos  como  trepó  sobre  los  muros.  Si  este  suceso  no  hubiera  tenido 
quinientos  testigos  seriamos  los  primeros  en  negarlo  redondamente, 
pero  un  pueblo  entero  lo  ha  presenciado  i  nos  sirve  de  garantía. 


La  fosa  común  en  que  van  a  sepultarse  las  víctimas  del  incendio  con- 
tiene veinticinco  varas  en  cuadro  i  se  ocupan  en  cavarla  cerca  de  dos- 
cientos hombres.  Para  neutralizar  el  hedor  de  la  putrefacción,  se  ha 
arrojado  a  las  masas  de  cadáveres  gran  cantidad  de  cloruro  de  cal  i 
otras  materias  que  disminuyan  los  miasmas. 


—  63  — 

Solo  siete  personas  han  podido  ser  reconocidas  por  sus  deudos  i  esto 
mas  como  hipótesis  que  como  realidad ;  tristísimo  consuelo  que  ni  aun 
ha  sido  dado  a  tanta  amargura!  Varios  hermanos  i  parientes  de  la  se- 
ñora Larrain  de  Irarrázabal  han  trabajado  todo  el  dia  de  ayer  en  el 
cementerio  buscando  su  cadáver,  pero  en  vano ;  han  reconocido  unas 
tras  otras  todas  esas  osamentas,  interrogado  a  todos  los  signos,  pero 
lo  repetimos,  todo  en  balde.  La  fosa  común,  la  madre  tierra  será  su 
lecho,  separada  de  la  hija  querida  que  murió  junto  con  ella. 


Para  aumentar  aun  mas  si  esto  es  posible  las  desesperantes  escenas 
del  mártes,  nos  refieren  haberse  encontrado  al  lado  de  sus  madres  cria- 
turas recien  nacidas,  fetos  informes  condenados  a  la  muerte  ántes  de 
nacer!  Porvenir  de  la  patria!  esperanza!  todo,  ha  caido  ahí  al  soplo  de 
las  llamas  i  encendidas  por  la  ignorancia,  por  la  locura,  adueñadas  de 
nuestras  familias! 


Se  creyó  haber  reconocido  en  la  Compañía  el  cadáver  de  la  otra  de 
las  señoritas  Lecaros  fallecidas,  la  misma  juventud,  un  lindísimo  ros- 
tro de  quince  años,  una  cabellera  dorada  como  la  de  los  ánjeles ;  pero 
por  desgracia  los  jirones  que  aun  la  cubrían,  no  eran  los  de  la  niña 
que  con  tanto  anhelo  se  buscaba.  Los  ánjeles  se  asemejan  entre  sí. 


—  64  — 


LOS  AMERICANOS  DEL  NORTE 

EN  EL  INCENDIO  DE  LA  COMPAÑIA. 

No  en  vano  se  reconcilian  los  pueblos  i  se  aman.  No  en  vano  dan 
las  sociedades  hospitalidad  jenerosa  a  las  almas  buenas  i  a  los  corazones 
elevados.  Hai  horas  solemnes  en  que  la  mano  de  Dios  se  encarga  de 
poner  en  evidencia  esos  nobles  vínculos  de  la  fraternidad ;  i  esa  hora 
es  la  que  todos  hemos  visto  llegar,  en  las  gradas  candentes  del  templo 
de  la  Compañía,  para  nuestros  hermanos  los  ciudadanos  de  la  libre 
i  magnánima  Union  del  Norte,  en  la  noche  horrible  del  8  de  diciembre 
de  1863! 

Hace  mui  pocos  años  que  el  nombre  de  americanos  del  Norte  era  en- 
tre nosotros  solo  un  recelo,  una  antipatía  o  una  amanaza.  Pero  puesta 
en  claro  la  cuestión  del  filibusterismo  que  tenia  su  guarida  entre  los 
esclavócratas  del  Sur,  i  que  solo  encontraba  reprobación  i  oprobio  en 
los  Estados  libres  del  Norte,  la  reacción  de  la  justicia  comenzó  a 
operarse  en  los  ánimos.  I  Guando  vimos  a  esa  nación  del  Norte  levan- 
tarse como  un  solo  hombre  para  ir  a  reprimir  la  audacia  de  los  ampa- 
radores de  Guillermo  Walker  i  de  los  sacrificadores  de  J ohn  Brown, 
esa  reacción  se  convirtió  en  una  sincera  simpatía,  que  las  victorias  de 
la  Union  han  fortificado  tanto  como  sus  reveses. 

Tal  conducta  nuestra  ha  encontrado  la  mas  cordial  reciprocidad  de 
parte  de  los  americanos  del  Norte  residentes  entre  nosotros.  Su  repre- 
sentante, el  digno,  el  cortes  i  popular  Tomas  H.  Nelson,  se  ha  puesto 
el  primero  en  medio  del  pueblo  chileno,  participando  de  todas  sus  fes- 
tividades nacionales  i  asociaciones  públicas,  haciéndonos  oir  su  elocuen- 
te palabra  no  solo  en  los  despachos  oficiales  que  dirije  a  su  gobierno, 
sino  en  todas  las  arengas  que  nos  ha  hecho  escuchar  en  los  banquetes 
populares.  La  conducta  del  Sr.  Meiggs,  especialmente  para  con  el  pue- 
blo trabajador  i  las  clases  indij entes,  "es  demasiado  conocida  para  que 
lo  recordemos  aquí  como  un  elqjio  así  como  la  de  que,  a  ejemplo  suyo, 
han  usado  todos  sus  subalternos.  Recordemos  solo  que  al  entusiasmo 
de  uno  de  ellos  se  debe  la  erección  del  monumento  espiatorio  de  Ma- 
nuel Rodríguez,  en  la  quebrada  de  Tiltil  i  la  suntuosa  fiesta  popular 
con  que  se  inauguró." 

Pero  la  cordialidad  de  los  americanos  i  de  los  chilenos  no  debia  mani- 
festarse solo  al  libar  de  las  copas  en  los  alegres  festines.  Llegó  la  hora 
de  la  catástrofe,  i  ellos  fueron  entre  los  mas  apresurados  en  venir  a 
ofrecer  el  ausilio  jeneroso  de  sus  fuerzas  i  de  su  abnegación. 

De  los  primeros  en  llegar  a  las  puertas  de  la  Compañía,  devoradas 
ya  por  el  fuego,  fueron  precisamente  el  Sr.  Nelson  i  el  cónsul  de 
Estados-Unidos  en  Valparaíso,  Mr.  Silvey,  que  residiendo  en  la  in- 
mediata vecindad  del  templo,  trabajaron  personalmente  desde  el  prin- 
cipio, esponiendo  sus  propias  vidas  para  salvar  algunas  víctimas.  Otro 


—  65  — 

tanto  hicieron  los  Sres.  Meiggs,  Keitli  i  algunos  ex-empleados  del 
ferrocarril  de  Valparaíso  que  en  esa  hora  estaban  reunidos  en  casa  del 
primero,  calle  de  Duarte,  dos  tercios  de  milla  distante  del  sitio  de  la 
catástrofe.  Nosotros  mismos  encontramos  a  los  señores  Meiggs  i  Keith 
en  esa  terrible  noche  con  el  rostro  deshecho,  los  vestidos  desgarrados, 
empapados  de  agua  i  con  voz  enronquecida  hasta  no  poder  hablar  ;  i 
habiendo  preguntado  al  primero  si  creia  que  habian  muerto  algunas 
personas  dentro  del  templo,  nos  contestó  con  una  voz  que  nos  heló  la 
sangre  Thousands  (Miles!)  Ai?  Era  uno  de  los  pocos,  el  único  quizá  que 
no  se  habia  equivocado  en  aquella  angustiosa  hora  de  indescribible  con- 
fusión! Nos  aseguran  que  el  Sr.  Meiggs  se  hacia  empapar  de  propó- 
sito para  entrar  al  medio  de  las  llamas.  Esto  no  es  solo  humanidad : 
es  heroismo! 

Por  dicha  nuestra,  estos  sentimientos  no  son  solo  la  espresion  de  un 
aprecio  individual.  Los  dos  documentos  públicos  que  vamos  a  consig- 
nar en  seguida,  i  para  cuya  publicación  hemos  sido  autorizados  por  el 
ministro  del  ramo,  ponen  en  alto  relieve  todo  cuanto  hemos  dicho  sobre 
la  confraternidad  de  ámbos  pueblos. 

Puedan  esas  elocuentes  piezas  i  estas  débile»  líneas  llevar  a  los  ciu- 
dadanos de  la  Union,  no  solo  en  Chile,  sino  en  el  universo  entero,  la 
espresion  de  la  gratitud  profunda  que  por  su  noble  conducta  les  deben 
los  chilenos. 

Los  documentos  dicen  así : 

"Santiago  de  Chile,  diciembre  11  de  1863. 

ec A  S.  E.  el  secretario  de  R.  E.  de  la  República. 
"Señor: 

"Tengo  el  honor  de  dirijirme  a  V.  E.  para  espresarle  en  nombre  de 
los  ciudadanos  americanos  residentes  en  Chile  i  en  el  mió  propio 
nuestro  profundo  i  vivo  resentimiento  por  la  terrible  desgracia  que  en 
la  tarde  del  martes  último  sobrevino  a  esta  ciudad,  trayendo  la  desola- 
ción i  el  dolor  al  seno  de  tantas  familias,  i  el  duelo  a  los  corazones  de  to- 
da la  comunidad. 

"El  gobierno  i  el  pueblo  a  quienes  represento  se  sentirán  sobrecoji- 
dos  del  mas  profundo  pesar  cuando  reciban  esta  triste  noticia.  Una 
calamidad  tan  aterrante  i  horrible  no  tiene  igual  en  la  historia  del 
mundo. 

"Plegué  a  Aquel  que  guarece  del  viento  al  cordero  esquilado  dig- 
narse consolar  a  los  desamparados  i  aflijidos,  i  esta  tremenda  dispensa- 
ción de  su  providencia  recuérdenos  en  todo  momento  la  instabilidad 
de  la  vida  i  la  necesidad  de  hallarnos  siempre  preparados  para  acudir 
a  su  llamamiento, 

9 


—  66  — 

"Tengo  el  honor  de  reiterar  a  V.  E.  las  seguridades  de  la  mas  alta 
consideración  i  respeto,  quedando  de  V.  E. 

"Obsecuente  servidor. 

"Thomas  JET.  Nelson." 


"Santiago,  diciembre  12  de  1863. 

"He  tenido  el  honor  de  recibir  la  nota  que  US.  se  ha  servido  diri- 
girme ayer  para  significarme  el  profundo  sentimiento  causado  en  el 
ánimo  de  US.  i  en  el  de  sus  conciudadanos  residentes  en  Chile  por  la 
terrible  desgracia  acaecida  en  esta  ciudad  el  mártes  8  del  que  rije,  la 
cual  ha  llevado  el  dolor  al  seno  de  numerosas  familias  i  ha  cubierto  de 
luto  a  toda  la  población.  Así  mismo  me  manifiesta  US.  que  el  go* 
bierno  i  pueblo  a  quienes  US.  representa,  esperimentarán  el  mas  vivo 
pesar  cuando  reciban  la  noticia  de  esta  catástrofe,  i  concluye  US.  es-» 
presándome  sus  votos  porque  el  Señor  conceda  consuelo  a  los  aflijidos 
i  desamparados,  i  haga  que  todos  considerando  la  instabilidad  de  la  vi- 
da, estén  siempre  preparados  para  obedecer  a  los  decretos  de  la  Pro- 
videncia. 

"Mi  gobierno  se  ha  instruido  con  viva  gratitud  de  lo  que  dejo  es- 
puesto, i  ha  encontrado  en  la  comunicación  de  US.  al  mismo  tiempo 
que  un  alivio  al  dolor  con  que  ha  sido  aflijido  por  esta  calamidad  pú- 
blica, una  nueva  prueba  de  los  fraternales  sentimientos  que  animan  a 
US.  i  a  sus  dignos  compatriotas  en  favor  de  nuestra  República.  Los 
jenerosos  i  activos  esfuerzos  que  US.  i  ellos  desplegaron  el  mártes  por 
salvar  a  las  interesantes  víctimas  del  espantoso  incendio,  habían  ya  em- 
peñado la  gratitud  de  mi  gobierno,  la  cual  se  ha  reavivado  con  la  pre- 
sente manifestación. 

"Al  comunicar  a  US.  lo  que  precede,  cumplo  con  un  especial  encar- 
go de  S.  E.  el  presidente  de  la  República  para  asegurar  al  honora- 
ble representante  i  a  los  ciudadanos  de  los  Estados-Unidos  que  han  to- 
mado parte  en  nuestro  público  duelo,  que  la  noble  conducta  observa- 
da por  ellos  en  tan  triste  ocasión,  será  recordada  siempre  con  reconoci- 
miento por  el  pueblo  i  gobierno  chilenos. 

"Sírvase  US.  aceptar  la  espresióh  de  los  sentimientos  de  mi  mas 
distinguida  consideración  i  aprecio,  con  que  soi  de  US. 

"A  i  S.  S. 

"Manuel  A.  Tocomah. 


«Al  señor  Encargado  de  Negocios  i  Ministro  Plenipotenciario  de  los  Estados-Uni- 
dos de  Norte- América.?' 


—  67  — 


A  LA  JUNTA  CENTRAL  DE  SOCORROS  PARA  LOS  HUERFANOS  I 
DESVALIDOS. 

Señores : 

Los  infrascritos,  nombrados  para  recabar  de  los  ciudadanos  de  los 
Estados-Unidos,  residentes  en  ésta,  una  suscricion  a  favor  de  los  infe- 
lices que  se  quedaron  desamparados  por  la  muerte  de  sus  protectores 
naturales,  en  la  espantosa  catástrofe  del  8  del  presente,  habiendo  de- 
sempeñado el  cargo  que  se  les  confirió,  tienen  el  honor  de  incluir  a 
Udes.  una 'nómina  de  los  erogantes  i  de  remitir  con  la  presente  la  suma 
de  dos  mil  ochocientos  i  cincuenta  i  cuatro  pesos,  monto  de  dicha  sus- 
cricion. 

Esperando  que  pueda  en  algo  aliviar  las  desgracias  de  los  huérfanos 
desamparados  i  desvalido*:,  son  de  Udes. — Atentos  seguros  servidores. 

Enrique  Meiggs.— -Jas.  B.  Ilill.—E.  C.  Du  Bois. 


Thomas  H.  Nelson  ,   100 

Carlos  S.  Rand  ............  100 

Abner  I.  Pearce, . „  6 .....   100 

Luis  Ruavephus...,   100 

Juan  A.  Baanard   100 

Edward  Koíie  ,   100 

Charles  C.  Greene   100 

Alois  Feigelstock   100 

Jesse  L.  Wetmore     100 

John  L.  Thorndike  M  100 

John  Campbell     100 

Gustavus  Ames   100 

Clack  Hotíister   100 

Edward-B.  Candee   100 

Benjamín  T.  Mahan   100 

James  Me.  Gilí   100 

Thomas  Braniff  p.  p   100 

Charles  T.  Hillman  ,  100 


Al/rente....,,   1,80Q 


Del  frente  .1,800 


ílenry  M.  Keith   100 

John  G.  Meiggs   100 

ManfredB.  Meiggs   100 

Hcnry  H.  Meiggs   100 

Minor  K.  Meiggs     100 

Tannie  K.  Meiggs   100 

Edward  C.  Du  Bois   100 

Joseph  B.  HilU   100 

Henry  Meiggs   100 

W.  H.  Lum.T   20 

W.  H.Cilley.   20 

Daniel  Baldwin  .....   20 

Carlos  F.  Pearce....   20 

George  Cotton   20 

A.  Andrews.   20 

B.  R.  Robrason.....  .......  20 

David  P.  Thayer.   4 


Ps.  2,844 


GOBIERNO  DE  LA  DIOCESIS. 

ARZOBISPADO  DE  SANTIAGO  DE  CHILE. 

Santiago,  diciembre  10  de  1863. 

La  amargura  del  dolor  profundo  que  ha  causado  en  los  ánimos  de 
todo  el  vecindario  de  toda  esta  ciudad  la  desventurada  catástrofe  del 
ocho  del  que  rije,  no  debe  hacernos  olvidar  que,  entre  las  víctimas  de 
las  llamas  del  abrasador  incendio,  a  las  que  solo  podemos  aliviar  con 
nuestros  sufrajios,  las  hai  que  necesitan  otro  jénero  de  socorros.  Muchas 


—  68  — 

de  las  que  perecieron  eran  madres  de  familia  que  kan  dejado  en  la  or- 
fandad i  duelo  criaturas  desventuradas  i  desvalidas  que  pendian  de 
ellas,  a  las  que  es  forzoso  alargar  una  mano  caritativa.  Conviene,  sin 
embargo,  asegurarse  por  los  medios  posibles,  que  a  las  verdaderas  de- 
samparadas no  se  junten  otras  que  no  lo  son ;  así  mismo  que  solo  se 
acuda  a  la  caridad  pública  en  cuanto  baste  para  el  remedio  del  mal 
efectivo  i  real.  Al  efecto,  hemos  creído  encargar  a  Udes.  que,  cercio- 
rándose primero  del  número  i  circunstancias  de  las  desamparadas,  soli- 
citen las  limosnas  suficientes  i  adopten  los  socorros  a  la  clase  de  nece- 
sidad de  cada  una.  Prevenimos  a  Udes.  que  conviene  el  que  asocien 
a  Udes.  algunos  otros  vecinos,  i  desde  luego  les  anunciamos  que  espon- 
táneamente han  venido  a  ofrecernos  sus  servicios  clon  J avier  Zañartu  i 
don  Joaquin  Blest  Gana. — Dios  guarde  a  Ud. — Rafael  Valentín, 
arzobispo  de  Santiago. 

Al  señor  prebendado  doctor  don  José  Manuel  Orrego  i  presbítero  don  Javier  Lazo. 


Santiago,  diciembre  17  de  1863. 

Es  necesario  dejar  constancia  en  los  libros  parroquiales  del  falleci- 
miento de  las  personas  que  desgraciadamente  sucumbieron  en  el  incen- 
dio de  la  iglesia  déla  Compañía,  el  8  del  que  rije,  para  que  haya  como 
acreditar  a  los  que  les  interesa  hacerlo,  la  verdad  de  dicho  fallecimiento. 
Natural  es  que  el  dolor  i  consternación  de  los  deudos  interesados  no  les 
haya  dejado  advertir  el  daño  que  puede  ocasionarles  la  omisión  del 
asiento  de  la  respectiva  partida,  i  que  por  esta  razón  hayan  dejado 
de  ocurrir  a  Ud.  para  dar  el  correspondiente  aviso,  por  lo  mismo 
es  preciso  suplir  la  falta  procurando  Ud.  amonestar  en  el  púlpito,  en  la 
misa  parroquial  i  en  todas  las  ocasiones  que  mas  convenga,  a  todos  sus 
feligreses  que  tengan  deudos  o  allegados  entre  los  finados  para  que 
acudan  a  acreditar  la  muerte  i  dar  los  datos  necesarios  para  el  asiento  de 
la  partida.  También  podrá  Ud.  valerse  de  las  listas  de  nombres  de  los 
fallecidos  que  se  han  publicado  para  llamar  a  los  que  sean  omisos  en 
ocurrir  por  sí  a  solicitar  el  asiento  de  la  partida.  Sobre  todo,  conviene 
que  Ud.  con  los  demás  curas  rectores,  se  pongan  de  acuerdo  para  espe- 
dirse con  mas  facilidad  en  el  negocio. 

Conviene  que  en  la  partida  se  haga  mención  de  que  el  fallecimiento 
aconteció  en  el  arriba  citado  incendio,  i  que  se  haga  distinción  entre  los 
casos  en  que  haya  certidumbre  de  la  muerte  de  la  persona  a  quien  se 
refiere  la  partida,  i  aquellos  en  que  apenas  hai  probabilidad  del  hecho 
sin  pruebas  ciertas  exhibidas  por  los  que  solicitan  el  asiento ;  valiéndo- 
le, respecto  de  las  primeras,  en  la  redacción  de  la  partida  de  palabras 
terminantemente  afirmativas,  i  para  las  segundas,  espresando  que  se 
dice  o  que  tal  persona  asegura  que  falleció  en  dicho  incendio  aquel  cu- 
yo fallecimiento  es  objeto  de  la  partida. — 'Dios  guarde  a  Ud.— Rafael 
Valentín,  arzobispo  de  Santiago. 


SOCORRO  A  LOS  HBÉRFASVOS I  DESVALIDOS. 


Acta  levantada  en  la  reunión  que  tuvo  lugar  en  el  Conserva- 
torio de  Música. 

Santiago,  diciembre  13  de  1863. 

Los  vecinos  de  Santiago  que  suscriben,  reunidos  con  el  objeto  de  ar- 
bitrar fondos  para  socorrer  a  los  huérfanos  i  desvalidos  que  ha  dejado 
la  horrenda  catástrofe  del  8  del  present  e,  acuerdan  lo  siguiente : 

1.  °  Se  nombra  una  comisión  compuesta  de  los  señores 

Don  Rafael  Larrain.  Don  Manuel  Renjifo. 
„    Alejandro  Vial.  „    Ramón  Picarte. 

„    Mariano  E.  Sánchez.  „    Guillermo  Matta. 

„    Alejandro  Abasólo. 

Esta  comisión  podrá  aumentarse  por  las  personas  nombradas  hasta  el 
número  15. 

2.  °  La  comisión  nombrada  arbitrará  todos  los  medios  conducentes  a 
reunir  las  erogaciones  voluntarias  en  favor  de  los  desgraciados,  nom- 
brando comisionados  que  colecten  los  fondos  en  todos  los  puntos  de  la 
población,  designando  aquellos  en  que  pueden  depositarse  esos  fondos. 

3.  °  La  comisión  se  entenderá  por  medio  de  alguno  de  sus  miembros 
con  las  comisiones  que  en  los  demás  puntos  de  la  República  se  reúnan 
con  el  mismo  objeto  i  percibirá  los  fondos  que  se  le  remitan. 

4.  °  La  comisión,  por  sí  o  por  medio  de  comisionados,  tomará  conoci- 
miento de  todos  los  huérfanos  i  desvalidos  que  deban  socorrerse  i  dis- 
tribuirá entre  todos  ellos  los  fondos  colectados,  tomando  en  cuenta  la 
gravedad  de  su  desgracia  i  la  estension  de  sus  necesidades. 

5.  °  La  comisión  cuidará  de  hacer  publicar  en  los  diarios  los  nombres 
de  los  erogantes  i  los  de  las  personas  socorridas,  esceptuando  entre 
éstas  las  que  lo  soliciten  con  justo  motivo. 

Adicional. — Por  aclamación  queda  nombrado  miembro  de  la  comi- 
sión don  Enrique  Meiggs;  i  don  Francisco  de  Paula  Taforó,  por  indi- 
cación de  algunos. 

Mariano  E.  Sánchez. 
Rafael  Larrain. 
Enrique  Meiggs. 
Ramón  Picarte. 
Alejandro  Abasólo. 
Guillermo  Matta. 
Alejandro  Vial. 
Francisco  de  P.  Taforó. 
José  R.  Echeverría. 
Manuel  Ovalle. 


José  T.  Muñoz. 
José  A.  Pena  i  Lillo. 
José  B.  Oyarzun. 
Francisco  Cuadra. 
Luis  Valdez. 
Donato  Morel. 
Segundino  Rivero. 
Salustio  Carmona. 
Manuel  Domínguez. 
Francisco  A.  Figueroa. 


—  70  — 


Wenceslao  Vidal. 
J.  Miguel  Gacltúa. 
Enrique  Waiteih. 
A.  Andreus. 
Francisco  P.  Leizeca. 
Wetmon. 
Juan  E.  Smith. 
Juan  Sanfuentes. 
T.  lx.  Armstrong. 
Francisco  Somarriba. 
Luis  Echaiz. 
César  Zegers. 
Luis  Muñoz. 
H.  Cuadra. 
Rafael  Garmendia. 
Kuperto  Solar. 
M.  R.  Infante. 
Andrés  Edén  Ennis. 
Juan  José  Aracena. 
Nicolás  Luco. 
Domingo  Lagunas. 
Juan  Francisco  Ramírez. 
Ramón  Errázuriz. 
E.  M.  de  Santa  Olalla. 
Roberto  Souper. 
Pedro  Allende?!.  * 


Guillermo  Blest. 
D.  Munita  Infante. 
Luis  Arteaga  Ugarte. 
Guillermo  A.  Gonzales. 
José  Ignacio  Sotomayor. 
David  Montt. 
José  Agustín  Infante. 
Manuel  Puerta  de  Vera. 
Wenceslao  Gómez. 
Ezequiel  Guevara. 
Demetrio  Vildósola. 
.Benigno  Herrera. 
A.  Castro  Cienfuegos. 
Guillermo  E.  Rodríguez. 
Federico  Palomera. 
Antonio  Brieba. 
Pedro  Félix  Rodríguez, 
Nicolás  Yávar. 
Rafael  Carrasco. 
Juan  S.  Ugarte. 
Félix  Bank, 
José  María  Farias. 
Francisco  Prats. 
Manuel  A.  Larrain. 
José  G.  Palma. 


En  el  acto  se  levantó  una  suscricion  que  dio  este  resultado 


Mariano  Elias  Sánchez   200 

José  Rafael  Echeverría   300 

Rafael  Garmendia   100 

David  Montt, o   20 

Rafael  Carrasco   20 

G.  Du-Bord   20 

M.  R.  Infante  «...  10 

J.  S.  L abarca   10 

Nicolás  Yávar  ............   10 

Wenceslao  Gómez.............   10 

Francisco  de  P.  Taforó   10 

Juan  B.  Stappél....   10 

Pedro  Vidal   10 

Manuel  A.  Matta  *   10 

E.  Darnay  i  Ca   10 

F.  Banfi   10 

Manuel  Puerta  de  Vera   10 

Guillermo  Blest   10 

Agustin  Prieto ...   10 

Francisco  Rojas  Salamanca   10 

José  S.  Sotomayor  ...  ....  30 

Segundino  Rivero  ;   5 

N.  N  ,   5 

Francisco  Toledo   5 

Pedro  F.  Rodríguez   5 


Manuel  Ramón  Bascuíian  

José  Miguel  Gacítua  Verdugo . 

Luis  Muñoz.....  

J.  A.  Tiska  

D.  Lagunas  

Adolfo  Castro  Cienfuegos  

Francisco  Vidal  

Claudio  Prieto  .  

Francisco  Pérez  

Pedro  Allende..........  

Eujenio  Ortúzar  

Enrique  M.  de  Santa  Olalla.... 

Manuel  Puerta  de  Vera  

Nicolás  Luco   , 

César  Zegers  „«  

Ruperto  Solar    

Baltazar  Reyes  

Francisco  Aris  

Paulino  López  

Pedro  Fernandez  

Demetrio  Vildósola  ,  ,. 

Miguel  J.  Bravo  

Francisco  Gandarillas  

Víctor  Castro  , 

Hilarión  Cuadra.  


5 
4 

4 

4 

4 

4 

4 

4 

4 

4 

4 

4 

4 

2 

2 

2 

2 

2 

2 

2 

2 

2 

2 

2 

2 


Joaquín  Castro..  

Juan  Sanfuentes  ............ 

Juan  T.  Smith  i  

Emilio  Concha    

What..   *»   

Francisco  Somarriba  

Ramón  Polanco  

Tomas  Arrnsrrong  

Antonio  Brieba  

Miguel  ¡Sevilla  .   

José  Estrada....  

Víctor  Libacuia  

Luis  Rodríguez  Velazco  «  

Pedro  J.  Meanmes  

R.  Supper  

Miguel  Rosas  ,  

José  Félix  Sánchez....  

Moisedel  Fierro  

Donato  Morel  

Domingo  Munita  

José  Andrés  Tena  i  Lillo  


-  71  —  • 

5  José  Luis  Lira     2 

5  Francisco  Besa   „   2 

5  Eusebio  Lillo  ,   2 

5  Guillermo  Gauza   3 

5  Juan  J.  Aracena  .  . ,   1 

5  Agustin  Infante   1 

5  D  mingo  Godoi   1 

5  Cor<¡e¡io  Avila  ,.  1 

5  José  Marchan   1  v 

5  Peiaez   I 

5  Alej  andró  Fern an  dez .  „   1 

5  Luis  Echaiz.   1 

5  Francisco  A.  Figueroa   1 

5  Juan  F.  Racnirez    1 

5  Francisco  Guerra   1 

5  José  del  T.  Cárdenas    1 

5  Rudecind  >  Cárdenas   1 

5  J.  D.  Naranjio   50 

5  José  Urzúa   50 

5  J.  É  Tapia   50 

5 


HONKAS  OFICIALES 


EN  FAVOR  DE  LAS  VICTIMAS  DEL  INCENDIO. 

El  dia  16,  designado  para  la  celebración  de  las  honras  por  el  señor 
arzobispo  de  Santiago,  la  ciudad  amaneció  de  luto.  Desde  la  mañana 
las  campanas  de  la  iglesia  metropolitana  doblaban  acompasadamente, 
anunciando  a  todos  los  habitantes  la  espiacion  relijiosa  que  pocos  ins- 
tantes mas  tarde  debia  tener  lugar. 

Por  orden  del  gobierno  se  habia  invitado  el  dia  anterior  a  todos  los 
altos  funcionarios  de  la  administración,  a  los  miembros  de  los  tribu- 
nales superiores,  los  jefes  i  oficiales  del  ejército  i  la,  ilustre  municipa- 
lidad de  Santiago. 

Un  numeroso  concurso  todo  enlutado  cubria  desde  las  primeras  horas 
de  la  mañana  todos  los  recintos  del  templo.  La  ciudad  entera  se  habia 
precipitado  allí  de  luto  para  orar  por  los  padres,  por  los  hermanos,  por 
los  hijos  de  tanto  ser  desgraciado;  a  orar  por  la  no  repetición  del  acci- 
dente desgraciado  que  todavía  deploramos  con  los  ojos  entumecidos  por 
las  lágrimas. 

El  presidente  de  la  república,  los  ministros  del  despacho,  los  altos 
funcionarios  del  estado,  los  jefes  del  ejército,  ocupaban  la  nave  cental, 
en  que  también  se  notaba  los  miembros  de  los  tribunales  superiores  de 
justicia  i  los  miembros  de  la  municipalidad  de  Santiago. 

El  señor  arzobispo  de  Santiago  i  algunos  clérigos,  junto  con  el  ho- 
norable cabildo  eclesiástico,  ocupaban  la  parte  superior  del  presbiterio. 
Uno  de  los  canónigos  celebró  el  oficio  divino,  al  que  sigueron  algunas 
ceremonias  del  metropolitano. 

La  iglesia  ofrecía  un  aspecto  solemne.  Los  semblantes  tétricos  aun 
por  el  miedo,  la  música  sagrada  con  sus  lúgubres  sonidos  i  las  preces 
de  millares  de  almas  daban  a  aquella  espiacion  un  carácter  solemne  i 
respetuoso  en  alto  grado. 

Se  predicó  por  el  presbítero  Casanova  una  corta  oración  fúnebre 
que  dio  fin  a  la  ceremonia  a  las  doce  de  la  mañana. 

Formaban  en  la  plaza  de  la  Independencia  el  batallón  2.  °  de  línea 
con  sus  tambores  enlutados  i  el  rejimiento  de  cazadores  a  caballo.  Al 
terminar  la  ceremonia  se  retiraron  el  primero  a  su  cuartel  tocando  mar- 
chas fúnebres  i  el  segundo  acompañando  al  presidente  de  la  república 
al  palacio  de  la  Moneda. 


ORACION  FÚNEBRE 

QUE  PRONUNCIÓ  EL  PRESBITERO 

DR.  DON  MARIANO  CASANOVA 

EN  LAS  EXEQUIAS  CELEBBADAS  EL  16  DE  DICIEMBRE   DE  1863 

EN  LA  SANTA  IGLESIA  METROPOLITANA 

POR  LAS  VICHAS  Bl  \Y\MM  DE  LA  COMPAÑIA, 

Et  (Estimata  est  affiictio  éxitos  illorum: 
lili  autem  suntinpace. 

I  su  muerte  ha  sido  mirada  como 
aflicción;  pero  ellos  estañen  la  paz, 
Sabiduría,  III. 

EXMO.  SEÑOR.  (1) 

Itmo.  i  Kvmo.  SEÑOR.  (2) 


¿Qué  otra  cosa  podré  yo  deciros  que  corresponda  a  vuestro  sentimien- 
to, a  vuestras  lágrimas,  a  vuestros  recuerdos,  al  tráfico  acontecimiento 
que  hoi  deploramos?  ¿Qué  palabras  podrán  ser  proporcionadas  a  vues- 
tro dolor?  ¿Cómo  podré  dar  un  alivio  a  tantas  emociones,  una  esperan- 
za a  tanta  aflicción? 

¿Cómo  os  haria  yo  apartar  en  este  instante  la  vista  de  aquel  Calvario 
regado  con  tanta  sangre  inocente ;  de  esas  ruinas  hacinadas  por  la  mas 
inaudita  catástrofe  ;  i  a  cuyo  rededor  parecen  vagar  errantes  las  desgra- 


&ñor  Pr 


(1)  El  señor  Presidente  de  la  República. 

(2)  El  señor  Arzobispo  de  Santiago. 

10 


—  74  — 

ciadas  víctimas,  tendiendo  sus  brazos  para  que  las  amparen,  i  sentirse 
aun  los  doloridos  ayes,  el  estertor  de  los  que  agonizan? 

Católicos!  no  pretendo  yo  agravar  el  peso  de  vuestro  justo  senti- 
miento, i  menos  intento  pintaros  los  horrores  de  aquella  noche  cruel. 
Para  vosotros,  para  mí  mismo  vengo  a  buscar  los  consuelos  de  la  reli- 
jion,  único  consuelo  verdadero,  al  pié  de  los  altares,  en  la  casa  de  nues- 
tro padre  Dios,  dedonde  parten  raudales  de  esperanza.  En  nuestra 
angustia  pedimos  al  Supremo  Hacedor  con  toda  la  ternura  de  nuestro 
corazón,  despedazado  por  el  mas  terrible  dolor,  paz  eterna  para  los  que 
ya  no  existen  i  consuelos  oportunos  para  los  que  en  esta  triste  vida  es- 
peramos aun  el  dia  de  la  inmortalidad. 

La  verdad  mas  consol  adora  i  capaz  de  mitigar  nuestro  dolor  es  el 
creer  que  la  aflicción  pasajera  de  nuestros  hermanos  se  ha  convertido 
en  una  eterna  dicha.  Por  un  momento  de  angustias  han  ganado  una  paz 
inmortal.  Et  mtimata  est  afflutio  exitus  iliorum  :  Mi  autem  sunt  in  pa- 
ce (3).  Este  es  todo  mi  consuelo,  i  todo  el  pensamiento  dé  mi  oración. 

No  insultaré  vuestro  dolor  buscando  en  esta  plegaría  los  frivolos 
adornos  de  la  elocuencia  humana.  El  asunto  habla  por  sí  mismo  i  con 
excesiva  elocuencia.  El  llanto,  los  profundos  jemidos,  las  tiernas  súpli* 
cas,  los  cantos  lúgubres,  los  vestid  os  de  duelo,  son  el  lenguaje  propio  de 
tanta  desgracia.  Yo  necesitaría  d  e  los  tristes  ecos  del  profeta  elejiaco 
de  Jerusalen  i  de  sus  r  uinas.  Noohe  terrible,  ¿con  qué  te  compararé?  O 
dia  lamentable,  que  en  todos  lo  s  siglos  entristecerá  con  un  lúgubre  mi* 
versario  una  de  nuestras  mas  h  ellas  fiestas!  o  vanidad  de  la  vida!  o  sor* 
presas  déla  muerte!  o  profundidad  de  los  consejos  de  Dios! 

Inútilmente  emplearia  este  precioso  tiempo  destinado  a  las  lágrimas 
en  probaros  la  existencia  de  h  ¿  vida  futura.  Gracias  a  Dios!  me  dirijo  a 
una  asamblea  de  católicos  qw  ¿  aman  i  reverencian  la  infalible  enseñanza 
de  la  santa  iglesia  romana,  7  [  s{  en  este  numeroso  auditorio  que  me  es- 
cucha hubiera  uno  solo  que  negara  el  mas  fundado  i  consolador  de  nues- 
tros dogmas  relijiosos  i  file  >sóficos,  yo  le  preguntaría  ;  si  no  tienes  fe,  si 
careces  de  esperanza,  ¿q  ué  vienes  a  hacer  aquí?  Acaso  a  aumentar 
nuestro  dolor  i  arrebatar  nuestro  único  consuelo?  Gracias  a  Dios!  que 
de  los  labios  de  todos  se  eleva  hacia  el  cielo  ese  grito  magnífico  de  una 
fe  respetuosa  i  sumisa  :    Credo,  sí,  yo  creo! 

Entremos,  pues,  cat  óiieos  en  el  espíritu  de  la  triste  ceremonia  que 
nos  reúne  al  pié  de  esJ  £a  tumba, 

II. 

Es  cierto :  nad  A  fag  mas  doloroso  en  la  vida  que  la  separación  produci- 
da por  la  muer  te,  aun  cuando  esta  se  acerque  con  repetidos  anuncios.  I 
qué  necesidad  tengo  yo  de  decirlo  en  este  momento?  Pesada  es  la  cadena 


(3)  De  te  Sabiduría  IJJ. 


~  75  — 

de  infortunios  que  arrastramos  desde  la  cuna  hasta  el  sepulcro.  Los  tras- 
tornos de  la  fortuna,  los  accidentes  imprevistos,  la  pérdida  de  caudales 
adquiridos  con  mil  trabajos  i  fatigas,  pueden  en  vérdad  arrancarnos  mu- 
chas lágrimas.  Pero  cuando  la  mano  de  la  muerte  viene  a  arrebatar  de 
nuestro  lado  a  seres  que  tiernamente  amamos ;  cuando  viene  a  privar- 
nos, i  de  improviso,  de  mil  hermanos  i  amigos,  ah!  señores!  entonces  po- 
demos sentir  bien  el  peso  del  destino  humano,  i  sin  quererlo,  de  nuestro 
pecho  oprimido  se  eleva  hacia  el  cielo  el  clamor  del  desgraciado  amale- 
cita  :  Siceine  separat  amara  mors?  (4).  ¿Así  es  como  la  amarga  muerte 
separa  a  los  hombres? 

Cada  vez  que  la  sagrada  escritura  nos  habla  en  sus  inspiradas  paji- 
nas de  semejantes  dolores,  pide  al  corazón  humano  sus  mas  tiernos 
acentos,  i  sus  ecos  mas  doloridos.  Ya  es  Jacob  llenando  de  amargura  los 
últimos  años  de  su  vida  porque  llora  a  un  hijo  que  cree  muerto  (5):  ya 
es  David  maldiciendo  las  montañas  de  Grelboe,  porque  en  su  cima  ha 
perecido  el  -  escudo  de  los  valientes.  Jonatas  el  amigo  de  su  corazón  (6) 
o  bien  exhalando  el  grito  mas  doloroso  que  ha  salido  del  corazón  de  un 
j)adre:  Absalon,  hijo  mió,  ojalá  que  yo  hubiera  muerto  por  ti  (7). 

En  tales  angustias,  inútiles  son  los  consuelos  humanos.  Solo  Dios  es 
capaz  de  mitigar  tan  gran  dolor.  Solo  el  cielo  puede  enjugar  nuestras 
lágrimas.  Solo  la  relijion  con  sus  sublimes  máximas  puede  templar 
nuestro  quebranto.  Qué!  ¿acaso  la  muerte  viene  a  romper  todos  los  la- 
zos que  unen  a  los  hombres?  ¿Acaso  nuestros  clamores  no  pueden  llegar 
hasta  el  lugar  que  ahora  habitan  los  que  hemos  perdido?  ¿Nada  podemos 
deponer  sobre  la  tumba  de  nuestros  hermanos? 

III. 

En  el  seno  de  la  Divinidad  hai,  católicos,  una  estrecha  comunica- 
ción entre  los  miembros  de  la  gran  familia. humana.  La  fraternidad 
cristiana  abraza  a  la  humanidad  entera  en  la  tierra  i  en  el  cielo,  en  la 
felicidad  i  en  el  infortunio.  Donde  hai  una  desgracia  que  socorrer,  allí 
acude  la  caridad  llevando  el  auxilio  de  los  que  pueden  aliviarla.  La 
iglesia  católica  es  una  grande  i  magnífica  sociedad  que  va  del  tiempo  a 
la  eternidad,  i  que,  abrazando  con  una  misma  cadena  a  los  que  todavía 
combaten  sobre  esta  tierra,  a  los  que  ya  han  sido  recompensados  en  el 
cielo  i  a  las  almas  que  sufren  en  el  purgatorio,  los  une  estrechamente  a 
todos  por  los  lazos  de  un  divino  amor.  En  presencia  de  tan  bella  armo- 
nía los  horrores  de  la  muerte,  por  cruel  que  ella  sea,  reciben  un  dulcé 
lenitivo.  La  piedra  de  la  tumba  no  es  una  barrera  de  eterna  separación. 
La  muerte  aparece  entonces  cual  un  lijero  sueño  i  de  cada  uno  dé 


(4)  Reg.  XV.  62. 

(5)  Gen.  XXXVII,  34. 

(6)  II  Reg.  I.  21. 

(7)  II  Reg.  XVIII.  32. 


nuestros  hermanos  difuntos  podemos  repetir  lo  que  el  Salvador  decia 
de  la  joven  hija  de  Jairo:  no  está  muerta,  sino  que  duerme.  Non  est 
mortua  puella,  sed  dormit  (8). 

Esta  comunicación  de  las  criaturas  intelij entes  en  el  seno  de  la  Divi- 
nidad es  una  tradición  universal  del  j enero  humano ;  tradición  ligada 
con  los  sentimientos  mas  íntimos  i  mas  dulces,  pintada  por  todos  los  his- 
toriadores, cantada  por  todos  los  poetas,  inmortalizada  en  el  lienzo  i  en 
el  mármol  por  innumerables  artistas,  reconocida  por  todas  las  tradicio- 
nes i  espresada  en  todos  los  cultos  con  ceremonias  solemnes. 

Así  es  que,  si  los  queridos  hermanos  que  hemos  perdido  en  esa  acia- 
ga noche,  gozan  en  este  instante,  como  lo  espero,  de  la  visión  de  Dios, 
podemos  conservar  con  ellos  una  útilísima  comunicación,  in  mocando  su 
amistad ;  i  si  por  las  faltas  propias  de  la  humana  flaqueza  sufren  aun 
detenidos  en  el  lugar  de  la  espiacion,  tenemos  también  el  no  menos 
grato  consuelo  de  aliviar  sus  tormentos  con  nuestras  súplicas  i  nuestras 
lágrimas,  con  nuestros  sacrificios  i  nuestras  buenas  obras. 

IV. 

Sí.  Yo  me  figuro  verlos  al  pié  del  trono  de  Dios  cubiertos  con  ves* 
tiduras  blancas  i  llevando  en  su  mano  la  palma  de  su  martirio ;  porque,, 
según  el  Apocalipsis,  "han  ido  de  una  gran  tribulación,  i  lavaron  sus 
vestiduras  en  la  sangre  del  Cordero ;  por  esto  servirán  a  Dios  dia  i  noche- 
en  su  santo  templo,  encargándose  el  mismo  Señor  de  enjugar  las  lágri- 
mas de  sus  ojos.;?  Et  absterget  Deus  omnem  lacrymam  ab  occulis  eorum  (9). 
I  a  la  verdad,  que  todas  las  circunstancias  de  su  preciosa  muer- 
te contribuyen  a  radicar  en  nosotros  tan  placentera  convicción.  Porque 
¿quiénes  son  los  que  han  muerto?  Ah  católicos!  lloremos  nosotros  al 
vernos  privados  de  su  compañía  en  la  tierra.  Sintamos  su  muerte  los 
que  no  sabemos  imitar  sus  virtudes.  ¿Quiénes  son,  pues,  los  que  han 
perecido?  Bien  lo  sabéis,  porque  todos  lo  repiten  en  público  i  en  pri- 
vado. Han  sufrido  la  muerte  las  personas  mas  piadosas  de  nuestra  so- 
ciedad, personas  reconocidas  por  su  vida  caritativa,  laboriosa,  modesta 
i  ejemplar,  modelos  de  las  mas  bellas  virtudes.  Hablad  vosotros,  deu- 
dos atribulados,  i  contadnos  para  dar  gloria  a  Dios,  cuán  sincera  era 
su  piedad,  cuán  entusiasta  su  caridad,  cuan  heroica  su  abnegación. 
Todos  repiten  a  la  vez  que  han  perdido  el  ejemplo,  el  modelo  de  su 
familia  i  de  su  casa ;  que  se  ha  apagado  la  antorcha  mas  luminosa,  i 
que  ha  sido  segada  la  flor  mas  fragante.  Ah!  I  si  pudiéramos  nosotros 
correr  ese  velo  que  oculta  tantas  virtudes  que  solo  eran  conocidas  por 
Dios ;  si  nos  fuera  lícito  para  consolaros  abrir  en  esta  vez  nuestros 
labios  sellados  con  el  mas  riguroso  secreto!  quizás  entonces,  miraríais 


(8)  MattheoIX.  24. 

(9)  Apocal.  VIL  34  et  Seq. 


—  77  — 

los  restos  de  muchas  de  esas  víctimas  con  la  misma  veneración  que  los 
primeros  cristianos  reverenciaban  los  despojos  de  los  mártires;  qui- 
zás entonces,  enjugaríais  vuestras  lágrimas  diciendo :  a  nuestros  ojos 
aparecen  muertos,  pero  ellos  están  en  la  paz.  lili  auten  sunt  in  pace. 
¿Os  revelaremos  todavía  mas?  Muchos  de  vosotros  lo  habéis  visto.  Al 
recorrer  esos  tristes  lugares  después  de  la  tempestad,  al  recojer  esos 
restos  preciosos,  templos  poco  ántes  del  espíritu  de  Dios,  ¡cuántas  veces 
la  admiración  i  la  sorpresa  embargaron  vuestras  facultades,  al  ver  caer 
de  esos  cuerpos  devorados  por  la  llama  mas  cruel,  los  cilicios  i  otros 
instrumentos  de  penitencia,  con  que  muchas  de  esas  víctimas  crucifica- 
ban su  carne  i  purificaban  su  espíritu!... ¡qué  asombro  al  ver  bajo  la  rica 
gala  oculta  tanta  mortificación!  Señores,  bien  lo  sabéis :  en  aquellos 
sublimes  momentos  hubo  ejemplos  de  heroica  virtud.  Hubo  mártires 
de  la  pureza,  que  prefirieron  volverse  a  las  llamas  por  no  permitirles  su 
recato  presentarse  en  público  en  el  estado  en  que  se  hallaban.  Tam- 
bién hubo  víctimas  de  amor  filial.  Virtuosa  joven  que  espiraste  por 
salvar  a  tu  venerada  madre,  que  no  pueda  yo  revelar  tu  nombre  e 
inmortalizar  tu  memoria!  ¡Dadme  coronas  para  ceñir  la  frente  de  almas 
tan  puras!  ¡dadme  flores  para  esparcir  sobre  sus  sagradas  tumbas! 

Apresurémonos  a  erijir  en  su  honor  un  monumento  digno  de  tanta 
virtud  en  el  lugar  santo  en  que  han  sido  depositados  sus  restos;  i  que 
los  siglos  futuros  contemplen  admirados  no  solo  sus  virtudes,  sino 
también  el  justo  tributo  de  nuestro  amor. 

V. 

En  qué  momento  han  perecido?  precisamente  cuando  los  sentimien- 
tos de  la  piedad  mas  tierna  les  llamaba  a  honrar  a  su  querida  madre,  la 
Vírjen  María,  reina  de  los  mártires  i  consuelo  de  los  aflijidos.  En  el 
dia  mas  grato  para  el  corazón  chileno,  el  dia  aniversario  de  la  de- 
claración de  aquel  misterio  que  proclama  a  María  Inmaculada.  Sí, 
era  el  momento  mas  solemne  del  culto  de  María.  Durante  un  mes  no 
interrumpido  habian  honrado  i  amado  a  tan  buena  madre.  En  tan  lar- 
go tiempo  se  habian  esforzado  en  practicar  las  mas  bellas  virtudes, 
cultivando  en  el  jardin  de  su  corazón  las  flores  espirituales.  Llega- 
ba el  momento  de  presentar  a  la  Reina  de  los  cielos  la  corona  formada 
con  tan  hermosas  flores  i  alegres  marchaban  a  deponerlas  a  sus  pies ; 
i  María,  no  lo  dudo,  habrá  ceñido  sus  frentes  en  la  patria  inmortal 
con  esas  mismas  coronas  que  ellas  le  presentaban.  Almas  felices,  de- 
cidnos ¿cuál  fué  vuestra  admiración  al  veros  en  un  instante  en  presen- 
cia de  vuestra  madre,  oyendo  los  cánticos  de  esa  Sion  feliz?  No  ha- 
biais  mil  veces  repetido  que  queríais  la  muerte,  ántes  que  faltar  a 
vuestras  promesas?  Cantad  entonces  el  himno  de  vuestro  triunfo,  mien- 
tras que  los  ancianos  se  prosternan,  los  mártires  ajitan  sus  palmas, 
las  vírjenes  bendicen  al  Cordero  i  los  ánjeles  mueven  sus  incensarios 
4e  oro. 


—  78  — 


VI. 

¿Cómo  se  habían  preparado  para  la  muerte? 

Permitidme,  señores,  os  revele  lo  que  yo  sé  i  lo  que  he  oido  repetir 
a  mis  hermanos  en  el  sacerdocio! 

Como  el  cristiano  fiel  se  considera  en  la  tierra  cual  viajero,  siem- 
pre está  pronto  a  salir  de  esta  vida  i  presentarse  ante  los  umbrales  de 
la  eternidad.  Mira  este  mundo  como  una  prisión  i  todo  su  deseo  es 
atravesar  los  espacios  que  le  separan  de  aquel  feliz  lugar,  adonde  quiere 
irse  toda  alma,  cuando  dilatada  por  toques  misteriosos,  irradiada  por 
los  destellos  de  una  belleza  infinita,  con  ansias  de  un  amor  perfecto 
se  siente  tiranizada  en  este  suelo  i  detenida  por  la  mano  del  tiempo 
que  la  estorba  unirse  eternamente  con  el  único  objeto  de  su  amor. 

Cual  si  una  voz  siniestra  hubiera  predicho  la  horrible  catástrofe  i 
recorriendo  los  negros  muros  de  ese  triste  templo  hubiera  gritado :  voz 
del  oriente,  voz  del  occidente,  voz  del  septentrión,  voz  del  mediodia, 
ai  del  pueblo!  ai  del  templo!  casi  todas  esas  almas  que  hoi  ya  no  existen 
en  la  tierra,  se  habian  apresurado  a  confesar  sus  culpas  con  las  mas 
espresivas  muestras  de  dolor.  ¿Qué  el  ánjel  de  la  muerte  habria  batido 
sobre  ellas  sus  negras  alas  i  les  habria  hecho  oir  su  terrible  voz?  ;Tu 
solo,  Señor,  sabes  las  inspiraciones  felices  que  comunicas  a  tus  eseoji- 
dos!  Lo  cierto  es  que  mas  de  una  al  separarse  de  su  casa  presentía 
no  habia  de  volver  jamas. 

Cual  se  distribuía  el  pan  de  vida  a  los  condenados  al  martirio  en 
los  primeros  siglos  de  la  iglesia,  mil,  dos  mil,  tres  mil  i  mas  toda- 
vía, acudieron  a  recibir  el  sagrado  viático  en  ese  mismo  templo  en 
la  víspera  i  en  el  dia  de  su  muerte.  ¡Ah!  ignoraban  que  se  hallaban 
sobre  sus  tumbas!  Lágrimas  abundantes  de  amor  i  de  resignación 
bañaban  en  esos  momentos  sus  mejillas.  I  cuando  el  sacerdote  al 
verlas  arrodilladas  al  pié  del  altar  i  mostrándoles  en  sus  manos  la 
hostia  consagrada  les  decía:  este  es  el  cuerpo  de  Nuestro  Señor  Je- 
sucristo que  os  custodiará  hasta  la  vida  eterna.  Corpus  Domini  nostri 
Jesu- Cristi  custodiat  te  in  vitam  ceternam  (10);  ellas  exhalando  amor 
por  esa  vida  que  jamas  termina,  responderían  intrépidas  ;  Amen,  que 
así  sea!  Alimentadas  con  tal  manjar  sintiéronse  fuertes  con  fuerza  divi- 
na i  en  su  enérjico  amor  habrían  desafiado  las  iras  del  mas  cruel  tirano 
i  habrían  subido  al  patíbulo  a  morir  por  su  Dios.  Su  deseo  llamó  el 
martirio.  Fué  terrible ;  pero  al  fin  vencieron  i  ahora  son  felices :  illi 
autem  sunt  in  pace. 

VII. 

¿En  qué  lugar  murieron?  Donde  desearíamos  todos  dar  nuestro  últi- 
mo suspiro,  en  la  casa  del  Señor,  en  el  lugar  sagrado,  i  en  presencia  del 


(10)  M.  Rom. 


—  79  — 

tabernáculo  de  su  Dios.  Mas  sentían  que  las  llamas  abrasasen  el  Sanc- 
ta  sanctorum,  que  el  que  se  cebase  en  sus  propios  cuerpos.  Lloraban  la 
desolación  del  santuario  i  que  las  abrasadoras  llamas  devorasen  hasta 
el  mismo  tabernáculo  en  que  residía  el  Dios  sacramentado. 

Sus  últimos  sufrimientos  ofrecidos  en  espiacion  de  sus  pecados  apla- 
carían a  la  Divina  Justicia.  Esos  sufrimientos  tolerados  con  resignación, 
sí,  con  resignación  heroica,  colmarían  las  medidas  de  sus  buenas  obras 
i  aumentarían  en  grado  inmenso  sus  merecimientos.  El  martirio  fué 
sufrido  con  resignación,  i  ¿quién  lo  ignora?  No  lo  habéis  oido  decir  a 
alguna  de  esas  personas  que  volvieron,  por  decirlo  así,  de  la  otra  vida 
para  contarnos  lo  que  allí  vieron  i  oyeron?  ¡Qué  actos  de  tan  fervorosa 
contrición!  qué  suspiros  tan  tiernos!  qué  resignación  tan  heroica!  No 
visteis,  a  la  luz  de  esa  formidable  hoguera,  a  muchas  víctimas  arrodilla- 
das en  acción  de  súplica,  tender  al  cielo  sus  brazos  i  como  si  murmu- 
raran sus  lábios  aquellas  palabras  del  profeta :  "cuán  hermosos  son  tus 
tabernáculos,  Señor,  Dios  de  las  virtudes,  cuán  hermosos  son!  Mi  alma 
desfallece  al  contemplarlos!"  I  pronunciada  la  súplica  inclinaban  su  ca- 
beza esperando  el  golpe  mortal. 

Altares  sagrados!  vosotros  les  visteis  postradas  a  vuestros  pies  ofre- 
cer resignadas  el  sacrificio  de  su  vida  e  implorar  las  divinas  mise- 
ricordias! Fuisteis  el  mejor  asilo  a  sus  almas  aflijidas  i  sus  miradas  mo- 
ribundas se  fijaron  en  vosotros!  Santos  lugares  de  la  penitencia!  su 
postrer  consuelo  fué  recordar  que  allí  mismo  habian  escuchado  las  su- 
blimes palabras  del  perdón!  Cátedra  de  la  verdad  divina!  las  enseñanzas 
de  la  fé  animaron  su  corazón  en  sus  últimas  agonías.  Jesús  benigno!  al 
veros  clavado  en  el  patíbulo  bebieron  con  alegría  el  amargo  cáliz  que  les 
presentaba  el  ánjel  esterminador,  i  como  vos  repitieron  el  fíat  voluntas 
tua  (11);  i  cuando  creyeron  ver  la  ruina  del  universo  todo,  conmovidos 
los  elementos  i  el  cielo  cayendo  sobre  sus  cabezas,  como  vos  agregaron: 
Consumatum  est  (12).  I  en  ese  mismo  instante  la  soledad  de  los  sepul- 
cros, el  llanto,  la  desolación  i  la  muerte  fijaron  en  aquel  lugar  su  mo- 
rada. Melancólicas  ruinas,  hacinados  escombros,  montones  humeantes, 

los  restos  de  los  mártires,  las  piedras  del  santuario!  Mi  voz  se  ahoga 

en  el  pecho  i  a  mis  tristes  ecos  parece  respondieran  los  clamores  de 
tantas  víctimas  consumidas  en  tan  formidable  hoguera. 

¡Ah  noche  infausta!  ya  que  cubriste  con  tu  oscuro  seno  tanta  desgra- 
cia, porque  no  ocultaste  para  siempre  con  densas  tinieblas  esas  tristes 
ruinas!  Ojalá  que  el  sueño  poderoso  del  olvido  borre  de  nuestras  pajinas 
el  aciago  8  de  diciembre  de  1863. 

VIII. 

O  vosotros  los  que  fuisteis  sus  padres,  hermanos  o  amigos  en  la  tierra! 
no  lloréis  a  vuestros  hijos  i  amados  hermanos ;  porque  ellos  no  han 


(11)  Matth.  XXVI,  42. 

(12)  Joan.  XIX,  30. 


.  -80- 

muerto  sino  que  viven.  A  los  ojos  del  mundo  han  aparecido  muertos, 
visi  sunt  oculis  insipientium  mori ;  pero  sus  almas  están  en  las  manos 
de  Dios,  i  el  tormento  de  la  muerte  no  les  ha  alcanzado,  in  manu  Dei 
sunt  et  non  tanget  illos  tormentum  mortis.  Hemos  mirado  su  muerte  como 
una  calamidad,  el  camino  por  donde  han  marchado  al  separarse  de  nos- 
otros ha  parecido  que  les  conducia  al  esterminio  et  cextimata  est  afflictio 
exitus  illorum,  et  quod  a  nobis  est  iter  esterminium  ;  pero  no,  sus  almas 
están  en  la  paz,  en  la  alegría,  en  la  serenidad  de  Dios,  Mi  autem  sunt  in 
pace  ;  i  su  esperanza  es  llena  de  vida  i  de  inmortalidad,  spes  illorum  in~ 
mortalitate  plena  est  (13).  Purificados  por  la  sangre  del  cordero  i  por  su 
propia  sangre,  no  han  hecho  mas  que  conquistar  con  su  muerte  una 
vida  inmortal.  Allá  en  el  cielo,  en  esa  patria  de  las  almas  grandes,  vi- 
ven en  el  seno  de  Dios,  mezclan  su  voz  a  los  cantos  de  los  ejércitos  an- 
gélicos i  arrojan  a  los  piés  del  cordero  inmaculado,  príncipe  de  los  már- 
tires, sus  palmas  i  sus  coronas. 

IX. 

Cesen  pues,  católicos,  nuestros  j émidos;  mitiguemos  nuestro  amargo 
dolor  i  elevemos  al  cielo  nuestras  plegarias  para  que  si  alguno  de 
nuestros  hermanos  jime  aun  en  el  lugar  de  espiacion,  salga  pronto 
purificado  por  los  méritos  infinitos  de  la  víctima  divina  que  acaba- 
mos de  inmolar.  La  oración,  hija  del  amor  i  de  la  esperanza,  la  ora- 
ción que  se  exhala  de  los  labios  del  hombre,  llena  de  gracia  i  de  fuerza, 
teñida  con  la  sangre  de  Jesucristo,  salva  el  espacio,  hace  callar  la  jus- 
ticia de  Dios  i  hace  hablar  a  su  infinita  misericordia.  Reguemos,  tam- 
bién su  tumba  con  abundantes  lágrimas  de  sincero  amor,  ¿qué  no  po- 
demos alcanzar  con  nuestras  lágrimas?  Una  lágrima  enternece  lo  mas 
duro,  desarma  lo  mas  cruel,  abate  lo  mas  fuerte.  Dios  aprecia  en  tanto 
nuestras  lágrimas  que  se  deja  vencer  por  ellas,  pues  encadenan  sus  bra- 
zos i  triunfan  de  su  corazón. 

Ofrezcámoles  sobre  todo  el  tributo  de  nuestras  buenas  obras  ;  i  desde 
luego  nada  podemos  hacer  que  le  sea  mas  grato  que  el  socorrer  con  nues- 
tras limosnas  a  los  infortunados  que  quedan  sin  socorro  después  de  haber 
perdido  a  sus  padres,  a  sus  hermanos  i  a  sas  protectores.  Madres  privadas 
de  sus  hijos,  hijos  desamparados,  sin  un  pan  para  saciar  el  hambre,  sin 
abrigo  en  su  desnudez,  sin  consuelo  en  su  orfandad.  A  vosotros  toca 
socorrerlos.  Dad  i  dad  abundantemente,  pues  tenéis  mas  de  lo  que 
,  podéis  necesitar.  Qué!  ¿podrá  vuestro  corazón  permanecer  tranquilo 
en  medio  del  fausto  i  de  la  opulencia,  sabiendo  que  hai  a  vuestro  lado 
quien  jime  en  el  hambre  i  en  la  desnudez? 

I  nosotros  todos,  al  pié  de  esta  tumba  silenciosa  recojamos  la  severa 
lección  que  la  Providencia  nos  envia.  Los  juicios  de  Dios  son  abismos 


(13)  Sap.  III,  1  el  seq. 


—  81  — 

impenetrables.  Premia  o  castiga  a  las  naciones  según  la  correspondencia 
que  dan  a  sus  beneficios.  Esto  nos  lo  atestigua  la  historia.  Ignoramos 
los  designios  del  Omnipotente  al  elevar  al  colmo  de  la  gloria  a  las 
naciones,  o  al  sumerjirlas,  cuando  menos  lo  esperaban,  en  la  desolación  i 
en  el  llanto.  Solo  silabemos  que  la  serie  de  los  acontecimientos  humanos 
está  de  tal  modo  dispuesta  que  todo  sirva  para  nuestro  bien.  ¡I  qué 
emociones  tan  saludables  no  esperimentamos  al  contemplar  esta  sin 
igual  desgracia!  Quién  podrá  fiarse  en  la  robustez  de  su  naturaleza, 
en  las  precauciones  del  arte,  en  el  mas  dilijente  cuidado!  Quién  podrá 
figurarse  de  que  está  mui  distante  de  su  morada  la  terrible  parca  al 
contemplar  hoi  a  tantas  caras  vidas  segadas  en  la  flor  de  la  edad!  Ig- 
noramos si  el  sol  que  hoi  nos  alumbra  volverá  mañana  a  contemplarnos 
en  la  oscura  fosa ;  i  si  los  suspiros  que  hoi  nos  arranca  la  muerte  de 
nuestros  hermanos  van  mui  pronto  a  repetirse  por  nuestra  propia 
muerte!  Estad  siempre  prontos  nos  dice  el  Evanjelio,  estati  parati  (14) 
porque  no  sabéis  ni  el  dia  ni  la  hora,  sino  que  el  Hijo  del  hombre 
vendrá  cuando  menos  lo  penséis,  qua  hora  non  putatis  Films  homtnis 
veniet  (15).  Infeliz  de  aquel  que  en  tan  terrible  momento  pueda  decir: 
he  contado  las  noches  del  dolor  i  mis  manos  están  vacias  de  méritos 
i  llenas  de  faltas ;  mis  dias  han  concluido  i  no  he  alcanzado  a  ver  la 
dicha.  Como  el  humo  han  desaparecido,  i  cuando  miré  a  mi  alrededor 
me  encontré  entre  el  polvo  del  sepulcro.  Lloré,  pero  todo  fué  en  va- 
no (16). 

"Quiera  Aquel  que  guarece  del  viento  al  cordero  esquilmado  dignar- 
se consolar  a  los  desamparados  i  aflijidos,  i  esta  tremenda  dispensación 
de  su  Providencia  recuérdenos  en  todo  momento  la  instabilidad  de  la 
vida  i  la  necesidad  de  hallarnos  siempre  preparados  para  acudir  a  su 
llamamiento  (17)." 

X. 

Almas  queridas  cuya  muerte  deploramos,  delante  del  Señor,  rogad 
por  nosotros.  Récia  fué  la  tempestad ;  pero  al  fin  habéis  llegado  al 
puerto,  miéntras  que  nosotros  navegamos  todavía  en  este  proceloso  mar. 
Vuestro  sacrificio,  vuestra  sangre,  vuestros  clamores,  vuestra  muerte 
han  de  ser  para  la  patria,  para  nuestros  hermanos,  fuente  fecunda  de 
inmensos  bienes.  ¿Qué  no  haréis  por  nosotros?  ¿Qué  no  podrémos  es- 
perar de  vuestras  súplicas?  Miéntras  que  sumerjidos  en  la  mas  amarga 
pena  recordamos  hoi  vuestra  muerte,  alcanzad  del  Señor  el  consuelo 
necesario  para  los  que  aquí  quedan  en  el  mas  terrible  dolor. 


(14)  Luc.  XII,  40. 

(15)  Lucid. 

(16)  Job. 

(17)  Bellas  palabras  del  honorable  seííor  don  Thomas  H.  Nelson,  Ministro  de  Es- 
tados-Unidos, en  su  pésame  al  Supremo  Gobierno  por  el  funesto  incendio  de  la  Com- 
pañía. ¡Qué  lección  para  muchos  de  los  nuestros! 

U 


—  82  — 

I  ahora,  solo  me  resta  una  palabra,  la  palabra  de  la  separación  i  de  la 
tristeza,  la  palabra  del  último  i  solemne  adiós  ! 

¡Adiós,  víctimas  queridas!  ¡Adiós  en  nombre  de  cuanto  amasteis  en  la 
tierra!  ¡Adiós  en  nombre  de  vuestros  padres,  de  vuestros  hijos,  de  vues- 
tros esposos  i  de  vuestros  amigos  que  solo  sienten  no  haberos  estrechado 
en  sus  brazos  antes  de  la  partida!  ¡Adiós  en  nombre  de  esta  relijiosa 
ciudad  que  queda  cubierta  de  luto,  silenciosa  i  triste  lamentando  vuestra 
muerte!  ¡Adiós  en  nombre  de  la  iglesia  chilena,  vuestra  querida  madre! 

Mientras  nos  dure  la  vida,  vuestro  recuerdo  jamas  se  borrará  de  nues- 
tros corazones;  i  al  dejar  esta  tierra  de  dolor  legaremos  a  las  jeneraciones 
venideras  nuestra  veneración  i  nuestro  amor  hácia  vosotras.  Vuestro 
sepulcro  s-erá  eternamente  glorioso.  Una  i  mil  veces  regaremos  con 
nuestras  lágrimas  ese  recinto  sagrado,  santificado  con  vuestra  sangre, 
ensordecido  con  vuestros  lamentos.  Una  i  mil  veces  besaremos  el  polvo 
de  vuestra  tumba  respirando  el  aroma  de  vuestras  virtudes,  i  recojien- 
do  en  ella  el  soplo  de  vida  i  de  inmortalidad  que  os  anima. 

¡Adiós  i  por  última  vez  Adiós! 

Que  los  apóstoles,  los  mártires,  las  vírjenes  i  la  Reina  de  todos  ellos 
salgan  a  vuestro  encuentro  i  os  reciban  en  la  eternidad. 


Santiago ,  diciembre  16  de  1863. 


Muí  señor  nuestro : 

Los  infrascritos,  participando  del  profundo  sentimiento  que  agovia 
a  esta  población  i  al  pais  enjeneral,  a  consecuencia  del  infausto  i  horri- 
ble acontecimiento  del  8  del  presente,  han  tratado,  sino  de  atenuar  sus 
múltiples  i  fatales  efectos,  de  llevar  al  menos  algún  pequeño  alivio  al 
hogar  de  las  familias  i  de  los  huérfanos,  que  han  quedado  en  la  indijen- 
cia  i  a  merced  solo  de  los  socorros  de  la  caridad  privada.  Para  llenar 
de  alguna  manera  nuestro  propósito,  hemos  solicitado  de  los  suscritores 
a  la  "Sociedad  Filarmónica"  la  cesión  de  aquella  parte  de  la  suscricion 
que  se  les  adeuda,  por  no  haber  tenido  lugar  la  tercera  de  las  tres  fun- 
ciones convenidas  con  el  empresario,  que  lo  es  el  señor  don  Agustin 
H.  Prieto.  Todos  han  correspondido  espontánea  ijenerosamente  a  nues- 
tro llamamiento  como  IJd.  puede  notarlo  por  el  acta  que  orijinal  acom- 
pañamos. 

En  consecuencia,  suplicamos  a  Ud.  se  sirva  aceptar  el  modesto  con- 
tinjente  que  ponemos  a  su  disposición,  como  una  débil  muestra  de  nues- 
tro intenso  dolor,  i  hacerlo  recaudar  de  poder  del  señor  Prieto,  para 
emplearlo  en  el  piadoso  i  humanitario  fin  que  Ud.  i  demás  miembros  de 
la  comisión  se  han  propuesto. 

Aprovechamos  la  ocasión  de  ofrecer  a  Ud.  las  seguridades  de  nuestra 
consideración  i  aprecio. — SS.  SS.- — Ramón  Ricardo  Rosas. — Rafael 
Bascuñan. 

Al  señor  don  Guillermo  Matta, 


Santiago,  diciembre  18  de  1863. 

Señores  i 

A  nombre  de  la  comisión  nombrada  para  colectar  socorros  en  fa- 
vor de  los  desamparados  i  huérfanos,  os  damos  las  gracias  por  vuestra 
jenerosa  dádiva.  Los  nobles  sentimientos  que  la  acompañan  son  dignos 
de  la  juventud  de  Santiago  i  dignos  de  los  buenos  corazones.  El  dinero 
que  iba  a  servir  para  una  fiesta,  servirá  para  una  obra  de  caridad  i 
llevará  el  alivio  i  el  consuelo  a  la  guardilla  del  desvalido,  a  la  cuna  del 
huérfano.  I  no  es  verdad  que  semejante  esperanza  es  mas  dulce  i  mas 
íntima  que  otra  alguna?  ¿no  es  verdad  que  ningún  placer  mundano 
equivale  a  una  obra  caritativa  i  al  placer  de  enjugar  las  lágrimas  de  la 
desgracia?  Ese  camino,  es  el  camino  de  la  virtud,  que  conduce  al  amor 
a  la  patria,  al  amor  a  la  familia  a  la  relijion  del  deber.  La  juventud  de 
Santiago,  que  así  lo  ha  comprendido,  nos  da  ahora  una  prueba  publi- 
ca, manifestando  que  esas  son  sus  convicciones. 

Tened  vosotros  la  bondad  de  participar  a  vuestros  compañeros  fluet- 


84  ■— 

tro  agradecimiento  i  creednos  vuestros  sinceros  amigos. — Manuel  Een- 
jifo. —  Guillermo  Matta. 

A  los  señores  don  Ramón  Ricardo  Rosas  i  don  Rafael  Bascuñan. 


Los  que  abajo  suscribimos  cedemos  en  beneficio  de  los  individuos  que 
han  quedado  sin  amparo  a  consecuencia  del  horroroso  incendio  del  tem- 
plo de  la  Compañía,  la  parte  de  suscricion  que  nos  resta  a  las  tres  fun- 
ciones de  filarmónica  a  que  estábamos  suscritos. — Santiago,  diciembre 
13  de  1863. 


Miguel  F.  del  Fierro. 
Ramón  Ricardo  Rosas. 
Rafael  Bascuñan. 
Vicente  del  Sol. 
Domingo  del  Fierro. 
Claudio  Sánchez. 
Rafael  Gana  i  Cruz. 
José  Luis  Claro. 
Capitolino  Solar. 
Sebastian  Moreno. 
Félix  Solar. 
José  Eujenio  Guzman. 
Isidoro  Palma. 
J.  E.  Renard. 
Manuel  M.  dellndurraga. 
Macario  Ossa. 


José  Hurtado. 

Juan  Rafael  Velez. 

José  Miguel  Valdez. 

José  Gabriel  Palma  Guzman. 

J.  A.  Gutiérrez. 

Diego  I.  Palma. 

Samuel  Izquierdo. 

Por  Archibaldo  Armstrong,  Diego  Armstrong 

Ramon  Antonio  Carrasco. 

Por  Evaristo  Sánchez,  Claudio  Sánchez. 

Adrián  de  Undurraga. 

Por  José  Toribio  Larrain,  Vicente  del  Sol. 

Guillermo  O  valle. 

Eusebio  Larrain. 

Luis  Huneeus. 


El  monto  de  los  auxilios  colectados  para  los  huérfanos  i  desvalidos  en 
el  departamento  de  Santiago,  ascendia  el  25  de  diciembre  a  la  suma 
de  8,575  ps.  40  cts. 


Sres.  D.  Manuel  Renjifo  i  Guillermo  Matta. 
SANTIAGO. 

Valparaíso,  diciembre  18  de  1863. 

Mui  señores  mios : 

He  recibido  la  comunicación  que  Uds.?  autorizados  por  los  vecinos 
de  Santiago,  me  han  dirijido  a  fin  de  que  excite  la  caridad  pública  en  esta 
ciudad  en  favor  de  las  víctimas  de  la  espantosa  catástrofe  del  ocho  del 
actual,  que  amontonó  dos  mil  cadáveres  en  los  escombros  de  la  Com- 
pañía. 

Esta  desgracia  inmensa,  que  ha  conmovido  tan  profundamente  a  Val- 
paraíso i  sin  duda  alguna  a  la  República  entera,  encontrará  dispuestos 


—  85  — 

a  los  vecinos  de  esta  ciudad,  para  contribuir  en  cuanto  les  sea  posible 
a  mitigar  la  suerte  de  los  infelices  que  han  perdido  a  la  vez  sus  deudos 
mas  queridos  i  con  ellos  los  recursos  necesarios  para  su  subsistencia. 

Uds.  pueden  contar  con  que  haré  todos  los  esfuerzos  de  que  soi  capaz 
en  el  desempeño  de  la  comisión  que  me  han  confiado  i  que  tiene  un 
propósito  tan  santo. 

Los  auxilios  pecuniarios  que  obtenga  los  remitiré  a  Uds.  o  al  admi- 
nistrador del  Banco  de  Chile  don  Alejandro  Vial,  según  me  lo  indican 
en  su  comunicación. 

Sírvanse  aceptar  las  consideracionés  con  que  soi  de  Uds.  A.  S.  S. 

J.  S.  Aldunate. 


Diciembre  21  de  1863. 

Los  señores  don  Manuel  Renjifo  i  don  Guillermo  Matta,  autorizados 
por  los  vecinos  de  Santiago,  se  han  dirijido  a  mí,  a  fin  de  que  en  ésta 
coopere  a  la  obra  filantrópica  iniciada  en  la  capital  de  buscar  auxilios 
pecuniarios  para  los  que  a  consecuencia  de  la  horrible  catástrofe  de  la 
Compañía  han  quedado  en  la  horfandad  i  en  la  miseria. 

No  era  posible  negarse  a  semejante  invitación,  sin  desentenderse  de 
un  sagrado  deber.  Acepté,  pues,  gustoso  la  comisión  que  se  me  confe- 
ria, alentado  por  otra  parte,  en  que  la  caridad  nunca  desmentida  del  ve- 
cindario sabrá  proporcionar  los  recursos  que  se  le  piden  para  sus  her- 
manos de  la  capital,  que  en  su  desgracia  aguardan  los  auxilios  que  los 
habitantes  de  Valparaiso  saben  encontrar  siempre  que  hai  una  necesi- 
dad por  atender. 

A  fin  de  llenar  cuanto  ántes  la  obligación  que  nos  impone  la  desgra- 
cia, a  cuyo  remedio  debemos  ocurrir,  he  creido  que  el  mejor  medio  seria 
el  de  nombrar  una  comisión  compuesta  de  Ud.  i  de  los  señores  don 
Francisco  Carvallo,  don  Manuel  Andrés  Orrego,  don  Roberto  Budge, 
don  José  Manuel  Almarza,  don  Vicente  Vidaurre,  don  Ramón  Suber- 
caseaux,  don  H.  Masenlli,  don  José  Tomas  Ramos  i  don  Francisco  In- 
fante, quienes,  excitando  el  celo  del  vecindario,  reúnan  los  auxilios  que 
les  fuere  posible  obtener  para  remitirlos  a  la  comisión  de  Santiago. 

No  dudo  que  Ud.  i  los  demás  señores  de  la  comisión  se  prestarán 
gustosos  a  desempeñar  esta  misión  de  caridad,  i  que  la  sola  indicación 
del  objeto  que  se  proponen  será  una  causa  poderosa  para  encontrar  don- 
de se  presenten  el  decidido  apoyo  de  los  vecinos  de  Valparaiso. 

J.  S.  Aldunate. 


Al  señor  don 


—  86  — 


SOCORRO  A  LOS  HUÉEFANOS  I  DESVALIDOS. 

Santiago,  diciembre  23  de  1863. 

En  cumplimiento  de  la  comisión  que  V.  S.  I.  i  R,  tuvo  a  bien  con- 
ferirnos con  fecha  10  del  presente,  i  en  cuyo  desempeño  nos  han  acom- 
pañado don  Abdon  Cifuentes  i  don  Zorobabel  Rodríguez,  nos  cabe  la 
satisfacción  de  acompañar  dos  libranzas  a  cargo  del  banco  de  Chile  as- 
cendente al  valor  de  2,031  pesos  90  centavos  importe  total  de  las  suscri- 
ciones  que  hemos  recolectado  a  favor  de  los  huérfanos  i  desvalidos  que 
han  quedado  a  consecuencia  del  incendio  de  la  Compañía. 

Acompañamos  igualmente  una  lista  nominal  de  las  personas  que  se 
han  servido  contribuir  al  noble  pensamiento  ele  V.  S.  I.  espresando  al 
mismo  tiempo  la  cantidad  con  que  cada  una  ha  contribuido  ;  i  tratando 
de  llenar  una  de  las  instrucciones  que  V.  S.  I.  nos  señaló  para  el  des- 
empeño de  nuestra  comisión,  adjuntamos  una  razón  tan  circunstanciada 
como  ha  sido  posible  obtener,  del  número  i  condición  de  los  desvalidos. 
Creemos  que  esta  lista  podrá  ser  de  mucha  utilidad,  sea  para  la  distri- 
bución de  las  limosnas,  tomando  en  cuenta  la  situación  especial  de  cada 
solicitante,  sea  para  auxiliar  a  los  establecimientos  en  los  cuales  es  de 
esperar  que  se  dé  colocación  a  muchos  de  los  huérfanos. 

Nos  ha  parecido  oportuno  suspender  la  recolección,  porque  como  con 
anterioridad  i  con  el  mismo  caritativo  propósito,  se  nombraron  en  una 
junta  popular  diversas  comisiones  que  han  recorrido  la  ciudad  con  un 
éxito  correspondiente  a  su  activo  celo,  hemos  juzgado  que  continuando 
la  fcuscricion  contrariaríamos  el  encargo  de  V.  S.  I.  imponiendo  a  la 
caridad  pública  un  gravamen  demasiado  oneroso. 

De  V.  S.  I.  i  R.  atentos  servidores. 

José  Manuel  Orrego. — Javier  Luis  de  Zañartu. — Joaquín  Blest  Gana.—* 
Javier  Lazo. 


—  87  — 

mmum  mmm 


CONSULADO  JEN  ERAL  DE  LA  REPUBLICA  AEJENTINA, 

Valparaíso,  di  iembre  14  de  <883, 

Señor  Ministro : 

.  En  medio  de  la  consternación  jeneral  que  abate  el  ánimo  de  todas  las 
clases  de  la  sociedad,  cumplo  con  el  deber  aunque  doloroso,  de  mani- 
festar a  V.  E.  en  nombre  de  mis  compatriotas  residentes  en  Chile  i  en 
mió  propio,  el  profundo  sentimiento  que  nos  ha  ocasionado  la  terrible 
catástrofe  ocurrida  en  la  tarde  del  8  del  corriente  en  el  templo  de  la 
Compañía  de  esa  capital. 

Tin  acontecimiento  tan  desgraciado  e  inaudito,  que  sume,  en  el  dolor 
a  un  considerable  número  de  familias  i  que  ocasiona  al  pais  una  pérdida 
tan  crecida  de  preciosas  vidas,  no  ha  podido  menos  que  ser  mui  sensible 
a  los  arjentinos,  que  se  consideran  no  como  simples  amigos  de  los  chile- 
nos sino  como  queridos  hermanos,  porque  hai  una  afinidad  lejítima  en- 
tre ámbos  pueblos,  constituida  por  el  mismo  oríjen  i  consagrada  por  una 
historia  de  glorias  i  sacrificios  comunes.  I  es  por  esa  fraternidad  que  los 
arjentinos  lloran  con  los  chilenos  el  mísero  destino  de  tantas  i  tan  ino- 
centes víctimas. 

Que  él  Padre  de  toda  consolación  quiera  enjugar  las  lágrimas  de  los 
pacientes  i  acordarles  la  resignación  que  la  virtud  aconseja  en  los  lan- 
ces amargos  de  la  vida,  sometiéndose  a  la  voluntad  divina,  a  esa  volun- 
tad poderosa  e  infinita  que  se  cumple  ahora  i  a  la  cual  todo  está  sujeto  en 
el  universo. 

Quiera  V.  E.  recibir  nuestro  mas  sentido  pésame  i  la  particular  esti- 
mación i  distinguido  aprecio  de  su  atento,  obsecuente  servidor. 

Gregorio  Beéclie. 

Al  señor  ministro  de  relaciones  esteriores  del  gobierno  de  Chile  doctor  don  Manuel 
A.  Tocornal. 


MINISTERIO  DE  RELACIONES   ESTERIORES  DE  CHILE. 

Santiago,  diciembre  17  de  1863. 

Señor  cónsul : 

He  tenido  el  honor  de  instruirme  i  dar  cuenta  a  S.  E.  el  Presidente 
déla  República  de  la  nota  que  se  ha  servido  US.  dirijirme  con  fecha  14 
del  presente,  i  que  he  recibido  ayer.  En  ella  me  manifiesta  US.  a  su 


—  88  — 

nombre  i  al  de  sus  compatriotas  residentes  en  la  República,  su  profundo 
sentimiento  por  la  terrible  catástrofe  del  8  del  actual,  i  la  fraternidad, 
constituida  por  un  mismo  oríj  en  i  consagrada  poruña  historia  de  gloria 
i  sacrificios  comunes  que  liga  a  los  chilenos  con  los  arjentinos,  i  que  ha 
hecho  a  éstos  llorar  a  la  par  de  aquellos  el  mísero  destino  de  las  numero- 
sas e  inocentes  víctimas  de  aquel  acontecimiento  tan  desgraciado  como 
inaudito.  Concluye  US.  por  pedir  a  nuestro  Padre  común,  a  cuya  vo- 
luntad todo  vive  sujeto,  consuelo  i  resignación  para  los  que  padecen,  i 
por  ofrecerme  el  sentido  pésame  de  US.  i  sus  compatriotas. 

Acatando  reverentemente  los  altos  designios  de  la  Providencia,  aun 
no  ha  podido,  sin  embargo,  sustraerse  mi  gobierno  a  la  influencia  del 
dolor  jeneral  que  ha  producido  en  el  pais  aquella  irreparable  calamidad 
pública ;  i  en  tan  penosa  situación  le  ha  servido  de  eficaz  consuelo  la 
nueva  seguridad  que  con  la  comunicación  de  US.  ha  recibido  de  los 
fraternales  sentimientos  que  abrigan  respecto  de  Chile  US.  i  sus  com- 
patriotas residentes  en  la  República. 

S.  E.  el  Presidente  me  ha  encargado  significarlo  así  a  US.  i  darle  las 
mas  cumplidas  gracias  por  la  amistosa  solicitud  con  que  US.  i  sus  com- 
patriotas que  residen  en  Chile  han  sabido  tomar  parte  en  nuestro  duelo. 

Sírvase  US.  aceptar  los  sentimientos  de  mi  distinguida  consideración, 
con  que  soi  de  US.  atento,  seguro  servidor. 

Manuel  A.  Tocornal. 

Al  señor  cónsul  jeneral  de  la  República- Arjentina. 


MENDOZA. 

Las  grandes  desgracias  vuelan  con  la  rapidez  de  la  electricidad. 

En  los  puntos  mas  lejanos  de  la  provincia  se  conocen  ya  los  porme- 
nores del  espantoso  incendio  que  ha  reducido  a  cenizas  ¡en  solo  una 
hora!  mas  de  dos  mil  personas,  llenas  de  vida  i  de  intelijencia. 

Nuestra  sociedad  ha  sufrido  un  golpe  terrible,  con  tan  calamitosa 
desgracia.  , 

Mendoza  por  esperiencia  propia,  por  sus  sufrimientos  del  20  de  mar- 
zo i  las  escenas  espantosas  que  él  produjo,  puede  apreciar  i  juzgar  de- 
bidamente lo  horriblemente  trájico  de  aquel  suceso  que  ha  cubierto  de 
luto  la  república  de  Chile. 

Hoi  mas  que  nunca,  nuestra  sociedad  se  siente  ligada  a  la  de  Chile, 
por  vínculos  tan  poderosos  como  el  de  la  sangre. 

La  común  desgracia  i  la  gratitud! 

Nuestros  dolores  de  ayer,  i  las  miles  de  víctimas  perdidas  en  pocas 
horas  también,  hacen  mas  desgarrador  el  recuerdo  de  este  nuevo  acon- 
tecimiento que,  como  el  nuestro,  no  tiene  precedente  en  la  historia  de 
las  calamidades  del  mundo. 

Muí  en  breve  harán  tres  años  a  que  nuestra  hermana  i  vecina  repú- 


-~  89  — 

blica,  aterrada  por  la  catástrofe  que  destruyó  nuestra  población,  era  la 
primera  en  enviarnos  jenerosa  i  oportunamente  toda  clase  de  socorros 
para  aliviar  nuestro  inmenso  infortunio. 

La  previsión,  la  espontánea  filantropía  de  ese  pueblo  que  sufre  hoi  lo 
que  entonces  sufria  por  nosotros,  se  revelaba  en  las  variadas  i  cuantio- 
sas limosnas  con  que  cada  uno  de  sus  hijos  nafra  contribuido. 

Sin  los  socorros  oportunos  de  Chile,  sin  sus  médicos,  sin  sus  medici- 
nas, sin  sus  ropas,  sin  sus  alimentos,  ¿qué  habría  sido  de  tantos  desgra- 
ciados cuyos  miembros  mutilados  estaban  espuestos  al  sol  i  al  frió? 

Mendoza  no  olvidará  jamás  estos  beneficios. 

¿Cuántos  de  los  que  entonces  nos  enviaban  sus  dádivas  i  pedian  a 
Dios  resignación  i  consuelo  para  nuestra  desgracia,  habrían  sido  devo- 
rados por  las  llamas  en  ese  dia  fatal? 

Bajóla  tristísima  impresión  que  este  funesto  suceso  ha  producido  en 
toda  nuestra  sociedad,  Mendoza  quisiera  ser  la  primera  en  asociarse 
para  un  acto  público  al  justo  e  inconsolable  dolor  de  los  que  han  perdi- 
do tanto  ser  querido. 

En  efecto,  para  cumplir  con  este  deber  i  satisfacer  un  deseo  sentido 
en  toda  la  provincia,  se  reunieron  ayer  varias  personas  notables  i  acor- 
daron levantar  una  suscricion  popular,  con  dos  objetos  ; 

1.  °  Hacer  suntuosos  funerales  para  las  i  víctimas  del  incendio  de  la 
Compañía  de  Santiago  debidamente,  i  2.  °  contribuir  con  todos  los 
fondos  sobrantes  que  se  colecten  para  el  monumento  con  que  se  piensa 
conmemorar  en  aquella  capital,  tan  espantosa  catástrofe. 

De  acuerdo  todos  los  presentes  en  este  pensamiento,  se  nombró  una 
comisión  para  la  dirección  de  los  funerales  i  la  colecta  de  la  suscricion 
convenida. 

La  comisión  n  ombrada  se  compone  de  los  señores : 

J eneral  don  Pedro  P.  Segura. 

;?  Mauricio  Villanueva. 
r>   Francisco  Civit. 

Hemos  sido  informados  que  en  el  mismo  dia  de  ser  nombrada  esta 
comisión  se  ha  ocupado  con  toda  actividad,  del  nombramiento  de  otras 
comisión  es  en  los  departamentos  de  campaña  para  correr  esta  suscricion, 
i  de  cua  nto  sea  concerniente  alas  exequias  que  se  preparan. 

Ea  seguida  publicamos  la  nota  de  invitación  que  dirije  'ía  comisión  al 
público.,,  i  desde  luego  podemos  asegurar  que  no  habrá  un  .a  sola  persona 
que  se  niegue  no  solo  a  suscribirse,  sino  a  tomar  parte  en  cualquiera 
comifjion  a  que  sea  llamado. 

Hé  aquí  la  nota  a  que  nos  hemos  referido. 

NOTA  DE  INVITACION. 

Los  que  suscriben  han  sido  honrados  por  muc7hos  cii  idadanos  notables 
de  la  provincia,  para  levantar  una  suscricion  pe  >pular  para  los  funera- 

12 


—  90  — 

les  que  deberán  celebrarse  con  la  mayor  solemnidad  posible  en  Nuestra 
Señora  de  Loreto,  para  el  descanso  eterno  de  las  desgraciadas  víctimas 
del  espantoso  incendio  de  la  Compañía,  en  Santiago  de  Chile. 

Los  que  firman  al  aceptar  este  encargo,  cumplen  con  el  deber  de  in- 
vitar al  pueblo  de  Mendoza  para  que  contribuya  por  su  parte  con  cual- 
quier cantidad  para  el  objeto  indicado. 

La  colecta  de  los  fondos  se  hará  por  los  comisionados  que  se  nombra- 
rán en  la  ciudad  i  la  campaña. 

(  Constitucional  del  21  de  diciembre.) 


=  91  — 


MONUMENTO 

A  LAS  VICTIMAS  DEL  8  DE  DICIEMBRE, 


Santiago,  diciembre  15  de  1863. 
La  Intendencia,  con  esta  fecha,  lia  decretado  lo  que  sigue : 

"Estando  terminada  la  fosa  común  i  guardados  ya  en  ella  los  restos 
de  las  víctimas  que  perecieron  en  el  terrible  incendio  del  templo  de  la 
Compañía,  en  la  noche  del  8  del  corriente,  i  cuyos  cadáveres  no  han 
podido  ser  reconocidos  por  los  deudos,  no  obstante  las  mas  prolijas  in- 
vestigaciones, i  siendo  necesario  que  se  erija  un  monumento  que  eter- 
nice el  sentimiento  profundo  producido  por  esta  catástrofe  que  ha  lle- 
nado de  consternación  i  luto  todos  los  hogares  ;  i  deseando  la  Inten- 
dencia hacerse  el  intérprete  del  pensamiento  jenerai  a  este  respecto,  he 
venido  en  acordar  : 

Nómbranse  las  comisiones  que  a  continuación  se  espresan  para  que 
procedan  a  promover  i  recabar  suscriciones  en  el  barrio  que  se  les 
designa,  para  costear  con  ellas  un  monumento  fúnebre  que  guarde  los 
restos  de  las  víctimas  de  la  aciaga  noche  del  8  del  corriente  i  que  sim- 
bolice el  santo  i  respetuoso  dolor  del  vecindario  de  esta  capital  por  su 
desgraciada  suerte. 

Comisión  para  los  barrios  del  norte. 

Don  Miguel  Dávila  Don  Carlos  Rodríguez 

"    Máximo  Arguelles  "    Pedro  Félix  Rodríguez 

"    Matías  Ovalle  "    José  María  Vargas 

"   Santiago  Pérez  Matta  Coronel "    José  Antonio  Villagran 

"    Santiago  Portales  Comandante  "    Juan  Dávila 
"    Matías  Valdivieso 


Comisión  para  los  barrios  de  Yungai. 

Don  Francisco  Humeres  Señor  cura  D.  Pedro  Juan  Butafoco 

g    Miguel  Felipe  Fierro  4 '  Manuel  Cristi 

"    Santiago  Cumplido  "  José  V.  Larrain  Espinosa 

"    Carlos  Mandeville  Presbítero  "  Florentino  Olivares 

"   Juan  Baut.  Gonzales  Sarjento  mayor  "  Hipólito  Beauchemin 
"    Ignacio  Domeyko  "  José  Zeger  Recasens 

Comisión  para  la  parte  central  de  la  ciuclad  desde  la  calle  de  la  Bandera 

al  oriente. 


D.  Nicolás  Larrain  i  Aguirre 
"  Manuel  G.  de  la  Huerta 
Cor.  de  (t.  Nan. "  Manuel  Beauchef 
"  Edmundo  Eastman 


D.  Francisco  Amagada 
"  Jorje  Beauchef 
"  Rosauro  Gatica 
"  Fernando  Plata  Guzman 


—  82  — 


"  Valentín  Marcoleta 
"  José  Besa 

"  Juan  M.  Valdes  AMunate 
"  Antón.  Larrain  i  Aguirre 
"  Rafael  Plata  Guzman 
"  Tomas  A.  Martínez 
Prebendado     "  Miguel  Sevilla 

"  Joaquín  Valdes  Sarabía 
"  Ruperto  Allendes  - 
"  Agustín  Mourgues 
"  Tadeo  Izquierdo 
D.  Alejandro  Vial 
"  Igoacio  Zañartu 
"  José  Santos  Cifuentes 
"  José  Gregorio  Castro 


D.  Eli  o  doro  F©ntecilla 
"  Bereardo  José  de  Toro 
"  Carlos  Sánchez 
Prebendado  "  Francisco  de  P.  Taforó 
Coronel  "  Santiago  Salamanca 

"  Manuel  Antonio  Brisefto 
"  Guillermo  Matta 
"  José  Castillo 
"  J osé  Tocornal 
Cor.  de  G.  T$.  "  Manuel  Renjifo 

"  José  G.  Palma  Guzman 
"  Juan  Haviland 
"  Alejandro  Lurquin 
"  Justino  Laperssone 
"  JorjeHuneeus 


Comisión  para  la  parte  central  de  la  ciudad  desde  la  calle  de  la  Bandera 
al  canal  de  Negrete. 


D.  Bernardino  Opaso 
Presbítero  "  José  María  Ramírez 


Id. 

Prebendado 


D.  Ignacio  de  Reyes 
"  Vitalicio  López 
"  Miguel  Lais  Antnnátegui 
"  Cesario  Valdez 
Señor  coronel  "  Vicente  Villalon 

"  Miguel  Barros  Moran 
"  Eulojio  Altamirano 
"  José  de  Beraales 
"  Raimundo  Antonio  León. 
"  Francisco  Subercaseaux 
"  Vicente  Reyes 
"  Juan  Morandé 
"  Manuel  Figueroa 
"  Félix  Blanco  Gana 
"  Alejandro  Reyes 
"  Waldo  Silva 
"  Ramón  Santelices 

Comisión  para  la  parte  sur  de  la  ciudad,  de  la  calle  vieja  de  San-Diego 

al  oriente. 


José  Domingo  Meneses 
Ramón  de  la  Fuente 
"  Adolfo  Valderrama 
"  Manuel  Alamos 
Señor  deán  ",José  Miguel  Arístegui 
"  Juan  Miguel  Riezco 
"  José  Ignacio  Larrain 
"  Eujenio  Vergara 
*"  Borja  Valdez  Aldunate 
"  Ignacio  Javier  Ossa 
"  Man.  Valenzuela  Castillo 
Diego  Tagle 
Melchor  Silva  Claro 
Joaquín  Cortez 


Ten.  coronel 
Sarjen,  mayor 


Presbítero 
Prebendado 


Ten.  cor.  grad, 

Coronel 

Coronel 


D.  Domingo  Morel 
"  José  Manuel  Infante 
"  Santiago  Prado 

Blas  Cañas 
"  Manuel  Parrefío 
"  Vicenfe  Cifuentes 
"  Felipe  Prieto 
"  Manuel  Antonio  Marin: 
"  Antonio  de  La  Fuente 
"  Santiago  Amengual 
"  Andrés  Cifuentes 
"  Ignacio  Valdivia 
"  Ramón  Gonzales  Concha 
"  Guillermo  Blest 
"  Vicente  Padin 
"  JoseSemir 


D.  Enrique  C.  Baeza 
"  Rafael  A.  Casanova 
"  Pablo  Zorrilla 
Prebendado     "  Ramón  García 
"  Manuel  Zegers 
"  Alberto  Blest  Gana 
"  José  Antonio  Montt 
"  Justo  Arteaga  Alemparte 
"  Miguel  Arreta 
"  Ramón  Tagle 
"  Pablo  Gonzales 
"  Santiago  Labarca 
"  Manuel  Zapata 
"  José  Basterrica 
"  Federico  Cobos 
Ten.  coronel    "  Manuel  Antonio  Faez 


—  93  — 


Comisión  para  la  parte  sur  de  la  ciudad  desde  la  calle  vieja  de  San-Diego 

al  poniente. 

D.  Isidoro  Salinas  D.  Erasmo  Escala 

"  Juan  Tomas  Smith  Presbítero  "  Ignacio  Bacigalupi 

"  Isidoro  Combet  "  Belisario  Henriquez 

"  Ramón  Gómez  "  Agustín  Padilla 

"  Pedro  V.  Urzúa  "  Rafael  Gonzales 

"  Juan  Garin  "  Manuel  Camilo  Vial 

"  Enrique  Meiggs  "  Manuel  Vergara 

"  José  Antonio  2.  °  Rojas  "  José  María  Guzman 

"  Julio  Zegers  "  Sant.  Figueroa  Larrain 

"  Domingo  ligarte  "  Jorje  Gaski 

Coronel          "  Viviano  A.  Carvallo  Tent.  coronel  "  Miguel  Faez 

Comisión  especial  para  la  parte  sur  de  la  ciudad  comprendida  entre 
el  canal  de  San-Miguel  i  Zanjón  de  la  Aguada. 

D.  José  Carlos  Valenzuela  D.  José  Ramírez 

"  Victoriano  Jaña  "  Anselmo  Santa-María 

Los  fondos  que  se  colecten  por  las  comisiones  nombradas,  se  depo- 
sitarán en  la  tesorería  municipal. 

Se  invita  a  los  señores  injenieros  i  arquitectos  para  que  presenten  a 
esta  intendencia  los  proyectos  que  creyeren  convenientes  relativos  a  la 
forma  del  monumento  de  que  se  ha  hecho  mérito  i  a  la  manera  como 
debe  ejecutarse. 

Anótese,  comuniqúese  i  publíquese." 

Trascríbolo  a  para  su  conocimiento  i  fines  con- 
siguientes. 

Dios  guarde  a  Ud. 


—  94  — 

CUERPO  Di  BOMBEEOS  DE  SANTIAGO. 


De  entre  las  ruinas  del  incendio  de  la  Compañía,  ha  brotado  la 
grande  i  humanitaria  idea  de  organizar  un  cuerpo  de  bomberos  que 
haga  imposible  la  repetición  de  catástrofes  semejantes  a  la  del  ocho 
de  diciembre!  La  primera  palabra  del  sentimiento  herido  fué  la  de 
arbitrar  fondos  para  auxiliar  a  los  huérfanos  que  dejan  la  impreme- 
ditación, la  ceguedad  i  el  fanatismo ;  como  habia  sido  su  primer  mo- 
vimiento salvar  a  las  víctimas  que  el  egoísmo  i  la  impiedad  amonto- 
naban en  una  inmensa,  horrible  i  devastadora  hoguera. 

Amor,  olvidado  i  caridad  para  todos,  era  la  impresión  de  todos  los 
ánimos ;  reparar  en  cuanto  fuera  posible  las  desgracias,  la  aspiración 
de  todos  los  espíritus.  Mientras  tanto,  ¿cómo  responden  a  estos  dictados 
de  la  humanidad,  los  que  pudieran  llamarse,  sino  reos  i  cómplices  ante 
la  lei  i  la  justicia,  los  involuntarios  fautores  de  tantas  desgracias,  que 
han  sembrado  el  luto  i  la  desolación  en  toda  la  República? 

Actos  de  abnegación  i  de  civismo,  en  todas  las  clames  de  la  sociedad, 
han  sido  la  respuesta  enérjica  i  elocuente,  a  las  provocaciones  que  han 
lanzado  imprudentemente  la  prensa  ultra-montana,  dando  de  ese  modo 
a  conocer  los  móviles  que  la  gobiernan  i  los  fines  a  que  sirve. 

En  la  reunión  que  tuvo  lugar  en  el  Casino,  a  la  una  de  hoi,  se  acor- 
daron entre  las  personas  asistentes,  las  resoluciones  que  siguen: 

1.  53  Nombrar  una  comisión  directiva  interina  para  organizar  el 
cuerpo  de  bomberos  i  adquirir  los  útiles  i  máquinas  necesarias. 

2.  *  Aprobar  i  reconocer  subsidariamente,  como  reglamento  del 
cuerpo,  el  estatuto  de  la  compañía  núm.  3  de  Valparaíso. 

3.  *  Citar  a  las  personas  que  componen  el  cuerpo  de  bomberos 
de  Santiago,  para  el  nombramiento  de  oficiales,  el  domingo  20  del 
actual  a  la  una  del  dia,  en  el  Casino  de  la  Filarmónica. 

La  comisión  directiva  la  formaron  los  señores  don  Enrique  Meiggs, 
don  José  Luis  Claro,  don  José  Besa  i  don  A.  C.  Gallo. 

Las  personas  que  han  suscrito  a  esta  idea,  hasta  este  momento,  son 
103  bomberos,  44  miembros  contribuyentes  a  su  mantenimiento,  31 
auxiliares  i  29  guardias  de  la  propiedad. 


"Los  que  suscriben  nos  comprometemos  al  sostenimiento  de  las 
compañías  de  bomberos  que  se  van  a  establecer  en  Santiago  i  a  dar 
una  anualidad  anticipada  con  el  objeto  de  que  sirva  para  el  pago  de  las 
bombas,  escaleras,  ganchos,  encargados  por  la  junta  directiva  que  se  ha 
nombrado  en  esta  fecha.  La  suma  porque  nos  suscribimos  anualmente 
la  darémos  en  cada  año  en  la  época  que  lo  determine  el  director. 

Los  fondos  serán  depositados  en  el  banco  de  los  señores  Ossa  i  Ca. 


—  95  — 

a  disposición  del  director^  para  que  éste  disponga  la  remesa  de  fondos 
para  el  pago  de  bombas  i  demás  útiles. — Santiago,  diciembre  14  de 
1863." 

José  Luis  Claro.  Me  comprometo  a  dar  cuarenta  pesos  al  año   40 

Francisco  Allendea.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales   5 

M.  E.  Domínguez  Me  suscribo  con  diez  pesos  al  año    *  10 

Francisco  Somarriva.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales   5 

A.  Abasólo,  por  diez  pesos  al  año  -  10 

Julio  César  Escala  Me  suscribo  con  diez  pesos  ármales   10 

José  Tomas  Valverde.  Me  suscribo  con  diez  pesos  anuales   10 

A.  Silva  i  Ca.  Me  suscribo  con  veinte  pesos  al  año   20 

Por  S.  P.  Bordalí,  R.  Polanco.  Me  suscribo  con  diez  pesos  anuales   10 

Domingo  Toro  Herrera,  por  mi  padre  Domingo  Toro,  un  peso  anual...  1 
Muchall  i  Robles  Via,  nos  suscribimos  con  cinco  pesos  anuales  .....  5 
Vicente  Muji  ;a.  Me  suscribo  con  diez  pesos  por  una  sola  vez.......  10 

Rafael  Villarruel.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales  ¿> 

Gacitúa  Verdugo.  Me  suscribo  en  cinco  pesos  anuales.   5 

Tristan  Nieto.  Me  suscribo  con  diez  pesos  anuales   10 

Víctor  W.  Castro.  Con  oiez  pesos  anuales  „.„.  ««.   10 

Manuel  Antón  o  Castro  i  J.  Clemente  Castro  con  diez  pesos  anuales   10 

A.  A.  López.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales   5 

Francisco  de  P.  Orozco,  Me  sjs<;ribo  con  diez  pesos  anuales   10 

Eduardo  L.  Hempell.  Me  suscribo  con  diez  pesos  anuales. . .  .  t   10 

Buenaventura  Cádiz.  Me  suscribo  con  diez  pesos  anuales   10 

Manuel  María  de  Undurraga.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  al  año   5 

David  Izquierdo.  Me  suscribo  con  doce  pesos  anuales   12 

E.  M.  de  Santa-Olalla.  Me  suscribo  con  diez  pesos  anuales   10 

Honorio  Sánchez.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anua  es   5 

José  Choupay.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales  <   5 

I.  E.  Bouquet.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales.   5 

J.  Bouquet.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales   5 

Emilio  Bello.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales   5 

Rafael  2.  °  Garfias.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales   5 

A.  Castro  Cienfuegos,  con  diez  pesos  anuales    10 

José  Domingo  Cortez,  con  cinco  pesos  anuales  *   5 

Moisés  Vargas,  con  cinco  pesos  anuales   5 

Fernando  Rivadeneira,  con  diez  pesos   10  ' 

José  Ramón  Diaz,  con  doce  pesos  ,   12 

E.  Arnut,  con  cinco  pesos  anuales  .,   5 

A.  Errier,  con  cinco  pesos  anuales    5 

Bernando  Valderrama,  con  treinta  pesos  anuales   30 

Ramón  2.°  Rivera,  con  diez  pesos   10 

Francisco  Javier  Ovalle  O.,  con  doce  pesos........    12 

Juan  N  >üva,  con  diez  pesos   10 

Rafael  Garfias,  con  diez  pesos  anuales  .  „    10 

Ramón  Valdes  Barra,  con  cinco  pesos  anuales    5 

Fernando  2.  °  Luco,  con  di-z  pesos  anuales  .   10 

Anjel  C.  Gallo,  doce  pesos  anuales      12 

José  Toribio  Lira.  Me  t>u&cribo  con  doce  pesos  anuales   12 

H.  Cuadra.  Me  suscribo  con  dos  pesos  anuales   2 

Manuel  V.  Blest,  con  cinco  pesos  anuales   5 

A.  Jouve.  Por  cinco  pesos   5 

Guerin  Hermanos,  con  cinco  pesos  anuales....  >  ¡   5 

Benjamín  V.  Sotomayor.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales   5 


—  96  — 


Venancio  Escanilla.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales. 

Manuel  Pérez  Font,  con  diez  pesos  anuales  .   . 

Tito  de  la  Fuente.  Me  suscribo  con  cinco  pesos  anuales, 

Ramón  Gómez,  diez  pesos  anuales  ,  

A.  Theilchenman,  cinco  pesos  anuales  

Pedro  G.  Silva,  diez  pesos.,  

C.  Bascuñan,  con  diez  pesos  anuales  

Manuel  Amagada,  diez  pesos  


5 
10 

5 
10 

5 
10 
10 
10 


LISTA  DE  LA  COMPAÑIA  DE  BOMBEROS  DE  SANTIAGO. 

J.  Luis  Claro,  M.  Joaquín  Diaz,  Manuel  Guajardo,  Alejandro  Vial, 
Ignacio  Caviédes,  José  Besa  Albino,  A.  Guerra,  Antonio  del  Pedregal, 
Narciso  Dávila,  Jo^é  G.  Cádiz,  Francisco  Somarriva,  Francisco  Gue- 
rra, Rodulfo  Otea,  Jerman  Navarrete,  Julio  César  Escala,  Adolfo 
Ortúzar,  Claudio  Prieto,  Eulojio  Solar,  Cárlos  Diaz,  Rafael  Gana,  S. 
Moreno,  A.  Custodio  Gallo,  M.  E.  Domínguez,  Agustin  Larrain,  Emi- 
lio Bello,  Telésforo  Vergara,  E.  Alvarez,  Francisco  Prast,  Santiago 
Ortúzar,  por  carta  del  señor  don  F.  S.  Leighton,  J.  Luis  Claro,  P. 
Abasólo,  Cárlos  Besa,  Domingo  Toro  Herrera,  Tomas  R.  Armstrong, 
Manuel  Irarrázaval,  José  Luis  Irarrázaval,  Luis  Rodríguez  Velasco, 
F.  Donoso,  Cárlos  Irarrázaval,  E.  J.  Haviland,  Diego  Donoso,  Gui- 
llermo Larrain,  Ladislao  Larrain,  Juan  Francisco  Larrain,  José  Luis 
Larrain,  Luis  A.  Mancilla,  Tristan  Nieto,  Francisco  de  P.  Orozco, 
José  Choupay,  W.  G.  Rosn,  A.  A.  López,  Honorio  Sánchez,  Rafael 
Gárfias,  Buenaventura  Cádiz,  Juan  R.  Villetu,  David  Izquierdo,  Ma- 
nuel Antonio  Castro,  Víctor  W.  Castro,  Wenceslao  Vidal,  Eduardo 
L.  Hempel,  J.  Clemente  Castro,  Gazitua  Verdugo,  Fernando  Val- 
derrama,  Manuel  M.  de  Undurraga,  Nicolás  Luco,  J.  Bouquet,  De- 
metrio Ureta,  P.  Prast  'Pérez,  Fernando  Rivadeneira,  I.  E.  Bouquet, 
C.  Welker  Martínez,  Enrique  Fonseca,  Moisés  Vargas,  Manuel  2.  ° 
Porras,  Roberto  Souper,  Ambrosio  Nieto  ex-bombero,  José  Toribio 
Lira,  José  M.  Alvear,  José  Domingo  Cortez,  Rafael  2.  °  Gárfias,  José 
Ramón  Diaz.  J.  Luis  Lira,  Washington  Lastarria,  Francisco  Javier 
Ovalle,  José  Aurelio  Munita,  A.  Castro    Cienfuegos,  Ramón  L. 
Irarrázaval,  Miguel  Prieto,  Cárlos  Sazy,  Teodoro  Mund,  Francisco 
Gandarillas,  Ezequiel  Silva,  E.  Arnut  (hijo),  Alberto  Mackenna,  Ro- 
berto Borne,  Juan  N.  Silva,  A.  Cerrier,  Roberto  Araya,  Manuel  V. 
Blest,  Ramón  Valdez  Barra,  Eduardo  Buckles,  Juan  de  D.  Dinator^ 
Hilarión  Cuadra,  A.  Jouve,  Desiderio  Novoa,  Juan  Lesly,  Venancio 
Escanilla,  Tito  de  la  Fuente,  Ramón  Gómez,  Manuel  Pérez  Font,  A. 
Thellcheman,  Pedro  Gregorio  Silva,  Lorenzo  Pérez,  Amador  Olivares, 
Vital  N.  Martínez,  José  Santiago  Cañas,  Benjamín  V.  Sotomayor,  Fer- 
nando 2.  °  Luco,  Pedro  Antonio  Cifuentes,  Remijio  Costabal,  Julián 
Guillermo  Riesco,  Juan  Rafael  Ahumada,  Juan  Francisco  Polanco 
.Francisco  Ahumada,  Antonio  S,  de  Saldívar,  C,  Bascuñan,  Waldo 
González*  Ignacio  Larrain  IL,  Juan  Esté  van  Ortúzar. 


—  97  — 


COMPAÑIA  DE  GUARDIA  DE  PROPIEDAD. 

José  Santiago  Tagle,  Eicardo  Portales/  Eamon  Tagle,  Hormilio 
Prieto,  Saturnino  Duozorroza,  J.  Hermójenes  Alamos.,  Juan  Francis- 
co Allendes,  M.  A.  Matta,  Guillermo  Matta,  Juan  N.  Espejo,  A.  Aba- 
solo,  José  Tomas  Valverde,  A.  Lurquin,  Adolfo  Ortúzar,  K.  Polanco, 
Eulojio  Solar,  Juan  Arturo  Martínez,  Francisco  Ruiz  Tagle,  Juan 
jST.  Velez,  Vicente  R.  Vial,  Pedro  K  Marcoleta,  Valentin  Marcoleta, 
Pedro  J.  Salinas,  Ramón  Vial,  E.  M.  de  Santa  Olalla,  José  María 
Guzman,  doctor  Damián  Miquel  como  médico  de  la  compañía  de  bom- 
beros (ofrece  sus  servicios  profesionales,  por  conducto  del  que  suscri- 
be, Juan  Rafael  Velez),  Juan  Rafael  Velez,  José  B.  Elguero. 

AUXILIARES. 

Miguel  Ibarra,  Pascual  Saavedra,  Bartolo  Guerra,  José  A.  Vivanco, 
Juan  J.  Díaz,  Fernando  Toro,  José  Mercedes  Farias,  José  S.  Asua, 
Calixto  González,  Abelardo  Bustamante,  Narciso  Peña,  Manuel  Mu- 
ñoz, Juan  José  Salinas,  Juan  Aguilera,  Jerónimo  Zapata,  Domingo 
Vergara,  Juan  Moreno,  Juan  Benitez,  Lino  Benitez,  Juan  Diaz,  Mar- 
cial Silva,  Clemente  Silva,  José  María  Silva,  José  Dolores  Inostrosa, 
Tomas  Encina,  Manuel  Diaz,  Tiburcio  Ramírez,  Matías  González, 
Francisco  Brito,  Manuel  Vasquez,  Carlos  Dinamarca,  Pedro  Bernal> 
Juan  Tovar,  Manuel  Diaz,  Lorenzo  Tejeda,  Juan  Moran,  Martin  Pla- 
za, José  Dolores  Inostrosa,  José  María  Silva,  Juan  Duran,  Justo  Es- 
pinosa, Juan  B.  Hidalgo,  José  Miguel  Espinóla. 

NOTA. — Tanto  los  fondos  como  la  nomina  de  los  individuos  que  se  han  ofrecido 
para  servir  en  el  cuerpo  de  bomberos  se  ha  triplicado  hasta  la  fecha. 


18 


—  9é  — 


Si.  MINISTRO  D.  ÍOÉHGO  SÁNTA-MARIA. 
SR.  INTENDENTE  D.  FRANCISCO  B.  GUERRERO. 

Diciembre  16  de  1863. 

Señores  de  mi  respeto  i  aprecio  :  por  diferentes  conductos  he  sabido 
que  Udes.  han  tenido  en  sus  manos  las  cartas  que  dicen  sacó  de  la 
Compañía  un  oficial  de  policía  en  la  mañana  inmediáta  al  incendio,  i 
qúe  produjo  en  Udes.  profunda  indignación  su  lectura  i  la  convicción 
de  que  dicha  iglesia  era  un  foco  de  inmoralidad  i  corrupción.  Udes.  no 
han  reflexionado  seguramente  que  al  espresar  su  juicio  hacían  recaer 
una  buena  parte  de  las  vergonzosas  sospechas  sobre  las  mismas  vícti- 
mas que  nos  arrebató  el  incendio  i  cuya  trájica  muerte  tiene  sumidos 
en  amargo  duelo  a  sus  desconsolados  parientes ;  pues  que  ellas  repre- 
sentan los  dos  tercios  talvez  de  las  persosas  que  frecuentaban  aquella 
iglesia.  Así  ha  sucedido  en  efecto,  i  las  palabras  de  Udes.  i  de  los  que 
las  repiten  i  comentan  van  haciendo  cundir  esos  odiosos  rumores ;  i  lo 
que  es  peor,  la  maledicencia  concreta  sus  sospechas,  como  era  natural 
que  sucediera  atendida  la  naturaleza  del  asunto,  sobre  la  porción  mas 
distinguida  de  nuestra  sociedad,  como  que  no  era  de  creer  que  las  car- 
tas hubieran  sido  escritas  por  mujeres  del  pueblo. 

Estas  sospechas  son  intolerables  para  los  deudos  de  las  víctimas,  i 
tenemos  un  supremo  interés  i  perfecto  derecho  para  procurar  que  se 
desvanezcan  a  toda  costa,  poniendo  en  claro  la  verdad.  Vínculos  de 
.estrecho  parentesco  ligan  al  que  suscribe  con  algunas  de  las  víctimas  ; 
pero  de  un  modo  especialísimo  me  interesa  la  honra  de  una  hermana 
por  mil  títulos  querida,  i  la  de  su  apreciable  hija,  de  cuyo  buen  nombre 
soi ademas  como  su  curador  un  custodio  obligado.  En  el  círculo  délas 
personas  que  las  conocieron,  nada  tienen  que  temer  las  esclarecidas  vir- 
tudes de  las  dos  finadas ;  mas  como  sus  nombres  se  han  publicado  en  los 
diarios,  no  puedo  conformarme  con  que  sea  permitido  a  nadie  pronun- 
ciarlos de  una  manera  irreverente. 

Desde  1848  he  compartido  ademas  con  mi  difunta  hermana  el  cuida- 
do de  su  familia  i  de  sus  intereses,  por  encargo  que  me  hiciera  su 
esposo  el  señor  don  José  Miguel  Irarrázaval  en  el  lecho  de  muerte  ;  i 
no  quiero  que,  cuando  sus  tiernos  hijos  lleguen  a  ser  hombres,  encuen- 
tren escritos  con  un  tisne  de  ignominia  en  las  dolorosas  pájinas  de  la 
reciente  catástrofe  los  dulces  nombres  de  su  dignísima  madre  i  de  su 
purísima  hermana. 

Aun  hai  mas.  Mi  propio  nombre  i  el  de  todos  los  sacerdotes  de  San- 
tiago se  halla  feamente  comprometido  en  este  odioso  asunto  ;  pues  todo 
el  mundo  queda  con  derecho  para  hacernos  cómplices  de  esas  intrigas 
vergonzosas.  El  mismo  sijilo  con  que  la  delicadeza  de  Udes.  ha  creído 
prudente  ocultar  los  nombres  de  los  verdaderos  culpables,  ha  colocado 


—  99  — 

a  los  inocentes  en  la  imposibilidad  de  vindicarse.  Nuestra  posición  es 
durísima  i  humillante.  Se  empieza  a  poner  en  duda  el  título  que  tene- 
mos como  hombres  a  la  estimación  de  nuestros  conciudadanos  i  al  res- 
peto i  confianza  de  los  fieles  como  sacerdotes.  En  las  calles  i  lugares 
públicos  comenzamos  a  observar,  hasta  en  el  pueblo,  signos  que  reve- 
lan alejamiento  i  .recelo,  i  tenemos  que  bajar  ruborizados  los  ojos  mu- 
chas veces,  por  no  encontrarnos  con  las  miradas  escudriñadoras  de  los 
que  esperan  sorprender  en  nuestros  rostros  las  ajitaciones  de  una  con- 
ciencia culpable. 

Esto  no  puede  tolerarse ;  i  aunque  hubiera  bastante  abnegación  para 
tolerarlo,  nunca  seria  dado  renunciar  a  nuestra  honra,  ni  como  sacerdo- 
tes ni  como  hombres  ;  pues  de  ella  necesitamos  para  hacer  el  bien  en  la 
tierra,  i  a  ella  tienen  derecho  inalienable  la  iglesia,  la  familia  i  la  pa- 
tria. 

Es  preciso  que  cese  inmediatamente  este  estado  de  cosas  i  que  sea 
cumplidamente  esclarecida  la  verdad.  No  diviso  otro  camino  para  con- 
seguirlo que  la  prensa  misma,  que  se  ha  convertido  en  eco  de  esos  ver- 
gonzosos rumores.  Ruego,  pues,  a  Udes.  que  tengan  a  bien  dar  a  luz 
todas  las  cartas  que  han  llegado  a  su  poder,  sin  ocultar  el  nombre  de 
persona  alguna. 

Comprendo  toda  la  gravedad  de  este  paso  ;  pero  es  inevitable.  No  me 
digan  Udes.  que  con  la  publicación  que  les  pido  van  a  matar  el  honor 
de  algunas  personas;  pues  que  sin  ella  tampoco  puede  salvarse  el  de 
tantos  cientos  de  seres  inocentes,  en  cuya  vida  pura  se  está  cebando  la 
mordacidad.  Mil  veces  mas  sagrado  es  el  derecho  que  tiene  a  la  estima- 
ción i  a  la  honra  el  inocente  que  el  culpable.  Este  renuncia  tácitamente 
a  ese  precioso  derecho  en  el  hecho  de  serlo.  Conociendo  ademas  los 
documentos,  talvez  no  aparezca  tan  grave  i  manifiesto  el  delito.  En 
todo  caso,  será  posible  la  defensa  a  los  acusados  ;  los  vivos  responderán 
por  sí  mismos ;  los  deudos  i  amigos  podrán  responder  por  los  finados. 

Veo  todo  el  alcance,  pero  declino  toda  la  responsabilidad  de  esta  pu- 
blicación. Aquella  pesa  esclusivamente  sobre  los  que  hm  tenido  la  im- 
prudencia de  revejar  esos  misterios. 

Me  dirijo  a  Udes.,  primero,  porque  me  consta  de  un  modo  cierto  lo 
que  han  dicho,  aunque  he  oido  que  otros  han  hablado  también  sobre 
este  asunto,  i  las  palabras  de  Udes.  han  vulnerado  mi  honor  i  el  de  mis 
deudos  :  segundo,  porque  Udes.  son  caballeros  i  no  pueden  negarse  a 
reparar  la  honra  ajena  que  sin  quererlo  han  mancillado. 

Agregaré,  en  conclusión,  que  muchos  eclesiásticos  me  han  autoriza- 
do para  que  solicite  a  su  nombre  de  la  hidalguía  de  Udes.  la  misma  re- 
paración. 

Dispongan  Udes,  del  aprecio  de  su  A.  S.  i  C.  Q.  B.  S.  M. 

Joaquín  Larrain  Gandarillas. 


—  loo  — 


SEÑOR  PREBENDADO 

DON  JOAQUIN  LAKKAIN  GANDAEILLAS. 

Santiago,  diciembre  21  de  1863. 

Mui  señor  mió  i  amigo : 

Con  tanta  sorpresa  como  disgusto  he  leido  la  comunicación  que  Ud.  se 
ha  servido  dirijirme  por  la  prensa,  en  mi  carácter  de  intendente  de  esta 
provincia,  requiriéndome  para  que  dé  a  luz  las  cartas  contenidas  en  el 
titulado  Buzón  de  la  Vírjen,  i  que  según  Ud  me  fueron  entregadas  por 
un  oficial  de  policía  el  dia  siguiente  al  del  incendio  del  templo  de  la 
Compañía,  sin  ocultar  el  nombre  de  las  personas  que  las  hubiesen  sus- 
crito. Funda  Ud.  tan  estraña  exijencia  en  haber  sabido  por  diferentes 
conductos  que  la  impresión  que  en  mí  produjo  la  lectura  de  esas  cartas 
fué  la  de  una  profunda  indignación,  i  que  al  mismo  tiempo  espresé  la 
convicción  de  que  dicha  iglesia  habia  sido  un  foco  de  inmoralidad  i 
corrupción.  Como  deudo  inmediato  de  alguna  de  las  víctimas  sacrifica- 
das en  esa  deplorable  catástrofe  i  como  sacerdote,  me  conjura  Ud.  a  que 
alce  el  sijilo  con  que  mi  delicadeza  ha  creido  prudente  ocultar  el  nom- 
bre délos  verdaderos  culpables, a  fin  de  que  la  memoria  sagrada  de  su 
dignísima  hermana  i  de  su  purísima  sobrina  no  sea  recordada  jamas  de 
una  manera  irreverente,  i  de  que  no  se  haga  imposible  la  vindicación 
deUd.  i  de  todo  el  clero  de  Santiago,  cuya  honra  se  halla  feamente 
comprometida  en  este  enfadoso  asunto ;  pues  ha  menester  de  ella  para 
hacer  el  bien  sobre  la  tierra,  i  a  ella  tienen  también  un  derecho  inalie- 
nable la  iglesia,  la  familia  i  la  patria. 

Antes  de  entrar  a  contestar  la  comunicación  que  antecede,  debo  de- 
cir a  Ud.  con  franqueza  :  que  si  en  cualquiera  otras  circunstancias  que 
las  actuales  se  hubiera  reclamado  de  mí  esplicaciones  como  las  que  Ud. 
ha  exijido  por  la  prensa,  no  habria  trepidado  un  momento  en  dar  por 
toda  contestación  el  mas  profundo  silencio.  Desde  tiempo  atrás  profeso 
como  norma  de  conducta  el  no  descender  a  esplicar  i  sincerar  mis  actos 
oficiales,  sino  ante  mis  propios  jefes  ;  i  esto  cuando  las  circunstancias  lo 
exijan  de  una  manera  imperiosa.  Solo  en  ellos  reconozco  el  derecho 
perfecto  de  llamarme  a  cuenta  sobre  mi  conducta  funcionaría :  i  en  este 
caso,  nada  me  es  tan  satisfactorio  como  ei  vindicarme  de  los  cargos  que 
la  malignidad  se  complace  en  hacer  pesar  sobre  los  que  ocupamos  algún 
puesto  elevado  o  bajo,  en  la  escala  honrosa  pero  delicada  de  las  fun- 
ciones públicas.  Ellos  tienen  el  poder  de  juzgarme  :  no  les  niego  por  lo 
mismo  el  derecho  de  inquirir  i  examinar  mis  actos  con  la  escrupulosidad 
mas  minuciosa.  En  cuanto  a  mi  conducta  privada  como  hombre  o  como 
ciudadano,  tampoco  estoi  dispuesto  a  aceptar  la  fiscalización  del  primero 
que  pretenda  arrogársela,  bien  sea  lego  o  sacerdote.  De  ella  respondo 
ante  Dios  i  mi  conciencia :  i  protesto  con  toda  la  enerjía  que  me  es  da- 


,  •    —  101  — 

ble  desplegar,  con  ti  a  el  derecho  que  el  sacerdocio  parece  querer  asu- 
mir en  la  persona  de  Ud.,  de  introducirse  en  el  santuario  del  hogar  do- 
méstico, para  sorprender  el  secreto  de  las  conversaciones  confidenciales, 
sacarlas  después  a  plaza,  i  convertirlas  en  tema  de  discusión  por  la 
prensa.  No  niego  que  en  otro  tiempo  estuvo  el  clero  en  posesión  de 
este  poder  arbitrario  i  abusivo  ;  pero  Ud.  sabe  i  conoce  demasiado  bien 
cuanto  distamos  ya  de  esa  época,  cuánto  han  ganado  desde  entonces  acá 
los  fueros  de  la  conciencia  i  de  la  libertad  personal,  para  que  hoi  se 
tratara  de  hacer  revivir  prácticas  vetustas  i  abusivas,  que  hartas  lágri- 
mas han  costado  a  la  humanidad,  i  que  nucca  dejarán  de  ser  condena- 
das por  la  reprobación  unánime  de  los  corazones  honrados.  Así,  pues, 
no  debe  Ud.  sorprenderse  de  que  mi  primer  impulso,  al  leer  la  comuni- 
cación de  Ud.,  haya  sido  el  de  guardar  silencio,  como  la  mejor  respues- 
ta que  a  ella  pudiera  convenir. 

Pero,  ¿habría  sido  prudente  esta  línea  de  conducta  en  las  circunstan- 
cias actuales?  Esta  duda  me  ha  ajitado  bastante.  La  elevada  posición 
que  Ud.  ocupa  en  nuestro  clero,  i  mas  que  todo  el  interés  que  me  ins- 
pira el  honor  de  tanta  víctima  inocente  sacrificada  en  la  luctuosa  catás- 
trofe del  incendio  de  la  Compañía,  son  títulos  harto  eminentes  para 
justificar  ante  mis  propios  ojos  una  desviación  pasajera  de  la  norma  a 
que  constantemente  he  ajustado  mi  conducta.  Por  otra  parte,  Ud.  se 
presenta  como  el  adalid  de  esas  víctimas,  invoca  la  memoria,  siempre 
cara  para  un  deudo,  de  una  hermana  i  de  una  sobrina,  tratando  de  parar 
los  tiros  que  la  maledicencia  pudiera  asestar  contra  su  honra :  i  obede- 
ciendo a  los  impulsos  del  espíritu  de  cuerpo,  se  transforma  en  paladín 
del  clero,  para  defender  reputaciones  a  que  tienen  un  derecho  sagrado- 
la  iglesia,  la  familia  i  la  patria,  como  si  tales  reputaciones  se  vieran  hoi 
amagadas  de  un  inminente  peligro.  ¿Cómo  negar  una  respuesta  ai  reto 
que  se  lanza  en  nombre  de  sentimientos  tan  honorables?  Si  por  mi  par- 
te la  rehusase,  tal  vez  se  creería  que  ese  reto  habia  recaido  sobre  un 
hombre  insensible  a  los  acentos  de  la  dignidad  ultrajada,  o  que  mi  si- 
lencio era  dictado  por  otros  motivos  que  la  prudencia  i  el  respeto  a  la 
moral  i  a  las  conveniencias  sociales.  Para  evitar  tan  falsas  interpreta- 
ciones me  he  decidido  al  fin  por  contestar. 

Es  de  lamentar  que  Ud.  haya  acojido  con  lijereza  los  rumores  vul- 
gares que  hayan  llegado  a  sus  oidos,  dando  crédito  a  espresiones  que 
he  estado  mui  distante  de  proferir.  Protesto  a  Ud.  por  el  honor  de  las 
víctimas  que  sucumbieron  en  la  catástrofe  que  Ud.  i  todos  deploramos, 
que  jamás  he  asegurado  a  nadie  que  el  templo  de  la  Compañía  hubiese 
sido  un  foco  de  inmoralidad  i  corrupción.  He  lamentado  sí  que  la  su- 
perstición hubiera  creado  i  fomentado  en  este  templo  prácticas  impru- 
dentes, tales  como  la  institución  de  eso  que  en  el  lenguaje  vulgar  i 
devoto  de  Ciertas  jentes  se  ha  apellidado  Buzón  de  María.  Semejante 
institución  repugna  a  las  ideas  mas  medianamente  ilustradas  que  se 
tenga  acerca  de  los  principios  de  nuestra  santa  relijion.  No  es  ya  el 
espíritu  el  que  se  eleva  a  Dios  i  a  sus  santos,  invocando  sus  favores  o 


—  102  — 

su  intercesión :  la  comunicación  inmediata  con  ellos  por  medio  de  la  fe 
i  de  la  oración,  no  es  suficiente :  es  preciso  que  las  preces  lleguen  a  la 
Vírjen  por  medio  del  papel,  déla  carta,  del  signo  material  de  la  escri- 
tura :  de  otro  modo  se  correría  el  riesgo  de  que  nuestras  plegarias  no 
fueran  debidamente  atendidas  ;  pues  la  Vírjen  no  llegaría  quizá  a  te- 
ner conocimiento  de  ellas.  Estas  conclusiones  absurdas  i  anticristianas 
se  desprenden  fácilmente  de  la  predicha  institución,  examinada  solo 
bajo  el  punto  de  vista  teórico  de  nuestra  creencia*  Si  se  la  examina 
ahora,  bajo  el  punto  de  vista  de  los  abusos  a  que  podría  dar  márjen  en  la 
práctica,  en  verdad"  que  no  se  necesita  de  mucha  perspicacia  para  poder 
vislumbrarlos.  !SIo  quiero  decir  por  esto,  que  tales  abusos  hubiesen 
llegado  a  ser  reales  i  efectivos  entre  nosotros :  pero  habría  debido  bastar 
la  consideración  de  la  gran  facilidad  que  había  para  que  se  cometiese^ 
para  que  se  hubiese  puesto  el  mayor  anhelo  en  impedirlo,  i  una  prueba 
de  esto  encontrará  TJd.  en  las  críticas  que  hoi  tanto  torturan  sus  oídos, 
Lamento  como  Ud.  esta  desgracia ;  pero  ¿podrá  imputarse  a  cülpa  de 
mi  parte  el  que  ella  se  haya  producido?  ¿No  es  mas  racional  i  justo  ha- 
cerla  pesar  sobre  los  que  hayan  fomentado  i  tolerado  semejante  instituí 
cion? 

Es  cierto  que  la  sola  vista  de  las  cartas  que  me  fueron  entregadas 
produjo  en  mí  una  penosa  impresión,  la  cual  ha  estado  mui  lejos  de 
rayar  siquiera  en  profunda  indignación,  como  a  Ud.  se  lo  han  ase- 
gurado. Creo  que  Ud.  se  esplicará  fácilmente  el  motivo  de  esa  penosa 
impresión,  sin  que  sea  necesario  para  ello  suponer  que  tales  cartas  con- 
tenían la  prueba  de  algún  acto  criminal  de  parte  de  las  personas  quo 
las  escribieron.  En  las  pocas  que  examiné,  nada  habia  que  [comprome- 
tiese el  honor  ni  la  virtud  de  las  desgraciadas  víctimas  que  sucumbieron 
en  el  incendio.  Pero  no  pude  menos  que  mirar  con  pena  un  hecho  que 
me  revelaba  hasta  que  punto  puede  estraviarse  el  sentimiento  cristiano 
i  piadoso  de  la  porción  mas  bella  de  nuestra  sociedad,  cuando  la  direc- 
ción de  sus  espíritus  recae  en  manos  poco  prudentes. 

Al  dar  las  esplicaciones  que  preceden,  no  crea  Ud.  que  me  anima 
otro  sentimiento  que  el  de  desagraviar  la  memoria  de  las  infortunadas 
víctimas,  de  la  deshonra  que  Ud.  parece  dispuesto  a  aceptar  con  rela- 
ción a  ellas.  Estoi  mui  lejos  de  aspirar  al  favor  del  pueblo,  dando  aho- 
ra ruidosas  pruebas  de  celo  i  de  piedad  por  la  honra  de  las  que  sucum- 
bieron. No  creo  tampoco  que  este  sentimiento  haya  sido  el  móvil  de  su 
comunicación.  Esto  seria  indigno  de  Ud.  que  profesa  la  humildad,  i  de 
mí  que  tengo  mui  justos  motivos  para  practicarla  i  guardar  una  actitud 
modesta.  Como  funcionario,  no  he  aspirado  mas  que  al  cumplimiento 
de  mis  deberes ;  i  como  hombre,  he  lamentado  en  el  silencio  de  mi 
casa,  i  sin  ostentación  de  dolor,  la  pérdida  irreparable  que  ha  sufrido 
nuestra  sociedad,  i  la  pérdida  (séame  permitido  hablar  de  mi  modesta 
familia),  de  una  hermana  que  era  una  buena  i^honrada  mujer. 

Pero  Ud.  no  solo  se  limita  a  interpelarme  sobre  mis  palabras  i  apre- 
ciaciones, sino  que  llega  hasta  exijirme  la  publicación  de  las  cartas  que 


—  103  ^ 

ge  me  entregaron,  con  la  espresion  inclivirlual  del  nombre  de  los  que 
las  escribieron.  Esto  equivale  a  pedirme  que  forme  el  inventario  moral 
del  mérito  i  virtudes  de  cada  una  de  las  víctimas.  Ud.  no  quiere  que 
pasen  ala  posteridad  en  el  hacinamiento  i  confusión  en  que  perecieron. 
Ud.  se  muestra  en  esto  mas  severo  que  la  Providencia.  Ella  quiso  que 
las  llamas  les  diesen  la  igualdad  de  la  muerte,  i  que  la  imposibilidad  de 
distinguirlas  les  diese  la  igualdad  del  sepulcro.  Pero  Ud.  desea  que 
esta  comunidad  no  pase  mas  allá  del  martirio  :  mas  aun,  exije  imperio- 
samente que  cada  cual  tenga  una  memoria  propia  i  distinta  :  unas,  hon- 
rosa i  pura,  que  nadie  pueda  evocar  sin  reverencia ;  otras,  con  mengua 
i  cubiertas  de  oprobio.  No  seré  yo  quien  se  preste  a  servir  de  medio 
para  hacer  estas  distinciones  odiosas.  La  posteridad,  como  la  Providen- 
cia, hará  común  el  honor  de  las  víctimas,  como  fué  común  su  sacrificio, 
i  nadie  habrá  entre  los  que  viven  que  dé  mejor  testimonio  que  yo  de 
su  virtud  i  pureza.  Esta  distribución  de  honor  i  de  infamia,  que  nadie 
hace  ahora  ni  que  se  hará  mas  tarde,  es,  no  obstante,  la  tarea  que  Ud. 
tiene  a  bien  confiarme.  ¿Qué  he  hecho  yo  para  que  Ud.  me  juzgue 
digno  de  tan  vergonzosa  función,  tomándose  Ud.  por  su  propia  investi- 
dura, la  de  noble  ijeneroso  adalid  de  la  sociedad  de  Santiago?  En 
verdad  que  lo  ignoro. 

Si  porque  vertí  ciertas  apreciaciones  en  orden  a  la  práctica  supers- 
ticiosa a  que  ántes  he  aludido,  Ud.  se  cree  con  derecho  a  exijir  de  mí 
esa  revelación,  permítame  que  le  diga  que  semejante  derecho  no  reposa 
mas  que  en  el  desconocimiento  mas  absoluto  de  los  deberes  morales. 
En  efecto,  ¿cómo  creer  de  un  sacerdote,  acostumbrado  por  el  asiduo 
ejercicio  de  sus  deberes  a  respetar  i  apreciar  la  importancia  de  los  se- 
cretos ajenos,  se  pueda  atrever  a  exijir  con  calculada  premeditación  que 
se  revelen  por  la  prensa  los  misterios  de  la  correspondencia  privada? 
Para  esto  seria  preciso  que  tal  sacerdote  no  tuviera  conciencia  de  lo 
que  es,  o  que  su  razón  hubiera  decaído  en  un  deplorable  delirio.  Res- 
pecto de  Ud.,  la  primera  suposición  es  absurda ;  i  en  cuanto  a  la  segun- 
da, creo  que  Ud.  mismo  la  declarará  inadmisible. 

Para  paliar  esta  abierta  transgresión  del  deber  moral  de  guardar  los 
secretos  ajenos,  aduce  Ud.  la  consideración  del  derecho  perfecto  que 
cada  cual  tiene  a  su  honra,  i  de  que  no  seria  justo  que  el  inocente  fuera 
a  confundirse  con  el  culpable.  No  seré  yo  quien  ponga  en  duda  la  ver- 
dad de  estas  máximas  ;  pero  lo  que  niego  es  que  ellas  autoricen  a  re- 
velar un  secreto.  Si  la  simple  sospecha  de  que  una  calumnia  vaga  e  in- 
determinada pudiera  afectar  el  honor  de  una  persona  inocente,  autori- 
zase a  ésta  para  exijir  que  se  diera  a  luz  el  nombre  de  los  verdaderos 
culpables,  ¿a  qué  estraños  abusos  no  conduciría  la  profesión  de  esta 
doctrina?  Ella  no  autorizaría  ya  solo  para  defenderse  justificándose,  si- 
no que  también  permitiría  defenderse  difamando.  I  bien  sabe  Ud.  que 
esto  no  se  armoniza  fácilmente  con  las  máximas  de  la  caridad  cristiana, 
ni  con  el  ejemplo  que  legó  al  mundo  su  divino  Fundador.  Cuando  se 
le  acusó  de  blasfemo  e  impostor,  rechazó  la  calumnia  ;  pero  no  dijo  mis 


—  104  — 

acusadores  están  manchados  con  iguales  o  mayores  crímenes  que  los 
que  me  imputan.  Este  ejemplo  debiera  servir  de  norma  a  los  ministros 
de  J esucristo  para  modelar  según  él  su  conducta  i  sus  exijencias. 

Por  otra  parte,  me  parece  que  Ud.  no  ha  pensado  seriamente,  al  sen- 
tar esa  doctrina,  sobre  el  alcance  que  ella  podría  tener  para  el  ejercicio 
del  mismo  ministerio  sacerdotal  que  Ud.  inviste.  Supongamos  que  un 
eclesiástico,  estigmatizando  desde  la  cátedra  sagrada  los  vicios  de  la^ 
sociedad,  se  quejara  de  que  la  corrupción  la  hubiese  invadido  por  todas 
partes ;  que  la  fidelidad  no  era  ya  el  sentimiento  dominante  en  el  cora- 
zón de  las  esposas;  que  el  recato  i  el  pudor  habian  dejado  de  ser  la 
preciosa  joya  de  las  doncellas ;  que  en  el  comercio  reinaban  el  fraude  i 
la  mala  fe,  esterilizando  las  transacciones  ;  que  en  el  ejército  cundia  la 
plaga  de  la  inmoralidad  e  indisciplina,  prestando  seguro  apoyo  a  las 
traiciones  i  a  la  revuelta,  etc.  En  esta  filípica  contra  la  sociedad,  que 
(sea  dicho  de  paso)  no  es  raro  oir  en  nuestros  templos,  se  encerraría 
mas  de  un  motivo  de  zozobra  para  un  marido  en  su  mujer,  para  un  pa- 
dre en  la  pureza  de  sus  hijas,  para  un  comerciante  en  la  lealtad  de  otro 
de  su  mismo  gremio,  i  para  la  sociedad  en  masa,  en  la  seguridad  que 
tiene  derecho  a  mirar  protejida  por  la  espada  del  ejército.  Ahora  bien, 
si  porque  es  mil  veces  mas  sagrado  el  derecho  que  tiene  a  la  estimación 
i  a  la  honra  el  inocente  que  el  culpable,  todo  el  que  se  creyera  com- 
prendido en  la  primera  clase  estuviese  autorizado  para  exijir  al  sacer- 
dote que  revelase  el  nombre  de  los  que  se  hallaban  en  la  segunda, 
¿qué  vendría  a  ser  de  la  libertad  de  la  prédica?  De  seguro  que  el  sa- 
cerdote tendría  que  enmudecer  en  la  cátedra  ante  los  vicios  i  desórde- 
nes de  la  sociedad,  o  en  caso  que  tuviera  el  arrojo  bastante  para  com- 
batirlos de  frente,  se  vería  precisado  a  cambiar  el  breviario  por  un 
revólver  i  la  sotana  por  una  cota  de  malla.  ¿I  es  esta  la  condición  a  que 
Ud*  desearía  ver  sometido  el  ejercicio  de  una  de  las  atribuciones  impor- 
tantes i  benéficas  de  su  augusto  ministerio? 

Estas  estrañas  doctrinas  que  Ud.  se  ha  presentado  a  sostener  en  de- 
fensa del  honor  de  víctimas  inocentes  i  del  respetable  clero  de  Santia- 
go, no  puedo  creer  que  las  profese  otro  que  Ud.  I  aun  Ud.  mismo,  al 
sostenerlas  me  parece  que  no  ha  hecho  mas  que  obedecer  a  los  efectos 
de  un  exajerado  dolor  por  la  pérdida  de  sus  deudos.  Recuerdo  en  este 
momento  las  siguientes  ideas  de  un  célebre  escritor  contemporáneo  : 
"El  amor,  dice,  produce  mui  frecuentemente  el  efecto  de  falsear  nues- 
tro juicio  en  todo  lo  que  concierne  a  la  persona  amada  ;  este  es  el  pri- 
mer daño  que  nos  causa  :  porque  nada  es  mas  desastroso  para  el  espí- 
ritu que  engañarse  acerca  de  los  caractéres  de  lo  bueno  i  de  lo  bello, 
admitiendo  bajo  estos  nombres  lo  injusto  i  lo  repugnante.  Por  lo  regu- 
lar adquiere  la  pasión  tal  violencia,  que  oscurece  en  nosotros  el  sentimien- 
to moral,  i  nos  excita  a  acciones  que  mil  veces  habríamos  condenado  6Í  las 
hubiéramos  examinado  a  sangre  fría.  Tal  es  la  situación  en  que  a  mi 
juicio  Ud.  se  ha  encontrado  al  dirijirme  la  carta  a  que  contesto.  No 
estraño  por  lo  mismo  las  peregrinas  ideas  que  en  ella  vierte :  deploro 


—  105  — 

sí  la  perturbación  que  se  las  ha  hecho  concebir,  i  aun  mas,  su  lijereza 
para  propagarlas  difusamente  por  la  prensa.  No  necesitaba  el  clero  de 
Santiago  del  doloroso  sacrificio  de  la  persona  de  Ud.  para  vindicarse. 
Jamas  la  sociedad  ha  comprendido  en  un  mismo  juicio,  ni  estimado  de 
igual  manera  a  todo  el  personal  del  clero.  Haciendo  las  justas  distin- 
ciones a  que  la  virtud  i  el  mérito  individual  son  acreedores,  sabe  mui 
bien  reservar  su  aprecio  i  sus  respetos  para  los  dignos  sacerdotes  que 
honran  nuestra  clerecía,  así  como  para  los  demás  guarda  una  compasión 
piadosa. 

Se  queja  Ud.  de — "que  empieza  a  observarse  en  el  pueblo,  signos 
que  revelan  alejamiento  i  recelo,  i  que  tiene  que  bajar  ruborizado  los 
ojos  muchas  veces,  por  no  encontrarse  con  miradas  escudriñadoras,  etc." 
Por  mi  parte  lo  deploro  de  veras.  "Esto  es  intolerable,"  esclama  Ud., 
permítame  decirlo  con  franqueza,  que  la  carta  de  Ud.  le  dé  derecho,  ni 
a  Ud.  ni  a  los  que  piensan  de  su  misma  manera,  a  alzar  la  vista  i  a  pa- 
ralizar de  confusión  las  miradas  escrutadoras.  No  se  gana  por  medios 
como  los  que  Ud.  ha  puesto  enjuego  la  devoción  del  pueblo.  Ud.  cono- 
ce mejor  que  yo  la  historia  del  nacimiento,  desarrollo  i  progreso  ad- 
mirable de  la  fé  cristiana ;  i  no  será  preciso  enseñarle,  si  bien  conven- 
drá recordarle,  que  ella  ha  llegado  a  dominar  los  pueblos  civilizados 
por  el  desinterés,  la  piedad  i  la  abnegación  sin  límites  de  sus  primeros 
propagadores.  Ante  esos  hombres  el  pueblo  no  alza  los  ojos  con  inso- 
lencia, sino  que  dobla  la  rodilla  con  veneración. 

Ud.  asegura  que  al  dirijirme  la  carta  a  que  contesto,  ha  visto  mui 
bien  todo  el  alcance  de  la  exijencia  formulada  en  ella ;  pero  que  decli- 
na en  otros  la  responsabilidad  de  este  paso.  No  comprendo,  señor,  lo 
que  haya  querido  decir  con  esto.  Espresiones  semejantes  profirió  el  ma- 
gistrado de  Judea  que  condenó  a  Cristo  al  patíbulo.  El  creyó  poder 
comprar  la  tranquilidad  de  su  conciencia  con  esa  fórmula  fácil  para 
echar  sobre  otros  la  responsabilidad  de  sus  propios  actos.  Pero  Ud.  sabe 
mui  bien  cual  fué  el  fruto  que  cojió  ese  majistrado  de  la  transacción 
cobarde  que  quiso  hacer  con  su  deber  i  su  conciencia;  i  desde  entonces 
acá,  hace  19  siglos,  la  humanidad  condena  dia  a  dia,  i  siempre  con  igual 
execración,  la  fórmula  a  que  Ud.  se  acoje  para  sustraerse  a  la  respon- 
sabilidad de  una  medida  reclamada  con  imperio  i  sostenida  con  calor  por 
Ud.  mismo. 

Ojalá  que  las  esplicaciones  contenidas  en  esta  contestación  puedan 
mitigar  en  parte  lo  acerbo  de  su  dolor  i  restituir  a  su  espíritu  la  calma 
i  serenidad  perdidas.  No  dudo  que  entonces  pensará  Ud.  de  una  manera 
distinta  que  al  presente,  i  se  felicitará  interiormente  de  haber  encontra- 
do en  mí  una  contrariedad  a  la  satisfacción  de  sus  irreflexivos  deáeos. 

Tengo  el  honor  de  suscribirme  de  Ud.  afectísimo  S.  S.  i  amigo. 

Francisco  Bascuñan  Guerrero. 


\  14 


SEÑOK  INTENDENTE 


DON  FRANCISCO  BASCUÑAN  GUERRERO. 

Santiago,  diciembre  22  de  1863, 

Señor  de  mi  particular  respeto  i  aprecio : 

Vuelvo  a  dirijirme  a  Ud.  para  espresarle  mi  agradecimiento  por  las 
explicaciones  con  que  en  su  comunicación  de  ayer  ha  salvado  la  honra 
de  las  caras  finadas  que  nos  arrebató  la  catástrofe  del  8.  Ud.  ha  escrito 
estas  bellas  palabras :  nadie  habrá  entre  los  que  viven  que  dé  mejor  testi- 
monio que  yo  de  su  virtud  i  pureza.  Nos  asegura  que  en  las  cartas  en- 
contradas en  el  Buzón  que  Ud.  leyó,  nada  habia  que  comprometiese  ú 
honor  ni  la  virtud  de  las  desgraciadas  víctimas  que  sucumbieron  en  el  in- 
cendio. I  si  eran  inocentes  las  personas  que  escribieron  las  cartas,  vie- 
nen a  serlo  por  necesidad  las  otras  a  quienes  se  supone  que  iban  diriji- 
das.  Gracias,  mil  gracias,  señor  Intendente,  a  nombre  de  la  sociedad,  a 
nombre  de  las  familias  de  las  víctimas,  a  nombre  también  del  clero  de 
Santiago,  por  su  declaración. 

Ud.  me  dice :  Es  de  lamentar  que  Ud.  haya  acojido  con  lijereza  los 
rumores  vulgares  que  hayan  llegado  a  sus  oídos,  dando  crédito  a  espresio- 
nes que  he  estado  mui  distante  de  proferir»  Protesto  a  Ud.  por  el  honor  de 
las  víctimas  que  sucumbieron  en  la  catástrofe,  que  Ud.  §  todos  deploramos, 
que  jamas  he  asegurado  a  nadie  que  el  templo  de  la  Compañía  hubiese  sido 
un  foco  de  inmoralidad  i  corrupción.  Acepto  con  todo  gusto  esa  califica- 
ción de  lijereza  en  acoj er rumores  vulgares,  desde  que  ella  sálvala  re- 
putación del  primer  n^ajistrado  de  la  provincia. 

Agrega  Ud.:  No  riecesitaba  eidero  de  Santiago  del  doloroso  sacrificio 
de  la  persona  de  Ud ,  para  vindicarse.  Cualquiera  que  sea  el  sentido  de 
esta  frase,  tambier¿  la  acepto  i  agradezco,  pues  espresa  un  sentimiento 
de  benevolencia  ^ácia  la  corporación  a  que  tengo  el  honor  de  pertene- 
cer. No  import  a  que  Ud.  haga  en  seguida  distinciones  odiosas,  i  que  se 
quede  ignorar jdo  la  sociedad  si  su  servidor  pertenece  al  número  de  esos 
pobres  sacer  dotes  indignos  de  .su  aprecio  i  de  sus  respetos,  para  quie- 
nes Ud.  i  sus  amigos  solo  tienen  reservada  una  piadosa  compasión.  Los 
¡escluiclo^  (Je  su  benevolencia,  no  lo  .habrán  . sido  a  lo  menos  por  los  abu- 
sos a\te  pudieran  cometerse  en  el  Buzón  de  la  Vírjen,  pues  la  honra  de 
Ura.le  hace  reconocer  que  esos  . abusos  no  han  llegado  a  ser  reales  i  efec- 
tivos entre  nosotros.  I  esto  es  lo  que  en  las  circunstancias  presentes  nos 
basta. 

Las  esplicaciones  que  Ud.  ha  tenido  la  bondad  de  darme  hacen  inne- 
cesaria la  publicación  de  las  cartas  que  llegaron  a  sus  manos.  Pero 
prueban  al  mismo  tiempo  que  no  habia  inconveniente  grave  para  dar- 
las a  luz.  Antes  de  dirijirme  a  Ud.  sabia  perfectamente  que  su  conte- 
nido no  podia  comprometer  la  reputación  de  nadie.  Pero,  para  que  lo 


—  107  — 

creyera  también  el  público  era  preciso  que  cesara  el  misterio  con  que 
se  escudaba  la  mordacidad,  i  no  encontré  otro  medio  pam  romperlo  que 
una  carta  por  la  prensa  pidiendo  a  Ud.  la  publicación  de  esos  documen- 
tos que  estaban  esplotando  personas  mal  intencionadas.  Contando  con 
su  hidalguía,  pensé  que  no  le  quedaba  a  Ud.  otro  partí  .do  que  el  pu- 
blicarlas o  darnos  las  esplicaciones  con  que  nos  ba  favorecido,  i  en  uno 
i  otro  caso  quedaba  en  salvo  la  honra  ajena  i  la  propia.  X<a  contestación 
de  Ud.  prueba  que  no  andaba  desacertado,  i  conseguido  mi  intento,  no 
tengo  motivo  para  arrepentirme  de  mi  conducta. 

No  quiero  hacer  caudal  ni  de  las  apreciaciones  de  Ud .  ni  de  la  dureza 
con  que  me  trata.  Por  mas  que  difieran  de  las  mias,  r<  espeto  en  la  ma- 
nifestación de  las  primeras  la  libertad  del  pensamiento  ajjeno  ;  i  la  seve- 
ridad del  lenguaje  no  ha  sido  tampoco  parte  para  disminuir  ni  en  un 
ápice  el  aprecio  que  hago  de  la  persona  de  Ud.  i  la  gratitud  que  han 
despertado  en  mi  alma  así  su  satisfactoria  declaración  como  los  nobles 
motivos  que  lo  han  impulsado  a  darla. 

Permítame,  pues,  que  le  ofrezca  los  servicios  de  su  inútil  amistad  su 
afmo.  S.  i  C. 


Joaquín  Larraim.  Oandarillas, 


~  108  — 


NOMINA 


DELAS 


VICTIMAS  DEL  INCENDIO  DE  LA  COMPAÑIA. 


Mercedes  Bascunan  Guerrero,  i  una 

sirviente  2 
Carmen  Sanfuentes  i  una  sirviente  2 
Casa  de  don  Mariano  Urmeneta,  dos 

sirvientes  2 
Casa  del  ministro  Santamaría,  un  sir- 
viente 1 
Casa  de  doña  Mariana  Quiroga,  una 

sirviente  1 
Casa  de  doña  Lucía  Lobo,  arrenda- 
tarias 1 1 
Casa  de  don  Pedro  Cádiz,  las  seño- 
ritas Javiera,  Rita,  Carolina  i  Ma- 
tilde, Amelia  Cádiz  i  una  sirviente  6 
Enrique  Cañas  1 
Matilde  Yávar  1 
Manuela  G-ormaz  i  dos  sirvientes  3 
Casa  de  doña  Teresa  Cañas,  una  sir- 
viente 1 
Casa  de  don  Benjamín  Benavente, 

una  sirviente  1 
Carmen  Román  i  tres  sobrinas  4 
Casa  de  don  Vicente  Larrain:  doña 
Enriqueta  Larrain,  doña  K osario 
Gómez,   doña  Dolores,  Griselda, 
Tránsito  Salfate  i  dos  sirvientes  7 
Casa  de  doña  María  Muñoz,  arren- 
datarias 3 
Casa  de  don  Patricio  Castro,  un  sir- 
viente 1 
Casa  de  doña  Rosario  Torres  i  Ve- 
lasco,  un  sirviente  1 
Casa  de  doña  Dolores  Ramírez  una 

sirviente  1 
Eduvijes  Méndez  1 
Casa  de  don  Luis  Echevers,  dos  sir- 
vientes 2 
Casa  de  don  Javier  Zañartu,  una  sir- 
viente 1 
Ascensión  Sánchez  1 
Luisa  Argomedo  i  Cármen  Reyes  2 
Carmen  Ovalle  de  O  valle  i  sus  hijas 
las  señoritas  Amelia,  Lxiisa,  Virji- 


nia,  Corina  i  Elisa  Ovalle  i  dos  sir- 
vientes 8 
Josefa  Julio  de  Montt,  Mariana  Ju- 
lio, Rosario  Díaz,  Juan  Eduardo 
Montt,  i  cuatro  sirvientes  8 
Ana  Montt  i  Petronila  1-ovola,  niñi- 

tas  i  J uaná  Silva  3 
Natividad  Acosta  i  Lucinda  Olivos  su 

pupila  2 
Trinidad  Arístegui  i  sirviente  2 
Casa  de  don  Antonio  Hurtado,  las 
^eño^tas  Juana  María,  Manuela  i 
Dolores  Hurtado  i  sirviente  4 
Casa  de  doña  Mariana  Soffia.,  sirvien- 
tes 3 
Casa  de  don  Tomas  Correa,  sirvien- 
tes 2 
Dolores  B arredo  i  sirviente  2 
Isabel  Cruz  i  sirviente  2 
Casa  de  doña  María  Arismendi,  dos 

arrendatarias  2- 
Tgnacia,  Luisa,  María  del  Carmen 

Eyzagui'  re  i  tres  sirvientes^  6 
Casa  de  don  Juan  Miqud  dos  sir- 
vientes 2 
Remedios  Albano  de  GazTiur",  sus 
hijas  Ad^la  i  Jertrudis,  Candelaria 
Escanilla  i  Rosita  Uriondo  5 
Casa  de  don  Pablo  Cienfuego  un  sir- 
viente 1 
Dolores  Barahona  de  Guerra  I 
Milagro  Becerra  i  una  alumna  2 
Mercedes  Vasquez  1 
Mercedes  Araos  1 
Josefa  Barros  Moran,  Rosario  Mo- 
ran, Rosa  Barros  Valdez  3 
Dolores  Lecaros  i  tres  sirvientes  4 
Rosa,  Mercedes,  Rosario  Olea  i  tres 

sirvientes  6 
Juana  Cañas  1 
Rosalía  Fernandez  i  dos  sirvientes  3 
Elcira  Man  dio  a  1 
Magdalena  Arenas,  Lorenza  Guzman  2 
Dolores  de  Aguirre  i  dos  sirvientes  3 


—  109 


María  López,  Jesús,  Manuela  i  Jua-  |V  ,v 

na  Torres  4 
Dominga,  Rosa  i  Luz  Santacruz  3 
Santos,  Delfina,  Luz,  José  Manuel  i 

Emilio  Contreras  5 
Rosa  Bravo  de  Díaz  i  su  hija  Clarisa  2 
Rosario  Carmona  i  Lucero  1 
Micaela  Ampuero  i  sirviente  2 
Ignacia  i  A  ndrea  Espinosa  2 
Pilar  Le  iva  i  su  hija  Concepción  Qui- 
jada 2 
Rosario  i  Teresa  Santos  2 
Eujenia  Villarino  1 
Amalia  i  Celia  Indo  2 
Juan  Alberto  Muñoz  1 
Soffia  i  Elena  Infante  niñitas,  i  doña 

Anjeia  Gómez,  viu<  a  3 
Mana,  Mercedes,  Dolores,  Tránsito, 

Beiigno,  Manuel  Kamm  Lois.  6 
Ta    a  Quezada,  de  la  calle  de  San 

Pablo  1 
Pepa  Saravia  i  dos  sirvientes  3 
Mercedes  Correa  Albano  i  dos  sir- 
vientes 3 
Casa  de  don  Juan  de  Dios  Fernan- 

d  z,  dos  sirvientes  2 
Rosado  Castro  i  dos  sirvientes  3 
Mariano  Brieba,  muerto  de  cansancio 
en  la  estincion  del  incendio  que  se 
pronunció  la  misma  noche  en  su 
tienda  de  abarrotes  1 
Tránsito  Henriquez  1 
Casa  del  señor  Salinas,  una  señora 

Guzrnan  i  dos  sirvientes  3 
Marta  Caldera  1 
Agustina  Saez  1 
Lui^a  Pérez  de  Escobar  i  María  Ca- 
rrasco 2 
Ura  sirviente  de  don  José  Agustin 

Tagle    _  1 
Carmen  Cristi  Donoso  e  hijo  2 
Carmen  Cuadra  1 
Melchora  Barriga  de  Echaverría, 
hermana  de  don  José  Miguel  Ba- 
rriga 1 
Doña  Dominga  Echavarría  i  una  sir- 
viente 2 
Tadea  Araya  de  Avendafío  1 
Tres  niñas  Cumplido  i  una  sirviente  4 
Tres  hermanas  i  dos  prima-  del  señor 
juez  de  letra?  don  Francisco  Baca 
Adela,  Tomasa  i  Francisca  Toledo 
Carmen  Achurra  de  Santander,,  dos 

hijas  i  dos  sijvientr-s 
Juana  Guzman  de  Cueto  i  una  hija 
1  Un  seminarista  Doublet 
Sirvientes  de  la  casa  de  Mma.  Pin- 
chón 

Sirvientes  de  la  casa  de  doña  Carmen 

Caballero 
Mercedes  Venegas  de  Aquebec  i  una 

hija 


Jesús  Madrid  1 

Adela  Maluenda  de  Riveros  1 

Petronila  Muñoz  1 

Contreras  (cigarrero)  e  hija  2 

Teodora  (lavandera)  amiga  i  dos  hijas  4 

María  (c  «sturera)  1 
Felipa  (sirviente  de  las  señoras  Lur- 

quin)  1 
Hijas  de  don  José  Manuel  i  de  dona 

Enriqueta  Lecaros  2 
Trinidad  Larrain  de  Irarrázaval  e 

hja  2 
Sirvientes  de  doña  Cataliaa  Busta- 

mante  2 
Sirvientes  de  don  Antonio  Varas  2 
Sirvientes  de  don  Ambrosio  Rodrí- 
guez 2 
Rusa  Valderrama  1 
Esposa,  cuñada  i  sirviente  del  alcaide 

de  la  cárcel  don  Tomas  Concha  3 

Santos  Larrecheda  i  sobrina  2 

Micaela  Ampuero  i  dos  sirvientes  3 
sirvientes  de  doña  Mercedes  Correa 

de  Vicuña  2 
Rosa  Portus  de  Tapia,  dos  hijas  i  sir- 
viente 4 
Dolores  Araya  de  Aguirre  i  dos  sir- 
vientes 3 
Margarita  i  Dolores  Villarreal  2 
Ad  lina  Vega  1 
Sirvientes  de  doña  Rita  Bravo  2 
Sirvientes  de  doña  Javiera  Marin  3 
Carmen  Prieto  de  Briones  e  hija  2 
Manuela  Seco  de  Pardo,  hija  i  cu- 
ñada 3 
Tadea  Errázuris  1 
Julia  Espinosa  1 
Hijas  de  don  Manuel  O  valle  3 
Sabina  Fernandez  i  Frías  1 
De  una  lavandería  de  la  calle  de  San- 
to-Domingo 10 
María  Luisa  Rondanelli  i  Arteaga  1 
Ana  S anches  i  Monte  1 
Sirvientes  de  doña  Jesús  O  valle  2 
Sirvientes  de  doña  Enriqueta  Fal- 

con  de  Ortuzar  3 

Marcelina  Albano,  viuda  de  Pinto  1 

Juana  Salomó  i  niño  2 
Rosa  i  Maria  Despott,  hermanas  del 

canónigo  2 
Francisca  i  Dominga  Falcon  2 
Dos  hijas  i  una  sirviente  de  don  Joa- 
quín Gandardlas  Aranguiz  3 
Jesús  Cañas  de  Covarrubias  l 
Lutgarda  Cañas  1 
Mercedes  Ibieta  de  Gonzales  1 
Niñitas  Luco  Huici  2 
Hijitas  de  doña  Carmen  Elízalde, 

viuda  de  Sánchez  2 

Sirvientes  de  don  Juan  E.  Allendes  3 

IHijo  i  dos  hijas  de  don  José  M. 

ügalde  3 


t 


—  110  — 


Ramona  Solar  ^(se  sacó  el  cadáver  sin 
cabeza  i  se  reconoció  por  la  marca 
de  su  pañuelo) 

Sirviente  del  señor  Freiré 

Señora  Tocornal  i  Briseño  calle  de 
la  Merced) 

Cármien  Pérez  de  Navarrete  i  dos  sir- 
vientes 

Trini  dad  Figueroa  de  Figueroa 

Sirvientes  de  la  señora  Guzman  (ca- 
lle de  la  Catedral) 

Sirvientes  de  las  señoras  Urriola  (ca- 
lle de  San- Antonio) 

Sirvientes  de  las  señoras  Valdés  (ca- 
lle de  la  Me  rced)  # 

Sirviente  deumo  de  los  señores  Egui- 
guren 

^Benito  Uriguru 

Madame  Laíarg  ue,  hija  i  nieta 

Suegra  i  dos  hijas  de  don  Juan  Bau- 
tista Infante 

Mercedes  Hurtado  (hermana  del  se- 
ñor don  Nicol  as) 

Antonia  Ovalle  ü  Bezanilla  i  dos  sir- 
vientes 

Sirviente  de  dona  Ignacia  Cavareda 
Sirviente  de  doña  Concepción  Eyza- 
guirre 

Dolores  Zamudio  i  hermana 
Sirvientes  de  doña  Glosario  Valdes 
Isabel  Cruz  Antunez  i  dos  sobrinas 
Juana  María  Campos  i  dos  sirvientes 
Irene  i  Delfina  Verdugo 
Magdalena  Martínez  e  hija 
Cruz  Lobos 
Jesús  Frutos 

Sirviente  de  doña  Mercedes  Villegas 
Juana  Valenzuela  de  C  lamino 
Salomé  Camino 
Rosa  i  Carmen  Molina 
Teresa  Olea 

Tránsito  Mardones  (de  San-Fernan- 
do) 

Ignacia  Semir 
Filomena  Nuñez 
Margarita  Garrido 
Sirviente  de  doña  Carmen  Frías 
Carmen  Gormas 
Juana  Rosa  López  (:oinita) 
José  Miguel  Ibañez  (niñito) 
Antonia  Gonzales  de  Puente  (de  Val- 
paraíso) 

Manuel  Ramos  i  Campo  i  madre 
Rosa  de  la  Fuente  de  García 
Eulalia  (lavandera  del  jeneral  Neco- 
chea)  , 

Dos  niñas  Plaza  i  una  tia,  calle  de 

la  Merced 
Celedonio  Gallinato 
Senobia  Bustamante  i  sirviente 
Secundina  i  Florencia  Balacé  de  Vaz- 

ques,  hermana  e  hijo 


Hermana,  cuñada  i  sirviente  de  don 

Daniel  Tobar  3 
La  señora  del  Teniente  Henriquez  1 
Manuela  Fresno  1 
En  el  hospital  de  hombres  hai  muje- 
res muertas  16 
Esperanza  Calderón  1 
Josefa  Villegas  e  hijo  2 
Rosario  Cañas  1 
Mercedes  Torrealba  1 
Sirvientes  del  coronel  Sessé  2 
Dolores  Gutiérrez  1 
Dolores  Ahumada  i  Santos  Ulloa  (sir- 
vientes de  don  José  Ignacio  La- 
rrain  i  Landa)  2 
Micaela,  María  Mercedes  Gómez  i 

sirviente  3 
Dolores  Baraona  de  Ortiz  (de  35 
años),  Mónica  Garcés  (de  16  a- 
ños),  Francisca  Guerrero  (de  13 
años),  Estefanía  Idalgo  (de  14  a- 
ños),  Francisca  Garcés  (de  20  a- 
ños)  i  Luisa  Bretón  (de  30  años)  6 
Muertos  en  la  policía  tres  mujeres  i 

un  hombre 
José  Cornejo,  hija,  sobrina  i  hermana 
Anjel  Hernández 
Julia  Ureta  i  Gutiérrez 
Eloísa  Tagle 

Hijitas  de  don  Bernardo  Toledo 
Ocho  personas  de  la  familia  de  N, 

Escobar  (cigarrero) 
Hija  de  don  Patricio  Díaz 
Señoritas  Teran 
Carmen  Urzúa 

Avelina  i  Margarita  Navarrete;  Fran- 
cisca, Cármen  i  Juana  Salvatie- 
rra, niñita  i  sirviente  (calle  de  Na- 
taniel) 

Jesús  Santelices 

María  Pizarro  i  su  hija  Adelina  Cer- 
vantes 

Señoritas  Falcon  (calle  Angosta) 

Cármen  Rios,  Teresa  i  Jesús  Rojas 

Juana  Barra,  i  sus  hijas  Tránsito  i 
Dolores  Lizardi 

Hijas  de  don  José  Novoa 

Cármen  Roa 

Olegaria  Mujica 

Cármen  Verdugo  i  sirviente 

Juan  Bautista  Gonzales 

Mercedes  Diaz 

Amalia  Gómez  Gandaríllas 

Maria  Sandoval 

Jertrudis  Fuentes 

Magdalena  Varas 

Manuel  Bravo  i  señora  (Cañada  arri- 
ba) 2 

Catalina  Pimentel  i  sirviente  2 

Josefa  Mutis  i  dos  sirvientes  3 

Cármen  Olivos  1 

Mujer  e  bija  del  cochero  de  don  F. 


111  — 


Ignacio  Ossa  2 
Sivientes  de  doña  Margarita  Egaña 

de  Tocornal  7 
Mercedes  Santamaría  1 
María  §ilva  1 
Beatriz  Diaz  1 
Matea  Llanos  1 
Rosario  Ramírez  1 
Delfina  Ramírez  1 
Micaela  Marin  1 
Mercedes  Latorre  1 
Rosa  Erazo  i  tres  hijas  4 
Rosario  Salazar  1 
Concordia  Salazar  1 
Benita  Almaza  1 
Luz  Baeza  1 
Rosa  Irarrazával  1 
Rosario  Tagle  1 
Rosario  Arangua  1 
Rosa  i  Dolores  Bravo  i  dos  sirvien- 
tes 4 
ídaría  Engracia  Urivi  1 
Matea  i  Mercedes  Reyes  2 
Carmen  Salinas  de  Martínez  1 
Francisca  Moreno  i  su  hijo  Juan  de 

la  Cruz  Aguire  de  10  años  2 
Francisca  Graset  1 
Carmen  Rios  de  Muñoz  e  hija  2 
Trinidad  i  Rosario  Rivas  2 
Elisa  i  Filomena  Espinoza  2 
Trinidad  Barrientos,  alumna  del  con- 
servatorio de  música  1 
Encarnación  i  Adela  Diaz  2 
Rosario  Alfaro  1 
Filomena  Nuñez  1 
Martina  Alcaino  de  Prado  i  su  hija 

Damiana  2 
Antonia  León  de  León  i  su  sobrina 

i  Irene  Rodríguez  2 
María  de  la  Paz  Válenzuela  de  Mu- 

jica  1 
Jesús  Válenzuela  de  Aris  i  su  hija  de 

ocho  años  2 

Juana  Lorca  1 

Catalina  Gonzales  de  Sánchez  1 

Sirviente  de  la  señora  Fani  1 

Manuela  Tapia  (de  Polpaico)  1 

Juana  Plaza  (de  Chacabuco)  1 
Isabel  Contreras  de  Arancibia,  viuda 
del  capitán  de  ejército  don  Ramón 

Arancibia  1 

Leonor  Torrejon  1 

Carmen  Reyes  1 
Tránsito  Rojas,  e  hija  i  su  cuñada 

Inocencia  Pinto  '3 

Mercedes  Hidalgo  1 

Rosario  Arellano  1 

Lucas  Gonzales  (zapatero)  1 

Lastenia  Lizarde  1 

Gregoria  Corona  1 

¿Mercedes  Román  1 

Martina  Guzman  1 


Juana  Serrano  (sirviente)  i 
Dolores  i  Jesús  Castellano  2 
Pascuala  Reyes  1 
Mercedes  Banda  i  su  sobrina  Clorin- 

da  Claveau  l 
María  Castro  1 
Felipa  i  Agustina,  sirvientes  del  Dr. 

don  Miguel  J.  Semir  2 
Concepción  Cárdenas  i  su  hija  Be- 
nigna 2 
María  de  los  S.  Urive  1 
Sinforosa  i  Rosalía  Éalma,  Marga- 
rita Gonzales  i  Eustaquio  Jaque, 
de  7  años,  sirviente  de  doña  Jose- 
fa Cruzat  § 
Mariana  i  Juana  Gonzales  i  dos  sir- 
vientes 4 
María  del  Carmen  Silva 
Martina  Valdez,  antigua  sirviente  de 
la  señora  doña  Dolores  Larrain  de 
Echaurren 
Rosa  Sanfuentes  i  Andonaegui  de  8 

años 
Isabel  Puelma 

Rosenda  Silva,  viuda  de  don  Ru- 
mualdo  A.  Gonzales  i  su  hija  Mer- 
cedes Inés 

Leandro  Atalíbar  Ramírez 

Juan  Torres 

Lorenza  Olivares  de  Zamorano  i  su 
nieta  Magdalena  Zamorano 

Juana  Rosa  Silva,  hermana  de  don 
Bernadino  Silva 

Juana  Escobar  de  Calmett  (viuda) 

Carmen  Gonzales  (costurera)  i  su 
hermana  Margarita  Gonzales  (la- 
vandera) 2 

Dolores  Avendaño,  prima  del  señor 
chantre  don  Pascual  Solis  de  Ovan- 
do, Clorinda  Gonzales  i  una  sir- 
viente 3 

Cármen  Guzmas,  Benigna  Lujan  i 
Estefanía  Berrios,  sirviente  de  la 
señora  doña  Dolores  Meneses  3 

Margarita  Quintana,  sirvienta  de  don 
Juan  Bautista  Infante  1 

Bartola  Garrido,  D<  lores  i  Justa, 
sirvientes  de  doña  Rosario  Gutie- 
rres 3 

Rosa  Bravo  de  Diaz  de  la  Vega,  Cla- 
risa Diaz  de  la.  Vega,  dos  sirvien- 
tes Catalina  Pino  i  Julia  Diaz  4 

Elisa  Concha  de  Arístegui,  María 
Mercedes  i  Damiana  Arístegui 
i  su  prima  hermana  Maria  Isabel 
Barrera  4 

Cármen  Cuevas,  sirviente  del  señor 
don  Gregorio  Ossa  i  Cerda  1 

Dos  hijitas  de  don  Joaquín  Munita  i 
una  sirviente  3 

Tomasa  Flore  1 

VeDtura  Matheu  (de  12  años)  1 


—  112  — 


Margarita  Olea,  sirviente  de  doña 

Juana  María  Me.- a 
Ignaeia  S-  sa 

Florin  ¡a  i  Margarita  Díaz,  su  madre 

i  su  madrina 
Ursula  i  Gabriela  Escobar 
José  Toma-?  Roja*  (niño  de  12  años) 
Mariana  Silva  de  Olivo 
Pabh  Rojas  de  Muñ  z 
María  fiel  Carmen  Muñoz  (soltera) 
Ninfa  Garóes  de  Olea 
Cármen  Quezada  i  Olea  (soltera) 
Lorenza  Pereira  de  Guzman 
Juana  Rosa  Guzman  (saltera) 
Magdalena  Arena 
Sirviente  de  d<ña  Rejina  Guzman 
Agustina,  Filomena  (de  diez  años)  i 

Cármen  Lobo  (de  s>  is  años  • 
Micaela  Rojas  i  su  hija  Cármen  Las- 

Heras 

María  i  Catalina  Vasauez  (lavandera) 
M  ría  Candelaria  Hierra 
Isabel  Arruez  de  Herrera 
Jgnacia  Bravo 
Tránsito  Mandujano 
Juana  Mandujano 
María  Herrera 
Dolores  Hurtado 

Mica-la  Sandoval  de  Roldan  (de 
Vrlparaiso) 

Agustina  Si  ¡va  (suegra  de  don  Ma- 
nuel Bravo) 

Rafaela  Garrido  i  Briseño  (de  12 
años) 

Mercedes  Aldunate,  sus  h  jas  Clotil- 
de, Luisa  i  una  tirviente 
Isabel  Hernández 
Señora  Ayala  i  cuatro  pupilas 
Perpetua  Luco  i  Bezaniila 
María  Josefa  Barra  de  Hidalgo 
Agustina  Alvarez  de  Toledo 
Mercedes  Diaz  i  Mercedes  Solis  (sir- 
vientes) 

Clara  Escobar  (viuda  de  Lozano) 

Clotilde  Dañes  &ter,  alumna  del  cole- 
jio  de  la  Sra.  Cabezón  de  Tillarino 

Juana  Morales  de  "Wrgara 

Cármen  Lobo  i  Salgado 

Trinidad  Arellano 

Enriqueta  i  Juan  de  D.  Olivo 

Lucas  Gonzales  (zapatero) 

Sirvientes  de  don  Manuel  Echeverría 

María  C  or dero  de  Silva  i  su  hij  a  Trán- 
sito Si  va 

Francisca  Peña  de  Machado  i  su  hija, 
su  hermana  Juana  i  sobrinas  Rita 
i  Micaela  Silva 

Anjela  Mujica,  su  hermana  i  dos  sir- 
vientes 

Eustaquia  Quiroga,  sirviente;  de  do- 
ña Josefa  Cáceres 


Pabla  Ramírez,  sirviente  de  las  seño- 
ras Aguirre 
Isabel  A  r  mijo 
Mercedes  Bello 
Aseen^  n  Reyes 

Clarisa  Lei  on  de  RobLs  (del  Olivar) 

María  Soto  de  Luna 

Mercedes  (  astro 

Cármen  Po  icarpo 

1  árnun  Rojas 

Roí  a  Parga 

Clarisa  Silva 

Ju  na  í'eña 

Francisca  Peña 

Adelina  Macbao 

Mércele-  Bnto  (lavandera) 

Mi-aela  i  Rita  Peña 

Antonia  i  Petronila  Salvo 

D*  mitila  i  Mercedes  Sánchez 

Catalina  Cuevas 

Rosa  Pardo 

Manuela  Clavero 

Lorenza  Bustos 

Juana  Salinas 

Francisca  Fuentes 

Isabel  Munita 

Mercedes  Godoi  de  Arena  (arjentina 

i  sirviente) 
María  Carrasco  de  Iñiguez 
\jercedes  i  Margarita  López 
Sirvientes  de  los  señores  Bezaniila 
Sirvientes  de  don  Luis  Santa -María 
Sirvientes  de  don  Manuel  Rojas  Do- 
noso 

Sirvientes  de  don  Manuel  José  Gar- 
da i  Concha 
Manuela  Vergara 
Isabel  Gallardo 

Lavandera  de  doña  María  Zorraqifa 
Arrendataria  de  doña  Dolores  YaStz 
Juan  Enrique  Pérez  (cinco  años}) 
Sirviente  de  don  Ricardo  Montanta* 
Catalina  i  María  Vasquez 
Salomé  Ramos 
Micaela  Rojas  e  hija 
Trinidad  Marcoleta,  casa  de  don  J. 

A  Fresno 
Sirviente  de  don  Pedro  Salinas 
Primitiva  Morales,  de  12  años 
Cayetana  Castillo 

Del  edificio  del  Congreso  nacional; 
l  armen  Reyes,  Leonor  Torrejon, 
Braulía  Duran,  Inocencia  Pinto^ 
Rosario  Orellara,  Mereedes  W  _ 
dalgo  i  Tránsito  Rios 

Jesús  Madrid 

Pabla  i  Elias  F 

Marearía  '    -Salde  ' 

-  de  la  Cruz  Bustamante 

a  cedes  i  María  de  la  Luz  Mutüla 

Tránsito  Jaña  i  sirviente 

Andrea  Jaña  i  dos  hijas 

Natalia  Freiré  i  sirviente 


—  113  — 


Lorenza  Uribe,  su  hija  Edelmira  Pé- 
rez i  una  sirviente 

María  Candelaria  Arostei  e  hija 

Jesús  Martínez 

Pascua  la  ^M.  Silva 

María  Mercedes  Grez 

Margarita  Gajardo 

María  Salvatierra  e  hija 

Clorinda  Vaíenzuela 

Sirvientes  de  don  Joaquín  Olava- 
rrieta 

Carmen  Diaz 

Sirviente  de  don  Eulojio  Echaiz 
Casa  de  las  señoras  Briceño,  una  se- 
ñora i  un  niñito 
Antonia  Cuadra 

Matilde  Herrera  Manterola  (catorce 

años  de  edad) 
Juana  Salazar 
Matilde  Salazar 
Micaela  Gómez 
Carmen  Herrera 
Antonia  Jorquera 
Fabiana  Abarca 
Delfina  Beltran 
Carolina  Fresno 
Antonia  León 

Rosa  Pardo  i  Pereira  (de  Rengo) 
Mari»  Mercedes  Gómez  i  una  sir- 
viente 
Isabel  Salas 

Petronila  Benavente  de  Machuca 
Luis  Medina 
Victoria  Alfaro 

Mariana  Silva  de  Oliva  i  sus  hijos 
Enriqueta  i  Juan  de  Dios  2.  ° 

Carmen  Montolla,  calle  de  San-Diego 
i  una  sirviente 

Daniel  Navarrete  de  10  a  11  años,  de 
la  calle  de  Teatinos 

Carmen  Renjifo,  arrendataria  de  don 
Rufino  Gonzales 

Santiago  Diaz,  oficial  deja  indepen- 
dencia 

Mercedes  Gonzales 

Teresa  Cádiz 

Santos  Ugalde 

Cárm~n  Picardo 

Ascensión  Espee  de  Henriquez  (de 
Petorca) 

Mercedes  Espee  (de  id.) 

Antonia  Bebar 

Luisa  Quiñones 

Rosario  Lhvin  de  Rosende 

Mercedes  Achurra  i  Valero  i  dos  sir- 
vientes de  don  José  Antonio  Guili- 
zasti 

Sirvientes  de  don  José  Santiago  Ta- 
gle 

Margarita  i  Mercedes  López  Mon- 
tero, sobrinas  del  finado  coronel 
don  Agustín  López 


Cármen  Rodríguez,  sirviente  de  doña 
3       Margarita  Vial 
2    Bernarda  Mateluna  (de  70  años) 
]    Beatriz  Torres  (de  14  años) 
1    Melchora  Soto 

1    Juana  Martínez,  sirviente  de  don 

1  Benjamín  Larrain 

2  Manu  la  Cía  eros 

1  Gregoria  Cabellos 

Luisa  R^mir^z,  su  hija  i  tres  nietas 

2  Prudencio  Rojas 

1    Carmen  Santa-Ana 

1  Margarita  Cantos 
Rusenio  Carmona 

2  Sirvientes  de  don  José  Miguel  Barriga 
1    La  suegra  del  carpintero  Marcos  Ra- 
mírez 

1  Cuatro  sirviectes  de  doña  Carmen  Ur- 
1  meneta  i  la  hija  mayor  del  sirviente 
1  La  matrona  Cavieres 
1  La  mujer  i  dos  cuñadas  de  un  mayor- 
1  domo  de  don  Juan  Domingo  Dá- 
1  vila 

1    Sarviente  de  doña  Rosa  Falcon  de 

1  Garrido 

]    Doña  Emilia  Agnirre 

1    La  madre  i  dos  hermanas  de  don 

1  Teudomiro  i  apia 
Sirvientes  de  doña  Carmen  Alessan- 

2  dri 

1    Arturo  i  Matilde  Rodríguez 

1    María  Rosario  Lec^ros  de  Barrera  @ 

1       hija  R(^a  i  dos  sirvientes 

1    Isidora  Miranda 

Mercedes  Bt  iones,  Carolina  Ekart  i 

3  Encarnación  Makart 
Luisa  Bellnurrutia 
Antonia  Fuente» 
Rosario  Grei 
Antonia  Velard® 
Carmen  Galla  rd©  i  una  hija 
Antonia  Castro 
Rosalía  Peña  i  sirviente 

1    Bartola  Reyes,  calle  de  Galvez 

1    Micaela  Rojas  e  hija,  calle  de  San- 

1  Isidro 

1    Dos  hijas  de  don  Fernando  Carmona 
l    Trinidad  e  Irene  Pérez  Carmona 

Flora  Ortiz  i  amiga 
1    Isabel  Guzman,  preceptora  de  la  es- 
1       cuela  fiscal  núm.  1  i  una  alumna 
1    Francisca  Sotomayor,  calle  de  Gal- 
1  vez 

1    Carmen  Vasquez  de  Diaz 

Carmen  Quezada  i  Francisca  Romo 
Cármen  Chavarría  i  su  hija  Sózíma 
Francisca  Fernandez  i  Peta  Bena- 
vente 

Casa  de  doña  Isabel  Torres,  dossir* 
vientes,  calle  de  la  Chimba 

I Catalina  Jiménez,  matrona 
Concepción  de  Orrego  ehija 
15 


—  114  — 


Dos  sirvientes  i  dos  hijas  de  éstas  de 

la  casa  de  doña  Rosario  Torres  de 

Valdivieso 
Dos  sirvientes  de  don  Pedro  Rojas 
Una  niñita  i  una  sirviente  del  señor 
Mandiola,  de  la  calle  de  los  Huérfanos 
Lorenza  Olivares  i  nieta,  calle  de  los 

Baratillos 
Petronila  Carmona,    calle    de  los 

Huérfanos 
Isabel  Villalon 

Rosario  Barrios  de  Salomó,  calle  An- 
gosta 

Carmen  Picarte  i  Francisca  Valen- 
zuela 

Clotilde  Arredondo  de  Elisalde 
Dos  arrendatarias  de  doña  Candela- 
ria Novoa,  calle  nueva  de  San- 
Diego 

La  mujer,  una  hija  i  sobrina  del  Sa- 
cristán del  Buen-Pastor 

La  casa  de  doña  Petronila  Menare  de 
la  calle  de  Valdivia  núm.  14  ha 
quedado  inhabitada 

Mercedes  Solis  i  Mercedes  Diaz,  sir- 
vientes 

Mercedes  Méndez,  calle  de  Lillo 

Mercedes  i  ¡Margarita  López,  calle 
de  San-Pablo 

Rita  Cruz,  María  M.  i  Dolores  Urtu- 
via,  Trinidad  i  Rosario  Rivas,  Fe- 
lipa Moya,  Magdalena  Martinez,  i 
su  hija  Matilde,  i  una  criada 

Una  sirviente  de  doña  Agustina  La- 
rrain 

Trinidad  Silva  de  Navarro  de  56 
años  i  su  sobrino  Santiago  Larrain 
de  10  años 

Carmen  Henriquez,  Carmen  Gran- 
don,  i  Leonor  Zenteno,  calle  del 
Estado 

Rosario  Saravía,  amiga  i  sirviente 

Madre  de  don  Rosalindo  Molina 

Margarita  i  Mercedes  Leiva  i  Carmen 
Soria 

Irene  Rodríguez 

Carolina  i  Delfina  García  M. 

Casa  de  doña  Rafaela  Errázuris :  Po- 
lonia Armijo,  Dominga  Menare, 
Dominga  Rojas,  Juana  Pinto,  Jua- 
na Olivares,  Feliciana  Huerta,  Cár- 
men  Nova,  Carlota  Arancibia  i 
Carmen  Rocha 

Casa  de  don  Manuel  Antonio  Ar&n- 
guiz,  Antonia  Monasterio,  Pedro 
Aranguiz,  dos  sirvientes  i  Rosa  Va- 
lenzuela  (de  Rancagua) 

Dolores  Arancibia,  Carmen  Aguiar 
con  tres  pupilas  i  una  sirviente 

Carmen  i  Juana  Martinez 

Una  sirviente,  Josefa  Rojas,  de  casa 


del  señor  Maffei  1 
Casa  de  don  Leandro  Novoa:  María 
Salinas  i  su  hija  Rafaela  i  doña 
María  Madrid,  hija  de  doña  Dolo- 
res Domínguez  de  la  calle  de  la 
Maestranza  3 
Viviana  de  Mercedes  Otaso  1 
Carmen  Rivero,  de  la  calle  vieja  de 

San  Diego  1 
Rosario  Pino  de  Muños  1 
Mercedes  Alegría  \ 
Juana  Sensano  e  hija  i  Gumecinda 

Maldonado  3 
Delí  Ugarte,  (Yungai)  1 
Hosa  Pardo  1 
Martina  Randa  1 
Dolores,  Adelaida  i  Antonia  Valdi- 
via 3 
Magdalena  Arancibia  1 
Lavandera  de  la  casa  de  don  Rafael 

Garfias  1 
Jesús  Aldunate  i  sirvienta  2 
María  Salomé  Acuña  1 
Clarisa  Silva  1 
Micaela  Pezo  1 
Agustina  Calderón  i  María  Cerón  3 
Ascensión  Calderón  1 
Francisca  Mandujano,  su  hija  Mer- 
cedes Herrera  i  su  nieto  Nicanor 
Larrain  $ 
Rosario  Aldunate  i  sus  hijas  Jacoba 

i  Fernanda  Cañas  3 
Francisca  Salinas,  Mariana  Salinas, 

sobrina  e  hija  de  «sta  última  4 
Leonor  i  Nieves  López  i  Margarita 

Bustamante  3 
Micaela  Muñoz  Contreras  i  dos  sir- 
vientes 3 
Agustina  Silva  1 
Rafaela  Novoa  i  Matea  Aguila  2 
Antonia  Castro,  Perpétua  Luco  2 
Bríjida  Gómez  1 
Dos  sobrinas  i  madre  de  don  Manuel 

Jafía  1 
Hija  de  J uan  de  Dios  Espina,  Mer- 
cedes Campos  2 
Mercedes  L  atorre  1 
Juana  Moneado  i  Margarita  Alva- 

rado  "  2 

Francisca  Garviso  i  sirviente  2 
Amalia  Pulgar,  Antonia  Beltran  2 
María  Sepúlveda,  Feliciana  Neiva  2 
María  Herrera,   Juana  i  Tránsito 

Mandujano  (de  Renca)  3 
Bartola  Cornejo  i  su  hija  Margarita 

López  2 
Mercedes  Brito,  María  Ignacia  Fer- 
nandez 2 
Carmen  Herrera,  Antonia  Aguilera  2 
Sirviente  de  la  casa    de  don  José 

Flores  1 
Marta  Jil,  Isabel  Garzo,  tia  de  don 


—  115  — 


Manuel  Antonio  Rodríguez 
Dolores  Vargas  de  Hurtado,  de  Tiltil 
Lucía  i  Concepción,  sirvientes  de  don 

Manuel  García  i  su  suegra 
Llavera  del  Dr.  Armstrong 
Dos  niñitas  Carmona  i  dos  sir- 
vientes 

Sirviente  de  don  Tomas  Reyes 
Carmen  Baeza 

Francisca  Morales,  i  Juana  Muñoz 

(del  campo) 
Sirvientes  de  la  casa  de  don  Rafael 

Larrain  Moxó 
Sirviente  de  la  casa  de  la  señora  Ur- 

queta  (calle  de  Huérfanos) 
Cruz  Elgueda  (de  los  Linderos) 
Carmen  Mardones  i  doña  Valentina 

Ravanales 
Francisca  i  Melchor  Ibarra  i  Carmen 

Boy 

Josefa  Bríseño  de  Oliva  i  sirviente 
(viuda)  Narcisa  Viveros 

Mercedes  Orellana,  de  Talca 

De  la  familia  de  don  Pedro  Araos 

Jesús  Recabarren 

Enriqueta  Maffatt,  inglesa 

Otras  dos  sirvientes  de  casa  de  doña 
Ana  Iñiguez 

Uno  id.  de  don  Ensebio  Squella 

Francisca  Saravia  de  Torres  calle  de 
las  Agustinas,  i  una  sirviente 

Rosa  Sandofía 

Mercedes  Ibañez 

Rosa  de  Gonzales  de  Avellano 

Concepción  Lucero  de  Orrego  i  su 
hija  Natalia 

Los  siguientes  nombres  corresponden 
a  las  once  personas  de  la  casa  de 
doña  Lucia  Lobo,  publicadas  en  el 
Ferrocarril  del  )0  del  presente: 
Agustina  Aranguez,  Bartola  Aran- 
guez,  Luisa  Osorio,  Mercedes  Ro- 
mo, Rosa  Gonzales,  Juana  Berrios 
de  Calderón,  Carmen  Calderón , 
Elvira  Calderón  i  Juana  Hernán- 
dez 

Pilar  Ramírez  de  Jiménez  i  su  hija 
Ana  María  Jiménez 

Concepción  Salinas,  hermana  del  san- 
grador Eusebio  Salinas  i  Lucia 
Barrera,  de  la  misma  casa 

Clara  Gómez  i  su  hermana  Dolores 
Gómez 

Niñita  Hurtado 

Mercedes  Sánchez 

María  del  Carmen  Jofré  (de  Peña- 
flor) 

Santos  Ugalde  (lavandera) 

Aurora  Hernández 

Juana  Caldera,  sirviente  de  ios  seño- 
res Bezanilla  que  figuró  en  con- 
junto en  las  listas  de  ayer 


Ceferina  Cantillan  (lavandera  i  cos- 
turera) 

Nicéfora  de  las  Casas,  hija  de  doña 
Francisca  Arcos  i  tres  hijas  de  una 
arrendataria 

Dulceras  de  Antonia  Tapia 

Pilar  Rojas  (lavandera) 

Tres  niñas  Plaza  de  la  calle  del 
Colejio 

Micaela  Torres  (de  cuatro  años) 
Clodomiro  Zúñiga  (de  seis  años  i 
medio) 

Josefa  Garra  de  Hidalgo  (de  la  Li- 
gua) 

Isabel  Mancilla  (de  Talca  murió  des- 
pués del  incendio) 
Manuela  Garrido 

Candelaria  Oróstica  i  su  hija  Jesús 

Martínez 
María  Herrera  i  dos  hijas 
María  Espinosa 
Antonia  Vivar 
Joaquina  Salas 
María  del  Carmen  Cerda 
Manuel  Mejias  i  tres  hijas 
Margarita  Fernandez 
Ignacia  Reyes  (sirviente) 
Jesús  Recabarren 
Manuela  Gonzales 
Carmen  Arguello 
Ana  Chaparro 

Mercedes  Roble,  viuda  de  don  Fran- 
cisco Aro, 

Dolores  Cereceda  i  una  sirviente  casa 
número  66  calle  de  las  Rosas,  se 
ha  lacrado  por  orden  de  la  autori- 
dad 

Virjinia  Vergara  (del  llano  de  Su- 

bercaseaux) 
Dominga  Corro 
Dominga  Cor  tez  de  Alvar  ado 
María  del  Rosario  Gavilán 
Ignacia  Reyes  (como  de  60  años,)5 

madre  del  sirviente  de  don  Ramón 

Briseño 
Martina  Sepiílveda 
Carmen  N.,  sirviente  de  don  Rafael 

Carrasco 

Bernarda  Alvarez  i  Carmen  Carreño 

Cármen  Moya  de  Valenzuela  i  su 
hermana  María 

Cármen  Montoya,  Paula  Fernandez 
i  Natalia  Calderón 

Dolores  Avendaño  (32  años)  Clorin- 
da  González  de  18  i  una  sirviente 
(calle  de  la  Maestranza  casas  de 
don  José  Vijil 

Antonia  Gutierres,  viuda  de  don  Jo- 
sé Ponce,  Juana  Ramírez  i  Mar- 
garita Madrid  (catorce  años) 

Mercedes  Villarruel  i  María  Guz- 
man 


—  116  — 


Casa  de  don  Fernando  Errázuris, 
tres  sirvientes,  la  mujer  i  dos  hijo» 
de  Pedro  José  Calderón  5 

Rosa  Mate'una  (hija  del  farmacéuti- 
co Mateluna)  1 

Manuel  Segundo  Washington,  sar- 
jento  mayor  peruano  1 

Clotilde  Olivares  i  Prieto  i  una  sir- 
viente 2 

Santos  Parraguez  i  sus  nietos  Mer- 
cedes i  Enriqueta  Montano  3 

Catalina  Hidalgo  i  su  hija  2 

Luisa  Cabeza  hija  de  don  Antonio 
Cabeza  1 

María  Herrera  i  Juana  Gaete,  sir- 
vientes de  doña  Mercedes  Rodrí- 
guez 2 

Juan  Enrique  Pérez  (de  cinco  años) 
hiio  de  Mercedes  Fontecilla  1 

Clorinda  Canales  de  15  años,  salió 
tan  quemada  que  morirá  infalible- 
mente 1 

María  i  Rosario  Martínez  (costu- 
reras) 2 

Rosario  García  (abuela  de  las  ante- 
riores) 1 

Carmen  Carreño,  lavandera  1 

Bernarda  Derso,  costurera  1 

Hija  de  don  Juan  José  Ruiz  1 

Juana  Varga  i  Tránsito  Pozo,  arren- 
datarias de  las  piezas  de  don  Mi- 
guel de  la  Barra  2 

María  Mercedes  Gonzales  i  María 
Guzman,  casa  de  don  Francisco 
Navarrete  2 

Clotilde  Olivares  i  Prieto  1 

Josefa  Henriquez  i  sobrina 'Merce- 
des Escobar  (de  10  años)  3 

Luisa  Vergara,  suegra  de  los  señores 
don  Blas  Araya  i  don  Agustín 
Mourgues  1 

Anjela  Gonzales  i  Cecilia  López,  sir- 
vientes de  doña  María  A.  Moran  2 

Dolores  Acosta,  de  Valparaíso,  i  sus 
sirvientes  Alicia  Puebla  i  Carlota 
Aracena  3 

Cruz  Elgueda  1 

Pascuala  Vargas  de  Reyes  1 

María  Atenas,  llavera  de  dona  Paula 
Barros  de  Ovalle  1 

Jertrudia  Méndez  1 

Micaela  Ramos  de  la  calle  de  las 
Rosas  1 

María  Eujenia  Martínez  i  Gonzales, 
de  Curicó  1 

Margarita  Jara  Morales  i  Carolina 
Gaete  Morales,  solteras  2 

Tránsito  Mesa,  sus  hijas  Roseada  i 
Natalia  Ruiz,  i  dos  sirvientes  5 

Bernarda  Calderón,  lavandera  de  don 
Matías  Ovalle  1 

Jacinta  Gamboa  de  nueve  años  1 


Carmen  Rocha  i  Timotea  Figueroa 
perecieron  con  la  señora  doña  Ta- 

dea  Errázuris  3 
Peta  i  Juana  Garviso,  sirvientes  de 

doña  Antonia  Silva  2 
Mercedes  Rodríguez,  llavera  de  doña 
Rosalía  Luco  de  Orrego,  i  hermana 

de  la  cofradía  del  Carmen  1 
Mercedes  Campo,  soltera  de  cuarenta 

i  cuatro  años,  de  Coltauco  1 

Felipa  Soto,  sirviente  1 

Rosa  Guzman  1 

Perfecta  Avila,  de  Rancagua  1 

Pascuala  Solis,  de  (  uricó  1 

Sirviente  de  doña  Rosario  Rencoret  1 

Prudencia  Disz  1 

Mercedes  Lillo  i  Dolores  Abasólo  1 

Petronila  Morales  de  Menare  1 
Cruz  Diaz,  de  Talca,  cocinera  en  casa 

de  los  señores  Pérez  Mascayano  1 

Manuel  Moya,  de  Chillan,  1 
Víctor  Contreras  i  Villegas  de  siete 

tños,  de  Chillan         ~  1 

Andrea  Castillo  hermana  del  relijioso 

agustino  frai  Diego  Castillo  I 

Mercedes  Cárdenas  1 
Luisa  Pareja  i  su  madre  Rosario 

Torres  2 

Catalina  Hidalgo  1 

María  Gallardo  1 

Ursula  Farias  1 

Clara  i  Dolores  Gómez  2 

Antonio  Gonzales  sirviente  de  don 

Manuel  Cruz  1 
María  de  la  Cruz  Diaz,  sirviente  de 

don  Eujenio  Figueroa  1 

Basilia  Zárate,  calle  de  Sto.  Domingo  1 

Anjela  Castro  de  Avila  i  su  hija  2 

Pilar  Ramires  i  su  hija  2 
Dolores  Avalos  (cade  nueva  de  San 

Liego)  1 

Juana  Ayala  1 

Esposa  de  don  Isidoro  Baltras  1 

Hija  de  doña  Mercedes  Villagra,  viuda  1 

Virjinia  Vergara,  de  15  años  1 

Trinidad  Arellano  1 
Margarita  Araya  i  Leonarda  Peña 

sirvientes  de  don  José  M.  Bravo  1 
Justa  Ovalle  de  Pizarro  1 
Paola  Pasten  1 
María  Rosa  Oses,  de  Talca  1. 
Esposa  de  Pedro  Norambuena,  de  id.  1 
María  Alvarez  1 
Agustina  i  Ascensión  Calderón,  Ma- 
ría Cabeza  3 
Cármen  Rios  i  su  hija  María  Mer= 

cedes  Muñoz  2 

Juana  Moneada,  (viuda)  i  una  hija  2 

Manuela  Diaz,  viuda  1 

Dolores  Aranda  i  criada  2 

Andrea  Jara  i  dos  hijas  3 


—  117  — 


Casa  de  doña  Carmen  Jaría,  sobrina 


i  sirviente  2 
Juana  Plaza  i  amiga  2 
Isidora  Kodriguez  de  Díaz,  sus  hijes 
Margarita  i  Florinda  Diaz  i  amiga 

María  Marchan  4 
Carmen  Casas- Cordero  1 
Carmen  Callejas,  sirviente  de  don 

Rafael  Carrasco  1 
María  Mercedes  i  María  Trinidad 
Herrera,  hermanas  de  don  Pedro 
José  Herrera  2 
Carmen  Montoya  i  sirviente  2 
Antonia  Vaívicüa,  su  hija  Dolores  i 

su  nieta  3 
Carmen  Videla  1 
Mercedes  Gómez  1 
Carmen  Inostrosa  (de  la  vina)  1 
Arrendataria  de  casa  de  Juana  Muñoz  1 
Casa  de  don  Cirilo  '  ádiz  señorita  Do- 
minga Ruiz,  Mdnica  de  la  Cruz,  i 
Paula  Rojas,  sirviente  § 
Casa  de  don  Tuan  2.  °  Miquel,  Fran- 
cisca Romo  i  Carolina  Rosas  2 


Perfecta  Avila  de  Ramírez,  de  Cau- 

quent  s  1 
Luisa  Venegas  de  Agnilar  1 
Rita  Morales  i  su  abuela  Lucía  2 
Francisca  Aliaga,  costurera,  soltera  1 
IManue  a  Espíndola  1 
Jerónima  Madrid  i  su  tia  Santos  Ma- 
drid 2 
María  Ortiz,  soltera  ) 
Dolores  Venegas  i  Castro,  viuda  1 
Santos  Ovalie,  aparadora,  i  su  hija- 
Mercedes  Santivañes  2 
Mercedes  Quintarsiila  1 
Francisca  Lillo,  de  casa  de  las  seño- 
ritas Beauchef  1 
Jesús  Manzo,  lavandera  de  las  mis- 
mas señoritas  1 
María  Colland,  lavandera  de  las  seño- 
ras Gorrites  1 
Jesús  Aldunate,  viuda  1 
Mercedes  Astorga,  hija  de  don  José 

Manuel  Astorga  i  una  sirviente  2 
María  Escobar  de  Peña  1 
Inocencia  Luna  1 
Domit  la  i  Cármen,  sirvientes  de  doña 

Antonia  Estobaza  .  2 
Francisca  Salvatierra  con  una  niñita 
llamada  Rosaura  Ibarra,  de  cuatro 
meses  .......  2 

Manuela  Badilía  i  su  hija  Micaela 

Santivanez  2 
Cayetana  ,Ponce  de  León,  soltera  1 
Francisca  Silva  i  Martina  López,  ni- 
ñas de  doña,  Mónica  Ganosa  2 
Manuel  Duran  de  15  años  1 
Rosa  Moreno,,  calle  nueva  de  la 
Merced  1 


i  Sirvientes  de  don  Amador  de  la  Cerda  3 
Lorenza  Guzman,  Rafaela  Saso  i  Fe- 
liciana Valdenegro,  sirvientes  de 
doña  Rita  Bravo  3 
Abelardo  Montealba  (de  Chillan)  1 
Eduvijes  García,  del  barrio  del  Are- 
nal, de  doce  años  1 
Cármen  Pinto  i  su  hijo  Evaristo  Mo- 
lina 2 
Victoria  Gonzales  i  su  hija  Narcisa 

Huerta  % 
Margarirn  Valdivia  de  ocho  años  1 
María  Silva  de  Oliva  i  su  hija  Enri- 
queta <;e  quince  años  i  hermano 
Juan  de  Di<>s  3 
María  Cordero  i  su  hija  Tránsito 

ilva  2 
Cármen  Mardones  i  Valentina  Ra- 

vanal  2 
Mónica  de  la  Cruz  Victoriano  i  una 

niñita,  Mercedes  Banda  i  su  hija  4 
Cá  raen  Diaz.  lavandera  de  la  señora 

Barriga  de  Echeverría  1 
Francisca  Castro,  viuda,  i  su  hija 

Victoria  Roj  s  2 
María  de  los  Dolores,  María  de  la  Re- 
presentación i  Matilde  Banda  S 
Ignacia  Aguila  1 
Juana  Valenzuela  1 
Jesús  Di^z  1 
Agustina  Lobos  i  d<~>s  hermanas  3 
Isidora  Salgredo  de  M»,  an  1 
Dos  sobrinas  de  doña  Pilar  Guzman 

de  üportus  i  una  alojada  3 
Carolina  Castro  1 
María  Valverde  1 
Petronila  Loyola  1 
Mercedes  Herrera  1 
Ni  anor  Larrain  1 
Luz  Gonzales  1 
Dolores  Abalos  1 
N.  Cabeza  1 
Juana  Escobar  1 
Dos  hijas  i  nieta  de  don  Tiburcio 

Plaza  9 
Dolores  Férman  de  Herrera  1 
Narcisa  Reyes  de  15  años  i  una  sir- 
viente de  don  José  Prado  2 
Cármen  Mardones  hija  de  don  Remi- 

jio  Mardones  1 
Ursula  Sass»  de  López,  viuda,  i  su 
hija  Margarita,  vecinos  de  Lampa  . 
i  venidos  esprofeso  a  \  \  ^unción  2 
Natalia  Calderón  de  13  anos,  hija  de 

don  Narciso  Calderón  l 
Cármen  Gonzales  i  Rosario  Serrano, 
sirvientes  de  doña  Juana  Lois  de 
Rojas  v.    ....  ,  2 

Margarita  Cortez,  Antonia  Montene-  ,  w 

gro  e  hija  3 
Mercede  Zueso  de  Calderón  1 
Lucía  Quiñones  i  su  nieta  Rita  Ortú« 


—  118  — 


zar  de  14  años  2 
Casa  de  doña  Carmen  Urízar  de  Las- 
tra, su  hija  Sofía  Lastra  LTrízar  i 
una  sirviente  María  Puga  2 
Cármen  García,  Rosarlo  Ovalle,  mu- 
jer de  un  cabo  de  policía  2 
Joaquina  Salas,  María  del  Carmen 

Cerda  2 
Andrea  Carreño,  iíauricia  Muñoz  2 
Bartola  Figueroa  (de  Lampa)  1 
Catalina  Astorga  de  16  años,  i  María 

Olea  2 
María  Beíz?.  (del  Carmen  bajo)  1 
Sirviente  de  la  casa  de  doña  Carmen 

A  rangua  de  Castro  1 
Juliana  Torres  i  su  hija  Micaela  Va- 

lenzuela  2 
Madre  i  dos  hijas  Arandas  (de  la  calle 

del  Carrion)  3 
Cruz  Puebla  de  14  años;  Cármen 

Gonzales  (zapatera)  2 
María  Josefa  Ramírez,  Mónica  i  Jua- 
na Riveros  3 
Ventura  Rubio,  Santos  Irarrázaval, 
Margarita  Ayala  de  la  casa  de  don 
Tránsito  Coscha  3 
Rosario  i  Mercedes  Martínez  2 
Feliciana  Galvez  i  María  Duran  su 

hija  #  2 

Agustina  Olguin  i  su  hija  Florentina 

Inostroza  2 
María  Cruz  Pineda  de  14  años  1 
Mercedes  Leiva  1 
Santos  Valdivieso  i  su  hija  Delfina 

Tovar  Valdivieso  de  16  años  2 
Mercedes  Leiton  1 
Catalina  Mateluna  de  Melipilla  1 
Jervacia  Gonzales,  sirviente  de  don 

Marcos  Meneses  1 
Manuela  Moran  í  su  hijo  José  Salas, 

ambas  delllapel  2 
Victoria  Gonzales  de  Huerta  i  su 

hija  Karcisa  Huerta  2 
María  Contrera  viudas  1 
Luisa  Jirón,  viuda  1 
Matías  Venegas  1 
Jermana  Clorinda  Rodríguez  de  10 

años  1 
Cármen  Santivañez,  lavandera  1 
Gregoria  Moralez  de  14  años  1 
Cármen  Baquedano,  cocinera  de  doña 

Mercedes  Robles  1 
Cármen  Pacheco  1 
Isabel  Venegas  i  su  hija  de  16  años  2 
Lucia  Morales  1 
Ceferino  Castillo  1 
Una  sirviente  de  doña  Antonia  Ver- 
gara  de  Valdez,  i  3  hijos  de  la 
misma  sirviente  4 
Sirviente  del  señor  don  Ramón  Gue- 
rrero 1 
Melchora  Moya,  sirviente  de  doña 


Juana  Vargas  de  Jara  1 
Inés  Echeverría  i  Sol  1 
Anjel  Espinosa,  sirviente  de  la  casa 

doña  Cármen  Ruiz  Tagle  1 
Lavanderas  de  la  señora  Donoso,  re- 
sidentes de  la  Cañadilla  que  ocu- 
paban una  casita  de  esa  calle  pere- 
cieron todos  4 
En  la  calle  de  las  Cenizas,  entre  las 
de  la  Moneda  i  las  Agustinas  a 
mitad  de  la  calle  hai  otra  casa  in- 
habitada desde  el  dia  de  la  catás- 
trofe; sus  moradores  perecieron 
todos  5 
En  el  pasaje  Puelma  de  la  calle  de 
las  Cenizas  habitaban  dos  jóvenes 
una  pieza  i  ambos  perecieron  en  el 
incendio  2 
Adelaida  Silva  de  Meneses  1 
Juliana  Torres  i  su  hija  mayor  2 
Mercedes  Muñoz,  lavandera  de  don 

Juan  Ugarte  1 
Mercedes  i  Trinidad  Herrera  Ra 

mirez  2 
Isabel  i  Clemente  Andrés  Campos, 
^ hijos  de  don  Andrés  Campos  2 
Juana  Leiva,  Joaquina  i  Anjela  Mu- 

jica  i  Rosario  Pérez  4 
Cármen  Renjifo  de  Moran  1 
Dolores  Soto  i  su  hija  Domitila  Mogo- 
yon  2 
Mercedes  Pulgar 
Maria  Briones,  Chimba  arriba 
Trinidad  Tiraga  i  Juana  Ramírez, 
ropera 

Jermana  Clorinda  Rodríguez,  hija  de 
don  Agustín  Rodríguez 

Rosita  Moreno  de  la  calle  de  ia  Mer- 
ced 

Amalia  Fredes  i  Lillo 
Dolores  H«  criada  de  don  Manuel 

Lillo 
Pabla  Muñoz 

Concepción  Valenzuela,  sirviente  de 

las  señoras  Calvo  Valenzuela 
Sirvientes  de  la  casa  de  doña  Justina 

Gandarillas 
Marcelina  Ibarra,  viuda 
Josefa  Gómez 
Tránsito  Pozo 
Cármen  Arco 

Cármen,  Margarita  i  Andrés,  sirvien- 
tes de  la  señora  doña  Ana  María 
Morandé  de  Arroyo 

Juana  Diaz  (de  Curicó),  deja  cuatro 
hijos  pequeños  i  dos  adultos 

Jesús  Palominos 

Elena  Calderón  i  sutia  Cármen  Por- 
tus  2 

Francisca  Flores,  lavandera  de  doña 
Cármen  Tagle  1 

Pascual  Riquehne,  marido  de  María 


—  119  — 


Valenzuela,  Josefa  Gallardo,  ma- 
dre de  la  misma,  i  María  Riquelme, 
cunada  de  la  misma. 

Vicente-  Antonio  Diaz,  casado  con 
dona  Martina  Godomar 

Emilia  i  Julia  A  randa  i  dos  sirvientes 

Sirvientes  de  doña  Eulalia  Pardo 

Rosario  Flores 

Dolores  Arancibia 

Doña  Carmen  Aguiar  con  tres  pupi- 
las i  una  sirviente 
Carmen  i  Juana  Martínez 
Isabel  Salinas,  calle  de  Cienfuegos 
Mercedes  García  i  su  hija,  (de  la 
Viña) 

María  Éerrios,  sirviente  de  don  Die- 
go J.  Benavente 
Mariana  Bustillos,  una  sirviente  i  una 

muchachita 
José  María  Bobadilla,  'su  mujer  Ma- 
ría Navarrete  i  su  hija  Rudeeinda, 
naturales  de  Talca 
Mercedes  Córdoba,  Cañadilla 
Ana  María  Briones,  de  Curicó 
Sirvientes  de  don  José  Agustín  Ei- 
zaguirre. 

Javier  Contreras,  de  casa  de  don 
Nicolás  Larrain  i  Rojas 

Concepción  Miranda,  lavandera 

Dolores  Alvarez  i  Carmen  Cato,  sir- 
■  vientes  de  doña  Rosario  Echevers 

Tránsito  Ogas,  madre  de  doña  Sosa- 
rio  Correa 

Francisco  Muños,  56  años,petaqu€-ro 

Rosa  Guzman  i  Aguirre,  calle  vieja 
de  San  Diego 

Nicolás  Flores,  id. 

Juana  Gaete  de  Osorio,  antigua  sir- 
viente de  don  Juan  de  Dios  Fer- 
nandez Gana 

Martina  Amalla 

Mercedes  Ovarse,  de  San  Felipe 
Carmen  Astudillo,  soltera  de  19  años 
Gregoria  Jofré 

Carmen  Honorato,  (de  San  Felipe) 
casada 

Rosario  Morales,  costurera 

Juana  Muñoz,  de  Talca,  casada 

Dolores  López 

Manuela  Diaz,  cocinera 

Enrique  Caballero,  médico  peruano 

Virjinia  de  Pabla  Gonzales,  calle 
de  Santa- Ana 

Jesús  Martínez,  profesora  de  piano  i 
arpa,  i  María  Mercedes  Herrera, 
alumna  del  conservatorio  de  mú- 


sica 

Juana  Canales,  híj  a  de  Josefa  Pa- 
checo 

María  Rus  i  María  Senidua,  sirvien- 
tes de  don  Joaquín  Tocornal 
María  Puebla  i  Carlota  Larenas 
Carmen  i  Rosa  Peña,  colchoneras 
Mercedes  Toro,  sirviente  de  doña 

Concepción  de  Errázurís 
Mercedes  Montes  i  Solar 
Carmen  Vargas,  sirviente  de  don 

Juan  Tagle 
Félix  Cerda,  calle  de  las  Animas 
Paulina  Yañez,  cocinera,  del  Arenal 
Pedro  Cabello 
Josefa  Barrera 
Carmen  Palomino 
María  Cordero 
Tránsito  Silva 
Lorenzo  Záñiga 
Filomena  Cañas 
Faustino  Espinosa 
Rita  Cruz 
Mercedes  Steves 
Dolores  Gonzales 
Jesús  Diaz 
Carmen  Diaz 
Anjela  Castro 
Juana  Gómez 
Pabla  Ugalde 
Luisa  Quiñones  i  su  hija 
Rita  Ortigar 
Agustina  Lobo 
Filomena  Lobo 
Carmen  Lobo 
Juana  Diaz 
Tomasa  Diaz 
Lui-*a  Jirón 
María  Contreras 
Primitiva  Mela 
Encarnación  Mela 
Rosario  Dinamarca 
Rosario  Nuñez,  de  la  Dominica 
Rosario  Peña  i  Teodoro  Ramos,  de 

la  calle  de  San  Pablo 
Santos  Quinteros,  cocinera  i  Paula 
Muñoz,  nodriza,  ambas  empleadas 
en  casa  del  señor  don  José  de 
Bernales 

Marcelina  Gallardo  i  Mercedes  Soto- 
mayor,  sirvientes 

Juana  Gutiérrez,  de  la  calle  de  San 
Pablo 

Rosario  Santander,  lavandera 
Clotilde  Arredondo 


—  121  — 


SIÍjSDELEG ACION  3.a  DE  SANTA-ANA. 

CenSO  de  ías  personas  que  perecieron  en  el  incendio  del  templo  de  la  Compañía,  el 
oc1ko  de  diciembre  de  1863,  dentro  de  los  límites  que  corresponden  a  esta  Subdele- 
garon, a  saber:  desde  la  calle  de  la  Compañía,  acera  del  norte,  hasta  la  marjen  sur 
del  rio  Mapocho,  desde  la  calle  del  Peumo,  acera  del  poniente,  hasta  la  de  Negrete, 
acera  del  oriente. 


NOMBRE 
de  las  calles. 

Numero.  1 

NOMBRES  I  APELLIDOS. 

Edad.  1 

Estado. 

Ocupación. 

Nacimiento 

1  Total.  | 

añe. 



Compañía. 

69 

15 

Soltera 

Costurera 

Santiago 

— 

i2 

.... 

1 

— 

159 

45 

Se  ignora 

Penco 

1 

— 

50 

Viuda 

.... 

.... 

— 

147 

Trinidad  Pérez  Carmona  

15 

Soltera 

N  inguna 

Andes 

1 

— 

12 

1 

— 

34 

Cocinera 

Santa-Crux 

l 

— 

143 

Luisa  Venegas  de  Arquiza... 

65 

Cásala 

Propietaria 

Santiago 

• — 

141 

28 

Soltera 

Se  ignora 

.... 

l 

— 

133 

8 

Ninguna 

.... 

l 

— ' 

6 

.... 

l 

— 



20 

Sirviente 

.... 

1 

— 

131 

22 

Lavandera 

.... 

l 

— 

28 

.... 

.... 

l 

— 

129 

35 

Viuda 

Sirviente 

.... 

l 

— 

U7 

35 

Soltera 

Lavandera 

.... 

l 

— 

20 

Cocinera 

.... 

— 

113 

Jesús  Cañas  de  Covarrubias. . 

20 

Casada 

Ninguna 

.... 

l 

— 

17 

Soltera 

.... 

— 

167 

24 

Costurera 

.... 

San  ta- Ana. 

126 

32 

Viuda 

Propietaria 

.... 

— 



29 

Soltera 

.... 

l 

— 



28 

.. 

.... 

.... 

— 



"Valentina  Valdivieso  

40 

Llavera 

Concepción 



12 

.. 

Sirviente 

Santiago 

j 



114 

Sabina  Prias  

22 

Se  ignora 

.... 

j 



112 

26 

Sirviente 

i... 

2 



46 

Viuda 

Cocinera 

2 



122 

12 

Soltera 

Ninguna 

.... 

2 



110 

23 

Se  ignora 

.... 

2 



122 

45 

Viuda 

Valparaíso 

2 



261 

27 

Jasada 

Lavandera 

Se  ignora 

2 

 .  .  . 

189 
176 

47 

Viuda 

Institutora 

Santiago 

2 



19 

Soltera 

Lavandera 

.... 

2 



187 

46 

Propietaria 

2 



176 

45 

Viuda 

Lavandera 

1 



168 

13 

Soltera 

Ninguna 

 " 

18 

Lavandera 

Aconcagua 

} 



173 

30 

Se  ignora 

Santiago 



60 

Viuda 

.... 



160 

Mercedes  Bello  

30 

Soltera 

Costurera 

.... 



30 

•••• 

154 

40 

rv  mguua 

163 

28 

.. 

Se  ignora  _ 

.... 

159 

14 

Sirviente 

153  A 

19 

152  A 

40 

Casada 

Se  ignora 

Arjentina 

152 

14 

Soltera 

Santiago 

146 

10 

Ninguna 

38 

Lavandera 

144 

18 

Institutora 

60 

Ninguna 

119 

12 

10 

139 

60 

Viuda 

Sto.-Domingo. 

112 

60 

Talagante 

38 

Soltera 

116 

55 

Propietaria 

Santiago 

40 

Sirviente 

134 

50 

Maipo 

38 

Se  ignora 

Rancagua 

144 

36 

Casada 

Ninguna 

Santiago 

14 

Soltera 

63 

16 


—  122  — 


NOMBRE 
de  las  calles. 


Sto. -Domingo 


Monjas  Rosas 


119 
117  A 


143 
141 

48 
52 
56 

— A 
60 
62 


NOMBRES  I  APELLIDOS. 


San-Pablo. 


66 


Sumas  déla  vuelta., 


51  B 

58 

60  A 


Jertrudis  Gazmuri  

Candelaria  Escanilla  

Filomena  Nufíez  

Martina  Alcaino.  

Dami^na  Prado  

Mercedes  Vasquez  

Mercedes  Guajardo  

Rosario  Gonzales  

Luisa  Eizaguirre  Larrain.. 
Ignacia  Eizaguirre  Eizaguirre 
Al  aria  del  C.   idem.  idem.. 

Clara  Espinosa  

Juana  Hurtado  

Francisca  Guerrero  

Dolores  Barredo  i  Riveros  

Luisa  Bretón   

Estefanía  Idalgo   

8as;lia  Zarate  

Jertrudis  Méndez  

Milagro  Becerra  de  Tholar.. 

Dolores  Gonzales  

Maria  Mercedes  Gonzales..., 

Fi  ancisca  Velazquez  

Dolores  Barahona  , 

Vicente  Lucero  , 

Dolores  Gonzales  , 

Juana  Negréte  

Teresa  Niño  , 

Ta  dea  Rodríguez  

José  Zamora  

[sidora  Ugarte  

Carmen  Avila  

Andrea  Tapia  

Margarita  Carrasco  

Carmen  Hernández  

Dolores  Cerecera  

Sofia  Lastra  

Maria  Puga,.,,,  

Rosa  Uriondo  

Francisca  Garcés  

Beroarda  Mateluna  

Beatriz  Torres  

Carmen  Arcus  

Juana  Saravia  

Isabel  Cornejo  

Lorenzo  Zúñiga  

Andrea  Espina  

Tomasa  Epina  

Cipriana  Melc  

Maria  Mercedes  Gonzales... 

Dolores  Gonzales  

Vicente  Antonio  Diaz  

Jesús  Aldunatc  .  

Carmen  Reyes  

Maria  M.  Herrera  Ramírez. 

Maria  T.  Herrera  Ramírez.. 

Joaquina  Mujica*  

Anjela  Mujica  

Rosario  Pérez  

Tránsito  Cañas  de  Lois  

Benigno  Lois  

Tránsito  Lois  

Manuel  R.  Lois  

Evarista  Rodríguez  

Santos  Larracheda  

Mercedes  Larracbeda  

Margarita  Santos  

Rosario  Carmona  

Gregoria  Quiroea  

Carmen  Astudillo  

Cárruen  Santana  

Micaela  Ramos  

Inocencia  Luna  

Lorenza  Martínez  

Lorenza  Pereira  

Juana  Guzman  


Estado. 


Soltera 

Soltera 

Casada 

Soltera 

Viuda 

Casada 

Soltera 


Ocupación, 


Viuda 

Soltera 
Viuda 

Soltero 

Viuda 

Soltera 

Casada 

Viuda 

Soltero 

Soltera 


Viuda 
Soltera 
Casada 
Soltera 

Viudo 
Soltera 

Viuda 

Soltera 

Viuda 

Casado 

Casada 

Soltera 


Viuda 

Soltera 
Casada 
Soltero 
Soltera 
Soltero 
Soltera 


Viuda 
Soltera 


Viuda 

Casada 

Soltera 


Nacimiento 


Ninguna 

Costurera 

Ninguna 

Costurera 

Propietaria 

Cocinera 

Sirviente 

Ninguna 


Costurera 
Lavandera 
Costurera 
Ninguna 


Dulcera 

Costurera 

Institutora 

Ninguna 

Costurera 

Lavandera 

Propietaria 

Sirviente 

Ninguna 

Costurera 

Ninguna 

Cocinera 

Zapatero 

Ninguna 

Serviente 

ÍS  odriza 

Sirviente 

Ninguna 

Sirviente 
Ninguna 

Cocinera 
Se  ignora 
Cocinera 
Lavandera 
Ninguna 

Costurera 

Lavandera 

Ninguna 


Sastre 
Ninguna 
Sirviente 
Ninguna 

Propietaria 

Sirviente 

Propietaria 

Ninguna 


Sirviente 
Ninguna 


Costurera 

^Ninguna 

Sirviente 

Costurera 

Lavandera 

Sirviente 

Lavandera 
Ninguna 


Swna  al  frente. ...    139 


Santiago 

Curicó 

Santiago 

Se  ignora 
Santiago 

Se  ignora 

Malloco 
Rancagua 

Santiago 


Concepción 
Santiago 


Colcbagua 
España 
Se  ignora 
S.  Bernardo 
Se  ignora 
Valparaíso 
Santiago 

Catemu 

Colina 

Santiago 


S.  Fernando 
Valparaíso 
Se  ignora 

Santiago 

Curicó 

Santiago 

Rancagua 
Santiago 

San-Felipe 
Santiago 

Brasil 

Mendoza 

Santiago 


Concepción 
Santiago 


Valparaíso 
Santiago 


Valparaíso 


—  123  — 


NOMBRE 
e  las  calles. 


San-Pablo. 


Mapocho. 


De  las  Animas 


Ms.  Casan  ora 
Del  Peumo. 


Ceniza. 


Baratillos. 


Sauce. 


Colejio. 
Negrete. 


91  F| 

31 


39 
S.n.o 


17  G 

24  Ñ" 

19 

14 
9 

21  B 

14 

24 

23  H 
27 

59  C 
8  A 

18  E 

19  F 

19  G 
21  C 

2 
44 
46 


NOMBRES  I  APELLIDOS, 


Suma  del  frente. 


Mariana  Silva  de  Oliva... 

Enriqueta  Oliva  

Juan  de  Dios  2.  °  Oliva. . . 

Maria  Inés  Aguirre  

Pabla  Rojas  de  Muñoz  

Maria  del  C,  Muñoz  

Mercedes  López....  

Margarita  López  

Tadea  Quezada  

Fancisca  Cantos  — 

Victoria  Rojas  

Maria  Ignacia  Fernandez..». 

Antonia  Aguilera  

Feliciana  N  

Cármen  Herrera  

Cármen  Guzman  

Mercedes  Latorre  

Mercedes  Vázquez  

Mercedes  Román  

Maria  Cádiz  

Feliciana  Leiva  

Juana  Pinto  

Beatriz  Ciaz  

Maria  Silva   

Bartola  Cornejo  

Margarita  López  

Maria  Alarcon  

Mauricia  Pérez  

Mercedes  Santamaría,  no  hai 
datos,  se  supone  hermana  del 
clérigo  Santamaría  

Francisca  Grassete  

Concordia  Salazar  

Dolores  Erazo  

Rosario  Carmona  

Margarita  Santos  

Rosario  Alfaro  •  

Carmen  García. ..  

Amalia  Pulgar....  

Antonia  Bekran  

Marta  Astudillo  

Juana  Allendes  

Antonia  León  de  León  

Irene  Rodríguez  

Lorenza  O.  de  Zamorano... 

Magdalena  Zamorano  

Margarta  Madrid  

Juana  Diaz  , 

Bortola  Figueroa  , 

Catalina  Cerda  

Juana  Ramírez  , 

Nieves  López  , 

Leonor  López.  

Narcisa  Boza  

Dolores  Venegas  , 

Mercedes  Ramos  , 

José  Antonio  Larrain  

Tránsito  Siva  


Suma  totat. 


Estado. 


Casada 
Soltera 
Soltero 
Soltera 
Casada 
Soltera 


Viuda 
Soltera 


Viuda 
Soltera 


Viuda 
Soltera 


Casada 
Soltera 
Viuda 

Soltera 


Viuda 
Soltera 

Casada 

Soltera 

Casada 

Soltera 

Casada 

Soltera 

Viuda 

Soltera 

Viuda 
Soltera 


Viuda 

Soltero 

Viuda 


Ocupación 


Propietaria 
Ninguna 


Zapatera 
Ninguna 

Costurera 

Lavandera 

Costurera 

Ninguna 

Costurera 


Sirviente 
N  inguna 


Costurera 


Lavandera 
Costurera 


Costurera 
Ninguna 


Costurera 


Cocinera 
Ninguna 


Se  ignora 

Ninguna 

Costurera 

Lavandera 

Sirviente 

Costurera 

Sirviente 
Costurera 
Ninguna 


Nacimiento. 


Santiago 


Rancagua 
Santiago 


Se  ignora 
Quilicura 
Santiago 


Rengo 

Santiago 

Se  ignora 
S.  Fernando 
Se  ignora 

Calleuque 


Santiago 

S.  F.' Monte 
Tiltil 

Santiago 


Colina 

Santiago 

Rancagua 

Petorca 

Quillota 

Santiago 


Lampa 
Santiago 
Aconcagua 
Santiago 


Concepción 
Santiago 


Santiago,  diciembre  20  de  1863. 


Luis  Palma, 
Subdelegado. 


—  124 


SOBDELEGACION  SESTA  DE  SANTA  LUCIA. 

Nómina  de  las  personas  fallecidas  en  la  Compañía  el  8  de  diciembre  de  1863 


NOMBRES. 


Primer  distrito. 

Luita  Tergara  i  Arangüe. 

Carmen  Herrera  

Dominio,  Sánchez  

Mercedes  Sánchez  

Natalia  Freiré  

Delfina  Beltran  

Carolina  Fresno  

Fabiana  Abarca  

Mercedes  Gómez  

Feliciana  Gómez  

Marta  Muñoz  

El*-uteria  lbarra  

Antonia  Jor quera  

Tomasa  Venegas  1 

Rosario  Maraya. ...... 

Mercedes  Aspes  

Mariadel  C.  Silva  

Maria  Gómez  

Pabla  Figueroa  

Concepción  Zúñiga  . . . 


ÍPetrona  Salas. 
Nicolasa  Sabala 
Francisca  Laba 
do  


Segundo  distrito. 

Trinidad  F,  de  Figueroa. 
Mercedes  Tocornal..  ... 

Isabel  Gallardo  

Catalina  Jiménez  

Maria  Antonia  Cuadra. . . 

Carmen  Cuadra  

Mercedes  Cavieres  ..... 
Maria  de  los  Santos. . . . . 

Mariana  Cumplido  

Eleuteria  Cumplido  

Mercedes  Cumplido  

Rosario  Cumplido  

Micaela  N  

Adelaida  Rivas.....  

Marta  Caldera   .. 

Agu  tina  Saez  

Rosario  Gabilan  V  

Maria  de  la  Cruz  Mutíllas 
Mercedes  MutíÜas. . ...... 

Margarita  Bustamante. , 
Petronila»  M>  rales........ 

Josefa  Espinosa.....  


ESTADO. 


Soltera., 
Viuda  ., 
•Soltera., 

id  

id  

id  

id  

Casada. 

id  

id  

Soltera. 


Tercer  distrito. 


Santos  Ogalde  

Aurora  Hernández..  ..  : 
Maria  Espinosa.... i.... 
Mercedes  Achurra. . . ... . 

Maria  Ib^zeta  

Mercedes  lbazeta,  hija  de 

la  entenor  

Mariana  Versara  

Felipa  Calderón  

Rosa  Moreno  

Marta  Muñoz  

Rosalia  Angulo  

Juliana  Riquelme  

Juana  Zalazar  

Matilde  Zalazar  

Mercedes  Astorga  


Casada. 
Soltera. 

id  

id  

id  

id  

Viuda. . 
Soltera. 


id... 


Casada. 
Soltera. 

id  

id  

id  

id  

Casada. 
Soltera. 

id  

id  

id  

id  

id  

id  

Casada, 
holtera. 

id..... 

id..... 

id..... 

id.:... 
Viuda, . 
Soltera. 


id  

id'..... 

Casada. 

Soltera, 
id  


PROFESION. 


Ventera. . . . 

id  

Lavand  ra. 

id  


id  

Sirviente. . 

id  

Costurera. 


Sirviente . . 
Costurera, , 


Sirviente... 
Lavandera. 


id. 


Matrona 


id  

Sirviente. 


Lavandera-i 
Sirviente... 


id.... 
id..., 


CALLES. 


Mesias . . , 
Cañada.., 

id  

id  

Mesias... 
Tajamar 

id  

id  

id  , 

id  

id  

id  

id.  

Mesias.. 

id  

id  

id  

id...... 

id  

id  


De  la  Merced 

id  

id  

Del  Cerro..  .. 
De  las  Delicias 

id  

De  Mesias..  ., 

id  

id  

id  , 

id  

id  

id  .., 

id  

&  

id.  

id....:   



id  

id.  

De. 
id. 


Valdivia. 


De  Bretón.  ; 

id  

id  

id  

id  


LUGAR 
de 

Nacimiento. 


Santia 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 

id. 
id. 


id. 


id  

id  

id  

id  

Runcagua. 
id  


id. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id.. 

id., 


id  , 

id  

N .  de  la  Merced 

id  

id  

id/;-.;.... 

id  

Agustinas  . 

id  

id  


id..;... 

id  

Renca   

Santiago.. 
San-Felipe 


id  

id  

Santiago.. 

id  

Rensro  

Rancagua. 

id  

Sauñago.. 

id  : 

id  


— 5125  — 


NOMBRES. 


Sumas  de  la  vuelta. . 

Rosario  Orell;>no  

Jertrudiz  de  la  Fuente  Bal- 

dorini'S  

Micaela  Pozo  

Praneisca  Garviso  

N.  Ourviso,  llevaba  el  a- 

pellido  de  su  señora.... 

Juan*  Romero  

Dolores  Vill*rreal  

Mercedes  Brito  

Cruz  Pineda  

Atención  Aspes  


Cuarto  distrito. 


ESTADO. 


Soltera. . 


id  

id  

Viuda. . . 
Solara. . 
Caoa  a. . 
Soltera.. 


Jenoveva  Baeza  , 

Adelaida  Baeza  

Caroün  >  Baeza  

Rosa  Baeza  

Merced  ■  s  Sotom  ayor . . 

Jok<  fa  Baeza  

Rufina  Navarro  

fíoBfi  Moreno  

Rit    Gar.darilla  , 

Rafael*  Ganrlarilla. . . 

Leonor  Guajarrlo  

Mart  na  Valdes  ,  , 

Mercedes  Villnnueva,  que-] 

mada  de  gravedad  > 

Juana  Mesas  ; 

Juana  Olivares  \ 

Dominga  Rojas  , 

Dominga  vientres  

Polonia  Armijo  

Mana  del  carmen  Moya 

Carlota  Ar*nda  

Felicana  Huerta  

Maria  García  

Carmen  Rocha  . .  . 

llosa  Barros  Valdes  

Enriqueta  García  

Rusalia  Angul  

Juliana  Riquelme  

Lorenza  Bustamante  


id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 
Viuda 
Soltera 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 


Quinto  distrito. 


María  Atenas  

Francisca  Baldevenito 

Jesús  Madrid  

María  Go  oi  

Mercedes  Sojtomayor  . . 

Rosario  Toledo  

Juana  Navarro.  

Micaela  Pozo  


Suma  total. 


Casarla. 
S<  ltnra. 

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  


id  

id  

id  

id  

id  

Casada. 
Soltera. 

id  


PROFESION, 


Sirviente . . . 


Sirviente, 
id  


CALLES. 


Agustinas, 


id  

id  

De  la  Merced. 


id  

id  

Del  Cerro  . . . 

id  

De  las  Delicias 

id  


De  la  Merced. 

id  

id  

id  

id  

id  

id  

Nueva  de  id. 
San-Antonio . 

id  


Huérfanos 


id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  , 

De  las  Claras. , 

id  , 

id.  

Agustinas. 


Delicias  

id  

Chirimoyo  .... 

id  

id  

San-Antonio,.. 

id  

Agustinas. 


LUGAR 
de 

Nacimiento 


Santiago... 


Rengo... 
¡santiago, 
id  


id  

Rengo.... 
Santiago.. 

id  

id  

Putaendo. 


Santiago 
id.... 
id.... 

id.-... 
M^lipilla 
Santiago 

id.... 

id.... 

id.... 
Curicó.. 
Santiago 


San  Fernando 
Santiago.. .. 

id  

Malloco  

Santiago.... 

id  


id  

id  

id  

id  

id  

id  

id.  

Rancagua 

id  

Sfuííoa .... 


Santiago. 

id  

Nancagut 
Santíngo. 

id  

id  

id  

id  


28 


107 


Santiago,  diciembre  17  de  1863.— José  María  UriCffido. 


—  126  — 

NÓMINA 

DE  LAS  PEKSONAS  QUE  HAN  FALLECIDO 

EN  EL  INCENDIO  DE  LA  COMPAÑIA 

PERTENECIENTES  A  LA  SUBDELEGACION  15  DEL  CAMPO  MARTE. 


NOMBRES  I  APELLIDOS. 


Anjeía  Gómez  de  Costa.......... 

Sofía  Infante  

Elena  In Yante  

Margarita  Quintana..  

Concepción  Salinas  

Mercedes  Pulgar  de  Bustamante 
Feliciana  Galves  de  Ibran...... 

Maria  Ibran  

Isidoro  Navarrete  

Magdalena  Varas  

Manuel  Antonio  Bravo  

Tomasa  Olivares.  

Rafael  Bravo  

Gregoria  Devia  

Josefa  Barra  de  Idalgo  

Cármen  Guzman  

Cármen  Toledo  

Cármen  Soria  

Martina  Maya  

Juana  Vargas  

Maria  Mercedes  Gres  

Margarita  Fajardo  

Seferina  Castillana  

Rosario  Greis  , 

Antonia  Velarde  

Juana  Muñoz  

Rosa  Sandoval  

Cármen  Pacheco  

Isabel  Venegas  < 

Total   í 


EDAD. 


53  anos. 

15  — 

11  — 

38  — 

20  — 

50  — 

32  — 

2  — 

40  — 

38  — 

36  - 

40  — 

7  — 

19  — 


ESTADO. 


Viuda . . 
Soltera. 

id  

id...... 

Casada. 

id  

Viuda . . 


Casado. 
Soltera. 
Casado, 
id  


Soltera. 
Casada. 
Soltera. 
Viuda. . 
Soltera. 

id  

id  

id  

id  

id  

id  

id  

Casada. 
Soltera. 
Casada. 
Soltera. 


PROFESION. 


Persona  rica. 
Hija  de  id... 


Cocinera. . . . 
Costurera. . . 
Bodegonera. 
Lavandera.. 


Carpintero  

Hija  de  familia. 

Carpintero  

Dueña  de  casa. 


Hija  de  familia. 
Dueña  de  casa. 


Hija  de  familia. 


Lavandera  

Costurera  

id  

Hija  de  familia. 

id.  id... 

id.  id... 

Sirviente  

Hija  de  familia. 

Lavandera  

Hija  de  familia. 


LUGAR 

DE  NACIMIENTO. 


Valparaíso. 

Id. 

Id. 
Pirque. 
Santiago. 
San-Fernando. 
Hacalgue. 
Santiago. 
San-Fernando. 
Santiago. 

Id. 

Id. 

Id. 
Taguagua. 
Santiago. 
Maipo. 
Melipilla. 
Santiago. 

Id. 

Id. 
Curicó. 
Maipo. 
Santiago. 
Renca. 
Santiago. 
Talca. 
Pichidegua. 
Perdegua. 
Santiago. 


—  127  — 

SUBDELEGACION  28  DE  LA  CAÑADILLA. 

Nómina  de  los  individuos  de  esta  sección  perecidos  el  8  de 
diciembre  de  1863. 


NOMBRES. 


Isabel  Garzo  

Lucrecia  Pérez  

Cármen  Araos  

Rosario  Pérez.  

Margarita  Pérez  

Maria  Soliz  

Luisa  Cabeza  

Mercedes  Castro...... 

Ana  Maria  González. 

Maria  del  C.  Grez  

Maria  Ortiz...  

Pascuala  Carero  

Rosario  Lavin  

Juan  Gutiérrez  

Tomasa  Idalgo  

Maria  Idalgo  

Petronila  Rodríguez. . . 

Baldomera  López  

Maria  Briones  

Cármen  Rodríguez.... 

Mercedes  García  

Petrnila  Pardo  

Rosario  Ponce  

Carolina  Pino  

Maria  Muñoz  

Ursula  Pozo  

Margarita  López  

Juana  Bustamante.... 

Rosa  Lucero  

Dolores  Astaburuaga  . 

Justa  Montenegro  

Bartola  Berrios  

Dolores  Gabeza  

Monica  Rivcros  

Juana  Rivesos  

Rosa  Pardo  Pereira... 

Mercedes  Solis  

Tereza  Toro  

Eduvije  Sassi  

Rita  Almaza  

Dominga  Bravo  

Tereza  Barahona  

Cármen  Mejios........ 

Petronila  González. . . , 
Domitila  Olivarez..... 

Bernarda  Zúñiga  

Petronila  Salvo  

Maria  Lucero  

Maria  Silva  

Juana  Rivero  

Antonia  Salvo  

Tomaza  Yañez  

Clarisa  Silva  

Mercedes  Castro  , 

Cármen  Rojas  

Maria  Soto  

María  Ortiz  

Anjela  Muñoz  

Cármeu  Galá  

Micaela  Romero  

Petrona  González  

Domitila  Olivarez  

Dolores  Cabsza  

Paulina  Cornejo  

Narcisa  Viveros ....... 

Juana  Riveros  

Rosa  Pardo  

Dolores  Aranda  

Rosa  Espinosa  

M  ar garita  Con tre r as . 
Cayetana  González. . . , 


ESTADO. 


Soltera  , 
Casada 

id.... 
Soltera . 

id.... 
Casada 
Soltera  , 

id.... 

id.... 

id.... 
Casada , 
Soltera . 


Soltero , 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 
Viuda.. 
Soltera 
Vinda. . 
Soltera 
Viuda. . 

id.... 
Soltera . 

id.... 
Casada 

id.... 
Soltera  , 

id.... 

id.... 
Casada 

id.... 
Soltera 

id.... 

id  


id.... 
Vitrea.. 
Soltera 

id.... 

id.... 


Viuda. . 
Casada 

id.... 

id.... 
Viuda.. 


Soltera 
id.... 


Viuda.. 

id.... 
Casada. 
Soltera 

id.... 

id.... 

id.... 

i*...* 


PROFESION. 


Costurera. . 
Sirviente... 
Lavandera. 
Sirviente. . . 
Lavandera. 
Bordadora. 
Costurera. . 
Sin  oficio. . . 
Lavandera. 
Pianista..., 


Miñaquera 
Cosmer a . . . 
Costurera. . 

id  

Dulcera.... 
Lavandera 
Costurera.. 


Sirviente . . . 
Lavandera, 
id  


Costurera. 


Costurera. 
Sirviente., 
id  


Sirvien:e. 


Sapatcra. 
Sirviente. 


Sapatera. 


Sirviente.. 
Costurera. 


Lavandera 
Costurera.. 

id  

id  


id. 


Sirviente. . 
Costuicra. 
Cosinera.. 
Tejendera. 


Costurera. 
Colejiala.. 


Costurera. 
Costurera. 


Sirviente.. 
Lavandera, 


LUGAR 
DEL  NACIMIENTO. 


Quillota  

Santiago.... 

Colina  

Santiago.... 

id  

Rengo  

Colina  

San  Felipe.. 
Curicó  

id  

San  Vicente. 

Colina  

Güacrlgüe.. 

Corán  

Caléo  

id  

Santiago.... 

Renca  

Curicó  

Santiago  . . . 
Aconcagua.. 
Pelequén... 
Aconcagua.. 

Reugo  

Vichuquén. . 
Santiago  . . . 

id. .  r.  

id  

San  Felipe.. 
Santiago. . . . 

id  

Colina  

Santiago  

id  

id  

Rengo  

Santago. . . . 
San  Felipe  . , 
Santiago.... 

id  

id  

Rengo  

JSanc^gua.., 
Santiago  

id  

Melipilla.... 
Santiago  ... 

id  

id  

id  

id  

Sd  

Rengo  

Santiago.... 

id  

id  

id  

Liniache. ... 
Santiago. . . . 

id  

id  

id  

id  

Ol.var  

Aconcagua  . 
Casa-Blauca 

Rengo  

Renca  

Santiago.... 

Renca  

Talca  , 


128  — 


NOMBRES. 


Maria  Olea  

\dela  González  

Mere  des  Conilo  

Dolores  Conilo  

Amalia  Fredcs.  

Luisa,  Pérez  

Ursula  Pozo  

Margarita  López  

Rita  Armijo  

Juana  Argandoña  

Feliciana  Argandoña  

Lorenza  Uribe  .  

E^elmira  Pérez  

Mercedes  Córdova  

Mercedes  Mena  

Josefa  Videla  

Pascuala  Solar  

Petronila  Mata  

Bartola  Garrido  

Bernarda  Zúñiga  

Tomaza  Ida! y  o  

Maria  del  Rosario  Negrete. 

Paulina  Ibañez  ,  

Mana  de  los  Anjeles  Muñoz. 

Maria  del  C.  Ma«huca  

Mercedes  Machuea  

Maria  Antonia  Montenegro. 
Miaría  M.  Bruna  


ESTADO. 


Canadá  .... 
Soltera  . .  . . 

id  

id  


Casada 
Viuda. . 
Soltera  , 

id.... 

id.... 

id.... 
Casada , 


V  inda. . 
Soltera 
id.... 
Viuda. . 


Soltera. 

id. . . . 

id.... 

id.... 
Viuda. . 

id.... 
Soltera  . 

id.... 
Viuda. . 
Soltera  . 


PROFESION. 


Lavandera. 

id  

id  


Sin  oficio. 


Costurera. 

id  

id  


Costurera. 


LUGAR 
DEL  NACIMIENTO. 


Tagüa-Tagüa 
Mendoza. ... 

id  

id.  

Síintia^o  

id  

id  

id  

id  

id  , 

id  

'd  

id  

id  

id  

Mondoza.. .. 
Santiago  

id  

Colina  

Santiago. .  .. 

id  

id  

id  

Víchuquen. ., 
Sar.tiago.... 

id  

id  

id,  


—  129  — 


NOMINA  de  las  víctimas  del  incendio  de  la  Compañía  el  dia  8  de 
ciembre  de  1863,  en  la  subdelegaron  primera  del  puente  de  madera. 


di- 


NOMBRES, 


Primer  distrito. 


Juana  Reyes  

Manuela  Gormaz. 


Duminga  Brezuela 
Simona  Guerrero.. 

Maria  Rojas  

Juana  Pangué  

Cármen  Pérez  

Juana  Santivañez.. 
Clorinda  Lovo ...... 


Segundo  distrito- 


Matilde  Yúvar  

Dolores  Vargas  

Enrique  Cañas  

Javiera  Cádiz  

Rita  Carolina  Cádiz.... 
Matilde  Amelia  Cádiz.. 

Maria  Soto  

Mercedes  Romo  

RosaGnnzales  

Juana  Garrido  

Carmen  Calderón  

Elvira  Calderón  

Concepción  Lucero.... 

Natalia  Orrego  

Agustina  Aranguez 

Bartola  Serrano  

Luisa  Osorio  

Juan  Hernández  

Rosario  Reyes  

Cármen  Hurtado  

Carmen  Moya  

Tadea  Errázuris  

Cármen  Rocha  

Timotea  Figueroa  

Marta  López  

Tomasa  Pacheco  

Juana  Cañas  

Eufemia  Valdivia  

Maria  Aranguez  

Margarita  González  

Salomé  Cofre  

Mercedes  Mille  

Susana  Huicií  

Alejandrina  Huici  

Francisca  Lillo  

Maria  de  la  Cruz  Diaz. . 

Carlos  DublA  

Estefanía  Zalazar  

Teresa  Zalazar  

Perpetua  Luco  

Juana  Mosqué  

Juana  Silva  

Jesús  Frutos  

Rosario  Pérez  

Dolores  Cabeaas  


Tercer  distrito. 


Maria  Nuñez  

Maria  Jerez  

Polonia  Avila  

Mariana  Bustillos  

Catalina  Pérez  

Iguacia  Aguila  

Cármen  Ureta  

Elena  Cald.  i  Labarca. 
Maria  Luisa  Super  . . 


A  la  vuelta. 


Estado. 


75 

soltera 

14 

.  *  y  •'• 

40 

viuda 

30 

soltera 

(30 

viuda 

35 

soltera 

45 

casada 

Jo 

viuda 

18 

soltera 

12 

. '  V  * 
viuaa 

12 

soltcrc 

20 

•  •••  • 

18 

16 

íí<! 

• "  Y.  * 

se  ígnor. 

18 

soltcrtt 

50 

c<is  (id  ¡i 

15 

SOltGVtl 

j4 

40 

C£tS<lClct 

18 

soItci*£i 

50 

viuda. 

26 

SOltei'cl 

q 

14 

21 

40 

55 

40 

40 

50 

viuda 

25 

soltera 

21 

casada 

40 

soltera 

50 

17 

18 

27 

20 

12 

10 

40 

30 
15 

25 

viuda 

soltera 

25 
50 

30 
26 

22 

18 

43 

viada 

25 

soltera 

26 

25 

30 

40 

viuda 

26 

soltera 

13 

T 

SEXO. 


hombre, 
mujer. 


hombre, 
mujer. 


DOMICILIO. 


Calles; 
Santo-Domingo 


Monjitas. .. 
La  Merced. 


Santo-Domingo 


Monjitas. 


N  .  de  la  Merced 


Monjitas. 


La  Merced. .., 


Las  Claros. .. 


Santo-Domingo 
Ramadas... 


N,  de  la  Merced 
Ramadas  


PROFESION 


sirvic  nte  . 
bord  ■-  r  i  coser 
lavandera, 
cocinera  . . 


sirviente  .... 
madre  de  fam. 
cocinera  . .  . . 
sirviente  .... 


estudiante  ... 
hija  de  familia 


lavandera  . 


costurera   

estudiante  . . . 
lavandera  .  .. 


no  tiene  

estudiante  .  . 
sirviente  ... 
no  tiene  . .  . 
sirviente  . .  . 
de  su  haber, 
lavandera  . 
sirviente..  . 


Cocinera  . .  , 
De  su  haber. 
Cocinera  ..  . 


LUGAR 
desn 
Nacimiento. 


Santiago.. 

R2ncagua. 
Santiago  . . 


Yaiyaí . . 
Santiago 


Tiltil.... 
Santiago. 


Malloa  . . 
se  i5nor¡ 


Santiago  .. 


Rengo. 


Sirviente  .... 

Cocturera   

Sirviente  .... 
hija  de  familia 


Sirviente  .... 
Cocinera  .... 
Seminarista. . 
Cocinera.  ..  .. 

Sirviente   

bija  de  familia 
eocinera  .... 
sirviente  . . 
de  su  haber. . 

sirvieute  

cocinera  


31 

lavandera  . . . . 

sirviente  .... 

9 

12 

de  su  haber.. 

lavandei'a. . . . 

4 

costurera  .... 

4 

kijademnitlia 

estudiante — 

17 

San  Bernardo. 
Santiago  

Marpú  

Andes  

Santiago  


Putaendo  . 

Nos  

Talca  

Santiago  . 
Runcagua. 
Sautiago  . 


S.  F.  del  Monte. 

Aalca  

Santiago..  .. 
Maipú  

San-Felipe  .. 

Talca  

Paine  

Santiago  .... 
se  ignora.... 
Taguatagua. . 


Santiago 


—  lao.  — 


NOMBRES 


De  la  vuelta. 


Cuarto  distrito. 


Mercedes  Castro  

Pabla  Covarrubia  

Manuela  Martínez..  .. 

Dolores  Gon^les  

Antonia  O  valle   de  Be- 

zanilla  

Carmen  Gonzales  

Dolor- s  Ríos  

Pasruala  Patria  

Enriqueta  Quiroga. .  .. 

Pabla  .Ramírez.  T  

Carmen  Renriquez  

Carmen  Grandon  

Leonor  Zenteno  

Dolores  Vargas  

Rosario  Martínez  

Aujel  Hernández  

Agustina  Olguin..  

Florentina  Inostrosa  

Rosario  Martínez  

Mercedes  Martínez  

Nicolás  inores  

Francisca  Riberos  

Juan  Adriasola  

Victoria  Al  faro  

María 'ie la  C.  Merino.. 

Rosa  Valenzuela  

Antonia  Monasterio  

.Josefa  Mutiw  

Gfegoria  Mutis  

Carmen  Olivos  

Ventura  Rubio  

Margarita  Ayala  

Santos   Irarrázaval .  

Dolores  Ara  ya  de  Agui- 


Atanasia  de  la  C.  Jiquel 

Agustina  Pesoa  

D  lorps  Opaso  

Cárm  en  G  u  zman  

Ben  gna  Lujan  

Estefanía   (González. .. . 

Marcelina  Gallardo  

Josefa  Ben avente  

Rosario  Navarro  

Petronila  Benavente  .. 

Quinto  distrito. 

Encarnación  Calderón. . 
Rita  ESscoyedo  

^al>el  Chacón  

V  aria  del  C.  Palaci-s. . 
J liana  M^ria  

Vler.  e  ¡es  Plaza.  

Catalina  Pimentel  

VI aria  Gallardo..... 
Catalina  Gallardo... 

Maria  Cuevas  

Peta  Rodríguez  

Carmen  Sanfuentes., 

Andrea  Castillo  . 

Pedro  Florez  

Mercedes  Base/uñan 

Guerrero  

M arcelina  Sánchez . . 

Carisa  Plaza  

Corina  Plaza  

Adelina  Plaza.,  , 


Suma  total. 


Estado, 


soltó  ra 

casada 
soltera 

viuda 
soltera 
casada 
soltera 

viuda 

soltera 

casada 

viuda 

soltera 


casado 
soltera 
viuda 
soltera 

viuda 
soltera 


casada 
oitera 


ca.-ada 
viuda 
casada 


soltera 


viuda 
soltera 
casada 
soltera 


SEXO. 


DOMICILIO. 


Santo-Domingo 


hombre 
mujer. 


hombre, 
mujer. 


Ramadas  

Santo-Domingo 
Ramadas  


de  la  Caridad. 


de  San-Antonio 


de  Mapecho. 


Las  Mpnjitas. 


de  la  Merced, 
de  las  Claras. 


Santo-Domingo. 


de  la  Nevería. 
Altos  de  Tagle. 


22  g 
16 

20  e 
22  e 


PROFESION 


sirviente. 

lavandera 


de  su  haber 
lavandera 

llavera.  

sirviente. . 
cocinera. . 
sirviente  . . 
Zapatera. . 
no  tenia. . 
estudiante. .. 
Cigarrería  . 
zapatera.  . . . 
hojalatero  . . 
zapatera . . . 
estudiante  . 
zapatera  . . . 


cocinero..  . 
lavandera  . 


cocinera., 
lavandera. 


cocinera  ... 
de  su  haber. 


se  ignora. 
sirviente 
zapatera..  . 
lavandera  . 

de  fu  haber, 
siavientc. .  . 

cocinera  

costurera. .r 
lavandera  . 
sirviente  . . . 
lavanoera  . 


costurera. . 
lavandera 


cocinera  . 
sirviente. . 


costurera. . . 
ama  


cocinera. .  . . 
hija  de  familia 

lavandera  .. 
soldado  retir. 

hija  de  familia 
cocinera  .... 


LUGAR 
del 
Nacimiento. 


Santiago 


Tütü  

Saniiago¿. 


Aconcagua. 
Santiago  ... 


Rancagua. 
Santiago  . . 
Quilamuta. 

Santiago  . . 


Peral  

Santiago  . . 

Andes  

Colina  

Maipú.... 

S  uti :   o  ,  , 


Aconcagua . 
Santiago  . . . 


Rancagua. 


Santiago 
Maro».. . 


Malloco... 


Chillan. . , 
Santiago  , 


Rancagua. 
Colina.... 
Santiago. . 


Tales 


Coquimbo. 

Rancagua, 
Santiago.. 


bantiago,  diQiewbre  28  de  1863. 


URBANO  PINEDA, 


—  131  ~~ 


Los  infrascriptos,  después  de  las  mas  prolijas  investigaciones,  forman  el  se- 
guiente censo  de  los  moradores  del  primer  distrito  de  la  cuarta  subdele- 
garon, desaparecidos  en  la  desgraciada  noche  del  8  del  actual  en  el  templo 
de  la  Compañía  de  Jesús : 

1.  Señorita  Trinidad  Arístegui  i  Velez,  soltera,  19  años  de  edad,  hija  del  señor  don 

Pedro  N.  Arístegui  i  de  la  señora  doña  Trinidad  Velez  de  Santiago. 

2.  Doña  Rosario  Molina,  viuda  de  don  Celestino  Cárdenas,  de  60  años,  propietaria 

natural  de  Santiago. 

3.  Señorita  Elvira  Hurtado,  de  3  \  años  de  edad,  natural  de  Santiago,  hija  del  señor 

don  José  María  Hurtado  i  de  doña  Pascuala  Rojas. 

4.  Doña  Carmen  Renjifo,  soltera,  de  edad  de  55  años. 

5.  Señorita  María  Luisa  Rondanelli  i  Aríeaga,  de  edad  de  13  años,  hija  del  señor 

don  Nicolás  Rondanelli  i  de  la  señora  doña  Catalina  Arteaga,  soltera. 

6.  Señorita  Antonia  Castro,  hija  de  don  Juan  Francisco  Castro  i  de  doña  Dolores 

Carmona,  soltera,  de  23  años  de  edad,  nacida  en  Santiago. 

7.  Antonia  Gutiérrez  de  Ponce,  viuda,  40  años,  sirviente  de  la  señora  doña  Dolores 

Antúnez. 

8.  Señora  doña  Dolores  Gómez,  soltera,  de  edad  de  35  años,  nacida  en  Santiago,  hi- 

ja de  don  José  Gomes  i  de  doña  Cornelia  Sandoval. 

9.  Una  señora,  una  sirviente  i  un  niño,  calle  de  los  Baratillos,  casa  ntíni.  54. 

10.  Rosario  Vergara,  viuda,  60  años,  nacida  en  Santiago.  Manuela  Baquedano,  hija, 

se  ha  hecho  cargo  de  sus  trastos. 

11.  Señora  doña  Carmen  Verdugo,  soltera,  edad  de  60  años,  hija  de  don  Miguel  Ver- 

dugo i  de  doña  Andrea  Silva. 

12.  Antonia  Varas,  soltera,  natural  de  Melipilla,  25  años  de  edad,  sirviente. 

13.  Juan  Arriagada,  niño  de  8  años,  sirviente,  hijo  de  Juan  Amagada  i  Anjela  To- 

rres, nacido  en  Santiago. 

14.  Micaela  Sandoval,  casada,  28  a  29  años,  del  sur. 

15.  Francisco  Muñoz,  casado,  natural  de  Santiago,  30  años  de  edad,  petaquero. 

16.  Doña  Dolores  Arancibia,  soltera,  50  años  de  edad,  hija  de  don  Agustín  Arancibia 

i  doña  María  Olguin. 

17.  María  Castro,  de  50  años,  soltera,  residente  en  esta  ciudad  muchos  años,  sirviente 

del  Dr.  don  Miguel  Semir. 

18.  Felipa  Reyes,  40  años,  casada  con  Anastasio  Pinto,  sirviente  de  don  Miguel  Se- 

mir, residente  en  Santiago  muchos  anos. 

19.  Doña  Agustina  Lobo,  soltera,  nacida  en  Santiago,  23  años  de  edad,  hija  de  don 

José  Lobo  i  doña  Dolores  Morales. 

20.  Filomena  Lobo,  11  años,  hija  de  los  mismos. 

21.  Carmen  Lobo,  7  años,  id.  id. 

22.  Juana  Martínez,  soltera,  hija  de  Pedro  Martínez  i  Antonia  López,  sirviente. 

23.  Tres  sirvientes  de  la  casa  de  la  señora  doña  Antonia  Vergara,  viuda  de  Valdez, 

calle  de  la  Moneda,  núm.  47. 

24.  Doña  Rosario  Santos,  viuda  de  Tobar,  -  40  años  de  edad,  propietaria,  natural  de 

Santiago. 

25.  Señorita  Teresa  Santos,  soltera,  25  años,  hija  de  don  José  Santiago  Santos  i  de 

doña  Rosalía  Cavieres,  nacida  en  esta  capital. 


Notas. — (4)  Ha  dejado  encerrados  los  trastos  que  tenia;  el  dueño  de  casa  se  ha  en- 
cargado de  escribir  a  una  hermana  casada  residente  en  Valparaíso. 

(9)  Por  mas  enpeño  que  se  empleó  a  fin  de  saber  ios  nombres  de  estas  tres  personas, 
solo  se  consiguió  saber  que  al  dia  siguiente  de  la  catástrofe  otra  persona  sacó  los  trastos 
de  la  casa. 


—  132  — 

26.  Lucía  inórales,  80  años,  viuda,  natural  de  Santiago,  cocinera. 
•27.  Martina  Arcaino,  casad?,  fio  años  de  edad,  venida  Curicú. 

28.  Amadora  Prado,  soltera,  15  años,  nacida  en  C  úrico,  hija  de  José  Agustín  Prado  i 

de  Martina  Areaino. 

29.  M.  Leonarda  Olmedo,  20  años,  casada,  natural  de  San-Fernando,  sirviente. 

30.  Margarita  Araya,  soltera.  40  años  de  edad,  sirviente. 

31.  Primitiva  Morales,  niña  de  11  años,  nacida  en  Santiago,  hija  de  Luis  Morales  i 

Juana  Diaz. 

o2.  Cayetana  Castillo,  casada,  natural  de  Maipo,  60  años  de  edad. 

33.  Manuel  Jesús  Duran,  hijo  de  Agustina  Duran,  15  años  de  edad,  cantor  de  la  Ca- 

tedral, nacido  en  Santiago. 

34.  Mercedes  Silva,  soltera,  15  años,  nacida  en  San-  Fernando,  hija  de  José  Ignacio 

Silva  i  Margarita  Martínez. 

35.  Jesús  Martínez,  soltera,  32  años,  nacida  en  Xancagua,  lavandera. 

36.  Señora  doña  Dolores  Araya  de  Agtiirre,  casada,  nacida  en  los  Andes,  18  años  dé 

edad,  hija  de  don  Francisco  Arava  i  de  doña  Antonia  Arancibia. 

Asi,  pues,  el  total  de  las  personas  muertas  eu  el  l.er  distrito  de  la 
4.a  subdelegacion  de  Santiago,  asciende  a  la  suma  de  cuarenta  perso- 
na?,— Santiago,  diciembre  18  de  1863. 


Miguel  de  la  Baera. 


Eltas  del  Canto. 


Nómina  délas  personas  fallecidas  en  el  incendio  del  templo  déla  Compañía 
i  que  vivían  en  el  distrito  2.°  de  lá  subdelegación  4*á 


Agustinas 
id... 

m . . . 

Peumo. 

id... 

id... 

id... 

id... 

id... 

id.. 
Huérfanos 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id.... 

id. . . . 

id.... 

id  

id.... 

id.... 
Cenizas  . . 

id.... 

id... 

id.... 

id.... 

id.... 
Compa.fi  i 


id.... 
id... 
id.... 
id.... 
id.... 
id.... 
id.... 
id.... 


NOMBRES 

DS  LOS 

>UE£füS  DE  CASA 


KJ 


Josefa  Saravia  .... 

id.  id  

id.  id  

Jármen  Urme  éta.. 

<d.  id...  

id.  id  

id.         id  ; 

id.  id  

Isidro  Urzúa. . 

id  id  

¡t.  C;  de  Pf reirá.. . . 

Járiuen  Luco  

.lariáña  G«nzaiez. . 

id.  id........ 

id.  id  

H.        id.  ...... 

iVimas  Reyes  

Franc.  J  .  Mandiol  h 

id.  id  

Ambrosio  Rodríguez 

id.  id... 
Carmen  Palazuelos 

id.  id  

id-  id  

Tránsit.  Rojas  de  N 
'uan  José  Cañt.8  . 

id.  id  

id.  id  

id.  id  

id.  id  

Jo  efa  Moreno?... 

Rita  Bravo  

id.  id  

Enrique  Maffei..  ., 
Dominaro  S.  Gortoi . 
Juana  MariaCampoi 

id.  id  

id.  id   

José  María  de  Se  asé 
Id.  id  


NOMBRES 
DE  LOS  FALLECIDOS 


fnaefa  Saravia  

l'eiexa  Ramírez  

rVane  Donoso  de  Torre 

arla  Pesoa..-.  

f«sefa  Pesoa  

Petronila  Pesoa  

Uarónila  Gon-alez  

.íartina  Nuñez  

Jármen  ÍJrzúa  

J  :r  a  Martínez  

Santos  Ulloa   

Lorenza  A'gomed>... 

Mariana  Goh/.alez  

Juana  González  

vía  ría  del  Car.  Herrén 

rVai- cisca  Pérez  

Delfiua  Hidalgo  

tílcira  Mandiola  

Dominga  García  

VIercedes  Muñoz  

Luisa  Vargas  

Dolores  Lecaros  

\laria  Coronado  

Petronila  Tapia  

María  López  

Maria  Argora.  de  Cañai 

Luisa  Ramírez  

Catalina  Cañas  

Expquiel  Cañas  

Juan  José  Caña*  

Manuela  Castillo  

Rafael  a  

'Vliciana  Valdenegro  . 

oseta  Rojas  

rSenita  Criburu  

luana  Maria  Campos  . 

Santos  Encobar  

>ant-iF  Araya  

Paula  Venegag  

Manuela  Santibañez. . . 


Sirviente 
id.... 
id.... 

Sirviente 
id.... 
id.... 


sirviente 
id. 
id. 


LUGAR 

DBl>  N  1CIMIENTO. 


■alltl  g» 
id. 

id. 

NancagUí 


iuntiago 

d. 
Curicó 

id. 
Santiago 

Vd 

id 

id 

ía 

id 

id 

id 
Tálcá 
Santiago 
Mendoza 
Santiago 
Vo  se  sabe 
Rengo 

á  «n-Fernando 
Santiago 

id 

id 

id 

id 

Copiíipó 
Rancagua 

id 
Talca 

S.-J'*an  i'Rep  -Ar 
Ran<-agua[ientiua 
Santiago 

id 

id 

r«cna  ''Perú) 


Nota. — En  la  columna  de  las  edades,  la  letra  c  quiere  decir  calculada,  i  la  /fija.-» 
En  la  profesión  u  oficio  la  raya  denota  que  el  fallecido  no  tenia  ninguno. 

Total  de  los  fallecidos  40. 

Santiago,  diciembre  24  de  1863, 

RAMON  RIVERA  JOFRÉ.  ♦ 


—  134  — 


SUBDELEGrACION  8.a  DE  LA  PEO  VIDENCIA. 

Santiago,  diciembre  30  de  1863. 

En  cumplimiento  de  lo  ordenado  en  la  circular  de  US.  de  fecha  12 
del  presente  hemos  procedido  a  levantar  el  censo  de  los  personas  desa- 
parecidas en  el  incendio  de  la.  iglesia  de  la  Compañía  i  han  resultado 
las  siguientes  : 


NOMBRES  I  APELLIDOS, 


Olegaria  Mujica. ... 

Marta  .Til  

Carmen  Donoso  

Rosalía  Donoso  

Lorenza  Bustamante 

Margarita  Toledo  

Francisca  Serrano. . . 


EDAD. 


30  años 

20  — 

20  — 

25  — 

26  — 
18  — 
13  — 


ESTADO 


Soltera 
id..., 
id... 
id..., 
id..., 
id..., 
id.... 


Profesión, 


Ninguna 
Sirviente 

id  

id  

id  

Dulcera. 
Ninguna 


LUGAR 
de  nacimiento. 


Nancagua. ,  

Apoqnindo...... 

Isla  de  Maipo... 

id  

De  la  costa  

Santiago  

Camino  Tajamar, 


RESIDENCIA. 


Chacra  de  Mujica. 
Callejón  de  Pozo. 

id. 

id. 
id. 

Camino  Tajamar, 
id. 


Dios  guarde  a  US. 
Señor  Intendente  de  la  provincia. 


Domingo  More!. 


—  135  — 

SUBDELEG ACION  12.a  DE  SANTA-ROSA, 
Lista  de  los  que  se  quemaron  en  el  incendio  del  8  de  diciembre  de  1863. 


NOMBRES. 


Madree 
hija 


Cayetana  Ponce  . . 
Bernardina  Galves 
Herma-  (  Pascuala  Reyes  .. 

Ignacia  Reyes .... 
Simona  Guerrero 
Carmen  Gallardo . . 

Ana  Diaz   

Josefa  Orellana  .. 

Ju*na  Ayala  

Carmen  Valenzuela  . 
Maria  del  T.  Cortés  . 
Pabla  Venegas  .... 

Herma-  f  Carmen  Sa^s   

I  José  Saes  

'  Cármtn  Lobo  

Trinidad  Orellana.. 
Carmen  Gomales  .. 
Francisca  Ibarra  .. 
Mercedes  Ibarra. . . . 
Manuela  Clavero  .. 
Francisca  Aliaga. . . . 
Manuela  Espindola  . 

Rosario  Pino  

Ana  Chaparro  

Maria  Peña  

Rosa  Peña  

Urzula  Escobar  .... 
Gabriela  Escobar. . . . 


Total 


28 


Estado. 


Soltera. 

id* 

id. 
Viuda. 
Soltera. 
•Casada. 
Soltera. 
Viuda. 
Casada. 
Soltera. 
Viuda. 
Soltera. 

id. 

id. 

id. 

id. 

id. 
Viuda. 

id. 
Soltera. 

id. 

id. 
Casada. 
Soltera. 
Casada. 
Soltera. 

id. 

id. 


PATRIA. 


Nufioa  

Santiago.... 
Codegua.. .. 

id  

Rancagua. . . 

id  

Santiago.. .. 
Nancagua . . 

Ligua   

Santiago.... 
Melip'lla.... 
Santiago 

id  

id  

Rengo  

Talca  

Colchagua  .. 
Santiago 

id  

id  

Curicó  

Santiago..  .. 
Taguatagua  . 

Ma*po  

Coinco  

id  

Hda.  S.-Agut. 
id  


Profesión. 


Costurera 

id  

id  

id  

Cocinera 

Sirviente 

Ningnna 

Sirviente 

Ninguna 

Costurera 

Lavandera 

Sirviente 

Costurera 

Peón 

Lavandera 

Costurera 

Lavandera 

id  

id  

Costurera 

id  

id  

Lavandera 

id  

Costurera 

id  

Ninguna 

id  


RESIDENCIA. 


Santiago  calle  v.  de  S.-Diego 


id  id 
id  id 
id  id 
id  de  Nataniel 
id  id 
id  id 
id  id 
id  id 
id  de  Galves 
id  id 
id  de  Güemul 
id  id 
id  id 
id  id 
id  id 
id  id 
id  de  Huérfanos 
id  vieja  de  San-D. 
id  id 
id  id 
en  la  Granja 
calle  de  Galvez 
id  vieja  de  S.-Diego 
id  id 
id  id 
id  id 
id  id 


Santiago,  diciembre  30  de  1863. 

JOSE  CARLOS  VALENZUELA. 


—  £\       f)  í\  ttPfS  rs  y>»  ^ 


INDICE. 


PAJ 

ADVERTENCIA  .*   iv 

Reseña  histórica  del  templo  de  la  Compañía  ....  3 

Relación  del  incendio  de                    id   7 

El  verdadero  oríjen  del  fuego                                                         ••  47 

Demolición  de  las  ruinas  déla  Compañía   48 

Decreto  supremo  que  ordena  efectuarla   53 

Episodios  del  incendio   54 

Los  americanos  del  norte   64 

Circular  del  Iltmo.  arzobispo  de  Santiago  ,   67 

Socorro  a  los  huérfanos  i  desvalidos,  acta  de  la  primera  reunión   69 

Honras  oficiales  en  favor  de  las  víctimas  del  incendio   72 

Oración  fúnebre  pronunciada  por  el  presbítero  Dr.  don  Mariano  Casanova 

en  la  iglesia  metropolitana  , . . . .   73 

Socorros  a  los  huérfanos  i  desvalidos  recojidos  posteriormente   83 

Consulado  arjentino  (pésame  al  supremo  gobierno)   87 

Mendoza,  acta  i  suscriciones  levantadas  en  ese  punto   88 

Monumento  a  las  víctimas  del  8  de  diciembre   91 

Cuerpo  de  bomberos  de  Santiago,  acta  de  instalación   94 

Cartas  cambiadas  entre  el  señor  prebendado  don  Joaquín  Larrain  Gandari- 

llasi  el  señor  Intendente  de  Santiago  „   98 

Nómina  de  las  víctimas  del  incendio  de  la  Compañía   108 

Censo  oficial  de  los  que  perecieron  en  el  incendio,  con  esplicacion  de  sus 

nombres,  edad,  estado,  ocupación  i  nacimiento  „.„.,..   121