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DEL 8 DE DICIEMBRE DE 1863.
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RELACION
DEL
lililí 1 LA GOMPADIA
ACAECIDO EL 8 DE DICIEMBRE DE 1863,
PRECEDIDA DE UNA RESEÑA HISTORICA SOBRE EL MISMO TEMPLO;
ACOMPAÑADA DE IMPORTANTES DOCUMENTOS RELATIVOS AL INCENDIO,
una nómina de los que perecieron en él, los censos oficiales formados hasta la fecha
por orden de la intendencia de Santiago
I UNA LAMINA LITOGRAFIADA
QUE REPRESENTA LA IGLESIA EN EL ACTO DE INCENDIARSE.
♦ M
SANTIAGO.
IMPRENTA DEL ¡FERROCARRIL, calle de la Bandera, núm. 39.
HK = 1864 =
ADVEKTENCIA.
La presente publicación tiene por objeto satisfacer un
deseo jeneral, sentido desde los primeros momentos de
la catástrofe del ocho de diciembre.
Ha sido ese acontecimiento tan funesto, de tan impor-
tantes cuanto tristes resultados, que pasará a la posteri-
dad atónita, aun, cuando considere sus pormenores. En
este sentido la relación que hoi damos a luz, proporcio-
nando los datos mas exactos que ha sido posible obte-
ner, servirá, sin duda, sino como documento incontro-
vertible, al menos como un punto de partida reconocida-
mente exacto.
Se ha cuidado especialmente de formar una relación
cierta e imparcial de lo sucedido, i para este objeto se
ha tomado por base todas las relaciones parciales pu-
blicadas por la prensa, a propósito del grande aconteci-
miento.
Él censo de las víctimas del incendio, la parte mas
interesante, sin duda, de este libro, ha merecido una es-
pecial atención. Ademas de las listas rectificadas que se
dieron a luz por la prensa, se contienen los cuadros ofi-
ciales de las subdelegacionas que hasta la fecha han po-
IV
dido formarlos. Se puede, pues, asegurar que en esta par-
te el presente libro merece la fe de los que lo consulten.
Van agregados también al cuerpo de la obra algunos
documentos, no tan interesantes como el suceso princi-
pal, pero de gran valía para la historia. Todos ellos, es-
meradamente correjidos, tienen un carácter de autenti-
cidad incontrastable.
RESEÑA HISTORICA
La primera iglesia de la Compañía fue edificada, no en el sitio que
ocupa la actual, sino en el centro de la manzana que los jesuitas se pro-
curaron para su Colejio el año de 1593, 52 años después de la funda-
ción de Santiago.
Llegaron aquellos relijiosos a la capital en número de ocho, presidi-
dos por el padre Baltazar de Piñas (que fué su primer provincial) el
lúnes santo, 12 de abril de 1593, i se hospedaron en el convento de
Santo Domingo.
Pero apé ñas había pasado el dia de pascua, se reunió el pueblo, el
cabildo i la clerecía para designar a los misioneros el sitio en que de-
bían edificar su claustro i su iglesia.
El sagaz Piñas declaró, sin embargo, en aquella reunión, que ni él
ni sus compañeros querían gravar en lo menor al pueblo de Santiago,
empobrecido por cuarenta años de guerra, i afirmó que el ánimo de la
órden "era no tener lugar fijo en Chile sino recorrer todas las comar-
cas."— "Esta conducta eminente nente política de los jesuitas, dice el his-
toriador Eizaguirre (t. 1. ° paj, 99) les concilió aun en mas alto grado
la benevolencia del pueblo."
Pero éste no quiso aceptar por motivo alguno aquella manifestación
de sincero o finjido desprendimiento. I luego al punto, cuenta el padre
Alonso de Ovalle, uno de los primeros fundadores de la orden en Chile
(páj. 337) diciendo i haciendo junttron entre todos la limosna que bas-
tó para comprar una de las casas mas principales del lugar, una cuadra
de la plaza i de la Catedral, a que el mismo dueño acudió con ochocien-
tos pesos que remitió de su valor i aunque no costaron entonces mas
de otros tres mil i seiscientos, se estimarían en tiempo de paz, según lo
advierte la historia, en diez mil."
Eaificóse, en consecuencia, en el solo espacio de seis semanas, una
capilla provisoria en el centro del claustro, i se puso bajo la invocación
— 2 —
dé uña reliquia que los jesuítas habían traído consigo. Era esta la cabe-
za de una de las Once mil vírjenes de Colonia, según los primitivos his-
toriadores de la orden. ¡Fatídica ofrenda hecha al sitio del que debian
volar al cielo de una sola vez tantas almas virjinales!
Pero en aquel edificio se hizo en breve estrecho para la devoción de
los fieles, pues el templo de los jesuítas, que monopolizaban casi total-
mente la dirección de las conciencias por el confesonario i la predica-
ción, se hizo desde el principio el favorito del público como lo fué ¡ai!
hasta su última hora.
En consecuencia, dos años después se echaron los cimientos de un
nuevo templo en el lugar que hoi ^ocupan los escombros del que fué
ayer el recinto de cita i de plegaria de todas las almas cristianas de la
capital.
Dos antiguos capitanes, sintiéndose ya viejos i áeaso arrepentidos de
pasados yerros, juntaron su caudal i por escritura pública de 12 de
octubre de 1595, lo endosaron a los jesuitas para edificar su iglesia.
Llamábanse aquellos piadosos soldados Agustín Briseño i Andrés de
Torquemadá, nombre, empero, que parece respirar el humo de las
hogueras:
Treiñtá i seis años duraron los trabajos dé erección dé este nuevo
templo, que vino a ser el mejor de Chile, pues tomó parte en el fervor
de todos los habitantes de Santiago (1). Habiéndose comenzado en
1595, solo se terminó en 1631. "Fuése trabajando a toda costa (dice el
jesuíta Olivares en su historia manuscrita de Chile, cap. 19), i se levan-
tó una iglesia de cal i canto mui capaz i honrosa, cubierta con cinco pa-
ños*, llena toda de artesones, primorosamente dispuestos. La capilla
máyor quedó Con mucha capacidad, se levantó sobré cuatro robustas i
bien proporcionadas columnas i cuatro arcos torales : se cubrió con una
media naranja de madera, bien enlazada i ajustada, i firme al parecer
de todos."
Échase de ver por ésta descripción que la arquitectura de la Compa-
ñía es la misma que ha prevalecido hasta su destrucción ; i en efecto
en él grosero dibujo que de ella presenta al padre Ovalle en su histo-
ria impresa, se ve la cúpula antigua i una torre alta i endeble eri el
mismo sitio que ocupaba la única que estaba concluida en su frente.
Aquella segunda i suntuosa iglesia de los jesuitas estaba destinada,
sin embargo, a una existencia bien efímera, porque todo es aciago en su
hiitoriá.
Hacia apénas 16 años que habia sido consagrada, cuando fué arrasa-
(1) "El hermano Miguel de Telena, cuenta el padre Ovalle (páj. 339 de su Histo-
ria) uno de estos ocho fundadores de este eolejio (i murió después de haber trabaja-
do muchos años en la iglesia que tenemos hoi de piedra, con grande edificación i
ejemplo), me solia contar varias veces que aquellos vecinos antiguos tenian un modo
de zelos, unos con otros, sobre quién favorecía mas a la Compañía, en tanto grado
qu$ frfc ¿ttStfó c&<Jstufto de que ie acudiese primero que el otro ninguno."
da desde sus cimientos por el espantoso terremoto del 13 de mayo de
1627 que todavía conmemoramos. "El templo de la Compañía, dice el
obispo Villarroel en su famosa carta al rei dando cuenta de aquella
catástrofe, quedó asolado todo. Murió el padre José de C ordo va, mui
humilde i mui gran obrero. La iglesia de estos padres, añade el prelado,
costaria cien mil ducados.;?
Pero ya los jesuitas habian echado en el país por la riqueza i el
dominio espirituales raices demasiado profundas, para que las arrancase
una sola catástrofe. Por esto su tercera iglesia, que es la que acaba de
parecer por la cuarta vez, no hizo sino renacer mas vasta i mas suntuo-
sa de sus escombros.
Empleóse cerca de medio siglo, o gran parte ele la segunda mitad del
siglo XVII, en reedificar la iglesia, pues aunque no tengamos sobre
esto un dato fijo, la tardia manera como se ejecutaban aquellas obras nos
autoriza para creer que solo en los primeros años del siglo pasado debió
estar completamente habilitado el nuevo templo, con su inmensa torre
en el frontispicio, sus bóvedas sepulcrales i su magnífico reloj, la obra
maestra del arte chileno, que hoi sirve todavía al público en la torre de
Santa Ana.
Pero aun esta nueva i magnífica construcción, delante de la que 3a
Catedral era solo un rancho pajizo, situado en un ángulo de la plaza i
a distancia de dos cuadras (pues la actual iglesia Metropolitana, que
solo está separada de la Compañía por unas pocas varas, solo fué cons-
truida en la mitad del pasado siglo i parte del presente), tuvo también
una existencia precaria. La fatalidad parece haber sido el! símbolo
funesto que ha presidido a la erección de aquellas bóvedas que antes cu-
brían un sótano de muertos, que cobijaron después las cenizas de tantas
personas ilustres o queridas trasladadas a su pavimento del cementerio
jeneral i que hoi parecen haber sepultado en mil fragmentos la alma
entera de los chilenos!
En la sériede terremotos que comenzó el 8 de julio de 1730 i que se
prolongó durante dos angustiosos meses, la nueva iglesia fué completa-
mente arruinada, aunque su fábrica no se vino al suelo como en 1647e
En el informe que levantó en una ocasión el obispo de Santiago i que
publica Gray en los documentos de su historia (t. 2.° páj. 478) se cuen-
tan con estas palabras los daños sufridos por el templo. "La iglesia de
la Compañía, dice el obispo, era también de cal i canto i bóvedas de
hermosa arquitectura, siendo la mesma planta que la de esse collegio
imperial ; esta, es verdad, no se vino al suelo, mas han quedado tan
desplomadas sus murallas i tan arruinados algunos arcos de sus bóvedas,
la testera del altar mayor se descubre mas de una cuarta de desplome i
lo mesmo ha padecido la fachada de su puerta principal, como también
la torre, que no solo se gastará mucho dinero en deshacer lo que se halla
inservible, sino que será necesaria la dirección de persona mui práctica
para echar abaxo lo arrumado, para que se eviten los riesgos de los que
trabaxaren."
Háse creído equivocadamente que esta ¡segunda ruina fué causada
por un incendio ; mas este error está desmentido por el documento que
acabamos de citar i por las apariencias mismas que conservaba la iglesia
ántes de ser devorada por las llamas en 1841. Si hubiese sido incendia-
da hace un siglo, como se cree, la torre que se quemó en 1841 no
habría tenido el aspecto vetusto que todos recordamos, i cuya fecha no
podía ser sino anterior al siglo XVIII.
Pero, a pesar de esto, la iglesia quedó en una condición peor que si
hubiese sido destruida ; pues es seguro que en esa época los omnipo-
tentes jesuitas la habrían reedificado por tercera vez con mayor mag-
nificencia ; miéntras que ahora se limitaron a repararla sólidamente,
dejándola con todas las imperfecciones arquitectónicas que la afeaban
i que han contribuido no poco a la catástrofe que lamentamos.
Habiendo quedado trizados o deshechos la mayor parte de los arcos
de las dos naves laterales, se reforzaron éstos con murallas trans^ersa-
les5 a las que se dejó solo un pequeño arco, mas como pasadizo que
como adorno. De aquí salió la série de estrechas i deslucidas capi-
llas oscuras que formaban las naves de los costados, arrebatando a
la iglesia su espacio, su simetría, i junto con la prespectiva, la vista
a los fieles. Solo las dos capillas de la entrada conservaron su pri-
mitiva bóveda, i de aquí viene que en cierto modo estuvieran aisladas
de la iglesia i sus puertas sin cómodo acceso a ésta, pues formaban
como dos cuerpos aislados. En el actual frontispicio de la iglesia que
debió ser pintado en esa época, se lee medio borrada la cifra de CCLX
(1760); pero el último no está lejible. Esta fecha debe ser la de la
reparación de la iglesia después del terremoto de 1730.
Desde entonces la Compañía dejó de ser un templo hermoso, o para
hablar con mas exactitud, desde entonces aquella iglesia fatal no fué
sino una ruina disfrazada. Hoi mismo cualquiera puede distinguir a la
simple vista que las murallas transversales de las naves de los costados
se han despegado de los arcos que sostenían, por la acción de dilatación
del fuego i su subsiguiente enfriamiento. Las murallas madres de toda
la iglesia, sacudidas ya por la acción de varios terremotos, de dos incen-
dios i de las construcciones mismas que se han levantado sobre ellas,
no pueden ménos de estar en estremo debilitadas e incapaces de resis-
tir una nueva reparación.
Las catástrofes de la Compañía no terminaron en sus deterioros de
1730. No hicieron al contrario sino cambiar de lugar, i desde sus
altares derribados pasaron a las celdas de sus sacerdotes. Todos cono-
cen la espulsion de la Compañía de Jesús, hecha de una manera tan
sijilosa como cruel por órdenes de Carlos III. A las tres de la mañana
del 26 de agosto de 1767, mas de 400 sacerdotes fueron arrancados a
sus claustros i embarcados para Europa, pereciendo de ellos mas de 60
en un naufrajio del Cabo de Hornos.
Desde entonces la iglesia de la Compañía quedó en el corazón de
nuestro pueblo como un monumento solitario de horfandad i de duelo .
No tenia ni culto, ni sacerdotes, ni fieles. Decíase por el vulgo que sus
moradores al tiempo de ser espulsados de su recinto, la habian malde
cido i pedido al cielo que la destinara a grandes castigos. Ai! lo que no
era sino la voz de oscuros agoreros, la mano del Señor la ha convertido
hoi en una tremenda profecia!
Solo en los primeros años fie este siglo la Compañía, según tenemos
entendido, comenzó a ser rehabilitada para el culto.
El fervoroso clérigo don Manuel Vicuña se hizo su gratuito capellán
i se consagró con tanto celo a las misiones que daba al pueblo, que me»
recio el báculo ele Roma i el amor de todos sus conciudadanos.
A contar de esa época, la Compañía se hizo el templo favorito de
nuestra clerecía.
Pero su mismo amparador tuvo el desconsuelo de verlo convertido
en cenizas antes de haber desaparecido él mismo de la escena del mun-
do. ¿Quién no recuerda todavía el espantoso incendio del 31 de mayo
de 1841, que redujo a escombros ele maderos encendidos la iglesia que
hoi no es sino un escombro de huesos humanos?
He aquí como un corresponsal del mismo diario {Mercurio del 3 de
junio de 1841), para cuyas enlutadas columnas escribimos hoi apresu-
radamente estas líneas, cuenta aquella calamidad :
"Como a las diez de la noche, dice, uno de los superiores del Insti-
tuto creyó sentir humo en su habitación, que está contigua a la capilla
de la iglesia, i temiendo la existencia del fuego, se dirijió a ésta para
averiguar su oríjen ; mas al abrirla se convenció, por la inmensa canti-
dad de humo que remolineaba en su interior, que el fuego habia pren-
dido dentro de la iglesia.
Con la ayuda del sacristán, abrió una de las puertas, adonde se aba-
lanzaron las llamas que devoraban el techo mucho tiempo hacia por la
estension que ocupaba. Las llamas corrian en todas direcciones i mui
pronto se apoderaron de la inmensa torre de madera que coronaba el
frontispicio.
"No hemos presenciado jamas espectáculo mas imponente i mas pa~
vorosob?
El celo público se despertó, sin embargo, en presencia de esta catás-
trofe con un celo tan ardiente para llevar a cabo la reedificación de la
iglesia, que solo puede compararse al unánime clamor que hoi se alza
al cielo para pedir¡ su demolición (1). I esta diferencia de impresiones
no puede ser mas justa ni mas natural. En el primer incendio de la
Compañía solo se habian quemado las imájenes de lienzo i madera que
adornaban los altares favoritos del público devoto. Hoi lo que se ha
quemado es un fragmento de cada hogar, se ha quemado un trozo de
cada corazón, se ha quemado en una pira mas horrible que la de todas
(1) Según el Mercurio del 9 de junio de 1841, en la primer semana después del in-
cendio se reunieron 30,000 pesos para la reedificación de la iglesia.
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nuestras batallas la sangre de los chilenos. Por eso la esclamacion de
todos los labios es abajo! abajo esas funestas murallas, porque ningunos
ojos querrían ya contemplar aquel sitio que no es siquiera una tumba
de seres queridos sino el aparato del suplicio horrendo que nos arrebato
tan caras vidas.
La reconstrucción de la iglesia de la Compañía por la cuarta vez es
un hecho contemporáneo al que todos hemos asistido i que no nece-
sitamos recordar. No deja de ser, sin embargo, una coincidencia sin-
gular la de que este último incendio haya tenido lugar en los momen-
tos en que se ocupaban muchos obreros de hacer reparaciones i pintar
toda la obra de madera del templo. Hacia solo unos pocos dias que
habiamos visto los andamios que habían servido para pintar la encum-
brada claraboj^a del templo. Pudiera decirse que el destino habia con-
sentido en que se engalanase aquel edificio fatal para desplomarse para
siempre sobre las vidas de sus fieles.
¿Se reedificará ahora la Compañía por la quinta vez?
Esto es lo que resolverán los que tengan corazón de hombres i fe
de cristianos, en vista de lo que todos saben i de lo que apuntamos a
la lijera en este imperfecto bosquejo (1).
(1) Esta relación es tomada del Mercurio del 12 de diciembre de 1863.
RELACION
DEL INCENDIO DE LA COMPAÑIA
EL 8 DE DICIEMBRE DE 1863.
Miércoles 9 de diciembre de 1863»
No hai memoria en Chile de un hecho mas horriblemente trájicp.
Se nos erizan los cabellos cuando recordamos la espantosa catástrofe
que hoi tiene sumidas en el luto a centenares de familias. La ciudad
entera no se da cuenta aun de tan horrible desgracia.
A las siete de la tarde de ayer el templo de la Compañía contenía
en su recinto mas de dos mil almas. La iglesia estaba alumbrada por
mas de 7,000 luces, ; imprudencia sin ejemplo ! Principiaba la fun-
ción cuando se declaró el fuego. No sabemos precisamente cuál fué
su oríjeh ; pero la versión mas común lo atribuye a la ruptura de un
gran quemador de gas líquido colocado cerca del altar mayor, al que
comunicó el fuego con rapidez nunca vista.
La concurrencia, amagada por el fuego, principió a huir. Las puer-
tas no eran sin embargo suficientes para darle paso. El terror inven-
cible en esos casos se habia apoderado de todos ; las puertas se obs-
truyeron completamente. Una mitad, unas dos terceras partes de la
concurrencia habia alcanzado a salir ; el resto se agolpaba a los Ju-
gares en donde se veia salida. Cuerpo sobre cuerpo, se formaba una
muralla compacta i numerosa. Habia mujeres que resistían el peso de
diez o doce, otras tendidas encima, a lo largo, a lo atravesado, en to-
das direcciones. Era materialmente imposible desprender una perso-
na de esa masa compacta i horripilante. Los mas desgarradores lamen-
tos se oian del interior de la iglesia.
Mientras tanto, el fuego habia llegado a la cúpula i tomado propor-
ciones inmensas. En cinco minutos la cúpula despedía bocanadas de
fuego por cada uno de sus respiraderos. En un momento mas? no era
mas que un inmenso castillo de fuego i las llamas se comunicaban por
la techumbre.
Siguió entonces un cuadro desgarrador. La concurrencia continua-
ba agolpándose a las puertas i las puertas no permitían la salida. Cin-
cuenta brazos formidables no bastaban a desprender una infeliz de
aquel montón que ya principiaba a recibir los trozos de madera in-
cendiados que se desprendían del entablado.
Presenciamos ese momento, pero renunciamos a describirlo! ......
Media hora después ¡ h! jamas habríamos creido ser testigos de una
escena mas espantosa! se no* figuraba estar bajo la impresión de una
horrible pesadilla! Desgraciadamente era la espantosa realidad que se
manifestaba a nuestros ojos con toda su deformidad.
Media hora después, toda la estension comprendida entre la puerta
principal i el presbiterio, cubierta de jente, casi todas infelices mu-
jeres, arclia como un estenso lago de fuego. Las llamas se elevaban
media vara sobre las cabezas. ¡Oh! aquello no es posible que haya
tenido precedente! Centenares de personas ardían como trozos de ma-
dera comprimidos por una fuerza irresistible!
Veíamos desde la puerta moverse los brazos pidiendo ausilio; los
gritos de las víctimas resonaban a dos cuadras de distancia. Madres
que abrazaban a sus hijas, i escondían entre la multitud su cabellera
convertida en fuego. Hijas que miraban a sus madres salvadas, incli-
nando su cabeza con la resignación del mártir! Las infelices no tenían
siquiera la facultad de moverse, desligaban sus manos para despe-
dazarse el rostro en medio de la mas espantosa desesperación. Si se hu-
biera hundido la iglesia en esos momentos, cuántos sufrimientos es-
pantosas no se habría evitado!
El fuego llegaba a las puertas. Se hacia esfuerzos sobrehumanos
para deshacer la masa de jente que se había aumentado en ellas. La
fatalidad era maldita. Por cada 15 minutos se conseguía salvar una per-
sona, pero cada minuto eran diez vidas perdidas irremediablemente, i
pérdidas en qué situación! A dos varas de la puerta! Hombres robus-
tos i fornidos vimos perecer, arrimados a unas de las puertas. Sus fuer-
zas eran insuficientes para deshacerle de !a multitud.
Los árboles de la plazuela fueron cortados por las raices i, tomados
del tronco, se estendió su ramaje encima de las infelices que sentian ya
las llamas sobre sus cabezas. Un instante i, las ramas se habían con-
vertido en ceniza. Se tiraba del tronco i las infelices quedaban con los
ganchos ardiendo entre sus manos.
El fuego dominó la puerta piincipal. La gritería cesó en un mo-
mento. Entre una masa densa de llamas se distinguían cabezas que se
inclinaban convertidas en tizones, cuerpos que se movían impercepti-
blemente i se desplomaban en seguida. La multitud de las puertas
estaba inmovilizada. Estátuas negras arrodilladas conservaban su posi~
cion, pues el movimiento les había sido imposible
Todo había concluido ya. Eran las ocho de la noche j el fuego, do-
_ 9 —
minando las alturas de la iglesia, invadía los campanarios. Un cuarto de
hora bastó para que la torre de la derecha desapareciera convertida en
ceniza del espacio que minutos antes desafiaba con arrogancia. Un mo-
mento después, i el campanario habia corrido igual suerte.
Las casas de la vecindad estaban atestadas de cadáveres. Mujeres
quemadas hasta la mitad, niños ahogados i que parecian aun respirar
el aire de la noche, señoras respetables horriblemente maltratadas. ¡Qué
de lamentos llegaban hasta el alma, por la3 calles i por las casas! Cuán-
tos, enloquecidos por el pesar, querian precipitarse infructuosamente en
las llamas para salvar a los que era ya imposible distinguir de los es-
combros.
Los carretones de la policía condujeron mas de cincuenta muertos i
heridos al hospital o al cuerpo de policía. Era la parte de las víctimas
que se habia conseguido estraer de la iglesia. Las que perecieron den-
tro se calculan en QUINIENTAS! Algunos hacen subir el número
hasta MIL!
¿ Quién ha cerrado sus párpados tranquilos aun ? Toda la población
ha pasado la noche en vela. El espanto se pinta aun en todos los sem-
blantes. No hai casa, no hai familia donde no reine la mas cruel inquie-
tud. Desgraciados! Todos han perdido, quién un padre, quién un her-
mano, quién un fiel servidor!
La catástrofe ha sido horrible. Es preciso haberla presenciado para
comprenderla en toda su estension. Bien hubiéramos querido, sin em-
bargo, no haber sido nosotros del número de los testigos. Un recuerdo
doloroso se nos presentará por todos los dias de nuestra vida. La im-
presión es indeleznable!
Centenares de familias buscan todavía a sus miembros entre los es-
combros, en el hospital, en la policía. Centenares de personas respeta-
bles, de matronas ilustres, de tiernas jóvenes no han vuelto aun a sus
hogares! Centenares de moribundos no abandonarán el terror que los
posee sino cuando hayan abandonado también la vida que les es impo-
sible conservar.
¡Oh qué triste espectáculo ofrece la población! Ni cómo disipar el
dolor, ni la incertidumbre mil veces mas terrible que la muerte! Tras-
currirán años de años, pasarán siglos i Santiago conservará la memo-
ria de tan espantosa desgracia.
No sabemos detalles ni es posible saberlos en el momento de la con-
fusión.
Hemos visitado a última hora el lugar de la catástrofe. Hacinamien-
tos de cadáveres informes en los huecos de las puertas ; largas hileras
de cuerpos, de pié, perfectamente carbonizados conservan su actitud.
Fijos todavía los ojos en el cielo, parecen implorar aun la misericor-
dia de Dios.
El incendio principió i terminó en la iglesia. El estrago es, sin em-
bargo, tan enorme que equivaldría a la ruina de la mitad de la po-
blación!
2
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Humeantes aun los cadáveres, bajo la impresión del pánico horrible
que domina la población, es preciso convencerse de los inconvenientes
de las funciones nocturnas de iglesia, si se quiere evitar la repetición
de catástrofes como la que deploramos.
Las funciones de iglesia no son necesarias para la noche. Que se
eviten! es el grito unánime de las jentes.
El templo de la Compañía debió ser edificado i reedificado con el
sello de su desgracia. Que se demuelan sus murallas, que su sitio, pu-
rificado de tan horrenda catástrofe, sirva para el uso público. Tampo-
co hace falta una iglesia en el centro de la población i contigua a la
metropolitana.
{Ferrocarril.}
Una de esas desgracias que de tarde en tarde visitan a los pueblos i
los cubren de eterno duelo ha tenido lugar el mártes, dia de Purísima,
en la que fué la iglesia de la Compañía de la capital. Un hermoso
templo reducido a cenizas, muchos centenares de preciosas vidas sacri-
ficadas, mil familias sin deudos, la ciudad toda anegada en lágrimas : he
aquí el cuadro que nos ofrece Santiago desde la nefasta noche del dia 8
de diciembre, terrible aniversario esta vez de otra catástrofe sangrienta:
la de Longomilla.
Siendo el dia de Purísima el último de la festividad del Mes de María f
la mas popular i la mas concurrida de nuestras festividades, millares
de devotas se agruparon esa noche para asistir a la función final que de-
bía ser mas suntuosa que las anteriores. A las seis de la tarde era tal
el número de la jente, que las espaciosas gradas de la iglesia i parte de la
plazuela, como nosotros mismos lo observamos, estaban literalmente
cuajadas de mujeres de mantón que porfiaban frenéticamente por entrar
al templo, donde'ya a esa hora no cabia una persona.
Pocos minutos ántes de las siete i cuando la función relijiosa iba a
comenzar, se encendían las últimas luces del presbiterio, i por una fata-
lidad casi inconcebible, el gas recientemente colocado en la media luna
trasparente de lienzo i madera que servia de pedestal a una colosal i ma-
jen de la Purísima, comenzó a incendiar una de las estremidades de
aquel aparato. Un hombre se precipitó sobre la naciente llama i logró
sofocarla, pero por un retroceso funesto, el gas, comprimido sin duda
por el esfuerzo, fué a reventar con mas vigor en el otro estremo de la
fatal media luna. En el acto se pronunció una fuerte llama. Los hom-
bres que cubrían el presbiterio se precipitaron a la sacristía gritando
¡agua! ¡agua! mientras que las devotas, que ocupaban las naves, se
levantaban en tropel dando espantosos alaridos i pidiendo misericordia.
El fuego se comunicó con una celeridad asombrosa al retablo de ma-
dera i lienzo que se apoyaba sobre la muralla posterior de la iglesia,
formando el último fondo de la nave central, i de aquí, atraído por la
— 11 —
corriente de aire que siempre circula entre el entablado superior i el
techo, recorrrió de un vuelo toda la iglesia. En pocos minutos el cielo de
ésta era unafnube de fuego.
Los hombres, entre tanto, habían logrado salvar, particularmente los
que ocupaban el presbiterio, i las mujeres habian conseguido desalojar
la mitad de la iglesia, en medio de la confusión mas espantosa.
Pero el mismo tropel de la jente, las personas que calan accidentadas,
la obstrucción de los ampulosos trajes i la ansia misma por ganar la ca-
lle, formaron al fin una barrera insuperable en las dos únicas puertas
que por una fatal imprudencia daban acceso al aire libre hacia la pla-
zuela i hacia el pequeño patio del costado accidental de la iglesia.
Aquel obstáculo era la barrera de la muerte!
I lo que nos parecia mas desesperante era que, teniendo la salvación
de la vida al alcance de nuestros brazos, era imposible salvar una sola
de las víctimas hacinadas una sobre otra en los mismos umbrales. Ape-
nas los hombres jenerosos que se consagraron a rescatar algunas vidas
a riesgo de las suyas asían de los brazos o de la ropa a alguna de las
personas derribadas, las que estaban inmediatas a éstas, desesperadas
por el terror i la proximidad del fuego, se tomaban, a su vez, de la vic-
tima que iba a salvarse, i así era imposible casi desprender una sola de
aquellas infelices i deshacer aquel nudo de horrores. El fuego hizo, sin
embargo, en breve lo que no pudo hacer le humanidad ; i el paso de la
iglesia consumida no estuvo franco sino cuando aquel espeso montón de
hermosas vidas fué solo un puñado de cenizas.
La catástrofe, no lo disimulemos, ha sido horrible. A las doce de la
noche visitamos los escombros humeantes del funesto templo, ya con-
vertido en un silencioso osario, i a la luz de un farol iban apareciendo a
cada paso grupos horribles de cadáveres carbonizados que conservaban
todavía la actitud suplicante o desesperada de su horrible martirio.
Pero no exaj eremos el mal nif culpemos tampoco a nadie de ser su cau-
sa. Hai acontecimientos superiores a la previsión del hombre i superio-
res también a su responsabilidad. Ha habido imprudencia ; el culto se
ha convertido entre nosotros en una vertijinosa manía ; la feria de la
novedad ha reemplazado a la adoración cristiana; i merced a los alicientes
de un fanatismo fomentado por otros fanatismos, el pueblo devoto asiste
con una especie de furor a estas funciones cuyo lujo se mide por la can-
tidad de luces, es decir, la cantidad de peligros, que se hacen arder ca-
da noche.
Es preciso, pues, que tan terrible lección en algo nos aproveche! ISTo
mas culto nocturno! No mas desórdenes, no mas inmoralidad! no mas
esas cargazones tales de jente fanatizada que iba a la pecha de las igle-
sias de moda, i que creia alcanzar así un mérito para con la relijion,
cuando solo se hacia reo de una triste irreverencia.
Ciérrense desde ahora mismo por un decreto supremo todas las igle-
sias desde que desaparezca la luz del dia, salvaguardia de todo orden,
de toda seguridad i en especial de la moral pública, mil veces compro-
12 —
metida en cuadros repugnantes que están en noticia de todos i forman,
especialmente en estas grandes festividades, objeto de charla o de escán-
dalo para las j entes honradas.
Intervenga la autoridad local en la policía de las iglesias, respecto de
su construcción i de los aparatos de su alumbrado. ¿En qué iglesia, no
hai por lo menos una vez al año, amagos de incendio, en razón del uso
imprudente de luces sobre nubes de gasa o andamies de cartón pintado?
Díctense reglamentos que eviten la confusión, el exceso de asistentes,,
que se mantengan las facilidades necesarias para la espedita desocupa-
ción de cada iglesia, que haya aun, ventilación, seguridad, culto, en fin,
según las prácticas civilizadas de todas las naciones, no según estas
atroces manías devotas a que se deja arrastrar nuestra sociedad feme-
nina. Si hai algo que deba reglamentarse con enerjía, es el fanatismo,
la mas enérjica de las pasiones.
Demuelan también desde sus cimientos ese funesto templo, que fe=
lizmente es una propiedad del Estado, i que sus murallas dos veces en
el espacio de veinte años cubiertas del ollin de catástrofes que han lle-
vado el luto a toda la nación, no estén recordando a cada familia una
víctima, a cada transeúnte el horror de estos recuerdos.
Nos abstenemos de dar nombres i detalles sobre hechos tan aciagos.
Confiamos mucho en que la exageración natural de las primeras impre-
siones tenga gran parte en el duelo público i en el número de víctimas
("muchas ai! caras!) que se suponen sacrificadas.
Entre tanto, con el corazón henchido de justas aflicciones, envia-
mos a todo el pais, a la humanidad entera el pésame de tan gran dolor*
Dios lo acoja en su misericordia i del dolor de todos haga un leve
consuelo para los que lloran una madre o una esposa!
Toda la capital está muda de dolor i de angustia. Lamenta la mas
horrible, la mas indescriptible catástrofe que Santiago, que Chile haya
sufrido jamas. Nuestro corazón traspasado nos quita los ánimos para dar
cuenta de tanta desgracia. Probemos a hacerlo, aunque la pluma se nos
caiga de las manos.
Un incendio horroroso ha devorado completamente en pocas horas
el vasto templo de la Compañía, sepultando bajo sus escombros de
500 a 800 personas que han perecido abrasadas por el fuego mas voraz.
Principió como a las siete de la tarde por el altar mayor i, según
la voz mas jeneral, desvie la media luna de gas que habia cerca i a los
piés de la imájen de la Vírjen Purísima. De allí en un decir Jesús
se elevaron las llamas ai techo i pasaron con aterrante rapidez a la
gran cúpula de la iglesia que fué la primera parte del templo que la
población de la capital vio incendiarse. En esos momentos de terror,
de desesperación, de indecible confusión, las mujeres todas se lanzaron
atropellándose a las puertas laterales de la iglesia i a la principal que
da a la plazuela. Terminado ayer el mes de María, en cuyos dias el tem-
— 13 ■—
pío habia estado excesivamente iluminado como jamas lo había sido
templo alguno, quedaba anoche una función de trisajio con plática.
Desde las tres de la tarde empezó a llenarse la iglesia de jente de-
vota, hasta el punto que habiendo allí como dos mil personas, no habia
espacio para una sola persona mas sin exajeracion. Todo este inmenso
jentío sintió un ruido que hizo, sin duda, el gas al empezar a incen-
diar el templo, i luego vio sobre sus cabezas una gran conflagración.
Imajínese cuál seria el pavor, ese pavor que en muchas personas em-
barga toda acción, el tumulto, las caidas i los atropellamientos de los
que corrían exhalando los ayes mas doloridos i los gritos mas espanto-
sos. Todos dicen que el fuego, a pesar de la rapidez con que se fué
enseñorean do de la iglesia, dio tiempo mas que suficiente para que
hubiesen escapado todos si hombres hubiesen sido, i lo dio también a
las mujeres para que se librasen todas sanas i salvas; pero todas co-
rrieron a un tiempo, se atrepellaron cayendo unas sobre otras i enre-
dadas en los vestidos i mantos i en las crinolinas, i se aferraron de tal
modo entre sí, que las de adelante no pudieron avanzar un paso
porque las de atrás las retenian con las ansias de la muerte por salir
primero que aquellas talvez. Formaban de esta manera una cadena
ten fuertemente unida que cuando algunos caballeros i hombres del
pueblo entraron en los primeros momentos a sacar algunas mujeres
atajadas cerca de las puertas, fué preciso muchas veces que cuatro o
seis hombres sacaran a una con mucha dificultad.
Las llamas í el humo envolvieron luego a las infelices que que-
daban adentro forcejeando por salir afuera. "¡A mí, a mí, sáqueme
a mí!" eran algunas de las voces penetrantes que se percibían desde
afuera en medio de la gritería mas aterrante i atronadora. Algunas
mujeres de las que estaban mas inmediatas a las puertas logra-
ron salir; otras pudieron hacerse pedazos las vestiduras para des-
prenderse i arrancar de aquella espantosa hoguera, i otras i casi todas
salían quemadas i desmayadas por los hombres que les tendían las ma-
nos desde afuera bien desnudas i el pelo quemado. Dos hubo que cu-
brieron su desnudez coa capotes. Veíase con indecible horror olear por
dentro las personas apiñadas, unas abrazadas, otras en actitud piadosa
i suplicante, como implorando la misericordia de Dios, unas de rodillas,
otras paradas, otras tendiendo las manos : ¡estaban quemadas! Junto
a las puertas laterales habia pelotones o montes de jente quemada que
las obstruían. La mayor parte de las que sacaron a mano están cadáve-
res, así como también unas pocas que sacaron a lazo.
Arrancados los árboles de la plazuela, los introdujeron desde el este-
rior a los que estaban hacinados en las puertas, para que se aferraran
de las ramas, porque el fuego i el calor impedían aproximarse, pero solo
sacaron dos mujeres de esta suerte, hechas cadáveres. Bien pronto se
vió a la viva luz de las llamas el espectáculo mas horrendo : aquel jen-
tío era un espeso bosque de cráneos carbonizados. El que esto veia
apénas, se retiraba horrorizado i con el corazón profundamente herido
— 14 — -
de angustia. Era aquel el verdadero infierno de Miguel Anjel, el cua-
dro mas pavoroso i mas desgarrador que se puede imajinar.
Se calcula en 500 las personas que lian perecido víctimas de las lla-
mas; en este número se comprenden cincuenta hombres que quedaron
abrasados en sus bancas sin haber podido dar un paso talvez. Esas
almas, purificadas por los mas crueles tormentos, habrán recibido del
Altísimo la corona del martirio.
Entre tanto, por fuera todo era confusión : los parientes i amigos de
las personas que habian ido esa tarde a la iglesia estaban poseidos de
la mas honda desesperación.
El fuego invadió luego toda la iglesia : un viento Sur hacia caer
multitud de chispas sobre la hermosa casa de don J osé Rafael Echeve-
rría en cuyas piezas de esquina estaba la Librería- Ajencia del Mer-
curio. Las bombas de la policía, del teatro i de la artillería eran malas,
insuficientes i peor servidas. ¡Ah! cuánta necesidad hubo en esos mo-
mentos de una asociación como la de los bomberos de Valparaíso.
Corría viento Sur. Cuando el fuego prendió en la torre de la esquina
de la iglesia, torrentes de chispas i carbones encendidos cayeron sobre
el tejado de la casa del Sr. Echeverría. Todos decian que se quemaría
esa casa, sobre todo cuando vieron caer sobre una de las puertas de la
Librería del Mercurio dándole un fuertísimo golpe, un gran madero
circundado de llamas, del cual un pedazo penetró por las vidrieras al
interior, según a todos les pareció. El Sr. Echeverría persistió e hizo
bien, en no abrir puerta alguna de la librería ni de su casa. A esta
medida salvadora se juntó la de echar repetidos chorros de agua sobre
los tejados i el esterior del edificio. Preciso es advertir que el punto
de calle mas estrecho que hai en Santiago es el que forman la esquina
de la iglesia de la Compañía i la de la Librería. Habrá una distancia
como de diez varas entre ambas.
El desplome repentino de la torre sobre la casa referida, que se te-
mió, no tuvo lugar : pero, no obstante, la casa i librería salvaron mila-
grosamente, e igualmente la manzana entera i la iglesia Catedral que
han corrido mucho peligro.
El Presidente de la República, el Intendente i otras autoridades
se hallaron allí presentes, tomando parte en el dolor público por tan
espantosa catástrofe.
La Biblioteca i Museo Nacional, que se hallaba mui cerca de la
iglesia de la Compañía, han salvado también por una feliz casualidad.
No habia elementos ni para estinguir el incendio de una pequeña casi-
ta; ¡qué mas para tan inmensa conflagración que iluminó por unos
momentos a toda la ciudad!
En carretones han sido trasportados muchos cadáveres carbonizados.
Junto al nuevo Congreso hai un horrible montón de quemados en cu-
yos rostros es imposible hallar el rastro de alguna persona.
Inmenso fué el agolpamiento de jente que habia en las calles adya-
centes i cerca del incendio. {Mercurio.)
Santiago está bajo la terrible impresión del incendio ocurrido anoche,
que ha venido a sembrar la desolación i el espanto en todos sus habi-
tantes.
Ño se tiene boca i oído sino para los horrorosos pormenores i para
las lamentables pérdidas de las voraces llamas que, con dolor i con ver-
güenza de nuestras imprevisoras autoridades i familias, se enseñorea-
ron anoche del templo de la Compañía, i allí consumieron o sofocaron a
un crecido número de personas.
Quizás el terror lo abulta ; i quizás también muchas de las personas
que se lloran muertas, están, a influjos del susto i del espanto, solo per-
didas, o enfermas en el refujio que les proporcionara la casualidad o la
amistad ; pero la desgracia es grande, i aun cuando no sea conocida
todavía con toda exactitud, es una de las mayores i mas funestas que
hayamos esperimentado.
A las siete de la noche i cuando empezaba la función a que concu-
rrió ayer aun mas jente, por ser la última, se declaró el incendio, según
se asegura, principiando por el lado izquierdo del altar mayor.
Después, todo fué confusión, pavor, desgracias i lamentos que nadie
podria describir i que todavía forman en nuestra ciudad una atmósfera
dé duelo.
Dolorosa i terrible es la situación de nuestra capital ; pero ni el dolor
ni el asombro ni la tribulación debe impedirnos parar mientes así en
las funestísimas e irreparables desgracias del incendio de anoche como
en sus causas, i sobre todo, en los motivos por los cuales ese aconteci-
miento, que, en Valparaiso, por ejemplo, se habría reducido cuando
mas, a lamina de un edificio, ha ocasionado en Santiago, una horroro-
sa catástrofe, comparable, si no en su estension, en su carácter, con
alguna de las peores que recuerda la historia de nuestros paises.
La imprevisión primero i después la impotencia proviniente de in-
curia o de indolencia, han sido las verdaderas causas del desgraciadísimo
suceso que se lamenta.
A nadie en particular pretendemos hacer responsable ; pero si los
templos, si las horas de función, si la concurrencia hubiesen estado, co-
mo debian estarlo, sometidos a racionales i necesarias prescripciones
de policía, el incendio, que muchos temian, no habría tenido lugar ; i
si no hubiese habido carencia total de recursos, de hombres diestros i
de disposiciones para combatir las llamas i salvar a las personas, aun
después de declarado el incendio, las desgracias que lamentamos no ha-
brian sobrevenido : porque el atolondramiento i el pánico orijinados
por el fuego, en los espectadores i principalmente en las infelices per-
sonas que estaban en el templo, no se habrían pronunciado i nuestra
sociedad no habría tenido el indecible martirio de sentir i conocer que
habia medios para salvar a las dolientes víctimas i de verse obligada a
confesarse impotente quedando inmóvil, con el alma desgarrada, en
presencia del mas horroroso de los espectáculos : un horno en que ar-
dían seres humanos, conocidos, respetados, queridos i cuyos j estos des-
— 16 — i
esperados i cuyos dolientes alaridos deben quedar eternamente graba-
dos en nuestra mente i nuestra memoria como un reproche i casi como
un remordimiento.
Las leyes de la prudencia i de la razón, las condiciones de la previ-
sión, tan deplorablemente olvidadas o despreciadas ántes i durante el
incendio de anoche, ya que los concurrentes i los directores de las
funciones de ig'esía no saben respetarlas, deben serles enseñadas e im-
puestas por las autoridades. ¿Se hará en adelante?
En presencia de tan horrendo espectáculo i escuchando todavía los
lamentos de los deudos i amigos dolientes, no hai calma suficiente para
hacer reflexiones, ni para formular proyectos que sean bastantes a im-
pedir la repetición de iguales sucesos ; pero lo doloroso i lo terrible de
la impresión que embarga casi el ejercicio de las facultades, debe ser-
virnos de advertencia i de consejo para que, desde ahora, se tomen las
medidas de policía necesarias i se crien o fomenten instituciones bené-
ficas, indispensables i salvadoras como la de bomberos de Valparaíso
cuya falta, en medio del estupor i el terror de anoche, deploraban casi
todos.
No insistiremos mas, dejando a nuestros lectores que ellos, oyendo
la voz de sus sentimientos heridos de un modo tan profundo si no tan
imprevisto, concluyan i formulen lo que está en la mente i los deseos de
todos : la estirpacion de sucesos semejantes, por medio de prudentes i
justas medidas de policía i de seguridad.
Del horno horroroso en que han ardido el respeto, el cariño, las es-
peranzas de tantos de nuestros conciudadanos es necesario que se saque
una enseñanza que nunca se se olvide ; i que el horrible presente que ha
llevado al hogar de las familias de Santiago el inesperado huésped del
horror i la desolación, sea una indicación i una garantía para el por-
venir.
Lo que no hemos sabido impedir anoche, es posible i es necesario que
sepamos impedirlo en adelante ; i a las autoridades i a los habitantes
de Santiago toca el tomar las medidas necesarias para que nuestra ciu-
dad no vuelva a hundirse en el inmenso duelo en que ahora está hun-
dida.
[Voz de Chile.)
— i .wirggsa^gM^a ¿lid i ■
La ciudad entera permanece todavía sumida en la mas espantosa
desesperación. La tercera parte de las casas de la población mantiene
sus puertas cerradas en señal de luto. No hai familia en que no se
deplore la pérdida de uno o mas de sus miembros.
Ayer se creia que el número de víctimas no pasaba de quinientas ;
¡hoi la claridad de la mañana ha manifestado toda la estension del ho-
rrible estrago ! Las bóvedas de la Compañía contienen en su recinto
mas de 800 cadáveres descubiertos, i todavía loe escombros cubren gran
número de esqueletos.
— 17 —
Hemos visitado el teatro de la catástrofe. Hacinamientos de cadáve-
res a medio quemar cubren toda la estension comprendida entre la
puerta principal i el pulpito, por la nave del medio. No hai menos de
quinientos cadáveres en tan pequeña estension. Casi todos carboniza-
dos, no dejan rastro siquiera de sus semblantes. En el fondo algunos
asfixiados que no alcanzaron a recibir el fuego.
Las naves laterales también están cubiertas de esqueletos, pero el
espectáculo que allí se presenta a la vista es aterrante. Grupos de cin-
cuenta personas, perfectamente quemadas, conservan en sus semblantes
el rastro de la mas terrible de las agonías. La mayor parte se encuen-
tra bajo la muralla espesa de los arcos. Los infelices se refujiaron allí
para escapar a los tizones encendidos que se desprendían de la techum-
bre.
Siguiendo la dirección del arco se encuentran de pié, cerca de la
puerta lateral que dá a la calle de la Bandera, unas cincuenta per-
sonas, muchas de ellas con sus semblantes intactos, quemados sí por
el fuego, de pié, guardando perfectamente su posición. Hai ancianos
animados que se apoyan aun en sus bastones, mujeres desesperadas que
parecen dirijir sus clamores al cielo, niños inocentes, abrazados del seno
de sus madres, grupos horripilantes que se despedazan. Las articula-
ciones desprendidas, los nervios señalados en sus brazos parecen luchar
todavía contra el fuego devorador.
Un poco hácia fuera, a media vara de distancia de la calle, en el um-
bral mismo, montones horribles de cadáveres.
En los pasadizos esteriores de la iglesia multitud de cadáveres, los
unos estraidos de la iglesia, la mayor parte caidos en el lugar mismo.
; Oh ! La escena es horripilante. Los empleados de la policía se ocu-
pan en estraer los muertos. Cada palada, cada golpe de barreta descu-
bre un cuerpo, bajo de ese, otro cuerpo, i todavía en mayor profundidad
gran número de cadáveres.
En los umbrales de la puerta principal no es preciso la exhumación :
los cadáveres carbonizados se muestran por centenares, acumulados de
tal manera que pudiera creerse se habian amontonado de propósito. Sin
embargo, nadie los ha tocado aun.
Las murallas del templo desplomadas, ennegrecidas por el humo, un
olor nausebundo insoportable, los lamentos de los que han conseguido
penetrar hasta el lugar, en busca de alguna víctima, todos estos porme-
nores desgarran el alma. Instintivamente se retira uno de tan horroroso
espectáculo.
El incendio principió a las siete de la tarde. Mas de dos mil almas
ocupaban el recinto de la iglesia en que se celebraba la última función
del mes de María.
Se principiaba la distribución. Casi todas las luces, hasta el número
de 7,000, estaban ya encendidas. La iglesia, adornada de flores de
mano, de trapos inflamables, se prestaba admirablemente a un incendio
espantoso.
3
~ 18 —
Un sacristán se ocupaba en prender los últimos quemadores de gas
en el altar mayor. A los pies de una pintura que representaba a la Vír-
jen, habia una media luna de fuego, compuesta de muchos quemadores.
El sacristán acercó su mecha encendida para prenderla i la aplicó a uno
de los quemadores.
El quemador recibia en ese momento toda la fuerza del gas i la lla-
ma subió a media vara de altura. Se incendiaron algunos trapos del
altar, de los trapos subió el fuego a la madera, de la madera a, la te-
chumbre. Todo esto pasaba en un momento. Es fácil esplicarlo : habia
en el altar mayor mas de dos mil luces que tocaban hasta las vigas de
la enmaderación.
En un instante, el fuego subió a la hermosa cúpula de la iglesia. La
confusión fué horrible en esos momentos. Toda la concurrencia se
agolpaba a las puertas principales. La que cae a la calle de la Bandera
estaba a medio abrir, i sucedió lo que debia suceder. En medio del es-
panto, se tropezaba, se caía, se desmayaba en los umbrales.
Las que venian adelante cayeron. Las que les seguian, comprimidas
también por el peso de la muchedumbre, cayeron igualmente. En un
minuto, las puertas laterales estaban completamente obstruidas, se ha-
bia formado en ellas una masa compacta de cuerpos humanos. Todos
gritaban, los lamentos resonaban a inmensa distancia.
Las llamas invadian los altares de las murallas laterales, i los techos
principiaban a desprenderse en tizones ardiendo, que comunicaban las
llamas a los vestidos ; de los vestidos salia el fuego a las cabezas, i la
concurrencia comenzaba a sufrir el fuego.
Presenciábamos el incendio desde una de las puertas de la iglesia.
Oh! el espectáculo era atroz. En los umbrales mismos era imposible
la salvación. Cien brazos hercúleos se dirijian unánimes a uno de los
infelices. Se forcejaba, se gritaba, pero la salvación era imposible ; los
cuerpos se destrozaban, mas no salian del montón.
El fuego, mientras tanto, dominaba la cúpula que desaparecía del es-
pacio> hundiéndose con espantosa detonación. Las llamas cubrían com-
pletamente la techumbre de la iglesia i las tablas encendidas, despren-
diéndose de lo alto, caian sobre las infelices mujeres. En un instante la
iglesia no se comprendia. Por una parte el techo de fuego, lloviendo
fuego sobre el pavimento cubierto de personas, los altares que caian,
los gritos desesperantes que conmovían hasta las entrañas. Por otra, la
horrible confusión en las salidas.
Media hora de esfuerzos sobrehumanos apenas bastaban para salvar
a uno de tantos infelices. El fuego cundía mientras tanto e invadía las
cabelleras
Las llamas subían a dos varas del pavimento j no eran los escombros
los que las producían, era la concurrencia que se incendiaba. Por un
momento, creimos divisar el infierno con todos sus horrores. Individuos
que gritaban, se sacudían, mesaban sus cabellos entre las llamas, se des-
pedazaban el rostro i se desplomaban en seguida. Mujeres que no te-
— 19 -~
nian la facultad de moverse en aquellos aciagos instantes aparecían como
por medio de una visión óptica primero blancas i hermosas, en seguida
macilentas, un instante después con la cabellera ardiendo, i un momen-
to en seguida carbonizadas, parecian estatuas sin movimiento.
Un instante hubo en que toda la estension comprendida entre la
puerta principal i el presbiterio se había convertido en una estensa ho-
guera. ¡Horroroso espectáculo! Se divisaba grupos sin movimiento
que apenas se conocía eran compuestos de seres humanos. Se veia lu-
chas espantosas entre la muerte i la vida, luchas de hombres, de muje-
res, de niños, alumbrados por el siniestro resplandor de las llamas que
los consumían.
Los árboles de la plazuela inmediata fueron arrancados por su raiz,
a fin de protejer con su follaje las cabezas de centenares de víctimas
que daban aun señales de vida. Se introducía el ramaje i mil brazos es-
tendidos lo detenían entre sus manos. Las ramas verdes se convertian
en ramas de fuego. Salían los troncos pero convertidos en tizones.
¡Todo se habia perdido! Las llamas dominaban las puertas i quinien-
tos individuos lanzaban los últimos lamentos. En ese momento, la astu-
cia de un campesino alcanzó a arrebatar a la muerte algunas víctimas.
En medio de la confusión, acercó su caballo a las puertas i arrojó su
lazo hácia el interior. El lazo era detenido por diez manos i el campe-
sino, atándolo a su montura, se retiraba hácia afuera. Algunos infeli-
ces alcanzaron su salvación por este medio.
Se repetía por tercera o cuarta vez la operación cuando el lazo se
cortó. No hubo quien lo renovase, ni habia tiempo para ello. Las lla-
mas invadían las puertas i los que en ella se habían refujiado princi-
piaban su agonía.
Las campanas tocaban a muerto Anunciaban la agonia de cen-
tenares de personas. Su eco lastimero confundido con los últimos gritos
de la desesperación, causaba un horror invencible. Los testigos de la
catástrofe corrían despavoridos
El silencio mas profundo reinó entonces. Era el momento en que
ochocientos o mil desgraciados entregaban su alma a Dios, mientras sus
cuerpos poblaban la atmósfera en partículas nauseabundas que arrastra-
ban las columnas de ennegrecido humo que subian hasta el cielo, o des-
aparecían aplastadas bajo los escombros del edificio.
De cuando en cuando, un grito lastimoso salía de en medio de las
brasas, para morir en seguida ; era algún infeliz que apuraba todavía el
sacrificio.
El fuego, consumiendo el techo i la cúpula, encimó la torre de la
derecha. Quince minutos habrian trascurrido i ya la torre no existia.
El fuego invadió el campanario que no tardó en desplomarse con horri-
ble estruendo. El fuego habia concluido ; la calle derecha i la calle
atravesada estaban completamente cubiertas de fuego. Una bomba
funcionaba en el edificio del Museo, a los pies de la iglesia ; otra en la
sacristía de la iglesia metropolitana i la última en el esterior de la casa
— 20 —
del señor Echeverría, situada a cinco varas de distancia del teatro del
incendio.
Serian las diez de la noche i el peligro habia desaparecido. ¡Qué trisr
te espectáculo ofrecia la población! Las casas de la vecindad estaban
atestadas de cadáveres i moribundos. Catorce carretones perfectamente
cubiertos fueron conducidos al hospital i al cuerpo de policía.
El Ministro del Interior i el Intendente de la provincia dictaban las
medidas mas apremiantes. Vimos también al Presidente de la Repúbli-
ca i a los otros Ministros del despacho.
La desesperación se pintaba en todos los semblantes.
Familias enteras corrían por las calles, alumbradas todavía por las
llamas, buscando a sus miembros perdidos. Desgraciados! no los habrían
de encontrar ya sino entre los escombros^ mezclados con centenares de
cadáveres informes. La duda, la horrible duda es a menudo mas espan-
tosa que la misma realidad !
Los estragos son inmensos. ¿Quién no llora una hija, una madre, un
hermano? La ciudad aterrada ha pasado la noche en vela ; grupos que
corrían desesperados al hospital, a la policía i caian rendidos de fatiga
en el camino. Mujeres desconsoladas, hombres enloquecidos por el pe-
sar, en las casas i en las plazuelas. ¡Qué negro espectáculo!
El penuúltimo incendio de la Compañía se refiere aun por sus testi-
gos. El último se conservará en la memoria, miéntras exista la ciudad
de Santiago. Este templo estaba señalado por el dedo de Dios, llevaba
sobre su frente una maldición espantosa. Que se arrasen sus murallas
carcomidas; que se purifique su suelo i no vuelva a levantarse en el
mismo lugar otro templo. No deben conservar los hombres un monu-
mento maldecido de Dios !
Hemos visto familias enteras consumidas por el fuego, multitud de
jóvenes que parecen respirar, niños inocentes asfixiados. Hemos visto
anoche a la población entera conduciendo cadáveres a medio quemar.
Dentro de la iglesia, alumbraba todavía por las llamas i enrojecida
por el calor, hemos visto largas hileras de cadáveres, de pié, con sus
semblantes amenazadores i los puños crispados con la desesperación.
Oh! hemos visto tanta miseria, que en vano pretenderíamos recordarla!
En este momento se reconocen algunos cadáveres. La población an-
siosa se acerca al teatro de las desgracias, circundado de guardias para
permitir la estraccion de los muertos ; de otra manera, la operación se-
ria interminable.
A esta hora se ha perdido toda esperanza. Los que aun no han pa-
recido, sucumbieron en el incendio. Rostros aflijidos, personas enluta-
das se encuentran únicamente en las calles. Las puertas se cierran i al
llanto de la incertidumbre sucede la desesperación del convencimiento.
Se refieren circunstancias que erizan los cabellos. Hubo jentes, ¡esto
es horrible ! que se ocuparon en poner a salvo santos de madera i orna-
mentos de sacerdotes, miéntras sus semejantes parecían ahogados por
las llamas ! Pero, afortunadamente, esos monstruos han sido contados,*
— 21 —
la jeneralidad del pueblo se ha portado con una bizarría admirable.
Muchos desgraciados han perecido prestando sus auxilios a las vícti-
mas.
Se puede calcular la fuerza del incendio por la circunstancia de haber
llegado trozos encendidos hasta el Mapocho, a seis cuadras de distancia,
Los tribunales no han abierto sus audiencias, los ministerios no han
despachado, el comercio ha cerrado sus puertas.
Se trata de celebrad unas exequias fúnebres en el atrio del templo
incendiado, i el Metropolitano ha dado las órdenes necesarias para que
se lleven a efecto.
También se trata de la demolición de los escombros i de formar un
jardin, con un monumento en el sitio de la catástrofe. Las jentes insis-
ten en que el lugar sea trasformado, apesar de los que harán esfuer-
zos por reedificarlo. Don Francisco I. Ossa se ha inscrito con la can-
tidad de 1,000 pesos para la realización del jardin. Se pedirá el terreno
al Supremo Gobierno i una comisión de vecinos respetables tomará a
su cargo el transformarlo.
Algunos quemados han sido conducidos al hospital, donde se les
atiende. La mayor parte nan sido trasladados a sus casas. Muchas per-
sonas no vuelven aun en sí.
(Patria).
Anoche ha tenido lugar una de esas catástrofes espantosas i sin ejem-
plo en nuestra historia, una catástrofe de esas que cubren de luto a una
ciudad entera. ¡El mas suntuoso i concurrido de nuestros templos, la
iglesia de la Compañía no es ya sino un montón de escombros i lo que
es mas horrible todavía, bajo esos escombros han quedado sepultados
después de haber sufrido la mas horrible de las muertes, la muerte
del fuego, una gran parte de lo mas selecto de nuestra sociedad! Hé
aquí lo que hemos podido averiguar de este espantable suceso :
Era la última noche de la concurridísima función que se celebraba
todos los años en ese templo con el nombre de mes de María, i esta
circunstancia i el haberse esparcido la voz de que iba 2 predicar Mon-
señor Eyzaguirre, habia hecho acudir desde temprano una mui numero-
sa concurrencia. Como a las seis i tres cuartos de la tarde comenzó el
fuego por la media luna de gas que estaba a los pies de la Vírjen en el
altar mayor. En un instante incendióse el altar i subió el fuego hasta
la cúpula. La masa compacta de jente se alzó entonces despavorida para
dirijirse hácia la puerta : pero ¡ai cuántas no debian llegar hasta ella!
La turbación, el terror i el espanto con que salian, hacia que donde
una caia, cayesen ciento encima i que fuese imposible a las de adentro
llegar a la puerta salvadora. A un paso de la puerta vióse entonces el
espectáculo mas horrible que pudiera imajinarse, un espectáculo que
parece todavía imposible i como un sueño i que sin embargo es una
realidad que hemos presenciado con nuestros ojos. Comenzaron a des -
— 22 ~
prenderse de la bóveda trozos de madera incendiados i comenzaron a su-
frir las víctimas ademas del suplicio de la desesperación, i del calor inso-
portable, el suplicio del fuego, porque comenzaron a incendiarse. Mien-
tras tanto una multitud de hombres acercábase a las puertas a salvar a las
víctimas ; pero sus esfuerzos si no infructuosos no pudieronsalvar sino a
una parte mui pequeña. Entre los salvados hubo también muchos ca-
dáveres, otros que ya han espirado i algunos horriblemente mutilados i
casi fuera de toda esperanza. Habíase formado una muralla de señoras
unas sobre otras, como hasta la altura de un hombre a poquísima dis-
tancia de la puerta, de manera que era dificultosísimo arrancar a Una
porque ademas del peso que tenia encima, todas las otras se tomaban
de sus vestidos i no habia fuerzas suficiente para arrastrar *\on el enjam-
bre que se estendia hasta lo interior del templo. Un peligro inminente
amenazaba también a los que se aventuraban a dar un paso hácia aden-
tro, porque en el acto todos los brazos se dirijian hácia ellos i felices
entonces si conseguian volver hácia fuera.
Comenzaba también a estenderse el fuego hácia la parte de la puerta
i a caer tizones sobre los que permanecían aun, ofreciendo una última
esperanza a las víctimas. Quebraron los arbolitos de la plazuela para
hacer un último esfuerzo i los alargaron a las aflijidas para que se to-
masen de ellos ; pero poco con ello se consiguió i presto tuvieron que
renunciar a toda esperanza.
Entonces llegó un instante que tendremos presente mientras viva-
mos : entonces los hombres en la desesperación de no poder prestar nin-
gún socorro apartaron sus ojos de ahí. Por entre las llamas se divisaba
arderá una multitud de jente i luego esajente ardia también i ya no se
divisaba. Cayeron de las cornisas de arriba los infelices que prendían
las luces i que habiéndose subido por el altar no tuvieron por donde
bajarse. Hundióse después la bóveda de aquel horno lleno de llamas
humanas.
Ya no pudieron sacarse sino algunos cadáveres.
En un instante se habia ardido la soberbia cúpula i algunos minutos
bastaron para que se hundiese encendida la torre de la derecha i el
campanario de la izquierda. Imposible es fijar ni aun aproximativa-
mente el número de víctimas, quienes las calculan en 600 quienes en
800 i hasta hai quien las eleve hasta la cifra aterrante de 1500. ¡Mil
quinientas víctimas i casi todas respetables señoras i tiernas niñas i
muertas tan horriblemente tienen a Santiago consternado i cubierto
de luto! Hai familias que han perecido sin quedar uno solo i casi no
hai una sola casa en que no se llore por una madre, una hija, una her-
mana o alguna pariente amiga o servidora, algunos hombres también
han sido víctimas del fuego aunque en corto número. Cuando se incen-
diaba la torre, dos infelices aparecieron a sus ventanas. Momentos
después se arrojaron por ellas i hemos oido decir que uno se ha salvado
casi por milagro.
Nunca hemos sentido una impresión de terror semejante : los cabe-
— 23 — .
líos se erizaban i uno quedaba mudo i transido de espanto al con-
siderar su impotencia i los progresos invencibles del fuego.
Todos los datos que damos son, poco mas o menos exactus, pues ni es
posible ni lo será hasta dentro de algunos dias conocer todos los deta-
lles i el numero de víctimas.
Felizmente, i esto debe consolar en su angustia a las familias que
han sufrido tan dolorosa prueba, podemos abrigar la confianza de que
la inmensa mayoría, de que talvez todas las que anoche sufrieron ta»
horriblemente, gozan hoi de la vida que no se acabará jamas.
Nunca se habia visto un número tan prodijioso de fieles acudir a
recibir el pan de vida como en la mañana de ayer.
Sus almas doblemente purificadas habrán volado al cielo.
(Bien Público )
Diciembre 10.
Santiago no es en este momento sino lágrimas. La consternación es-*
tá en todos los hogares, el dolor en todos los corazones. ¿Quién no ha
perdido algún ser querido? Todo el mundo parece bajo la presión de
una atroz pesadilla. Tanto ser querido ayer lleno de vida, ayer ha-
ciendo la esperanza i la felicidad de los suyos, i hoi desaparecido para
siempre, sin dejar siquiera, en muchos casos, el consuelo, aunque amar-
go, de encontrar su cadáver. Han desaparecido familias enteras. Las
llamas nada han respetado : niños i ancianos, padres e hijos, todos han
ido a caer en la sima de un mismo destino. Catástrofe sin ejemplo,
catástrofe que encierra una terrible enseñanza que aguardamos que
nuestra sociedad sepa aprovechar.
Es preciso hacer desaparecer cuanto ántes los escombros humeantes
que recuerdan la trajedia. No mas templo en aquel sitio. Un monu-
mento, sí, un monumento que recuerde a Santiago la catástrofe i que
sea una perpetua lección en mármol de los peligros de la exajeracion
de ciertos sentimientos.
Por eso aceptamos completamente el llamamiento que se hace al dor
lor, al recuerdo i a la filantropía de Santiago en la siguiente invitación
promovida por el señor don Francisco Ignacio de Ossa :
" ¡ Elevemos un monumento de eterna recordación a las desgraciadas
víctimas ! Un monumento que despierte las simpatías de las edades ve-
nideras, cuyos votos se unirán a los nuestros en una cadena sin fin!
" Solicitemos del gobierno el terreno que ocupaba la iglesia i des-
truyamos sus muros. Libres de escombros se formará un jardin, en cu-
yo centro se elevará un monumento de mármol blanco con inscripcio-
nes que recuerden el fatal suceso que justamente lloramos, colocando al
derredor de todo el espacio del templo una sólida verja de fierro que
impida a los indiferentes profanar con su planta ese lugar por tantos
motivos venerado! Una comisión de personas inteligentes llevará adelan-
_ 24 — ; •
te nuestro pensamiento que suplicamos a todos aceptar como el único
espiatorio, i que representa dignamente el profundo dolor que nos
agovia.
"Me asocio i me suscribo con ps. 13000.
"Francisco Ignacio de Ossa."
Quién no llevará su continjente para la erección del santo monu-
mento que se verá eternamente bendecido por las lágrimas de los que
viven i por la protección de los ánjeles que, mártires de su fe, han vo-
lado al cielo!
He aquí otra invitación no menos noble que la anterior, que se nos
ha dirijido i sobre la cual llamamos la atención :
"MANOS A LA OBEA, NO PERDAMOS TIEMPO."
"Sino podemos salvar ya a los que han perecido, libremos al menos
de una muerte desesperada a alguno de los infortunados vivos
¡Cuántas madres quedan sin el apoyo de su único hijo! ¡Cuántas hijas
e hijos sin el apoyo de sus padres! Qué calamidad!
"Cristianos, nos ha llegado el triste momento de probar con obras
nuestro corazón de tales.
"Demos consuelo a esas infelices que harto lo necesitan. Mitigue-
mos algún tanto el dolor que desgarra a esas desgraciadas, haciéndolas
ver que cuentan con amigos que dividen con ellas sus pesares. Corra-
mos a las casas de esas pobres i hágamoslas comprender que no serán
solas en este mundo. Noble misión, que por cierto todos queremos de-
sempeñar, pero ¿dónde nos dirijirémos? Estamos prontos a servir, pero
a quién? cómo? dónde?
"Para el efecto, señálese un punto central a donde deban dirijirse
los que necesiten consuelos. Suscríbanse allí los que quieran prestar-
los. Hombres, mujeres i niños, todos pueden hacer algo. ..... Mauos
a la obra
"Se señala como punto provisional la tienda del señor Abasólo, en
el portal viejo. Pasen a inscribirse allí los filántropos. Los dolientes i
los que sepan de alguna desgracia, avísenlo igualmente allí. Fácil se-
rá de este modo formar una sociedad que organice el servicio i que
sirva de centro de acción.
"Uno que sufre como ¡os demás."
Estamos ciertos que la caridad de nuestra capital no se desmentirá
en esta ocasión. Hai tanta viuda, tanto huérfano, tantos desamparados
que sufren i lloran! Quién rehusará estenderles la mano?
Hoi como ayer insistimos en la necesidad de concluir con las fiestas
de iglesia por la noche. Es preciso que se tome a este respecto una
medida pronta i efectiva. Se trata de la vida de toda una población.
Se trata de hacer imposibles hecatombes como la del mártes, que
— 25 —
horrorizan al cielo i a la tierra. Dios, para ser adorado, no necesita de
los oropeles de la vanidad, solo necesita de corazones puros i sinceros.
Goza mas con la oración del creyente que con las mil luces de que se
llena su templo hasta hacerle una inmensa hoguera. Sepamos ser cris-
tianos. Dios no gusta de las pompas de la vanidad : Dios solo gusta de
las pompas del alma.
Ha trascurrido un dia i la población de Santiago no sale aun de su
estupor.
La realidad ha traspasado con mucho el límite de lo presumible ;
hasta ayer tarde se habian estraido de la Compañía mas de mil cuate, o-
cientos cadáveres, que agregados a mas de doscientos recojidos ante-
riormente, forman un total de mil seiscientas víctimas. El número
pasará de dos mil. ¡Desgracia horrenda que no creemos haya tenido
precedente en pais alguno del universo!
Santiago amaneció ayer de luto : las familias que habian pasado la
noche recorriendo la ciudad en busca de sus allegados, se trasladaban
al lugar de la catástrofe para volver con la certidumbre de su desgra-
cia. La iglesia había sido rodeada de guardias en todas direcciones,
tanto para permitir la estraccion de los cadáveres como para evitar tu-
multos sin objeto i que no contribuirian sino a hacer mas dificultosa la
operación.
La mitad de las casas de la ciudad se abrieron. En el resto faltaba
el dueño, la hija, el hermano. Santiago tendrá sus puertas cerradas en
señal de duelo por mucho tiempo. Su desgracia no es para menos : ha
perdido una gran parte de sus hijos en el suceso mas espantoso de que
se tenga memoria, i con las circunstancias mas horriblemente trá-
jicas.
¡Qué triste i qué desesperante debe ser morir ahogado por las llamas,
respirando fuego! I cuán horrible no es ver desaparecer a media ciudad
envuelta en las llamas de un incendio !
Si era horrible el espectáculo de la noche en el templo incendiado,
mil veces mas horrible lo era en la mañana, cuando la luz matinal ma-
nifestaba en sus verdaderas proporciones la realidad, con toda su horro-
rosa desnudez. Murallas carcomidas por la acción del fuego, ennegre-
cidas por el humo i amenazando desplomarse al menor movimiento ;
techos humeantes que despedían su último respiro. De otro lado, mon-
tones de cadáveres hacinados i ofreciendo un aspecto asqueroso i re-
pelente, corrompidos ya i a medio quemar, obstruían todavía las entra-
das guardando la posición que tuvieran al tiempo de morir. Rostros
en que el dolor había dejado sus rastros apesar del fuego ; cuerpos ina-
nimados que parecían amenazar con sus manos crispadas i las faccio-
nes de la cara encojidas por el miedo i el horror.
Este era el espectáculo que ofrecian las puertas de la iglesia. Mas
al interior se veia grupos de hombres de pié, arrimados a la muralla
4
— 26 —
i guareciéndose con su espesor, contra el fuego que se desprendía de las
enmaderaciones. Ancianos que se apoyaban aun en sus bastones, cu-
biertos de harapos, destruidos por el fuego i por el agua ; mujeres arro-
dilladas en actitud suplicante i niños abrazados de su cuello, parecian
a lo lejos estátuas de carbón en que sobraba el bello de lo horrible. A
seis varas de la puerta lateral de la derecha se veia uno de esos grupos
espantosos, formado por mas de ochenta cuerpos humanos clavados en
la tierra, en la mas horrible confusión. Mas adentro, en diferentes
puntos de la iglesia se observaban iguales grupos que infundían mayor
temor.
Nos cuesta trabajo recordar las innumerables escenas que hemos pre-
senciado.
Los empleados de la policía estaban encargados de la exhumación.
Cada golpe de pala o barreta era un cadáver carbonizado que se des-
cubría ; inmediatamente seguia otro, destrozado por el peso i a medio
tostar ; en seguida otro aun, asfixiado. La serie era no interrumpida.
Desde las primeras horas de la mañana hasta el caer cié la noche cien-
to sesenta i cuatro carretonadas de cadáveres han sido conducidas al ce-
menterio. Se habia tomado la precaución de destinar una fosa común a
las víctimas del incendio.
En el cementerio pasaba otra escena no menos triste que las primeras.
Al llegar de cada carro una multitud de mujeres se agrupaba en torno
para escudriñar los cadáveres i descubrir entre ellos a sus deudos. El
trabajo era inútil : los cadáveres, muchos de ellos intactos, eran inco-
nocibles. Uno que otro reconocido, ya por el vestido, ya por las fac-
ciones medio destrozadas, fueron separados por sus deudos de la masa
común.
¡I la desesperación de las familias! Oh! eso es indescriptible, como
la inquietud atroz de que ha sido presa la ciudad entera después del
trájico acontecimiento. Hoi mismo aun se oyen los lamentos de cen-
tenares de huérfanos, de centenares de hermanos que ayer crecían lle-
nos de vida i lozanía i yacen hoi reducidos a un puñado de mal for-
madas cenizas.
Todo ha concluido ménos el llanto i la desolación jeneral. Hai fami-
lias diezmadas i familias enteramente perdidas entre los escombros!
Apenas se puede concebir el como haya podido realizarse tan espan-
tosa catástrofe. Es necesario haber presenciado el suceso para com-
prenderlo, i aun así se queda muí lejos de la realidad. Solo la impru-
dencia i el descuido han podido producir el resultado que hoi lamentan
cien mil almas adoloridas, que piden la compasión celeste para las víc-
timas, en medio de su delirio.
Los tribunales de justicia, los ministerios, todas las oficinas públi-
cas han cerrado sus puertas, porque el espanto vive i vivirá todavía,
intenso, como en el primer momento de la desgracia. La mayor parte
del comercio se ha asociado también al luto jeneral.
Hasta aquí llega la estension de la catástrofe. En cuanto a su orí-
** 27 —
jen, he aquí algunos pormenores cíe que carecíamos en el primer mo-
mento.
El templo no había sido aun enteramente iluminado. Un sacristán
sé ocupaba de encender con su mecha los quemadores de una media
luna situada en el altar mayor, a los pies de una imájen de la Vírjen.
Abierto i encendido uno de los quemadores, la luz subió a media vara
de altura. La llama se comunicó a varios adornos de flores, de allí pa-
só al lienzo pintado i en un momento el altar no era mas que una ma-
sa de fuego.
Alguna guirnalda de flores de mano i cintas se estendia desde el
altar mayor hasta la cúpula. Encendida a su vez, llegó el fuego hasta
las alturas i la cúpula en otro instante se vio convertida en llamas.
Entonces, i solo entonces la concurrencia buscó la salida, sobre todo
la de las puertas principales. La esperanza de que se apagase el fue-
go principiado i el deseo de continuar la función habían detenido a la
multitud. Nadie había creído encontrar la tumba en ese lugar, ni mu-
cho menos perecer abrasado por el fuego!
La puerta de la calle de la Bandera estaba a medio abrir.
Nada mas fácil que formarse el hacinamiento desgraciado a que debió
sus enormes proporciones la horrible mortandad. Otro tanto sucedía en
la puerta principal i otro tanto en la puerta lateral de la izquierda.
Dominados por el pánico mas espantoso, los primeros fujitivos caían
én los umbrales mismos ; seguía el tumulto de atrás i los que se acer-
caban sin distinción sufrían la misma suerte. Las puertas quedaron
perfectamente obstruidas.
El mayor número de los que han podido salvarse lo han hecho por
la sacristía. La concurrencia se dirijia preferentemente a las puertas
principales i, detenida allí por el obstáculo, contribuía tan solo a robus-
tecerlo.
Encendida la cúpula, sus tizones principiaron a caer sobre la mu-
chedumbre ; siguió el entablado i una lluvia de fuego intermitente
principió a quemar los vestidos de los concurrentes. Entonces tuvieron
lugar las escenas mas espantosas de desesperación. Individuos hubo
que se arrojaron al medio de las llamas para sacar a sus padres o a sus
hijos, i no volvieron a salir.
Un arbitrio oportuno en tan angustiadas1 circunstancias dio por
un momento alguna esperanza. Un hombre del pueblo arrojó su lazo
por una de las puertas i gran número de personas se asieron a él con
toda sus fuerzas. Sobre a caballo i después de asegurado en la montu-
ra, el campesino lo retiraba por en medio de la multitud. Así consi-
guieron salvarse algunas personas. Repetida la operación, tal vez hu-
biera evitado gran número de víctimas ; sin embargo el hado era fatal :
la cuerda se rompió asida por mil brazos, i no hubo quien la reempla-
zase por el momento. Tampoco era ya tiempo de hacerlo. Las llamas
invadian las puertas i toda salvación era imposible.
En los umbrales mismos han perecido centenares de personas, que-
~ 28 ~
madas a la vista de un pueblo inmenso a quien dirijian sus brazos en
ademan suplicante i que en esos momentos era impotente para salvar-
las. En el interior de la iglesia la confusión era espantosa. El cielo i
el pavimento arrojaban llamas inmensas, las del segundo alimentadas
por cuerpos humanos.
El campanario anunciaba a ese tiempo la horrible agonía de dos
mil almas! Pocos momentos después ese mismo campanario había de
hundirse con estruendo espantoso, dando fin a la parte mas desconso-
ladora de tan atroz pesadilla.
El incendio habia terminado. A los lastimeros gritos de las víctimas
sucedia un silencio profundo que de tarde en tarde era interrumpido
por el último suspiro de un moribundo.
La iglesia, iluminada por sus murallas candentes i enrojecidas, era
entonces cien veces mas aterrante que mientras se quemaban las in-
felices víctimas. El ruido de las llamas acompañado del que producían
los derrumbes de los techos i de las paredes solo alteraban la paz de
aquel sitio tan tristemente famoso. Gran número de cuerpos ennegre-
cidos, alzándose por entre los escombros, parecian haberse levantado
del fondo de la tierra para mirar el horroroso espectáculo i volver otra
vez a sus sepúlcros. Otros, inclinados sobre sí mismos parecian orar
profundamente, despreciando los horrores que los cercaban.
En la mañana de ayer las murallas humeaban todavía. Al espanto
de los muertos habia sucedido la desesperación de los vivos, esa de-
sesperación que todavía reina en todas las familias, en todas las habita-
ciones, desde la opulenta mansión de los ricos hasta la choza miserable
del hombre del pueblo.
Se trata de la demolición completa del edificio, de su trasformacion en
un jardin. Es la aspiración de todos, i las autoridades deben conceder-
lo, aun cuando mas no sea que por satisfacer en cierto modo a tantos
desgraciados que miran en él la hoguera de sus deudos.
{Ferrocarril.)
El oríjen del fuego está perfectamente averiguado. No habia cañería
de gas carbónico en la iglesia, sino solo en la sacristía i una pieza lateral.
La primera esplosion fué producida por una media luna de gas líquido
que, después de encendida, se rompió derramando llamas sobre el altar.
Las llamas pasaron al techo i del techo del presbiterio a la cúpula.
Siguió entonces lo que comunicamos ayer en nuestra correspondencia.
Hasta la hora en que escribimos se han estraido cerca de MIJL
SEISCIENTOS cadáveres, según los partes de la policía.
Casi todos los hombres se salvaron, pues estaban situados en un cos-
tado de la iglesia, separado del resto por una verja.
De las mujeres el mayor número de las salvadas escaparon por la
sacristía. Hubiera salido mas si hombres indignos o empleados sin cora-
— 29 —
zon no hubiesen obstruido la puerta con algunos muebles, para salvar
ornamentos i santos de palo.
Muí pocos cadáveres han sido reconocidos; algunos se encuentran
intactos, con sus vestidos completos, pero el semblante es inconocible.
Por el vestido, por alhajas i otros distintivos, se ha podido reconocer
un reducido número de cadáveres. El resto ha ido a una fosa común
que el Ministerio del Interior mandó abrir oportunamente i que cin-
cuenta peones se ocupaban ayer en cavar.
Anoche humeaban aun las murallas del templo incendiado. El aspec-
to de la población era aterrante; desde la plaza principal hasta los su-
burbios reinaba el mas tenebroso silencio. Algunas guardias colocadas
en la plazuela custodiaban todavia los escombros, cubiertos de cadáveres
destrozados.
El mayor número de los heridos ha muerto; los hospitales han per-
manecido ocupados tan solo veinticuatro horas. Respecto de los enfermos
asistidos por sus familias, se nos refiere a cada momento que alguien
ha sucumbido al dolor. Casi todos habian perdido el juicio con el espec-
táculo horrendo de la catástrofe.
A las siete de la noche los empleados de la policía habian estraido
MIL CUATROCIENTOS esqueletos de entre las ruinas. En el dia
de hoi se han descubierto algunos mas, i ántes de la estraccion se ha-
bía conducido a la policía un número considerable.
Durante la escavacion de los escombros se ha encontrado gran can-
tidad de alhajas, como relojes, anillos, pendientes i pulseras, como
así mismo alguna cantidad de dinero i muchos devocionarios i alfom-
bras. La mayor parte de esos útiles se encuentran en poder de la po-
licía.
El número de personas que no han parecido i cuyos nombres se
conocen ya asciende a mas de 1,200. Ha habido casas en que no ha
vuelto uno solo de sus habitantes. Sabemos de una en la calle de Santa-
Rosa, en que no salvó la vida mas que un arrendatario: los propietarios
en número de diez, perecieron todos en el incendio.
La mortandad ha sido espantosa. La ciudad entera está enlutada,,
porque el que no ha perdido a un hermano, a un padre o a un hijo,
ha perdido por lo menos un pariente lejano.
Algunas oficinas públicas se han abierto; gran parte han permaneci-
do cerradas. El Congreso ha suspendido sus sesiones.
Muchos han perecido salvando a sus semejantes. Un americano se
hundió en las llamas haciendo esfuerzos por salvar a unas infelices
mujeres que se ardian, i se cuentan diez o doce de esas víctimas de su
buen corazón, entre ellas, un oficial de artillería que, se nos dice, pe-
reció haciendo esfuerzos inauditos mientras las llamas se cernían sobre
su cabeza.
Don Enrique Meiggs, el señor Nelson, ministro americano, el señor
Rand, secretario de la legación, espusieron constantemente su vida i
consiguieron salvar a algunas personas. Estos, como muchos otros es-
— 30 —
tranjeros, merecen la mas profunda gratitud del pueblo por su noble
comportamiento.
Si tuviésemos que enumerar los actos de heroísmo que se verifica-
ron al momento del incendio, no concluiríamos, de la misma manera que
no concluiríamos tampoco si continuásemos refiriendo las escenas de
horrible desesperación que todos presenciamos.
Todo el dia de ayer i hasta la madrugada han jugado los telégrafos
de Valparaíso i del Sur. Grupos déjente han pasado la noche en las
oficinas de los pueblos del Sur esperando noticias de la capital. Era
tanta la acumulación de telegramas venidos de todas direcciones, que se
recibían con diez o doce horas de retardo, apesar del buen servicio de
los repartidores.
Hoi la calma principia a tomar el lugar de la desesperación. No se
siente, al menos la horrible confusión de ayer, ni mucho menos la del
dia de la desgracia. Ha llegado la hora en que la fatiga i el cansancio
rinden al dolor.
Con motivo del incendio se ha levantado una invitación al Supremo
Gobierno para que se arrase el templo i se construya un jardín en su
lugar. El señor don Francisco Ignacio Ossa se ha adherido a la idea, i
se ha suscrito con 1,000 pesos.
Se ha dirijido una invitación a todas las personas pudientes para for-
mar una suscricion en favor de los huérfanos i desvalidos con motivo
del incendio.
El Metropolitano intenta hacer las exequias por los muertos en la
misma iglesia de la catástrofe. La sociedad ha mirado mal esta idea ;
porque talvez seria horrible reunir a los fieles en un lugar donde se
reúnen tantos recuerdos terribles.
A mas de las personas que ya hemos recomendado por su abnegación,
deben contarse también los señores don Anjel Custodio Gallo i don
Manuel Becabarren.
Se ha invitado a la juventud de Santiago para formar compañías de
bomberos.
(Patria.)
Cada hora que avanza léjos de traernos el mas lijero consuelo, des-
cubre nuevos horrores i sumerje el espíritu en reliexiones cada vez mas
dolorosas. La catástrofe del 8 de diciembre, como todos los grandes
cataclismos, no se abre paso en la intelijencia i en el corazón de los hom-
bres de un solo golpe, sino por grados, como para que podamos soportar
el dolor i todo el peso de la desgracia, sin que nos hiera de muerte co-
mo sucedería si desde el principio hubiéramos comprendido toda su es™
tensión.
La fracción mas bella i mas inocente de esta gran familia que se
llama Santiago ha muerto en la hoguera del 8 de diciembre. No es la
pluma la que puede describrir el cuadro, no es ella quien puede
— 31 —
comunicar el reflejo del acontecimiento mas triste que recuerdan los
anales de la humanidad. Las lágrimas, los jemidos, los alaridos de
muerte que salian de las horrendas puertas de la Compañía, han dado
a los que presenciaron ese espectáculo una idea imperfecta del dolor,
de la desesperación i de la angustia. Solo la madre de familia que es-
peró toda la noche del 8 inútilmente a sus hijas que dormían en la
Compañía en medio de las llamas, solo ella que oyó cerrarse las puer-
tas de su casa i miró arreglada i vacia la cama en que dormía la mitad
de su corazón, podrá referir qué es eso que se llama incendio de la
Compañía. Si: no disimulamos nuestra amargura, lloramos con los
que lloran porque las lágrimas las ha dado Dios para dirijirnos a él
sin ceremonias ni fórmulas en el momento de la tribulación; ellas son
las oraciones mas sinceras i fervientes. Mas de dos mil mujeres, la
mayor parte en el esplendor de la edad, mueren abrasadas por las lla-
mas. Ninguna batalla desde la guerra de la independencia hasta el
dia de hoi habia costado a Chile la pérdida de tantos hombres : estaba
reservado al sexo débil, a la parte mas inofensiva e indefensa ser la
víctima de la catástrofe mas estupenda e imponente. Ellas, la mayor
parte tímidas i delicadas por su edad, por su fortuna i por su sexo, han
perecido en un jénero de muerte cuya idea espanta a la imajinacion
menos exaltada, ai hombre mas enérjico.
¡Que el Señor tenga misericordia de ellas! Sí, así lo debemos creer;
la mujer, i lo decimos con orgullo, la mujer chilena es en jeneral un
ánjel en la tierra i lo será también en el cielo. Víctimas inocentes de
su piedad apénas podemos recordar su temeraria imprudencia, solo nos
queda para esas mártires el pesar i la profunda compasión.
La lástima, la conmiseración; el luto universal solo reina en el co-
razón de todos : en las calles no se oye la voz indiferente de nadie,
solo se perciben jemidos, solo se ven caras tristes : sirva esto de algún
consuelo a los que han perdido a las personas que mas han amado. San-
tiago toda llora con ellas : las que visten luto no teman que las galas
de nadie insulte su dolor ; sus jemidos encuentran eco en los corazo-
nes de todos, porque la ciudad está de duelo por sus hijas. Nadie
ha despertado indiferente en las mañanas del 9 i del 10 : la luz del sol
haciendo despertar a los espíritus ha renovado el dolor i la conster-
nación.
Nosotros hemos visto la hoguera en que ardían a la vez 2,000
personas; nosotros tenemos estampado en el cerebro i en la retina de
los ojos ese purgatorio i ese infierno i oimos aun los gritos de miseri-
cordia; pero no queremos hablar sobre esto. Aunque hubiéramos que-
rido silenciar hasta el conjunto i no obstante conviene que todos pue-
dan medir la profundidad del abismo.
En las carnicerías de setiembre en la revolución francesa hubo aí
menos el furor de la resistencia aunque impotente : hubo el calor de
los odios i el fanatismo del deber, tanto en las víctimas como en los
verdugos. En el terremoto de Mendoza el terror de todos, el estupor
— 32 —
de un fenómeno que hería umversalmente, haciendo que cada cual
pensara en sí mismo mitigó la amargura, apagó la compasión por los
demás. Lo mismo podemos decir de la sepultación de Herculano i
Pompeya.
En Santiago ha habido algo mas : la población entera ha tenido que
contemplar en medio de la impotencia i la desesperación la hoguera
en que ardian 2,000 mujeres. Imajinémonos por un momento lo que
pasaba en el interior de ese incendio que aterraba a los que le miraban
sin peligro. Los que presunciaron; el correr de mujeres i de hombres
desolados que se internaban entre la multitud examinando los rostros
i gritando en alta voz los nombres de las personas que buscaban, los
desmayos, las carreras de hombres a caballo, la desesperación i el he-
roísmo de los salvadores que se arrojaban a las llamas, pueden for-
marse un idea pálida de la catástrofe ; pero echemos un velo sobre
estos detalles. La herida está aun derramando sangre.
Pensemos en los que viven, i aunque tarde tratemos de prevenir
el mal. Nosotros que vemos en el incendio, solo un fenómeno físico,
solo una catástrofe horrible de aquellas a que está sujeta la desgra-
ciada prole de Adán, solo culpamos la obstinación i la imprudencia
en hacinar cuatro mil personas con trajes engorrosos e inflamables en
un templo que por su inmensa cantidad de gas estaba de antemano
caldeado hasta el estremo de que la menor chispa hubiera producido
la mas rápida conflagración.
Personas bien informadas hacen subir el número de las luces a
7,000 : casi todas las lámparas eran de ese fluido que se llama vul-
garmente gas portátil ; así es que desde el principio del incendio, cayó
sobre las infelices mujeres una lluvia de esa materia tan violentamen-
te inflamable.
Imprudencia funesta que no se disculpa ni con la necesidad ni con
la ignorancia!
Ademas, las puertas eran pocas i mui estrechas i el piso de ellas
mui accidentado para que la salida de los que estaban adentro hu-
biera podido efectuarse con la debida prontitud. Se pensó mucho en
el lujo de la iglesia i mui poco en la salud i en la vida de tanta mujer
inocente.
A este respecto, hai algo que correjir, algo que hacer para el por-
venir, la esperiencia ha sido cruel i debemos aprovecharla para que no
todo sea perdido.
Desde luego, la apertura de los templos en la noche es evidente-
mente perjudicial a la salud i a la seguridad de los concurrentes: fue-
ra de que introduce el desorden i desconcierto en el réjimen i orden
interior del hogar doméstico. Hai otro jénero de consideraciones de mo-
ralidad pública en que por ahora nos abstendremos de entrar. Por otra
parte el pudor i pocos años de muchos lectores no son mui aparente
para oir reflexiones que desgraciadamente son mui ciertas.
Lamentamos también ese empeño tenaz, ese ahinco por convertir el
— 33 —
templo en im lugar esplendido i lujoso, esafiebre por tapizarlo de gas,
rivalizando en el gusto i en el fausto con los lugares profanos. Ah!
a este respecto cuanto no podríamos decir, pero desgraciadamente es
necesario resignarse a dejar al tiempo i al progreso la demostración de
verdades del evanjelio i de la filosofía, verdades que aun no las puede
ni las quiere comprender cierta clase de personas mui influyentes en
la sociedad.
Llegará dia en que muchos abran los ojos i sacudiendo ese letargo,
ese fatal encojimiento de espíritu, se atrevan a mirar frente a frente la
verdad i a comparar la verdadera palabra, la verdadera moral de Dios
con ciertas preocupaciones i errores que han subyugado a la fracción
mas adorable i mas virtuosa de la sociedad.
A este respecto no sé si debamos dar fé a lo que varias personas
fidedignas nos han referido. Algunos pretenden que el misticismo exal-
tado de algunos presbíteros, que a la sazón estaban en el templo, los
indujo a cuidar de los ornamentos i demás objetos materiales del culto
esterno, lo cual produjo un hacinamiento de objetos en una de las
puertas laterales, dificultando así la salida ya mui obstruida por las
murallas de mujeres aglomeradas que, según nosotros mismos hemos vis-
to, llegaba aun ayer a mas de dos varas de altura.
Aunque estamos enteramente persuadidos de que los hábitos reli-
giosos de profesión i el misticismo producen alguna frialdad para con las
criaturas perecederas, no queremos dar oidos a semejantes relatos por-
que ello seria espantoso. 'JSTo obstante es indudable que en la plazuela
de la Compañía no estuvieron como debieron estarlo los numerosos
presbíteros que hai en Santiago para salvar a esas pobres mujeres que
se quemaban en la misma casa a que ellos contribuían tanto a llamar-
las. Habríamos deseado ver a los socerdotes en jeneral dando muestras
de esa caridad que es natural suponerles, i que ellos, no los legos, hu-
bieran sido los primeros héroes de la triste jornada del 8. En esta
parte hemos sufrido una completa decepción.
Pero alménos esperamos en que serán los primeros en proponer las
medidas que conduzcan a evitar en lo sucesivo la repetición de una ca-
lamidad tan espantosa. Confiamos en que el señor arzobispo, abando-
nando siquiera por ahora, la tradición oficial de encerrarse en fórmulas
frias i en preces por el alma de los muertos, se allane i aun coopere
como el que mas a la prohibición de abrir las iglecias después de la en-
trada del sol, como igualmente que dará las órdenes oportunas para que
en adelante no haya en cada altar sino las dos luces de ordenanza al tiem-
po de celebrarse el sacrificio de la misa.
Dios quiera que todos se inspiren principalmente en las ideas que
nacen de la compasión i la lástima, i que nadie, i mucho ménos los sa-
cerdotes que están obligados a dar buenos ejemplos, se encastillen en el
terreno egoísta de las inmunidades i atribuciones. Que delante de ese
cementerio de la Compañía solo exista la humildad del corazón i el amor
al prójimo! [Ferrocam1 ,~]
5
~ 54 —
Él dolor de la horrorosa hecatombe del 8 de diciembre oprime todavía:
nuestro corazón, hasta el punto que no encontramos palabras con que
espresar los sentimientos que nos dominan. ¡Pobre Santiago! ICiudad
desventurada! ¿Quién le devolverá lo que ha perdido? ¿Quién reani-
mará la fior de su sociedad, sorprendida por la mas horrenda e inespera-
da muerte? Quién dará de nuevo vida a sus virtuosas matronas, a sus
anjelicales i tiernas doncellas, que el fuego ha confundido, con su mortal
abrazo, en un solo e informe cadáver? ¿Quién volverá a anudar los lazos
de tanto amor, rotos de un golpe i en una sola hora? ¡Ah! No queda a
Santiago i a la patria entera, que hace eco con su profundo i simpático
dolor a los j émidos de angustia de su capital, sino un consuelo i un re-
curso: el consuelo del llanto, el recurso de la resignación!
La ciudad entera parecia haberse agolpado en aquel infausto dia, al
templo i a la festividad favorita de sus mujeres. Los padres, los espo-
sos i los hijos quedaban talvez descontentos e irritados en los hogares
casi solitarios, miéntras las hijas, las esposas i Jas madres se dejaban
arrastrar por los impulsos de una temeraria curiosidad, de una mal
aconsejada devoción. El templo ostentaba toda la pompa del lujo.
Manos imprudentes habian cubierto su techo i sus murallas de nu-
bes de gasa i de vistosas galas, i en todo el vasto recinto ardian mi-
llares de luces. Los directores de esta fiesta debian estar ufanos de
su éxito; allí estaba a sus piés la flor de la población femenina de
Santiago, inundados los bellos rostros en radiante luz, embriagadas las
almas por la música i prontas para dejarse embriagar por la palabra del
sacerdote! ¡Qué glorioso espectáculo !=De repente, como a la voz de
un ánjel de muerte i de desolación, la escena cambia. No es ya una
iluminación; es el incendio, rápido, voráz, irresistible. Gritos de alarma
i de desesperación resuenan en los ámbitos del vasto templo; se quiere
huir i es imposible; caen las primeras enredadas en esos malditos trajes
que han inventado la vanidad i el mal gusto moderno, i las otras caen
encima de ellas, hasta formar inmensas murallas, inmensas barreras
humanas. Entre tanto, el gas estalla en los frájiles depósitos; las col-
gaduras se encienden i toda la pompa del templo de lujo de Santiago
sirve de alimento a las llamas, que no tardan en volverlo todo, edificios,
altares, seres humanos, en una horrenda hoguera. Nadie puede arran-
carse del abrazo indisoluble de la espantosa desgracia, i Santiago entero,
que está a las puertas del templo, irresoluto atolondrado, impotente,
es condenado a ver que sus madres, sus esposas i sus hijos, mas de dos
millares de mujeres infelices, se retuercen desesperadas en un mar de
fuego exhalan el alma en medio de penetrantes alaridos i desaparecen
en Tas olas del incendio, convertidas en troncos ennegrecidos desfigura-
dos i repugnantes!
¿Qué hai en la historia del mundo, de mas trájico i de mas desespe-
rante, que el infausto suceso de este dia?
Nos parece que desde esta ciudad hemos asistido al borroso espectá-
culo i hemos sentico en nuestras almas toda la desesperación impotente
— 35 —
*que ha debido atormentar a los que lo presenciaron, i creemos oír dis-
tintamente el angustiado lamento de las víctimas. El dolor i la compa-
sión de Chile entero responden como un eco a la desgracia sin nombre
i sin límites de Santiago: ¡Pobre Santiago! Ciudad desventurada.
Eesta saber ahora si la catástrofe de que ha sido teatro el templo de
la Compañía, fué solo una desgracia inesperada i casual, de esas que de
tiempo en tiempo visitan a las naciones i que parecen destinadas a probar
su enerjía i su resistencia, o si encierra, por el contrario, alguna espe-
riencia i alguna elección para nuestra sociedad. Eesta que sepan nues-
tro pueblo i nuestro gobierno si el deber del momento es el olvido, o por
el contrario, si el deber es la reflexión i la enmienda!
Esperamos que no se nos hará la ofensa de creer que en estos mo-
nietos de dolor i de respeto, en presencia de la tumba inmensa, abierta
todavía, en donde reposa tanta virtud, tanta belleza, tanta juventud i
tanta esperanza del hogar i de la patria chilena nos pase por el corazón
el sentimieto de satifacer encones i suscitar antipatías contra hombres
que no son de nuestra predilección. No. Sentimos sinceramente que
solo ahora, delante de una catástrofe sin ejemplo, como la del 8 de di-
ciembre, se comiense a darnos razón a los que siempre hemos opuesto
una resistencia tan inútil como mal interpretada, a las desviaciones del
sentimiento social i relijioso de nuestra sociedad. Pero, a la luz del omi-
noso incendio que devoró la Compañía, ¿quién no ha abierto los ojos,
quién no ha comprendido que Santiago caminaba por una via, en la
cual debían salirle al encuentro males de todo jénero? La vida del alma,
que se revela en el amor del hogar, en el cultivo del sentimiento i de
laintelijencia, parecía muerta en nuestra sociedad. Se vivia con una vida
puramente esterior; el lujo de los vestidos i de las habitaciones i el lujo
on la casa de Dios, albergue de humildad, de modestia i de reverencia,
en donde quiera que existen verdaderos sentimientos relijiosos, cundían
en Santiago como una gangrena de su felicidad. Apelamos a la con-
ciencia de los padres i de los>sposos: ;no es verdad que luchaban casi
todos ellos, desde hace tiempo, con esfuerzos desesperados e infructuo-
sos por contener la corriente de estas funestas exajer aciones? Era ea
vano. El hogar quedaba vacío i triste; el hogar de las familias quedaban
solitario. El corazón femenino estaba léjos de él?
I como ningún principio o hábito antisocial puede desarrollarse im-
punemente, los malos principios que se han introducido en la vida de
nuestra sociedad han encontrado terribles i lój icos correctivos. La crisis
financiera i labancarota en masa vinieron en pos del lujo i de la disi-
pación imprudente de las rentas. El lujo relijioso i la fiebre del culto
esterno nos trae ahora, en pos de anarquía doméstica la mas horrible
catástrofe que rejistran los anales de la América. Pobre Santiago! Ciu-
dad desventurada! Las manos del destino han caído sobre sus hombros
rudas e implacables!
(Patria^
— 8G —
1 - Didemhrc. Mí
Se repite í asegura jeneraimente que la autoridad esclesiástiea se pro-
pone celebrar sufrajios'por las víctimas inocentes del horrible i espan-
toso incendio de la Compañía én las mismas puertas del templo in-
cendiado, i nos cuesta, sin embargo, creer que se tenga un propósito
que revela tan grande olvido de los miramientos i consideracione de-
bidas al dolor que aflije i angustia a millares de vecinos de Santiago.
¿Qué se pretende al elejir para los sufrajios el mismo lugar de la
horrenda muerte de las víctimas? Se quiere acaso hacer mas acerbo el
dolor, se quiere añadir aflicción a aflicción? Los padres que han per-
dido asus hijos, los hijos que han perdido a sus madres, el esposo que
ha perdido a su esposa, la pobre anciana o el huérfano desvalido que
ha perdido la mujer honrada e industriosa que le servia de apoyo, los
deudos i amigos de las víctimas, se esforzarán sin duda en ira unir sus
oraciones a la de la iglesia iva contristados i a tribulados irán a exacer-
bar su dolor teniendo a la vista el mismo recinto en que personas que-
ridas perecieron abrasadas por las llamas en pocos minutos? Gana al-
go la piedad, el espíritu relijioso, con someter a esa dura prueba es-
píritus trabajados por un sentimiento intenso? Gana algo el bien de las
almas de las víctimas con que sus deudos i amigos dominen sus sen-
timientos morales hasta con peligro de su salud? Hai ventaja para al-
guien en que apuren bástalas haces el cáliz de la amargura que sabo-
rean desde el martes.
Imprudencias han dado lugar a esa horrible hecatombe de débi-
les mujeres, que en pocos minutos han desaparecido abrasadas en
una hoguera espantosa, í se quiere con nuevas imprudencias reagra-
var la triste situación de los vivos. Se quiere hacer saborear a la po-
blación de Santiago el hecho mas horroroso i de que talvez no sé pre-
senta otro ejemplo en el mundo.
Dudamos de que a los promotores de esa idea no se les ocurra, no sien-
tan ellos en su corazón que personas que han perdido a sus madres, sus
hijos, sus esposos, sus amigos i fieles servidores i que van con el espíri-
tu lleno de angustia i dominados por el dolor, fomentados sus sentimien-
tos por el lúgubre aparato de los funerales, podrán estar mirando el re-
cinto del templo, tumba de millares de víctimas, sin sentir de nuevo des-
trozado su corazón con peligro de su salud. Cuántos de los que allí asis-
tan se imajinarán ver a la madre, a la esposa que les tienden los brazos
en medio de las llamas, que les piden auxilio? cuántos ver arder en la
hoguera a ésas personas queridas i espirar con desesperación en medio
de las llamas? I esa exacerbación del dolor hasta ese grado la desean, la
promueven, la buscan? s
Por Dios, tened mas caridad con el que sufre, no os complazcáis con
desgarrar mas todavía corazones lacerados, escuchad los sentimientos
que en todo pecho laten i no amontonéis aflixion sobre afiixion. Dejad al
neto lo que de suyo tiene de doloroso. Celebrad los sufrajios en los tem-
plos i no enfrente de esas ruinas que causan horror i espanto al que ai
mirarlas ve ía tumba de las víctimas del 8 de diciembre.
Honras sobre los escombros aun humeantes de la catástrofe ¡qué
horror! Tal es la esclamacion jeneral, la esclamacion de la humanidad
i el buen sentido, en presencia del propósito que se atribuye al metro-
politano. ~No es creibleqüe semejante idea haya albergado. El cristia-
no, el hombre, el sacerdote no pueden 'menos de protestar en él contra
un propósito que no nos atrevemos a calificar. ¿Se quiere que los que
sufren, los que lloran a tantos seres queridos, los que tienen el corazón
desgarrado, vayan a renovar de nuevo sus dolores, vayan a pisotear tal
vez los restos de los seres amados? Quién se atrevería a hacerlo? Quién
se acerca hoi al lugar de la catástrofe sin sacar de él angustiado el co-
razón i triste el alma? Quién podrá elevar, en la calma de la fé, de la
creencia, de la confianza en Dios, sus preces al Dios justo i grande,
cuando todo lo estaría llamando hácia la tierra, hácia el recuerdo de
los que perecieron, de sus angustias- de sus tormentos, de su agonía?
Solo corazones, de piedra pueden haber concebido idea tan insensata.
De no, corred a la casa de la madre, del esposo, del padre, del hijo,
i preguntadles: ¿iréis a orar por los que habéis perdido en presencia
de los escombros bajo los cuales se han encontrado sus cadáveres? I
todos os dirán: Nó! eso es horrible! ÍTó! es preciso que no quede en
aquellos sitios huella alguna de la catástrofe! Es preciso, es una cues-
tión de humanidad i de deber arrasar esas paredes ya medio destruidas!
No es posible que vuelva a alzarse templo alguno en aquel sitio. Tres
incendios en ménos de un siglo tiieen mucho aun a las almas mas indi-
ferentes i despreocupadas. Es fuerza convenir que hai sitios desgracia-
dos i el templo de la Compañía es uno de ellos. Miéntras algo de ese
templo quede, las heridas que su catástrofe ha habierto en todos los co-
razones no pueden cerrarse. Las paredes que se bambolean i amenazan
caer están diciendo que es necesario proceder cuanto ántes a su demo-
lición. Ahí ya no hai sitio para sacerdotes verdaderamentes cristianos
ni para hombres capaces de sentir. Concluida la misión de los sepultu-
reros, debe principiar la de los demoledores. Tal es lo que mandan la
humanidad i la seguridad pública. Esperamos que tan solemne manda-
to no sea desoído.
Igual esperanza abrigamos con respecto a las funciones de iglesia
por la noche. Comprendemos que, en los primeros momentos, no haya
podido tomarse medida alguna; pero ya es ahora de proceder a tomarlas,
Sobretodo, desde que los templos, como era la esperanza de la mayo-
ría, no se han cerrado espontáneamente, fuerza es, entonces, que la
autoridad, que la lei, si es necesario, hagan oir sus mandatos. Basta de
hecatombes! basta de fausto! caridad, fé, creencia pura i cincera es lo
que Dios quiere i lo que debe llevarse a la casa de Dios. I esa santa
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^a-sa no debe traer ningún recuerdo de dolor, porque cérea de Dios
solo debe haber esperanza para todos, para todos consuelo.
Demolición de la Compañía i templos tan solo alumbrados con la
luz de Dios!
( Ferrocarril)
Diciembre 12.
Santiago está de duelo. Una de esas conmociones profundas que,
hacen época, que no se borran jamás de la memoria de los pueblos,
porque dejan una hondísima huella de espanto i desolación, ha venido
a vestirla con el crespón de un doloroso luto. Aun no puede el pensa-
miento apartarse de ese cuadro horrible, cuya sola vista era ya no ho-
rroroso tormento, i el corazón palpita todavía ajitado por esa impresión
i los sentidos están aun embargados como en medio de una atmósfera
de fuego. La imajinacion se siente herida i la conciencia se humilla an-
te el poder misterioso de una inconcebible fatalidad.
Por mas que uno se empeñe, por mas que la fantasía quiera dis-
traer el horror de sus recuerdos en contemplaciones estrañas, es imposi-
ble desprender el alma de ese círculo de espantosas impresiones que la
aprisionan como anillos de tormento. El pensamiento está encadenado
a eso horror i el cuerpo tiembla i se estremece todavía, porque aun
resuenan en los oídos los ayes desgarradores i los jemidos, i los gritos
de desesperación que se levantaban de todas partes^ como de una scla
boca.
Algo como la presión de una inmensa masa de plomo ha quedado po-
sando sobre la capital i seguirá pesando todavía por mucho tiempo. La
consternación i el espanto de aquella noche funesta no son de esás im-
presiones pasajeras que desaparecen aun tiempo con el peligro. San-
tiago permanece como la tierra después de un gran terremoto, o como
las tierras vecinas a un volcan quedan después de una repentina esplo-
sion.
La sociedad está aun absorta $n el asombro de la reciente catástrofe,
siente bullir en el aire la respiración ahogada que produce una dolo-
rosa atribulación, cierra sus puertas en señal de duelo, i centenares de
familias quedan vistiendo los ropajes del luto, que se estiende moral-
mente mas allá del límite de las relaciones de parentesco.
El terrible incendio del martes ha hecho de toda la población una
sola familia que se siente herida en su parte mas d olorosa, i que solo
busca ya su consuelo en las dulces inspiraciones de larelijion.
Era el último dia en que se celebraba la purísima Concepción de
María, función que el espíritu relijioso hacia relucir todas las noches
con el brillo de cuatro mil luces repartidas en todos los ámbitos del
templo, i que hacían olvidar con su deslumbrante resplandor la impru-
dencia de ese lujo que tan caro ha venido a costar. En esa tarde, por
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consiguiente, la concurrencia era mas numerosa que en las anteriores;
el predicador en la exajeracion de su celo por darle mas pompa al cul-
to que celebraba, con la asistencia de todas las devotas bijas de María,
babia pedido que no faltase una sola la ultima nocbe.
Iba a darse principio a la función; la mitad de las luces alumbraban
ya el recinto sagrado que contenia una masa compacta dé jente esten-
diéndose hasta la mitad de la plazuela. Cerca de tres mil almas espe-
raban que la voz solemne del relijioso hiciese oír la palabra divina para
elevar con ella sus oraciones. Acaso ya todas aquellas almas purifica-
das en una fervorosa devoción se comunicaban con Dios en el miste-
rio de la conciencia. I hasta el cándido niño con su alma , ignorante
del bien i del mal, repetiría talvez con inocente unción, el rezo que
oia salir dulce i tranquilo de los lábios de su madre,
Pocos momentos ántes de la3 siete, para comenzar las ceremonias,
un ayudante va a enceder las luces del altar mayor; una luz prendió
con violencia i el fuego empieza a tomar cuerpo en los adornos de cinta
í de flores del altar. Una conmoción estrafia cunde por todo el templo
i algunas tímidas o previsoras escapan; pero la mayor parte, creyendo
que aquello seria algunos de esos hechos insignifcantes i sin consecuen-
cia que frecuentemente ocurre en nuestros templos, permanecen en
sus lugares sin quererse mover.
Un momento mas i el fuego sube al techo, i el terror, la turbación,
el espanto, la desesperación, confunden a la multitud la atolondran i
la salida se hace imposible por la misma aglomeración.
El fuego toma proporciones jigantezcas; con una rapidez asombrosa
se desliza por la bóveda del techo i se apodera de la cúpula; la llama
chisporrotea, i arroja un fulgor siniestro, la madera cruje i el pánico
se hace entonces jeneral. Algunos se desmayan, otros se atropellan i
caen, i sobre estos vienen otros i otro, formando un compacto hacina-
miento de cuerpos humanos en los arcos i en las puertas del templo .
Los del sentro encuentran por todos lados barreras insuperables que
hacen todavía mas espesas con sus efuerzos por romperlas. Una puer-
ta que ofrece una salida se cierra por empuje de las masas que se
precipitan por ella; otra no puede abrirse; ésta se llena de cuerpos en-
redados entre sí; aquella es ya presa de las llamas. Oh! aquel momen-
to fué espantoso! La iglesia se llena de humo, de un humo rojo i ar-
diente que abrazaba la atmósfera i de todos los ámbitos del templo se
oyon salir lamentos desesperantes, gritos desgarradores que parten el
corazón del que los oye i no puede salvar a nadie. Los hijos llaman a
sus madres, las madres a sus hijos, el hermano al hermano, desposo a
la esposa, todos llaman al cielo en su socorro, i se forma allí un caos
de horror, una confusión espantosa imposible de describir.
Acude jente a las puertas a salvar a los que se pueda. Impotencia
desesperante! El hacinamiento de los cuerpos amontonados impide la
salvación; diez brazos sacan a una sola persona mientras en ese espa-
cio de tiempo cien infelices exhalan el último grito de agonía. Se
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echan cuerdas i el peso de la jente las rompe; se tienden árboles i el ca-
lor los destroza en las manos mismas de los que se asen a ellos. I en-
tre tanto un sinnúmero de bocas piden salvación i una infinidad de
brazos se tienden hácia fuera buscando un punto de apoyo; i se ven
allí los semblantes con una horrible espresion de espanto, iluminados
por la luz rojiza del incendio, con los músculos contraidos por la de-
sesperación, las manos crispadas por el dolor, con los ojos desencajados,
implorando en medio délas llamas por un átomo de vida • Los
alaridos siguen i las oraciones de la resignación se mezclan a los aves
de la agonía i seres queridos que se ven alcanzados por el fuego se
buscan i se estrechan para morir abrazados en las últimas efusiones de
su cariño. Una madre tiende los brazos a su hijo que no puede salvar-
la, un hermano arranca en los suyos a una hermana moribunda i una
esposa llama a gritos al padre de sus hijos! I la fuerza de los brazos
salvadores se agota en la impotencia de sus trabajos.
I las llamas suben! la cúpula principal es una hoguera inmensa de
humo i de fuego que arroja espesas bocanadas de llamas por todas sus
ventanas, iluminando el espacio con una horrible claridad. Las arañas
del techo comienzan a caer desprendidas i la cera i el gas prenden el
incendio en las ropas de las personas, que quizás esperaban todavía la
salvación. Un momento después el techo se despedaza i cae en tizones
encendidos sobre todos los claros. Se vé entonces un horno inmenso
en el que arden centenares de cuerpos humanos. Se vé un mar de
eabezas i de brazos levantados ajitarse en un mar de llamas, sin mas
ruido que el chisporroteo de las brasas i las maderas que se despren-
den, por que los j émidos se habían apagado con el aliento contenido por
la asfixia producida por el humo i el calor.
Los contornos de afuera presentan un espectáculo si no tan horrible
i aterrante, al ménos mui lastimoso i conmovedor. Millares de perso-
nas se agrupan cerca del templo en busca de deudos queridos que no se
encuentran. Todos -gritan i lloran, otros atruenan los oidos con la es
pantosa carcajada de la locura; unos se golpean contra las murallas i
otros se despedazan sus propias carnes se revuelcan en el suelo po-
seídos de la mas terrible desesperación, unos corren desatentados i
otros se abrazan a los que están cerca, bañándoles el seno con abun-
dantes lágrimas; unos imploran la misericordia divina i otros contem-
plan aquel cuadro de martirio i de esterminio con la estoica mirada del
idiotismo. I las campanas de las iglesias ayudan con sus dobles fúne-
bres la agonía de mas de dos mil víctimas que están pereciendo! I las
llamas toman a cada momento un impulso mas devorador, esparciendo en
torno una lluvia de fuego en qne algunos creían ver la copia del juicio
universal. I siguen en las puertas los trabajos de salvación; pero casi
todos los efuerzos son infructosos. Se consigue arrancar algunos de las
aglomeración de cuerpos; pero salen ya moribundos o medio devorados
por el fuego. Se tienden las manos; los desesperados se asen a ellas i
algunos dejan sus brazos en esas manos que los quieren sacar.
— 41 —
Personas que se dejan llevar de su arrojo i su abnegación se acercan
mas a las víctimas que se apoderan de todo su cuerpo, le impiden el
movimiento i lo arrastran a perecer con ellas. Horrible estremo! Estar
allí casi en contacto con los infelices que perecen, tocar sus manos,
escuchaí sus desgarradores lamentos, verlos quemarse vivoSj arderse;
los unos en los otros, i no poder salvarlos ni siquiera darles el mas
lijero socorro, ni aun aliviar el horror de su martirio! Se hacen actos
de heroísmo, pero los mas arrojados llegan a ser presa de las llamas
que cunden mas i mas hasta apoderarse de las puertas i consumir en
ellas la última esperanza!
Espantoso! mil veces espatoso!
Pocas son las que salvan. Algunas tienen sangre fria para pensar
cual es el mayor inconveniente para salir i se desprenden de sus ves-
tidos.
Una señora ve la cofucion jeneral, se desnuda de sus ropas i con-
sigue salvarse! pero le falta su hermana, cree oir sus gritos que la lla-
man i se lanza de nuevo al interior; la encuentra, la desprende de los
grupos i se salva de nuevo con su preciosa carga.
Una señorita consigue también, salvarse, pero sus dos hermanas van
a perecer; la$ divisa en el medio de un estrecho grupo, comprende
su peligro; las llamas se acercan; i loca, desesperada, se precipita
hacia dentro^ saca una i vuelve de nuevo para volver a salir con su
hermana en los brazos. Todavía le quedan fuerzas i se coloca en la
puerta ayudando a salir a las que están mas cerca: por fin el calor la
sofoca, el cansancio la fatiga, la impresión i el terror la desvanecen i
es preciso retirarla de la boca de aquel horno.
Un hijo vé a su madre! su madre que lo mira con ojos suplicantes;
que le tiende desesperada sus brazos, que lo llaman; la ve iluminada por
las llamas que salen de sus propias ropas . $e arroja i lucha por lle-
gar hasta ella! imposible! Hai un muro humano impenetrable; el calor
lo sofoca, lo ahoga; la desesperación que le causa la vista de aquel ho-
rrible cuadro lo hace perder los sentidos i cae sin aliento i apenas
consiguen salvarlo los que se hallan mas cerca.
Qh! Por qué no puede tenderse un velo que cubra con sus espesos
pliegues el cuadro de orror de aquella noche funesta.
Tratemos de respirar por un instante el aire fresco que traen las
brisas del sur i de apartar nuestro ojos de aquella tristísima i desgarra-
dora escena para fijarlos en esa admósfera tranquila i estrellada que pa-
rece no querer enlutar su inmenso pabellón de azul i...... 4......
De unos apuntes de nuestro amigo Guillermo Mat% tomamos los pá-
rrafos siguientes:
Si durante el incendio de la tarde, todo habia sido gritos, desola-
ción i espanto; si los siniestros tizones ardían derramando humosas lla-
maradas en el ámbito de la iglesia, al mismo tiempo que en la plazue-
la se agrupaba conmovido i ajitado un inmen«o jen-tío, a la una de la ma-
_42í —
ñaña el horrible aspecto del cuadro habia cambiado completamente.
En la plazuela reinaba un mudo silencio, interrunpido apénas por el
movimiento de los soldádos o por los pasos de uno que otro espectador
melancólico que llegaba al lugar de la catástrofe, como se llega a un
sitio de martirio. Ademas, nosotros que babiamos contemplado, con el
alma desgarrada, las llamas de esa hoguera que devoraba cuerpos hu-
manos, no nos podíamos convencer todavía del número de sus víctimas
i fuimos allí a convencernos por nuestros propios ojos. Qué triste espec-
táculo i que horrible realidad! Qué hacinamiento de cadáveres i de es-
combros! Allí chispiaban Aodavía los tizones sobre un montón de cuer-
pos desnudos, mutilados, sin cabeza, sin piernas, sin brazos i con el dor-
so del busto llegado o carbonizado! Mas allá un grupo de mujeres arro-
dilladas i a las que la muerte habia sorprendido en la actitud supli-
cante de la oración! Sus manos parecían buscar en el espacio el an-
jel salvador que bajaría de los cíelos, i en sus rostros habia quedado
estampada la última, sublime esprecion de la esperanza! Debajo de los
arcos maciso de las naves laterales i huyendo de la lluvia de fuego
que caia del techo de madera, centenares de infelices habían buscado
un refujio; i estrechándose unas con otras en espantosa hilera, destro-
zado el vestido, descubierto el seno, chasmuscado el cabello, retorcidos
los brazos i acongojado el rostro, parecían grupos de estátuas inmó-
viles esculpidas allí por la desesperación i el dolor. Madre que tendían
los brazos a sus hijas, hijas que abrazaban a sus madres para morir
juntas, amigas que se habían tomado de las manos, como para salvar-
se; i en todos los ojos se veia las huellas de las lagrimas, i en todas las
bocas los lábios entreabiertos, nos hacían creer que la última palabra
de ellos habían sido de micericordia i desconsuelo. Era tan triste mo-
rir para esas infelices! Muchas de ellas eran jóvenes, vírj enes puras,
para quienes la vida era luz i esperanza! La inocencia perfumaba esas
almas con el aroma de los ánjeles i los sentimientos exhalaban ese aro-
ma, como exhala el suyo la rosa de primavera! I esa vida, esa inocen-
cia, esa pureza anjelical, formaban el paraíso de un hogar, eran el re-
gocijo de una familia, el íntimo consuelo de una madre viuda, el sue-
ño encantador de sus noches de vijilia i la única esperanza i el único
ser cariñoso que la halagaba con sus besos, que la enternecía o regoci-
jaba con su amor! Una de esas pobres víctimas, mas jóvenes o mas vigo-
rosa que las otras, habia logrado sobreponerse a ellas i cuando taivez
cria abrirse paso por entre la multitud, habia quedado afixiada i como
clavada en el ángulo de un arco, inclinada un tanto la frente; i por
esta actitud, por la postura del cuerpo i hasta por su inefable belleza
semejante, en un todo a la imájen de la melancolía velando el sepul-
cro de una vírjen! Oh! nadie podrá -describir con palabras tan lastimo-
so i solemne cuadro!......
«Si en un punto escenas tan diversas se presentaban a nuestra vista,
en otro mas lejano, en el presbiterio, hácia el cual no podíamos acér-
canos lo bastante, contemplábamos una escena confusa dramática i de
— 43 —
una verdad patente, horrible, estremecedora, i superior en colorido i
grandeza a todas las orijinales escenas que la colosal fantasía de Mi-
li u el x\ njelo pudo crear i eternizar en su cuadro del juicio final! Por
ese lado hubo puertas que conducian a la salvación; hacia ese lado
empujóse con estraordinario impulso la jente i allí fué, sin duda, la
lucha mas terrible, mas larga i mas desesperada. Si en otras partes se
levantaban las manos al cielo en signo de súplica, aquí, los músculos,
ajitados por la enérjica violencia de aquel que vé la salvación de su
vida tan cerca de su muerte, hablan dejado impresos en las fisonomías
i en los ouerpos el ceño del esfuerzo i los jestos de la desesperación i
de la mas honda anciedad. Ah! quién podrá decir lo que en ese instante
han sufrido, luchando vigorosamente por desasirse de aquellos que loe
oprimían i que les impedían llegar a la puerta de la vida i de la sal-
vaoion! I este cuadro horrendo de desolación i de espanto, que hemos
desorito a grande rasgos, pero que permanecerá para siempre graba-
do en nuestra mente; esta sucesión de escenas dolorosas i estraordina-
rias, que forman el conjunto de ese cuadro, se iluminaba vagamente
por los resplandores de los consumidos tizones i^por el retejo de las
paredes blancas, enrojecidas i calcinadas por el fuego. Hubo momentos
en que creíamos estar en un cementerio en ruinas, rotas las lápidas
por un violento terremoto, destapadas las fosas i arrojados afuera los
cadáveres por el sacudimiento de la tierra; i todo esto alumbrado por
la incierta i vaga claridad de una luna cadavérica! Si fuéramos a es-
cribir todo lo que esos momentos sentimos, todo lo que pensamos,
todo lo que sufrimos, seria necesario pedir a nuestros ojos lágrimas
i a nuestro corazón j émidos; lágrimas i j émidos que irían a oaer i a
resonar en otras almas, que han vertido ya abundantes lágrimas i cu-
yos jemidos se escuchan todavía. Demos paz a esas víctimas i que esos
escombros de martiro i de horror, desaparezcan por fin de nuestra vis-
ta, alzándose en su lugar el monumento de la expiación i del re-
cuerdo!
En la mañana siguiente la población no volvía aun d© su estupor.
Por todas partes se veian ojos llorosos, senblantés consternados, ojos
que miraban con espanto, dolientes que se lamentaban, i una atmósfe-
ra de horror cubría todavía este inmenso vacío de desolación. El cie-
lo mismo cargado de densas nubes, i el aire tibio que soplaba en ráfa-
gas momentáneas parecían acompañar el luto jeneral.
Los escombros del templo incendiado, humeantes aun i doblemente
tristes por su color sombrío i su imponente silencio, escondían en su
recinto una multitud de cuadros que horrorizaban a la vista. El mar-
tirio habia pasado, el inmenso sacrificio estaba consumado i solo que-
daba allí, oprimiendo dolorosamente el corazón, el espectáculo mas
horrible que puedan ver ojos humanos. Aquello producía vértigo.
No mirémos a ese cuadro horripilante, apartémos nuestra vista de
esos grupos de escombros i de restos humanos, hacinamientos confu-
so de cuanto hai de triste, de amargo, de rechazante, de mas horrible-
__ 44 —
tóente doloroso. Cubrámoslo mas bien con el velo del cileneio i procu-
remos llevar el consuelo de nuestro dolor al dolor de los que lloran.
Confundamos nuestras almas en un sentimiento puro i carguemos to-
dos el luto de nuestros amigos i de nuestros hermanos.
No hai ahora indolencias que amarguen el pesar, ni galas que in-
sulten el duelo, ni manos que se nieguen a enjugar las lágrimas del
que sufre. Hai solamente un corazón que jime, una sola alma que se
resigna, una sola boca que se lamenta. No puede haber indiferencia.
Lá tristeza se respira en el aire lleno aun de suspiros i de lamentos,
. La voz del dolor es también ahora una voz de súplica. De allá del
fondo del cementerio, del corazón universal, del sitio de la catástrofe,
de la última agonía de las víctimas de las entrañas de la población, del
Cielo mismo, se levanta esa voz que grita clamando por la demolición
<íe ios escombros.
Demoled ese templo, no dejéis piedra sobre piedra, destruid los
cimientos, renovad la tierra, borrad para siempre esa huella de tan tris-
tes memorias.
Ño deis oido a las impías reclamaciones de un fanastismo desespe-
rado. El fanatismo no siente, no oye, no tiene familia, no tiene entra-
ña!; no percibe un acento divino, una voz celeste que resuena en lo
ñi&& hondo del corazón, mandando caer esas murallas!
3§sa es la voz de Dios que no quiere insultar el dolor de sus hijos
abriendo en su corazón una llaga imperecedera, teniendo continuamen-
te ante sus ojos el instrumento del martirio.
¿Quién irá allí a elevar su alma i su conciencia al Dios de la mise-
ricordia, que encuentre el consuelo i la tranquilidad de la oración? La
voz del sacerdote resonará como el alarido de los mártires, el humo
del incienso semejará el humo de la hoguera, cada ladrillo del pavimen-
to será ja losa de un sepulcro de cuyo fondo se alzará una voz indigna-
da por la profanación de los recuerdos!
Este sitio no quiere mas altares; no hai allí lugar para los sacerdo-
tes. Quiere silencio para descansar i soledad para guardarse a sí mismo.
En nombre de la humanidad demoler esas murallas!
Que se forme allí un jardín; que vengan las flores a purificar ese
lugar elevando al cielo, en su perfume, la plegaria muda de la creación.
Que renazcan allí las plantas como las almas en la eternidad.
Que el que fije allí sus ojos con el dolor de sus tristes recuerdos,
tranquilice su aliña' en la. vista de las flores i consuele su corazón en la
aspiración de su aroma! De todos modos siempre serán las fiores que
nazcan en los bordes de una tumba, pero flores que alivian i consuelan!
[Voz de Chile.']
— 45 —
Damos en seguida la representación que han dirijido al intendente
. ocho miembros de la municipalidad de Santiago, para que convoque a
ésta a sesión estraordinaria, i la respuesta que a ella ha dado -el inten-
dente ordenando la reunión para hoi a las doce del dia.
Hé aquí el documento a que nos referimos:
Señor Intendente:
Los que suscriben, haciendo uso de la facultad que nos confiere la lei
sobre organización i atribuciones de las municipalidades suplicamos a
US. que atendida la urjencia que hai de tomar algunas providencias
que en parte tiendan a evitar la repetición de desgracias como la acon-
tecida el 8 del actual, se sirva convocar a la municipalidad a sesión es-
traordinaria para mañana a la hora de costumbre o la que XJ S. tenga
por conveniente, atendido el estado de su salud. Santiago diciembre 11
de 1863.
Antonio Vidal. — Miguel Davila. — Lorenzo Sazie. — Tomas. A. Mar-
tínez.— Pedro V. Urzúa. — Cirilo Virjil. — Santiago Lindsay. — Ambrosio
Modriguez.
- Santiago, diciembre 11 de 1863.
Cítese a la ilustre municipalidad a sesión estraordinaria para mañana
12 del corriente a las 12 del dia.
Bascuñan Guerrero.
A'cada momento se hace mas urjente la demolición de las ruinas de
la Compañía. Dos arcos han caido ya, i muchos otros amenazan seguir-
los. Las medidas que la autoridad ha tomado para precaver nuevas des-
gracias, no bastan. Esas altas paredes cuarteadas i bamboliantes sin
nada que las sostenga, son un peligro público. Tras el incendio el hun-
dimiento! es una perspectiva que provoca la indignación de todo el ve-
cindario.
¿No hai brazos par emprender la demolición? Ahí están todas las
clases de nuestra sociedad dispuestas para tomar en ella parte. Basta
con que se las diga: — Podéis demoler! para que unas cuantas horas
hayan desaparecido aquellas paredes cuarteadas, ennegrecidas i vaci-
lantes.
^Anoche se reunieron en casa . de don Ignacio Javier Ossa, los
miembros de la comicion nombrada para erijir un monumento que con-
memore la catástrofe del 8 de diciembre, en lo que hoi son las ruinas de
la Compañía/
Acordaron dirijir al gobierno una representación, a nombro del ve-
cindario de Santiago, pidiendo el local que ocupaba el templo í cuyas
ruinas se encargarán de demoler. En caso que el gobierno no se crea
— 46 —
autorizado para hacer la donación, le piden que solicite del Congreso
que dicte una lei especial sobre la materia.
Se ha nombrado, para elevar la representación, una comicion especial
compuesta de los señores don Antonio Yaras i don Manuel Eenjifo.
No dudamos que la representación sea atendida i obtenga lo que de-
manda.
— 47 —
EL VERDADERO ORIJEN DEL FUEGO.
Señores editores:
En nombre de la empresa que tengo el honor de representar, me veo
en la necesidad de hacer una esposicion, esplieando al párrafo que, con
el título que encabeza estas líneas ha aparecido en la sección de he-
chos diversas de vuestro diario de hoi, i para desvanecerla alarma que
pudiera despertar en el público el rumor de que la esplosion del gas
hidrójeno en la Compañía fué la principal causa del incendio.
, En, ninguna parte de la iglesia que no estuviese separada de la con-
currencia por gruesas murallas habia cañerías de gas hidrójeno ni que-
madores que arrojasen luz. En la sacristía, en el corredor esterior i en
un cuarto privado del presbítero Ugarte habia quemadores de gas
hidrójeno, pero, como lo he dicho ya, todos esos lugares estaban ente-
ramente separados de la iglesia i entre las cañerías, que permanecieron
intactas, i la concurrencia habia cuando ménos alguna espesa muralla.
Los quemadores de la pieza del Señor Ugarte situado en el ángulo
S. E. de la iglesia i separados de las naves no habían sido encendidos
i tantos éstos como los demás, no han causado esplosion alguna.
El oríjen del rumor inverosímil i destituido de todo fundamento nace
sin duda del hecho de haber comprado el señor Ugarte a la empresa
del gas 1,200 globos pintados, que le sirvieron para formar lámparas i
arañas provicionales a que se dio luz no con gas hidrójeno, sino con
velas o parafina.
Abrigo la convicción de que si el señor Ugarte hubiese establecido
el alumbrado de gas hidrójeno en la iglesia, conforme a los planos que
le presentó en 1858, la horrible catástrofe del mártes último, no solo
no se habría realizado, sino que hubiera sido de todo punto imposible
el incendio de la iglesia.
Soi de Udes.
Eduardo Hanson, injeniero
DEMOLICION DE LA COMPAÑIA,
Que los restos de la iglesia de la Compañía sean arrasados hasta los
cimientos^ que con las erogaciones piadosas del vecindario se espar-
zan flores sobre ese recinto consagrado por el martirio de tantas vírje-
nes, de tantas castas esposas, de tantas matronas venerables— hé aquí
el deseo de cuantos lloran sobre la horrible catástrofe, de cuantos bus-
can en vano al ser querido que perdieron.
La iglesia de la Compañía, repitámoslo de nuevo, debe ser arrasada
hasta sus cimientos. Así lo exije el dolor público; así lo aconseja el
interés de la relijion; así lo quiere Dios. Hasta una lei del Estado así
lo manda también.
Cese de una vez para no revivir jamas ese loco misticismo que susth
i tuye él oropel de mundanos atavíos a las prácticas puras i sencillas del
culto cristiano. Dios, que quiere ser adorado en espíritu i en verdad, no
gusta de esos espectáculos brillantes que hablan a Los sentidos mas que
al corazón; ni puede tampoco recibir con agrado homenajes en que,
tocándose arrebato a los sentimientos relijiosos, se preparan hecatom-
bes horribles de víctimas humanas.
lío queremos hacer inculpaciones a nadie. Hai momentos en que el
alma apénas tiene aliento para jemir. ¿Ni a quién podríamos inculpar
tampoco? Culpables de ciega confianza hemos sido todos, así los que
prepararon o consintieron imprevisoriamente las causas del mal, como
los que no cuidaron de apartarse del peligro a que los arrastraba su
piedad.
Pero la lección era tremenda, i es menester que de una vez tomemos
nota de ella para restablcer el culto de Dios en su sencilla majestad,
en su prudente ejercicio.
El Santo Concilio de Trento ha querido hacer de cada parroquia el
centro de una comunidad cristiana; i por eso ha ordenado a los obispos
que no consagren un solo sacerdote sin asignarle una iglesia parroquial
en 'donde desempeñe todos lo# oficios de su ministerio. En vista de
esta prescripción canónica, ¿cómo podrémos esplicarnos ese empeñoso
afán de destruir la santa i conveniente federación de los cristianos,
apartándolos de su centro natural i concentrándolos en tumultuoso tro-
pel, merced al aliciente sistemado de un culto pomposo?
Echad la vista sobre nuestras parroquias i apénas encontrareis en
ellas otra cosa que las muestras de un triste desamparo.
Esa iglesia cuyas lujosas arquerías han servido de tumba a dos mil
de nuestros hermanos, era ya la única casa del Señor. Allí, i no en otra
parte, tenían que recibir las piadosas mujeres la absolución de sus cul-
pas; allí recibían también el pan eucarístico, i allí en fin estaban con-
centrados todos los oropeles que podían dar al culto material esplendor.
— 49 —
Es menester que todo esto no vuelva a aparecer. Dios no puede que-
rerlo, Dios no lo quiere ; i si es cierto que las grandes catástrofes que
que aflijen a la humanidad pueden mirarse como signos de la voluntad
divina, inclinemos la frente i creamos que seria impío reedificar la igle-
sia déla Compañía después de SU TERCEK INCENDIO.
Con asombro sabemos, sin embargo, que ese pensamiento encuentra
quien lo ampare. Un mal entendido celo relijioso, contra el cual pro-
testamos enérgicamente, aun cuando debamos respeto al móvil que lo
impulsa, ha salido al frente del voto universal que pide la demolición,
el arrasamiento del templo de la Compañía. ¿Será atendida por el go-
bierno esa estraña pretensioD? No lo tememos ni por un momento. Su
buen sentido, el clamor público, la lei misma no se lo permitirían.
Si, la lei, porque cuando el piadoso reí Carlos III dispuso por una
real cédula que se demoliese la Compañía, este supremo mandato no
pudo llevarse a efecto solo por la circunstancia de ser mui costosa su
ejecución. Hoi, ese inconveniente no subsiste, i la real cédula del mo-
narca católico, lei del Estado como es, debe cumplirse estrictamente, sin
dar oido a débiles condescendencias.
Confiemos en ello.
Se circulan voces que causan, con justicia, un marcado disgusto en
la mayoría de la población. Hai quien afirma que la Compañía será
reedificada, pues así lo quiere el metropolitano apoyado por dos de los
ministros.
¿Qué importaría el intentar semejante reedificación? Un reto al pais
que desde la primera hora ha dicho, en Santiago, en Valparaíso i donde
quiera que la noticia ha llegado: — ¡Que desaparezca la Compañía!
Que no quede piedra sobre piedra de ese templo perseguido por la fata-
lidad!
¿I una unanimidad igual no se respeta? Puede haber autoridad bas-
tante audaz para herir de frente el sentimiento público? Puede haber
corazones bastante desheredados de todo noble sentimiento para no de-
jarse conmover por el justo deseo de toda una sociedad? La madre que
llora a los ánjeles de su hogar, pide entre sollozos la demolición. El es-
poso abandonado, la exije también. Todos los dolores, todas las lágrimas,
todas las compasiones se reúnen en un mismo coro para rogar hoi por
la demolición i para imponerla mañana si es preciso. Intentar, después
de esto, la reconstrucción de la Compañía es un reto al dolor. Cui-
dado!
Es lamentable, en verdad, que ese cruel pensamiento venga, como se
asegura, de la clerecía chilena ; venga de donde solo debieran venir pa-
labras de conmiseración i de caridad. El sacerdote, no puede presentarse
altivo. i severo apadrinando un propósito que la. mayoría rechaza. Esto
no puede ser. Nos es imposible creer las versiones que a este respecto
se circulan. Oh! si tal fuera la realidad, la decepción seria de lo mas
completo.
7
— 50 —
¿Para qué se quiere reconstruir el templo de la Compañía? Será para
que las madres, los hijos, los esposos vayan a él a procurar descubrir
dónde cayó la hija, dónde la madre, dónde la hermana o dónde la espo-
sa? Será para que se gocen en hacer revivir con la imajinaeion aquel
cuadro desolador? ¿A qué hombre de sentimiento no horroriza tal idea?
Estamos verdaderamente asombrados de tener que insistir en la de-
molición de la Compañía. Nos pareeia que esto no necesitaba discu-
tirse, que bastaba sentir para exijir esa demolición.
Sin embargo, cuando vemos correr los dias i que nada se hace, prin-
cipiamos a dudar i a temer que la voluntad pública no se respete : im-
prudente i cruel debilidad seria ésta que comprometería gravemente a
nuestras autoridades. Es posible contrariar un deseo público ; pero, un
dolor público, jamas se contraria sin correr todos los riesgos de la te-
meridad.
Santiago aguarda que su palabra sea escuchada.
Rogamos al gobierno que la escuche.
(^Ferrocarril.)
Al mismo tiempo que un grito unánime de asombro i horror se eleva*
ba al cielo por la espantosa desgracia del 8 de diciembre, un clamor
profundo, unísono i jeneral se levantó de entre todos los pueblos pi-
diendo la demolición de las ruinas de la incendiada iglesia de la Com-
pañía.
El 9 de diciembre ya m reunian grupos considerables del vecindario
para arbitrar los medios de conseguir la realización de tan jeneral deseo,
i el 12 se ponia en manos del presidente de la República la siguiente
petición, suscrita por innumerables firmas.
Excmo señor:
El infausto acontecimiento que, en la tarde del ocho del actual, ha
cubierto de luto a Santiago i que sumirá en el dolor a la República en-
tera, reclama del gobierno de V. E. la inmediata adopción de una
medida que, borrando las huellas del martirio, consagre un monumento
de eterno recuerdo a la memoria de tanta víctima inocente. Tal es el
deseo de todo corazón chileno, i haciéndonos eco de este sentimiento
jeneral, ocurrimos a V. E. solicitando la cesión del terreno que ocupaba
el templo de la Compañía, para proceder desde luego i a nuestra costa
a su demolición, a fin de realizar aquel piadoso pensamiento*
Es incuestionable que la iglesia de la Compañía pertenece al Estado,
U pues, como de propiedad de la congregación de J esus, pasó a la Corona
desde laespulsion de los jesuitas de Chile. Es también incuestionable
que el Estado puede destinar el local que hoi ocupan sus escombros, a
un uso profano, por haber perdido aquel templo el carácter que le im-
primiera su congregación, desde que dos veces ha sido devorada por el
fuego la superficie interior de sus paredes, hasta el estremo de haber
— 51 —
sido necesario renovarla completamente al practicarse la última reedi-
ficación, quedando de consiguiente comprendida en uno de los casos de
execración reconocidos tanto por las leyes canónicas como por las ci-
viles. Pero aun cuando así no fuese, aun cuando hubiera motivos fun-
dados, no solo para dudar de la execración del destruido templo, sino
para creer subsistente su consagración, tal circunstancia en manera
alguna podria ser un impedimento canónico, respecto a la adopción de
la medida que solicitamos de Y. E.
Sabido es que en casos estremos i cuando el bien público lo reclama
así, todo objeto sagrado puede destinarse a un uso profano, a fin de
llenar necesidades apremiantes de la sociedad. En tales casos, aun es
lícita la fundición de vasos sagrados i su reducción a monedas, i en
conformidad a este principio, atendidas las circunstancias actuales i las
poderosas consideraciones de necesidad i conveniencia públicas que re-
claman la demolición de la Compañía, i que creemos innecesario rela-
cionar aquí por su evidencia i notoriedad, llenará V. E. un deber sa-
grado accediendo a nuestra petición.
Creyendo inoficioso cualquiera comentario o disertación sobre una
materia que se halla al alcance de todos, que está en la conciencia del
último ciudadano :
De V. E. esperamos se sirva hacernos la cesión que solicitamos con
el fin indicado, o si V. E. no se creyere con facultades bastantes para
ello, que, con la urjencia que el caso requiere, recabe V. E. del con-
greso nacional la competente autorización, permitiéndonos entre tanto
proceder a la demolición, para lo que no puede haber inconveniente por
parte del gobierno»
La municipalidad, reunida en sesión estraordinaria el mismo dia, i
compuesta del señor intendente de la provincia que la presidia, i de los
Alcaldes i Rejidores Sazié, Urzúa, Cifuentes, Dávila, Vijil, Ovaile,
Campillo, Lindsay, Guerrero, Tagle, García de la Huerta, Martinez,
Vidal, Izquierdo, Rodríguez i del Campo, aprobó el siguiente acuerdo
para trasmitirlo a S. E. el presidente de la República.
Excmo. señor :
La municipalidad de Santiago conmovida por el infausto aconteci-
miento que en la noche del 8 del actual ha sumido en el dolor a la Re-
pública entera, reunida en sesión estraordinaria, cree cumplir con uno
de los primeros i mas sagrados de sus deberes, al asociarse al sentimien-
to unánime del pueblo de Santiago, para pedir encarecidamente a V.
E. la inmediata demolición de los muros del templo de la Compañía,
encargando V. E. al cabildo la ejecución del trabajo.
La municipalidad, confiando altamente en el juicio recto de Y. E. no
vacila en creer que, haciendo justicia al sentimiento público unánime-
mente manifestado, se apresurará a satisfacerlo.
Esta manifestación de los votos de la corporación será presentada a
— 52 —
V. E. por una comisión de su seno nombrada especialmente con este
objeto.
La municipalidad aprovecha gustosa esta ocasión para reiterar a V.
E. las consideraciones de su adhesión i respeto.
Sala de sesiones, diciembre 12 de 1863.
Esta solicitud fué presentada por el rejidor don Ambrosio Rodrí-
guez i aceptada unánimemente por la corporación. La comisión nom-
brada para ponerla en manos de S. E. se compuso del señori ntendente
de la provincia i de los señores municipales Vidal, Dávila, Sazie i Gue-
rrero.
La prensa también se hizo el eco de la aspiración jeneral i pidió a
gritos la pronta demolición de las horrendas murallas, no por odio ni
venganza, sino para quitar de la vista del pueblo consternado el espan-
toso recuerdo de la catástrofe.
El dia 14 el presidente de la República nada había resuelto aun so-
bre la petición del pueblo ni sobre la de la municipalidad. Circulaba,
sin embargo, la voz de que el señor arzobispo de Santiago había ofi-
ciado al gobierno, comunicándole no tener inconveniente por su parte
para que se demoliese las ruinas del templo.
Un cartel habia corrido de mano en mano, en que se convidaba al
pueblo para reunirse a las tres de la tarde en la plazuela de la iglesia
de la Compañía para dirijirse de allí en masa al palacio de la Moneda
i pedirle accediese a las súplicas del vecindario i de la municipalidad.
• A las dos de la tarde cerca de dos mil personas llegaban por las ave-
nidas de la plazuela. En ese momento el gobierno tomaba su determi-
nación, permitiendo la demolición solicitada i encargando de ejecutarla
al Intendente de la provincia.
Colocado don Guillermo Matta en una de las ventanas del Consula-
do, peroró al pueblo en cortas palabras i leyó el decreto del Supremo
gobierno. El pueblo se dispersó al grito de ¡Viva el presidente de la
República!
Los telégrafos jugaban inmediatamente i comunicaron a la mayor
parte de la República el recien dictado decreto. En Valparaíso reinaba
una intensa ajitacion, que la lectura del telegrama covirtió momentá-
neamente en alegría. En el teatro de la Victoria se reunió el pueblo i
firmó una acción de gracias al gobierno. El primer nombre que figura
al pié de ese documento es el de un fraile de la Orden de agustinos de
esa ciudad.
DECRETO SUPREMO
QUE OKDENA LA DEMOLICION DE LAS RUINAS
DE LA COMPAÑIA.
s Santiago, diciembre 14 de 1863.
"Núm. 1383. — En vista^de lo espuesto en la nota que antecede, he
acordado i decreto :
Art. 1. ° Procédase a la demolición de las murallas del incendiado
templo de la Compañía;
Art. 2. ° Concédese un término de diez dias para la estraccion de
los cadáveres que están sepultados en dicho templo.
Anótese i comuniqúese. — Pérez. — Miguel María Güemes.»
El supremo gobierno ha cumplido un acto de justicia, que la opinión
pública acoje con respeto i que viene a calmar la ansiedad i el dolor de
los qne^ sufren. Si! los que hemos pedido i clamado por la destrucción
de las paredes siniestras que circundan el recinto de esa espantosa ho-
guera humana, la hemos pedido i clamado por humanidad, por relijion
i por veneración a todo cuanto es sagrado.
I qué! habria sido posible que, sobre los restos de esa hoguera, se
hubiera levantado el altar de la plegaria? Habria podido ésta salir de
los labios sin interrumpirse con un grito de desesperación? Imposible!
i tal cosa habria sido una verdadera impiedad.
El clamor público satisfecho, hora es también de que calle la voz de
los que pretenden hacer una cuestión de dogma relijioso, de lo que es
cuestión de sentimiento, de humanidad, de justicia i de veneración al re-
cuerdo de las desgraciadas víctimas. La verdadera relijion no exaspe-
ra la cólera, no ajita ni mueve las heces que destilan las pasiones, para
que la caridad se convierta en odio, la virtud en crimen i el amor al
prójimo en rencores i venganzas. La verdadera relijion une a todos en
el mismo abrazo divino, i no pone, en las manos ni en los lábios de
nadie, el arma alevosa! Caigan esos muros siniestros ; caigan esos ar-
cos insensibles, en cuyas hendiduras han resonado los jemidos dolorosos
de millares de víctimas! afuera esos ladrillos en cuya superficie se han
sacudido, desesperados, los cuerpos de tantos seres queridos! Que el sol
brillante, que la luz, esa mirada de Dios, justa, misericordiosa e igual
para todos, ilumine ese recinto execrado! que el aire lo purifique i que
nuestros corazones vean allí el altar de nuestros sentimientos!
Honor, pues, al gobierno que ha cumplido ese acto de justicia i de
humanidad.
54
EPISODIOS
Bit nmni belí compañía.
La puerta de la calle de la Bandera era sin disputa la que ofrecia un
espectáculo mas desgarrador. Tocaban las llamas al umbral, cuando se
vio aparecer un estranjero, inglés o norte- americano, que precipitándo-
se dentro de las llamas parecia buscar en ellas un objeto querido. Las
llamas lo abrasaron por todos sus miembros, la cabeza era un inmenso
volcan, i sin embargo el desgraciado atravesaba la iglesia como un fan-
tasma. En un momento se le vio tomar a una mujer entre sus brazos;
talvez la conducía a la salida cuando una columna de humo i fuego en-
volvió al intrépido salvador.
Jío se le vio aparecer mas. Había sucumbido víctima de sus nobles
sentimientos.
En la noche del sábado último notaron los concurrentes al templo
de la Compañía que al prender la media luna por donde principió el
incendio, se escapó una llamarada que estuvo a punto de prender fue-
go a los adornos que con tanta profusión se habían colocado en el altar
mayor. Afortunadamente el que la prendía con una lijereza estraordi-
naria logró apagar la llama, sofocándola con los faldones de su levita.
Yisto el peligro no se procedió mas en aquella noche a quemar la me-
dia luna. Ah! ¿Por qué no se hizo lo mismo en las noches sucesivas?
¿Por qué insistir después de tan fatal anuncio en prender una bujía
tan peligrosa?
Empero, según se nos asegura, a no haber sido aquel el oríjen del
incendio, no le habría faltado otros. Las cornisas del techo se hallaban
tan caldeadas inflamables por la proximidad en que se encontraban de
las mil bujías que las circundaban, que habría bastado la menor chispa
para causar el incendio. Prueba de esto es la rapidez asombrosa con
que el fuego se comunicó del altar mayor a toda la techumbre.
Saliendo por la puerta principal que cae a la plazuela, la venerable
señora doña Melchora Barriga, viuda de Echeverría, divisó a uno
de sus hijos, don Julio, de 15 a 18 años, que iba en su busca para sal-
varla. La señora con una sonrisa la mas tierna en que se retrataba
el dolor de su martirio i la felicidad de encontrar a uno de aquellos seres
mas queridos, tendió hácia el joven sus brazos, diciéndole : sálvame hijo
mió! El joven la toma, empieza a forcejear, i ya abrigábala esperan-
za de sacarla del hacinamiento en que se encontraba, cuando dos sóida-
dos con una fuerza extraordinaria lo toman i lo quitan talvez porque
veian en peligro su vida» El joven Julio vuelve nuevamente a tomar los
brazos de su madre para socorrerla: esperanza inútil! el agolpamien-
to de jente en aquella puerta se hacia instantáneamente mayor i la se-
ñora Barriga hubo de perderse para no ver una sola vez mas a ningu-
no de sus idolatrados hijos.
Una hora después pasaba en la casa de la señora Barriga una esce-
na la mas tierna i conmovedora. Sus cinco hijos, todos mui jóvenes,
habiendo perdido la esperanza de abrazar por una otra vez siquiera a
su idolatrada madre, se encontraban arrodillados en el patio elevando
a Dios las plegarias mas lastimeras i haciendo los votos mas fervien-
tes de venerar su memoria, cumpliendo todos sus consejos. La ofrenda
que en aquel momento tributaba el amor filial, era la mas digna i me-
recida,
En medio del mayor apuro, cuando las llamas lo invadian todo, un
hombre de blusa, probablemente artesano de profesión, consiguió con
otros romper un cuadro de la puerta de la derecha que da a la capilla
del buzón de la Vírjen, pero obtenido esto, se encontró con una gran
mesa i detras de ella la multitud de mujeres agrupadas, tendidas, enre-
dadas, unas sobre otras i no consiguiendo ni abrir enteramente la puer-
ta, ni separar la mesa, trepó sobre la ella i mediante a sus esfuerzos
soberanos, pudo salvar a cuatro o cinco personas, arrancándolas de la
masa que las aplastaba, pero enteramente desnudas, i ya desvanecidas
por la asfixia. Sentimos no haber podido averiguar el nombre de este
sujeto para recomendarlo.
En esta misma puerta fué salvada la señora Falcon de Garrido por
los esfuerzos de un oficial al parecer de jendarmes i del señor don J.
A. de T.
Una señorita Juana Covarrubias fué salvada allí mismo por el arte-
sano de que ántes hablamos, i por don I. A. de T. Este caballero pre-
so a su vez de cien manos que se apoderaron de él en esos momentos,
i cuando ya habia caido al suelo, fué libertado por unos cuantos jó-
venes del pueblo, según es de calcular por las blusas blancas de brin
que vestian.
Otro joven, guiado también por la enerjía i el entusiasmo de la con-
miseración, arrancó de la masa que todo lo absorbia para devorarlo des-
pués, a la señorita Rafaela Correa i Valdivieso, próxima ya a perecer.
Se cuenta de una niña, pero ignoramos su nombre, que después de
correr de un lado a otro de la iglesia i viendo que era imposible atrave-
— 56 —
sar por sobre los montones que obstruian todas las puertas, se asiló
debajo del asiento de un confesonario; allí se sentia ensordecida por la
grita i los dolorosos lamentos de los moribundos, oia caer la torre, las
campanas, i el sordo rumor de las cornisas que se desprendían. En esos
momentos trató de salir porque se ahogaba en su escondite i salió en
efecto, atravesando por medio del fuego de una atmósfera de llamas i
ganó las puertas, sin mas lesiones que el pelo chamuscado i pequeñas
quemaduras en los pies. Algunas horas después un delirio de fiebre
se apoderó de ella; la infeliz ha visto, ha oido todo, pero lo que le de-
sespera, lo que no puede olvidar es el silencio que se siguió a los la-
mentos : ese silencio, dice era la muerte, ella se creyó también sin vida
i no se da cuenta de los hechos sino como se recuerdan las pesadillas
de la calentura.
Un caballero ya sexajenario que se encontraba en una de las puer-
tas, vio en el interior a una joven que imploraba protección; condolido
se lanzó por entre el fuego i la tomó en sus hombros hasta ponerla enci-
ma de las víctimas que yacian amontonadas en la puerta, formando esa
muralla inespugnable que interrumpía la salvación de todos. La joven
como venia alzada en los hombros logró salvarse saltando por encima;
pero el pobre anciano, cansado con su pesada carga, no pudo salvar por
sobre la aglomeración de cadáveres i pereció víctima de su acto huma-
nitario.
Un muchacho, como de doce años, que se encontraba sobre una cor-
nisa próxima al techo encendiendo lámparas i notando que con el fue7
go se le habia cortado paso para bajarse, logró salvarse dejándose caer
por el cordel de una de las arañas.
Una sirviente del señor don Antonio Hurtado, única que salvó de
entre cinco personas que han perecido de esa casa, refiere : que ella
estaba colocada a la mitad de la iglesia, que no creyó que siguiera el
incendio, pero que cuando trató de salir ya las puertas estaban obstrui-
das ; que al ir de un punto al otro vio que gran número de personas
estaban acostadas en el suelo ; que otras caian sin decir una palabra,
que al fin no hubo otros rumores que en los grupos de las puertas. Es-
ta desgraciada dotada de una organización robusta, después de correr
aquí i allá, logró salir por la sacristía. Lo admirable es que no tiene
herida ni daño alguno en su cuerpo, habiendo sido una de las últimas
que se libró.
Un hecho análogo refiere una sirviente de la casa del jeneral Cam-
pino, lo que hace creer que la jeneralidad fué asfixiada por el humo i
que las llamas vinieron únicamente a devorar los cadáveres.
Un joven Hurtado i Barros, de 18 a 19 años, habia hecho esfuer-
zos sobrehumanos por escapar, pero inútilmente. Después de bregar
— 57 —
hasta el agotamiento de las fuerzas, se retiró hacia un ángulo del altar
de San Javier esperando la muerte. De repente oyó unos golpes en la
muralla inmediata i al primer trozo que cayó, se lanzó por el socabon
abierto donde pudo respirar el aire i escapar después. Por ese mismo
punto huyeron algunos.
Se refiere que gran número de las lámparas que iluminaban la iglesia
se alimentaban con gas líquido. Desprendidas de los techos derrama-
ban una estensa columna de fuego azul, que caia sobre los vestidos i
era imposible apagar. Así se comprende como al propio tiempo que el
techo se convertia en llamas, la concurrencia desde la puerta princi-
pal hasta el sitio de la cúpula tan solo ofrecia el aspecto de un lago de
fuego.
El único gas líquido que se espende en Santiago i Valparaiso es la
par afina o gas de carbón, líquido peligrosísimo en jeneral, sobre todo
en las grandes concurrencias. Los periódicos de los Estados-Unidos
repiten diariamente esplosiones terribles, muertes espantosas i acci-
dentes graves causados por la ruptura de lámparas de parafina.
Hai quienes aseguran que en el momento de la catástrofe alumbra-
ban la iglesia mas de quince mil luces. Otros rebajan el número hasta
siete mil.
Se puede calcular que entre lámparas de gas, lámparas de aceite i
velas encendidas, el altar mayor contenia no menos de tres mil llamas.
En cada una de las capillas laterales, incluyendo las pilastras ador-
nadas que miraban a la nave central, habia cuatrocientas luces.
Pendientes del techo entre lámparas de gas i arañas cubiertas con
velas de cera o de composición mas de dos mil.
Una cantidad inmensa de adornos de papel, cintas de seda, flores
de mano, trapos inflamables distribuidos en los altares, en las colum-
nas, en los techos i en las lámparas.
Ocho grandes altares de madera con lienzos pintados i la mole enor-
me del altar mayor.
Las torres de madera, la cúpula que recien se pintaba, los techos
cubiertos de pintura i perfectamente secos.
Muchos al contemplar una acumulación tan imprudente de materias
inflamables tuvieron miedo i presintiendo la desgracia se retiraron. Un
caballero Márquez de la Plata no habia llegado aun a su casa cuando
se le anunciaba la catástrofe.
Innumerables son los episodios conmovedores, las patéticas escenas,
los trájicos incidentes de aquella noche horrible i para siempre memo-
rable.
Un muchacho como de 16 años entró por la puerta del corredor de
la iglesia, como loco de ansiedad, a buscar a su anciana madre, como de
8
— 58 —
60 años de edad. Eran como las ocho de la noche. Un laberinto de
hombres que forcejeaban por sacar mujeres, i de personas casi exánimes
que pugnaban por salir de la hoguera i por desprenderse de las llamas
que las abrumaban, se presentó a la vista de aquel desgraciado mucha-
cho. Llevaba éste un saco o bolsa en la mano. Yer i abalanzarse a su
madre fué to<jlo uno ; pero estaba achicharrada. Sin embargo, así en
ese estado guarda su sagrado depósito en la bolsa i echándosela a la es-
palda sale para afuera. Es detenido por uno o varios soldados que le
dicen que no puede llevarse una persona muerta. — ¡Es mi madre! dice
el muchacho angustiado. — No puede salir ; deje eso ahí, le dicen los
soldados. Insistió el desgraciado hijo con tanto ardor i tanta enerjía
que hubieron de dejarle salir libremente. I así pudo salir con su saco i
llevárselo a su casa. Este cuadro patético consternó grandemente a los
que lo presenciaron.
Otro hombre en aquel mismo lugar de la precedente escena no
fué tan feliz como el anterior, porque al querer llevarse en peso a su
esposa ya cadáver, se lo estorbaron firmemente. En vano esclamaba
con el acento mas dolorido que. desgarraba el corazón de los que le
oyeron : — ¡Por Dios! Déjenme. [El último día que vengo, a ver mi mu-
jer! ¿Por qué me la quitan?
Una niña de veinte i tantos años que tuvo la suerte de salvar
milagrosamente del foco de la apretura i del fuego, refiere que se
vio rodeada de un montón de jente que no le permitían dar un paso.
Cayó una lamparilla de aceite sobre su cabeza i espaldas que empeza-
ron a quemarse. Haciendo entonces un esfuerzo sobrenatural, logra
desasirse del pelo que la envolvía, i trata de salir, pero se ve retenida
por la crinolina ; forceja por arrancársela i al fin lo consigue. Dio al-
gunos pasos i la tomaron de los pies ; pero las manos que los tenian
asidos se quedaron con los zapatos de ella. Echó a andar (correr era
imposible)]por entre el fuego i por fin se vio salva fuera de la sacristía.
Otra señora, doña Jertrudis Sierra, se desató la crinolina i se la
quitó, i al ponerse en salva par, este arbitrio dio su manto a otra que
se salvaba pero enteramente, desnuda.
En los momentos de principiar el incendio algunas damas devotas
creyeron que aquello no seria de consecuencia i que era mejor no
moverse, en lugar de apresurarse a salir con tiempo, Una de ellas fué
la señora doña T** L. de I. Su hija la señorita C** que salvó de
aquella horrible hecatombe la instó para salir pronto. "No, la dijo la
respetable señora : quedémonos ; no pierdas tu lugar." Redobló sus
instancias la joven con desesperación. Al redoblarse el púnico i la con^
— 59 —
fusión i a la creciente invasión del fuego abrasador, vino la señora a
tratar de salir, conociendo el peligro que corría. Ya la hija, separada de
su madre por otras mujeres, se habia dado prisa a ponerse en salvo,
lo que consiguió, no sabemos si por la puerta de la sacristía. Pero para
la señora L** ya era tarde : la multitud le obstruia el paso en los mo-
mentos en que el fuego aun no habia invadido todos los ámbitos del
templo. Cuando pugnaba en vano por salir viendo ya la muerte, en ese
supremo instante alcanzó a ver a su hijo don L** I** que por salvarla
habia ido allí. La señora murió sofocada.
Un joven que en aquellos momentos de confusión fué a sacar por
una de las puertas de la iglesia a las mujeres que querían salir i no
podían, tomó a una de la mano. Al instante se le aferraron del levita
otras que luchaban con la muerte. Tuvo que soltar aquella mano i
quitarse pronto el levita para salvar la vida.
Otro (un oficial, según dicen), fué a hacer lo mismo que el an-
terior: queriendo sacar a una sola mujer, se asieron de sus brazos
unas seis mujeres que no quisieron soltarlo, por mas que él trató de
desprenderse. Arrastrado por las de adentro, se creyó perdido irremi-
siblemente,— "¡Favorézcanme, favorézcanme! gritaba aterrado i con
las ansias de la muerte, dirijiéndose a los de afuera que esto presen-
ciaban; pero fué inútil tanto clamor, pues los de afuera no se atre-
vieron a favorecerlo por no perecer también víctimas de su buen co-
razón.
Otro individuo que se encontró retenido por las almas de aquel
horroroso purgatorio, tuvo que repartir bofetones con una mano libre
a las manos que lo tenían asido ; solo por este medio escapó de la muerte.
Refieren que una viejita de 60 a 70 años que estaba en medio de
la iglesia cuando sobrevino el incendio, se subió al altar de San Luis;
desde allí saltó sobre un montón de mujeres caídas que obstruia la
puerta, i pasando lo mas lijero que pudo por encima de ellas, dio un
salto al corredor se puso en salvo.
Cuentan de una animosa señorita Orella que, habiendo logrado
escapar del incendio, suplicó encarecidamente a varios hombres fuesen
a tal punto a sacarle a su madre i hermanas; se negaron aquellos por
el inminente peligro que corrían. Echóles la señorita en cara su co-
bardía, su falta de compasión, i viendo que era inútil toda súplica, se
precipitó ella misma al lugar de la iglesia donde habia dejado a sus
parientes i sacó a su madre.
— 60 —
Arrostrando todo peligro e impelido por el amor i la compasión,
arrojóse un joven que conocemos a salvar la vida de una madre i de
su hija, de la cual él estaba apasionado. Logró tomarlas de entre las
que luchaban por salir ; mas a los pocos pasos le arrebataron a la niña
las medio asfixiadas, i dejáronle solo con la madre a quien trajo a
puerto de salvación. La niña tuvo que perecer, viendo el intrépido
joven premiada a medias tan heroica acción.
Cada uno narra una escena a cual mas triste, de la que ha sido
testigo presencial, o de oidas, o actor en ella. Uno de estos nos refiere
que un viejito vio desde afuera a su hija que le llamaba en su socorro
con la ansiedad de la muerte. Precipitóse a salvarla. La tomó i venia
trayéndola en hombros para la puerta cuando se halló detenido por una
apiñada multitud de mujeres agolpadas, que le cierran el paso. La niña
se salvó pasando por encima del pelotón de mujeres, i el anciano padre
que fué a socorrerla, pereció envuelto por los mantos i crinolinas.
Un caballero dio unos pocos pasos del dintel de una puerta de la
iglesia, tan pronto como reconoció lo cerca que estaba allí su mujer
para salvarla. La tomó i envolvió no sabemos si con la alfombra, i
se la echó al hombro. ¡Oh fatalidad! La que habia salvado no era su
esposa idolatrada: era una sirviente estraña.
El que esto escribe vió en la plazuela de la Compañía a un estran-
jero, fuera de sí, lleno de desesperación, luchar contra varios amigos
que le contenian, pues estaba decidido a precipitarse al templo incen-
diado a ver a su mujer, cuyo nombre repetia con el acento mas aterran-
te i desgarrador.
En la mañana de aquella noche fatal habian comulgado en la mis-
ma iglesia unas dos mil quinientas personas, según dicen. Es natu-
ral creer que la mayor parte de las víctimas de la catástrofe, si no to-
das, murieron en gracia de Dios. No obstante, en los momentos del
incendio, el presbítero Huberdault se acercó a las puertas de la iglesia
corriendo algún peligro, i dio su absolución a las desgraciadas que
adentro de la iglesia perecían en medio de las voraces llamas.
La mayor parte de la jente se ha quemado en la iglesia después de
asfixiada.
Todo el mundo apoya con entusiasmo i por un espíritu humanita-
rio la idea de la pronta demolición del templo de la Compañía. Nadie
dejará de estar inquieto con razón hasta que no se derriben desde sus
— 61 —
cimientos las ruinosas murallas de esa iglesia. Con este objeto desde
ayer tarde (10) se buscan suscriciones i firmas para una acta en que se
propone solicitar del gobierno el terreno que ocupaba la iglesia i la
destrucción de sus muros, para formar allí un jardin, en cuyo centro
se ele varia un monumento de mármol, como el único espiatorio i
que represente a las edades venideras el profundo dolor que nos agovia
i recuerde la mas horrible de las catástrofes. Pero se oponen a ello
algunos miembros de clero, porque dicen que ese sitio ha sido ocupado
por un templo consagrado, i que por lo tanto, no debe profanarse, i
porque el clero necesita una iglesia propia.
Desde luego las murallas de este templo están ruinosas, i habiendo
resistido a tres incendios, uno en la época de dominación de los jesuítas,
otro en 1841 i otro el 8 del presente, no es posible ni conveniente ni
humanitario que vuelva a reedificarse sobre esos muros. La parte de
ellos que da a la calle de la Bandera amenaza desplomarse hacia aden-
tro. Otro templo en ese mismo terreno i dentro de esas murallas seria
no solo un peligro evidente de otra catástrofe como la que llora-
mos amargamente, sino también una constante amenaza de destruc-
ción contra los edificios contiguos del Congreso, del Museo i Bi-
blioteca Nacionales, i de la manzana entera dentro de la cual está la
Catedral, los cuales el 8 del presente han salvado milagrosamente. No
es posible esponerse a nuevos i mayores males con la reedificación de
ese templo.
El clero puede tener su iglesia en cualquier otro sitio distante. El
Estado puede cederle para ello un sitio especial. I el templo que el
clero construya debe estar rodeado de puertas casi por todas partes como
los ele Europa, como el nuevo de la Recoleta Dominicana, sostenidos
solo por firmes columnas de hierro. De este modo se da libre acceso a
la multitud que en los momentos angustiosos de un terremoto o de un
incendio voraz i repentino se agolpa despavorida a las puertas del
templo.
Los templos que en adelante se construyan deben consultar esa
medida salvadora, i tanto ellos como los existentes deben tener cada
uno sus bombas dispuestas para cualquier caso de incendio de altar.
Esto lo aconsejan la esperiencia, el buen sentido, la humanidad.
De las dos mil personas que se calcula han dejado de existir has-
ta hoi, mas de 600 pertenecen a familias decentes, conocidas i aco-
modadas. El número de las sirvientes, lo repetimos, es incalculable.
Lo mas sensible es que han sucumbido cabalmente las mas buenas, las
mas virtuosas, las mas fieles i amantes, las que contaban desde ocho a
diez años hasta cuarenta i mas años de servicio i de fidelidad a unos
mismos patrones. Esto ha ocasionado u/ua gran carencia de domésticas,
de lavanderas, etc.
— 62 —
Todavía quedan algunos cadáveres en el templo incendiado, apesar
de haber sacado ayer mil doscientos i tantos en carretones i carretas.
Continúan las escavaciones. Trasciende a mucha distancia del sitio del
desastre el mal olor de los cadáveres, i principalmente de la grasa
de cuerpos humanos que dejaron allí las personas quemadas. Han sido
encontrados muchos relojes, anillos i pendientes que han sido devueltos
a las respectivas familias.
En las grandes desgracias que de t?rdé en tarde han aflijido a la
humanidad se ha observado coincidencias aterrantes.
Cinco años de existencia contaba la hermandad de las hijas de Ma-
ría. Al terminar de cada año se celebraba una comunión jeneral, des-
pués de la que se repartían papeles con la imájen de la Vírjen i algunos
versos al pié. Los papeles llevaban este título : Recuerdo de la primera
comunión jeneral, Recuerdo de la segunda comunión jeneral, etc. El co-
rrespondiente al año de 1862 llevaba el título de Recuerdo de la cuarta
comunión de las hijas de María. Al del presente año correspondía el
número quinto.
Tenemos a la vista el papel repartido en el mismo dia de la desgra-
cia. Su título es: Recuerdo de la ultima comunión jeneral de las hijas
de María en el año de 1863.
Las infelices hijas de María habiañ sido convidadas con instancia
para asistir la noche del mártes. El presbítero ligarte les habia dicho
tenia que anunciarles un gran secreto.
Hasta ayer a la tarde, se habían dado por la Intendencia siete órdenes
para el inventario de los muebles i útiles de siete casas que han que-
dado enteramente deshabitadas por el fallecimiento de sus respectivos
dueños en la catástrofe del mártes.
Entre los hechos mas notables acaecidos en la Compañía, se men-
ciona el de una señorita Verdugo, la cual en medio del asombro jene-
ral apareció sobre las murallas incendiadas i se arrojó desde allí al
suelo, cayendo felizmente viva i sin grandes lesiones. jNo pudiendo
salir por las puertas, trepó por un altar, ganó las cornisas i de allí no
sabemos como trepó sobre los muros. Si este suceso no hubiera tenido
quinientos testigos seriamos los primeros en negarlo redondamente,
pero un pueblo entero lo ha presenciado i nos sirve de garantía.
La fosa común en que van a sepultarse las víctimas del incendio con-
tiene veinticinco varas en cuadro i se ocupan en cavarla cerca de dos-
cientos hombres. Para neutralizar el hedor de la putrefacción, se ha
arrojado a las masas de cadáveres gran cantidad de cloruro de cal i
otras materias que disminuyan los miasmas.
— 63 —
Solo siete personas han podido ser reconocidas por sus deudos i esto
mas como hipótesis que como realidad ; tristísimo consuelo que ni aun
ha sido dado a tanta amargura! Varios hermanos i parientes de la se-
ñora Larrain de Irarrázabal han trabajado todo el dia de ayer en el
cementerio buscando su cadáver, pero en vano ; han reconocido unas
tras otras todas esas osamentas, interrogado a todos los signos, pero
lo repetimos, todo en balde. La fosa común, la madre tierra será su
lecho, separada de la hija querida que murió junto con ella.
Para aumentar aun mas si esto es posible las desesperantes escenas
del mártes, nos refieren haberse encontrado al lado de sus madres cria-
turas recien nacidas, fetos informes condenados a la muerte ántes de
nacer! Porvenir de la patria! esperanza! todo, ha caido ahí al soplo de
las llamas i encendidas por la ignorancia, por la locura, adueñadas de
nuestras familias!
Se creyó haber reconocido en la Compañía el cadáver de la otra de
las señoritas Lecaros fallecidas, la misma juventud, un lindísimo ros-
tro de quince años, una cabellera dorada como la de los ánjeles ; pero
por desgracia los jirones que aun la cubrían, no eran los de la niña
que con tanto anhelo se buscaba. Los ánjeles se asemejan entre sí.
— 64 —
LOS AMERICANOS DEL NORTE
EN EL INCENDIO DE LA COMPAÑIA.
No en vano se reconcilian los pueblos i se aman. No en vano dan
las sociedades hospitalidad jenerosa a las almas buenas i a los corazones
elevados. Hai horas solemnes en que la mano de Dios se encarga de
poner en evidencia esos nobles vínculos de la fraternidad ; i esa hora
es la que todos hemos visto llegar, en las gradas candentes del templo
de la Compañía, para nuestros hermanos los ciudadanos de la libre
i magnánima Union del Norte, en la noche horrible del 8 de diciembre
de 1863!
Hace mui pocos años que el nombre de americanos del Norte era en-
tre nosotros solo un recelo, una antipatía o una amanaza. Pero puesta
en claro la cuestión del filibusterismo que tenia su guarida entre los
esclavócratas del Sur, i que solo encontraba reprobación i oprobio en
los Estados libres del Norte, la reacción de la justicia comenzó a
operarse en los ánimos. I Guando vimos a esa nación del Norte levan-
tarse como un solo hombre para ir a reprimir la audacia de los ampa-
radores de Guillermo Walker i de los sacrificadores de J ohn Brown,
esa reacción se convirtió en una sincera simpatía, que las victorias de
la Union han fortificado tanto como sus reveses.
Tal conducta nuestra ha encontrado la mas cordial reciprocidad de
parte de los americanos del Norte residentes entre nosotros. Su repre-
sentante, el digno, el cortes i popular Tomas H. Nelson, se ha puesto
el primero en medio del pueblo chileno, participando de todas sus fes-
tividades nacionales i asociaciones públicas, haciéndonos oir su elocuen-
te palabra no solo en los despachos oficiales que dirije a su gobierno,
sino en todas las arengas que nos ha hecho escuchar en los banquetes
populares. La conducta del Sr. Meiggs, especialmente para con el pue-
blo trabajador i las clases indij entes, "es demasiado conocida para que
lo recordemos aquí como un elqjio así como la de que, a ejemplo suyo,
han usado todos sus subalternos. Recordemos solo que al entusiasmo
de uno de ellos se debe la erección del monumento espiatorio de Ma-
nuel Rodríguez, en la quebrada de Tiltil i la suntuosa fiesta popular
con que se inauguró."
Pero la cordialidad de los americanos i de los chilenos no debia mani-
festarse solo al libar de las copas en los alegres festines. Llegó la hora
de la catástrofe, i ellos fueron entre los mas apresurados en venir a
ofrecer el ausilio jeneroso de sus fuerzas i de su abnegación.
De los primeros en llegar a las puertas de la Compañía, devoradas
ya por el fuego, fueron precisamente el Sr. Nelson i el cónsul de
Estados-Unidos en Valparaíso, Mr. Silvey, que residiendo en la in-
mediata vecindad del templo, trabajaron personalmente desde el prin-
cipio, esponiendo sus propias vidas para salvar algunas víctimas. Otro
— 65 —
tanto hicieron los Sres. Meiggs, Keitli i algunos ex-empleados del
ferrocarril de Valparaíso que en esa hora estaban reunidos en casa del
primero, calle de Duarte, dos tercios de milla distante del sitio de la
catástrofe. Nosotros mismos encontramos a los señores Meiggs i Keith
en esa terrible noche con el rostro deshecho, los vestidos desgarrados,
empapados de agua i con voz enronquecida hasta no poder hablar ; i
habiendo preguntado al primero si creia que habian muerto algunas
personas dentro del templo, nos contestó con una voz que nos heló la
sangre Thousands (Miles!) Ai? Era uno de los pocos, el único quizá que
no se habia equivocado en aquella angustiosa hora de indescribible con-
fusión! Nos aseguran que el Sr. Meiggs se hacia empapar de propó-
sito para entrar al medio de las llamas. Esto no es solo humanidad :
es heroismo!
Por dicha nuestra, estos sentimientos no son solo la espresion de un
aprecio individual. Los dos documentos públicos que vamos a consig-
nar en seguida, i para cuya publicación hemos sido autorizados por el
ministro del ramo, ponen en alto relieve todo cuanto hemos dicho sobre
la confraternidad de ámbos pueblos.
Puedan esas elocuentes piezas i estas débile» líneas llevar a los ciu-
dadanos de la Union, no solo en Chile, sino en el universo entero, la
espresion de la gratitud profunda que por su noble conducta les deben
los chilenos.
Los documentos dicen así :
"Santiago de Chile, diciembre 11 de 1863.
ec A S. E. el secretario de R. E. de la República.
"Señor:
"Tengo el honor de dirijirme a V. E. para espresarle en nombre de
los ciudadanos americanos residentes en Chile i en el mió propio
nuestro profundo i vivo resentimiento por la terrible desgracia que en
la tarde del martes último sobrevino a esta ciudad, trayendo la desola-
ción i el dolor al seno de tantas familias, i el duelo a los corazones de to-
da la comunidad.
"El gobierno i el pueblo a quienes represento se sentirán sobrecoji-
dos del mas profundo pesar cuando reciban esta triste noticia. Una
calamidad tan aterrante i horrible no tiene igual en la historia del
mundo.
"Plegué a Aquel que guarece del viento al cordero esquilado dig-
narse consolar a los desamparados i aflijidos, i esta tremenda dispensa-
ción de su providencia recuérdenos en todo momento la instabilidad
de la vida i la necesidad de hallarnos siempre preparados para acudir
a su llamamiento,
9
— 66 —
"Tengo el honor de reiterar a V. E. las seguridades de la mas alta
consideración i respeto, quedando de V. E.
"Obsecuente servidor.
"Thomas JET. Nelson."
"Santiago, diciembre 12 de 1863.
"He tenido el honor de recibir la nota que US. se ha servido diri-
girme ayer para significarme el profundo sentimiento causado en el
ánimo de US. i en el de sus conciudadanos residentes en Chile por la
terrible desgracia acaecida en esta ciudad el mártes 8 del que rije, la
cual ha llevado el dolor al seno de numerosas familias i ha cubierto de
luto a toda la población. Así mismo me manifiesta US. que el go*
bierno i pueblo a quienes US. representa, esperimentarán el mas vivo
pesar cuando reciban la noticia de esta catástrofe, i concluye US. es-»
presándome sus votos porque el Señor conceda consuelo a los aflijidos
i desamparados, i haga que todos considerando la instabilidad de la vi-
da, estén siempre preparados para obedecer a los decretos de la Pro-
videncia.
"Mi gobierno se ha instruido con viva gratitud de lo que dejo es-
puesto, i ha encontrado en la comunicación de US. al mismo tiempo
que un alivio al dolor con que ha sido aflijido por esta calamidad pú-
blica, una nueva prueba de los fraternales sentimientos que animan a
US. i a sus dignos compatriotas en favor de nuestra República. Los
jenerosos i activos esfuerzos que US. i ellos desplegaron el mártes por
salvar a las interesantes víctimas del espantoso incendio, habían ya em-
peñado la gratitud de mi gobierno, la cual se ha reavivado con la pre-
sente manifestación.
"Al comunicar a US. lo que precede, cumplo con un especial encar-
go de S. E. el presidente de la República para asegurar al honora-
ble representante i a los ciudadanos de los Estados-Unidos que han to-
mado parte en nuestro público duelo, que la noble conducta observa-
da por ellos en tan triste ocasión, será recordada siempre con reconoci-
miento por el pueblo i gobierno chilenos.
"Sírvase US. aceptar la espresióh de los sentimientos de mi mas
distinguida consideración i aprecio, con que soi de US.
"A i S. S.
"Manuel A. Tocomah.
«Al señor Encargado de Negocios i Ministro Plenipotenciario de los Estados-Uni-
dos de Norte- América.?'
— 67 —
A LA JUNTA CENTRAL DE SOCORROS PARA LOS HUERFANOS I
DESVALIDOS.
Señores :
Los infrascritos, nombrados para recabar de los ciudadanos de los
Estados-Unidos, residentes en ésta, una suscricion a favor de los infe-
lices que se quedaron desamparados por la muerte de sus protectores
naturales, en la espantosa catástrofe del 8 del presente, habiendo de-
sempeñado el cargo que se les confirió, tienen el honor de incluir a
Udes. una 'nómina de los erogantes i de remitir con la presente la suma
de dos mil ochocientos i cincuenta i cuatro pesos, monto de dicha sus-
cricion.
Esperando que pueda en algo aliviar las desgracias de los huérfanos
desamparados i desvalido*:, son de Udes. — Atentos seguros servidores.
Enrique Meiggs.— -Jas. B. Ilill.—E. C. Du Bois.
Thomas H. Nelson , 100
Carlos S. Rand ............ 100
Abner I. Pearce, . „ 6 ..... 100
Luis Ruavephus..., 100
Juan A. Baanard 100
Edward Koíie , 100
Charles C. Greene 100
Alois Feigelstock 100
Jesse L. Wetmore 100
John L. Thorndike M 100
John Campbell 100
Gustavus Ames 100
Clack Hotíister 100
Edward-B. Candee 100
Benjamín T. Mahan 100
James Me. Gilí 100
Thomas Braniff p. p 100
Charles T. Hillman , 100
Al/rente....,, 1,80Q
Del frente .1,800
ílenry M. Keith 100
John G. Meiggs 100
ManfredB. Meiggs 100
Hcnry H. Meiggs 100
Minor K. Meiggs 100
Tannie K. Meiggs 100
Edward C. Du Bois 100
Joseph B. HilU 100
Henry Meiggs 100
W. H. Lum.T 20
W. H.Cilley. 20
Daniel Baldwin ..... 20
Carlos F. Pearce.... 20
George Cotton 20
A. Andrews. 20
B. R. Robrason..... ....... 20
David P. Thayer. 4
Ps. 2,844
GOBIERNO DE LA DIOCESIS.
ARZOBISPADO DE SANTIAGO DE CHILE.
Santiago, diciembre 10 de 1863.
La amargura del dolor profundo que ha causado en los ánimos de
todo el vecindario de toda esta ciudad la desventurada catástrofe del
ocho del que rije, no debe hacernos olvidar que, entre las víctimas de
las llamas del abrasador incendio, a las que solo podemos aliviar con
nuestros sufrajios, las hai que necesitan otro jénero de socorros. Muchas
— 68 —
de las que perecieron eran madres de familia que kan dejado en la or-
fandad i duelo criaturas desventuradas i desvalidas que pendian de
ellas, a las que es forzoso alargar una mano caritativa. Conviene, sin
embargo, asegurarse por los medios posibles, que a las verdaderas de-
samparadas no se junten otras que no lo son ; así mismo que solo se
acuda a la caridad pública en cuanto baste para el remedio del mal
efectivo i real. Al efecto, hemos creído encargar a Udes. que, cercio-
rándose primero del número i circunstancias de las desamparadas, soli-
citen las limosnas suficientes i adopten los socorros a la clase de nece-
sidad de cada una. Prevenimos a Udes. que conviene el que asocien
a Udes. algunos otros vecinos, i desde luego les anunciamos que espon-
táneamente han venido a ofrecernos sus servicios clon J avier Zañartu i
don Joaquin Blest Gana. — Dios guarde a Ud. — Rafael Valentín,
arzobispo de Santiago.
Al señor prebendado doctor don José Manuel Orrego i presbítero don Javier Lazo.
Santiago, diciembre 17 de 1863.
Es necesario dejar constancia en los libros parroquiales del falleci-
miento de las personas que desgraciadamente sucumbieron en el incen-
dio de la iglesia déla Compañía, el 8 del que rije, para que haya como
acreditar a los que les interesa hacerlo, la verdad de dicho fallecimiento.
Natural es que el dolor i consternación de los deudos interesados no les
haya dejado advertir el daño que puede ocasionarles la omisión del
asiento de la respectiva partida, i que por esta razón hayan dejado
de ocurrir a Ud. para dar el correspondiente aviso, por lo mismo
es preciso suplir la falta procurando Ud. amonestar en el púlpito, en la
misa parroquial i en todas las ocasiones que mas convenga, a todos sus
feligreses que tengan deudos o allegados entre los finados para que
acudan a acreditar la muerte i dar los datos necesarios para el asiento de
la partida. También podrá Ud. valerse de las listas de nombres de los
fallecidos que se han publicado para llamar a los que sean omisos en
ocurrir por sí a solicitar el asiento de la partida. Sobre todo, conviene
que Ud. con los demás curas rectores, se pongan de acuerdo para espe-
dirse con mas facilidad en el negocio.
Conviene que en la partida se haga mención de que el fallecimiento
aconteció en el arriba citado incendio, i que se haga distinción entre los
casos en que haya certidumbre de la muerte de la persona a quien se
refiere la partida, i aquellos en que apenas hai probabilidad del hecho
sin pruebas ciertas exhibidas por los que solicitan el asiento ; valiéndo-
le, respecto de las primeras, en la redacción de la partida de palabras
terminantemente afirmativas, i para las segundas, espresando que se
dice o que tal persona asegura que falleció en dicho incendio aquel cu-
yo fallecimiento es objeto de la partida. — 'Dios guarde a Ud.— Rafael
Valentín, arzobispo de Santiago.
SOCORRO A LOS HBÉRFASVOS I DESVALIDOS.
Acta levantada en la reunión que tuvo lugar en el Conserva-
torio de Música.
Santiago, diciembre 13 de 1863.
Los vecinos de Santiago que suscriben, reunidos con el objeto de ar-
bitrar fondos para socorrer a los huérfanos i desvalidos que ha dejado
la horrenda catástrofe del 8 del present e, acuerdan lo siguiente :
1. ° Se nombra una comisión compuesta de los señores
Don Rafael Larrain. Don Manuel Renjifo.
„ Alejandro Vial. „ Ramón Picarte.
„ Mariano E. Sánchez. „ Guillermo Matta.
„ Alejandro Abasólo.
Esta comisión podrá aumentarse por las personas nombradas hasta el
número 15.
2. ° La comisión nombrada arbitrará todos los medios conducentes a
reunir las erogaciones voluntarias en favor de los desgraciados, nom-
brando comisionados que colecten los fondos en todos los puntos de la
población, designando aquellos en que pueden depositarse esos fondos.
3. ° La comisión se entenderá por medio de alguno de sus miembros
con las comisiones que en los demás puntos de la República se reúnan
con el mismo objeto i percibirá los fondos que se le remitan.
4. ° La comisión, por sí o por medio de comisionados, tomará conoci-
miento de todos los huérfanos i desvalidos que deban socorrerse i dis-
tribuirá entre todos ellos los fondos colectados, tomando en cuenta la
gravedad de su desgracia i la estension de sus necesidades.
5. ° La comisión cuidará de hacer publicar en los diarios los nombres
de los erogantes i los de las personas socorridas, esceptuando entre
éstas las que lo soliciten con justo motivo.
Adicional. — Por aclamación queda nombrado miembro de la comi-
sión don Enrique Meiggs; i don Francisco de Paula Taforó, por indi-
cación de algunos.
Mariano E. Sánchez.
Rafael Larrain.
Enrique Meiggs.
Ramón Picarte.
Alejandro Abasólo.
Guillermo Matta.
Alejandro Vial.
Francisco de P. Taforó.
José R. Echeverría.
Manuel Ovalle.
José T. Muñoz.
José A. Pena i Lillo.
José B. Oyarzun.
Francisco Cuadra.
Luis Valdez.
Donato Morel.
Segundino Rivero.
Salustio Carmona.
Manuel Domínguez.
Francisco A. Figueroa.
— 70 —
Wenceslao Vidal.
J. Miguel Gacltúa.
Enrique Waiteih.
A. Andreus.
Francisco P. Leizeca.
Wetmon.
Juan E. Smith.
Juan Sanfuentes.
T. lx. Armstrong.
Francisco Somarriba.
Luis Echaiz.
César Zegers.
Luis Muñoz.
H. Cuadra.
Rafael Garmendia.
Kuperto Solar.
M. R. Infante.
Andrés Edén Ennis.
Juan José Aracena.
Nicolás Luco.
Domingo Lagunas.
Juan Francisco Ramírez.
Ramón Errázuriz.
E. M. de Santa Olalla.
Roberto Souper.
Pedro Allende?!. *
Guillermo Blest.
D. Munita Infante.
Luis Arteaga Ugarte.
Guillermo A. Gonzales.
José Ignacio Sotomayor.
David Montt.
José Agustín Infante.
Manuel Puerta de Vera.
Wenceslao Gómez.
Ezequiel Guevara.
Demetrio Vildósola.
.Benigno Herrera.
A. Castro Cienfuegos.
Guillermo E. Rodríguez.
Federico Palomera.
Antonio Brieba.
Pedro Félix Rodríguez,
Nicolás Yávar.
Rafael Carrasco.
Juan S. Ugarte.
Félix Bank,
José María Farias.
Francisco Prats.
Manuel A. Larrain.
José G. Palma.
En el acto se levantó una suscricion que dio este resultado
Mariano Elias Sánchez 200
José Rafael Echeverría 300
Rafael Garmendia 100
David Montt, o 20
Rafael Carrasco 20
G. Du-Bord 20
M. R. Infante «... 10
J. S. L abarca 10
Nicolás Yávar ............ 10
Wenceslao Gómez............. 10
Francisco de P. Taforó 10
Juan B. Stappél.... 10
Pedro Vidal 10
Manuel A. Matta * 10
E. Darnay i Ca 10
F. Banfi 10
Manuel Puerta de Vera 10
Guillermo Blest 10
Agustin Prieto ... 10
Francisco Rojas Salamanca 10
José S. Sotomayor ... .... 30
Segundino Rivero ; 5
N. N , 5
Francisco Toledo 5
Pedro F. Rodríguez 5
Manuel Ramón Bascuíian
José Miguel Gacítua Verdugo .
Luis Muñoz.....
J. A. Tiska
D. Lagunas
Adolfo Castro Cienfuegos
Francisco Vidal
Claudio Prieto .
Francisco Pérez
Pedro Allende..........
Eujenio Ortúzar
Enrique M. de Santa Olalla....
Manuel Puerta de Vera
Nicolás Luco ,
César Zegers „«
Ruperto Solar
Baltazar Reyes
Francisco Aris
Paulino López
Pedro Fernandez
Demetrio Vildósola , ,.
Miguel J. Bravo
Francisco Gandarillas
Víctor Castro ,
Hilarión Cuadra.
5
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
4
2
2
2
2
2
2
2
2
2
2
2
2
Joaquín Castro..
Juan Sanfuentes ............
Juan T. Smith i
Emilio Concha
What.. *»
Francisco Somarriba
Ramón Polanco
Tomas Arrnsrrong
Antonio Brieba
Miguel ¡Sevilla .
José Estrada....
Víctor Libacuia
Luis Rodríguez Velazco «
Pedro J. Meanmes
R. Supper
Miguel Rosas ,
José Félix Sánchez....
Moisedel Fierro
Donato Morel
Domingo Munita
José Andrés Tena i Lillo
- 71 — •
5 José Luis Lira 2
5 Francisco Besa „ 2
5 Eusebio Lillo , 2
5 Guillermo Gauza 3
5 Juan J. Aracena . . , 1
5 Agustin Infante 1
5 D mingo Godoi 1
5 Cor<¡e¡io Avila ,. 1
5 José Marchan 1 v
5 Peiaez I
5 Alej andró Fern an dez . „ 1
5 Luis Echaiz. 1
5 Francisco A. Figueroa 1
5 Juan F. Racnirez 1
5 Francisco Guerra 1
5 José del T. Cárdenas 1
5 Rudecind > Cárdenas 1
5 J. D. Naranjio 50
5 José Urzúa 50
5 J. É Tapia 50
5
HONKAS OFICIALES
EN FAVOR DE LAS VICTIMAS DEL INCENDIO.
El dia 16, designado para la celebración de las honras por el señor
arzobispo de Santiago, la ciudad amaneció de luto. Desde la mañana
las campanas de la iglesia metropolitana doblaban acompasadamente,
anunciando a todos los habitantes la espiacion relijiosa que pocos ins-
tantes mas tarde debia tener lugar.
Por orden del gobierno se habia invitado el dia anterior a todos los
altos funcionarios de la administración, a los miembros de los tribu-
nales superiores, los jefes i oficiales del ejército i la, ilustre municipa-
lidad de Santiago.
Un numeroso concurso todo enlutado cubria desde las primeras horas
de la mañana todos los recintos del templo. La ciudad entera se habia
precipitado allí de luto para orar por los padres, por los hermanos, por
los hijos de tanto ser desgraciado; a orar por la no repetición del acci-
dente desgraciado que todavía deploramos con los ojos entumecidos por
las lágrimas.
El presidente de la república, los ministros del despacho, los altos
funcionarios del estado, los jefes del ejército, ocupaban la nave cental,
en que también se notaba los miembros de los tribunales superiores de
justicia i los miembros de la municipalidad de Santiago.
El señor arzobispo de Santiago i algunos clérigos, junto con el ho-
norable cabildo eclesiástico, ocupaban la parte superior del presbiterio.
Uno de los canónigos celebró el oficio divino, al que sigueron algunas
ceremonias del metropolitano.
La iglesia ofrecía un aspecto solemne. Los semblantes tétricos aun
por el miedo, la música sagrada con sus lúgubres sonidos i las preces
de millares de almas daban a aquella espiacion un carácter solemne i
respetuoso en alto grado.
Se predicó por el presbítero Casanova una corta oración fúnebre
que dio fin a la ceremonia a las doce de la mañana.
Formaban en la plaza de la Independencia el batallón 2. ° de línea
con sus tambores enlutados i el rejimiento de cazadores a caballo. Al
terminar la ceremonia se retiraron el primero a su cuartel tocando mar-
chas fúnebres i el segundo acompañando al presidente de la república
al palacio de la Moneda.
ORACION FÚNEBRE
QUE PRONUNCIÓ EL PRESBITERO
DR. DON MARIANO CASANOVA
EN LAS EXEQUIAS CELEBBADAS EL 16 DE DICIEMBRE DE 1863
EN LA SANTA IGLESIA METROPOLITANA
POR LAS VICHAS Bl \Y\MM DE LA COMPAÑIA,
Et (Estimata est affiictio éxitos illorum:
lili autem suntinpace.
I su muerte ha sido mirada como
aflicción; pero ellos estañen la paz,
Sabiduría, III.
EXMO. SEÑOR. (1)
Itmo. i Kvmo. SEÑOR. (2)
¿Qué otra cosa podré yo deciros que corresponda a vuestro sentimien-
to, a vuestras lágrimas, a vuestros recuerdos, al tráfico acontecimiento
que hoi deploramos? ¿Qué palabras podrán ser proporcionadas a vues-
tro dolor? ¿Cómo podré dar un alivio a tantas emociones, una esperan-
za a tanta aflicción?
¿Cómo os haria yo apartar en este instante la vista de aquel Calvario
regado con tanta sangre inocente ; de esas ruinas hacinadas por la mas
inaudita catástrofe ; i a cuyo rededor parecen vagar errantes las desgra-
&ñor Pr
(1) El señor Presidente de la República.
(2) El señor Arzobispo de Santiago.
10
— 74 —
ciadas víctimas, tendiendo sus brazos para que las amparen, i sentirse
aun los doloridos ayes, el estertor de los que agonizan?
Católicos! no pretendo yo agravar el peso de vuestro justo senti-
miento, i menos intento pintaros los horrores de aquella noche cruel.
Para vosotros, para mí mismo vengo a buscar los consuelos de la reli-
jion, único consuelo verdadero, al pié de los altares, en la casa de nues-
tro padre Dios, dedonde parten raudales de esperanza. En nuestra
angustia pedimos al Supremo Hacedor con toda la ternura de nuestro
corazón, despedazado por el mas terrible dolor, paz eterna para los que
ya no existen i consuelos oportunos para los que en esta triste vida es-
peramos aun el dia de la inmortalidad.
La verdad mas consol adora i capaz de mitigar nuestro dolor es el
creer que la aflicción pasajera de nuestros hermanos se ha convertido
en una eterna dicha. Por un momento de angustias han ganado una paz
inmortal. Et mtimata est afflutio exitus iliorum : Mi autem sunt in pa-
ce (3). Este es todo mi consuelo, i todo el pensamiento dé mi oración.
No insultaré vuestro dolor buscando en esta plegaría los frivolos
adornos de la elocuencia humana. El asunto habla por sí mismo i con
excesiva elocuencia. El llanto, los profundos jemidos, las tiernas súpli*
cas, los cantos lúgubres, los vestid os de duelo, son el lenguaje propio de
tanta desgracia. Yo necesitaría d e los tristes ecos del profeta elejiaco
de Jerusalen i de sus r uinas. Noohe terrible, ¿con qué te compararé? O
dia lamentable, que en todos lo s siglos entristecerá con un lúgubre mi*
versario una de nuestras mas h ellas fiestas! o vanidad de la vida! o sor*
presas déla muerte! o profundidad de los consejos de Dios!
Inútilmente emplearia este precioso tiempo destinado a las lágrimas
en probaros la existencia de h ¿ vida futura. Gracias a Dios! me dirijo a
una asamblea de católicos qw ¿ aman i reverencian la infalible enseñanza
de la santa iglesia romana, 7 [ s{ en este numeroso auditorio que me es-
cucha hubiera uno solo que negara el mas fundado i consolador de nues-
tros dogmas relijiosos i file >sóficos, yo le preguntaría ; si no tienes fe, si
careces de esperanza, ¿q ué vienes a hacer aquí? Acaso a aumentar
nuestro dolor i arrebatar nuestro único consuelo? Gracias a Dios! que
de los labios de todos se eleva hacia el cielo ese grito magnífico de una
fe respetuosa i sumisa : Credo, sí, yo creo!
Entremos, pues, cat óiieos en el espíritu de la triste ceremonia que
nos reúne al pié de esJ £a tumba,
II.
Es cierto : nad A fag mas doloroso en la vida que la separación produci-
da por la muer te, aun cuando esta se acerque con repetidos anuncios. I
qué necesidad tengo yo de decirlo en este momento? Pesada es la cadena
(3) De te Sabiduría IJJ.
~ 75 —
de infortunios que arrastramos desde la cuna hasta el sepulcro. Los tras-
tornos de la fortuna, los accidentes imprevistos, la pérdida de caudales
adquiridos con mil trabajos i fatigas, pueden en vérdad arrancarnos mu-
chas lágrimas. Pero cuando la mano de la muerte viene a arrebatar de
nuestro lado a seres que tiernamente amamos ; cuando viene a privar-
nos, i de improviso, de mil hermanos i amigos, ah! señores! entonces po-
demos sentir bien el peso del destino humano, i sin quererlo, de nuestro
pecho oprimido se eleva hacia el cielo el clamor del desgraciado amale-
cita : Siceine separat amara mors? (4). ¿Así es como la amarga muerte
separa a los hombres?
Cada vez que la sagrada escritura nos habla en sus inspiradas paji-
nas de semejantes dolores, pide al corazón humano sus mas tiernos
acentos, i sus ecos mas doloridos. Ya es Jacob llenando de amargura los
últimos años de su vida porque llora a un hijo que cree muerto (5): ya
es David maldiciendo las montañas de Grelboe, porque en su cima ha
perecido el - escudo de los valientes. Jonatas el amigo de su corazón (6)
o bien exhalando el grito mas doloroso que ha salido del corazón de un
j)adre: Absalon, hijo mió, ojalá que yo hubiera muerto por ti (7).
En tales angustias, inútiles son los consuelos humanos. Solo Dios es
capaz de mitigar tan gran dolor. Solo el cielo puede enjugar nuestras
lágrimas. Solo la relijion con sus sublimes máximas puede templar
nuestro quebranto. Qué! ¿acaso la muerte viene a romper todos los la-
zos que unen a los hombres? ¿Acaso nuestros clamores no pueden llegar
hasta el lugar que ahora habitan los que hemos perdido? ¿Nada podemos
deponer sobre la tumba de nuestros hermanos?
III.
En el seno de la Divinidad hai, católicos, una estrecha comunica-
ción entre los miembros de la gran familia. humana. La fraternidad
cristiana abraza a la humanidad entera en la tierra i en el cielo, en la
felicidad i en el infortunio. Donde hai una desgracia que socorrer, allí
acude la caridad llevando el auxilio de los que pueden aliviarla. La
iglesia católica es una grande i magnífica sociedad que va del tiempo a
la eternidad, i que, abrazando con una misma cadena a los que todavía
combaten sobre esta tierra, a los que ya han sido recompensados en el
cielo i a las almas que sufren en el purgatorio, los une estrechamente a
todos por los lazos de un divino amor. En presencia de tan bella armo-
nía los horrores de la muerte, por cruel que ella sea, reciben un dulcé
lenitivo. La piedra de la tumba no es una barrera de eterna separación.
La muerte aparece entonces cual un lijero sueño i de cada uno dé
(4) Reg. XV. 62.
(5) Gen. XXXVII, 34.
(6) II Reg. I. 21.
(7) II Reg. XVIII. 32.
nuestros hermanos difuntos podemos repetir lo que el Salvador decia
de la joven hija de Jairo: no está muerta, sino que duerme. Non est
mortua puella, sed dormit (8).
Esta comunicación de las criaturas intelij entes en el seno de la Divi-
nidad es una tradición universal del j enero humano ; tradición ligada
con los sentimientos mas íntimos i mas dulces, pintada por todos los his-
toriadores, cantada por todos los poetas, inmortalizada en el lienzo i en
el mármol por innumerables artistas, reconocida por todas las tradicio-
nes i espresada en todos los cultos con ceremonias solemnes.
Así es que, si los queridos hermanos que hemos perdido en esa acia-
ga noche, gozan en este instante, como lo espero, de la visión de Dios,
podemos conservar con ellos una útilísima comunicación, in mocando su
amistad ; i si por las faltas propias de la humana flaqueza sufren aun
detenidos en el lugar de la espiacion, tenemos también el no menos
grato consuelo de aliviar sus tormentos con nuestras súplicas i nuestras
lágrimas, con nuestros sacrificios i nuestras buenas obras.
IV.
Sí. Yo me figuro verlos al pié del trono de Dios cubiertos con ves*
tiduras blancas i llevando en su mano la palma de su martirio ; porque,,
según el Apocalipsis, "han ido de una gran tribulación, i lavaron sus
vestiduras en la sangre del Cordero ; por esto servirán a Dios dia i noche-
en su santo templo, encargándose el mismo Señor de enjugar las lágri-
mas de sus ojos.;? Et absterget Deus omnem lacrymam ab occulis eorum (9).
I a la verdad, que todas las circunstancias de su preciosa muer-
te contribuyen a radicar en nosotros tan placentera convicción. Porque
¿quiénes son los que han muerto? Ah católicos! lloremos nosotros al
vernos privados de su compañía en la tierra. Sintamos su muerte los
que no sabemos imitar sus virtudes. ¿Quiénes son, pues, los que han
perecido? Bien lo sabéis, porque todos lo repiten en público i en pri-
vado. Han sufrido la muerte las personas mas piadosas de nuestra so-
ciedad, personas reconocidas por su vida caritativa, laboriosa, modesta
i ejemplar, modelos de las mas bellas virtudes. Hablad vosotros, deu-
dos atribulados, i contadnos para dar gloria a Dios, cuán sincera era
su piedad, cuán entusiasta su caridad, cuan heroica su abnegación.
Todos repiten a la vez que han perdido el ejemplo, el modelo de su
familia i de su casa ; que se ha apagado la antorcha mas luminosa, i
que ha sido segada la flor mas fragante. Ah! I si pudiéramos nosotros
correr ese velo que oculta tantas virtudes que solo eran conocidas por
Dios ; si nos fuera lícito para consolaros abrir en esta vez nuestros
labios sellados con el mas riguroso secreto! quizás entonces, miraríais
(8) MattheoIX. 24.
(9) Apocal. VIL 34 et Seq.
— 77 —
los restos de muchas de esas víctimas con la misma veneración que los
primeros cristianos reverenciaban los despojos de los mártires; qui-
zás entonces, enjugaríais vuestras lágrimas diciendo : a nuestros ojos
aparecen muertos, pero ellos están en la paz. lili auten sunt in pace.
¿Os revelaremos todavía mas? Muchos de vosotros lo habéis visto. Al
recorrer esos tristes lugares después de la tempestad, al recojer esos
restos preciosos, templos poco ántes del espíritu de Dios, ¡cuántas veces
la admiración i la sorpresa embargaron vuestras facultades, al ver caer
de esos cuerpos devorados por la llama mas cruel, los cilicios i otros
instrumentos de penitencia, con que muchas de esas víctimas crucifica-
ban su carne i purificaban su espíritu!... ¡qué asombro al ver bajo la rica
gala oculta tanta mortificación! Señores, bien lo sabéis : en aquellos
sublimes momentos hubo ejemplos de heroica virtud. Hubo mártires
de la pureza, que prefirieron volverse a las llamas por no permitirles su
recato presentarse en público en el estado en que se hallaban. Tam-
bién hubo víctimas de amor filial. Virtuosa joven que espiraste por
salvar a tu venerada madre, que no pueda yo revelar tu nombre e
inmortalizar tu memoria! ¡Dadme coronas para ceñir la frente de almas
tan puras! ¡dadme flores para esparcir sobre sus sagradas tumbas!
Apresurémonos a erijir en su honor un monumento digno de tanta
virtud en el lugar santo en que han sido depositados sus restos; i que
los siglos futuros contemplen admirados no solo sus virtudes, sino
también el justo tributo de nuestro amor.
V.
En qué momento han perecido? precisamente cuando los sentimien-
tos de la piedad mas tierna les llamaba a honrar a su querida madre, la
Vírjen María, reina de los mártires i consuelo de los aflijidos. En el
dia mas grato para el corazón chileno, el dia aniversario de la de-
claración de aquel misterio que proclama a María Inmaculada. Sí,
era el momento mas solemne del culto de María. Durante un mes no
interrumpido habian honrado i amado a tan buena madre. En tan lar-
go tiempo se habian esforzado en practicar las mas bellas virtudes,
cultivando en el jardin de su corazón las flores espirituales. Llega-
ba el momento de presentar a la Reina de los cielos la corona formada
con tan hermosas flores i alegres marchaban a deponerlas a sus pies ;
i María, no lo dudo, habrá ceñido sus frentes en la patria inmortal
con esas mismas coronas que ellas le presentaban. Almas felices, de-
cidnos ¿cuál fué vuestra admiración al veros en un instante en presen-
cia de vuestra madre, oyendo los cánticos de esa Sion feliz? No ha-
biais mil veces repetido que queríais la muerte, ántes que faltar a
vuestras promesas? Cantad entonces el himno de vuestro triunfo, mien-
tras que los ancianos se prosternan, los mártires ajitan sus palmas,
las vírjenes bendicen al Cordero i los ánjeles mueven sus incensarios
4e oro.
— 78 —
VI.
¿Cómo se habían preparado para la muerte?
Permitidme, señores, os revele lo que yo sé i lo que he oido repetir
a mis hermanos en el sacerdocio!
Como el cristiano fiel se considera en la tierra cual viajero, siem-
pre está pronto a salir de esta vida i presentarse ante los umbrales de
la eternidad. Mira este mundo como una prisión i todo su deseo es
atravesar los espacios que le separan de aquel feliz lugar, adonde quiere
irse toda alma, cuando dilatada por toques misteriosos, irradiada por
los destellos de una belleza infinita, con ansias de un amor perfecto
se siente tiranizada en este suelo i detenida por la mano del tiempo
que la estorba unirse eternamente con el único objeto de su amor.
Cual si una voz siniestra hubiera predicho la horrible catástrofe i
recorriendo los negros muros de ese triste templo hubiera gritado : voz
del oriente, voz del occidente, voz del septentrión, voz del mediodia,
ai del pueblo! ai del templo! casi todas esas almas que hoi ya no existen
en la tierra, se habian apresurado a confesar sus culpas con las mas
espresivas muestras de dolor. ¿Qué el ánjel de la muerte habria batido
sobre ellas sus negras alas i les habria hecho oir su terrible voz? ;Tu
solo, Señor, sabes las inspiraciones felices que comunicas a tus eseoji-
dos! Lo cierto es que mas de una al separarse de su casa presentía
no habia de volver jamas.
Cual se distribuía el pan de vida a los condenados al martirio en
los primeros siglos de la iglesia, mil, dos mil, tres mil i mas toda-
vía, acudieron a recibir el sagrado viático en ese mismo templo en
la víspera i en el dia de su muerte. ¡Ah! ignoraban que se hallaban
sobre sus tumbas! Lágrimas abundantes de amor i de resignación
bañaban en esos momentos sus mejillas. I cuando el sacerdote al
verlas arrodilladas al pié del altar i mostrándoles en sus manos la
hostia consagrada les decía: este es el cuerpo de Nuestro Señor Je-
sucristo que os custodiará hasta la vida eterna. Corpus Domini nostri
Jesu- Cristi custodiat te in vitam ceternam (10); ellas exhalando amor
por esa vida que jamas termina, responderían intrépidas ; Amen, que
así sea! Alimentadas con tal manjar sintiéronse fuertes con fuerza divi-
na i en su enérjico amor habrían desafiado las iras del mas cruel tirano
i habrían subido al patíbulo a morir por su Dios. Su deseo llamó el
martirio. Fué terrible ; pero al fin vencieron i ahora son felices : illi
autem sunt in pace.
VII.
¿En qué lugar murieron? Donde desearíamos todos dar nuestro últi-
mo suspiro, en la casa del Señor, en el lugar sagrado, i en presencia del
(10) M. Rom.
— 79 —
tabernáculo de su Dios. Mas sentían que las llamas abrasasen el Sanc-
ta sanctorum, que el que se cebase en sus propios cuerpos. Lloraban la
desolación del santuario i que las abrasadoras llamas devorasen hasta
el mismo tabernáculo en que residía el Dios sacramentado.
Sus últimos sufrimientos ofrecidos en espiacion de sus pecados apla-
carían a la Divina Justicia. Esos sufrimientos tolerados con resignación,
sí, con resignación heroica, colmarían las medidas de sus buenas obras
i aumentarían en grado inmenso sus merecimientos. El martirio fué
sufrido con resignación, i ¿quién lo ignora? No lo habéis oido decir a
alguna de esas personas que volvieron, por decirlo así, de la otra vida
para contarnos lo que allí vieron i oyeron? ¡Qué actos de tan fervorosa
contrición! qué suspiros tan tiernos! qué resignación tan heroica! No
visteis, a la luz de esa formidable hoguera, a muchas víctimas arrodilla-
das en acción de súplica, tender al cielo sus brazos i como si murmu-
raran sus lábios aquellas palabras del profeta : "cuán hermosos son tus
tabernáculos, Señor, Dios de las virtudes, cuán hermosos son! Mi alma
desfallece al contemplarlos!" I pronunciada la súplica inclinaban su ca-
beza esperando el golpe mortal.
Altares sagrados! vosotros les visteis postradas a vuestros pies ofre-
cer resignadas el sacrificio de su vida e implorar las divinas mise-
ricordias! Fuisteis el mejor asilo a sus almas aflijidas i sus miradas mo-
ribundas se fijaron en vosotros! Santos lugares de la penitencia! su
postrer consuelo fué recordar que allí mismo habian escuchado las su-
blimes palabras del perdón! Cátedra de la verdad divina! las enseñanzas
de la fé animaron su corazón en sus últimas agonías. Jesús benigno! al
veros clavado en el patíbulo bebieron con alegría el amargo cáliz que les
presentaba el ánjel esterminador, i como vos repitieron el fíat voluntas
tua (11); i cuando creyeron ver la ruina del universo todo, conmovidos
los elementos i el cielo cayendo sobre sus cabezas, como vos agregaron:
Consumatum est (12). I en ese mismo instante la soledad de los sepul-
cros, el llanto, la desolación i la muerte fijaron en aquel lugar su mo-
rada. Melancólicas ruinas, hacinados escombros, montones humeantes,
los restos de los mártires, las piedras del santuario! Mi voz se ahoga
en el pecho i a mis tristes ecos parece respondieran los clamores de
tantas víctimas consumidas en tan formidable hoguera.
¡Ah noche infausta! ya que cubriste con tu oscuro seno tanta desgra-
cia, porque no ocultaste para siempre con densas tinieblas esas tristes
ruinas! Ojalá que el sueño poderoso del olvido borre de nuestras pajinas
el aciago 8 de diciembre de 1863.
VIII.
O vosotros los que fuisteis sus padres, hermanos o amigos en la tierra!
no lloréis a vuestros hijos i amados hermanos ; porque ellos no han
(11) Matth. XXVI, 42.
(12) Joan. XIX, 30.
. -80-
muerto sino que viven. A los ojos del mundo han aparecido muertos,
visi sunt oculis insipientium mori ; pero sus almas están en las manos
de Dios, i el tormento de la muerte no les ha alcanzado, in manu Dei
sunt et non tanget illos tormentum mortis. Hemos mirado su muerte como
una calamidad, el camino por donde han marchado al separarse de nos-
otros ha parecido que les conducia al esterminio et cextimata est afflictio
exitus illorum, et quod a nobis est iter esterminium ; pero no, sus almas
están en la paz, en la alegría, en la serenidad de Dios, Mi autem sunt in
pace ; i su esperanza es llena de vida i de inmortalidad, spes illorum in~
mortalitate plena est (13). Purificados por la sangre del cordero i por su
propia sangre, no han hecho mas que conquistar con su muerte una
vida inmortal. Allá en el cielo, en esa patria de las almas grandes, vi-
ven en el seno de Dios, mezclan su voz a los cantos de los ejércitos an-
gélicos i arrojan a los piés del cordero inmaculado, príncipe de los már-
tires, sus palmas i sus coronas.
IX.
Cesen pues, católicos, nuestros j émidos; mitiguemos nuestro amargo
dolor i elevemos al cielo nuestras plegarias para que si alguno de
nuestros hermanos jime aun en el lugar de espiacion, salga pronto
purificado por los méritos infinitos de la víctima divina que acaba-
mos de inmolar. La oración, hija del amor i de la esperanza, la ora-
ción que se exhala de los labios del hombre, llena de gracia i de fuerza,
teñida con la sangre de Jesucristo, salva el espacio, hace callar la jus-
ticia de Dios i hace hablar a su infinita misericordia. Reguemos, tam-
bién su tumba con abundantes lágrimas de sincero amor, ¿qué no po-
demos alcanzar con nuestras lágrimas? Una lágrima enternece lo mas
duro, desarma lo mas cruel, abate lo mas fuerte. Dios aprecia en tanto
nuestras lágrimas que se deja vencer por ellas, pues encadenan sus bra-
zos i triunfan de su corazón.
Ofrezcámoles sobre todo el tributo de nuestras buenas obras ; i desde
luego nada podemos hacer que le sea mas grato que el socorrer con nues-
tras limosnas a los infortunados que quedan sin socorro después de haber
perdido a sus padres, a sus hermanos i a sas protectores. Madres privadas
de sus hijos, hijos desamparados, sin un pan para saciar el hambre, sin
abrigo en su desnudez, sin consuelo en su orfandad. A vosotros toca
socorrerlos. Dad i dad abundantemente, pues tenéis mas de lo que
, podéis necesitar. Qué! ¿podrá vuestro corazón permanecer tranquilo
en medio del fausto i de la opulencia, sabiendo que hai a vuestro lado
quien jime en el hambre i en la desnudez?
I nosotros todos, al pié de esta tumba silenciosa recojamos la severa
lección que la Providencia nos envia. Los juicios de Dios son abismos
(13) Sap. III, 1 el seq.
— 81 —
impenetrables. Premia o castiga a las naciones según la correspondencia
que dan a sus beneficios. Esto nos lo atestigua la historia. Ignoramos
los designios del Omnipotente al elevar al colmo de la gloria a las
naciones, o al sumerjirlas, cuando menos lo esperaban, en la desolación i
en el llanto. Solo silabemos que la serie de los acontecimientos humanos
está de tal modo dispuesta que todo sirva para nuestro bien. ¡I qué
emociones tan saludables no esperimentamos al contemplar esta sin
igual desgracia! Quién podrá fiarse en la robustez de su naturaleza,
en las precauciones del arte, en el mas dilijente cuidado! Quién podrá
figurarse de que está mui distante de su morada la terrible parca al
contemplar hoi a tantas caras vidas segadas en la flor de la edad! Ig-
noramos si el sol que hoi nos alumbra volverá mañana a contemplarnos
en la oscura fosa ; i si los suspiros que hoi nos arranca la muerte de
nuestros hermanos van mui pronto a repetirse por nuestra propia
muerte! Estad siempre prontos nos dice el Evanjelio, estati parati (14)
porque no sabéis ni el dia ni la hora, sino que el Hijo del hombre
vendrá cuando menos lo penséis, qua hora non putatis Films homtnis
veniet (15). Infeliz de aquel que en tan terrible momento pueda decir:
he contado las noches del dolor i mis manos están vacias de méritos
i llenas de faltas ; mis dias han concluido i no he alcanzado a ver la
dicha. Como el humo han desaparecido, i cuando miré a mi alrededor
me encontré entre el polvo del sepulcro. Lloré, pero todo fué en va-
no (16).
"Quiera Aquel que guarece del viento al cordero esquilmado dignar-
se consolar a los desamparados i aflijidos, i esta tremenda dispensación
de su Providencia recuérdenos en todo momento la instabilidad de la
vida i la necesidad de hallarnos siempre preparados para acudir a su
llamamiento (17)."
X.
Almas queridas cuya muerte deploramos, delante del Señor, rogad
por nosotros. Récia fué la tempestad ; pero al fin habéis llegado al
puerto, miéntras que nosotros navegamos todavía en este proceloso mar.
Vuestro sacrificio, vuestra sangre, vuestros clamores, vuestra muerte
han de ser para la patria, para nuestros hermanos, fuente fecunda de
inmensos bienes. ¿Qué no haréis por nosotros? ¿Qué no podrémos es-
perar de vuestras súplicas? Miéntras que sumerjidos en la mas amarga
pena recordamos hoi vuestra muerte, alcanzad del Señor el consuelo
necesario para los que aquí quedan en el mas terrible dolor.
(14) Luc. XII, 40.
(15) Lucid.
(16) Job.
(17) Bellas palabras del honorable seííor don Thomas H. Nelson, Ministro de Es-
tados-Unidos, en su pésame al Supremo Gobierno por el funesto incendio de la Com-
pañía. ¡Qué lección para muchos de los nuestros!
U
— 82 —
I ahora, solo me resta una palabra, la palabra de la separación i de la
tristeza, la palabra del último i solemne adiós !
¡Adiós, víctimas queridas! ¡Adiós en nombre de cuanto amasteis en la
tierra! ¡Adiós en nombre de vuestros padres, de vuestros hijos, de vues-
tros esposos i de vuestros amigos que solo sienten no haberos estrechado
en sus brazos antes de la partida! ¡Adiós en nombre de esta relijiosa
ciudad que queda cubierta de luto, silenciosa i triste lamentando vuestra
muerte! ¡Adiós en nombre de la iglesia chilena, vuestra querida madre!
Mientras nos dure la vida, vuestro recuerdo jamas se borrará de nues-
tros corazones; i al dejar esta tierra de dolor legaremos a las jeneraciones
venideras nuestra veneración i nuestro amor hácia vosotras. Vuestro
sepulcro s-erá eternamente glorioso. Una i mil veces regaremos con
nuestras lágrimas ese recinto sagrado, santificado con vuestra sangre,
ensordecido con vuestros lamentos. Una i mil veces besaremos el polvo
de vuestra tumba respirando el aroma de vuestras virtudes, i recojien-
do en ella el soplo de vida i de inmortalidad que os anima.
¡Adiós i por última vez Adiós!
Que los apóstoles, los mártires, las vírjenes i la Reina de todos ellos
salgan a vuestro encuentro i os reciban en la eternidad.
Santiago , diciembre 16 de 1863.
Muí señor nuestro :
Los infrascritos, participando del profundo sentimiento que agovia
a esta población i al pais enjeneral, a consecuencia del infausto i horri-
ble acontecimiento del 8 del presente, han tratado, sino de atenuar sus
múltiples i fatales efectos, de llevar al menos algún pequeño alivio al
hogar de las familias i de los huérfanos, que han quedado en la indijen-
cia i a merced solo de los socorros de la caridad privada. Para llenar
de alguna manera nuestro propósito, hemos solicitado de los suscritores
a la "Sociedad Filarmónica" la cesión de aquella parte de la suscricion
que se les adeuda, por no haber tenido lugar la tercera de las tres fun-
ciones convenidas con el empresario, que lo es el señor don Agustin
H. Prieto. Todos han correspondido espontánea ijenerosamente a nues-
tro llamamiento como IJd. puede notarlo por el acta que orijinal acom-
pañamos.
En consecuencia, suplicamos a Ud. se sirva aceptar el modesto con-
tinjente que ponemos a su disposición, como una débil muestra de nues-
tro intenso dolor, i hacerlo recaudar de poder del señor Prieto, para
emplearlo en el piadoso i humanitario fin que Ud. i demás miembros de
la comisión se han propuesto.
Aprovechamos la ocasión de ofrecer a Ud. las seguridades de nuestra
consideración i aprecio. — SS. SS.- — Ramón Ricardo Rosas. — Rafael
Bascuñan.
Al señor don Guillermo Matta,
Santiago, diciembre 18 de 1863.
Señores i
A nombre de la comisión nombrada para colectar socorros en fa-
vor de los desamparados i huérfanos, os damos las gracias por vuestra
jenerosa dádiva. Los nobles sentimientos que la acompañan son dignos
de la juventud de Santiago i dignos de los buenos corazones. El dinero
que iba a servir para una fiesta, servirá para una obra de caridad i
llevará el alivio i el consuelo a la guardilla del desvalido, a la cuna del
huérfano. I no es verdad que semejante esperanza es mas dulce i mas
íntima que otra alguna? ¿no es verdad que ningún placer mundano
equivale a una obra caritativa i al placer de enjugar las lágrimas de la
desgracia? Ese camino, es el camino de la virtud, que conduce al amor
a la patria, al amor a la familia a la relijion del deber. La juventud de
Santiago, que así lo ha comprendido, nos da ahora una prueba publi-
ca, manifestando que esas son sus convicciones.
Tened vosotros la bondad de participar a vuestros compañeros fluet-
84 ■—
tro agradecimiento i creednos vuestros sinceros amigos. — Manuel Een-
jifo. — Guillermo Matta.
A los señores don Ramón Ricardo Rosas i don Rafael Bascuñan.
Los que abajo suscribimos cedemos en beneficio de los individuos que
han quedado sin amparo a consecuencia del horroroso incendio del tem-
plo de la Compañía, la parte de suscricion que nos resta a las tres fun-
ciones de filarmónica a que estábamos suscritos. — Santiago, diciembre
13 de 1863.
Miguel F. del Fierro.
Ramón Ricardo Rosas.
Rafael Bascuñan.
Vicente del Sol.
Domingo del Fierro.
Claudio Sánchez.
Rafael Gana i Cruz.
José Luis Claro.
Capitolino Solar.
Sebastian Moreno.
Félix Solar.
José Eujenio Guzman.
Isidoro Palma.
J. E. Renard.
Manuel M. dellndurraga.
Macario Ossa.
José Hurtado.
Juan Rafael Velez.
José Miguel Valdez.
José Gabriel Palma Guzman.
J. A. Gutiérrez.
Diego I. Palma.
Samuel Izquierdo.
Por Archibaldo Armstrong, Diego Armstrong
Ramon Antonio Carrasco.
Por Evaristo Sánchez, Claudio Sánchez.
Adrián de Undurraga.
Por José Toribio Larrain, Vicente del Sol.
Guillermo O valle.
Eusebio Larrain.
Luis Huneeus.
El monto de los auxilios colectados para los huérfanos i desvalidos en
el departamento de Santiago, ascendia el 25 de diciembre a la suma
de 8,575 ps. 40 cts.
Sres. D. Manuel Renjifo i Guillermo Matta.
SANTIAGO.
Valparaíso, diciembre 18 de 1863.
Mui señores mios :
He recibido la comunicación que Uds.? autorizados por los vecinos
de Santiago, me han dirijido a fin de que excite la caridad pública en esta
ciudad en favor de las víctimas de la espantosa catástrofe del ocho del
actual, que amontonó dos mil cadáveres en los escombros de la Com-
pañía.
Esta desgracia inmensa, que ha conmovido tan profundamente a Val-
paraíso i sin duda alguna a la República entera, encontrará dispuestos
— 85 —
a los vecinos de esta ciudad, para contribuir en cuanto les sea posible
a mitigar la suerte de los infelices que han perdido a la vez sus deudos
mas queridos i con ellos los recursos necesarios para su subsistencia.
Uds. pueden contar con que haré todos los esfuerzos de que soi capaz
en el desempeño de la comisión que me han confiado i que tiene un
propósito tan santo.
Los auxilios pecuniarios que obtenga los remitiré a Uds. o al admi-
nistrador del Banco de Chile don Alejandro Vial, según me lo indican
en su comunicación.
Sírvanse aceptar las consideracionés con que soi de Uds. A. S. S.
J. S. Aldunate.
Diciembre 21 de 1863.
Los señores don Manuel Renjifo i don Guillermo Matta, autorizados
por los vecinos de Santiago, se han dirijido a mí, a fin de que en ésta
coopere a la obra filantrópica iniciada en la capital de buscar auxilios
pecuniarios para los que a consecuencia de la horrible catástrofe de la
Compañía han quedado en la horfandad i en la miseria.
No era posible negarse a semejante invitación, sin desentenderse de
un sagrado deber. Acepté, pues, gustoso la comisión que se me confe-
ria, alentado por otra parte, en que la caridad nunca desmentida del ve-
cindario sabrá proporcionar los recursos que se le piden para sus her-
manos de la capital, que en su desgracia aguardan los auxilios que los
habitantes de Valparaiso saben encontrar siempre que hai una necesi-
dad por atender.
A fin de llenar cuanto ántes la obligación que nos impone la desgra-
cia, a cuyo remedio debemos ocurrir, he creido que el mejor medio seria
el de nombrar una comisión compuesta de Ud. i de los señores don
Francisco Carvallo, don Manuel Andrés Orrego, don Roberto Budge,
don José Manuel Almarza, don Vicente Vidaurre, don Ramón Suber-
caseaux, don H. Masenlli, don José Tomas Ramos i don Francisco In-
fante, quienes, excitando el celo del vecindario, reúnan los auxilios que
les fuere posible obtener para remitirlos a la comisión de Santiago.
No dudo que Ud. i los demás señores de la comisión se prestarán
gustosos a desempeñar esta misión de caridad, i que la sola indicación
del objeto que se proponen será una causa poderosa para encontrar don-
de se presenten el decidido apoyo de los vecinos de Valparaiso.
J. S. Aldunate.
Al señor don
— 86 —
SOCORRO A LOS HUÉEFANOS I DESVALIDOS.
Santiago, diciembre 23 de 1863.
En cumplimiento de la comisión que V. S. I. i R, tuvo a bien con-
ferirnos con fecha 10 del presente, i en cuyo desempeño nos han acom-
pañado don Abdon Cifuentes i don Zorobabel Rodríguez, nos cabe la
satisfacción de acompañar dos libranzas a cargo del banco de Chile as-
cendente al valor de 2,031 pesos 90 centavos importe total de las suscri-
ciones que hemos recolectado a favor de los huérfanos i desvalidos que
han quedado a consecuencia del incendio de la Compañía.
Acompañamos igualmente una lista nominal de las personas que se
han servido contribuir al noble pensamiento ele V. S. I. espresando al
mismo tiempo la cantidad con que cada una ha contribuido ; i tratando
de llenar una de las instrucciones que V. S. I. nos señaló para el des-
empeño de nuestra comisión, adjuntamos una razón tan circunstanciada
como ha sido posible obtener, del número i condición de los desvalidos.
Creemos que esta lista podrá ser de mucha utilidad, sea para la distri-
bución de las limosnas, tomando en cuenta la situación especial de cada
solicitante, sea para auxiliar a los establecimientos en los cuales es de
esperar que se dé colocación a muchos de los huérfanos.
Nos ha parecido oportuno suspender la recolección, porque como con
anterioridad i con el mismo caritativo propósito, se nombraron en una
junta popular diversas comisiones que han recorrido la ciudad con un
éxito correspondiente a su activo celo, hemos juzgado que continuando
la fcuscricion contrariaríamos el encargo de V. S. I. imponiendo a la
caridad pública un gravamen demasiado oneroso.
De V. S. I. i R. atentos servidores.
José Manuel Orrego. — Javier Luis de Zañartu. — Joaquín Blest Gana.—*
Javier Lazo.
— 87 —
mmum mmm
CONSULADO JEN ERAL DE LA REPUBLICA AEJENTINA,
Valparaíso, di iembre 14 de <883,
Señor Ministro :
. En medio de la consternación jeneral que abate el ánimo de todas las
clases de la sociedad, cumplo con el deber aunque doloroso, de mani-
festar a V. E. en nombre de mis compatriotas residentes en Chile i en
mió propio, el profundo sentimiento que nos ha ocasionado la terrible
catástrofe ocurrida en la tarde del 8 del corriente en el templo de la
Compañía de esa capital.
Tin acontecimiento tan desgraciado e inaudito, que sume, en el dolor
a un considerable número de familias i que ocasiona al pais una pérdida
tan crecida de preciosas vidas, no ha podido menos que ser mui sensible
a los arjentinos, que se consideran no como simples amigos de los chile-
nos sino como queridos hermanos, porque hai una afinidad lejítima en-
tre ámbos pueblos, constituida por el mismo oríjen i consagrada por una
historia de glorias i sacrificios comunes. I es por esa fraternidad que los
arjentinos lloran con los chilenos el mísero destino de tantas i tan ino-
centes víctimas.
Que él Padre de toda consolación quiera enjugar las lágrimas de los
pacientes i acordarles la resignación que la virtud aconseja en los lan-
ces amargos de la vida, sometiéndose a la voluntad divina, a esa volun-
tad poderosa e infinita que se cumple ahora i a la cual todo está sujeto en
el universo.
Quiera V. E. recibir nuestro mas sentido pésame i la particular esti-
mación i distinguido aprecio de su atento, obsecuente servidor.
Gregorio Beéclie.
Al señor ministro de relaciones esteriores del gobierno de Chile doctor don Manuel
A. Tocornal.
MINISTERIO DE RELACIONES ESTERIORES DE CHILE.
Santiago, diciembre 17 de 1863.
Señor cónsul :
He tenido el honor de instruirme i dar cuenta a S. E. el Presidente
déla República de la nota que se ha servido US. dirijirme con fecha 14
del presente, i que he recibido ayer. En ella me manifiesta US. a su
— 88 —
nombre i al de sus compatriotas residentes en la República, su profundo
sentimiento por la terrible catástrofe del 8 del actual, i la fraternidad,
constituida por un mismo oríj en i consagrada poruña historia de gloria
i sacrificios comunes que liga a los chilenos con los arjentinos, i que ha
hecho a éstos llorar a la par de aquellos el mísero destino de las numero-
sas e inocentes víctimas de aquel acontecimiento tan desgraciado como
inaudito. Concluye US. por pedir a nuestro Padre común, a cuya vo-
luntad todo vive sujeto, consuelo i resignación para los que padecen, i
por ofrecerme el sentido pésame de US. i sus compatriotas.
Acatando reverentemente los altos designios de la Providencia, aun
no ha podido, sin embargo, sustraerse mi gobierno a la influencia del
dolor jeneral que ha producido en el pais aquella irreparable calamidad
pública ; i en tan penosa situación le ha servido de eficaz consuelo la
nueva seguridad que con la comunicación de US. ha recibido de los
fraternales sentimientos que abrigan respecto de Chile US. i sus com-
patriotas residentes en la República.
S. E. el Presidente me ha encargado significarlo así a US. i darle las
mas cumplidas gracias por la amistosa solicitud con que US. i sus com-
patriotas que residen en Chile han sabido tomar parte en nuestro duelo.
Sírvase US. aceptar los sentimientos de mi distinguida consideración,
con que soi de US. atento, seguro servidor.
Manuel A. Tocornal.
Al señor cónsul jeneral de la República- Arjentina.
MENDOZA.
Las grandes desgracias vuelan con la rapidez de la electricidad.
En los puntos mas lejanos de la provincia se conocen ya los porme-
nores del espantoso incendio que ha reducido a cenizas ¡en solo una
hora! mas de dos mil personas, llenas de vida i de intelijencia.
Nuestra sociedad ha sufrido un golpe terrible, con tan calamitosa
desgracia. ,
Mendoza por esperiencia propia, por sus sufrimientos del 20 de mar-
zo i las escenas espantosas que él produjo, puede apreciar i juzgar de-
bidamente lo horriblemente trájico de aquel suceso que ha cubierto de
luto la república de Chile.
Hoi mas que nunca, nuestra sociedad se siente ligada a la de Chile,
por vínculos tan poderosos como el de la sangre.
La común desgracia i la gratitud!
Nuestros dolores de ayer, i las miles de víctimas perdidas en pocas
horas también, hacen mas desgarrador el recuerdo de este nuevo acon-
tecimiento que, como el nuestro, no tiene precedente en la historia de
las calamidades del mundo.
Muí en breve harán tres años a que nuestra hermana i vecina repú-
-~ 89 —
blica, aterrada por la catástrofe que destruyó nuestra población, era la
primera en enviarnos jenerosa i oportunamente toda clase de socorros
para aliviar nuestro inmenso infortunio.
La previsión, la espontánea filantropía de ese pueblo que sufre hoi lo
que entonces sufria por nosotros, se revelaba en las variadas i cuantio-
sas limosnas con que cada uno de sus hijos nafra contribuido.
Sin los socorros oportunos de Chile, sin sus médicos, sin sus medici-
nas, sin sus ropas, sin sus alimentos, ¿qué habría sido de tantos desgra-
ciados cuyos miembros mutilados estaban espuestos al sol i al frió?
Mendoza no olvidará jamás estos beneficios.
¿Cuántos de los que entonces nos enviaban sus dádivas i pedian a
Dios resignación i consuelo para nuestra desgracia, habrían sido devo-
rados por las llamas en ese dia fatal?
Bajóla tristísima impresión que este funesto suceso ha producido en
toda nuestra sociedad, Mendoza quisiera ser la primera en asociarse
para un acto público al justo e inconsolable dolor de los que han perdi-
do tanto ser querido.
En efecto, para cumplir con este deber i satisfacer un deseo sentido
en toda la provincia, se reunieron ayer varias personas notables i acor-
daron levantar una suscricion popular, con dos objetos ;
1. ° Hacer suntuosos funerales para las i víctimas del incendio de la
Compañía de Santiago debidamente, i 2. ° contribuir con todos los
fondos sobrantes que se colecten para el monumento con que se piensa
conmemorar en aquella capital, tan espantosa catástrofe.
De acuerdo todos los presentes en este pensamiento, se nombró una
comisión para la dirección de los funerales i la colecta de la suscricion
convenida.
La comisión n ombrada se compone de los señores :
J eneral don Pedro P. Segura.
;? Mauricio Villanueva.
r> Francisco Civit.
Hemos sido informados que en el mismo dia de ser nombrada esta
comisión se ha ocupado con toda actividad, del nombramiento de otras
comisión es en los departamentos de campaña para correr esta suscricion,
i de cua nto sea concerniente alas exequias que se preparan.
Ea seguida publicamos la nota de invitación que dirije 'ía comisión al
público.,, i desde luego podemos asegurar que no habrá un .a sola persona
que se niegue no solo a suscribirse, sino a tomar parte en cualquiera
comifjion a que sea llamado.
Hé aquí la nota a que nos hemos referido.
NOTA DE INVITACION.
Los que suscriben han sido honrados por muc7hos cii idadanos notables
de la provincia, para levantar una suscricion pe >pular para los funera-
12
— 90 —
les que deberán celebrarse con la mayor solemnidad posible en Nuestra
Señora de Loreto, para el descanso eterno de las desgraciadas víctimas
del espantoso incendio de la Compañía, en Santiago de Chile.
Los que firman al aceptar este encargo, cumplen con el deber de in-
vitar al pueblo de Mendoza para que contribuya por su parte con cual-
quier cantidad para el objeto indicado.
La colecta de los fondos se hará por los comisionados que se nombra-
rán en la ciudad i la campaña.
( Constitucional del 21 de diciembre.)
= 91 —
MONUMENTO
A LAS VICTIMAS DEL 8 DE DICIEMBRE,
Santiago, diciembre 15 de 1863.
La Intendencia, con esta fecha, lia decretado lo que sigue :
"Estando terminada la fosa común i guardados ya en ella los restos
de las víctimas que perecieron en el terrible incendio del templo de la
Compañía, en la noche del 8 del corriente, i cuyos cadáveres no han
podido ser reconocidos por los deudos, no obstante las mas prolijas in-
vestigaciones, i siendo necesario que se erija un monumento que eter-
nice el sentimiento profundo producido por esta catástrofe que ha lle-
nado de consternación i luto todos los hogares ; i deseando la Inten-
dencia hacerse el intérprete del pensamiento jenerai a este respecto, he
venido en acordar :
Nómbranse las comisiones que a continuación se espresan para que
procedan a promover i recabar suscriciones en el barrio que se les
designa, para costear con ellas un monumento fúnebre que guarde los
restos de las víctimas de la aciaga noche del 8 del corriente i que sim-
bolice el santo i respetuoso dolor del vecindario de esta capital por su
desgraciada suerte.
Comisión para los barrios del norte.
Don Miguel Dávila Don Carlos Rodríguez
" Máximo Arguelles " Pedro Félix Rodríguez
" Matías Ovalle " José María Vargas
" Santiago Pérez Matta Coronel " José Antonio Villagran
" Santiago Portales Comandante " Juan Dávila
" Matías Valdivieso
Comisión para los barrios de Yungai.
Don Francisco Humeres Señor cura D. Pedro Juan Butafoco
g Miguel Felipe Fierro 4 ' Manuel Cristi
" Santiago Cumplido " José V. Larrain Espinosa
" Carlos Mandeville Presbítero " Florentino Olivares
" Juan Baut. Gonzales Sarjento mayor " Hipólito Beauchemin
" Ignacio Domeyko " José Zeger Recasens
Comisión para la parte central de la ciuclad desde la calle de la Bandera
al oriente.
D. Nicolás Larrain i Aguirre
" Manuel G. de la Huerta
Cor. de (t. Nan. " Manuel Beauchef
" Edmundo Eastman
D. Francisco Amagada
" Jorje Beauchef
" Rosauro Gatica
" Fernando Plata Guzman
— 82 —
" Valentín Marcoleta
" José Besa
" Juan M. Valdes AMunate
" Antón. Larrain i Aguirre
" Rafael Plata Guzman
" Tomas A. Martínez
Prebendado " Miguel Sevilla
" Joaquín Valdes Sarabía
" Ruperto Allendes -
" Agustín Mourgues
" Tadeo Izquierdo
D. Alejandro Vial
" Igoacio Zañartu
" José Santos Cifuentes
" José Gregorio Castro
D. Eli o doro F©ntecilla
" Bereardo José de Toro
" Carlos Sánchez
Prebendado " Francisco de P. Taforó
Coronel " Santiago Salamanca
" Manuel Antonio Brisefto
" Guillermo Matta
" José Castillo
" J osé Tocornal
Cor. de G. T$. " Manuel Renjifo
" José G. Palma Guzman
" Juan Haviland
" Alejandro Lurquin
" Justino Laperssone
" JorjeHuneeus
Comisión para la parte central de la ciudad desde la calle de la Bandera
al canal de Negrete.
D. Bernardino Opaso
Presbítero " José María Ramírez
Id.
Prebendado
D. Ignacio de Reyes
" Vitalicio López
" Miguel Lais Antnnátegui
" Cesario Valdez
Señor coronel " Vicente Villalon
" Miguel Barros Moran
" Eulojio Altamirano
" José de Beraales
" Raimundo Antonio León.
" Francisco Subercaseaux
" Vicente Reyes
" Juan Morandé
" Manuel Figueroa
" Félix Blanco Gana
" Alejandro Reyes
" Waldo Silva
" Ramón Santelices
Comisión para la parte sur de la ciudad, de la calle vieja de San-Diego
al oriente.
José Domingo Meneses
Ramón de la Fuente
" Adolfo Valderrama
" Manuel Alamos
Señor deán ",José Miguel Arístegui
" Juan Miguel Riezco
" José Ignacio Larrain
" Eujenio Vergara
*" Borja Valdez Aldunate
" Ignacio Javier Ossa
" Man. Valenzuela Castillo
Diego Tagle
Melchor Silva Claro
Joaquín Cortez
Ten. coronel
Sarjen, mayor
Presbítero
Prebendado
Ten. cor. grad,
Coronel
Coronel
D. Domingo Morel
" José Manuel Infante
" Santiago Prado
Blas Cañas
" Manuel Parrefío
" Vicenfe Cifuentes
" Felipe Prieto
" Manuel Antonio Marin:
" Antonio de La Fuente
" Santiago Amengual
" Andrés Cifuentes
" Ignacio Valdivia
" Ramón Gonzales Concha
" Guillermo Blest
" Vicente Padin
" JoseSemir
D. Enrique C. Baeza
" Rafael A. Casanova
" Pablo Zorrilla
Prebendado " Ramón García
" Manuel Zegers
" Alberto Blest Gana
" José Antonio Montt
" Justo Arteaga Alemparte
" Miguel Arreta
" Ramón Tagle
" Pablo Gonzales
" Santiago Labarca
" Manuel Zapata
" José Basterrica
" Federico Cobos
Ten. coronel " Manuel Antonio Faez
— 93 —
Comisión para la parte sur de la ciudad desde la calle vieja de San-Diego
al poniente.
D. Isidoro Salinas D. Erasmo Escala
" Juan Tomas Smith Presbítero " Ignacio Bacigalupi
" Isidoro Combet " Belisario Henriquez
" Ramón Gómez " Agustín Padilla
" Pedro V. Urzúa " Rafael Gonzales
" Juan Garin " Manuel Camilo Vial
" Enrique Meiggs " Manuel Vergara
" José Antonio 2. ° Rojas " José María Guzman
" Julio Zegers " Sant. Figueroa Larrain
" Domingo ligarte " Jorje Gaski
Coronel " Viviano A. Carvallo Tent. coronel " Miguel Faez
Comisión especial para la parte sur de la ciudad comprendida entre
el canal de San-Miguel i Zanjón de la Aguada.
D. José Carlos Valenzuela D. José Ramírez
" Victoriano Jaña " Anselmo Santa-María
Los fondos que se colecten por las comisiones nombradas, se depo-
sitarán en la tesorería municipal.
Se invita a los señores injenieros i arquitectos para que presenten a
esta intendencia los proyectos que creyeren convenientes relativos a la
forma del monumento de que se ha hecho mérito i a la manera como
debe ejecutarse.
Anótese, comuniqúese i publíquese."
Trascríbolo a para su conocimiento i fines con-
siguientes.
Dios guarde a Ud.
— 94 —
CUERPO Di BOMBEEOS DE SANTIAGO.
De entre las ruinas del incendio de la Compañía, ha brotado la
grande i humanitaria idea de organizar un cuerpo de bomberos que
haga imposible la repetición de catástrofes semejantes a la del ocho
de diciembre! La primera palabra del sentimiento herido fué la de
arbitrar fondos para auxiliar a los huérfanos que dejan la impreme-
ditación, la ceguedad i el fanatismo ; como habia sido su primer mo-
vimiento salvar a las víctimas que el egoísmo i la impiedad amonto-
naban en una inmensa, horrible i devastadora hoguera.
Amor, olvidado i caridad para todos, era la impresión de todos los
ánimos ; reparar en cuanto fuera posible las desgracias, la aspiración
de todos los espíritus. Mientras tanto, ¿cómo responden a estos dictados
de la humanidad, los que pudieran llamarse, sino reos i cómplices ante
la lei i la justicia, los involuntarios fautores de tantas desgracias, que
han sembrado el luto i la desolación en toda la República?
Actos de abnegación i de civismo, en todas las clames de la sociedad,
han sido la respuesta enérjica i elocuente, a las provocaciones que han
lanzado imprudentemente la prensa ultra-montana, dando de ese modo
a conocer los móviles que la gobiernan i los fines a que sirve.
En la reunión que tuvo lugar en el Casino, a la una de hoi, se acor-
daron entre las personas asistentes, las resoluciones que siguen:
1. 53 Nombrar una comisión directiva interina para organizar el
cuerpo de bomberos i adquirir los útiles i máquinas necesarias.
2. * Aprobar i reconocer subsidariamente, como reglamento del
cuerpo, el estatuto de la compañía núm. 3 de Valparaíso.
3. * Citar a las personas que componen el cuerpo de bomberos
de Santiago, para el nombramiento de oficiales, el domingo 20 del
actual a la una del dia, en el Casino de la Filarmónica.
La comisión directiva la formaron los señores don Enrique Meiggs,
don José Luis Claro, don José Besa i don A. C. Gallo.
Las personas que han suscrito a esta idea, hasta este momento, son
103 bomberos, 44 miembros contribuyentes a su mantenimiento, 31
auxiliares i 29 guardias de la propiedad.
"Los que suscriben nos comprometemos al sostenimiento de las
compañías de bomberos que se van a establecer en Santiago i a dar
una anualidad anticipada con el objeto de que sirva para el pago de las
bombas, escaleras, ganchos, encargados por la junta directiva que se ha
nombrado en esta fecha. La suma porque nos suscribimos anualmente
la darémos en cada año en la época que lo determine el director.
Los fondos serán depositados en el banco de los señores Ossa i Ca.
— 95 —
a disposición del director^ para que éste disponga la remesa de fondos
para el pago de bombas i demás útiles. — Santiago, diciembre 14 de
1863."
José Luis Claro. Me comprometo a dar cuarenta pesos al año 40
Francisco Allendea. Me suscribo con cinco pesos anuales 5
M. E. Domínguez Me suscribo con diez pesos al año * 10
Francisco Somarriva. Me suscribo con cinco pesos anuales 5
A. Abasólo, por diez pesos al año - 10
Julio César Escala Me suscribo con diez pesos ármales 10
José Tomas Valverde. Me suscribo con diez pesos anuales 10
A. Silva i Ca. Me suscribo con veinte pesos al año 20
Por S. P. Bordalí, R. Polanco. Me suscribo con diez pesos anuales 10
Domingo Toro Herrera, por mi padre Domingo Toro, un peso anual... 1
Muchall i Robles Via, nos suscribimos con cinco pesos anuales ..... 5
Vicente Muji ;a. Me suscribo con diez pesos por una sola vez....... 10
Rafael Villarruel. Me suscribo con cinco pesos anuales ¿>
Gacitúa Verdugo. Me suscribo en cinco pesos anuales. 5
Tristan Nieto. Me suscribo con diez pesos anuales 10
Víctor W. Castro. Con oiez pesos anuales „.„. ««. 10
Manuel Antón o Castro i J. Clemente Castro con diez pesos anuales 10
A. A. López. Me suscribo con cinco pesos anuales 5
Francisco de P. Orozco, Me sjs<;ribo con diez pesos anuales 10
Eduardo L. Hempell. Me suscribo con diez pesos anuales. . . . t 10
Buenaventura Cádiz. Me suscribo con diez pesos anuales 10
Manuel María de Undurraga. Me suscribo con cinco pesos al año 5
David Izquierdo. Me suscribo con doce pesos anuales 12
E. M. de Santa-Olalla. Me suscribo con diez pesos anuales 10
Honorio Sánchez. Me suscribo con cinco pesos anua es 5
José Choupay. Me suscribo con cinco pesos anuales < 5
I. E. Bouquet. Me suscribo con cinco pesos anuales. 5
J. Bouquet. Me suscribo con cinco pesos anuales 5
Emilio Bello. Me suscribo con cinco pesos anuales 5
Rafael 2. ° Garfias. Me suscribo con cinco pesos anuales 5
A. Castro Cienfuegos, con diez pesos anuales 10
José Domingo Cortez, con cinco pesos anuales * 5
Moisés Vargas, con cinco pesos anuales 5
Fernando Rivadeneira, con diez pesos 10 '
José Ramón Diaz, con doce pesos , 12
E. Arnut, con cinco pesos anuales ., 5
A. Errier, con cinco pesos anuales 5
Bernando Valderrama, con treinta pesos anuales 30
Ramón 2.° Rivera, con diez pesos 10
Francisco Javier Ovalle O., con doce pesos........ 12
Juan N >üva, con diez pesos 10
Rafael Garfias, con diez pesos anuales . „ 10
Ramón Valdes Barra, con cinco pesos anuales 5
Fernando 2. ° Luco, con di-z pesos anuales . 10
Anjel C. Gallo, doce pesos anuales 12
José Toribio Lira. Me t>u&cribo con doce pesos anuales 12
H. Cuadra. Me suscribo con dos pesos anuales 2
Manuel V. Blest, con cinco pesos anuales 5
A. Jouve. Por cinco pesos 5
Guerin Hermanos, con cinco pesos anuales.... > ¡ 5
Benjamín V. Sotomayor. Me suscribo con cinco pesos anuales 5
— 96 —
Venancio Escanilla. Me suscribo con cinco pesos anuales.
Manuel Pérez Font, con diez pesos anuales . .
Tito de la Fuente. Me suscribo con cinco pesos anuales,
Ramón Gómez, diez pesos anuales ,
A. Theilchenman, cinco pesos anuales
Pedro G. Silva, diez pesos.,
C. Bascuñan, con diez pesos anuales
Manuel Amagada, diez pesos
5
10
5
10
5
10
10
10
LISTA DE LA COMPAÑIA DE BOMBEROS DE SANTIAGO.
J. Luis Claro, M. Joaquín Diaz, Manuel Guajardo, Alejandro Vial,
Ignacio Caviédes, José Besa Albino, A. Guerra, Antonio del Pedregal,
Narciso Dávila, Jo^é G. Cádiz, Francisco Somarriva, Francisco Gue-
rra, Rodulfo Otea, Jerman Navarrete, Julio César Escala, Adolfo
Ortúzar, Claudio Prieto, Eulojio Solar, Cárlos Diaz, Rafael Gana, S.
Moreno, A. Custodio Gallo, M. E. Domínguez, Agustin Larrain, Emi-
lio Bello, Telésforo Vergara, E. Alvarez, Francisco Prast, Santiago
Ortúzar, por carta del señor don F. S. Leighton, J. Luis Claro, P.
Abasólo, Cárlos Besa, Domingo Toro Herrera, Tomas R. Armstrong,
Manuel Irarrázaval, José Luis Irarrázaval, Luis Rodríguez Velasco,
F. Donoso, Cárlos Irarrázaval, E. J. Haviland, Diego Donoso, Gui-
llermo Larrain, Ladislao Larrain, Juan Francisco Larrain, José Luis
Larrain, Luis A. Mancilla, Tristan Nieto, Francisco de P. Orozco,
José Choupay, W. G. Rosn, A. A. López, Honorio Sánchez, Rafael
Gárfias, Buenaventura Cádiz, Juan R. Villetu, David Izquierdo, Ma-
nuel Antonio Castro, Víctor W. Castro, Wenceslao Vidal, Eduardo
L. Hempel, J. Clemente Castro, Gazitua Verdugo, Fernando Val-
derrama, Manuel M. de Undurraga, Nicolás Luco, J. Bouquet, De-
metrio Ureta, P. Prast 'Pérez, Fernando Rivadeneira, I. E. Bouquet,
C. Welker Martínez, Enrique Fonseca, Moisés Vargas, Manuel 2. °
Porras, Roberto Souper, Ambrosio Nieto ex-bombero, José Toribio
Lira, José M. Alvear, José Domingo Cortez, Rafael 2. ° Gárfias, José
Ramón Diaz. J. Luis Lira, Washington Lastarria, Francisco Javier
Ovalle, José Aurelio Munita, A. Castro Cienfuegos, Ramón L.
Irarrázaval, Miguel Prieto, Cárlos Sazy, Teodoro Mund, Francisco
Gandarillas, Ezequiel Silva, E. Arnut (hijo), Alberto Mackenna, Ro-
berto Borne, Juan N. Silva, A. Cerrier, Roberto Araya, Manuel V.
Blest, Ramón Valdez Barra, Eduardo Buckles, Juan de D. Dinator^
Hilarión Cuadra, A. Jouve, Desiderio Novoa, Juan Lesly, Venancio
Escanilla, Tito de la Fuente, Ramón Gómez, Manuel Pérez Font, A.
Thellcheman, Pedro Gregorio Silva, Lorenzo Pérez, Amador Olivares,
Vital N. Martínez, José Santiago Cañas, Benjamín V. Sotomayor, Fer-
nando 2. ° Luco, Pedro Antonio Cifuentes, Remijio Costabal, Julián
Guillermo Riesco, Juan Rafael Ahumada, Juan Francisco Polanco
.Francisco Ahumada, Antonio S, de Saldívar, C, Bascuñan, Waldo
González* Ignacio Larrain IL, Juan Esté van Ortúzar.
— 97 —
COMPAÑIA DE GUARDIA DE PROPIEDAD.
José Santiago Tagle, Eicardo Portales/ Eamon Tagle, Hormilio
Prieto, Saturnino Duozorroza, J. Hermójenes Alamos., Juan Francis-
co Allendes, M. A. Matta, Guillermo Matta, Juan N. Espejo, A. Aba-
solo, José Tomas Valverde, A. Lurquin, Adolfo Ortúzar, K. Polanco,
Eulojio Solar, Juan Arturo Martínez, Francisco Ruiz Tagle, Juan
jST. Velez, Vicente R. Vial, Pedro K Marcoleta, Valentin Marcoleta,
Pedro J. Salinas, Ramón Vial, E. M. de Santa Olalla, José María
Guzman, doctor Damián Miquel como médico de la compañía de bom-
beros (ofrece sus servicios profesionales, por conducto del que suscri-
be, Juan Rafael Velez), Juan Rafael Velez, José B. Elguero.
AUXILIARES.
Miguel Ibarra, Pascual Saavedra, Bartolo Guerra, José A. Vivanco,
Juan J. Díaz, Fernando Toro, José Mercedes Farias, José S. Asua,
Calixto González, Abelardo Bustamante, Narciso Peña, Manuel Mu-
ñoz, Juan José Salinas, Juan Aguilera, Jerónimo Zapata, Domingo
Vergara, Juan Moreno, Juan Benitez, Lino Benitez, Juan Diaz, Mar-
cial Silva, Clemente Silva, José María Silva, José Dolores Inostrosa,
Tomas Encina, Manuel Diaz, Tiburcio Ramírez, Matías González,
Francisco Brito, Manuel Vasquez, Carlos Dinamarca, Pedro Bernal>
Juan Tovar, Manuel Diaz, Lorenzo Tejeda, Juan Moran, Martin Pla-
za, José Dolores Inostrosa, José María Silva, Juan Duran, Justo Es-
pinosa, Juan B. Hidalgo, José Miguel Espinóla.
NOTA. — Tanto los fondos como la nomina de los individuos que se han ofrecido
para servir en el cuerpo de bomberos se ha triplicado hasta la fecha.
18
— 9é —
Si. MINISTRO D. ÍOÉHGO SÁNTA-MARIA.
SR. INTENDENTE D. FRANCISCO B. GUERRERO.
Diciembre 16 de 1863.
Señores de mi respeto i aprecio : por diferentes conductos he sabido
que Udes. han tenido en sus manos las cartas que dicen sacó de la
Compañía un oficial de policía en la mañana inmediáta al incendio, i
qúe produjo en Udes. profunda indignación su lectura i la convicción
de que dicha iglesia era un foco de inmoralidad i corrupción. Udes. no
han reflexionado seguramente que al espresar su juicio hacían recaer
una buena parte de las vergonzosas sospechas sobre las mismas vícti-
mas que nos arrebató el incendio i cuya trájica muerte tiene sumidos
en amargo duelo a sus desconsolados parientes ; pues que ellas repre-
sentan los dos tercios talvez de las persosas que frecuentaban aquella
iglesia. Así ha sucedido en efecto, i las palabras de Udes. i de los que
las repiten i comentan van haciendo cundir esos odiosos rumores ; i lo
que es peor, la maledicencia concreta sus sospechas, como era natural
que sucediera atendida la naturaleza del asunto, sobre la porción mas
distinguida de nuestra sociedad, como que no era de creer que las car-
tas hubieran sido escritas por mujeres del pueblo.
Estas sospechas son intolerables para los deudos de las víctimas, i
tenemos un supremo interés i perfecto derecho para procurar que se
desvanezcan a toda costa, poniendo en claro la verdad. Vínculos de
.estrecho parentesco ligan al que suscribe con algunas de las víctimas ;
pero de un modo especialísimo me interesa la honra de una hermana
por mil títulos querida, i la de su apreciable hija, de cuyo buen nombre
soi ademas como su curador un custodio obligado. En el círculo délas
personas que las conocieron, nada tienen que temer las esclarecidas vir-
tudes de las dos finadas ; mas como sus nombres se han publicado en los
diarios, no puedo conformarme con que sea permitido a nadie pronun-
ciarlos de una manera irreverente.
Desde 1848 he compartido ademas con mi difunta hermana el cuida-
do de su familia i de sus intereses, por encargo que me hiciera su
esposo el señor don José Miguel Irarrázaval en el lecho de muerte ; i
no quiero que, cuando sus tiernos hijos lleguen a ser hombres, encuen-
tren escritos con un tisne de ignominia en las dolorosas pájinas de la
reciente catástrofe los dulces nombres de su dignísima madre i de su
purísima hermana.
Aun hai mas. Mi propio nombre i el de todos los sacerdotes de San-
tiago se halla feamente comprometido en este odioso asunto ; pues todo
el mundo queda con derecho para hacernos cómplices de esas intrigas
vergonzosas. El mismo sijilo con que la delicadeza de Udes. ha creído
prudente ocultar los nombres de los verdaderos culpables, ha colocado
— 99 —
a los inocentes en la imposibilidad de vindicarse. Nuestra posición es
durísima i humillante. Se empieza a poner en duda el título que tene-
mos como hombres a la estimación de nuestros conciudadanos i al res-
peto i confianza de los fieles como sacerdotes. En las calles i lugares
públicos comenzamos a observar, hasta en el pueblo, signos que reve-
lan alejamiento i .recelo, i tenemos que bajar ruborizados los ojos mu-
chas veces, por no encontrarnos con las miradas escudriñadoras de los
que esperan sorprender en nuestros rostros las ajitaciones de una con-
ciencia culpable.
Esto no puede tolerarse ; i aunque hubiera bastante abnegación para
tolerarlo, nunca seria dado renunciar a nuestra honra, ni como sacerdo-
tes ni como hombres ; pues de ella necesitamos para hacer el bien en la
tierra, i a ella tienen derecho inalienable la iglesia, la familia i la pa-
tria.
Es preciso que cese inmediatamente este estado de cosas i que sea
cumplidamente esclarecida la verdad. No diviso otro camino para con-
seguirlo que la prensa misma, que se ha convertido en eco de esos ver-
gonzosos rumores. Ruego, pues, a Udes. que tengan a bien dar a luz
todas las cartas que han llegado a su poder, sin ocultar el nombre de
persona alguna.
Comprendo toda la gravedad de este paso ; pero es inevitable. No me
digan Udes. que con la publicación que les pido van a matar el honor
de algunas personas; pues que sin ella tampoco puede salvarse el de
tantos cientos de seres inocentes, en cuya vida pura se está cebando la
mordacidad. Mil veces mas sagrado es el derecho que tiene a la estima-
ción i a la honra el inocente que el culpable. Este renuncia tácitamente
a ese precioso derecho en el hecho de serlo. Conociendo ademas los
documentos, talvez no aparezca tan grave i manifiesto el delito. En
todo caso, será posible la defensa a los acusados ; los vivos responderán
por sí mismos ; los deudos i amigos podrán responder por los finados.
Veo todo el alcance, pero declino toda la responsabilidad de esta pu-
blicación. Aquella pesa esclusivamente sobre los que hm tenido la im-
prudencia de revejar esos misterios.
Me dirijo a Udes., primero, porque me consta de un modo cierto lo
que han dicho, aunque he oido que otros han hablado también sobre
este asunto, i las palabras de Udes. han vulnerado mi honor i el de mis
deudos : segundo, porque Udes. son caballeros i no pueden negarse a
reparar la honra ajena que sin quererlo han mancillado.
Agregaré, en conclusión, que muchos eclesiásticos me han autoriza-
do para que solicite a su nombre de la hidalguía de Udes. la misma re-
paración.
Dispongan Udes, del aprecio de su A. S. i C. Q. B. S. M.
Joaquín Larrain Gandarillas.
— loo —
SEÑOR PREBENDADO
DON JOAQUIN LAKKAIN GANDAEILLAS.
Santiago, diciembre 21 de 1863.
Mui señor mió i amigo :
Con tanta sorpresa como disgusto he leido la comunicación que Ud. se
ha servido dirijirme por la prensa, en mi carácter de intendente de esta
provincia, requiriéndome para que dé a luz las cartas contenidas en el
titulado Buzón de la Vírjen, i que según Ud me fueron entregadas por
un oficial de policía el dia siguiente al del incendio del templo de la
Compañía, sin ocultar el nombre de las personas que las hubiesen sus-
crito. Funda Ud. tan estraña exijencia en haber sabido por diferentes
conductos que la impresión que en mí produjo la lectura de esas cartas
fué la de una profunda indignación, i que al mismo tiempo espresé la
convicción de que dicha iglesia habia sido un foco de inmoralidad i
corrupción. Como deudo inmediato de alguna de las víctimas sacrifica-
das en esa deplorable catástrofe i como sacerdote, me conjura Ud. a que
alce el sijilo con que mi delicadeza ha creido prudente ocultar el nom-
bre délos verdaderos culpables, a fin de que la memoria sagrada de su
dignísima hermana i de su purísima sobrina no sea recordada jamas de
una manera irreverente, i de que no se haga imposible la vindicación
deUd. i de todo el clero de Santiago, cuya honra se halla feamente
comprometida en este enfadoso asunto ; pues ha menester de ella para
hacer el bien sobre la tierra, i a ella tienen también un derecho inalie-
nable la iglesia, la familia i la patria.
Antes de entrar a contestar la comunicación que antecede, debo de-
cir a Ud. con franqueza : que si en cualquiera otras circunstancias que
las actuales se hubiera reclamado de mí esplicaciones como las que Ud.
ha exijido por la prensa, no habria trepidado un momento en dar por
toda contestación el mas profundo silencio. Desde tiempo atrás profeso
como norma de conducta el no descender a esplicar i sincerar mis actos
oficiales, sino ante mis propios jefes ; i esto cuando las circunstancias lo
exijan de una manera imperiosa. Solo en ellos reconozco el derecho
perfecto de llamarme a cuenta sobre mi conducta funcionaría : i en este
caso, nada me es tan satisfactorio como ei vindicarme de los cargos que
la malignidad se complace en hacer pesar sobre los que ocupamos algún
puesto elevado o bajo, en la escala honrosa pero delicada de las fun-
ciones públicas. Ellos tienen el poder de juzgarme : no les niego por lo
mismo el derecho de inquirir i examinar mis actos con la escrupulosidad
mas minuciosa. En cuanto a mi conducta privada como hombre o como
ciudadano, tampoco estoi dispuesto a aceptar la fiscalización del primero
que pretenda arrogársela, bien sea lego o sacerdote. De ella respondo
ante Dios i mi conciencia : i protesto con toda la enerjía que me es da-
, • — 101 —
ble desplegar, con ti a el derecho que el sacerdocio parece querer asu-
mir en la persona de Ud., de introducirse en el santuario del hogar do-
méstico, para sorprender el secreto de las conversaciones confidenciales,
sacarlas después a plaza, i convertirlas en tema de discusión por la
prensa. No niego que en otro tiempo estuvo el clero en posesión de
este poder arbitrario i abusivo ; pero Ud. sabe i conoce demasiado bien
cuanto distamos ya de esa época, cuánto han ganado desde entonces acá
los fueros de la conciencia i de la libertad personal, para que hoi se
tratara de hacer revivir prácticas vetustas i abusivas, que hartas lágri-
mas han costado a la humanidad, i que nucca dejarán de ser condena-
das por la reprobación unánime de los corazones honrados. Así, pues,
no debe Ud. sorprenderse de que mi primer impulso, al leer la comuni-
cación de Ud., haya sido el de guardar silencio, como la mejor respues-
ta que a ella pudiera convenir.
Pero, ¿habría sido prudente esta línea de conducta en las circunstan-
cias actuales? Esta duda me ha ajitado bastante. La elevada posición
que Ud. ocupa en nuestro clero, i mas que todo el interés que me ins-
pira el honor de tanta víctima inocente sacrificada en la luctuosa catás-
trofe del incendio de la Compañía, son títulos harto eminentes para
justificar ante mis propios ojos una desviación pasajera de la norma a
que constantemente he ajustado mi conducta. Por otra parte, Ud. se
presenta como el adalid de esas víctimas, invoca la memoria, siempre
cara para un deudo, de una hermana i de una sobrina, tratando de parar
los tiros que la maledicencia pudiera asestar contra su honra : i obede-
ciendo a los impulsos del espíritu de cuerpo, se transforma en paladín
del clero, para defender reputaciones a que tienen un derecho sagrado-
la iglesia, la familia i la patria, como si tales reputaciones se vieran hoi
amagadas de un inminente peligro. ¿Cómo negar una respuesta ai reto
que se lanza en nombre de sentimientos tan honorables? Si por mi par-
te la rehusase, tal vez se creería que ese reto habia recaido sobre un
hombre insensible a los acentos de la dignidad ultrajada, o que mi si-
lencio era dictado por otros motivos que la prudencia i el respeto a la
moral i a las conveniencias sociales. Para evitar tan falsas interpreta-
ciones me he decidido al fin por contestar.
Es de lamentar que Ud. haya acojido con lijereza los rumores vul-
gares que hayan llegado a sus oidos, dando crédito a espresiones que
he estado mui distante de proferir. Protesto a Ud. por el honor de las
víctimas que sucumbieron en la catástrofe que Ud. i todos deploramos,
que jamás he asegurado a nadie que el templo de la Compañía hubiese
sido un foco de inmoralidad i corrupción. He lamentado sí que la su-
perstición hubiera creado i fomentado en este templo prácticas impru-
dentes, tales como la institución de eso que en el lenguaje vulgar i
devoto de Ciertas jentes se ha apellidado Buzón de María. Semejante
institución repugna a las ideas mas medianamente ilustradas que se
tenga acerca de los principios de nuestra santa relijion. No es ya el
espíritu el que se eleva a Dios i a sus santos, invocando sus favores o
— 102 —
su intercesión : la comunicación inmediata con ellos por medio de la fe
i de la oración, no es suficiente : es preciso que las preces lleguen a la
Vírjen por medio del papel, déla carta, del signo material de la escri-
tura : de otro modo se correría el riesgo de que nuestras plegarias no
fueran debidamente atendidas ; pues la Vírjen no llegaría quizá a te-
ner conocimiento de ellas. Estas conclusiones absurdas i anticristianas
se desprenden fácilmente de la predicha institución, examinada solo
bajo el punto de vista teórico de nuestra creencia* Si se la examina
ahora, bajo el punto de vista de los abusos a que podría dar márjen en la
práctica, en verdad" que no se necesita de mucha perspicacia para poder
vislumbrarlos. !SIo quiero decir por esto, que tales abusos hubiesen
llegado a ser reales i efectivos entre nosotros : pero habría debido bastar
la consideración de la gran facilidad que había para que se cometiese^
para que se hubiese puesto el mayor anhelo en impedirlo, i una prueba
de esto encontrará TJd. en las críticas que hoi tanto torturan sus oídos,
Lamento como Ud. esta desgracia ; pero ¿podrá imputarse a cülpa de
mi parte el que ella se haya producido? ¿No es mas racional i justo ha-
cerla pesar sobre los que hayan fomentado i tolerado semejante instituí
cion?
Es cierto que la sola vista de las cartas que me fueron entregadas
produjo en mí una penosa impresión, la cual ha estado mui lejos de
rayar siquiera en profunda indignación, como a Ud. se lo han ase-
gurado. Creo que Ud. se esplicará fácilmente el motivo de esa penosa
impresión, sin que sea necesario para ello suponer que tales cartas con-
tenían la prueba de algún acto criminal de parte de las personas quo
las escribieron. En las pocas que examiné, nada habia que [comprome-
tiese el honor ni la virtud de las desgraciadas víctimas que sucumbieron
en el incendio. Pero no pude menos que mirar con pena un hecho que
me revelaba hasta que punto puede estraviarse el sentimiento cristiano
i piadoso de la porción mas bella de nuestra sociedad, cuando la direc-
ción de sus espíritus recae en manos poco prudentes.
Al dar las esplicaciones que preceden, no crea Ud. que me anima
otro sentimiento que el de desagraviar la memoria de las infortunadas
víctimas, de la deshonra que Ud. parece dispuesto a aceptar con rela-
ción a ellas. Estoi mui lejos de aspirar al favor del pueblo, dando aho-
ra ruidosas pruebas de celo i de piedad por la honra de las que sucum-
bieron. No creo tampoco que este sentimiento haya sido el móvil de su
comunicación. Esto seria indigno de Ud. que profesa la humildad, i de
mí que tengo mui justos motivos para practicarla i guardar una actitud
modesta. Como funcionario, no he aspirado mas que al cumplimiento
de mis deberes ; i como hombre, he lamentado en el silencio de mi
casa, i sin ostentación de dolor, la pérdida irreparable que ha sufrido
nuestra sociedad, i la pérdida (séame permitido hablar de mi modesta
familia), de una hermana que era una buena i^honrada mujer.
Pero Ud. no solo se limita a interpelarme sobre mis palabras i apre-
ciaciones, sino que llega hasta exijirme la publicación de las cartas que
— 103 ^
ge me entregaron, con la espresion inclivirlual del nombre de los que
las escribieron. Esto equivale a pedirme que forme el inventario moral
del mérito i virtudes de cada una de las víctimas. Ud. no quiere que
pasen ala posteridad en el hacinamiento i confusión en que perecieron.
Ud. se muestra en esto mas severo que la Providencia. Ella quiso que
las llamas les diesen la igualdad de la muerte, i que la imposibilidad de
distinguirlas les diese la igualdad del sepulcro. Pero Ud. desea que
esta comunidad no pase mas allá del martirio : mas aun, exije imperio-
samente que cada cual tenga una memoria propia i distinta : unas, hon-
rosa i pura, que nadie pueda evocar sin reverencia ; otras, con mengua
i cubiertas de oprobio. No seré yo quien se preste a servir de medio
para hacer estas distinciones odiosas. La posteridad, como la Providen-
cia, hará común el honor de las víctimas, como fué común su sacrificio,
i nadie habrá entre los que viven que dé mejor testimonio que yo de
su virtud i pureza. Esta distribución de honor i de infamia, que nadie
hace ahora ni que se hará mas tarde, es, no obstante, la tarea que Ud.
tiene a bien confiarme. ¿Qué he hecho yo para que Ud. me juzgue
digno de tan vergonzosa función, tomándose Ud. por su propia investi-
dura, la de noble ijeneroso adalid de la sociedad de Santiago? En
verdad que lo ignoro.
Si porque vertí ciertas apreciaciones en orden a la práctica supers-
ticiosa a que ántes he aludido, Ud. se cree con derecho a exijir de mí
esa revelación, permítame que le diga que semejante derecho no reposa
mas que en el desconocimiento mas absoluto de los deberes morales.
En efecto, ¿cómo creer de un sacerdote, acostumbrado por el asiduo
ejercicio de sus deberes a respetar i apreciar la importancia de los se-
cretos ajenos, se pueda atrever a exijir con calculada premeditación que
se revelen por la prensa los misterios de la correspondencia privada?
Para esto seria preciso que tal sacerdote no tuviera conciencia de lo
que es, o que su razón hubiera decaído en un deplorable delirio. Res-
pecto de Ud., la primera suposición es absurda ; i en cuanto a la segun-
da, creo que Ud. mismo la declarará inadmisible.
Para paliar esta abierta transgresión del deber moral de guardar los
secretos ajenos, aduce Ud. la consideración del derecho perfecto que
cada cual tiene a su honra, i de que no seria justo que el inocente fuera
a confundirse con el culpable. No seré yo quien ponga en duda la ver-
dad de estas máximas ; pero lo que niego es que ellas autoricen a re-
velar un secreto. Si la simple sospecha de que una calumnia vaga e in-
determinada pudiera afectar el honor de una persona inocente, autori-
zase a ésta para exijir que se diera a luz el nombre de los verdaderos
culpables, ¿a qué estraños abusos no conduciría la profesión de esta
doctrina? Ella no autorizaría ya solo para defenderse justificándose, si-
no que también permitiría defenderse difamando. I bien sabe Ud. que
esto no se armoniza fácilmente con las máximas de la caridad cristiana,
ni con el ejemplo que legó al mundo su divino Fundador. Cuando se
le acusó de blasfemo e impostor, rechazó la calumnia ; pero no dijo mis
— 104 —
acusadores están manchados con iguales o mayores crímenes que los
que me imputan. Este ejemplo debiera servir de norma a los ministros
de J esucristo para modelar según él su conducta i sus exijencias.
Por otra parte, me parece que Ud. no ha pensado seriamente, al sen-
tar esa doctrina, sobre el alcance que ella podría tener para el ejercicio
del mismo ministerio sacerdotal que Ud. inviste. Supongamos que un
eclesiástico, estigmatizando desde la cátedra sagrada los vicios de la^
sociedad, se quejara de que la corrupción la hubiese invadido por todas
partes ; que la fidelidad no era ya el sentimiento dominante en el cora-
zón de las esposas; que el recato i el pudor habian dejado de ser la
preciosa joya de las doncellas ; que en el comercio reinaban el fraude i
la mala fe, esterilizando las transacciones ; que en el ejército cundia la
plaga de la inmoralidad e indisciplina, prestando seguro apoyo a las
traiciones i a la revuelta, etc. En esta filípica contra la sociedad, que
(sea dicho de paso) no es raro oir en nuestros templos, se encerraría
mas de un motivo de zozobra para un marido en su mujer, para un pa-
dre en la pureza de sus hijas, para un comerciante en la lealtad de otro
de su mismo gremio, i para la sociedad en masa, en la seguridad que
tiene derecho a mirar protejida por la espada del ejército. Ahora bien,
si porque es mil veces mas sagrado el derecho que tiene a la estimación
i a la honra el inocente que el culpable, todo el que se creyera com-
prendido en la primera clase estuviese autorizado para exijir al sacer-
dote que revelase el nombre de los que se hallaban en la segunda,
¿qué vendría a ser de la libertad de la prédica? De seguro que el sa-
cerdote tendría que enmudecer en la cátedra ante los vicios i desórde-
nes de la sociedad, o en caso que tuviera el arrojo bastante para com-
batirlos de frente, se vería precisado a cambiar el breviario por un
revólver i la sotana por una cota de malla. ¿I es esta la condición a que
Ud* desearía ver sometido el ejercicio de una de las atribuciones impor-
tantes i benéficas de su augusto ministerio?
Estas estrañas doctrinas que Ud. se ha presentado a sostener en de-
fensa del honor de víctimas inocentes i del respetable clero de Santia-
go, no puedo creer que las profese otro que Ud. I aun Ud. mismo, al
sostenerlas me parece que no ha hecho mas que obedecer a los efectos
de un exajerado dolor por la pérdida de sus deudos. Recuerdo en este
momento las siguientes ideas de un célebre escritor contemporáneo :
"El amor, dice, produce mui frecuentemente el efecto de falsear nues-
tro juicio en todo lo que concierne a la persona amada ; este es el pri-
mer daño que nos causa : porque nada es mas desastroso para el espí-
ritu que engañarse acerca de los caractéres de lo bueno i de lo bello,
admitiendo bajo estos nombres lo injusto i lo repugnante. Por lo regu-
lar adquiere la pasión tal violencia, que oscurece en nosotros el sentimien-
to moral, i nos excita a acciones que mil veces habríamos condenado 6Í las
hubiéramos examinado a sangre fría. Tal es la situación en que a mi
juicio Ud. se ha encontrado al dirijirme la carta a que contesto. No
estraño por lo mismo las peregrinas ideas que en ella vierte : deploro
— 105 —
sí la perturbación que se las ha hecho concebir, i aun mas, su lijereza
para propagarlas difusamente por la prensa. No necesitaba el clero de
Santiago del doloroso sacrificio de la persona de Ud. para vindicarse.
Jamas la sociedad ha comprendido en un mismo juicio, ni estimado de
igual manera a todo el personal del clero. Haciendo las justas distin-
ciones a que la virtud i el mérito individual son acreedores, sabe mui
bien reservar su aprecio i sus respetos para los dignos sacerdotes que
honran nuestra clerecía, así como para los demás guarda una compasión
piadosa.
Se queja Ud. de — "que empieza a observarse en el pueblo, signos
que revelan alejamiento i recelo, i que tiene que bajar ruborizado los
ojos muchas veces, por no encontrarse con miradas escudriñadoras, etc."
Por mi parte lo deploro de veras. "Esto es intolerable," esclama Ud.,
permítame decirlo con franqueza, que la carta de Ud. le dé derecho, ni
a Ud. ni a los que piensan de su misma manera, a alzar la vista i a pa-
ralizar de confusión las miradas escrutadoras. No se gana por medios
como los que Ud. ha puesto enjuego la devoción del pueblo. Ud. cono-
ce mejor que yo la historia del nacimiento, desarrollo i progreso ad-
mirable de la fé cristiana ; i no será preciso enseñarle, si bien conven-
drá recordarle, que ella ha llegado a dominar los pueblos civilizados
por el desinterés, la piedad i la abnegación sin límites de sus primeros
propagadores. Ante esos hombres el pueblo no alza los ojos con inso-
lencia, sino que dobla la rodilla con veneración.
Ud. asegura que al dirijirme la carta a que contesto, ha visto mui
bien todo el alcance de la exijencia formulada en ella ; pero que decli-
na en otros la responsabilidad de este paso. No comprendo, señor, lo
que haya querido decir con esto. Espresiones semejantes profirió el ma-
gistrado de Judea que condenó a Cristo al patíbulo. El creyó poder
comprar la tranquilidad de su conciencia con esa fórmula fácil para
echar sobre otros la responsabilidad de sus propios actos. Pero Ud. sabe
mui bien cual fué el fruto que cojió ese majistrado de la transacción
cobarde que quiso hacer con su deber i su conciencia; i desde entonces
acá, hace 19 siglos, la humanidad condena dia a dia, i siempre con igual
execración, la fórmula a que Ud. se acoje para sustraerse a la respon-
sabilidad de una medida reclamada con imperio i sostenida con calor por
Ud. mismo.
Ojalá que las esplicaciones contenidas en esta contestación puedan
mitigar en parte lo acerbo de su dolor i restituir a su espíritu la calma
i serenidad perdidas. No dudo que entonces pensará Ud. de una manera
distinta que al presente, i se felicitará interiormente de haber encontra-
do en mí una contrariedad a la satisfacción de sus irreflexivos deáeos.
Tengo el honor de suscribirme de Ud. afectísimo S. S. i amigo.
Francisco Bascuñan Guerrero.
\ 14
SEÑOK INTENDENTE
DON FRANCISCO BASCUÑAN GUERRERO.
Santiago, diciembre 22 de 1863,
Señor de mi particular respeto i aprecio :
Vuelvo a dirijirme a Ud. para espresarle mi agradecimiento por las
explicaciones con que en su comunicación de ayer ha salvado la honra
de las caras finadas que nos arrebató la catástrofe del 8. Ud. ha escrito
estas bellas palabras : nadie habrá entre los que viven que dé mejor testi-
monio que yo de su virtud i pureza. Nos asegura que en las cartas en-
contradas en el Buzón que Ud. leyó, nada habia que comprometiese ú
honor ni la virtud de las desgraciadas víctimas que sucumbieron en el in-
cendio. I si eran inocentes las personas que escribieron las cartas, vie-
nen a serlo por necesidad las otras a quienes se supone que iban diriji-
das. Gracias, mil gracias, señor Intendente, a nombre de la sociedad, a
nombre de las familias de las víctimas, a nombre también del clero de
Santiago, por su declaración.
Ud. me dice : Es de lamentar que Ud. haya acojido con lijereza los
rumores vulgares que hayan llegado a sus oídos, dando crédito a espresio-
nes que he estado mui distante de proferir» Protesto a Ud. por el honor de
las víctimas que sucumbieron en la catástrofe, que Ud. § todos deploramos,
que jamas he asegurado a nadie que el templo de la Compañía hubiese sido
un foco de inmoralidad i corrupción. Acepto con todo gusto esa califica-
ción de lijereza en acoj er rumores vulgares, desde que ella sálvala re-
putación del primer n^ajistrado de la provincia.
Agrega Ud.: No riecesitaba eidero de Santiago del doloroso sacrificio
de la persona de Ud , para vindicarse. Cualquiera que sea el sentido de
esta frase, tambier¿ la acepto i agradezco, pues espresa un sentimiento
de benevolencia ^ácia la corporación a que tengo el honor de pertene-
cer. No import a que Ud. haga en seguida distinciones odiosas, i que se
quede ignorar jdo la sociedad si su servidor pertenece al número de esos
pobres sacer dotes indignos de .su aprecio i de sus respetos, para quie-
nes Ud. i sus amigos solo tienen reservada una piadosa compasión. Los
¡escluiclo^ (Je su benevolencia, no lo .habrán . sido a lo menos por los abu-
sos a\te pudieran cometerse en el Buzón de la Vírjen, pues la honra de
Ura.le hace reconocer que esos . abusos no han llegado a ser reales i efec-
tivos entre nosotros. I esto es lo que en las circunstancias presentes nos
basta.
Las esplicaciones que Ud. ha tenido la bondad de darme hacen inne-
cesaria la publicación de las cartas que llegaron a sus manos. Pero
prueban al mismo tiempo que no habia inconveniente grave para dar-
las a luz. Antes de dirijirme a Ud. sabia perfectamente que su conte-
nido no podia comprometer la reputación de nadie. Pero, para que lo
— 107 —
creyera también el público era preciso que cesara el misterio con que
se escudaba la mordacidad, i no encontré otro medio pam romperlo que
una carta por la prensa pidiendo a Ud. la publicación de esos documen-
tos que estaban esplotando personas mal intencionadas. Contando con
su hidalguía, pensé que no le quedaba a Ud. otro partí .do que el pu-
blicarlas o darnos las esplicaciones con que nos ba favorecido, i en uno
i otro caso quedaba en salvo la honra ajena i la propia. X<a contestación
de Ud. prueba que no andaba desacertado, i conseguido mi intento, no
tengo motivo para arrepentirme de mi conducta.
No quiero hacer caudal ni de las apreciaciones de Ud . ni de la dureza
con que me trata. Por mas que difieran de las mias, r< espeto en la ma-
nifestación de las primeras la libertad del pensamiento ajjeno ; i la seve-
ridad del lenguaje no ha sido tampoco parte para disminuir ni en un
ápice el aprecio que hago de la persona de Ud. i la gratitud que han
despertado en mi alma así su satisfactoria declaración como los nobles
motivos que lo han impulsado a darla.
Permítame, pues, que le ofrezca los servicios de su inútil amistad su
afmo. S. i C.
Joaquín Larraim. Oandarillas,
~ 108 —
NOMINA
DELAS
VICTIMAS DEL INCENDIO DE LA COMPAÑIA.
Mercedes Bascunan Guerrero, i una
sirviente 2
Carmen Sanfuentes i una sirviente 2
Casa de don Mariano Urmeneta, dos
sirvientes 2
Casa del ministro Santamaría, un sir-
viente 1
Casa de doña Mariana Quiroga, una
sirviente 1
Casa de doña Lucía Lobo, arrenda-
tarias 1 1
Casa de don Pedro Cádiz, las seño-
ritas Javiera, Rita, Carolina i Ma-
tilde, Amelia Cádiz i una sirviente 6
Enrique Cañas 1
Matilde Yávar 1
Manuela G-ormaz i dos sirvientes 3
Casa de doña Teresa Cañas, una sir-
viente 1
Casa de don Benjamín Benavente,
una sirviente 1
Carmen Román i tres sobrinas 4
Casa de don Vicente Larrain: doña
Enriqueta Larrain, doña K osario
Gómez, doña Dolores, Griselda,
Tránsito Salfate i dos sirvientes 7
Casa de doña María Muñoz, arren-
datarias 3
Casa de don Patricio Castro, un sir-
viente 1
Casa de doña Rosario Torres i Ve-
lasco, un sirviente 1
Casa de doña Dolores Ramírez una
sirviente 1
Eduvijes Méndez 1
Casa de don Luis Echevers, dos sir-
vientes 2
Casa de don Javier Zañartu, una sir-
viente 1
Ascensión Sánchez 1
Luisa Argomedo i Cármen Reyes 2
Carmen Ovalle de O valle i sus hijas
las señoritas Amelia, Lxiisa, Virji-
nia, Corina i Elisa Ovalle i dos sir-
vientes 8
Josefa Julio de Montt, Mariana Ju-
lio, Rosario Díaz, Juan Eduardo
Montt, i cuatro sirvientes 8
Ana Montt i Petronila 1-ovola, niñi-
tas i J uaná Silva 3
Natividad Acosta i Lucinda Olivos su
pupila 2
Trinidad Arístegui i sirviente 2
Casa de don Antonio Hurtado, las
^eño^tas Juana María, Manuela i
Dolores Hurtado i sirviente 4
Casa de doña Mariana Soffia., sirvien-
tes 3
Casa de don Tomas Correa, sirvien-
tes 2
Dolores B arredo i sirviente 2
Isabel Cruz i sirviente 2
Casa de doña María Arismendi, dos
arrendatarias 2-
Tgnacia, Luisa, María del Carmen
Eyzagui' re i tres sirvientes^ 6
Casa de don Juan Miqud dos sir-
vientes 2
Remedios Albano de GazTiur", sus
hijas Ad^la i Jertrudis, Candelaria
Escanilla i Rosita Uriondo 5
Casa de don Pablo Cienfuego un sir-
viente 1
Dolores Barahona de Guerra I
Milagro Becerra i una alumna 2
Mercedes Vasquez 1
Mercedes Araos 1
Josefa Barros Moran, Rosario Mo-
ran, Rosa Barros Valdez 3
Dolores Lecaros i tres sirvientes 4
Rosa, Mercedes, Rosario Olea i tres
sirvientes 6
Juana Cañas 1
Rosalía Fernandez i dos sirvientes 3
Elcira Man dio a 1
Magdalena Arenas, Lorenza Guzman 2
Dolores de Aguirre i dos sirvientes 3
— 109
María López, Jesús, Manuela i Jua- |V ,v
na Torres 4
Dominga, Rosa i Luz Santacruz 3
Santos, Delfina, Luz, José Manuel i
Emilio Contreras 5
Rosa Bravo de Díaz i su hija Clarisa 2
Rosario Carmona i Lucero 1
Micaela Ampuero i sirviente 2
Ignacia i A ndrea Espinosa 2
Pilar Le iva i su hija Concepción Qui-
jada 2
Rosario i Teresa Santos 2
Eujenia Villarino 1
Amalia i Celia Indo 2
Juan Alberto Muñoz 1
Soffia i Elena Infante niñitas, i doña
Anjeia Gómez, viu< a 3
Mana, Mercedes, Dolores, Tránsito,
Beiigno, Manuel Kamm Lois. 6
Ta a Quezada, de la calle de San
Pablo 1
Pepa Saravia i dos sirvientes 3
Mercedes Correa Albano i dos sir-
vientes 3
Casa de don Juan de Dios Fernan-
d z, dos sirvientes 2
Rosado Castro i dos sirvientes 3
Mariano Brieba, muerto de cansancio
en la estincion del incendio que se
pronunció la misma noche en su
tienda de abarrotes 1
Tránsito Henriquez 1
Casa del señor Salinas, una señora
Guzrnan i dos sirvientes 3
Marta Caldera 1
Agustina Saez 1
Lui^a Pérez de Escobar i María Ca-
rrasco 2
Ura sirviente de don José Agustin
Tagle _ 1
Carmen Cristi Donoso e hijo 2
Carmen Cuadra 1
Melchora Barriga de Echaverría,
hermana de don José Miguel Ba-
rriga 1
Doña Dominga Echavarría i una sir-
viente 2
Tadea Araya de Avendafío 1
Tres niñas Cumplido i una sirviente 4
Tres hermanas i dos prima- del señor
juez de letra? don Francisco Baca
Adela, Tomasa i Francisca Toledo
Carmen Achurra de Santander,, dos
hijas i dos sijvientr-s
Juana Guzman de Cueto i una hija
1 Un seminarista Doublet
Sirvientes de la casa de Mma. Pin-
chón
Sirvientes de la casa de doña Carmen
Caballero
Mercedes Venegas de Aquebec i una
hija
Jesús Madrid 1
Adela Maluenda de Riveros 1
Petronila Muñoz 1
Contreras (cigarrero) e hija 2
Teodora (lavandera) amiga i dos hijas 4
María (c «sturera) 1
Felipa (sirviente de las señoras Lur-
quin) 1
Hijas de don José Manuel i de dona
Enriqueta Lecaros 2
Trinidad Larrain de Irarrázaval e
hja 2
Sirvientes de doña Cataliaa Busta-
mante 2
Sirvientes de don Antonio Varas 2
Sirvientes de don Ambrosio Rodrí-
guez 2
Rusa Valderrama 1
Esposa, cuñada i sirviente del alcaide
de la cárcel don Tomas Concha 3
Santos Larrecheda i sobrina 2
Micaela Ampuero i dos sirvientes 3
sirvientes de doña Mercedes Correa
de Vicuña 2
Rosa Portus de Tapia, dos hijas i sir-
viente 4
Dolores Araya de Aguirre i dos sir-
vientes 3
Margarita i Dolores Villarreal 2
Ad lina Vega 1
Sirvientes de doña Rita Bravo 2
Sirvientes de doña Javiera Marin 3
Carmen Prieto de Briones e hija 2
Manuela Seco de Pardo, hija i cu-
ñada 3
Tadea Errázuris 1
Julia Espinosa 1
Hijas de don Manuel O valle 3
Sabina Fernandez i Frías 1
De una lavandería de la calle de San-
to-Domingo 10
María Luisa Rondanelli i Arteaga 1
Ana S anches i Monte 1
Sirvientes de doña Jesús O valle 2
Sirvientes de doña Enriqueta Fal-
con de Ortuzar 3
Marcelina Albano, viuda de Pinto 1
Juana Salomó i niño 2
Rosa i Maria Despott, hermanas del
canónigo 2
Francisca i Dominga Falcon 2
Dos hijas i una sirviente de don Joa-
quín Gandardlas Aranguiz 3
Jesús Cañas de Covarrubias l
Lutgarda Cañas 1
Mercedes Ibieta de Gonzales 1
Niñitas Luco Huici 2
Hijitas de doña Carmen Elízalde,
viuda de Sánchez 2
Sirvientes de don Juan E. Allendes 3
IHijo i dos hijas de don José M.
ügalde 3
t
— 110 —
Ramona Solar ^(se sacó el cadáver sin
cabeza i se reconoció por la marca
de su pañuelo)
Sirviente del señor Freiré
Señora Tocornal i Briseño calle de
la Merced)
Cármien Pérez de Navarrete i dos sir-
vientes
Trini dad Figueroa de Figueroa
Sirvientes de la señora Guzman (ca-
lle de la Catedral)
Sirvientes de las señoras Urriola (ca-
lle de San- Antonio)
Sirvientes de las señoras Valdés (ca-
lle de la Me rced) #
Sirviente deumo de los señores Egui-
guren
^Benito Uriguru
Madame Laíarg ue, hija i nieta
Suegra i dos hijas de don Juan Bau-
tista Infante
Mercedes Hurtado (hermana del se-
ñor don Nicol as)
Antonia Ovalle ü Bezanilla i dos sir-
vientes
Sirviente de dona Ignacia Cavareda
Sirviente de doña Concepción Eyza-
guirre
Dolores Zamudio i hermana
Sirvientes de doña Glosario Valdes
Isabel Cruz Antunez i dos sobrinas
Juana María Campos i dos sirvientes
Irene i Delfina Verdugo
Magdalena Martínez e hija
Cruz Lobos
Jesús Frutos
Sirviente de doña Mercedes Villegas
Juana Valenzuela de C lamino
Salomé Camino
Rosa i Carmen Molina
Teresa Olea
Tránsito Mardones (de San-Fernan-
do)
Ignacia Semir
Filomena Nuñez
Margarita Garrido
Sirviente de doña Carmen Frías
Carmen Gormas
Juana Rosa López (:oinita)
José Miguel Ibañez (niñito)
Antonia Gonzales de Puente (de Val-
paraíso)
Manuel Ramos i Campo i madre
Rosa de la Fuente de García
Eulalia (lavandera del jeneral Neco-
chea) ,
Dos niñas Plaza i una tia, calle de
la Merced
Celedonio Gallinato
Senobia Bustamante i sirviente
Secundina i Florencia Balacé de Vaz-
ques, hermana e hijo
Hermana, cuñada i sirviente de don
Daniel Tobar 3
La señora del Teniente Henriquez 1
Manuela Fresno 1
En el hospital de hombres hai muje-
res muertas 16
Esperanza Calderón 1
Josefa Villegas e hijo 2
Rosario Cañas 1
Mercedes Torrealba 1
Sirvientes del coronel Sessé 2
Dolores Gutiérrez 1
Dolores Ahumada i Santos Ulloa (sir-
vientes de don José Ignacio La-
rrain i Landa) 2
Micaela, María Mercedes Gómez i
sirviente 3
Dolores Baraona de Ortiz (de 35
años), Mónica Garcés (de 16 a-
ños), Francisca Guerrero (de 13
años), Estefanía Idalgo (de 14 a-
ños), Francisca Garcés (de 20 a-
ños) i Luisa Bretón (de 30 años) 6
Muertos en la policía tres mujeres i
un hombre
José Cornejo, hija, sobrina i hermana
Anjel Hernández
Julia Ureta i Gutiérrez
Eloísa Tagle
Hijitas de don Bernardo Toledo
Ocho personas de la familia de N,
Escobar (cigarrero)
Hija de don Patricio Díaz
Señoritas Teran
Carmen Urzúa
Avelina i Margarita Navarrete; Fran-
cisca, Cármen i Juana Salvatie-
rra, niñita i sirviente (calle de Na-
taniel)
Jesús Santelices
María Pizarro i su hija Adelina Cer-
vantes
Señoritas Falcon (calle Angosta)
Cármen Rios, Teresa i Jesús Rojas
Juana Barra, i sus hijas Tránsito i
Dolores Lizardi
Hijas de don José Novoa
Cármen Roa
Olegaria Mujica
Cármen Verdugo i sirviente
Juan Bautista Gonzales
Mercedes Diaz
Amalia Gómez Gandaríllas
Maria Sandoval
Jertrudis Fuentes
Magdalena Varas
Manuel Bravo i señora (Cañada arri-
ba) 2
Catalina Pimentel i sirviente 2
Josefa Mutis i dos sirvientes 3
Cármen Olivos 1
Mujer e bija del cochero de don F.
111 —
Ignacio Ossa 2
Sivientes de doña Margarita Egaña
de Tocornal 7
Mercedes Santamaría 1
María §ilva 1
Beatriz Diaz 1
Matea Llanos 1
Rosario Ramírez 1
Delfina Ramírez 1
Micaela Marin 1
Mercedes Latorre 1
Rosa Erazo i tres hijas 4
Rosario Salazar 1
Concordia Salazar 1
Benita Almaza 1
Luz Baeza 1
Rosa Irarrazával 1
Rosario Tagle 1
Rosario Arangua 1
Rosa i Dolores Bravo i dos sirvien-
tes 4
ídaría Engracia Urivi 1
Matea i Mercedes Reyes 2
Carmen Salinas de Martínez 1
Francisca Moreno i su hijo Juan de
la Cruz Aguire de 10 años 2
Francisca Graset 1
Carmen Rios de Muñoz e hija 2
Trinidad i Rosario Rivas 2
Elisa i Filomena Espinoza 2
Trinidad Barrientos, alumna del con-
servatorio de música 1
Encarnación i Adela Diaz 2
Rosario Alfaro 1
Filomena Nuñez 1
Martina Alcaino de Prado i su hija
Damiana 2
Antonia León de León i su sobrina
i Irene Rodríguez 2
María de la Paz Válenzuela de Mu-
jica 1
Jesús Válenzuela de Aris i su hija de
ocho años 2
Juana Lorca 1
Catalina Gonzales de Sánchez 1
Sirviente de la señora Fani 1
Manuela Tapia (de Polpaico) 1
Juana Plaza (de Chacabuco) 1
Isabel Contreras de Arancibia, viuda
del capitán de ejército don Ramón
Arancibia 1
Leonor Torrejon 1
Carmen Reyes 1
Tránsito Rojas, e hija i su cuñada
Inocencia Pinto '3
Mercedes Hidalgo 1
Rosario Arellano 1
Lucas Gonzales (zapatero) 1
Lastenia Lizarde 1
Gregoria Corona 1
¿Mercedes Román 1
Martina Guzman 1
Juana Serrano (sirviente) i
Dolores i Jesús Castellano 2
Pascuala Reyes 1
Mercedes Banda i su sobrina Clorin-
da Claveau l
María Castro 1
Felipa i Agustina, sirvientes del Dr.
don Miguel J. Semir 2
Concepción Cárdenas i su hija Be-
nigna 2
María de los S. Urive 1
Sinforosa i Rosalía Éalma, Marga-
rita Gonzales i Eustaquio Jaque,
de 7 años, sirviente de doña Jose-
fa Cruzat §
Mariana i Juana Gonzales i dos sir-
vientes 4
María del Carmen Silva
Martina Valdez, antigua sirviente de
la señora doña Dolores Larrain de
Echaurren
Rosa Sanfuentes i Andonaegui de 8
años
Isabel Puelma
Rosenda Silva, viuda de don Ru-
mualdo A. Gonzales i su hija Mer-
cedes Inés
Leandro Atalíbar Ramírez
Juan Torres
Lorenza Olivares de Zamorano i su
nieta Magdalena Zamorano
Juana Rosa Silva, hermana de don
Bernadino Silva
Juana Escobar de Calmett (viuda)
Carmen Gonzales (costurera) i su
hermana Margarita Gonzales (la-
vandera) 2
Dolores Avendaño, prima del señor
chantre don Pascual Solis de Ovan-
do, Clorinda Gonzales i una sir-
viente 3
Cármen Guzmas, Benigna Lujan i
Estefanía Berrios, sirviente de la
señora doña Dolores Meneses 3
Margarita Quintana, sirvienta de don
Juan Bautista Infante 1
Bartola Garrido, D< lores i Justa,
sirvientes de doña Rosario Gutie-
rres 3
Rosa Bravo de Diaz de la Vega, Cla-
risa Diaz de la. Vega, dos sirvien-
tes Catalina Pino i Julia Diaz 4
Elisa Concha de Arístegui, María
Mercedes i Damiana Arístegui
i su prima hermana Maria Isabel
Barrera 4
Cármen Cuevas, sirviente del señor
don Gregorio Ossa i Cerda 1
Dos hijitas de don Joaquín Munita i
una sirviente 3
Tomasa Flore 1
VeDtura Matheu (de 12 años) 1
— 112 —
Margarita Olea, sirviente de doña
Juana María Me.- a
Ignaeia S- sa
Florin ¡a i Margarita Díaz, su madre
i su madrina
Ursula i Gabriela Escobar
José Toma-? Roja* (niño de 12 años)
Mariana Silva de Olivo
Pabh Rojas de Muñ z
María fiel Carmen Muñoz (soltera)
Ninfa Garóes de Olea
Cármen Quezada i Olea (soltera)
Lorenza Pereira de Guzman
Juana Rosa Guzman (saltera)
Magdalena Arena
Sirviente de d<ña Rejina Guzman
Agustina, Filomena (de diez años) i
Cármen Lobo (de s> is años •
Micaela Rojas i su hija Cármen Las-
Heras
María i Catalina Vasauez (lavandera)
M ría Candelaria Hierra
Isabel Arruez de Herrera
Jgnacia Bravo
Tránsito Mandujano
Juana Mandujano
María Herrera
Dolores Hurtado
Mica-la Sandoval de Roldan (de
Vrlparaiso)
Agustina Si ¡va (suegra de don Ma-
nuel Bravo)
Rafaela Garrido i Briseño (de 12
años)
Mercedes Aldunate, sus h jas Clotil-
de, Luisa i una tirviente
Isabel Hernández
Señora Ayala i cuatro pupilas
Perpetua Luco i Bezaniila
María Josefa Barra de Hidalgo
Agustina Alvarez de Toledo
Mercedes Diaz i Mercedes Solis (sir-
vientes)
Clara Escobar (viuda de Lozano)
Clotilde Dañes &ter, alumna del cole-
jio de la Sra. Cabezón de Tillarino
Juana Morales de "Wrgara
Cármen Lobo i Salgado
Trinidad Arellano
Enriqueta i Juan de D. Olivo
Lucas Gonzales (zapatero)
Sirvientes de don Manuel Echeverría
María C or dero de Silva i su hij a Trán-
sito Si va
Francisca Peña de Machado i su hija,
su hermana Juana i sobrinas Rita
i Micaela Silva
Anjela Mujica, su hermana i dos sir-
vientes
Eustaquia Quiroga, sirviente; de do-
ña Josefa Cáceres
Pabla Ramírez, sirviente de las seño-
ras Aguirre
Isabel A r mijo
Mercedes Bello
Aseen^ n Reyes
Clarisa Lei on de RobLs (del Olivar)
María Soto de Luna
Mercedes ( astro
Cármen Po icarpo
1 árnun Rojas
Roí a Parga
Clarisa Silva
Ju na í'eña
Francisca Peña
Adelina Macbao
Mércele- Bnto (lavandera)
Mi-aela i Rita Peña
Antonia i Petronila Salvo
D* mitila i Mercedes Sánchez
Catalina Cuevas
Rosa Pardo
Manuela Clavero
Lorenza Bustos
Juana Salinas
Francisca Fuentes
Isabel Munita
Mercedes Godoi de Arena (arjentina
i sirviente)
María Carrasco de Iñiguez
\jercedes i Margarita López
Sirvientes de los señores Bezaniila
Sirvientes de don Luis Santa -María
Sirvientes de don Manuel Rojas Do-
noso
Sirvientes de don Manuel José Gar-
da i Concha
Manuela Vergara
Isabel Gallardo
Lavandera de doña María Zorraqifa
Arrendataria de doña Dolores YaStz
Juan Enrique Pérez (cinco años})
Sirviente de don Ricardo Montanta*
Catalina i María Vasquez
Salomé Ramos
Micaela Rojas e hija
Trinidad Marcoleta, casa de don J.
A Fresno
Sirviente de don Pedro Salinas
Primitiva Morales, de 12 años
Cayetana Castillo
Del edificio del Congreso nacional;
l armen Reyes, Leonor Torrejon,
Braulía Duran, Inocencia Pinto^
Rosario Orellara, Mereedes W _
dalgo i Tránsito Rios
Jesús Madrid
Pabla i Elias F
Marearía ' -Salde '
- de la Cruz Bustamante
a cedes i María de la Luz Mutüla
Tránsito Jaña i sirviente
Andrea Jaña i dos hijas
Natalia Freiré i sirviente
— 113 —
Lorenza Uribe, su hija Edelmira Pé-
rez i una sirviente
María Candelaria Arostei e hija
Jesús Martínez
Pascua la ^M. Silva
María Mercedes Grez
Margarita Gajardo
María Salvatierra e hija
Clorinda Vaíenzuela
Sirvientes de don Joaquín Olava-
rrieta
Carmen Diaz
Sirviente de don Eulojio Echaiz
Casa de las señoras Briceño, una se-
ñora i un niñito
Antonia Cuadra
Matilde Herrera Manterola (catorce
años de edad)
Juana Salazar
Matilde Salazar
Micaela Gómez
Carmen Herrera
Antonia Jorquera
Fabiana Abarca
Delfina Beltran
Carolina Fresno
Antonia León
Rosa Pardo i Pereira (de Rengo)
Mari» Mercedes Gómez i una sir-
viente
Isabel Salas
Petronila Benavente de Machuca
Luis Medina
Victoria Alfaro
Mariana Silva de Oliva i sus hijos
Enriqueta i Juan de Dios 2. °
Carmen Montolla, calle de San-Diego
i una sirviente
Daniel Navarrete de 10 a 11 años, de
la calle de Teatinos
Carmen Renjifo, arrendataria de don
Rufino Gonzales
Santiago Diaz, oficial deja indepen-
dencia
Mercedes Gonzales
Teresa Cádiz
Santos Ugalde
Cárm~n Picardo
Ascensión Espee de Henriquez (de
Petorca)
Mercedes Espee (de id.)
Antonia Bebar
Luisa Quiñones
Rosario Lhvin de Rosende
Mercedes Achurra i Valero i dos sir-
vientes de don José Antonio Guili-
zasti
Sirvientes de don José Santiago Ta-
gle
Margarita i Mercedes López Mon-
tero, sobrinas del finado coronel
don Agustín López
Cármen Rodríguez, sirviente de doña
3 Margarita Vial
2 Bernarda Mateluna (de 70 años)
] Beatriz Torres (de 14 años)
1 Melchora Soto
1 Juana Martínez, sirviente de don
1 Benjamín Larrain
2 Manu la Cía eros
1 Gregoria Cabellos
Luisa R^mir^z, su hija i tres nietas
2 Prudencio Rojas
1 Carmen Santa-Ana
1 Margarita Cantos
Rusenio Carmona
2 Sirvientes de don José Miguel Barriga
1 La suegra del carpintero Marcos Ra-
mírez
1 Cuatro sirviectes de doña Carmen Ur-
1 meneta i la hija mayor del sirviente
1 La matrona Cavieres
1 La mujer i dos cuñadas de un mayor-
1 domo de don Juan Domingo Dá-
1 vila
1 Sarviente de doña Rosa Falcon de
1 Garrido
] Doña Emilia Agnirre
1 La madre i dos hermanas de don
1 Teudomiro i apia
Sirvientes de doña Carmen Alessan-
2 dri
1 Arturo i Matilde Rodríguez
1 María Rosario Lec^ros de Barrera @
1 hija R(^a i dos sirvientes
1 Isidora Miranda
Mercedes Bt iones, Carolina Ekart i
3 Encarnación Makart
Luisa Bellnurrutia
Antonia Fuente»
Rosario Grei
Antonia Velard®
Carmen Galla rd© i una hija
Antonia Castro
Rosalía Peña i sirviente
1 Bartola Reyes, calle de Galvez
1 Micaela Rojas e hija, calle de San-
1 Isidro
1 Dos hijas de don Fernando Carmona
l Trinidad e Irene Pérez Carmona
Flora Ortiz i amiga
1 Isabel Guzman, preceptora de la es-
1 cuela fiscal núm. 1 i una alumna
1 Francisca Sotomayor, calle de Gal-
1 vez
1 Carmen Vasquez de Diaz
Carmen Quezada i Francisca Romo
Cármen Chavarría i su hija Sózíma
Francisca Fernandez i Peta Bena-
vente
Casa de doña Isabel Torres, dossir*
vientes, calle de la Chimba
I Catalina Jiménez, matrona
Concepción de Orrego ehija
15
— 114 —
Dos sirvientes i dos hijas de éstas de
la casa de doña Rosario Torres de
Valdivieso
Dos sirvientes de don Pedro Rojas
Una niñita i una sirviente del señor
Mandiola, de la calle de los Huérfanos
Lorenza Olivares i nieta, calle de los
Baratillos
Petronila Carmona, calle de los
Huérfanos
Isabel Villalon
Rosario Barrios de Salomó, calle An-
gosta
Carmen Picarte i Francisca Valen-
zuela
Clotilde Arredondo de Elisalde
Dos arrendatarias de doña Candela-
ria Novoa, calle nueva de San-
Diego
La mujer, una hija i sobrina del Sa-
cristán del Buen-Pastor
La casa de doña Petronila Menare de
la calle de Valdivia núm. 14 ha
quedado inhabitada
Mercedes Solis i Mercedes Diaz, sir-
vientes
Mercedes Méndez, calle de Lillo
Mercedes i ¡Margarita López, calle
de San-Pablo
Rita Cruz, María M. i Dolores Urtu-
via, Trinidad i Rosario Rivas, Fe-
lipa Moya, Magdalena Martinez, i
su hija Matilde, i una criada
Una sirviente de doña Agustina La-
rrain
Trinidad Silva de Navarro de 56
años i su sobrino Santiago Larrain
de 10 años
Carmen Henriquez, Carmen Gran-
don, i Leonor Zenteno, calle del
Estado
Rosario Saravía, amiga i sirviente
Madre de don Rosalindo Molina
Margarita i Mercedes Leiva i Carmen
Soria
Irene Rodríguez
Carolina i Delfina García M.
Casa de doña Rafaela Errázuris : Po-
lonia Armijo, Dominga Menare,
Dominga Rojas, Juana Pinto, Jua-
na Olivares, Feliciana Huerta, Cár-
men Nova, Carlota Arancibia i
Carmen Rocha
Casa de don Manuel Antonio Ar&n-
guiz, Antonia Monasterio, Pedro
Aranguiz, dos sirvientes i Rosa Va-
lenzuela (de Rancagua)
Dolores Arancibia, Carmen Aguiar
con tres pupilas i una sirviente
Carmen i Juana Martinez
Una sirviente, Josefa Rojas, de casa
del señor Maffei 1
Casa de don Leandro Novoa: María
Salinas i su hija Rafaela i doña
María Madrid, hija de doña Dolo-
res Domínguez de la calle de la
Maestranza 3
Viviana de Mercedes Otaso 1
Carmen Rivero, de la calle vieja de
San Diego 1
Rosario Pino de Muños 1
Mercedes Alegría \
Juana Sensano e hija i Gumecinda
Maldonado 3
Delí Ugarte, (Yungai) 1
Hosa Pardo 1
Martina Randa 1
Dolores, Adelaida i Antonia Valdi-
via 3
Magdalena Arancibia 1
Lavandera de la casa de don Rafael
Garfias 1
Jesús Aldunate i sirvienta 2
María Salomé Acuña 1
Clarisa Silva 1
Micaela Pezo 1
Agustina Calderón i María Cerón 3
Ascensión Calderón 1
Francisca Mandujano, su hija Mer-
cedes Herrera i su nieto Nicanor
Larrain $
Rosario Aldunate i sus hijas Jacoba
i Fernanda Cañas 3
Francisca Salinas, Mariana Salinas,
sobrina e hija de «sta última 4
Leonor i Nieves López i Margarita
Bustamante 3
Micaela Muñoz Contreras i dos sir-
vientes 3
Agustina Silva 1
Rafaela Novoa i Matea Aguila 2
Antonia Castro, Perpétua Luco 2
Bríjida Gómez 1
Dos sobrinas i madre de don Manuel
Jafía 1
Hija de J uan de Dios Espina, Mer-
cedes Campos 2
Mercedes L atorre 1
Juana Moneado i Margarita Alva-
rado " 2
Francisca Garviso i sirviente 2
Amalia Pulgar, Antonia Beltran 2
María Sepúlveda, Feliciana Neiva 2
María Herrera, Juana i Tránsito
Mandujano (de Renca) 3
Bartola Cornejo i su hija Margarita
López 2
Mercedes Brito, María Ignacia Fer-
nandez 2
Carmen Herrera, Antonia Aguilera 2
Sirviente de la casa de don José
Flores 1
Marta Jil, Isabel Garzo, tia de don
— 115 —
Manuel Antonio Rodríguez
Dolores Vargas de Hurtado, de Tiltil
Lucía i Concepción, sirvientes de don
Manuel García i su suegra
Llavera del Dr. Armstrong
Dos niñitas Carmona i dos sir-
vientes
Sirviente de don Tomas Reyes
Carmen Baeza
Francisca Morales, i Juana Muñoz
(del campo)
Sirvientes de la casa de don Rafael
Larrain Moxó
Sirviente de la casa de la señora Ur-
queta (calle de Huérfanos)
Cruz Elgueda (de los Linderos)
Carmen Mardones i doña Valentina
Ravanales
Francisca i Melchor Ibarra i Carmen
Boy
Josefa Bríseño de Oliva i sirviente
(viuda) Narcisa Viveros
Mercedes Orellana, de Talca
De la familia de don Pedro Araos
Jesús Recabarren
Enriqueta Maffatt, inglesa
Otras dos sirvientes de casa de doña
Ana Iñiguez
Uno id. de don Ensebio Squella
Francisca Saravia de Torres calle de
las Agustinas, i una sirviente
Rosa Sandofía
Mercedes Ibañez
Rosa de Gonzales de Avellano
Concepción Lucero de Orrego i su
hija Natalia
Los siguientes nombres corresponden
a las once personas de la casa de
doña Lucia Lobo, publicadas en el
Ferrocarril del )0 del presente:
Agustina Aranguez, Bartola Aran-
guez, Luisa Osorio, Mercedes Ro-
mo, Rosa Gonzales, Juana Berrios
de Calderón, Carmen Calderón ,
Elvira Calderón i Juana Hernán-
dez
Pilar Ramírez de Jiménez i su hija
Ana María Jiménez
Concepción Salinas, hermana del san-
grador Eusebio Salinas i Lucia
Barrera, de la misma casa
Clara Gómez i su hermana Dolores
Gómez
Niñita Hurtado
Mercedes Sánchez
María del Carmen Jofré (de Peña-
flor)
Santos Ugalde (lavandera)
Aurora Hernández
Juana Caldera, sirviente de ios seño-
res Bezanilla que figuró en con-
junto en las listas de ayer
Ceferina Cantillan (lavandera i cos-
turera)
Nicéfora de las Casas, hija de doña
Francisca Arcos i tres hijas de una
arrendataria
Dulceras de Antonia Tapia
Pilar Rojas (lavandera)
Tres niñas Plaza de la calle del
Colejio
Micaela Torres (de cuatro años)
Clodomiro Zúñiga (de seis años i
medio)
Josefa Garra de Hidalgo (de la Li-
gua)
Isabel Mancilla (de Talca murió des-
pués del incendio)
Manuela Garrido
Candelaria Oróstica i su hija Jesús
Martínez
María Herrera i dos hijas
María Espinosa
Antonia Vivar
Joaquina Salas
María del Carmen Cerda
Manuel Mejias i tres hijas
Margarita Fernandez
Ignacia Reyes (sirviente)
Jesús Recabarren
Manuela Gonzales
Carmen Arguello
Ana Chaparro
Mercedes Roble, viuda de don Fran-
cisco Aro,
Dolores Cereceda i una sirviente casa
número 66 calle de las Rosas, se
ha lacrado por orden de la autori-
dad
Virjinia Vergara (del llano de Su-
bercaseaux)
Dominga Corro
Dominga Cor tez de Alvar ado
María del Rosario Gavilán
Ignacia Reyes (como de 60 años,)5
madre del sirviente de don Ramón
Briseño
Martina Sepiílveda
Carmen N., sirviente de don Rafael
Carrasco
Bernarda Alvarez i Carmen Carreño
Cármen Moya de Valenzuela i su
hermana María
Cármen Montoya, Paula Fernandez
i Natalia Calderón
Dolores Avendaño (32 años) Clorin-
da González de 18 i una sirviente
(calle de la Maestranza casas de
don José Vijil
Antonia Gutierres, viuda de don Jo-
sé Ponce, Juana Ramírez i Mar-
garita Madrid (catorce años)
Mercedes Villarruel i María Guz-
man
— 116 —
Casa de don Fernando Errázuris,
tres sirvientes, la mujer i dos hijo»
de Pedro José Calderón 5
Rosa Mate'una (hija del farmacéuti-
co Mateluna) 1
Manuel Segundo Washington, sar-
jento mayor peruano 1
Clotilde Olivares i Prieto i una sir-
viente 2
Santos Parraguez i sus nietos Mer-
cedes i Enriqueta Montano 3
Catalina Hidalgo i su hija 2
Luisa Cabeza hija de don Antonio
Cabeza 1
María Herrera i Juana Gaete, sir-
vientes de doña Mercedes Rodrí-
guez 2
Juan Enrique Pérez (de cinco años)
hiio de Mercedes Fontecilla 1
Clorinda Canales de 15 años, salió
tan quemada que morirá infalible-
mente 1
María i Rosario Martínez (costu-
reras) 2
Rosario García (abuela de las ante-
riores) 1
Carmen Carreño, lavandera 1
Bernarda Derso, costurera 1
Hija de don Juan José Ruiz 1
Juana Varga i Tránsito Pozo, arren-
datarias de las piezas de don Mi-
guel de la Barra 2
María Mercedes Gonzales i María
Guzman, casa de don Francisco
Navarrete 2
Clotilde Olivares i Prieto 1
Josefa Henriquez i sobrina 'Merce-
des Escobar (de 10 años) 3
Luisa Vergara, suegra de los señores
don Blas Araya i don Agustín
Mourgues 1
Anjela Gonzales i Cecilia López, sir-
vientes de doña María A. Moran 2
Dolores Acosta, de Valparaíso, i sus
sirvientes Alicia Puebla i Carlota
Aracena 3
Cruz Elgueda 1
Pascuala Vargas de Reyes 1
María Atenas, llavera de dona Paula
Barros de Ovalle 1
Jertrudia Méndez 1
Micaela Ramos de la calle de las
Rosas 1
María Eujenia Martínez i Gonzales,
de Curicó 1
Margarita Jara Morales i Carolina
Gaete Morales, solteras 2
Tránsito Mesa, sus hijas Roseada i
Natalia Ruiz, i dos sirvientes 5
Bernarda Calderón, lavandera de don
Matías Ovalle 1
Jacinta Gamboa de nueve años 1
Carmen Rocha i Timotea Figueroa
perecieron con la señora doña Ta-
dea Errázuris 3
Peta i Juana Garviso, sirvientes de
doña Antonia Silva 2
Mercedes Rodríguez, llavera de doña
Rosalía Luco de Orrego, i hermana
de la cofradía del Carmen 1
Mercedes Campo, soltera de cuarenta
i cuatro años, de Coltauco 1
Felipa Soto, sirviente 1
Rosa Guzman 1
Perfecta Avila, de Rancagua 1
Pascuala Solis, de ( uricó 1
Sirviente de doña Rosario Rencoret 1
Prudencia Disz 1
Mercedes Lillo i Dolores Abasólo 1
Petronila Morales de Menare 1
Cruz Diaz, de Talca, cocinera en casa
de los señores Pérez Mascayano 1
Manuel Moya, de Chillan, 1
Víctor Contreras i Villegas de siete
tños, de Chillan ~ 1
Andrea Castillo hermana del relijioso
agustino frai Diego Castillo I
Mercedes Cárdenas 1
Luisa Pareja i su madre Rosario
Torres 2
Catalina Hidalgo 1
María Gallardo 1
Ursula Farias 1
Clara i Dolores Gómez 2
Antonio Gonzales sirviente de don
Manuel Cruz 1
María de la Cruz Diaz, sirviente de
don Eujenio Figueroa 1
Basilia Zárate, calle de Sto. Domingo 1
Anjela Castro de Avila i su hija 2
Pilar Ramires i su hija 2
Dolores Avalos (cade nueva de San
Liego) 1
Juana Ayala 1
Esposa de don Isidoro Baltras 1
Hija de doña Mercedes Villagra, viuda 1
Virjinia Vergara, de 15 años 1
Trinidad Arellano 1
Margarita Araya i Leonarda Peña
sirvientes de don José M. Bravo 1
Justa Ovalle de Pizarro 1
Paola Pasten 1
María Rosa Oses, de Talca 1.
Esposa de Pedro Norambuena, de id. 1
María Alvarez 1
Agustina i Ascensión Calderón, Ma-
ría Cabeza 3
Cármen Rios i su hija María Mer=
cedes Muñoz 2
Juana Moneada, (viuda) i una hija 2
Manuela Diaz, viuda 1
Dolores Aranda i criada 2
Andrea Jara i dos hijas 3
— 117 —
Casa de doña Carmen Jaría, sobrina
i sirviente 2
Juana Plaza i amiga 2
Isidora Kodriguez de Díaz, sus hijes
Margarita i Florinda Diaz i amiga
María Marchan 4
Carmen Casas- Cordero 1
Carmen Callejas, sirviente de don
Rafael Carrasco 1
María Mercedes i María Trinidad
Herrera, hermanas de don Pedro
José Herrera 2
Carmen Montoya i sirviente 2
Antonia Vaívicüa, su hija Dolores i
su nieta 3
Carmen Videla 1
Mercedes Gómez 1
Carmen Inostrosa (de la vina) 1
Arrendataria de casa de Juana Muñoz 1
Casa de don Cirilo ' ádiz señorita Do-
minga Ruiz, Mdnica de la Cruz, i
Paula Rojas, sirviente §
Casa de don Tuan 2. ° Miquel, Fran-
cisca Romo i Carolina Rosas 2
Perfecta Avila de Ramírez, de Cau-
quent s 1
Luisa Venegas de Agnilar 1
Rita Morales i su abuela Lucía 2
Francisca Aliaga, costurera, soltera 1
IManue a Espíndola 1
Jerónima Madrid i su tia Santos Ma-
drid 2
María Ortiz, soltera )
Dolores Venegas i Castro, viuda 1
Santos Ovalie, aparadora, i su hija-
Mercedes Santivañes 2
Mercedes Quintarsiila 1
Francisca Lillo, de casa de las seño-
ritas Beauchef 1
Jesús Manzo, lavandera de las mis-
mas señoritas 1
María Colland, lavandera de las seño-
ras Gorrites 1
Jesús Aldunate, viuda 1
Mercedes Astorga, hija de don José
Manuel Astorga i una sirviente 2
María Escobar de Peña 1
Inocencia Luna 1
Domit la i Cármen, sirvientes de doña
Antonia Estobaza . 2
Francisca Salvatierra con una niñita
llamada Rosaura Ibarra, de cuatro
meses ....... 2
Manuela Badilía i su hija Micaela
Santivanez 2
Cayetana ,Ponce de León, soltera 1
Francisca Silva i Martina López, ni-
ñas de doña, Mónica Ganosa 2
Manuel Duran de 15 años 1
Rosa Moreno,, calle nueva de la
Merced 1
i Sirvientes de don Amador de la Cerda 3
Lorenza Guzman, Rafaela Saso i Fe-
liciana Valdenegro, sirvientes de
doña Rita Bravo 3
Abelardo Montealba (de Chillan) 1
Eduvijes García, del barrio del Are-
nal, de doce años 1
Cármen Pinto i su hijo Evaristo Mo-
lina 2
Victoria Gonzales i su hija Narcisa
Huerta %
Margarirn Valdivia de ocho años 1
María Silva de Oliva i su hija Enri-
queta <;e quince años i hermano
Juan de Di<>s 3
María Cordero i su hija Tránsito
ilva 2
Cármen Mardones i Valentina Ra-
vanal 2
Mónica de la Cruz Victoriano i una
niñita, Mercedes Banda i su hija 4
Cá raen Diaz. lavandera de la señora
Barriga de Echeverría 1
Francisca Castro, viuda, i su hija
Victoria Roj s 2
María de los Dolores, María de la Re-
presentación i Matilde Banda S
Ignacia Aguila 1
Juana Valenzuela 1
Jesús Di^z 1
Agustina Lobos i d<~>s hermanas 3
Isidora Salgredo de M», an 1
Dos sobrinas de doña Pilar Guzman
de üportus i una alojada 3
Carolina Castro 1
María Valverde 1
Petronila Loyola 1
Mercedes Herrera 1
Ni anor Larrain 1
Luz Gonzales 1
Dolores Abalos 1
N. Cabeza 1
Juana Escobar 1
Dos hijas i nieta de don Tiburcio
Plaza 9
Dolores Férman de Herrera 1
Narcisa Reyes de 15 años i una sir-
viente de don José Prado 2
Cármen Mardones hija de don Remi-
jio Mardones 1
Ursula Sass» de López, viuda, i su
hija Margarita, vecinos de Lampa .
i venidos esprofeso a \ \ ^unción 2
Natalia Calderón de 13 anos, hija de
don Narciso Calderón l
Cármen Gonzales i Rosario Serrano,
sirvientes de doña Juana Lois de
Rojas v. .... , 2
Margarita Cortez, Antonia Montene- , w
gro e hija 3
Mercede Zueso de Calderón 1
Lucía Quiñones i su nieta Rita Ortú«
— 118 —
zar de 14 años 2
Casa de doña Carmen Urízar de Las-
tra, su hija Sofía Lastra LTrízar i
una sirviente María Puga 2
Cármen García, Rosarlo Ovalle, mu-
jer de un cabo de policía 2
Joaquina Salas, María del Carmen
Cerda 2
Andrea Carreño, iíauricia Muñoz 2
Bartola Figueroa (de Lampa) 1
Catalina Astorga de 16 años, i María
Olea 2
María Beíz?. (del Carmen bajo) 1
Sirviente de la casa de doña Carmen
A rangua de Castro 1
Juliana Torres i su hija Micaela Va-
lenzuela 2
Madre i dos hijas Arandas (de la calle
del Carrion) 3
Cruz Puebla de 14 años; Cármen
Gonzales (zapatera) 2
María Josefa Ramírez, Mónica i Jua-
na Riveros 3
Ventura Rubio, Santos Irarrázaval,
Margarita Ayala de la casa de don
Tránsito Coscha 3
Rosario i Mercedes Martínez 2
Feliciana Galvez i María Duran su
hija # 2
Agustina Olguin i su hija Florentina
Inostroza 2
María Cruz Pineda de 14 años 1
Mercedes Leiva 1
Santos Valdivieso i su hija Delfina
Tovar Valdivieso de 16 años 2
Mercedes Leiton 1
Catalina Mateluna de Melipilla 1
Jervacia Gonzales, sirviente de don
Marcos Meneses 1
Manuela Moran í su hijo José Salas,
ambas delllapel 2
Victoria Gonzales de Huerta i su
hija Karcisa Huerta 2
María Contrera viudas 1
Luisa Jirón, viuda 1
Matías Venegas 1
Jermana Clorinda Rodríguez de 10
años 1
Cármen Santivañez, lavandera 1
Gregoria Moralez de 14 años 1
Cármen Baquedano, cocinera de doña
Mercedes Robles 1
Cármen Pacheco 1
Isabel Venegas i su hija de 16 años 2
Lucia Morales 1
Ceferino Castillo 1
Una sirviente de doña Antonia Ver-
gara de Valdez, i 3 hijos de la
misma sirviente 4
Sirviente del señor don Ramón Gue-
rrero 1
Melchora Moya, sirviente de doña
Juana Vargas de Jara 1
Inés Echeverría i Sol 1
Anjel Espinosa, sirviente de la casa
doña Cármen Ruiz Tagle 1
Lavanderas de la señora Donoso, re-
sidentes de la Cañadilla que ocu-
paban una casita de esa calle pere-
cieron todos 4
En la calle de las Cenizas, entre las
de la Moneda i las Agustinas a
mitad de la calle hai otra casa in-
habitada desde el dia de la catás-
trofe; sus moradores perecieron
todos 5
En el pasaje Puelma de la calle de
las Cenizas habitaban dos jóvenes
una pieza i ambos perecieron en el
incendio 2
Adelaida Silva de Meneses 1
Juliana Torres i su hija mayor 2
Mercedes Muñoz, lavandera de don
Juan Ugarte 1
Mercedes i Trinidad Herrera Ra
mirez 2
Isabel i Clemente Andrés Campos,
^ hijos de don Andrés Campos 2
Juana Leiva, Joaquina i Anjela Mu-
jica i Rosario Pérez 4
Cármen Renjifo de Moran 1
Dolores Soto i su hija Domitila Mogo-
yon 2
Mercedes Pulgar
Maria Briones, Chimba arriba
Trinidad Tiraga i Juana Ramírez,
ropera
Jermana Clorinda Rodríguez, hija de
don Agustín Rodríguez
Rosita Moreno de la calle de ia Mer-
ced
Amalia Fredes i Lillo
Dolores H« criada de don Manuel
Lillo
Pabla Muñoz
Concepción Valenzuela, sirviente de
las señoras Calvo Valenzuela
Sirvientes de la casa de doña Justina
Gandarillas
Marcelina Ibarra, viuda
Josefa Gómez
Tránsito Pozo
Cármen Arco
Cármen, Margarita i Andrés, sirvien-
tes de la señora doña Ana María
Morandé de Arroyo
Juana Diaz (de Curicó), deja cuatro
hijos pequeños i dos adultos
Jesús Palominos
Elena Calderón i sutia Cármen Por-
tus 2
Francisca Flores, lavandera de doña
Cármen Tagle 1
Pascual Riquehne, marido de María
— 119 —
Valenzuela, Josefa Gallardo, ma-
dre de la misma, i María Riquelme,
cunada de la misma.
Vicente- Antonio Diaz, casado con
dona Martina Godomar
Emilia i Julia A randa i dos sirvientes
Sirvientes de doña Eulalia Pardo
Rosario Flores
Dolores Arancibia
Doña Carmen Aguiar con tres pupi-
las i una sirviente
Carmen i Juana Martínez
Isabel Salinas, calle de Cienfuegos
Mercedes García i su hija, (de la
Viña)
María Éerrios, sirviente de don Die-
go J. Benavente
Mariana Bustillos, una sirviente i una
muchachita
José María Bobadilla, 'su mujer Ma-
ría Navarrete i su hija Rudeeinda,
naturales de Talca
Mercedes Córdoba, Cañadilla
Ana María Briones, de Curicó
Sirvientes de don José Agustín Ei-
zaguirre.
Javier Contreras, de casa de don
Nicolás Larrain i Rojas
Concepción Miranda, lavandera
Dolores Alvarez i Carmen Cato, sir-
■ vientes de doña Rosario Echevers
Tránsito Ogas, madre de doña Sosa-
rio Correa
Francisco Muños, 56 años,petaqu€-ro
Rosa Guzman i Aguirre, calle vieja
de San Diego
Nicolás Flores, id.
Juana Gaete de Osorio, antigua sir-
viente de don Juan de Dios Fer-
nandez Gana
Martina Amalla
Mercedes Ovarse, de San Felipe
Carmen Astudillo, soltera de 19 años
Gregoria Jofré
Carmen Honorato, (de San Felipe)
casada
Rosario Morales, costurera
Juana Muñoz, de Talca, casada
Dolores López
Manuela Diaz, cocinera
Enrique Caballero, médico peruano
Virjinia de Pabla Gonzales, calle
de Santa- Ana
Jesús Martínez, profesora de piano i
arpa, i María Mercedes Herrera,
alumna del conservatorio de mú-
sica
Juana Canales, híj a de Josefa Pa-
checo
María Rus i María Senidua, sirvien-
tes de don Joaquín Tocornal
María Puebla i Carlota Larenas
Carmen i Rosa Peña, colchoneras
Mercedes Toro, sirviente de doña
Concepción de Errázurís
Mercedes Montes i Solar
Carmen Vargas, sirviente de don
Juan Tagle
Félix Cerda, calle de las Animas
Paulina Yañez, cocinera, del Arenal
Pedro Cabello
Josefa Barrera
Carmen Palomino
María Cordero
Tránsito Silva
Lorenzo Záñiga
Filomena Cañas
Faustino Espinosa
Rita Cruz
Mercedes Steves
Dolores Gonzales
Jesús Diaz
Carmen Diaz
Anjela Castro
Juana Gómez
Pabla Ugalde
Luisa Quiñones i su hija
Rita Ortigar
Agustina Lobo
Filomena Lobo
Carmen Lobo
Juana Diaz
Tomasa Diaz
Lui-*a Jirón
María Contreras
Primitiva Mela
Encarnación Mela
Rosario Dinamarca
Rosario Nuñez, de la Dominica
Rosario Peña i Teodoro Ramos, de
la calle de San Pablo
Santos Quinteros, cocinera i Paula
Muñoz, nodriza, ambas empleadas
en casa del señor don José de
Bernales
Marcelina Gallardo i Mercedes Soto-
mayor, sirvientes
Juana Gutiérrez, de la calle de San
Pablo
Rosario Santander, lavandera
Clotilde Arredondo
— 121 —
SIÍjSDELEG ACION 3.a DE SANTA-ANA.
CenSO de ías personas que perecieron en el incendio del templo de la Compañía, el
oc1ko de diciembre de 1863, dentro de los límites que corresponden a esta Subdele-
garon, a saber: desde la calle de la Compañía, acera del norte, hasta la marjen sur
del rio Mapocho, desde la calle del Peumo, acera del poniente, hasta la de Negrete,
acera del oriente.
NOMBRE
de las calles.
Numero. 1
NOMBRES I APELLIDOS.
Edad. 1
Estado.
Ocupación.
Nacimiento
1 Total. |
añe.
Compañía.
69
15
Soltera
Costurera
Santiago
—
i2
....
1
—
159
45
Se ignora
Penco
1
—
50
Viuda
....
....
—
147
Trinidad Pérez Carmona
15
Soltera
N inguna
Andes
1
—
12
1
—
34
Cocinera
Santa-Crux
l
—
143
Luisa Venegas de Arquiza...
65
Cásala
Propietaria
Santiago
• —
141
28
Soltera
Se ignora
....
l
—
133
8
Ninguna
....
l
— '
6
....
l
—
20
Sirviente
....
1
—
131
22
Lavandera
....
l
—
28
....
....
l
—
129
35
Viuda
Sirviente
....
l
—
U7
35
Soltera
Lavandera
....
l
—
20
Cocinera
....
—
113
Jesús Cañas de Covarrubias. .
20
Casada
Ninguna
....
l
—
17
Soltera
....
—
167
24
Costurera
....
San ta- Ana.
126
32
Viuda
Propietaria
....
—
29
Soltera
....
l
—
28
..
....
....
—
"Valentina Valdivieso
40
Llavera
Concepción
12
..
Sirviente
Santiago
j
114
Sabina Prias
22
Se ignora
....
j
112
26
Sirviente
i...
2
46
Viuda
Cocinera
2
122
12
Soltera
Ninguna
....
2
110
23
Se ignora
....
2
122
45
Viuda
Valparaíso
2
261
27
Jasada
Lavandera
Se ignora
2
. . .
189
176
47
Viuda
Institutora
Santiago
2
19
Soltera
Lavandera
....
2
187
46
Propietaria
2
176
45
Viuda
Lavandera
1
168
13
Soltera
Ninguna
"
18
Lavandera
Aconcagua
}
173
30
Se ignora
Santiago
60
Viuda
....
160
Mercedes Bello
30
Soltera
Costurera
....
30
••••
154
40
rv mguua
163
28
..
Se ignora _
....
159
14
Sirviente
153 A
19
152 A
40
Casada
Se ignora
Arjentina
152
14
Soltera
Santiago
146
10
Ninguna
38
Lavandera
144
18
Institutora
60
Ninguna
119
12
10
139
60
Viuda
Sto.-Domingo.
112
60
Talagante
38
Soltera
116
55
Propietaria
Santiago
40
Sirviente
134
50
Maipo
38
Se ignora
Rancagua
144
36
Casada
Ninguna
Santiago
14
Soltera
63
16
— 122 —
NOMBRE
de las calles.
Sto. -Domingo
Monjas Rosas
119
117 A
143
141
48
52
56
— A
60
62
NOMBRES I APELLIDOS.
San-Pablo.
66
Sumas déla vuelta.,
51 B
58
60 A
Jertrudis Gazmuri
Candelaria Escanilla
Filomena Nufíez
Martina Alcaino.
Dami^na Prado
Mercedes Vasquez
Mercedes Guajardo
Rosario Gonzales
Luisa Eizaguirre Larrain..
Ignacia Eizaguirre Eizaguirre
Al aria del C. idem. idem..
Clara Espinosa
Juana Hurtado
Francisca Guerrero
Dolores Barredo i Riveros
Luisa Bretón
Estefanía Idalgo
8as;lia Zarate
Jertrudis Méndez
Milagro Becerra de Tholar..
Dolores Gonzales
Maria Mercedes Gonzales...,
Fi ancisca Velazquez
Dolores Barahona ,
Vicente Lucero ,
Dolores Gonzales ,
Juana Negréte
Teresa Niño ,
Ta dea Rodríguez
José Zamora
[sidora Ugarte
Carmen Avila
Andrea Tapia
Margarita Carrasco
Carmen Hernández
Dolores Cerecera
Sofia Lastra
Maria Puga,.,,,
Rosa Uriondo
Francisca Garcés
Beroarda Mateluna
Beatriz Torres
Carmen Arcus
Juana Saravia
Isabel Cornejo
Lorenzo Zúñiga
Andrea Espina
Tomasa Epina
Cipriana Melc
Maria Mercedes Gonzales...
Dolores Gonzales
Vicente Antonio Diaz
Jesús Aldunatc .
Carmen Reyes
Maria M. Herrera Ramírez.
Maria T. Herrera Ramírez..
Joaquina Mujica*
Anjela Mujica
Rosario Pérez
Tránsito Cañas de Lois
Benigno Lois
Tránsito Lois
Manuel R. Lois
Evarista Rodríguez
Santos Larracheda
Mercedes Larracbeda
Margarita Santos
Rosario Carmona
Gregoria Quiroea
Carmen Astudillo
Cárruen Santana
Micaela Ramos
Inocencia Luna
Lorenza Martínez
Lorenza Pereira
Juana Guzman
Estado.
Soltera
Soltera
Casada
Soltera
Viuda
Casada
Soltera
Ocupación,
Viuda
Soltera
Viuda
Soltero
Viuda
Soltera
Casada
Viuda
Soltero
Soltera
Viuda
Soltera
Casada
Soltera
Viudo
Soltera
Viuda
Soltera
Viuda
Casado
Casada
Soltera
Viuda
Soltera
Casada
Soltero
Soltera
Soltero
Soltera
Viuda
Soltera
Viuda
Casada
Soltera
Nacimiento
Ninguna
Costurera
Ninguna
Costurera
Propietaria
Cocinera
Sirviente
Ninguna
Costurera
Lavandera
Costurera
Ninguna
Dulcera
Costurera
Institutora
Ninguna
Costurera
Lavandera
Propietaria
Sirviente
Ninguna
Costurera
Ninguna
Cocinera
Zapatero
Ninguna
Serviente
ÍS odriza
Sirviente
Ninguna
Sirviente
Ninguna
Cocinera
Se ignora
Cocinera
Lavandera
Ninguna
Costurera
Lavandera
Ninguna
Sastre
Ninguna
Sirviente
Ninguna
Propietaria
Sirviente
Propietaria
Ninguna
Sirviente
Ninguna
Costurera
^Ninguna
Sirviente
Costurera
Lavandera
Sirviente
Lavandera
Ninguna
Swna al frente. ... 139
Santiago
Curicó
Santiago
Se ignora
Santiago
Se ignora
Malloco
Rancagua
Santiago
Concepción
Santiago
Colcbagua
España
Se ignora
S. Bernardo
Se ignora
Valparaíso
Santiago
Catemu
Colina
Santiago
S. Fernando
Valparaíso
Se ignora
Santiago
Curicó
Santiago
Rancagua
Santiago
San-Felipe
Santiago
Brasil
Mendoza
Santiago
Concepción
Santiago
Valparaíso
Santiago
Valparaíso
— 123 —
NOMBRE
e las calles.
San-Pablo.
Mapocho.
De las Animas
Ms. Casan ora
Del Peumo.
Ceniza.
Baratillos.
Sauce.
Colejio.
Negrete.
91 F|
31
39
S.n.o
17 G
24 Ñ"
19
14
9
21 B
14
24
23 H
27
59 C
8 A
18 E
19 F
19 G
21 C
2
44
46
NOMBRES I APELLIDOS,
Suma del frente.
Mariana Silva de Oliva...
Enriqueta Oliva
Juan de Dios 2. ° Oliva. . .
Maria Inés Aguirre
Pabla Rojas de Muñoz
Maria del C, Muñoz
Mercedes López....
Margarita López
Tadea Quezada
Fancisca Cantos —
Victoria Rojas
Maria Ignacia Fernandez..».
Antonia Aguilera
Feliciana N
Cármen Herrera
Cármen Guzman
Mercedes Latorre
Mercedes Vázquez
Mercedes Román
Maria Cádiz
Feliciana Leiva
Juana Pinto
Beatriz Ciaz
Maria Silva
Bartola Cornejo
Margarita López
Maria Alarcon
Mauricia Pérez
Mercedes Santamaría, no hai
datos, se supone hermana del
clérigo Santamaría
Francisca Grassete
Concordia Salazar
Dolores Erazo
Rosario Carmona
Margarita Santos
Rosario Alfaro •
Carmen García. ..
Amalia Pulgar....
Antonia Bekran
Marta Astudillo
Juana Allendes
Antonia León de León
Irene Rodríguez
Lorenza O. de Zamorano...
Magdalena Zamorano
Margarta Madrid
Juana Diaz ,
Bortola Figueroa ,
Catalina Cerda
Juana Ramírez ,
Nieves López ,
Leonor López.
Narcisa Boza
Dolores Venegas ,
Mercedes Ramos ,
José Antonio Larrain
Tránsito Siva
Suma totat.
Estado.
Casada
Soltera
Soltero
Soltera
Casada
Soltera
Viuda
Soltera
Viuda
Soltera
Viuda
Soltera
Casada
Soltera
Viuda
Soltera
Viuda
Soltera
Casada
Soltera
Casada
Soltera
Casada
Soltera
Viuda
Soltera
Viuda
Soltera
Viuda
Soltero
Viuda
Ocupación
Propietaria
Ninguna
Zapatera
Ninguna
Costurera
Lavandera
Costurera
Ninguna
Costurera
Sirviente
N inguna
Costurera
Lavandera
Costurera
Costurera
Ninguna
Costurera
Cocinera
Ninguna
Se ignora
Ninguna
Costurera
Lavandera
Sirviente
Costurera
Sirviente
Costurera
Ninguna
Nacimiento.
Santiago
Rancagua
Santiago
Se ignora
Quilicura
Santiago
Rengo
Santiago
Se ignora
S. Fernando
Se ignora
Calleuque
Santiago
S. F.' Monte
Tiltil
Santiago
Colina
Santiago
Rancagua
Petorca
Quillota
Santiago
Lampa
Santiago
Aconcagua
Santiago
Concepción
Santiago
Santiago, diciembre 20 de 1863.
Luis Palma,
Subdelegado.
— 124
SOBDELEGACION SESTA DE SANTA LUCIA.
Nómina de las personas fallecidas en la Compañía el 8 de diciembre de 1863
NOMBRES.
Primer distrito.
Luita Tergara i Arangüe.
Carmen Herrera
Dominio, Sánchez
Mercedes Sánchez
Natalia Freiré
Delfina Beltran
Carolina Fresno
Fabiana Abarca
Mercedes Gómez
Feliciana Gómez
Marta Muñoz
El*-uteria lbarra
Antonia Jor quera
Tomasa Venegas 1
Rosario Maraya. ......
Mercedes Aspes
Mariadel C. Silva
Maria Gómez
Pabla Figueroa
Concepción Zúñiga . . .
ÍPetrona Salas.
Nicolasa Sabala
Francisca Laba
do
Segundo distrito.
Trinidad F, de Figueroa.
Mercedes Tocornal.. ...
Isabel Gallardo
Catalina Jiménez
Maria Antonia Cuadra. . .
Carmen Cuadra
Mercedes Cavieres .....
Maria de los Santos. . . . .
Mariana Cumplido
Eleuteria Cumplido
Mercedes Cumplido
Rosario Cumplido
Micaela N
Adelaida Rivas.....
Marta Caldera ..
Agu tina Saez
Rosario Gabilan V
Maria de la Cruz Mutíllas
Mercedes MutíÜas. . ......
Margarita Bustamante. ,
Petronila» M> rales........
Josefa Espinosa.....
ESTADO.
Soltera.,
Viuda .,
•Soltera.,
id
id
id
id
Casada.
id
id
Soltera.
Tercer distrito.
Santos Ogalde
Aurora Hernández.. .. :
Maria Espinosa.... i....
Mercedes Achurra. . . ... .
Maria Ib^zeta
Mercedes lbazeta, hija de
la entenor
Mariana Versara
Felipa Calderón
Rosa Moreno
Marta Muñoz
Rosalia Angulo
Juliana Riquelme
Juana Zalazar
Matilde Zalazar
Mercedes Astorga
Casada.
Soltera.
id
id
id
id
Viuda. .
Soltera.
id...
Casada.
Soltera.
id
id
id
id
Casada.
Soltera.
id
id
id
id
id
id
Casada,
holtera.
id.....
id.....
id.....
id.:...
Viuda, .
Soltera.
id
id'.....
Casada.
Soltera,
id
PROFESION.
Ventera. . . .
id
Lavand ra.
id
id
Sirviente. .
id
Costurera.
Sirviente . .
Costurera, ,
Sirviente...
Lavandera.
id.
Matrona
id
Sirviente.
Lavandera-i
Sirviente...
id....
id...,
CALLES.
Mesias . . ,
Cañada..,
id
id
Mesias...
Tajamar
id
id
id ,
id
id
id
id.
Mesias..
id
id
id
id......
id
id
De la Merced
id
id
Del Cerro.. ..
De las Delicias
id
De Mesias.. .,
id
id
id ,
id
id
id ..,
id
&
id.
id....:
id
id.
De.
id.
Valdivia.
De Bretón. ;
id
id
id
id
LUGAR
de
Nacimiento.
Santia
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id
id
id
id
Runcagua.
id
id.
id..
id..
id..
id..
id..
id..
id..
id..
id..
id..
id..
id..
id..
id.,
id ,
id
N . de la Merced
id
id
id/;-.;....
id
Agustinas .
id
id
id..;...
id
Renca
Santiago..
San-Felipe
id
id
Santiago..
id
Rensro
Rancagua.
id
Sauñago..
id :
id
— 5125 —
NOMBRES.
Sumas de la vuelta. .
Rosario Orell;>no
Jertrudiz de la Fuente Bal-
dorini'S
Micaela Pozo
Praneisca Garviso
N. Ourviso, llevaba el a-
pellido de su señora....
Juan* Romero
Dolores Vill*rreal
Mercedes Brito
Cruz Pineda
Atención Aspes
Cuarto distrito.
ESTADO.
Soltera. .
id
id
Viuda. . .
Solara. .
Caoa a. .
Soltera..
Jenoveva Baeza ,
Adelaida Baeza
Caroün > Baeza
Rosa Baeza
Merced ■ s Sotom ayor . .
Jok< fa Baeza
Rufina Navarro
fíoBfi Moreno
Rit Gar.darilla ,
Rafael* Ganrlarilla. . .
Leonor Guajarrlo
Mart na Valdes , ,
Mercedes Villnnueva, que-]
mada de gravedad >
Juana Mesas ;
Juana Olivares \
Dominga Rojas ,
Dominga vientres
Polonia Armijo
Mana del carmen Moya
Carlota Ar*nda
Felicana Huerta
Maria García
Carmen Rocha . . .
llosa Barros Valdes
Enriqueta García
Rusalia Angul
Juliana Riquelme
Lorenza Bustamante
id....
id....
id....
id....
id....
Viuda
Soltera
id....
id....
id....
id....
id....
Quinto distrito.
María Atenas
Francisca Baldevenito
Jesús Madrid
María Go oi
Mercedes Sojtomayor . .
Rosario Toledo
Juana Navarro.
Micaela Pozo
Suma total.
Casarla.
S< ltnra.
id
id
id
id
id
id
id
id
id
id
id
id
id
id
Casada.
Soltera.
id
PROFESION,
Sirviente . . .
Sirviente,
id
CALLES.
Agustinas,
id
id
De la Merced.
id
id
Del Cerro . . .
id
De las Delicias
id
De la Merced.
id
id
id
id
id
id
Nueva de id.
San-Antonio .
id
Huérfanos
id
id
id
id
id
id
id
id
id
id
id
id ,
De las Claras. ,
id ,
id.
Agustinas.
Delicias
id
Chirimoyo ....
id
id
San-Antonio,..
id
Agustinas.
LUGAR
de
Nacimiento
Santiago...
Rengo...
¡santiago,
id
id
Rengo....
Santiago..
id
id
Putaendo.
Santiago
id....
id....
id.-...
M^lipilla
Santiago
id....
id....
id....
Curicó..
Santiago
San Fernando
Santiago.. ..
id
Malloco
Santiago....
id
id
id
id
id
id
id
id.
Rancagua
id
Sfuííoa ....
Santiago.
id
Nancagut
Santíngo.
id
id
id
id
28
107
Santiago, diciembre 17 de 1863.— José María UriCffido.
— 126 —
NÓMINA
DE LAS PEKSONAS QUE HAN FALLECIDO
EN EL INCENDIO DE LA COMPAÑIA
PERTENECIENTES A LA SUBDELEGACION 15 DEL CAMPO MARTE.
NOMBRES I APELLIDOS.
Anjeía Gómez de Costa..........
Sofía Infante
Elena In Yante
Margarita Quintana..
Concepción Salinas
Mercedes Pulgar de Bustamante
Feliciana Galves de Ibran......
Maria Ibran
Isidoro Navarrete
Magdalena Varas
Manuel Antonio Bravo
Tomasa Olivares.
Rafael Bravo
Gregoria Devia
Josefa Barra de Idalgo
Cármen Guzman
Cármen Toledo
Cármen Soria
Martina Maya
Juana Vargas
Maria Mercedes Gres
Margarita Fajardo
Seferina Castillana
Rosario Greis ,
Antonia Velarde
Juana Muñoz
Rosa Sandoval
Cármen Pacheco
Isabel Venegas <
Total í
EDAD.
53 anos.
15 —
11 —
38 —
20 —
50 —
32 —
2 —
40 —
38 —
36 -
40 —
7 —
19 —
ESTADO.
Viuda . .
Soltera.
id
id......
Casada.
id
Viuda . .
Casado.
Soltera.
Casado,
id
Soltera.
Casada.
Soltera.
Viuda. .
Soltera.
id
id
id
id
id
id
id
Casada.
Soltera.
Casada.
Soltera.
PROFESION.
Persona rica.
Hija de id...
Cocinera. . . .
Costurera. . .
Bodegonera.
Lavandera..
Carpintero
Hija de familia.
Carpintero
Dueña de casa.
Hija de familia.
Dueña de casa.
Hija de familia.
Lavandera
Costurera
id
Hija de familia.
id. id...
id. id...
Sirviente
Hija de familia.
Lavandera
Hija de familia.
LUGAR
DE NACIMIENTO.
Valparaíso.
Id.
Id.
Pirque.
Santiago.
San-Fernando.
Hacalgue.
Santiago.
San-Fernando.
Santiago.
Id.
Id.
Id.
Taguagua.
Santiago.
Maipo.
Melipilla.
Santiago.
Id.
Id.
Curicó.
Maipo.
Santiago.
Renca.
Santiago.
Talca.
Pichidegua.
Perdegua.
Santiago.
— 127 —
SUBDELEGACION 28 DE LA CAÑADILLA.
Nómina de los individuos de esta sección perecidos el 8 de
diciembre de 1863.
NOMBRES.
Isabel Garzo
Lucrecia Pérez
Cármen Araos
Rosario Pérez.
Margarita Pérez
Maria Soliz
Luisa Cabeza
Mercedes Castro......
Ana Maria González.
Maria del C. Grez
Maria Ortiz...
Pascuala Carero
Rosario Lavin
Juan Gutiérrez
Tomasa Idalgo
Maria Idalgo
Petronila Rodríguez. . .
Baldomera López
Maria Briones
Cármen Rodríguez....
Mercedes García
Petrnila Pardo
Rosario Ponce
Carolina Pino
Maria Muñoz
Ursula Pozo
Margarita López
Juana Bustamante....
Rosa Lucero
Dolores Astaburuaga .
Justa Montenegro
Bartola Berrios
Dolores Gabeza
Monica Rivcros
Juana Rivesos
Rosa Pardo Pereira...
Mercedes Solis
Tereza Toro
Eduvije Sassi
Rita Almaza
Dominga Bravo
Tereza Barahona
Cármen Mejios........
Petronila González. . . ,
Domitila Olivarez.....
Bernarda Zúñiga
Petronila Salvo
Maria Lucero
Maria Silva
Juana Rivero
Antonia Salvo
Tomaza Yañez
Clarisa Silva
Mercedes Castro ,
Cármen Rojas
Maria Soto
María Ortiz
Anjela Muñoz
Cármeu Galá
Micaela Romero
Petrona González
Domitila Olivarez
Dolores Cabsza
Paulina Cornejo
Narcisa Viveros .......
Juana Riveros
Rosa Pardo
Dolores Aranda
Rosa Espinosa
M ar garita Con tre r as .
Cayetana González. . . ,
ESTADO.
Soltera ,
Casada
id....
Soltera .
id....
Casada
Soltera ,
id....
id....
id....
Casada ,
Soltera .
Soltero ,
id....
id....
id....
id....
id....
id....
Viuda..
Soltera
Vinda. .
Soltera
Viuda. .
id....
Soltera .
id....
Casada
id....
Soltera ,
id....
id....
Casada
id....
Soltera
id....
id
id....
Vitrea..
Soltera
id....
id....
Viuda. .
Casada
id....
id....
Viuda..
Soltera
id....
Viuda..
id....
Casada.
Soltera
id....
id....
id....
i*...*
PROFESION.
Costurera. .
Sirviente...
Lavandera.
Sirviente. . .
Lavandera.
Bordadora.
Costurera. .
Sin oficio. . .
Lavandera.
Pianista...,
Miñaquera
Cosmer a . . .
Costurera. .
id
Dulcera....
Lavandera
Costurera..
Sirviente . . .
Lavandera,
id
Costurera.
Costurera.
Sirviente.,
id
Sirvien:e.
Sapatcra.
Sirviente.
Sapatera.
Sirviente..
Costurera.
Lavandera
Costurera..
id
id
id.
Sirviente. .
Costuicra.
Cosinera..
Tejendera.
Costurera.
Colejiala..
Costurera.
Costurera.
Sirviente..
Lavandera,
LUGAR
DEL NACIMIENTO.
Quillota
Santiago....
Colina
Santiago....
id
Rengo
Colina
San Felipe..
Curicó
id
San Vicente.
Colina
Güacrlgüe..
Corán
Caléo
id
Santiago....
Renca
Curicó
Santiago . . .
Aconcagua..
Pelequén...
Aconcagua..
Reugo
Vichuquén. .
Santiago . . .
id. . r.
id
San Felipe..
Santiago. . . .
id
Colina
Santiago
id
id
Rengo
Santago. . . .
San Felipe . ,
Santiago....
id
id
Rengo
JSanc^gua..,
Santiago
id
Melipilla....
Santiago ...
id
id
id
id
Sd
Rengo
Santiago....
id
id
id
Liniache. ...
Santiago. . . .
id
id
id
id
Ol.var
Aconcagua .
Casa-Blauca
Rengo
Renca
Santiago....
Renca
Talca ,
128 —
NOMBRES.
Maria Olea
\dela González
Mere des Conilo
Dolores Conilo
Amalia Fredcs.
Luisa, Pérez
Ursula Pozo
Margarita López
Rita Armijo
Juana Argandoña
Feliciana Argandoña
Lorenza Uribe .
E^elmira Pérez
Mercedes Córdova
Mercedes Mena
Josefa Videla
Pascuala Solar
Petronila Mata
Bartola Garrido
Bernarda Zúñiga
Tomaza Ida! y o
Maria del Rosario Negrete.
Paulina Ibañez ,
Mana de los Anjeles Muñoz.
Maria del C. Ma«huca
Mercedes Machuea
Maria Antonia Montenegro.
Miaría M. Bruna
ESTADO.
Canadá ....
Soltera . . . .
id
id
Casada
Viuda. .
Soltera ,
id....
id....
id....
Casada ,
V inda. .
Soltera
id....
Viuda. .
Soltera.
id. . . .
id....
id....
Viuda. .
id....
Soltera .
id....
Viuda. .
Soltera .
PROFESION.
Lavandera.
id
id
Sin oficio.
Costurera.
id
id
Costurera.
LUGAR
DEL NACIMIENTO.
Tagüa-Tagüa
Mendoza. ...
id
id.
Síintia^o
id
id
id
id
id ,
id
'd
id
id
id
Mondoza.. ..
Santiago
id
Colina
Santiago. . ..
id
id
id
Víchuquen. .,
Sar.tiago....
id
id
id,
— 129 —
NOMINA de las víctimas del incendio de la Compañía el dia 8 de
ciembre de 1863, en la subdelegaron primera del puente de madera.
di-
NOMBRES,
Primer distrito.
Juana Reyes
Manuela Gormaz.
Duminga Brezuela
Simona Guerrero..
Maria Rojas
Juana Pangué
Cármen Pérez
Juana Santivañez..
Clorinda Lovo ......
Segundo distrito-
Matilde Yúvar
Dolores Vargas
Enrique Cañas
Javiera Cádiz
Rita Carolina Cádiz....
Matilde Amelia Cádiz..
Maria Soto
Mercedes Romo
RosaGnnzales
Juana Garrido
Carmen Calderón
Elvira Calderón
Concepción Lucero....
Natalia Orrego
Agustina Aranguez
Bartola Serrano
Luisa Osorio
Juan Hernández
Rosario Reyes
Cármen Hurtado
Carmen Moya
Tadea Errázuris
Cármen Rocha
Timotea Figueroa
Marta López
Tomasa Pacheco
Juana Cañas
Eufemia Valdivia
Maria Aranguez
Margarita González
Salomé Cofre
Mercedes Mille
Susana Huicií
Alejandrina Huici
Francisca Lillo
Maria de la Cruz Diaz. .
Carlos DublA
Estefanía Zalazar
Teresa Zalazar
Perpetua Luco
Juana Mosqué
Juana Silva
Jesús Frutos
Rosario Pérez
Dolores Cabeaas
Tercer distrito.
Maria Nuñez
Maria Jerez
Polonia Avila
Mariana Bustillos
Catalina Pérez
Iguacia Aguila
Cármen Ureta
Elena Cald. i Labarca.
Maria Luisa Super . .
A la vuelta.
Estado.
75
soltera
14
. * y •'•
40
viuda
30
soltera
(30
viuda
35
soltera
45
casada
Jo
viuda
18
soltera
12
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40
40
50
viuda
25
soltera
21
casada
40
soltera
50
17
18
27
20
12
10
40
30
15
25
viuda
soltera
25
50
30
26
22
18
43
viada
25
soltera
26
25
30
40
viuda
26
soltera
13
T
SEXO.
hombre,
mujer.
hombre,
mujer.
DOMICILIO.
Calles;
Santo-Domingo
Monjitas. ..
La Merced.
Santo-Domingo
Monjitas.
N . de la Merced
Monjitas.
La Merced. ..,
Las Claros. ..
Santo-Domingo
Ramadas...
N, de la Merced
Ramadas
PROFESION
sirvic nte .
bord ■- r i coser
lavandera,
cocinera . .
sirviente ....
madre de fam.
cocinera . . . .
sirviente ....
estudiante ...
hija de familia
lavandera .
costurera
estudiante . . .
lavandera . ..
no tiene
estudiante . .
sirviente ...
no tiene . . .
sirviente . . .
de su haber,
lavandera .
sirviente.. .
Cocinera . . ,
De su haber.
Cocinera .. .
LUGAR
desn
Nacimiento.
Santiago..
R2ncagua.
Santiago . .
Yaiyaí . .
Santiago
Tiltil....
Santiago.
Malloa . .
se i5nor¡
Santiago ..
Rengo.
Sirviente ....
Cocturera
Sirviente ....
hija de familia
Sirviente ....
Cocinera ....
Seminarista. .
Cocinera. .. ..
Sirviente
bija de familia
eocinera ....
sirviente . .
de su haber. .
sirvieute
cocinera
31
lavandera . . . .
sirviente ....
9
12
de su haber..
lavandei'a. . . .
4
costurera ....
4
kijademnitlia
estudiante —
17
San Bernardo.
Santiago
Marpú
Andes
Santiago
Putaendo .
Nos
Talca
Santiago .
Runcagua.
Sautiago .
S. F. del Monte.
Aalca
Santiago.. ..
Maipú
San-Felipe ..
Talca
Paine
Santiago ....
se ignora....
Taguatagua. .
Santiago
— lao. —
NOMBRES
De la vuelta.
Cuarto distrito.
Mercedes Castro
Pabla Covarrubia
Manuela Martínez.. ..
Dolores Gon^les
Antonia O valle de Be-
zanilla
Carmen Gonzales
Dolor- s Ríos
Pasruala Patria
Enriqueta Quiroga. . ..
Pabla .Ramírez. T
Carmen Renriquez
Carmen Grandon
Leonor Zenteno
Dolores Vargas
Rosario Martínez
Aujel Hernández
Agustina Olguin..
Florentina Inostrosa
Rosario Martínez
Mercedes Martínez
Nicolás inores
Francisca Riberos
Juan Adriasola
Victoria Al faro
María 'ie la C. Merino..
Rosa Valenzuela
Antonia Monasterio
.Josefa Mutiw
Gfegoria Mutis
Carmen Olivos
Ventura Rubio
Margarita Ayala
Santos Irarrázaval .
Dolores Ara ya de Agui-
Atanasia de la C. Jiquel
Agustina Pesoa
D lorps Opaso
Cárm en G u zman
Ben gna Lujan
Estefanía (González. .. .
Marcelina Gallardo
Josefa Ben avente
Rosario Navarro
Petronila Benavente ..
Quinto distrito.
Encarnación Calderón. .
Rita ESscoyedo
^al>el Chacón
V aria del C. Palaci-s. .
J liana M^ria
Vler. e ¡es Plaza.
Catalina Pimentel
VI aria Gallardo.....
Catalina Gallardo...
Maria Cuevas
Peta Rodríguez
Carmen Sanfuentes.,
Andrea Castillo .
Pedro Florez
Mercedes Base/uñan
Guerrero
M arcelina Sánchez . .
Carisa Plaza
Corina Plaza
Adelina Plaza., ,
Suma total.
Estado,
soltó ra
casada
soltera
viuda
soltera
casada
soltera
viuda
soltera
casada
viuda
soltera
casado
soltera
viuda
soltera
viuda
soltera
casada
oitera
ca.-ada
viuda
casada
soltera
viuda
soltera
casada
soltera
SEXO.
DOMICILIO.
Santo-Domingo
hombre
mujer.
hombre,
mujer.
Ramadas
Santo-Domingo
Ramadas
de la Caridad.
de San-Antonio
de Mapecho.
Las Mpnjitas.
de la Merced,
de las Claras.
Santo-Domingo.
de la Nevería.
Altos de Tagle.
22 g
16
20 e
22 e
PROFESION
sirviente.
lavandera
de su haber
lavandera
llavera.
sirviente. .
cocinera. .
sirviente . .
Zapatera. .
no tenia. .
estudiante. ..
Cigarrería .
zapatera. . . .
hojalatero . .
zapatera . . .
estudiante .
zapatera . . .
cocinero.. .
lavandera .
cocinera.,
lavandera.
cocinera ...
de su haber.
se ignora.
sirviente
zapatera.. .
lavandera .
de fu haber,
siavientc. . .
cocinera
costurera. .r
lavandera .
sirviente . . .
lavanoera .
costurera. .
lavandera
cocinera .
sirviente. .
costurera. . .
ama
cocinera. . . .
hija de familia
lavandera ..
soldado retir.
hija de familia
cocinera ....
LUGAR
del
Nacimiento.
Santiago
Tütü
Saniiago¿.
Aconcagua.
Santiago ...
Rancagua.
Santiago . .
Quilamuta.
Santiago . .
Peral
Santiago . .
Andes
Colina
Maipú....
S uti : o , ,
Aconcagua .
Santiago . . .
Rancagua.
Santiago
Maro».. .
Malloco...
Chillan. . ,
Santiago ,
Rancagua.
Colina....
Santiago. .
Tales
Coquimbo.
Rancagua,
Santiago..
bantiago, diQiewbre 28 de 1863.
URBANO PINEDA,
— 131 ~~
Los infrascriptos, después de las mas prolijas investigaciones, forman el se-
guiente censo de los moradores del primer distrito de la cuarta subdele-
garon, desaparecidos en la desgraciada noche del 8 del actual en el templo
de la Compañía de Jesús :
1. Señorita Trinidad Arístegui i Velez, soltera, 19 años de edad, hija del señor don
Pedro N. Arístegui i de la señora doña Trinidad Velez de Santiago.
2. Doña Rosario Molina, viuda de don Celestino Cárdenas, de 60 años, propietaria
natural de Santiago.
3. Señorita Elvira Hurtado, de 3 \ años de edad, natural de Santiago, hija del señor
don José María Hurtado i de doña Pascuala Rojas.
4. Doña Carmen Renjifo, soltera, de edad de 55 años.
5. Señorita María Luisa Rondanelli i Aríeaga, de edad de 13 años, hija del señor
don Nicolás Rondanelli i de la señora doña Catalina Arteaga, soltera.
6. Señorita Antonia Castro, hija de don Juan Francisco Castro i de doña Dolores
Carmona, soltera, de 23 años de edad, nacida en Santiago.
7. Antonia Gutiérrez de Ponce, viuda, 40 años, sirviente de la señora doña Dolores
Antúnez.
8. Señora doña Dolores Gómez, soltera, de edad de 35 años, nacida en Santiago, hi-
ja de don José Gomes i de doña Cornelia Sandoval.
9. Una señora, una sirviente i un niño, calle de los Baratillos, casa ntíni. 54.
10. Rosario Vergara, viuda, 60 años, nacida en Santiago. Manuela Baquedano, hija,
se ha hecho cargo de sus trastos.
11. Señora doña Carmen Verdugo, soltera, edad de 60 años, hija de don Miguel Ver-
dugo i de doña Andrea Silva.
12. Antonia Varas, soltera, natural de Melipilla, 25 años de edad, sirviente.
13. Juan Arriagada, niño de 8 años, sirviente, hijo de Juan Amagada i Anjela To-
rres, nacido en Santiago.
14. Micaela Sandoval, casada, 28 a 29 años, del sur.
15. Francisco Muñoz, casado, natural de Santiago, 30 años de edad, petaquero.
16. Doña Dolores Arancibia, soltera, 50 años de edad, hija de don Agustín Arancibia
i doña María Olguin.
17. María Castro, de 50 años, soltera, residente en esta ciudad muchos años, sirviente
del Dr. don Miguel Semir.
18. Felipa Reyes, 40 años, casada con Anastasio Pinto, sirviente de don Miguel Se-
mir, residente en Santiago muchos anos.
19. Doña Agustina Lobo, soltera, nacida en Santiago, 23 años de edad, hija de don
José Lobo i doña Dolores Morales.
20. Filomena Lobo, 11 años, hija de los mismos.
21. Carmen Lobo, 7 años, id. id.
22. Juana Martínez, soltera, hija de Pedro Martínez i Antonia López, sirviente.
23. Tres sirvientes de la casa de la señora doña Antonia Vergara, viuda de Valdez,
calle de la Moneda, núm. 47.
24. Doña Rosario Santos, viuda de Tobar, - 40 años de edad, propietaria, natural de
Santiago.
25. Señorita Teresa Santos, soltera, 25 años, hija de don José Santiago Santos i de
doña Rosalía Cavieres, nacida en esta capital.
Notas. — (4) Ha dejado encerrados los trastos que tenia; el dueño de casa se ha en-
cargado de escribir a una hermana casada residente en Valparaíso.
(9) Por mas enpeño que se empleó a fin de saber ios nombres de estas tres personas,
solo se consiguió saber que al dia siguiente de la catástrofe otra persona sacó los trastos
de la casa.
— 132 —
26. Lucía inórales, 80 años, viuda, natural de Santiago, cocinera.
•27. Martina Arcaino, casad?, fio años de edad, venida Curicú.
28. Amadora Prado, soltera, 15 años, nacida en C úrico, hija de José Agustín Prado i
de Martina Areaino.
29. M. Leonarda Olmedo, 20 años, casada, natural de San-Fernando, sirviente.
30. Margarita Araya, soltera. 40 años de edad, sirviente.
31. Primitiva Morales, niña de 11 años, nacida en Santiago, hija de Luis Morales i
Juana Diaz.
o2. Cayetana Castillo, casada, natural de Maipo, 60 años de edad.
33. Manuel Jesús Duran, hijo de Agustina Duran, 15 años de edad, cantor de la Ca-
tedral, nacido en Santiago.
34. Mercedes Silva, soltera, 15 años, nacida en San- Fernando, hija de José Ignacio
Silva i Margarita Martínez.
35. Jesús Martínez, soltera, 32 años, nacida en Xancagua, lavandera.
36. Señora doña Dolores Araya de Agtiirre, casada, nacida en los Andes, 18 años dé
edad, hija de don Francisco Arava i de doña Antonia Arancibia.
Asi, pues, el total de las personas muertas eu el l.er distrito de la
4.a subdelegacion de Santiago, asciende a la suma de cuarenta perso-
na?,— Santiago, diciembre 18 de 1863.
Miguel de la Baera.
Eltas del Canto.
Nómina délas personas fallecidas en el incendio del templo déla Compañía
i que vivían en el distrito 2.° de lá subdelegación 4*á
Agustinas
id...
m . . .
Peumo.
id...
id...
id...
id...
id...
id..
Huérfanos
id....
id....
id....
id....
id....
id....
id....
id....
id. . . .
id....
id
id....
id....
Cenizas . .
id....
id...
id....
id....
id....
Compa.fi i
id....
id...
id....
id....
id....
id....
id....
id....
NOMBRES
DS LOS
>UE£füS DE CASA
KJ
Josefa Saravia ....
id. id
id. id
Jármen Urme éta..
<d. id...
id. id
id. id ;
id. id
Isidro Urzúa. .
id id
¡t. C; de Pf reirá.. . .
Járiuen Luco
.lariáña G«nzaiez. .
id. id........
id. id
H. id. ......
iVimas Reyes
Franc. J . Mandiol h
id. id
Ambrosio Rodríguez
id. id...
Carmen Palazuelos
id. id
id- id
Tránsit. Rojas de N
'uan José Cañt.8 .
id. id
id. id
id. id
id. id
Jo efa Moreno?...
Rita Bravo
id. id
Enrique Maffei.. .,
Dominaro S. Gortoi .
Juana MariaCampoi
id. id
id. id
José María de Se asé
Id. id
NOMBRES
DE LOS FALLECIDOS
fnaefa Saravia
l'eiexa Ramírez
rVane Donoso de Torre
arla Pesoa..-.
f«sefa Pesoa
Petronila Pesoa
Uarónila Gon-alez
.íartina Nuñez
Jármen ÍJrzúa
J :r a Martínez
Santos Ulloa
Lorenza A'gomed>...
Mariana Goh/.alez
Juana González
vía ría del Car. Herrén
rVai- cisca Pérez
Delfiua Hidalgo
tílcira Mandiola
Dominga García
VIercedes Muñoz
Luisa Vargas
Dolores Lecaros
\laria Coronado
Petronila Tapia
María López
Maria Argora. de Cañai
Luisa Ramírez
Catalina Cañas
Expquiel Cañas
Juan José Caña*
Manuela Castillo
Rafael a
'Vliciana Valdenegro .
oseta Rojas
rSenita Criburu
luana Maria Campos .
Santos Encobar
>ant-iF Araya
Paula Venegag
Manuela Santibañez. . .
Sirviente
id....
id....
Sirviente
id....
id....
sirviente
id.
id.
LUGAR
DBl> N 1CIMIENTO.
■alltl g»
id.
id.
NancagUí
iuntiago
d.
Curicó
id.
Santiago
Vd
id
id
ía
id
id
id
Tálcá
Santiago
Mendoza
Santiago
Vo se sabe
Rengo
á «n-Fernando
Santiago
id
id
id
id
Copiíipó
Rancagua
id
Talca
S.-J'*an i'Rep -Ar
Ran<-agua[ientiua
Santiago
id
id
r«cna ''Perú)
Nota. — En la columna de las edades, la letra c quiere decir calculada, i la /fija.-»
En la profesión u oficio la raya denota que el fallecido no tenia ninguno.
Total de los fallecidos 40.
Santiago, diciembre 24 de 1863,
RAMON RIVERA JOFRÉ. ♦
— 134 —
SUBDELEGrACION 8.a DE LA PEO VIDENCIA.
Santiago, diciembre 30 de 1863.
En cumplimiento de lo ordenado en la circular de US. de fecha 12
del presente hemos procedido a levantar el censo de los personas desa-
parecidas en el incendio de la. iglesia de la Compañía i han resultado
las siguientes :
NOMBRES I APELLIDOS,
Olegaria Mujica. ...
Marta .Til
Carmen Donoso
Rosalía Donoso
Lorenza Bustamante
Margarita Toledo
Francisca Serrano. . .
EDAD.
30 años
20 —
20 —
25 —
26 —
18 —
13 —
ESTADO
Soltera
id...,
id...
id...,
id...,
id...,
id....
Profesión,
Ninguna
Sirviente
id
id
id
Dulcera.
Ninguna
LUGAR
de nacimiento.
Nancagua. ,
Apoqnindo......
Isla de Maipo...
id
De la costa
Santiago
Camino Tajamar,
RESIDENCIA.
Chacra de Mujica.
Callejón de Pozo.
id.
id.
id.
Camino Tajamar,
id.
Dios guarde a US.
Señor Intendente de la provincia.
Domingo More!.
— 135 —
SUBDELEG ACION 12.a DE SANTA-ROSA,
Lista de los que se quemaron en el incendio del 8 de diciembre de 1863.
NOMBRES.
Madree
hija
Cayetana Ponce . .
Bernardina Galves
Herma- ( Pascuala Reyes ..
Ignacia Reyes ....
Simona Guerrero
Carmen Gallardo . .
Ana Diaz
Josefa Orellana ..
Ju*na Ayala
Carmen Valenzuela .
Maria del T. Cortés .
Pabla Venegas ....
Herma- f Carmen Sa^s
I José Saes
' Cármtn Lobo
Trinidad Orellana..
Carmen Gomales ..
Francisca Ibarra ..
Mercedes Ibarra. . . .
Manuela Clavero ..
Francisca Aliaga. . . .
Manuela Espindola .
Rosario Pino
Ana Chaparro
Maria Peña
Rosa Peña
Urzula Escobar ....
Gabriela Escobar. . . .
Total
28
Estado.
Soltera.
id*
id.
Viuda.
Soltera.
•Casada.
Soltera.
Viuda.
Casada.
Soltera.
Viuda.
Soltera.
id.
id.
id.
id.
id.
Viuda.
id.
Soltera.
id.
id.
Casada.
Soltera.
Casada.
Soltera.
id.
id.
PATRIA.
Nufioa
Santiago....
Codegua.. ..
id
Rancagua. . .
id
Santiago.. ..
Nancagua . .
Ligua
Santiago....
Melip'lla....
Santiago
id
id
Rengo
Talca
Colchagua ..
Santiago
id
id
Curicó
Santiago.. ..
Taguatagua .
Ma*po
Coinco
id
Hda. S.-Agut.
id
Profesión.
Costurera
id
id
id
Cocinera
Sirviente
Ningnna
Sirviente
Ninguna
Costurera
Lavandera
Sirviente
Costurera
Peón
Lavandera
Costurera
Lavandera
id
id
Costurera
id
id
Lavandera
id
Costurera
id
Ninguna
id
RESIDENCIA.
Santiago calle v. de S.-Diego
id id
id id
id id
id de Nataniel
id id
id id
id id
id id
id de Galves
id id
id de Güemul
id id
id id
id id
id id
id id
id de Huérfanos
id vieja de San-D.
id id
id id
en la Granja
calle de Galvez
id vieja de S.-Diego
id id
id id
id id
id id
Santiago, diciembre 30 de 1863.
JOSE CARLOS VALENZUELA.
— £\ f) í\ ttPfS rs y>» ^
INDICE.
PAJ
ADVERTENCIA .* iv
Reseña histórica del templo de la Compañía .... 3
Relación del incendio de id 7
El verdadero oríjen del fuego •• 47
Demolición de las ruinas déla Compañía 48
Decreto supremo que ordena efectuarla 53
Episodios del incendio 54
Los americanos del norte 64
Circular del Iltmo. arzobispo de Santiago , 67
Socorro a los huérfanos i desvalidos, acta de la primera reunión 69
Honras oficiales en favor de las víctimas del incendio 72
Oración fúnebre pronunciada por el presbítero Dr. don Mariano Casanova
en la iglesia metropolitana , . . . . 73
Socorros a los huérfanos i desvalidos recojidos posteriormente 83
Consulado arjentino (pésame al supremo gobierno) 87
Mendoza, acta i suscriciones levantadas en ese punto 88
Monumento a las víctimas del 8 de diciembre 91
Cuerpo de bomberos de Santiago, acta de instalación 94
Cartas cambiadas entre el señor prebendado don Joaquín Larrain Gandari-
llasi el señor Intendente de Santiago „ 98
Nómina de las víctimas del incendio de la Compañía 108
Censo oficial de los que perecieron en el incendio, con esplicacion de sus
nombres, edad, estado, ocupación i nacimiento „.„.,.. 121