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Capítulo III
Talca.

GRAN MMETING DEL PUEBLO OBRERO DE TALCA.

Los meetings de 15 de julio y 5 de Agosto.- Invitaciones.- Discursos.- Carta del Sr. Walker Martínez.- Adhesiones.- Felicitación de la Junta Ejecutiva de Santiago.

Para hoy domingo 15 del presente a las 2 y media P. M. casa de don Juan Francisco C. Calle 3 P. N. número 31.

Compañeros: al meeting todos los hombres de corazón.

Todos los hombres de fe y patriotismo.

Todos los que se interesen por el bien de la patria.

Todos los hombres honrados, para levantar nuestra protesta con la altivez enérgica de chilenos contra las leyes despóticas que se tratan de aprobar en el congreso de nuestra Patria, de opresión a nuestras conciencias.

Marcos Cortes, Ceferino Cruz Opazo, Juan de Dics Acuña, Manuel Jesús Morales, Alejandro Castro, Remigio J. Rojas, Eugenio Laulhé Melchor Cáceres, Pedro P. Torres, Pedro N. Corales, Juan de Dios Moreno G., Belisario Moreno, Sabino Cáceres, Agustín Poblete, José T. Gutiérrez G., Clorindo Arellano, José Manuel Silva, José Maria Reyes, Juan de Dios Moreno, Cayetano Zavala, Lorenzo Palacios, José del C. Muñoz, Fermín Orellana, Juan de Dios González, Sixto Jesús Castro, Jacinto Basoalto, José del O. Ramírez, Hermógenes Letelier, Alejo Valdés, José 2º. Arellano, Diego P. Adasme Sánchez, Marcelino José Villar, Ramón Rojas.

PROTESTA CONTRA LA LEY DE CEMENTERIOS.

¡Ciudadanos de la clase obrera! ¡Cuando la patria estaba en peligro, amenazada en su existencia por dos naciones pérfidas, el Perú y Bolivia, todo el pueblo chileno como un solo hombre, se puso de pie y ofreció como O’Higgins, Manuel Rodríguez, Carrera y demás héroes de la patria, el valiente y esforzado pecho al plomo mortífero, por defender el suelo patrio y el honor nacional!

¡Eso hace un chileno patriota en la hora del peligro para la república!

Ahora hay un doble deber; la patria y la religión están también en peligro; la patria, porque no hay patria verdadera y grande cuando domina un régimen despótico –y éste es el que trata de implantarse hoy día con el gobierno personal y odioso que nos rige-- la religión peligra porque se nos quiere inferir la herida más sangrienta y procaz con el cementerio laico y común, ¡reto audaz a la libertad de conciencia!

¡Ciudadanos católicos y liberales honrados! ¡Al meeting de hoy! ¡A protestar valientemente y a ofrecer nuestra vida si es preciso por tan noble causa! (La Verdad de Talca del 15 de julio).

***

EL GRAN MEETING DE AYER. MÁS DE MIL QUINIENTOS CONCURRENTES

(De La Verdad de 16 julio).

Talca, representado en sus obreros y en sus mejores ciudadanos, se dio cita ayer al gran meeting protesta, contra el último úkase que el nuevo sultán de la Moneda, acaba de dictar en este su pueblo de turcos, ¡¡como un mayoral con su rebaño!!...

Pocas asambleas más numerosas e imponentes que aquélla. En todos los semblantes se veía pintada la indignación, el despecho, el fuego patrio que en llamaradas de rubor y vergüenza, iluminaba la frente de tantos ciudadanos chilenos, que iban, en plena república a protestar con todo el alma contra el despotismo más odioso. ¡Los pechos palpitaban y el corazón latía con más vehemencia, a medida que los oradores, con ese lenguaje franco y sencillo de nuestros hombres del pueblo, descorrían el velo de su tiranía, que ocultaba un porvenir de luto y sangre para la patria chilena!.. ¡La propiedad violada, el comunismo paseándose triunfante por nuestras verdes campiñas y selvas sombrías, el hogar presa de la desesperación, la dignidad augusta del matrimonio arrastrada por el lodo vil del crimen y de la miseria!; todo este porvenir oscuro y lúgubre se presentó allí al pueblo, retratado con pinceladas tan verdaderas y con colores tan vivos, que aquellos hombres sentían verdaderamente que su sangre se inflamaba, y que la generosa indignación forcejaba por estallar como la lava de un volcán comprimido...

Los oradores alentaron al pueblo a no conformarse jamás con las leyes injustas y tiránicas, recordándole que el buen ciudadano, el demócrata sincero, lejos de abatirse con estos golpes pasajeros, se retempla; que era menester trabajar y reaccionar contra ese estado de cosas que envilece a la República, y nos ofrece como un triste espectáculo al mundo.

Para el próximo número daremos los discursos que se pronunciaron, limitándonos por hoy a esta pálida reseña de lo que pasó en el gran meeting, uno de los más numerosos que ha visto Talca, desde muchos años a esta parte. ¡Bien por el pueblo de Talca!

Hicieron uso de la palabra el señor Presidente don Marcos Cortés, el secretario don José Manuel Silva, don Ramón Arístides González, don Pedro Pablo Morales, don Pantaleón González y don Rudecindo Torres.

***

GRAN MEETING DEL PUEBLO OBRERO DE TALCA

(Suplemento a La Verdad, fecha 17 de Julio).

El pueblo Talca --la clase obrera de esta ciudad-- ha dado el domingo una prueba elocuente y espléndida de su fe inquebrantable, de civismo y de amor a la libertad. ¡Honor al pueblo obrero de Talca! ¡Honor a ese pueblo viril y entusiasta que sabe cumplir con sus altos deberes de católico, con la misma entereza con que se ofrece a derramar torrente inagotable de sangre generosa, para defender la patria en la hora suprema del peligro!

El meeting se celebró, como estaba anunciado a las 2 de la tarde del domingo. El local elegido fue verdaderamente estrecho para contener la inmensa concurrencia que se dio cita en ese día, para dar una prueba solemne y pública de su fe y para elevar la protesta más enérgica y ardiente contra el gobierno despótico que hoy rige los destinos de Chile, por medio del fraude más vergonzoso, y que hoy pretende dominar sobre las conciencias y pisotear con planta impura, y ahogar con torpe mano el grito generoso y potente del pueblo herido en lo que más estima, como en su religión y en sus creencias.

El ejemplo de Santiago ha sido imitado también  en Talca, en el gran meeting del domingo, con la diferencia que esta asamblea fue exclusivamente popular, obra exclusiva y espontánea del pueblo, y como tal sencilla, noble y grande como es el corazón del pueblo chileno.

***

Reunidos en meeting los artesanos del pueblo, se procedió a elegir presidente de la asamblea, y fue designado por aclamación el señor don Marcos Cortés, artesano querido y respetado en el pueblo. Secretario fue elegido don J. Manuel Silva, uno de los hombres más estimados en el pueblo por su fe ardiente y honradez política.

Vamos a dar una pequeña reseña de los discursos que se pronunciaron apelando a los recuerdos de nuestra memoria. El señor Silva fue el primero que hizo uso de la palabra. Al ponerse de pie toda la asamblea estalló en estruendosos aplausos.

EL SEÑOR SILVA (DON J. MANUEL).

¡Compañeros de trabajo y amigos! ¡Yo os saludo con el corazón henchido de entusiasmo, a nombre de Dios y de la patria! ¡El alma se llena de alegría y de orgullo al ver aquí tantos ciudadanos que vienen a ejercer el acto más grandioso de la vida republicana! ¿A qué venís a este lugar? ¿Con qué objeto nos reunimos en este recinto? ¡Venimos aquí, señores, a protestar con toda la energía de nuestra alma, contra el tiranuelo de la Moneda, que como los insolentes verdugos coronados del imperio romano, quieren matar con puñal liberticida el honor y la conciencia católica! (Estruendosos aplausos). ¡Somos el pueblo! aquí no está la aristocracia del dinero y del talento; -¡pero está la asamblea de ciudadanos libres, en cuyas manos está el poder, de que abusa cobardemente el gobierno impío que nos rige! (¡Muy bien!)

¿Qué pretende ese gobierno? ¡Ah, compañeros! ¡Pretende arrebatarnos nuestros cementerios, y entregarlos a la profanación y el sacrilegio!; ¡pretende convertir en morada vil y maldita el lugar santo e inviolable, a donde tantas veces hemos ido a llorar sobre los restos venerados de nuestros padres y deudos queridos! ¡Cobarde con los vivos del norte, ese gobierno sólo tiene valor y coraje con los muertos! -(¡Cierto!, (¡Cierto!). Pero ese gobierno se olvida que somos los herederos de los mártires, y que la religión tiene derecho a nuestra vida y a nuestra sangre, si las exige la defensa de sus fueros sagrados. (¡Muy bien!).

La religión es más grande y más noble que la patria, y si el chileno muere por su patria, ¿qué no hará, qué sacrificio no ofrecerá en aras de la religión? ¡La vida, señores, seria un grano de incienso ofrecido por esa causa santa!

Enrique VIII no pudo someter a sus innobles caprichos al gran Papa León X, ¡Porque la Iglesia es más firme que todos los poderes de la tierra! ¡Es inmortal!

¡Combatamos hasta morir por defenderla y tendremos la gloria y la corona de los mártires! (¡Aplausos estrepitosos!).

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EL SEÑOR DON RUDECINDO TORRES.

Señores: La prensa casi unánime de todo el país ha condenado con indignación la nueva ley que el gobierno y sus palaciegos han dictado para convertir los cementerios católicos en campos salvajes. (¡Cierto!) Esa ley es una usurpación violenta de la propiedad y el desprecio más atroz de nuestra religión sacrosanta. (¡Muy bien!) Nuestros gobernantes han jurado proteger la religión católica, apostólica, romana, tal y como está expreso en el artículo 5°. de nuestra Constitución Política: atacando la religión el gobierno se hace reo de perjurio, delito infamante. (¡Aplausos!) El gobierno, señores, es un simple empleado de la nación, del pueblo chileno; ¡Los diputados no son sino los representantes de la voluntad del pueblo! Ahora bien, si a un empleado traidor, infiel y perjuro, vosotros lo arrojaríais de vuestro servicio ¿qué debemos pensar de un gobierno que torpemente abusa del poder y lo convierte en arma homicida de nuestras creencias?

Ese gobierno no merece la confianza de la nación! (¡Aplausos prolongados!).

Señores: la indignación rebosa en el pecho cuando se contempla que este es el pago que nos da el gobierno después de haberle entregado nuestros hijos para llevarlos al combate con dos naciones que tramaban nuestra ruina, y que murieron por darnos patria y libertad. La indignación se convierte en furor cuando a ese pueblo, grande, heroico, se le trata como a una bestia y ni siquiera se le da por premio el sueño tranquilo de la tumba. (¡Vivas atronadores!).

El gobierno deja tranquilos a los protestantes, judíos y masones, y sólo a nosotros nos trata como a vil manada de carneros. Levantémonos, compañeros, y ¡hagámosles sentir, al gobierno y sus paniaguados, que somos hombres! (Aplausos frenéticos).

¡Amigos! nuestros padres nos legaron una preciosa herencia: ¡patria libre y religión divina! Por darnos ese legado vertieron su sangre generosa. Prat no era hereje, ni judío ni masón: ¡era hombre de fe! Y ¡ahora, estos pigmeos quieren saltearnos esa herencia! ¡Jamás! (¡Nunca! ¡Jamás!).

¡Marchemos unidos a la Iglesia y seremos inmortales como ella! (Aplausos prolongados).

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El SEÑOR DON JUAN PABLO MORALES.

Yo estaba tranquilo, compañeros, ocupado en las tareas de mi oficio; pero sonó en mis oídos la voz de la madre tierna y querida, la Iglesia, y al punto mi corazón palpitó de entusiasmo y me puse de pie para defenderla. (¡Muy bien!).

¡Cuando una madre gime en cadenas y es ultrajada por una mano infame, el buen hijo no puede permanecer indiferente! El hijo debe inmolarse con ella, debe morir con ella, ¡si es preciso! ¿No moriríais vosotros por esa Madre santa, que se llama la Iglesia, esposa inmortal del Redentor Divino? (¡Si mil veces!).

Bien, amigos, hoy sólo se trata de salvar del sacrilegio los sepulcros de nuestros mayores, de nuestros hijos, de esos pedazos del corazón, que bañados en lágrimas hemos ido a depositar en la oscura morada de la tumba.

Allí se alza la cruz, símbolo divino del cristiano; allí la religión eleva al cielo sus fervientes plegarias; ¡allí todo es santo, todo es grande, todo es sublime! ¡Allí se puede llorar y gemir a la sombra de la religión!

¿Y por qué el gobierno nos quiere quitar este último consuelo? (¡Porque así lo hacen los tiranos! varias voces repiten).

¿Cuál es nuestro crimen? ¿No somos nosotros los que hemos salvado a la patria y le damos días de gloria inmortal? ¡Éste es nuestro delito!

¡No, amigos! ¡De pie todos los chilenos de corazón! ¡Pongamos una valla al despotismo! El pueblo de Chile es católico en su mayoría, y arrancarle su fe seria lo mismo que arrancar los montes de su base. (Aplausos prolongados). Los gobernantes nos explotan en el día de la elección y se sirven del pueblo para subir a la altura; pero ¡la fe no se debe traicionar jamás! (¡Bien! ¡bien!) Os pido un viva entusiasta, atronador, valiente para los senadores y diputados independientes y sobre todo por los señores Pereira, Luis, y Letelier, Ricardo. (Aplausos entusiastas).

***

En el orden más perfecto se retiró la concurrencia a sus casas, después de haber aprobado las siguientes conclusiones:

Los ciudadanos reunidos en asamblea pública del 15 del presente han acordado adherirse en todas sus partes a las conclusiones del gran meeting de la capital.

1º. Protestar enérgicamente contra las pretensiones reaccionarias del ministro del interior, manifestadas en el Congreso, en orden a declarar comunes los cementerios existentes e impedir las fundaciones de cementerios católicos. 

2º. Dar un voto de aplauso a los senadores y diputados que en orden a los cementerios han defendido el régimen legal existente, respetuosos de la creencia religiosa, y un voto de aliento a los que defienden la libertad de cementerios. 

3º. Trabajar por todos los medios que estén a su alcance para exigir el respeto de las creencias y ejercitar los derechos con toda la amplitud que reclaman el culto y la conciencia respecto de cementerios.

4°. Dar un voto especial de aplausos a los dignos representantes de la provincia de Talca, los señores don Luis Pereira y don Ricardo Letelier, por la digna y brillante defensa que han hecho de la libertad de cementerios en la representación nacional.

5°. El Presidente y Secretario se dignarán trasmitir todas estas resoluciones del pueblo de Talca a uno de los miembros de la Comisión nombrada por la Asamblea de Santiago, don Carlos Walker Martínez, como también copia de todas las firmas de los hombres de fe y patriotismo para que dicho señor les dé el giro que más estime conveniente.

6º. Quedan encargados el Presidente y Secretario para trasmitir a los señores don Luis Pereira, senador, y don Ricardo Letelier el voto de aplausos y de aliento que esta respetable asamblea les envía por la digna actitud que han asumido en la defensa de la libertad de cementerios, y que han merecido bien de la religión y de la patria. 

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ADHESIONES

Señor Don Carlos Walker Martínez:

Los abajo suscritos, Presidente y Secretario del gran meeting celebrado en ésta el quince del presente, y que entre otras conclusiones acordó lo siguiente:

“El Presidente y Secretario se dignarán trasmitir todas estas resoluciones del pueblo de Talca, a don Carlos Walker Martínez como miembro de la comisión nombrada por la asamblea de Santiago".

“Han acordado adherirse en todas sus partes a  las conclusiones del gran meeting de la capital como también enviar copia de todas las firmas de los hombres de fe y patriotismo, para que dicho señor les dé el giro que más estime conveniente.”

Cumpliendo, señor, nuestro honroso cometido nos cabe la satisfacción de incluirle copia de todas las firmas que a continuación se expresan.- Talca, 17 de julio de 1883.

Dios guarde a Ud.- Marcos Cortés.- J. Manuel Silva.

(Siguen cerca de tres mil firmas publicadas en El Estandarte Católico de 20 julio y siguientes).

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EL GRAN MEETING DEL PUEBLO OBRERO DE TALCA

¡Más de 600 Concurrentes!

(De La Verdad de Talca del 9 de Agosto).

¡AL PUEBLO DE TALCA!

¡Compañeros y amigos del pueblo obrero de Talca!

La ola del despotismo se levanta hoy desde la Moneda más altanera que nunca, amenazando barrer con su paso desolador las gloriosas y grandes conquistas que hemos hecho en más de medio siglo de vida independiente.

La sociedad hoy día es minada desde sus cimientos por el torpe ariete del despotismo, que provoca a los chilenos a lanzarse, en medio de la desesperación, a extremos horrorosos, que el gobierno debe evitar con tiempo, si no quiere ver pasearse la desolación y la muerte por nuestras verdes y risueñas campiñas, donde antes moraba el progreso y la paz.

¡La religión y la libertad están en peligro! Como el ejército sagrado de Esparta, corramos a defenderla.  La comisión.

***

El domingo, como estaba avisado, se reunió el pueblo obrero en número verdaderamente crecido en asamblea popular, a fin de protestar de nuevo y con más energía, contra la ley de cementerios, --¡padrón de ignominia del despotismo liberal!-- y contra el proyecto de matrimonio civil, en que se va a legalizar el concubinato al amparo de la ley, y en el que se va a perturbar el corazón mismo de la gran familia chilena, removiendo las bases de orden y moralidad en que descansa el pueblo civilizado y católico de esta República.

La reunión y los oradores estuvieron a la altura del acto y a la altura también de los antecedentes del pueblo talquino, siempre heroico, varonil y grande, cuando el llamado al austero cumplimiento de sus deberes de católico y de ciudadano. Sí; ¡honor al pueblo obrero de Talca! Cuando el diluvio del despotismo sumerja en pavorosa tormenta la nave querida de las libertades públicas, el pueblo de Talca, como el palo de mesana de la gloriosa Esmeralda, ¡será el último que se sumerja en el océano sin fondo del despotismo liberal!...

Bien quisiéramos dar a la publicidad todos los discursos; pero es imposible por las dimensiones del periódico. Daremos un extracto siquiera, teniendo muy presente que no se puede exigir cumplida forma literaria en individuos que abandonan sus tareas para tomar parte en los grandes torneos de la política, en la que se ventilan intereses sagrados.

El presidente, don Marcos Cortés, abrió la sesión con un corto pero elocuente discurso, empapado en el sentimiento católico, lleno de amor a la Religión y a la Patria. Fue muy aplaudido; el pueblo obrero se felicita de tenerlo por presidente.

Leyose en seguida la siguiente hermosa carta del señor don C. Walker Martínez, que hizo estallar a la Asamblea en aplausos frenéticos.

He aquí la carta:

“Señor don Marcos Cortés.- 24 de julio de 1883. - Señor: He querido demorar mi contestación a su nota del 17 del corriente hasta que nuestra asamblea tomase conocimiento de las conclusiones del meeting de Talca, que en esta vez -como siempre en defensa de sus derechos- se ha puesto a la vanguardia de las demás provincias de la República.
Me congratulo de hacerme el eco del voto de aliento que se acordó en honor de Uds. porque me da ocasión de agregar los míos a los aplausos del pueblo de Santiago.
Si es noble y digno poner a prueba toda la energía de que el alma es capaz en las ocasiones en que la patria reclama nuestros esfuerzos, con cuánta más razón es noble y digno, en las circunstancias que atravesamos hoy que es Dios, quien reclama nuestros esfuerzos, hacer pública ostentación de esa energía y ponerla a prueba de una manera vigorosa para atajar los desmanes y abusos de un Gobierno descreído y atropellador. Porque es menester fijarse que no se trata ahora de una de tantas de esas cuestiones políticas de más o menos importancia que de ordinario nos ocupan: de lo que se trata es de lo más grave en el orden social, de lo más trascendental en el orden político y de lo más sagrado en el fuero de la conciencia.
Se pretende herir en lo más vivo el sentimiento cristiano del país, dar una estocada a muerte en el corazón del catolicismo chileno y esclavizar a la Iglesia con el yugo ultrajante de la impiedad más inicua.
El Gobierno de don Domingo Santa María, inútil para todo, puesto que no ha hecho nada en favor de los intereses nacionales, quiere mostrarse fuerte en aquello en que ser fuerte no significa ni valor, ni talento, ni virtud; ni siquiera mediano buen criterio.
No se necesita grande osadía para declarar la guerra al Papa; pero se manifiesta, sí, mucha alta de virtud en hacerse perseguidor de las creencias del pueblo y muy poco talento y muy poco criterio en promover cuestiones religiosa en un país como el nuestro, donde la mayoría es católica y que se halla preocupada de una guerra extranjera, que a fuerza de mal dirigida, va haciéndose harto dolorosa y difícil. ¡Esto se llama imbecilidad!
¿Qué actitud cumple mantener a nuestros conciudadanos en presencia de tal Gobierno y de tales propósitos?
La que Uds. han asumido. De protesta pacífica dentro del terreno legal, entre tanto que el desborde no toque a los límites de la persecución. Llegando a este punto, que allá vamos, el único camino que cabe entonces es el de la resistencia de hecho. ¡Pues, prepararse a ella!...
Esta es mi opinión, a lo menos; y se las doy a Uds. francamente, así como francamente Uds. se han dirigido a mí.
¡Un apretón de manos y un respetuoso saludo a Ud. y sus generosos compañeros!

Carlos Walker Martínez."

***

En seguida, don Manuel Silva, dio lectura a otras dos cartas de los señores Pereira y Letelier con generales aplausos.    

***

Este mismo orador tomó la palabra, poco más o menos en los siguientes términos:        

¡Ciudadanos! ¡Un viva a los representantes de Talca y a don Carlos Walker Martínez!

Un gran duelo, señores, acaba de afligir el 20 del pasado a la Iglesia y a la Patria, porque en ese aciago día se apagó la antorcha que alumbraba a la casa de Israel con la muerte del más esclarecido de sus Pontífices, él Ilustrísimo señor doctor don José Hipólito Salas, Obispo de la Concepción.

Su muerte es una pérdida irreparable para la Iglesia y la Patria.

La Iglesia, señores, pierde su antemural y un gran Pontífice, y la Patria ¡el más grande de sus hijos!

¿Cual fue el motivo que aligeró su muerte? ¡Oh, señores! no otro que esa persecución odiosa, tiránica y torpe del Gobierno impío que nos rige, en el que por mal nombre se llama Presidente el señor Santa María. (Aplausos).

Él ha sido el que ha acelerado la muerte de nuestro padre en la fe con la introducción de leyes despóticas, que sólo obedecen a ese odio a muerte que tiene a Jesucristo y a su Iglesia.

Él ha declarado la guerra a Dios y a la Iglesia, de puro perverso. A nosotros, como católicos, nos corresponde recoger el guante y decirle con toda la indignación de creyentes y de patriotas: ¡nosotros no consentiremos jamás que con vuestra mano impía toquéis la herencia de nuestros mayores, nuestra fe religiosa! (¡Muy bien!).

¡Nosotros no consentiremos jamás que toquéis el arca santa de nuestras instituciones republicanas!

¡Vuestros envenenados dardos se embotarán en nuestros pechos católicos, porque ellos están cubiertos con la coraza de la fe!

La mentida libertad de cementerios que nos vais a dar, es el despojo de nuestros cementerios católicos y la opresión de nuestras conciencias.

Todas estas libertades en que tanto hincapié hacéis, liberales de mala ley, las rechazan la justicia y el derecho; las rechaza la conciencia católica y patriota; y por último las condena el estado de cultura y de civilización a que hemos alcanzado en pleno siglo XIX. (Vivas atronadores). Ahora bien, ciudadanos católicos, en este día nos hemos reunido para retemplar nuestro espíritu, recordando las virtudes de un grande Obispo.

Él cayó con gloria, como caen los robustos cedros del Líbano azotados por el huracán.

Ha caído como el gran capitán del pueblo de Dios, Judas Macabeo, peleando por su Dios y por su patria.

Ha caído como un gran guerrero con las armas en la mano.

A nosotros, ciudadanos, nos toca recoger tan preciada herencia, que nos legara nuestro padre en la fe, para continuar en la defensa de nuestras libertades religiosas y políticas.

¿Lo haréis así, ciudadanos? (Sí, sí, responden muchas voces).

Pues bien: por segunda vez habéis contraído un solemne compromiso, ante Dios y ante la patria; porque más vale morir que esclavos vivir. (Prolongados aplausos).

***

Usó enseguida la palabra don Pedro Pablo Morales.

Ciudadanos:     

Heme aquí a cumplir lo que os prometí en la asamblea celebrada el quince del pasado mes.

Bien recordaréis los graves desórdenes cometidos en ese día por un grupo de liceanos, y luego en apoyo de esos ejemplos de intolerancia, apareció en un diario que se llama La Libertad, un artículo que en el fondo no era más que un tejido de infamantes calumnias y de groseros insultos, arrojado contra el buen nombre de los obreros de nuestro pueblo y contra nuestro ejemplar y dignísimo clero.

“En el meeting clerical del domingo, --decía La Libertad-- hablaron dos jóvenes con el fin de protestar a nombre de la civilización del progreso y la libertad contra las ideas de oscurantismo y retroceso vertidas allí a la faz de un pueblo como Talca que ante todo ha sido liberal (!)... El clero pervierte el sentimiento religioso del pueblo azuzando sus malas pasiones, corrompiendo su conciencia y hasta sus instintos de moralidad.”

Tales eran, compañeros, las violentas e injuriosas palabras con que se calificaba desde un diario que se llamaba liberal, la conducta noble y altiva del pueblo de Talca, y esto por el solo hecho de reunirnos en pública asamblea, usando de nuestros derechos de ciudadanos libres, para protestar con toda la indignación de nuestras almas, contra los ultrajes procaces y sangrientos que el actual tirano de la Moneda dirige hoy a la conciencia católica y a la libertad del pueblo chileno. (Aplausos entusiastas).

Permitidme, compañeros, levantar mi humilde voz para protestar, a nombre del pueblo católico, a nombre de la clase obrera, de la cual soy miembro, contra tamañas afrentas. 

Es una táctica ya muy vieja de los petulantes liberales, el engañar y seducir al pueblo con las palabras de oscurantismo y retroceso, que atribuyen como propiedad exclusiva de nuestra sagrada religión. (Es cierto, así lo hacen).

¡Falso! ¡Mentira atroz! Esa sociedad divina, esa hija del cielo que presenta al mundo su historia de diecinueve siglos, no ha cesado de cobijar a su sombra benéfica todo lo que la humanidad tiene de más preclaro y grande.

Ella ha sido la que ha dado a los pueblos la verdadera vida y a quien se debe en gran parte el grado de cultura moral y adelanto que hoy alcanzamos.

Y a esta religión que sacó al mundo de un abismo de corrupción y de la noche de la barbarie, se le persigue y se le hace la guerra por el liberalismo impío y a nombre de lo que ella misma ha traído al mundo: la civilización.

¿Habéis visto aberración más profunda? ¡Oscurantismo y retroceso! Nada cuesta a los liberales de embeleco y de farsa llenarse la boca e hincharse los carrillos con estas palabras, para aturdir con ella a los necios que las escuchan. ¡Ellos saben hacer muy bien su juego! Son astutos y sagaces como los zorros. (¡Muy bien!)

Cuando nos arrebatan nuestras libertades más queridas, como es la de sepultarnos conforme a nuestras creencias; ¡cuando dan golpes de muerte a la libertad electoral, lo hacen sin arrugarse y sin un átomo de vergüenza! (Vivas atronadores).

Entonces los veréis entonar himnos de alabanza a una libertad pervertida, que ni es libertad ni cosa que se le parezca, sino repugnante tiranía, cubierta con el manto de púrpura robado a la libertad (¡Perfectamente!)           

¡Oscurantismo y retroceso! Se dice también que eso nos enseña el clero, y por lo tanto no debemos oírle. Yo pregunto a los que tan torpe y miserablemente calumnian al clero chileno, ¿qué es lo que hace ese clero, cuál es su misión y cómo la cumple?

El clero, es el encargado por el Rey Inmortal, Jesucristo Señor nuestro, para predicar por el mundo, en lugar de los apóstoles, la doctrina celestial.

Y a ese Rey, señores, es al que nosotros confesamos y servirnos, por Él luchamos y por Él gustosos daremos nuestras vidas. (Aplausos frenéticos).

Esa religión divina que predica el clero católico, es la que enseña que el hombre no es simplemente un puñado de barro, cuyo fin sea ir a podrirse como bestia en un cementerio salvaje; sino la obra de Dios, ¡imagen de la divinidad! Por eso, a ese cuerpo humano, la Iglesia le tributa un culto de veneración y de respeto, destinando un lugar consagrado, como una madre a sus hijos, para que juntos duerman el sueño de la tumba, que no es eterno como dice el liberalismo, asemejando al hombre al ser irracional, sino temporal, es decir, hasta el día de la resurrección futura. (¡Muy bien!)  

Esa religión, en fin, enseñada por el clero es la que muestra al hombre, allá en lontananza, una patria inmortal, eterna, que los que llevamos esculpido en nuestra frente el augusto nombre de cristianos divisamos ya desde la tierra, rodeada de puros y vívidos fulgores. (Aplausos).

Si este es el retroceso que el clero nos enseña, pues yo, señores, --y el pueblo católico que me escucha-- amamos este retroceso  y lo preferimos mil veces al progreso liberal, a la civilización liberal, a la libertad liberal, alias despotismo. (Bravos y aplausos).

Pero ya es tiempo que arranquemos al lobo la piel de oveja. ¿Dónde se encuentra el oscurantismo y el retroceso? Os lo voy a decir con entera franqueza. Se encuentra en la mente del liberalismo impío, en esos cerebros menguados, en esas inteligencias pervertidas; allí, compañeros, es donde tienen su asiento esas tinieblas.

Pero, como el salteador de caminos cree que todos son de su escuela, así esos hijos espurios de la libertad, encubriendo su veneno de áspid, nos gritan a los católicos: ¡oscurantistas retrógrados!

Nosotros somos hijos de la verdadera libertad, de esa libertad que el Cristo ha traído para librarnos de la esclavitud de las pasiones y del poder de los abismos.

Acerquémonos a esa madre, la Iglesia, y digámosle que si es necesario sucumbir por ella lo haremos gustosos. (Aplausos frenéticos).

***

EL SEÑOR DON PANTALEÓN G0NZÁLEZ.

Compañeros: Al hacer uso de la palabra en esta asamblea, mi único pensamiento ha sido manifestaros lo que siente mi corazón; y aunque mis pensamientos no estén bien combinados con mis palabras, sin embargo, confiado en vuestra benevolencia, estoy seguro me lo permitiréis.

Ahora que ha llegado el momento de opresión para nuestra patria, hoy que nuestros gobernantes pretenden coartar nuestra libertad de conciencia, encadenar la religión católica que nos legaron nuestros antepasados cuando nos libertaron del ominoso yugo de la España; hoy que pretenden profanar nuestros cementerios, donde reposan tranquilas las cenizas de nuestros abuelos, derribando el símbolo sublime de nuestras creencias religiosas; hoy que sancionan en el Congreso de nuestra floreciente patria las leyes más inicuas que se hayan dictado jamás; por hoy en fin, que nuestros gobernantes quieren arrancar de nuestras conciencias ese sello purísimo de la religión cristiana que nos imprimieron nuestras madres desde la cuna, en los primeros conocimientos de la infancia. Cuando todo esto sucede, nuestro deber es defender nuestra religión y nuestra patria del inminente peligro que le amenazan sus gobiernos desquiciadores y déspotas.

Debemos defenderlas con valor y energía como el gran Leonidas defendía a su patria contra el poderoso ejército de Jerjes en el estrecho desfiladero de las Termópilas; debemos defender también nuestra religión amada porque esta es la herencia que nos legaran nuestros abuelos al bajar a la tumba después de haber cumplido santamente su misión en la tierra, de católicos y creyentes. (¡Muy bien!) Ahora pregunto yo, ¿por qué nuestro Gobierno y algunos de sus ministros quieren coartar nuestras creencias religiosas, nuestra fe, cuando Dios creó al hombre libre para ejecutar o practicar el bien? Y si Dios ha querido que los hombres se reúnan en sociedad ¿habría querido acaso que se les despoje del atributo de su personalidad?

De aquí nace la obligación de que toda la sociedad, tanto el patricio como el plebeyo, tiene la estricta obligación de amar a Dios, y amando a Dios debe también amar y respetar a su Iglesia y por consiguiente respetar y defender sus leyes y doctrinas.

Compañeros: nuestro principal deber ha de ser siempre la religión cristiana como la base fundamental de nuestra civilización y de nuestra felicidad; herencia sublime que debemos proteger y defender de los tiranos que se conjuran para hacerle una guerra implacable y tenaz, queriéndonos arrebatar nuestros cementerios.

¡Compañeros de la clase obrera! la hora ha llegado de sucumbir si fuera posible por la santa causa que defendemos; porque nuestro gobierno quiere hacerse anárquico, como si la anarquía y el despotismo hubieran formado alguna vez el poder o las glorias de un pueblo. Antes de concluir, os digo si tenéis a bien admitirme como uno de vuestros compañeros. (Aplausos estrepitosos. El orador es felicitado con entusiasmo).

***

EL SEÑOR DON RUDECINDO TORRES.

Señores: Con el corazón tranquilo, la voluntad firme y el ánimo sereno, me presento ante vosotros por segunda vez para manifestaros que, como verdadero creyente, como católico sincero y como hombre de fe, estoy resuelto a defender mi religión en la medida de mis fuerzas. (¡Muy bien!) Espero de vosotros seréis indulgentes conmigo al escuchar mi desaliñada palabra, porque en ella no encontraréis el talento, la erudición, la elocuencia de los grandes oradores; pero en cambio hallaréis la verdad desnuda y la expresión franca y sincera nacida del corazón.

El domingo pasado tuve el honor de encontrarme en la provincia de Linares en una reunión análoga a la que hoy celebramos en este recinto, y tuve oportunidad de hacer oír mi voz en esa valiente y esforzada provincia, saludándola a nombre de la clase obrera de Talca. (Aplausos prolongados y estrepitosos, vivas atronadores a los obreros de Talca se dejaron oír por toda la concurrencia).

Después de haberla saludado, yo le decía que vosotros estabais de pie para defender los derechos sacrosantos de la religión católica que están amenazados de muerte por manos despóticas y tiránicas, y que vosotros veríais con placer que el pueblo de Linares, representado en sus obreros, se asociara y os acompañara para conquistar esos mismos derechos, esas mismas libertades que se quieren encadenar, oprimiendo a la iglesia y a las conciencias católicas. Me es grato y consolador deciros que su respuesta fue que los obreros de Talca tuvieran la íntima convicción de que ellos los acompañarían en la lucha, ¡aunque para ello tuvieran que llegar hasta el sacrificio! ¡Por esta noble conducta, yo os pido un aplauso estrepitoso y un viva atronador al pueblo creyente de Linares! (Aplausos estrepitosos).

Lo que acabo de deciros de la noble actitud de la provincia de Linares es lo que hemos visto en varias de las otras provincias, las que -unas en pos de otras- se ponen de pie para protestar enérgicamente, y decir a los hombres del gobierno: la nueva ley que habéis dictado no es conforme con nuestras creencias católicas; ella pisotea los derechos de nuestra madre la Iglesia, y a nosotros como buenos hijos nos basta ver a esa tierna madre oprimida para que nos resolvamos a defenderla, aunque para ello tengamos que desafiar las iras de los tiranos que la oprimen, aunque para ello tengamos que sacrificarnos y perder por ella la vida; gustosos se la consagramos para defenderla y esto será el timbre más honroso de gloria que podamos conquistar en la vida.

Un puñado de hombres en quienes se ha extinguido esa llama vivificadora de la fe, a pesar de que la Providencia los ha enriquecido con sus dones, dándoles riquezas, honores y poder, se rebelan contra su Iglesia y contra los mandatos del soberano Rey de los cielos. Así también, el desdichado príncipe de los ángeles, Luzbel, viéndose enriquecido de gracias, sabiduría y poder, que el Eterno le había concedido; siendo el más poderoso de todos sus compañeros, se rebela contra el Eterno y quiere colocar su trono sobre el Empíreo. ¡Oh! ¡Desgraciada ambición! ¡Quiera el cielo que sus imitadores no tengan la infeliz suerte de ese príncipe caído, porque su caída jamás podrá tener remedio!

Entretanto, nosotros debemos estar alertas, debemos unirnos, para que unidos y compactos luchemos en el terreno de la ley y de la justicia para conquistar nuestros más sagrados derechos. Ciudadanos de la clase obrera, mi última palabra por ahora será: en la empresa que hemos principiado seguid adelante, y no os amedrente el poder de que están revestidos los que oprimen nuestra conciencia, porque quien defiende una causa justa, jamás conoce el miedo, y la misma justicia de ella nos dará tarde o temprano la más espléndida victoria. (Aplausos prolongados).

Enseguida el secretario, señor, don J. Manuel Silva, dio lectura a las siguientes conclusiones:

1ª. Rendir público homenaje de respeto a la memoria de Iltmo. y distinguido campeón del catolicismo, Dr. don José Hipólito Salas, Obispo de Concepción.

2ª. Dar un voto de gracias a la grande asamblea de la capital por la palabra de aliento que dio a la clase obrera de Talca por haberse puesto a la vanguardia entre los demás pueblos de la República, protestando contra la inicua ley relativa a los cementerios.

3ª. Hacer activa propaganda a favor de las ideas católicas para unificar la opinión pública que condena al Gobierno y en especial al Presidente de la República.

4ª. Protestar contra el decreto gubernativo del 25 de julio que prohíbe las exhumaciones de los cementerios actuales, por estar en abierta contradicción con nuestra Carta Fundamental, con las leyes vigentes y con los sentimientos católicos.

5ª. Dar las gracias a los dignos representantes del pueblo de Talca, los señores don Luis Pereira, senador, y don Ricardo Letelier, diputado, por la varonil contestación que han dado al pueblo de Talca, como asimismo al señor don Carlos Walker Martínez.

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COMISIÓN DE LA ASAMBLEA POPULAR DEL 8 JULIO DE 1883.

Santiago, agosto 10 de 1883.

Señores:

Las grandes asambleas que ha celebrado el pueblo de Talca son actos que por su importancia y oportunidad manifiestan cuánto puede esperar el patriotismo amenazado del aliento y del espíritu público de los ciudadanos independientes.

Las libertades republicanas sólo sucumben cuando a las arbitrariedades y a los actos de persecución suceden el indiferentismo y la postración; pero cuando el seno en que buscan albergue les prodiga calor y alimentos generosos, entonces se levantan imponentes a ejercer el imperio que le asignaron nuestras leyes constitucionales y que le depararon con tantos esfuerzos de heroísmo y abnegación los fundadores de nuestras instituciones.

Talca ha sabido siempre colocarse a la vanguardia en los días de prueba.

En las pasadas elecciones, que constituyen el acto público más resaltante de las intervenciones oficiales, manifestó, con rara y feliz energía, cuán posible es contener los desbordes de los caprichos gubernativos, llevando a las urnas el nombre del representante de sus afecciones.

Hoy, llamados apenas a la arena donde la libertad lucha resueltamente contra los que quieren imponerle el yugo de la impiedad se presenta llena de entusiasmo y poderosa a formar en la línea de sus defensores.

Esos pueblos, esas comunidades que en el ejercicio de sus derechos jamás se amedrentan ante la actitud de lo que en Chile se llama autoridad administrativa, no sólo adquieren títulos al respeto nacional, que también irradian en el país entero la luz que ha menester para llegar triunfante a la cima del progreso y de la libertad.

¡Nuestras ardientes felicitaciones a los que así interpretan los deberes del ciudadano!

¡Nuestros entusiastas aplausos al pueblo que sabe hacer varonil ostentación de su fe católica!

Matías Ovalle, Miguel Cruchaga, Antonio Subercaseaux, Carlos Walker Martínez, Carlos Irarrázaval, Ramón Ricardo Rozas.

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