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Recuerdan los 345 años de la muerte de la Quintrala

El 16 de enero de 1665 falleció la enigmática Catalina de los Ríos y Lisperguer, quien pasó a la historia como una de las mentes más frías y peligrosas de la Colonia.

16 de Enero de 2010 | 12:29 | ORBE
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Uno de los pocos registros gráficos de Catalina de los Ríos y Lisperguer, conocida en su época y todas las posteriores como la Quintrala.

El Mercurio
SANTIAGO.- Uno de los personajes más llamativos y enigmáticos de la época colonial Catalina de los Ríos y Lisperguer, falleció un día como hoy, en el año 1665, aproximadamente a los 61 años de edad, conocida también como la “Quintrala” o la “Catrala".

Pasó a la historia como una de las mujeres más crueles y poderosas de su época. Cabe consignar que, tres años antes de su muerte, Catalina dejó establecido por testamento que a la fecha de su fallecimiento se le vistiera con el hábito de San Agustín, y ser enterrada en el templo de esa orden.

Sus deseos fueron cumplidos y los funerales se realizaron con ostentosa pompa que incluyó mil cirios para la iglesia. Adicionalmente, se le dijeron 20 mil misas, y ya inhumada, se oficiaron mil misas más, y otras 500 por las almas de sus víctimas. Se dice que la Quintrala era hermosa, alta de ojos verdes y pelo rojo, como el “Quitral", hija del español Gonzalo de los Ríos y Encío y de la mestiza Catalina Lisperguer Flores.

Por parte materna fue nieta del alemán Pedro Lisperguer, descendiente del duque de Sajonia y que llegó a Chile junto con el Gobernador García Hurtado de Mendoza. Y su abuela fue Agueda Flores de Talagante, hija del alemán Barthel Blumenthal, quien llegó a Chile con Pedro de Valdivia como carpintero, cambiándose el nombre a Bartolomé Flores, que a su vez se casó con una princesa mapuche que tomó el nombre de Elvira de Talagante.

Sin embargo, las mujeres de la familia Lisperguer fueron tristemente famosas por sus instintos sanguinarios y por su sensualidad sádica. De hecho a la madre de la Quintrala y a su tía María, las dos mujeres de ocho hermanos, se les acusó de realizar pacto con el diablo, además de haber intentado envenenar al Gobernador Alonso de Ribera en 1604, hecho que se debió al despecho de María, porque de Ribera se casó con Beatriz de Córdoba. Entonces cuando el Gobernador Rivera se enteró de esto, ordenó la prisión para ambas, pero ellas se pusieron a buen recaudo en dos conventos, siendo defendidas por los miembros de estos claustros bajo la pena de excomunión, por indicación del Obispo de Santiago.

Así, desde muy joven, la existencia de Catalina revela un drama doméstico. Rechazó la autoridad del padre, estrechó alianzas y amistades con nativos y criollos indeseables, se refugió en el seno de su nana indígena con la que ofició sahumerios y ensalmos y preparó alambiques y conjuros, defendiendo de todas maneras a su madre, también acusada de brujerías.

A sangre fría: nadie se le interpuso en su camino

Todo lo anterior se le facilitó por pertenecer a una de las familias más aristocráticas y ricas del país. De hecho la Quintrala a los 15 años de edad heredó de su abuela la chacra Tobalaba y poco tiempo después la Hacienda de La Ligua y Longotoma, que era la más productiva del Reino de Chile. Cabe destacar que, Catalina ingresó a la historia a muy temprana edad en 1623, acusada de haber asesinado a su padre con un pollo envenenado que le llevó cuando éste se encontraba enfermo.

Al año siguiente asesinó al Caballero de San Juan, Enrique de Guzmán. Sin embargo, la responsabilidad del hecho, en este caso, fue atribuida a uno de sus esclavos, quien fue ahorcado en la plaza de Santiago. Más tarde, como señaló el obispo Salcedo en su informe: “Quiso matar por su persona a don Juan de la Fuente Loarte, Maestre-escuela de esta Santa Iglesia y vicario general de este obispado, corriéndolo con un cuchillo porque procuraba impedir sus liviandades".

Todos estos hechos indujeron a su abuela y tutora, desde la muerte de sus padres, Agueda Flores, casarla a la brevedad posible, creyendo que ésta era la solución para aplacar los instintos sanguinarios que se manifestaban en la Quintrala. Entonces y para tener éxito en esta empresa, ofreció una dote que constituía una inmensa fortuna en la época.

Así, Catalina contrajo matrimonio en septiembre de 1626 con el caballero y soldado Alonso Campofrío Carvajal, quien no contaba con recursos económicos. Enseguida la pareja se trasladó a vivir a la hacienda de La Ligua. De esta unión nació un hijo, pero falleció tempranamente, a los 10 años de edad. Al parecer el matrimonio aplacó un tanto los instintos criminales de Catalina y se dice que en esa época era ella quien dirigía personalmente las actividades de sus propiedades, montando a caballo por los valles donde le complacía vivir con su esposo, ya que la ciudad le era odiosa.

Sadismo y azotes: la cruda historia

El único incidente ocurrido durante su matrimonio fue un atentado contra el cura de la Ligua, Luis Venegas, cuando éste iba a entregar la extremaunción a un indígena moribundo. Entonces fue asaltado por un fraile agustino que se supuso era Juan Lisperguer, primo de la Catrala. Sin embargo, al quedar viuda la Quintrala, alrededor de 1650, comenzó a manifestarse en forma acentuadísima la enfermedad mental que la caracterizó: el sadismo.

Se dice que flagelaba y torturaba sin piedad varias veces al día a los esclavos y sirvientes de su hacienda, sin distinción de sexo ni de edades, lo que provocó que todo su personal huyera a los cerros. Finalmente la Real Audiencia, intervino en los hechos en 1660, fecha en que designó a Francisco Millán para investigar lo que estaba ocurriendo en La Ligua.

Luego, la Quintrala junto a su administrador Asensio Erazo y su primo Gerónimo de Altamirano fueron detenidos y trasladados a Santiago, por el asesinato de 40 personas de la hacienda de La Ligua, sin contar los hechos anteriores al matrimonio, ni un asesinato posterior a su regreso a la capital. La acusación hecha en su contra decía: “Tiene la dicha doña Catalina de cometer semejantes delitos como constan largamente probados en las causas criminales que actualmente están pendientes en esta por la Real Audiencia de que resultan más de cuarenta muertes que todas están probadas y comprobadas con las señales de azotes y quemaduras que en toda la gente de sus servicios ha hecho la dicha doña Catalina a que se allega la fama pública de los delitos que toda su vida ha cometido así en personas libres como en los indios de su encomienda y además de su servicio...”.

Pero, la Quintrala amada y deseada por muchos hombres, odiada por la fracción opuesta de la buena sociedad e incluso por una parte de su propia familia, falleció mientras se substanciaba el proceso, siendo enterrada en la Iglesia de San Agustín en Santiago. Luego de dos siglos el historiador Benjamín Vicuña Mackenna destacó: “la enigmática figura de doña Catalina de los Ríos y Lisperguer que, perteneciente a la familia más influyente de esos años, propietaria de tierras y de esclavos, se convertiría, producto de una psiquis enfermiza, atormentada por cierta voluntad omnímoda, en una amante sangrienta, en una parricida, en una patrona inmisericorde, en una hechicera que ha devenido a través del tiempo en una suerte de mito de cierta supuesta perversidad femenina".
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