MILITARES CHILENOS. LA DELIBERANTE DECADA 1924-1933.

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15. La sublevación en la Armada.

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Una bomba explota en medio de la bahía de Coquimbo, durante el ataque terrestre y aéreo contra la Escuadra en manos de sus tripulnates sublevados.

En medio del ataque contra la Escuadra sublevada en Coquimbo, una lancha del "Latorre" se desplaza por la bahía que simboliza el mar en que se desemvuelve la política y la realidad social del Chile, a inicios de los 30.

El paso del régimen militarista al régimen oligárquico civilista estuvo amenazado por diversos hechos, que remecieron las instituciones y al Estado, poniendo en peligro la acción de los partidos tradicionales, para desmantelar el poder del militarismo. Estaba claro para esos sectores que, conjuntamente con provocar cambios en las instancias de poder, donde aquel estaba entronizado, era necesario ir desactivando o destruyendo los dispositivos y lazos del régimen defenestrado. De allí que era muy importante la conducción del Vicepresidente Manuel Trucco, del proceso transicional hasta que fuera electo Montero como nuevo Presidente Constitucional.

Entre los cambios que debían hacerse estaba, por cierto, el relevo de los altos mandos de las FF.AA., que durante varias semanas permanecieron intactos, y que, en un primer momento, solo afectó a los jefes máximos, los que fueron pasados a retiro. Sin embargo, generales y almirantes de primer orden, abiertamente militaristas, mantuvieron su poder, entre los cuales, cabe destacar al general Indalencio Téllez, que asumió como comandante en jefe del Ejército, en reemplazo de Blanche; el Vicealmirante Hipólito Marchant, nuevo Director General de la Armada; el Contralmirante Edgardo Von Schröeders, Director de Material de la Armada; el general Luis Otero, Jefe de la Guarnición Militar de Santiago; etc.

Los riesgos eran muchos, sobre todo considerando la grave crisis económica que potenciaba las posibilidades de estallidos sociales, como los que se produjeron a fines de agosto de 1931, en la Alameda de Santiago, donde hubo varios muertos e innumerables heridos, cuando se abrió fuego contra los manifestantes, que protestaban contra la política económica que estaba siguiendo el Ministro de Hacienda Pedro Blanquier.

Ese mismo sordo descontento que se expresaba en las masas populares, comenzó a penetrar en las tropas y contingente de las FF.AA., producto de las drásticas reducciones de sueldos y presupuestos, que afectaron sensiblemente a todos sus componentes. La Aviación, debió reducir hasta casi cero, todas sus actividades y programas de instrucción y adiestramiento, pero, ello no impidió que llegara a un déficit de casi 9 millones de pesos de la época. La Subsecretaría de Aviación, a fines de agosto, despidió gran parte de su personal administrativo civil, porque no tenía como pagarles. En la Armada, las reducciones más drásticas se dieron en los sueldos y en los gastos para la alimentación del personal a bordo en los navíos de guerra. El Ejército, con menos material sofisticado que mantener, enfrentó también reducciones presupuestarias importantes, pero, sin el dramatismo extremo de las otras dos ramas.

Sin embargo, las bajas salariales fueron sensibilizando a las tropas y suboficiales, respecto del problema que enfrentaban los trabajadores, que se encontraban en la misma situación que ellos, y comenzó a cundir el descontento y las ideas revolucionarias. Este descontento fue creciendo hasta exteriorizarse abiertamente el 01 de septiembre de 1931, al sublevarse las tripulaciones de la Escuadra, lo que provocó una posición similar en todo el personal de clases (suboficiales) de la Armada. A no más de 35 días de la caída de la dictadura, el régimen transicional se vio enfrentado a una de sus peores crisis.

Ese día, mientras se llevaba a efecto una gran concentración proselitista en Valparaíso, de proclamación de la candidatura presidencial de Juan Esteban Montero, se tuvo en el alto mando de la Armada las primeras noticias respecto del apresamiento del Contralmirante Abel Campos y e todos los oficiales de la Escuadra, por parte de las tripulaciones de aquella, a la cuadra de Coquimbo. Los primeros navíos afectados por la rebelión fueron los acorazados "Latorre" y "O´Higgins", y los destructores "Lynch", "Serrano", "Orella", "Riquelme", "Hyatt", "Videla" y "Aldea".

El suceso provocó un profundo remezón en las esferas del gobierno y en los altos mandos de las FF.AA. Pro primera vez, la deliberación salía de los marcos habituales de la oficialidad y en una magnitud tan inesperada. Esa noche, se llevó a efecto una "junta de notables" en el Palacio de La Moneda, con el fin de conocer la opinión de los partidos políticos frente a los hechos, a la que incluso fueron invitados algunos dirigentes de partidos obreros, entre ellos el candidato presidencial de una de las fracciones comunistas, Manuel Hidalgo. Aquella junta, en definitiva, solo fue un pretexto para dar carta blanca al gobierno, para llevar a cabo el sometimiento de los insurrectos.

Con el fin de ganar tiempo, fue enviado a Coquimbo a parlamentar con las tripulaciones el contralmirante Von Schröeders. Trucco, aprovechando la circunstancia, provocó un cambio ministerial, lo que significó a la salida del impopular Ministro de Hacienda Pedro Blanquier, así como de los Ministros de Guerra y Marina. Los cargos de estos dos últimos fueron llenados por el general Carlos Vergara Montero y el Capitán de Navío Enrique Spoerer. Ello daría pie para provocar cambios sustanciales en las instituciones armadas, sobre todo en los niveles intermedios. Lo propio ocurrió en la Aviación, donde se designó como je al coronel Ramón Vergara Montero, hermano del Ministro de Guerra, con el fin de neutralizar las influencias de Arturo Merino Benitez, que, a pesar de haber sido retirado del mando, seguía sosteniendo contactos con oficiales activos. Ramón Vergara Montero, quien provenía del Ejército, realizó un drástico cambio en los mandos de las distintas unidades y bases aéreas, dejándolas en posición de responder a los requerimientos del nuevo gobierno.

La rebelión de las tripulaciones de la Armada, provocó una alianza natural entre la oligarquía civilista y el militarismo, que se concertaron para aniquilarla. Sin embargo, en sus reacciones públicas se advierte un tratamiento diverso por cada grupo de poder, ya sea civil o militar, empleando distintos criterios para enfrentar la crisis. El general Bravo, alessandrista, reprochó a las tripulaciones sublevadas el querer "privilegios económicos" por sobre las otras instituciones y sectores nacionales, soslayando la grave crisis económica que afectaba al país. El general Téllez, en cambio, envió a las unidades del Ejército, una carta que contenía un furibundo ataque contra el comunismo, que, sostenía, había planeado y ejecutado el motín de la marinería. El general Luis Otero, autorizó el enrolamiento de voluntarios y prohibió el comercio de armas, sobre todo cuando, el día 3 de septiembre, en las calles de Santiago se advirtieron manifestaciones populares que coincidían en sus demandas con las de los sublevados. Ese mismo día, el gobierno de Trucco solicitó al Congreso "termal" facultades para declarar estado de sitio. De la misma manera, entregó al Ministro de Guerra, general Vergara, poderes absolutos para "reducir a los revoltosos a la sumisión del gobierno constituido".

La rebelión de las tripulaciones había tenido su origen en un comité formado en el acorazado "Latorre", una de las más recientes adquisiciones de la Armada, y de allí se había amplificado al resto de la Escuadra. Respecto de sus orígenes hubo muchas acusaciones. Tobías Barros, acusará todavía 48 años después (1), a Marmaduque Grove como instigador de la rebelión. Algunos jefes de la Armada de entonces, entre ellos Von Schröeders, acusan a instigadores comunistas (2). Los ibañistas - entre ellos el conspicuo jefe de la policía política de la dictadura, Ventura Maturana - acusaron a Alessandri como el verdadero gestor de la sublevación, la cual había estado destinada contra Ibañez, y que se llevó a cabo con demasiado retraso. El gobierno de Trucco, inicialmente acusó a Carlos Frödden, porque éste se encontraba en un fundo familiar cerca de Coquimbo, e incluso lo hizo detener. La verdad es que la rebelión surgió solo como resultado de la gravedad de las condiciones de los tripulantes, víctimas principales de la situación económica del país, como todos los asalariados.

Conocida la sublevación de la Escuadra, en las distintas unidades de la Armada, se produjo un movimiento de solidaridad entre los suboficiales y tropas. El día 3 de septiembre, el Apostadero Naval de Talcahuano y los navíos allí anclados, quedaron en poder de su personal subalterno, luego que los oficiales, al mando del Contralmirante Roberto Chappuzeau, hicieron abandono de ellas al no poder imponer su jerarquía sobre aquellos. En poder de los suboficiales quedaron los Arsenales de Marina, el Regimiento de Artillería de Costa, la Escuela de Artillería Naval, la Escuela de Mecánicos, la Escuela de Máquinas, y los fuertes Punta de Parra, Montecristo, Borgoño y Tumbes. Igualmente, los submarinos "Thompson", "Fresia", "Guacolda" y "Quidora", el crucero "Blanco Encalada", el destroyers "Riveros", los escampavías "Leucotón", "Orompello", "Elicura", "Micalvi" y "Sibbald", además de otros navíos, entre ellos el "Araucano".

Los rebeldes de Talcahuano contaron con el apoyo de todo el personal civil contratado, formándose una comisión de trabajadores que cooperó con el comité de la marinería que tomó el mando del Apostadero.

Mientras, en Coquimbo, el estado Mayor de las Tripulaciones, presidido por el suboficial preceptor Ernesto González, negociaba con el delegado del gobierno, contralmirante Von Schröeders, la rebelión seguía ganando apoyo al sumarse los fuertes navales de Valparaíso, la Escuela de Comunicaciones y la Base Aérea Naval de Quinteros. Lo propio ocurrió con los suboficiales y tropas del Regimiento "Maipo" (Ejército), reviviendo lo acontecido con el disuelto Regimiento "Valdivia" (1925).

El 5 de septiembre se iniciaron las operaciones contra los rebeldes, bajo el mando unificado del general Vergara. En Talcahuano, tropas del Ejército provenientes de Concepción, Angol y Chillán, al mando del general Novoa, junto a los oficiales navales desalojados del Apostadero, al mando del capitán de fragata Muñoz Valdés, iniciaron el ataque contra los fuertes y demás instalaciones de la Armada en Talcahuano, produciéndose cruentos combates, cuyo foco principal estuvo centrado en los Arsenales de Marina. Luego de varias horas de combates, en que hubo un número desconocido de muertos y heridos, los rebeldes fueron doblegados, siendo apresados mas de 400 hombres, entre los cuales había varios obreros. Lo propio ocurría en Valparaíso, donde tropas del Ejército, reforzadas con unidades llevadas desde Santiago, tomaron control por asalto, en este caso con menos dificultades, del Regimiento "Maipo" y de las instalaciones navales de la ciudad.

Ese mismo día, desde la Posta Aérea de Ovalle, base de aprovisionamiento de combustible de la aviación comercial y postal, salían las escuadrillas de la Aviación, al mando del propio coronel Ramón Vergara, con rumbo a la Bahía de Coquimbo, para llevar a cabo el ataque aéreo contra la Escuadra, el cual comenzó poco después de las 17:00 hrs. Iniciados los combates, en que varias naves fueron dañadas, los rebeldes comenzaron a rendirse ante la carencia de apoyo terrestre. Al caer el día la situación estaba controlada por el gobierno.

Apresado el Estado Mayor de las Tripulaciones, mas de 120 suboficiales fueron sometidos a consejo de guerra. Entre ellos cabe destacar a Ernesto González, Manuel Astica, Victoriano Zapata, Juan Bravo, Moisés Pino, Augusto Zagal, Luis Pérez Sierra, Lautaro Silva, Heliodoro Labra, Víctor Villalobos, etc. El consejo de guerra dictó penas de muerte y penas de prisión, que fueron desde los 10 años a cárcel perpetua. Estas penas no fueron aplicadas, ya que, Trucco indultó a los condenados a muerte, Montero rebajó las penas de cárcel, y la revolución del 04 de junio de 1932 los amnistió. Junto a los 120 suboficiales sometidos a consejo de guerra, mas de 2.000 tripulantes y suboficiales fueron expulsados de la Armada.

Sin duda, ese suceso define uno de los actos mas radicalizados dentro del periodo que analiza este libro, que no tuvo mas consecuencias debido a que no estuvo en la pugna por el poder, pero, de haberse amplificado dentro de las otras ramas de las FF.AA., hubiera tenido un impacto sustancial en el destino político de Chile.

 

Notas

"Testigos del siglo XX..."

"El Delegado de Gobierno y el Motín de la Escuadra". Von Schröeders, Litografía Universo, 1933. Santiago, Chile.


Sebastián Jans ©

 

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