Almirante Patricio Lynch Solo de Zaldívar
Juan Agustín Rodríguez S.
Patricio Lynch Solo de Zaldívar nació en Santiago el 1.º de diciembre de 1824. Fue su padre don Estanislao Lynch Roo, hijo de irlandeses nacido en Buenos Aires, y su madre doña Carmen Solo de Zaldívar y Rivera, nacida en España de padres chilenos.
Don Estanislao, fundador de la familia Lynch en nuestro país, vino a Chile poco después del zarpe de la Expedición Libertadora del Perú en 1820, a insinuación del general José de San Martín. Se estableció primeramente en Santiago donde contrajo matrimonio, cambiando después su residencia a Valparaíso para dedicarse a los negocios y trabajos marítimos para los cuales tenía especiales conocimientos.
Es así como transporta personalmente elementos militares al Perú como lo comprueba una carta del Director Supremo General Bernardo O'Higgins al General San Martín, cuando era Protector de aquel país. En esa comunicación de fecha 6 de agosto de 1821 le informaba lo siguiente:
«Don Estanislao Lynch conduce él mismo uno de los buques que hacen viajes a esas costas, ocho mil fusiles». |
El segundo hijo del matrimonio Lynch Solo de Zaldívar era Patricio, que sobresalía de sus hermanos por su carácter voluntarioso y travieso. Aprendió sus primeras letras en el Colegio Argentino de los hermanos Zapata, en la capital.
En esa escuela, donde se educaron muchos niños santiaguinos, fue compañero de Aníbal Pinto y Manuel Baquedano, quienes muchos años después, y como veremos más adelante, sirvieron juntos en altos cargos de la nación.
Patricio impulsado por una verdadera vocación naval, cuando tenía 12 años y 3 meses ingresó a la Academia Militar, establecimiento con sede en Santiago, donde se formaban juntos los oficiales del Ejército y la Armada.
Fue nombrado cadete el 2 de marzo de 1837, cursando rápidamente sus estudios, a causa de encontrarse el país en una guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. Obtuvo su promoción a guardiamarina el 21 de febrero de 1838, a los 13 años, comenzando a temprana edad a participar efectivamente en los conflictos exteriores de la nación. Fue embarcado en la corbeta Libertad, que venía llegando del Callao al mando del capitán de navío Roberto Simpson, después de notificar al Presidente de la Confederación Mariscal Andrés de Santa Cruz, que Chile rechazaba el Tratado de Paucarpata, firmado por el almirante Manuel Blanco Encalada, jefe de la expedición chilena.
Antes de continuar, brevemente explicaremos que el conflicto contra la Confederación tuvo su origen en una expedición de carácter sedicioso que instigó enviar a Chile el general Santa Cruz, que estaba formando la Confederación en 1836, con apoyo del general peruano José Luis Orbegoso y sus partidarios.
La expedición venía al mando del general Ramón Freire, emigrado en el Perú, y su objetivo era derrocar el gobierno del presidente general José Joaquín Prieto. Freire fracasó en su intento, quedando apresado con sus buques y tropas (agosto de 1836). El presidente Prieto y el ministro Diego Portales consideraron que era un peligro para el país la unificación de dos naciones vecinas, que con mayores medios militares, gravitarían sobre el Estado chileno. Por esta razón y otros antecedentes que comprobaban las ambiciones de Santa Cruz, decidieron enviar al Callao los bergantines de guerra Aquiles y Colocolo a cargo del coronel Victorino Garrido y con la misión de capturar las naves de la Confederación; acto que ejecutó el comandante del Aquiles, capitán de fragata Pedro Angulo, con oficiales, soldados y marineros a sus órdenes.
Garrido, cumpliendo instrucciones del gobierno, desarrolló algunas gestiones diplomáticas en el Perú, las que al no dar resultado hicieron que fuese reemplazado por el destacado político don Mariano Egaña, quien, como primera providencia, solicitó en nombre de Chile se disolviese la Confederación. Como no hubo respuesta favorable, el gobierno le declaró la guerra en noviembre de 1836 y para hacerla efectiva preparó una expedición militar que entregó al mando del vicealmirante y teniente general Manuel Blanco Encalada.
La expedición llevaba un ejército pequeño mal calculado de 1.500 soldados, porque se estimó que ayudarían a la acción chilena los peruanos enemigos de Santa Cruz, lo que no sucedió.
Blanco desembarcó en el puerto de Quilca y se internó hacia Arequipa, donde se encontraba Santa Cruz con fuerzas superiores. El jefe chileno resolvió no presentar batalla, por no tener probabilidades de éxito, y firmó el Tratado de Paucarpata en noviembre de 1837, nombre que se debe al pueblo cercano de Arequipa donde se firmó el documento. Blanco reconoció por el Tratado la Confederación, quedando obligado a abandonar el territorio.
El convenio fue considerado como erróneo; sin embargo fue una estratagema de guerra que permitió a Blanco retirarse honrosamente con su ejército. El gobierno rechazó el Tratado y preparó una nueva expedición para combatir a Santa Cruz, a las órdenes del general Manuel Bulnes, disponiéndose también el bloqueo del Callao.
A este objeto zarpó a ese puerto la primera división de la escuadra al mando del capitán de navío Carlos García del Postigo y compuesta de los buques Libertad, Arequipeño, Valparaíso y Colocolo.
En la corbeta Libertad iba embarcado el guardiamarina Patricio Lynch, iniciando en dicha nave, que llevaba una importante misión, su vida de guerrero de mar y tierra.
La división naval fondeó en el puerto de Pisco, arribando después al Callao (mayo de 1838). Allí el jefe fue informado que estaban bajo la defensa de las baterías la corbeta Socabaya y los bergantines Fundador y Junín. El 17 de agosto los buques chilenos se acercaron a prudente distancia de los cañones de los fuertes a fin de reconocer las naves enemigas, las que rompieron el fuego contra la división de García del Postigo. A continuación dicho jefe dispuso un ataque nocturno contra el enemigo, tal como el efectuado por el almirante Cochrane en noviembre de 1820 para tomarse la fragata española Esmeralda.
Para ello se prepararon lanchas cañoneras con tropas de desembarco que eran maniobradas por el comandante del Colocolo capitán Leoncio Señoret. En una de esas lanchas que llegó al costado de la Socabaya estaba el guardiamarina Lynch, que por ser un niño fue ayudado a saltar por sobre la borda a la cubierta de la corbeta, donde se desarrollaba un combate cuerpo a cuerpo que duró dos horas...
En la acción, el guardiamarina Lynch se comportó tan valiente y posesionado de su deber como el más viejo de los asaltantes; pudiendo decirse que en aquel abordaje tuvo su bautismo de fuego.
Después de ser tomada la Socabaya, fue llevada a remolque a las proximidades de la Libertad, pasando a tomar parte de la escuadra chilena. Lynch fue transbordado al nuevo barco nacional, que quedó a las órdenes del teniente Ramón Cabieses. Lynch después pasó a formar parte de la dotación de oficiales de la corbeta Valparaíso, mandada por el capitán Roberto Hensen.
Continuando con la relación de las campañas contra la Confederación, en julio de 1838 había zarpado de Valparaíso con destino a puertos peruanos, la segunda expedición militar del general Bulnes, compuesta de 5.000 hombres, embarcados en transportes escoltados por la segunda división de la escuadra al mando del capitán de navío Roberto Simpson. Los buques fondearon en el puerto de Ancón al norte del Callao, desembarcando el ejército, que fue apoyado por los peruanos partidarios del general Agustín Gamarra, enemigo de Santa Cruz.
La división naval de Simpson se hizo a la mar y tomó la ofensiva contra la escuadra aliada que mandaba el capitán Blanchet. Las escuadras se encuentran en bahía Casma, librándose en ella, el 12 de enero de 1839, el combate naval de este nombre, con el triunfo de los chilenos.
Entre tanto, Bulnes, desde Ancón, se dirigió con su ejército a Lima, continuando después al norte en demanda de Santa Cruz, consiguiéndolo derrotar en las márgenes del río Santa, cerca del pueblo de Yungay, el 20 de enero.
Con esta victoria decisiva, Chile conseguía romper la Confederación Perú-Boliviana, que se había erguido amenazante en esta región americana, ganando un gran prestigio entre las naciones del continente. El general Bulnes entregó la presidencia del Perú al general Gamarra.
El guardiamarina Patricio Lynch durante su estada en el Callao tuvo ocasión de socorrer al jefe de la escuadra inglesa del Pacífico, contraalmirante C. B. Hodson Ross, en una agresión de que fue objeto1. El almirante lo invitó a su buque insignia, la corbeta Electra, para agradecerle su oportuna intervención. Después, cuando estuvo en Valparaíso, visitó la familia del guardiamarina, solicitando autorización de sus padres para llevarlo en su escuadra para ampliar sus conocimientos. Con la afirmativa contestación, pidió el permiso correspondiente a la Comandancia de la Marina y al gobierno.
Éste fue el punto de partida que tuvo Patricio Lynch para servir en aquella gran armada. A bordo de la nave Electra se inició en un crucero a Panamá en febrero de 1840, cuando tenía sólo 15 años recién cumplidos. En junio fue transbordado a la fragata Calliope, mandada por el capitán de navío Thomas Herbert; dirigiéndose en este buque a los mares del oriente, pues se había iniciado un conflicto entre Inglaterra y China, debido al atropello de las autoridades chinas del puerto de Cantón al hacer botar al agua un cargamento de opio, con el apresamiento del cónsul y algunos súbditos ingleses. Esta guerra fue la llamada «guerra del opio».
En la navegación a través del Pacífico, en barco a velas, el guardiamarina Lynch conoció y participó en las arduas maniobras durante un gran tifón, que casi hizo zozobrar al Calliope, por lo que tuvo que arribar a repararse en las islas Filipinas.
En aquel largo viaje el joven chileno adquirió una enorme experiencia marinera que le fue de mucha utilidad en su carrera naval. Al llegar el Calliope al mar de la China, Herbert, que era un valeroso capitán, fondeó con su buque en la boca del río Cantón, con el objetivo de bloquear el puerto colocado más al interior, operación que efectúa el 10 de octubre de 1840. El 7 de enero de 1841, Herbert atacó las fortificaciones de la boca del río llamada «boca-tigris», y el 23 de febrero el fuerte Anumbay, silenciando 20 cañones de su defensa. En el ataque al «boca-tigris», los ingleses hicieron un desembarco con marinería armada al mando del propio Herbert, que llevaba marchando a su lado, con el estandarte inglés, al guardiamarina Lynch.
Después fueron atacados dos vapores, cuatro fragatas enemigas y las fortalezas de Whampoo, defendidas por 98 cañones. El 13 de marzo el Calliope entraba al fondeadero de los pequeños buques defensores de Cantón.
Poco después la ciudad de Cantón era ocupada por 13 mil soldados y marineros al mando del general Cough, bastión que en el comienzo era defendido por 80.000 chinos.
En todas las acciones el guardiamarina Lynch demostró extraordinario valor, especialmente en Whampoo, por lo que fue citado en la orden del día, recibiendo una condecoración con la efigie de la Reina Victoria, que siempre llevó prendida en su uniforme de parada.
Por ese tiempo falleció el almirante sir Flemy Seanhause, comandante en jefe de la escuadra del oriente, sucediéndole en el mando el capitán Herbert, que pasó a comandar el navío insignia Blenheim, al cual llevó transbordado a Lynch, reconociendo su leal colaboración. En este nuevo buque, Herbert continuó sus hazañas, tomando por asalto las fortalezas de Amoy, Chussan y Chinghae. En esta última acción penetró a la cabeza de 700 marineros, llevando a su lado al impertérrito oficial chileno, que había ascendido a teniente de la Armada inglesa, en octubre de 1841.
Después Herbert vuelve al río Cantón, encontrándose allí al término de las hostilidades, firmándose el Tratado de Nanquín (agosto de 1842).
El Blenheim regresó a Europa, después del término de la guerra, por la ruta del cabo de Buena Esperanza, pasando por Batavia, Singapur, Calcuta, isla Santa Helena; entrando finalmente en el puerto de Portsmouth, en el sur de Inglaterra, en abril de 1843.
El teniente Lynch pudo conocer en aquella larga navegación países lejanos de diferentes zonas de la tierra para llegar a la gran nación a la que le había prestado importantes servicios.
A poco de estar en Portsmouth, fue transbordado a la fragata Tyne, mandada por el capitán de navío Guillermo Nugent Glascock, que había servido a las órdenes del almirante Nelson. En ese buque llegó Lynch al Mediterráneo, embarcándose en el vapor Gueyssen, en el que navega todo ese mar. Tuvo ocasión de conocer las costas de España, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Asia Menor, Egipto y África Norte, regresando después a Inglaterra.
En septiembre de 1846, el teniente Lynch fue destinado al navío Queen, que mandaba el capitán de navío Henry Leach. Era buque insignia de una poderosa escuadra en el Atlántico compuesta de 18 navíos, 8 bergantines y 8 vapores.
A comienzos de 1847, el gobierno de Chile hizo gestiones por intermedio del ministro Rosales, ante el primer ministro inglés, Lord Palmerston, a fin de que el teniente Lynch se restituyera al país.
Aceptada la solicitud chilena, el teniente regresa en un vapor mercante y se reincorpora a la Armada con el grado de teniente 1.º, que era el que le correspondía por su antigüedad y equivalencia de grado, con el alcanzado en Inglaterra, donde estuvo prestando servicios por espacio de 7 años, caso extraño y único que se registra en la institución naval.
El teniente Lynch al presentarse a la Comandancia General de Marina, en octubre de 1847, fue destinado a comandar el bergantín Cóndor que debía zarpar a la Colonia de Magallanes, como se le llamaba en la época. El Cóndor era un pequeño buque a velas de 200 toneladas armado con 2 cañones de 9 libras.
El Cóndor arribó en abril de 1848 a Bahía Felipe o Puerto del Hambre donde estaba ubicada la Colonia. Allí embarcó una pequeña fuerza del ejército que debía relevarse y la llevó a Ancud, demorando en ese viaje más de un mes. Es interesante reproducir partes del oficio del joven teniente Lynch enviado al Comandante General de Marina y que tiene fecha 14 de julio de 1848.
Comienza:
Termina expresando su deber patriótico de servir a la nación con las siguientes palabras que demostraban el valer de aquel oficial:
El Cóndor regresó después a Magallanes efectuando otros viajes a Ancud a fin de traer víveres a la apartada Colonia, cuyo jefe el Teniente Coronel José Santos Mardones, al recorrer la costa tuvo la idea de llevar la Colonia a Punta Arenas, que era un punto del Estrecho de Magallanes más abrigado y con más vegetación que bahía Felipe.
Mardones consiguió para este objeto la promulgación de una ley que fue firmada el 30 de agosto de 1848. Para su cambio que se efectuó a fines de ese año y principios de 1849 el Cóndor realizó una eficaz labor al mando de su comandante teniente Lynch y que ha sido elogiosamente comentada en la historia de Punta Arenas.
En abril del 49, Lynch regresa al norte consiguiendo autorización para salir al extranjero por un año. Se dirigió a California como muchos chilenos de la época, que iban a la explotación del oro, para lo cual se embarcó de capitán del barco mercante Diana.
Volvió al año siguiente como capitán del vapor Infatigable, que adquirido por el gobierno se hundió en Valparaíso a consecuencias de una explosión en la Santa Bárbara en agosto de 1851.
Cumplido el permiso, Lynch fue nombrado oficial del bergantín Meteroro y en marzo del 51 pasó a comandar el bergantín Janequeo, realizando diferentes viajes en el litoral, para desembarcarse en junio de ese año al puesto de Ayudante del Comandante General de Marina. Meses después, el 5 de septiembre, ascendió a capitán de corbeta.
En ese tiempo existía en el país una situación revolucionaria que se agravó al recibirse de la Presidencia de la República don Manuel Montt el 18 de septiembre de 1851.
El capitán Lynch durante aquella difícil situación que se había extendido a Valparaíso, se mantuvo rectamente en el puesto de confianza al lado de su jefe el comandante general vicealmirante Blanco Encalada, quien impartió severas órdenes para hacer respetar la autoridad constituida.
La línea constitucional mantenida por el Ejército y la Armada sirvió al presidente Montt para mantener el orden interno del país. En los desórdenes callejeros del 28 de octubre de 1851 que se desarrollaron en el puerto, Lynch, acompañando al almirante; impertérrito recorrió las calles en medio de las balas recibiendo una herida. El joven oficial apoyó con lealtad el respeto a las leyes del Estado, principios que los mantuvo en toda su carrera militar.
Ascendió a capitán de fragata graduado el 10 de febrero de 1852. Anotaremos que «graduado» era un título provisional que recibían los oficiales de las instituciones armadas, sin derecho a mayor sueldo y con derecho al uniforme y prerrogativas del grado.
A continuación fue designado para comandar el Janequeo, demostrando en su puesto aversión a las luchas políticas. En 1853 se hizo cargo de la capitanía de Constitución y en 1854 solicitó su retiro de la Armada para dedicarse a trabajo agrícola.
Diez años después, en 1864 se produce un hecho sensacional en la historia de América; la ocupación de las islas Chinchas del Perú por una escuadra española al mando del almirante Pinzón.
Aquella acción produjo en el país grandes protestas. En reuniones públicas se pedía el envío de combatientes al Perú. Patricio Lynch que estaba en retiro, quiso ser uno de los primeros en acudir a la nación del norte, embarcándose en el buque de comercio Dart con 100 voluntarios con destino al Callao (1864).
Los peruanos no quisieron admitir la ayuda de los chilenos, los que tuvieron que regresar a excepción de Lynch, a quien nombró su edecán el presidente general Juan Antonio Pezet, a fin de aminorar el desaire de que había sido objeto.
En Chile se habían agravado aún más las relaciones con España, pues habían prosperado las manifestaciones públicas con exagerado espíritu americanista. El gobierno solicitó a los países sudamericanos apoyar al Perú, atendiendo al llamado sólo Ecuador y Bolivia.
El Presidente don Joaquín Pérez formó un nuevo ministerio más enérgico como lo pedía la opinión pública, el que decretó contrabando de guerra el carbón destinado a la escuadra española.
Continuando con los acontecimientos, el 17 de septiembre de 1865, llegó a Valparaíso la poderosa fragata Villa de Madrid, que traía a su bordo al nuevo jefe de la escuadra almirante José Manuel Pareja, hijo del general que invadió Chile en 1813.
El almirante era portador de un ultimátum que entregó inoportunamente al gobierno la víspera del aniversario de la Independencia. Dicho documento, por sus exageradas exigencias, no fue aceptado por el presidente, ministerio y congreso reunidos, originando la declaración de guerra a España el 24 de septiembre.
Pareja dispuso entonces el inmediato bloqueo de las costas y puertos de Chile.
El capitán de fragata Patricio Lynch, ansioso de servir a su patria, solicitó la reincorporación al servicio activo, decretada en diciembre de 1865. El impetuoso jefe intervino en una arriesgada acción contra la escuadra bloqueadora, preparando un bote torpedo para echar a pique las naves enemigas. En esas experiencias sufrió una seria enfermedad que lo tuvo postrado un buen tiempo, como puede comprobarse en un escrito de Lynch que textualmente decía:
Volviendo a la llegada de la Villa de Madrid a Valparaíso, se recordará que en el puerto estaba la corbeta Esmeralda que se puso en son de combate al conocerse el ultimátum de Pareja.
Esta nave y el transporte Maipú eran los únicos barcos de la Armada, haciendo la salvedad que el Maipú no tenía valor militar.
Chile había llegado a este estado, por haber desarmado su escuadra después de la guerra contra la Confederación y no haber recuperado su poder naval que le era indispensable para su seguridad. Había que afrontar con escasos elementos la guerra ya declarada y en un conflicto de carácter marítimo por la posición de los contendores. Se alistó el ejército para rechazar cualquier desembarque y ataque al territorio.
La Esmeralda al mando del capitán de fragata Juan Williams Rebolledo sin tener posibilidades de éxito en un combate con la Villa de Madrid, zarpó del puerto lista para una acción y se dirigió a los mares próximos a Chiloé hacia una base defendida por los accidentes de las costas.
Después navegó al Perú a reunirse con la escuadra aliada de esa nación, lo que no pudo verificarse a causa del estado revolucionario allí existente y que había estallado contra el presidente Pezet, que fue depuesto por el coronel Ignacio Prado. La revolución triunfante activó la alianza con Chile.
Williams volvió a las costas del país, tomó carbón en Lota y recaló en las vecindades de Coquimbo, donde tuvo conocimiento que la cañonera española Covadonga zarparía al sur.
Ante esta información la Esmeralda tomó también rumbo al sur y a la altura de Quintero viró al norte. Pronto, el 26 de noviembre en la mañana, en las proximidades del puerto de Papudo, avistó a la cañonera, a la que se acercó con bandera inglesa, desplegando la nacional al estar a tiro de cañón. Después de corto combate la Covadonga fue apresada y llevada a Papudo bajo el mando del teniente Manuel Thompson, de la Esmeralda.
El almirante Pareja al conocer el desastre del combate de Papudo, se suicidó, sucediéndole en el mando de la escuadra el capitán de navío Casto Méndez Núñez, comandante de la fragata blindada Numancia, que se encontraba en las costas peruanas.
La división chilena compuesta por la Esmeralda y Covadonga se dirigió a la ensenada de Abtao, cercana a Chiloé. En los primeros días de febrero llegaba a este fondeadero la división peruana al mando del capitán de navío Manuel Villar, con su insignia en la fragata Apurimac. Completaban esa división las corbetas Unión y América. La otra corbeta, Amazonas no pudo llegar por haber varado en un bajo de la región.
El 7 de febrero de 1866, a las 8 de la mañana, los vigías anunciaron el acercamiento de las fragatas españolas Villa de Madrid y Blanca, en circunstancias que la Esmeralda con Williams había zarpado a Ancud en busca de carbón.
Estando a tiro de artillería comenzó la acción, destacándose la Covadonga que disparó por encima del istmo de la isla Abtao. A los barcos peruanos les falló la artillería.
Las naves españolas al no tener éxito se retiraron en la tarde. Habían entrado a los difíciles canales de Chiloé por el golfo Corcovado al mando del capitán de navío Alvar González, comandante de la Villa de Madrid y piloteados por el capitán de fragata Juan Topete, comandante de la Blanca.
Después del combate de Abtao, Williams, nombrado jefe de la escuadra aliada, se dirigió con las naves al estuario de Huite, cerca de Calbuco, estableciendo allí la nueva base naval.
Hasta las cercanías de la base donde era difícil llegar, arriba una nueva división compuesta por las fragatas españolas Numancia y Blanca al mando de Méndez Núñez. Habían efectuado una navegación similar a la anterior división. Entraron por el golfo Corcovado y con rumbo al norte por dificultosos canales pasaron por Quemchi y fondearon en Puerto Obscuro o Tubildad, donde la Blanca fue objeto de un enérgico tiroteo por soldados del ejército atrincherados en la costa al mando del mayor Jorge Wood. El nombre «Tubildad» existió en una subida de Valparaíso, que en la actualidad se llama «Almirante Montt».
Méndez Núñez en la imposibilidad de atacar la escuadra aliada se retiró sin disparar los cañones, dirigiéndose con sus buques a Valparaíso, donde concentró todas sus naves para efectuar un bombardeo al puerto conforme a órdenes recibidas del gobierno español. A las 9 a. m. del 31 de marzo de 1866, comenzaron las descargas de artillería de las fragatas Villa de Madrid, Blanca y Resolución y corbeta Vencedora. La fragata Numancia se mantuvo en observación y la corbeta Berenguela y transporte Marqués de la Victoria quedaron frente a Viña del Mar. Para el bombardeo las naves se dividieron en los sectores del puerto y del Barón. Se dispararon 2.700 tiros entre proyectiles y granadas durante tres horas, produciendo incendios y enormes pérdidas, principalmente en los almacenes de la Aduana. La acción fue censurable por haberse efectuado contra un puerto indefenso. Antes de la acción y al conocerse el bombardeo, Méndez Núñez fue criticado por comandantes de las naves inglesas y norteamericanas surtas en la bahía. Contestó el jefe español que nada se opondría al cumplimiento de las órdenes de S. M. y que prefería «honra sin barcos, que barcos sin honra».
Méndez Núñez siguió después a bombardear la base naval del Callao, que tenía magníficas baterías desde los tiempos coloniales. El 2 de mayo tuvo lugar aquel combate en el que fue rechazada la escuadra hispana, teniendo en sus naves muertos y heridos entre ellos el propio jefe Méndez Núñez.
La escuadra española sin tener éxito regresó a Europa, unos barcos lo hicieron por el Pacífico y otros navegando al Atlántico, vía cabo de Hornos, entre estos la fragata Numancia.
El comandante Patricio Lynch, repuesto de la enfermedad contraída en esa guerra, fue nombrado en junio de 1867 capitán de puerto de Valparaíso y jefe del Batallón cívico naval.
En septiembre de ese año, obtenía el grado efectivo de capitán de fragata y dos años después ascendía a capitán de navío graduado, pasando en 1872 a desempeñarse como agregado al Ministerio de Guerra y Marina en Santiago.
El capitán de navío graduado Patricio Lynch llevaba seis años en Santiago, en un puesto en el Ministerio de Marina alejado de las actividades de la carrera naval, cuando recrudecieron las fricciones con Argentina y Bolivia en 1878.
Existían con la república trasandina antiguas controversias limítrofes por la posesión de la Patagonia y el Estrecho de Magallanes, que se agravaron en octubre de 1878, cuando la autoridad del territorio, con la colaboración del comandante de la corbeta Magallanes, dispuso el apresamiento de la barca norteamericana Devonshire en la desembocadura del río Santa Cruz, por estar cargando guano en un lugar de la jurisdicción chilena.
El hecho provocó en Buenos Aires grandes demostraciones contra Chile. Argentina movilizó buques y tropas. El gobierno chileno se alistó para el conflicto armado disponiendo el zarpe al sur de los blindados Blanco Encalada y Cochrane, que en esos años estaban nuevos y constituían las mejores armas de la nación.
Cuando se realizaron los aprestos, la diplomacia consiguió arreglar las divergencias mediante el Pacto Fierro-Sarratea, que fue firmado en diciembre de esos años por el cual se dejaba en statu quo el problema limítrofe, debiendo Chile conservar el Estrecho de Magallanes y Argentina la jurisdicción de las costas en el Atlántico.
El pacto tuvo gran trascendencia política y estratégica para el país, al quedar solucionado el problema inmediato con Argentina en un momento internacional difícil, pues existían graves complicaciones con Bolivia. Esta nación arbitrariamente había decretado un impuesto de 10 centavos por quintal métrico que exportase la Compañía Salitrera de Antofagasta, por una ley firmada en febrero de 1878.
Bolivia con esta disposición desconocía el Tratado de 1866, que prescribía que los derechos salitreros pertenecían a ambos países, desautorizando también las cláusulas del Tratado de 1874 por las cuales Bolivia se comprometió a no aumentar las contribuciones a las industrias chilenas durante 25 años y a mantener en servicio los puertos de Antofagasta y Mejillones que habían sido chilenos y que se entregaron a Bolivia por el generoso Tratado de 1866.
El gobierno de Chile al reclamar el impuesto por la exportación de salitre propuso a Bolivia el arbitraje; solución jurídica a la cual se opuso el Perú, país que tenía desarrollada su industria salitrera en Tarapacá.
Los países del norte, Perú y Bolivia, actuaban de acuerdo en la política al exterior porque estaban unidos por un «Tratado secreto de alianza defensiva», firmado en 1873.
Estas naciones trataron de comprometer a Argentina contra Chile, aprovechando los desacuerdos limítrofes de la Patagonia y del Estrecho de Magallanes.
A fines de 1878, el gobierno y el congreso bolivianos rechazaron el arbitraje propuesto por Chile y desearon llevar la situación internacional hasta sus últimas consecuencias. De acuerdo con esta política, el Presidente de Bolivia general Hilarión Daza ordenó a las autoridades de Antofagasta cobrar el impuesto decretado y como el administrador de la Compañía se negara a cancelarlo, fue encarcelado y más adelante fue ordenado el remate de las salitreras.
Ante esta situación, el Presidente de la República don Aníbal Pinto, reunidos con sus ministros y miembros del Congreso, acordaron no permitir semejante atropello a la dignidad nacional, disponiendo la ocupación militar de Antofagasta para el 14 de febrero de 1879, fecha en que se verificaría el remate de las salitreras.
Para el cumplimiento de la orden gubernativa el preciso día del remate amanecieron en dicho puerto los blindados Blanco Encalada y Cochrane, y la corbeta O'Higgins, que desembarcaron tropas de ejército al mando del coronel Emilio Sotomayor, que tomó posesión de Antofagasta. Se ocuparon después los puertos de Mejillones y Cobija, quedando el litoral boliviano controlado por fuerzas navales chilenas.
La ocupación de Antofagasta causó gran sensación en el Perú, gobernado por el general Mariano Ignacio Prado, quien envió a Chile una misión diplomática encabezada por don José Antonio Lavalle, que traía el propósito de dilatar la situación a fin de preparar mejor las fuerzas militares y obtener la alianza de Argentina.
Lavalle no consiguió su objetivo y hubo de embarcarse de regreso a su país en el vapor Liguria que salió de Valparaíso al Callao a comienzos de abril. El presidente Pinto comisionó al capitán de navío Patricio Lynch para que acompañara al señor Lavalle y comitiva desde su salida de Santiago; comisión que cumplió con su buen sentido diplomático.
Ésta fue la primera actuación oficial del comandante Lynch, en los preliminares del conflicto.
Se dijo que al dejar a Lavalle en el vapor le expresó:
Desde el fracaso de la misión Lavalle, el Perú apreció que se acercaba una conflagración, acelerando por esta razón la preparación del ejército y de la escuadra.
Bolivia había movilizado su ejército desde la ocupación de Antofagasta, declarando la guerra a Chile el 1.º de marzo de 1879.
El gobierno dispuso someter a la soberanía nacional el territorio boliviano que limitaba con el Perú, disponiendo para ello el avance de tropas de Antofagasta hacia el pequeño pueblo de Calama, donde se encontraba una resistencia armada de Bolivia.
Las fuerzas chilenas al mando superior del coronel Sotomayor y como jefe directo de la operación el teniente coronel Eleuterio Ramírez, pusieron en derrota al enemigo el 23 de marzo en el combate de Calama, que fue la primera acción terrestre de la guerra.
Chile actuaba con rapidez ante el desarrollo de los acontecimientos, pues el conflicto era inminente contra dos países y para ello tenía que llevar la ofensiva con su escuadra, que había protegido el desembarco en Antofagasta.
Además separaba a Chile del Perú y Bolivia un amplio desierto que obligaba comenzar con las acciones marítimas. Para este objeto el gobierno dispuso la organización de la escuadra, nombrándose con fecha 28 de febrero, comandante en jefe al contraalmirante Juan Williams Rebolledo, que se había distinguido en la guerra contra España.
El comandante Patricio Lynch, que se encontraba en la capital, deseoso de participar en el conflicto, escribió a su compañero y amigo Williams con fecha 1.º de marzo, solicitándole un puesto en la escuadra, ya como segundo jefe o para comandar alguna de las unidades.
El almirante Williams no pudo acceder al pedido de su antiguo compañero y a vuelta de correo le contestó en los siguientes términos:
Conforme a la carta enviada a Lynch, Williams en la misma fecha enviaba una comunicación al Comandante General de Marino don Eulogio Altamirano, en la que proponía al comandante Lynch para organizar una flota de transportes. Se debió por consiguiente al Almirante Williams el nombramiento de Lynch para un cargo en la guerra, desde el cual pudo demostrar sus grandes condiciones de jefe que le dieron el prestigio para escalar puestos y responsabilidades importantes. Reproducimos parte de la carta de Williams al comandante general que fue publicada por su hijo Héctor Williams en su notable obra Justicia Póstuma.
El gobierno, a solicitud del Comandante General y con la recomendación del Comandante en Jefe de la Escuadra, resolvió dos meses después decretar el nombramiento del capitán de navío graduado Patricio Lynch para el puesto de Comandante General de Transportes.
El almirante Williams que había tomado el mando de la escuadra el 13 de marzo y que había izado su insignia de mando en el blindado Blanco Encalada, recibió en Antofagasta al delegado del gobierno don Rafael Sotomayor, quien la dio a conocer el plan que debía cumplirse al declararse la guerra al Perú.
La disposición estudiada por el ministerio consistía en un ataque inmediato y sorpresivo en el Callao, para destruir los blindados Huáscar e Independencia, que eran los buques más poderosos del Perú. Este plan era el propuesto por el Ministro del Interior don Belisario Prats, que consideraba equivocadamente para 1879 una situación similar a la de 1836, cuando en la guerra contra la Confederación fueron tomadas por los chilenos las naves peruanas.
La situación en el Perú en cuarenta años había cambiado totalmente, antes estaba en revolución por los diferendos contra los partidarios de Santa Cruz; en 1879 existía unidad nacional, además tenía una armada bien organizada con una buena escuadra y una base naval en el Callao. Williams, no estando de acuerdo con el plan del gobierno, contestó a Sotomayor que en ese momento era irrealizable. Expuso razones técnicas, entre ellas que los buques no estaban preparados para una operación a la distancia del Callao (Antofagasta a Callao 870 millas). Expuso que algunos barcos requerían reparaciones urgentes y que no tenía los buques carboneros indispensables para entregar combustible. Además conocía el potencial de las baterías del Callao.
El almirante apreciando los inconvenientes de la operación propuesta por Sotomayor, y las limitadas probabilidades de éxito, opinó que antes de ir al Callao, era preferible bloquear el puerto de Iquique, centro de exportación de salitre, que daba al Perú grandes entradas que las requería para proseguir la guerra. Consideraba Williams que desde Iquique controlaría las comunicaciones marítimas de esa zona del Pacífico y si el adversario quería disputarlas tendría que salir de su base del Callao y presentar combate. Finalmente prevaleció el criterio del almirante de bloquear Iquique, por cuanto el gobierno no le dio la orden de ir al Callao al declararse la guerra, que en marzo era cuestión de pocos días.
En efecto, el presidente Pinto, con su Ministerio y asesorado por el Congreso, después de estudiar la situación creada con Bolivia y comprobar la existencia de un Tratado Secreto entre las naciones del norte, tomó la gran responsabilidad de declarar la guerra al Perú y Bolivia el 5 de abril de 1879, aniversario de la histórica batalla de Maipú.
Para el conflicto contra dos naciones, Chile tenía que hacer esfuerzos sorprendentes, como lo apreciaron la mayor parte de las naciones americanas. Contaba con un pequeño ejército de 2.400 soldados, mientras que el Perú tenía uno de 6.000 y Bolivia otro de 4.000.
En fuerzas navales el país estaba mejor. Se tenía los dos blindados mandados construir a Inglaterra en el visionario gobierno de don Federico Errázuriz y que eran el fuerte de la escuadra. El Perú tenía también dos buques blindados, Huáscar e Independencia, poco inferiores a los chilenos, pero con la ventaja de estar cerca de la base naval del Callao, que era complemento del poderío naval. Es importante anotar que una flota sin bases es prácticamente inferior a aquella que las tenga.
Además, el Callao tenía grandes baterías, que habían mostrado su eficacia, como hemos escrito al rechazar la escuadra española de Méndez Núñez en 1866. Algunos historiadores han informado que los cañones de dicho puerto no estaban totalmente listos en el mes de marzo. Sin embargo, las comunicaciones oficiales de la Legación de Chile en Lima daban a conocer que en marzo, desde la tirantez de relaciones, las baterías se alistaban en constantes ejercicios. (Notas del Ministro en el Perú señor Joaquín Godoy del 5 y 15 de marzo de 1879, que demuestran el error de un ataque al Callao al declararse la guerra).
A continuación reproducimos el resumen de las fuerzas navales de Chile y el Perú. Bolivia no tenía escuadra:
Fuerzas navales de Chile:
Blindados Blanco Encalada y Cochrane: 3.560 toneladas.
-6 cañones de 250 libras (pulgadas).
-Alcance práctico 5.000 metros.
-Andar, 10,5 millas.
-Carbón, 280 toneladas en carboneras.
-Radio de acción aproximadamente de 1.800 millas (muy bajo, como los buques de la época, dato que no citan las historias).
Corbeta Chacabuco y O'Higgins: 1.670 toneladas.
-3 cañones de 150 libras (7 pulgadas) y 2 cañones de 40 libras.
-Andar 6 millas.
Cañonera Magallanes: 1.230 toneladas.
-1 cañón de 115 libras.
-Andar 10.5 millas.
Corbeta Abtao: 1.050 toneladas.
-3 cañones de 115 libras.
-Andar, 10 millas.
Corbeta Esmeralda: 850 toneladas.
-12 cañones de 40 libras Andar, 5 millas.
Cañonera Covadonga: 412 toneladas.
-2 cañones de 70 libras.
-Andar, 7 millas.
Fuerzas Navales del Perú Blindado Huáscar: 1.130 toneladas.
-2 cañones de 300 libras (10 pulgadas).
-Alcance práctico 4.000 metros.
-Andar, 12 millas.
-Carbón: 300 toneladas en carboneras.
-Radio de acción aproximadamente 2.000 millas. Dato que no citan las historias.
Fragata blindada Independencia: 2.004 toneladas.
-2 cañones de 150 libras (7 pulgadas).
-Andar, 11 millas.
Corbeta Unión: 1.150 toneladas.
-12 cañones de 70 libras.
-Andar, 13 millas.
Corbeta Pilcomayo: 600 toneladas.
-2 cañones de 70 libras.
-Andar, 10,5 millas.
Monitores Manco Capac y Atahualpa: 2.100 toneladas.
-2 cañones de 500 libras.
-Andar, 4 millas.
Base naval del Callao:
Modernizada después del bombardeo de 1866 con cañones rayados de construcción norteamericana.
En 1879 tenía los siguientes cañones: 2 de 16 pulgadas; 21 de 15 pulgadas; 16 de 10 pulgadas; 1 de 11 pulgadas; 1 de 9 pulgadas; 15 de 8 pulgadas; 7 de 8 pulgadas, tipo Parot; 4 de 6 pulgadas, Parot; 4 de 5 pulgadas, Parot; 4 de 4 pulgadas, Parot. En total 63 cañones de grueso calibre, que confirman el poderío de dicha base. Además tenía un dique flotante al cual entraban a recorrer sus fondos los blindados y demás buques.
Conforme al plan de bloquear Iquique, el almirante Williams zarpó con la escuadra de Antofagasta el 2 de abril, amaneciendo en ese puerto salitrero el día 5, justamente con la declaración de la guerra al Perú y Bolivia. Tenía a sus órdenes los blindados Blanco y Cochrane y las corbetas Chacabuco y O'Higgins. En Valparaíso estaban las corbetas Esmeralda y Abtao y la cañonera Covadonga.
En Antofagasta había quedado la corbeta Magallanes al mando del capitán de fragata Juan José Latorre, que fue despachada a Iquique el 11 de abril. Al día siguiente este barco, frente a la bahía de Chipana, sostuvo el primer combate naval de la guerra contra las corbetas peruanas Unión y Pilcomayo, que tenían mayor andar y mejor artillería que la Magallanes. Los buenos disparos de la nave chilena dieron en la Unión, produciendo la retirada del adversario. La Magallanes, después de sostener un combate de dos horas, continuó su viaje a Iquique, arribando a dicho puerto en la noche con una avería sin mayor importancia.
Williams, al fondear en Iquique, notificó el bloqueo a la Autoridad Civil en los términos que reproducimos:
El Comandante en jefe de la escuadra envió una comunicación notificatoria al Decano del Cuerpo Consular de Iquique.
El plan de bloqueo de dicho puerto no fue bien recibido por la opinión pública, que influenciada por la prensa consideraba que debía llevarse la operación al Callao. Williams no podía explicar los inconvenientes de la operación; sin embargo, impulsado por los deseos del gobierno y de la opinión generalizada en el país, resolvió atacar los buques peruanos en su base del Callao. Para este objeto preparó un minucioso plan que mantuvo en secreto, y ordenó el zarpe al norte de su escuadra. El 16 de mayo se hicieron a la mar el blindado Cochrane, las corbetas O'Higgins y Chacabuco, y la Abtao; el 17 zarparon el Blanco y la Magallanes. Dejó el bloqueo de Iquique a cargo del capitán de fragata Arturo Prat, con su buque la corbeta Esmeralda, más la cañonera Covadonga mandada por el capitán de corbeta Carlos Condell. Dichas naves eran las de menor valor militar y por ello el almirante prefirió dejarlas en el puerto.
Simultáneamente con la salida de una parte de la escuadra y por notable coincidencia, zarpaba del Callao al sur una división naval peruana compuesta de los blindados Huáscar e Independencia al mando del capitán de navío Miguel Grau, escoltando tres transportes con elementos y cañones para instalar una base naval en Arica.
En este convoy viajaba el presidente del Perú general Prado, que deseaba personalmente supervigilar la instalación de la base y ponerse en contacto con el presidente de Bolivia general Daza, que el 30 de abril había llegado a Tacna con un ejército de 4.000 soldados.
Las escuadras se cruzaron en alta mar el 19 de mayo sin avistarse, pues Williams navegaba a 40 millas de costa y Grau cerca de tierra. En Mollendo Prado tiene conocimiento que la escuadra chilena no estaba en Iquique y que el bloqueo era mantenido por dos débiles barcos. Citó entonces a un Consejo que decidió el ataque a los bloqueadores.
A este objeto Grau, después de fondear en Arica, se dirige con su división a Pisagua, donde prepara sus naves para la inminente acción.
A las 4 de la mañana del 21 de mayo, zarpó con el Huáscar e Independencia en demanda de Iquique, distante 40 millas, avistando las naves chilenas en el alba de aquel histórico día. Grau reunió a los oficiales y tripulantes de la nave insignia y los arengó con vehemencia.
La cañonera Covadonga, que hacía guardia en el norte de la bahía, avistó a las 6.30 de la mañana los humos de dos naves que se acercaban al puerto, información que inmediatamente transmitió al capitán Prat, quien zarpó con la Esmeralda hacia la Covadonga; reconociendo en su avance al Huáscar e Independencia. En este movimiento Prat apreció el plan para defender sus unidades y por sobre todo el mantener la honra de la patria.
Ordenó a la Covadonga seguir sus aguas y tomó rumbo al puerto.
Cuando la cañonera estaba cerca, a viva voz dijo a Condell que se mantuviera en bajos fondos, y reforzara las cargas. También le preguntó si había almorzado la gente. El sereno capitán contestó:
-All right.
Cuando la Esmeralda navegaba al puerto con sus oficiales y tripulación en sus puestos de zafarrancho de combate, el capitán Prat pronunció su inmortal arenga:
Un sonoro «¡Viva Chile!» fue la contestación de los tripulantes a las serenas palabras de su jefe.
Poco después, a las 8:30 una granada de grueso calibre del monitor caía entre los barcos chilenos, iniciándose el combate que se divide en dos partes: el Huáscar contra la Esmeralda y la Independencia contra la Covadonga. La corbeta, tratando de evitar los disparos del monitor, se coloca entre éste y la población, recibiendo un nutrido fuego de la artillería terrestre apostada cerca de la plaza; enseguida toma rumbo hacia el interior Este de la bahía, continuando el combate por cerca de tres horas. Grau finalmente se dispuso a terminar con su adversario tenaz y tomó rumbo a la Esmeralda, atacándola con el espolón de su monitor por la aleta de babor, próximo a la toldilla, donde se encontraba el digno capitán Prat, que en heroica determinación, dio la orden de «¡Abordaje!», que apagada por el ruido de los cañones, fue oída por el leal sargento de la guarnición Juan de Dios Aldea. Prat antes de que se retirara el Huáscar había saltado a su cubierta seguido del valiente sargento, encontrando la muerte y quedando herido Aldea.
A la muerte del comandante de la corbeta, tomó el mando el segundo teniente 1.º Luis Uribe, que continuó dirigiendo el combate. En estas circunstancias, el Huáscar vuelva a embestir a la Esmeralda, esta vez por la amura de estribor, abandonando el monitor en valerosa acción el teniente Ignacio Serrano con 12 marineros determinados a amarrar la corbeta al Huáscar, lo que fue imposible obtener por la ligereza en retirarse la nave enemiga.
La vieja nave había quedado con una enorme brecha que apenas podía flotar. En estas condiciones Grau volvió sobre la Esmeralda asestándole el último espolonazo por el centro de estribor, que la hizo inclinarse de proa para desaparecer de la superficie llevando su bandera flameando al tope, ante la ansiedad de los espectadores. Antes de irse a pique la gloriosa nave, el valiente guardiamarina Ernesto Riquelme, que mandaba los cañones de la aleta es estribor, disparó el último cañonazo. Eran las 12:10 p. m. Mientras se desarrollaba el ataque a la Esmeralda, la Covadonga notablemente manejada por el capitán Condell, orilló la isla que cierra la bahía pasando muy cerca de ella y buscando bajos fondos, siguió al sur soportando un nutrido fuego de artillería. Tres veces trató de espolonearla la Independencia, hasta que en su último intento quedó varada en los bajos de Punta Gruesa.
Condell viró entonces su buque disparando sobre la fragata hasta conseguir que arriara el pabellón y levantara la bandera de parlamento. Como el hábil capitán observara que le sería imposible mantenerse cerca de la Independencia porque el Huáscar venía acercándose, tomó rumbo al sur al máximo de velocidad. Condell con su pericia, había conseguido la pérdida de la fragata peruana, que fue fatal para la estrategia y planes del Perú, entre ellos capturar un convoy con tropas que iba a Antofagasta. Chile obtuvo una gran victoria en Punta Gruesa de trascendencia para la prosecución de la guerra, ya que el poder naval del adversario quedaba reducido a un buque blindado, el monitor Huáscar.
Con el heroísmo del capitán Prat y sus subordinados, la nación ganaba una gloria que, conocida en todos los ámbitos del país fortaleció el patriotismo y vigorizó la unidad nacional.
Después del viaje de la escuadra al Callao, a donde llegó por coincidencia el 21 de mayo, quedó demostrado el buen razonamiento del almirante Williams Rebolledo para presentar los inconvenientes sobre dicho viaje por la falta de buques carboneros. Pues bien, los blindados recibieron carbón de las corbeta O'Higgins y Chacabuco, en un puerto peruano, debiendo las corbetas navegar a la vela al sur, con el peligro de que hubiesen sido interceptadas por el Huáscar.
Como ya expusimos, el capitán de navío Patricio Lynch había sido propuesto para ser nombrado Comandante General de Transportes, cargo que se decretó en la histórica fecha del combate de Iquique, 21 de mayo de 1879.
Días después se recibía de su puesto, teniendo a sus órdenes los barcos de la Compañía Sud-Americana de Vapores Itata y Rímac, que habían sido requisados por el gobierno. Estos buques tuvieron un plazo de un mes para recorrer los fondos, las máquinas y calderas. Era necesario alistarlos además para transportar tropas de Valparaíso a Antofagasta, puerto donde se encontraba el ejército.
El comandante Lynch, desde que se hizo cargo de los transportes, actuó con gran iniciativa, preparándolos para navegar de acuerdo con las reglas de la escuadra y asegurándolos contra posibles ataques del Huáscar y la Unión, que efectuaban una audaz ofensiva sobre la escuadra, transportes y aún en los puertos chilenos.
No estaban lejos las acciones del adversario en el mes de julio, pues fue apresado el transporte Rímac en las afueras de Antofagasta, hecho que no fue de la responsabilidad del comandante Lynch, sino que de una lamentable confusión del Ministro Domingo Santa María, que era representante del gobierno en aquel puerto.
En efecto, encontrándose el Cochrane en Tocopilla, su comandante recibió orden del ministro por intermedio de Lynch que estaba en el Itata, de regresar al sur para proteger la llegada del Rímac. Al blindado y el Itata pasaron frente a Antofagasta el 22 de julio. En esa fecha el ministro recibía un telegrama del Intendente de Atacama, informando que el convoy de transportes con tropas había regresado a Valparaíso. Se trataba de otros transportes donde no estaba el Rímac, barco que había zarpado el día 20. Por la confusión, el ministro suspendió la orden de escoltar al Rímac a su llegada a Antofagasta; produciéndose su apresamiento en el amanecer del 23, por el Huáscar y la Unión.
El Rímac llevaba al norte un escuadrón del regimiento de caballería Carabineros de Yungay, al mando de su comandante el teniente coronel Manuel Bulnes, que ordenó botar al agua el armamento de sus soldados.
En el viaje al sur, el Cochrane tuvo falta de carbón y hubo de ser remolcado por el Itata en eficiente maniobra dirigida por el comandante Lynch. Este jefe comienza a destacarse por esta y por otras actuaciones, entre ellas al navegar de noche con todas las luces del Itata encendidas, a fin de que las naves peruanas creyeran que se trataba de un vapor de la carrera. Este hecho fue conocido por el Ministro Santa María y por el delegado señor Sotomayor, que se formaron un alto concepto del jefe de transportes.
Lynch en su parte oficial dando cuenta de su maniobra con el Cochrane, informó que al blindado le quedaban sólo 10 toneladas de carbón cuando lo remolcó a Caldera.
La captura del Rímac produjo en el país profunda indignación. En Santiago el Ministro de Guerra y Marina, general Basilio Urrutia, fue objeto de manifestaciones hostiles que le obligaron a renunciar, produciéndose una crisis ministerial. En la reorganización del ministerio asumió la cartera del interior don Domingo Santa María y la de guerra don Rafael Sotomayor, que actuaba como asesor del ejército y la escuadra en Antofagasta.
Además, renunció el Comandante General de Marina e Intendente de Valparaíso don Eulogio Altamirano, que despachaba los transportes del primer puerto, siendo reemplazado por el contraalmirante don José Anacleto Goñi. Con esta medida se consiguió tener en la jefatura de la marina a un profesional, en lugar de personas ajenas al servicio naval como se había acostumbrado desde que el puesto estaba unido a la autoridad civil de Valparaíso.
La captura del Rímac trajo también otra organización para dirigir el conflicto, nombrándose al ministro de Instrucción Pública don José Antonio Gandarillas para el cargo de Ministro de Guerra, mientras el titular señor Sotomayor debía actuar en el teatro de operaciones como Ministro en Campaña.
Gandarillas aceptó todas las proposiciones del almirante Goñi para reparar los buques de la escuadra y poder hacer frente al Huáscar, que en sus incursiones a nuestras costas desde el litoral peruano, traía elementos modernos tales como eficientes torpedos para atacar a los blindados. Grau desesperadamente buscaba el equilibrio naval con Chile, única forma en que podría el Perú contar con probabilidades para el éxito del conflicto.
El Huáscar zarpó de su base el 1.º de agosto con el propósito de llegar hasta Coquimbo. En las proximidades de Caldera avistó al Cochrane que navegaba con él, emprendiendo su retirada a alta mar. El 22 de ese mes volvió a las costas chilenas el Itata presentándose en Antofagasta con el objeto de cortar el cable submarino, realizándose en ese puerto el día 28 un combate sorpresivo, en el que participa el comandante Lynch.
Ante las incursiones del monitor, era indispensable reparar los buques de la escuadra. El almirante Goñi ordenó que el Cochrane fuese carenado en Valparaíso, tumbando la nave para limpiar el casco bajo la línea de flotación con buzos. No se quiso correr el riesgo de entrarlo al dique. Las maestranzas de Caleta «Abarca de Lever Murphy» trabajaron día y noche en esa operación, como también la maestranza de los ferrocarriles en las reparaciones de máquinas. A continuación se recorrieron las corbetas O'Higgins, Chacabuco y Magallanes.
Williams de motu proprio, suspendió el bloqueo de Iquique y entregó el Blanco a reparaciones porque ya no daba más este blindado para mantener aquella misión. Al mismo tiempo presentaba la renuncia a su puesto de Comandante en Jefe de la Escuadra, que el gobierno aceptó nombrando en su lugar al capitán de navío Galvarino Riveros, jefe prestigioso y de alto espíritu disciplinario. También se nombraba comandante del Cochrane al capitán de fragata Juan José Latorre, que se había destacado en el mando de la Magallanes.
En el ejército se habían producido cambios en el mes de julio, aceptándose la renuncia del general Justo Arteaga, de su puesto de General en Jefe, nombrándose para sucederle al general Erasmo Escala, militar antiguo que se había distinguido en la instrucción del ejército que se formaba en Antofagasta.
Desde fines de julio el país entraba en mayor actividad, preparándose en las ciudades nuevas tropas para incrementar el ejército.
El ministro Sotomayor, por disposición del gobierno, reunió en la última semana de septiembre, un Consejo de altos jefes del Ejército y de la Armada en aquel puerto del norte, al que asistieron el general Escala, el capitán de navío Riveros, el coronel Emilio Sotomayor que era el jefe del Estado Mayor del Ejército, los comandantes de buques Montt, Thompson, Castillo, el Secretario General del ejército don José Francisco Vergara y el Secretario General de la Escuadra don Eusebio Lillo.
El consejo acordó, como puntos importantes, ejecutar una expedición al territorio peruano aunque no estuviese destruida la flota enemiga e intentar el hundimiento del Huáscar y la Unión, que eran las principales naves adversarias.
Hacia el cumplimiento del plan, que fue aceptado por el Presidente Pinto, se preparó el ejército que ya alcanzaba a 10.000 soldados de todas las armas y que estaban deseosos de invadir al Perú.
Se estudiaron todos los problemas relacionados con el embarque y desembarque de las tropas, algunos de ellos se encargaron al comandante Lynch que ya era considerado como un jefe de relevantes condiciones como organizador. Lynch cumplió su comisión, efectuando estudios detallados sobre el transporte de las tropas y el ganado, tomando en cuenta la capacidad de las naves y elementos existentes, así también considerando la alimentación y el abastecimiento de agua. Solicitó además la urgencia de llevar lanchas planas para el mejor éxito de las operaciones.
El gobierno impulsaba el plan para la expedición, disponiendo el envío al norte de cuanto pedía el comandante del ejército. El 21 de septiembre se había mandado un convoy a Antofagasta, protegido por una división de la escuadra, que llevaba 4.000 soldados, incluso tropas de reserva que habían permanecido en el sur del país.
La escuadra al mando de Riveros se reunió en Mejillones el 30 de septiembre, en espera de la invasión acordada. En cumplimiento del plan se dirigió a Arica en busca de los buques enemigos que se creía estaban en dicho puerto. Al llegar a las inmediaciones de aquella base naval peruana, el 5 de octubre, Riveros fue informado de que el Huáscar y la Unión navegaban en las costas chilenas. El jefe de la escuadra, apreciando exactamente la situación, ordenó a sus barcos dispuestos en dos divisiones, regresar rápidamente a Mejillones, estimando que por las afueras de ese puerto debería pasar Grau con sus buques, pues al lado oeste de esta bahía está el promontorio o punta Angamos, que es un punto de referencia para cambiar el rumbo a la navegación.
Al fondear la escuadra en Mejillones, Riveros tuvo conocimiento de que el Huáscar había sido localizado en Tongoy el día 5, antecedente que le sirvió para formular el plan para cazar el monitor Huáscar, el cual, como veremos más adelante, dio un magnífico resultado. Reproducimos a continuación una parte de dicho plan, que está escrito en la documentación oficial y que dice lo siguiente:
«Acordé con los comandantes de buques salir de aquel puerto (Mejillones) a altas horas de la noche con la escuadra en dos divisiones, una formada por las naves de más lento andar que marcharían a vista de tierra inspeccionando las caletas y cualquier abrigo de la costa en donde pudiera hallarse el enemigo, y otra de naves ligeras que irán detrás a 20 o 25 millas más o menos lejos de tierra»2. |
La división lenta la formaban el blindado Blanco Encalada, la cañonera Covadonga y el carbonero Matías Cousiño. La otra división la componían el blindado Cochrane, la corbeta O'Higgins y el transporte Loa.
El plan de Riveros, que era una rebusca del enemigo hacia el sur, fue puesto en conocimiento del ministro Sotomayor por telégrafo desde Mejillones a Antofagasta. El ministro lo consultó al presidente, y ambos de acuerdo, modificaron parte del plan disponiéndose que la división ligera debía cruzar el paralelo de Mejillones a una distancia de 50 millas, que después fue disminuida a 20 millas por insinuación del comandante Latorre del Cochrane.
Cumpliendo el plan, Riveros zarpó de Mejillones con la división lenta la noche del 7 de octubre y antes de amanecer los vigías del Blanco avistaron humos por la proa, que correspondían al Huáscar y la Unión; buques que por su parte, al reconocer al Blanco, cambiaron rumbo al suroeste perseguidos por la división chilena. Después, el Huáscar y la Unión, aprovechando su mejor andar, se distanciaron de Riveros y cambiaron rumbo al norte, encontrándose, a poco de navegar, con la división ligera. La corbeta O'Higgins al mando del comandante Montt que estaba más cerca del rumbo del Huáscar, navegó decididamente a cortarle la proa a fin de que no escapara, entregando la acción al blindado Cochrane, trabándose un espectacular combate entre acorazados. Grau rompió fuego a 3.200 metros, no contestando Latorre, que siguió avanzando para disminuir la distancia. A las 9.40 el blindado Cochrane a 2.200 metros dispara su primera andanada que dio en el monitor hiriendo de muerte 12 hombres que se encontraban en las proximidades de la torre de artillería. En los disparos siguientes fueron destruidos los aparatos de gobierno y después fue alcanzada la torre de mando, muriendo en ella el contraalmirante Grau, que había ascendido a este grado como premio por su actuación en el combate naval de Iquique. El Huáscar continuó el combate, arriando su bandera e izando otra en el palo mayor, que arrió definitivamente a las 10.45. Finalmente fue abordado por oficiales y tripulación chilena. La Unión logró escapar al norte. El monitor fue llevado a Valparaíso y, reparado, formó parte de la escuadra de Riveros.
El triunfo del combate naval de Angamos, de gran trascendencia para la nación, fue celebrado jubilosamente en todo el país. La escuadra había obtenido el dominio del mar asegurando con ello el éxito de la invasión del ejército al territorio enemigo que ya estaba decidida. El gobierno y asesores aceptaron el desembarco en Pisagua, puerto que tenía la ventaja de tener en sus cercanías el agua y la estación de Dolores en la pampa del Tamarugal y que era indispensable para el ejército de 9.400 hombres, más el ganado que se embarcó en transportes entre los días 26, 27 y 28 de octubre, en medio del mayor entusiasmo del pueblo de Antofagasta.
El convoy de 14 buques, escoltado por la escuadra, abandonó el puerto el día 28. El comandante Patricio Lynch, embarcado en el transporte Itata, había trabajado asiduamente para que nada fallase en el embarque de las tropas. Tomó además medidas para sacar de la bahía la barca velera Elvira Álvarez que debía ser remolcada por los transportes Copiapó y Toro.
Al respecto, el parte del comandante Lynch fechado el 7 de noviembre, dice lo siguiente:
A continuación, Lynch con el Itata tomó su puesto en el convoy. El 2 de noviembre, a las 6 de la mañana, los buques de guerra se separaron del convoy para dar comienzo a la operación sobre Pisagua, atacando las fortificaciones enemigas, que respondieron al fuego de los cañones chilenos. Hubo algún atraso en la llegada de los transportes, pero ya a las 9 comenzaron a llegar a las playas, oleadas de embarcaciones manejadas por oficiales de la escuadra, llevando las tropas asaltantes que combatían inmediatamente contra las guerrillas bolivianas y peruanas que trataban de obstaculizar el desembarque que se efectuó con éxito.
A las 11 de la mañana entraban a caleta Junín, al sur de Pisagua los transportes Itata y Amazonas y la corbeta Magallanes para iniciar el desembarque de la 1.ª división. La defensa era pequeña y se retiró ante el cañoneo de la Magallanes.
El comandante Lynch dirigió el desembarque con gran éxito, ya que pudo colocar rápidamente en tierra 1.500 soldados de infantería y una batería de cañones de montaña, en playas de malas condiciones y sin muelles. El 3 de noviembre Lynch desembarcó el regimiento Granaderos y zarpó a Pisagua. También dejó en tierra el resto de la artillería.
Las acciones del Ejército y la Armada en Pisagua y Junín constituyeron un triunfo, a la vez que permitieron al ejército tener la primera posición estratégica en territorio peruano.
Una vez ocupado el puerto de Pisagua el general Escala dispuso tomar la importante oficina de Dolores, que pertenecía a uno de los cantones salitreros del Perú.
Los directores de la guerra de los países enemigos, ante la invasión chilena en la provincia de Tarapacá, dispusieron que el ejército boliviano al mando de su jefe y presidente de esa nación, general Daza, marchase desde Tacna al sur a reunirse con el ejército peruano que mandaba el general Juan Buendía en Iquique. Ambos ejércitos debían combatir unidos a los invasores.
Daza llegó hasta la quebrada de Camarones y regresó a Arica con la decepción de sus aliados y compatriotas. Buendía, con un ejército peruano-boliviano de 10.000 hombres, salió desde Iquique hacia la región pampina, decidiéndose por la batalla al encontrarse con fuerzas chilenas de 6.000.hombres, al mando del coronel Emilio Sotomayor, en las vecindades de Dolores o San Francisco.
El 19 de noviembre, el ejército de Buendía fue derrotado en esa importante batalla. A continuación se retira hacia Tacna por la vía interior, acampando en el trayecto en el pueblo de Tarapacá. Perseguido por una división chilena, se desarrolla en Tarapacá un cruento combate, sostenido principalmente por el regimiento 2.º de Línea al mando del teniente coronel Eleuterio Ramírez. Mueren en esa acción heroica, el comandante Ramírez, parte de la oficialidad y numerosos soldados.
Los desembarcos de Pisagua y Junín determinaron la entrega del puerto de Iquique, que estaba bloqueado desde el 15 de noviembre por el blindado Cochrane y la cañonera Covadonga.
Para la entrega del puerto, el 22 de noviembre, el Decano del Cuerpo Consular, que era el Cónsul de los Estados Unidos, acompañado de los Cónsules de Alemania, Inglaterra e Italia, llegaron a bordo del Cochrane y pusieron en conocimiento del comandante Juan J.
Latorre que las autoridades peruanas habían abandonado la ciudad y en consecuencia se requería la ocupación de la plaza. Latorre ordenó entonces el desembarco de fuerzas de marinería al mando del capitán de corbeta Miguel Gaona, que tomó el mando de Iquique. Latorre envió a la Covadonga a Pisagua a comunicar al ministro Sotomayor lo efectuado en Iquique. El ministro resolvió ir a dicho puerto llevando una compañía del regimiento Esmeralda, recién organizado. A continuación nombró Comandante de Armas de Iquique al capitán de navío Patricio Lynch, que además de haberse destacado en el mando de los transportes y en el desembarco de Junín, tenía condiciones para tratar situaciones difíciles, como eran las que debían producirse en ese puerto con los peruanos y residentes extranjeros.
La designación del comandante Lynch fue aprobada por el gobierno que le extendió el nombramiento de Jefe Político y Militar de Iquique, con fecha 12 de diciembre de 1879.
Una de las primeras medidas de Lynch al asumir el cargo, fue la convocación de personalidades de la ciudad, para reemplazar a la Junta Municipal que había terminado sus funciones. En el nuevo Municipio fue nombrado el destacado caballero español don Eduardo Llanos, que había tenido la iniciativa de dar digna sepultura a los héroes del combate naval de Iquique, capitán Prat, teniente Serrano y sargento Aldea.
Lynch con la nueva junta, llevó a la ejecución obras en beneficio de la ciudad y sus habitantes; también dictó normas de orden y limpieza que fueron bien recibidas por la población. Tuvo además el buen tino de no ofender los sentimientos peruanos. Al respecto, el historiador Gonzalo Bulnes en su obra sobre la guerra del Pacífico reproduce la siguiente frase de Lynch:
«Creo haber establecido el orden y moralidad sin aumentar el odio de nuestros enemigos». |
En la parte militar, Lynch actuó con presteza; así, ordenó retirar los elementos de guerra que existían en los cuarteles y casas privadas, dejados por el ejército de Buendía. Además puso en acción los fuertes del Morro y El Colorado instalados en puntos estratégicos del puerto y que tenían cañones de 300 y 150 libras.
Lynch que era un completo hombre de armas, conocía el valor que tenía el poder económico aplicado a las guerras. Sus conceptos al respecto lo hicieron estimular la producción y exportación del salitre a fin de obtener más entradas a la nación, y que le eran absolutamente necesarias para la prosecución de las operaciones.
Debemos exponer que pocos ciudadanos de aquella época, conocían como Lynch este aspecto del conflicto. Así, pues, con la tenaz acción del jefe de Iquique se reanudaron los trabajos en las oficinas salitreras, siendo ayudado en sus propósitos por el conocimiento de los británicos y del idioma, teniendo en cuenta que la mayor parte de los administradores y empleados de las oficinas eran ingleses.
Con los informes del comandante Lynch, el gobierno decretó un impuesto sobre la exportación de salitre, que permitió al país recibir una nueva entrada. Para apreciar la labor ejecutada en la industria salitrera es suficiente consignar el dato oficial que expuso que al 5 de enero de 1880 se habían puesto a bordo 1.164 quintales de salitre. De consiguiente, antes de un mes de la administración Lynch, ya el país recibía entradas por la exportación de salitre.
Además Iquique volvió a la normalidad de puerto de primera importancia, gracias a la actuación inteligente de su jefe comandante Lynch, que conquistó por ello gran prestigio, que lo llevó a cargos de mayor importancia, como veremos más adelante.
El capitán de navío Patricio Lynch, durante su estada en Iquique, observó el éxito de la campaña realizada en la provincia de Tacna, y el retiro del ejército boliviano del conflicto.
El hábil marino vio con claridad un nuevo aspecto de la guerra, cuando el ejército del Perú se replegó hacia la capital, apreciando que Chile debía tomar la ofensiva, ya que en caso contrario caería en un peligroso statu quo.
Concibió entonces el audaz proyecto de un desembarco en el norte del Perú con una fuerza expedicionaria que distraería al ejército que se concentraba en las vecindades de Lima.
Consideraba también que la expedición chilena debía imponer contribuciones de guerra en los puertos y haciendas vecinas, a fin de obtener mayores entradas a la nación, pensando en el factor económico del conflicto, que había probado en Iquique con la exportación del salitre.
Estas opiniones de Lynch las dio a conocer al Presidente Pinto en carta personal en el mes de junio.
Antes de continuar, veamos los hechos de armas que se habían realizado, hasta la toma del Morro de Arica.
Efectuado el desembarco del ejército en Pisagua y Junín y tomada la provincia de Tarapacá, se acordó la nueva campaña sobre el ejército Perú-boliviano, concentrado en las vecindades de Tacna. Para ello desembarcaron las fuerzas chilenas en los puertos de Ilo y Pacocha a comienzos de 1880. Venció la resistencia peruana en la batalla de Los Ángeles el general Manuel Baquedano, que por esta acción fue nombrado poco después general en jefe del ejército.
A continuación, Baquedano, con un ejército de 14.000 soldados, avanzó al sur en demanda del enemigo que se había atrincherado en el Campo de la Alianza. Acompañaba al ejército el Ministro de Guerra en Campaña don Rafael Sotomayor, que muere en la travesía. Fue un ilustre ciudadano que prestó prominentes servicios al país desde el comienzo de la guerra en la organización y coordinación de sus fuerzas armadas.
El ejército aliado se componía de 15.000 soldados al mando del Presidente de Bolivia general Narciso Campero que había sucedido al general Daza en un golpe militar después del fracaso de la retirada a Arica. El ejército peruano lo mandaba el contraalmirante Lizardo Montero, a quien el Presidente Prado se lo entregó en Tacna, antes de ser reemplazado por el coronel Nicolás de Piérola, que asumió la presidencia de su país. Montero fue aliado de Prado en la Revolución de 1865. El ejército chileno al mando del general Baquedano llegó a las inmediaciones del Campo de la Alianza el 25 de mayo, y al día siguiente inició la batalla contra el enemigo fuertemente atrincherado en los cerros que se encuentran al norte del valle de Tacna.
Baquedano dispuso sus fuerzas en 4 divisiones que atacaron valerosamente hasta obtener la victoria en una de las batallas más cruentas de la guerra.
Esta acción significó a Chile la posesión del rico valle que desde antiguo ha dado riqueza a la ciudad de Tacna, donde se establecieron el cuartel general y los principales regimientos.
El triunfo de Tacna rompió la unidad peruano-boliviana, al retirarse el ejército de Bolivia a su tierra dejando la responsabilidad del conflicto al Perú, lo que significó a Chile una importante victoria estratégica. Encontrándose en las cercanías de Tacna la base naval de Arica, Baquedano decidió tomarla a fin de obtener la comunicación marítima con la escuadra. La base era un punto de apoyo para las pocas fuerzas navales que quedaban al Perú. Estaba defendida por una línea de cañones en la parte baja y por baterías de grueso calibre en el Morro, altura de 139 metros inaccesible por el lado del mar. Además, estaba en la bahía el monitor Manco Cápac, con cañones de 500 libras. Defendían la base 2.000 hombres a las órdenes del coronel Francisco Bolognesi, encontrándose allí tropas de marina mandadas por oficiales de la fragata Independencia.
Baquedano designó al prestigioso coronel Pedro Lagos para la operación sobre Arica, quien envió de parlamentario al mayor José de la C. Salvo a pedir la rendición de la plaza. El digno coronel Bolognesi contestó que quemaría hasta el último cartucho en su defensa. Lagos, que ya había ordenado los reconocimientos de rigor, inició el ataque sobre las baterías bajas, simulando colocar sobre ellas sus fuerzas principales. Al mismo tiempo preparaba la infantería, que avanzó en la noche para tomarse los fuertes que defendían el Morro por la cadena de cerros del interior. Esta acción la ejecutaron los regimientos 3.º y 4.º de Línea con gran valor en el alba del 7 de junio. Aquellos infantes avanzaron después al Morro y a los 55 minutos caían sus defensas y se izaba el pabellón nacional.
La caída de la base naval de Arica, hecho de armas en que mueren Bolognesi, el comandante Moore, de la Independencia, altos jefes y gran número de combatientes, demostró que las bases navales se deben tomar por el frente terrestre y no por mar, como generalmente se cree. El monitor Manco Cápac fue echado a pique por orden de su comandante.
Volviendo a las ideas del comandante Lynch, y como expusimos, las presentó a la consideración del Presidente Pinto, quien aceptándolas en general, le contestó lo siguiente con fecha 22 de junio:
Por el tenor de la carta del presidente, se comprende la amistad que tenía con Lynch, y que venía desde las aulas del colegio de los hermanos Zapata, cuando eran niños de corta edad.
Algunos contemporáneos criticaron a Lynch por dirigirse directamente al Presidente de la República. En este punto hubo equivocaciones, pues Lynch ocupaba un cargo independiente en Iquique y podía dirigirse al Jefe de Estado sin faltar a la disciplina. Esta razón prevaleció en el comandante Lynch para enviar al Presidente, con fecha 26 de junio, una carta personal con el plan pedido y una notable «apreciación» demostrando conocimiento completo de la situación del conflicto y un extraordinario concepto de los problemas que debía resolver la nación.
La carta de Lynch, que reproducimos, dio luces al gobierno sobre las futuras operaciones de la guerra. Los hechos posteriores lo comprueban:
A continuación el comandante Lynch agregaba otras consideraciones y detalles de los desembarcos, y que reproducimos:
Recibido el notable plan propuesto por Lynch, el Presidente Pinto lo consultó con sus ministros y asesores, que lo aprobaron sin resolver sobre el jefe que debía ejecutarlo.
El presidente le ofreció el mando de la expedición a don José Fco. Vergara, que honradamente no lo aceptó, comprendiendo que se trataba de una difícil operación militar que sólo podría ejecutarla un experimentado hombre de armas. El presidente consultó a Lynch sobre la persona que podía ponerse al frente de la expedición, sin obtener una contestación del prudente jefe, que, al callar demostraba que teniendo la paternidad del plan propuesto, a él le correspondería realizarlo. El presidente se convenció de que la expedición propuesta debía mandarla justicieramente el capitán de navío Lynch, que además de tener los conocimientos navales que se requerían para las operaciones en los puertos, era un completo jefe militar. En efecto, de acuerdo con el Ministro de Guerra y Marina, con fecha 12 de agosto nombró a Lynch jefe de una expedición independiente para expedicionar al norte del Perú.
En esa fecha era ministro don José Fco. Vergara, nombrado para este cargo en el mes de julio, sucediendo a don Rafael Sotomayor, que había fallecido pocos días antes de la batalla de Tacna.
El comandante Lynch, muy satisfecho por la designación, se trasladó a Arica para organizar la expedición, a la cual el gobierno dio toda clase de facilidades. El ministro envió una nota al jefe de la escuadra, contraalmirante Riveros, que había ascendido a este grado después de Angamos, a fin de que se le entregase una corbeta para escoltar el convoy y las informaciones necesarias sobre la costa que debía recorrer.
Además, el ministro Vergara con fecha 24 de agosto entregaba al jefe de la división independiente las siguientes instrucciones:
A fines de agosto la división independiente quedaba organizada de la siguiente forma:
Comandante en jefe, capitán de navío graduado Patricio Lynch; Secretario, señor Daniel Carrasco Albano; jefe de Estado Mayor, teniente coronel Roberto Souper; Ayudantes, sargento mayor Juan Fco.
Larraín, capitanes Patricio Larraín Alcalde, Belisario Campos, y teniente Domingo Sarratea; Ingenieros, teniente coronel Federico Stuven, sargento mayor Marcos Latham y José Guillart; Jefe del servicio médico, doctor Daniel Herrera; Jefe de Ambulancia, doctor Antenor Calderón.
Fuerza efectiva:
Infantería: | Regimiento Buin 1.º de Línea, al mando del teniente coronel Juan León García. | 800 |
Batallón Talca: | Al mando del teniente coronel Silvestre Urízar | 550 |
Batallón Colchagua: | Al mando del teniente coronel Manuel J. Soffia | 550 |
Artillería: | 3 piezas de montaña, al mando del capitán Emilio Contreras | 30 |
Caballería: | 2 compañías, al mando del teniente coronel Francisco Muñoz Bezanilla | 200 |
Total: | 2.130 |
El convoy zarpó de Arica el 4 de septiembre de 1880.
El comandante Lynch llevaba su insignia de mando en el vapor Copiapó; buque que transportaba al regimiento Buin, la artillería y servicios anexos. En el vapor Itata iban el batallón Talca y el Colchagua, más la caballería.
El convoy tocó el puerto de Mollendo, donde se le unió la corbeta Chacabuco al mando del capitán de fragata Óscar Viel, con la misión de servir de escolta.
El almirante Riveros, que bloqueaba con la escuadra el litoral y puertos del Perú, dio su aprobación para efectuar el primer desembarco en el puerto de Chimbote situado a 200 millas al norte del Callao, operación que realizó el regimiento Buin en la mañana del 10 de septiembre, tomando posesión de la ciudad.
Lynch desembarca a las 2 de la tarde con el batallón Colchagua dirigiéndose al interior, a la hacienda «Palo Seco», perteneciente al rico agricultor señor Derteano, cuyas mayores producciones eran azúcar, lanas y maderas. Lynch ordenó comunicar al administrador que la hacienda debía pagar una contribución de guerra de 100.000 soles, lo que no acepta cancelar el administrador que era hijo del señor Derteano. El día 13 el administrador hace presente que está imposibilitado de entregar esa cantidad de dinero en vista de un decreto que le ha enviado el señor Piérola, que reproducimos:
El comandante Lynch, considerando que ese territorio del Perú estaba sometido a la ley marcial y en consecuencia tenía sobre él derecho la autoridad militar chilena, conforme a los usos de la guerra, dispuso se tratase la propiedad de Derteano con los rigores correspondientes y en cumplimiento a la disposición superior el comandante del Colchagua hace destruir maquinarias, edificios y pone en libertad a los chinos esclavos que trabajaban la hacienda, que desde ese momento le dan a Lynch, que hablaba el cantonés, el tratamiento de «El Príncipe Rojo».
Entre tanto, había fondeado en Chimbote la corbeta O'Higgins al mando del capitán de fragata Manuel Orella conforme lo dispuesto por el almirante. Dicho capitán informó que en el puerto de Supe poco al sur de Chimbote, existía una importante carga. Al puerto de Supe se dirigió un transporte con el regimiento Buin que se apodera de 7 mil rifles que se llevaban al interior a la hacienda de San Nicolás. En este lugar la fuerza chilena se incauta de 200.000 tiros a bala y destruye además casas y maquinarias.
Lynch autoriza a los extranjeros retirar sus pertenencias y ordena embarcar en los transportes azúcar y ganado.
En esos días la guerra adquiría graves caracteres, pues se había torpedeado en Chancay la cañonera Covadonga, barco que se fue a pique muriendo su comandante, algunos oficiales y tripulantes.
Desde Supe vuelve Lynch a Chimbote zarpando el 17 de septiembre con la expedición al puerto de Paita del departamento de Piura, en el extremo norte del Perú y a 500 millas del Callao. Antes de salir tuvo conocimiento de que el vapor inglés Islay de la Pacific Steam, llevaba carga para el gobierno peruano. El vapor fue registrado encontrándose 7.290.000 soles en papel moneda y 375.000 soles en estampillas; dineros y valores fueron requisados.
El 18 de septiembre, aniversario patrio, la expedición arribó a las islas «Lobos de Afuera», donde fueron destruidas las máquinas de carguío de guano, continuando enseguida a Paita, donde arribó el día 19.
Este puerto fue ocupado militarmente, imponiéndosele una contribución de 10.000 soles. Allí fue tomado el pequeño vapor Isluga.
Lynch ordenó destruir el material de ferrocarril de Paita al interior y como en Supe, dispuso no tocar los bienes de los extranjeros, a quienes reunió a fin de que le indicaran cuáles eran sus propiedades, manteniendo la política de no aplicar los rigores de la guerra a los neutrales.
Desde Paita, punto más septentrional de la expedición, Lynch zarpó con sus buques al puerto de Eten, del departamento de Lambayaque, que tenía gran producción de azúcar y algodón. Desde a bordo se hizo notificar al prefecto de la ciudad que debía cancelar una contribución de 150.000 soles en el plazo de 48 horas, y como esta autoridad se negara, ordenó desembarcar tropas. Ante la presión militar el prefecto y demás autoridades se retiraron de la ciudad.
Lynch con parte de sus fuerzas se dirigió al interior, imponiendo contribuciones al ferrocarril de Eten a Chiclayo y a las haciendas vecinas. En esta región tuvo serios problemas con los propietarios que traspasaban sus bienes a firmas norteamericanas, inglesas, francesas, etc., para protegerse con esos grandes países.
Lynch hacía estudiar cada caso por el secretario señor Carrasco Albano, y ajustándose a los informes expedidos de acuerdo con el Derecho Internacional, ordenaba la cancelación de los cupos de guerra, tomando resoluciones severas para los que no cumplían con sus órdenes y no dejándose intimidar por los representantes extranjeros que ayudaban a los peruanos, cualquiera que fuese su nacionalidad.
En el caso del ferrocarril y muelle de Eten, los peruanos habían vendido títulos y acciones a una firma británica y a un comerciante italiano. El ministro inglés, por esas circunstancias, envió una protesta al comandante en jefe por intermedio del capitán Paget de la corbeta de guerra Penguin, que fondeó para este objeto en Eten. En la comunicación, el diplomático observaba que existían intereses británicos en el ferrocarril y por consiguiente solicitaba respetar esas propiedades de extranjeros.
Estudiada la reclamación, Lynch contestó que el ferrocarril pertenecía a peruanos; a lo que replicó Paget que la transferencia se había efectuado antes de la ocupación. A ello respondió Lynch al ministro británico probando que el reclamo era erróneo. Reproducimos a continuación el oficio en cuestión, que nos mostrará las actitudes enérgicas y documentadas del jefe de la expedición:
Después del envío del oficio que precede, el comandante Lynch dirigió una similar comunicación al Ministro de Italia señor G. P.
Viviani, por lo cual probaba que ciudadanos peruanos habían vendido a última hora títulos y acciones del ferrocarril y muelle de Eten a otras personas entre las que se encontraba un ciudadano italiano, dando motivo por esta circunstancia a la reclamación del Ministro señor Viviani.
En ambos oficios el jefe chileno apoyó sus contestaciones en las leyes de pertenencia de bienes y en las del Derecho Internacional. A continuación reproducimos el oficio al señor Ministro de Italia:
El comandante Lynch con sus tropas, después de recorrer el departamento de Lambayeque, continuó al de Libertad, entrando a las haciendas de Ucupe y Gallati y enseguida a los pueblos de Guadalupe, San Pedro y Pascamayo, que pagaron sus contribuciones de guerra. El 16 de octubre las fuerzas chilenas llegaron al extenso valle de Chicama donde se encontraban tropas peruanas estimadas en 800 soldados al mando del coronel Adolfo Salmón, que simuló oponer resistencia, retirándose después al interior.
A las reclamaciones de los ministros de Gran Bretaña e Italia, se agregaron otras de representantes de grandes naciones que oponían resistencia a las actuaciones del jefe de la expedición chilena. Así se recibió en el cuartel de Lynch la reclamación del Ministro de Estados Unidos señor Christiancy. Además acompañaba una relación de las propiedades de súbditos de su país a fin de que quedaran eximidos de contribuciones.
Lynch ordenó investigar minuciosamente cada caso. Un reclamante del departamento de Lambayeque, el señor Grace, no tuvo razón, pues se le probó que las pertenencias que aparecían a su nombre eran del ciudadano peruano señor Vicente Alzamora.
Otra reclamación fue la del Ministro de Francia señor Vorges, sobre la hacienda de Puente y Palo Seco, que había sido hipotecada al ciudadano francés señor Dreyfus. Este señor, como veremos más adelante, mantuvo grandes negocios con el Perú.
Hubo otra reclamación en el valle de Chicama y en el de Pascamayo por pertenencias de la señora de Dreyfus. Todos los casos fueron estudiados por el Estado Mayor de Lynch, que daba su fallo con estrictez y justicia.
También se presentó el Ministro de Alemania, haciendo presente que la hacienda San Nicolás había sido traspasada al ciudadano alemán don Óscar Heeren, que residía en Lima; para los efectos del pago de contribuciones. Por esos días de octubre, Chile y Perú habían aceptado la mediación de los Estados Unidos de Norteamérica para llegar a un Tratado de paz.
Para el caso de no llegar a ningún acuerdo, Chile estudió la posibilidad de efectuar una expedición militar sobre Arequipa a fin de obligar al ejército Peruano, que tenía por base esa ciudad, a salir a combatir y con ello desviar la atención del objetivo de la fuerza principal.
Para esta operación se ordenó a Lynch fondear con sus transportes Angamos,Itata y Copiapó en el puerto de Quilca, a donde se arribó el 1.º de noviembre. Allí recibió instrucciones del Ministro de guerra en campaña señor Vergara de desembarcar tropas, las que se establecieron en tierra con gran dificultad.
Lynch informó al ministro de la imposibilidad de continuar con ese plan, recibiendo una nueva orden de Vergara de anular el plan y de dirigirse al puerto de Arica, lo que ejecuta fondeando en esa rada el 11 de noviembre.
En Arica el comandante Lynch dio término a su difícil expedición que realizó con gran éxito, demostrando no sólo ser un notable guerrero, sino que también un hábil político con un sentido práctico de la parte económica del conflicto. Ayudó dicho jefe al gobierno entregando importantes sumas de dinero y especies que traía en sus naves, y que eran de alto valor para que el Estado prosiguiera con mayores medios las campañas que estaban ya planeadas. Lynch dispuso la entrega oficial de lo obtenido por su expedición. Para ello nombró una comisión compuesta de los comandantes de regimientos, comandantes de buques y de su secretario; la que con arreglo a un minucioso inventario hizo entrega a la Comisaría General de los dineros y especies que se tenían a bordo.
Extractamos un resumen general de aquellos bienes que pasaron al Estado:
Contribuciones a los Ferrocarriles de Eten y Pascamayo a diversas ciudades y haciendas (en libras peruanas) | 29.050 | |
Contribuciones a ciudades y haciendas (en soles de plata) | 11.428 | |
Billetes extraídos al vapor Islay (en soles) | 7.290.000 | |
Estampillas extraídas al vapor Islay (en soles) | 375.000 |
Además de estos valores fueron traídas en los transportes como contribuciones en las haciendas, grandes cantidades de azúcar y algodón, principalmente.
Con esta última diligencia el comandante Patricio Lynch puso término a su expedición al norte del Perú y por orden del Ministro en campaña y la conformidad del general del ejército, pasó inmediatamente con sus tropas a incrementar el ejército.
Éste es el punto de partida en una nueva comisión con fuerzas de tierra para este capitán de navío, que ya destacaba entre los hombres de armas más prestigiosos de su época.
El capitán de navío Patricio Lynch, el 12 de noviembre de 1880 pasaba con su fuerza militar a integrar el ejército que al mando del general Baquedano estaba listo para la campaña a Lima por el fracaso de las Conferencias de Paz, que se realizaron en Arica los días 22, 25 y 27 de octubre y que se venían negociando desde julio de 1880.
Es importante tener presente que aquellas importantes reuniones internacionales se verificaron a bordo de la corbeta de los Estados Unidos Lackawana, con la mediación de ese país.
Representaron a Chile el Ministro de Guerra don José Francisco Vergara, don Eusebio Lillo, don Eulogio Altamirano y como secretario don Domingo Gana. El Perú estuvo representado por don Antonio Arenas, don Aurelio García y García y de secretario don Mariano Valcárcel. Representaron a Bolivia don Mariano Baptista y secretario don Avelino Aramayo. Presidió las conferencias el Ministro de los EE. UU. en Chile don Thomas A. Osborn, integrando la comisión el Ministro de EE. UU. en el Perú don Isaac Christiancy y el Ministro de EE. UU. en Bolivia, general Carlos Adams.
La Asamblea comenzó con auspicios de paz, expresados por el Ministro Osborn al abrir la primera sesión, declarando que los anhelos de su país eran el establecimiento de una paz duradera y honrosa entre los países beligerantes.
Los delegados de Chile presentaron una minuta con las siguientes proposiciones, que es de importancia reproducir por la relación que tienen con hechos futuros que relataremos más adelante.
1.º: Cesión a Chile de los territorios del Perú y Bolivia que se extienden al sur de Quebrada de Camarones y al oeste de la línea que en la cordillera de los Andes separa al Perú de Bolivia hasta la Quebrada de la Chacarilla y al oeste también de una línea que desde este punto se prolonga hasta tocar en la frontera argentina, pasando por el centro del lago Ascotan.
2.º: Pago a Chile por el Perú y Bolivia, solidariamente de la suma de veinte millones de pesos, de los cuales cuatro serán cubiertos al contado.
3.º: Devolución de las propiedades que han sido despojados las empresas y ciudadanos chilenos en el Perú y Bolivia.
4.º: Devolución del transporte Rímac.
5.º: Abrogación del Tratado Secreto celebrado entre el Perú y Bolivia en el año 1873; dejando sin efecto alguno las gestiones practicadas para procurar formar una Confederación entre ambas repúblicas.
6.º: Retención por parte de Chile de los territorios de Moquegua, Tacna y Arica, que ocupan las armas chilenas hasta tanto se haya dado cumplimiento a las obligaciones a que se refieren las condiciones anteriores.
7.º: Obligación por parte del Perú de no artillar el puerto de Arica cuando le sea entregado, ni en ningún tiempo, y compromiso de que en lo sucesivo será puerto comercial.
Las instrucciones que tenían los delegados del Perú y Bolivia eran las siguientes:
1.º: La desocupación inmediata del territorio del Perú y Bolivia, ocupado por Chile y la reposición de las cosas al estado en que se hallaban el 14 de febrero del año anterior.
2.º: La entrega de nuestras naves de guerra el Huáscar y la Pilcomayo.
3.º: Indemnización de los daños causados por Chile y de los gastos que nos ha ocasionado una guerra temerariamente injusta por su parte.
Chile, en las Conferencias, pidió los territorios hasta la Quebrada de Camarones, en compensación a los inmensos sacrificios de la guerra.
Perú propuso el «Arbitraje» por los Estados Unidos, posición que fue rechazada por los delegados chilenos.
Argentina quiso impedir la anexión de Tarapacá y se puso en contacto con el Brasil, país que no aceptó inmiscuirse en el conflicto, prefiriendo mantener su amistad con Chile.
En resumen, no se llegó a acuerdos en las Conferencias de Arica, dejándose de este hecho constancia en el Acta final que firmaron los delegados, en la que se estampó lo siguiente:
El fracaso de las Conferencias de Arica reafirmó en el gobierno el propósito de realizar la campaña sobre Lima.
Para este objeto se ordenó el alistamiento del ejército, agregándole, como ya hemos escrito, los cuerpos de la Expedición del capitán Lynch, a quien se le nombraba jefe de la I brigada de la I división por su sobresaliente actuación en el mando de fuerzas de tierra.
Los aprestos por la nueva campaña fueron activísimos, pues se sabía que Piérola formaba un poderoso ejército en la inmediaciones de la capital, atrincherado en las líneas fortificadas de Chorrillos y Miraflores. El general Baquedano, con alto sentido estratégico, era partidario de operar sobre Lima. Había dicho después de las batallas de Tacna y Arica, que había que combatir aquella fuerza antes que fuese imposible destruirla.
Lynch había expresado similar concepto, en carta al Presidente Pinto:
«O marchamos sobre Lima con el grueso del ejército o nos quedamos en statu quo» |
Para la nueva campaña, Chile movilizó todas sus reservas, convirtiéndose conforme a la noción de la guerra moderna en una «nación en armas».
El ministro Vergara y el general Baquedano trabajaron intensamente en la organización, preparación y apertrechamiento del ejército, que quedó formado por 3 divisiones, cada una con 2 brigadas, más la artillería y caballería dependientes del Cuartel General. Completaban la fuerza los servicios de amunicionamiento, abastecimiento, intendencia, sanidad y religioso.
A comienzos de noviembre, el ejército se componía de 27.042 soldados, de los cuales 23.531 eran de infantería, 1.940 de artillería y 1571 de caballería.
El Perú, desde junio alistaba su ejército bajo las inmediatas órdenes del general Piérola, quien puso todas sus energías en su preparación. Para incrementarlo dispuso que todos los peruanos entre 16 y 60 años debían acudir a los cuarteles en cumplimiento de la Ley de Movilización. Así se pudo organizar un ejército de 10 divisiones de infantería, aparte de las brigadas de artillería y caballería. Se destinaron artilleros especiales para las fortificaciones que cubrían las defensas de Chorrillos y Miraflores. Se encargaron a Europa cañones y material bélico moderno por intermedio de la firma Dreyfus, con la cual Piérola subscribió un contrato, como veremos más adelante.
A comienzos de diciembre, Piérola ordenaba el entrenamiento intensivo del ejército y de la reserva, que ya tenía un alto grado de preparación. El entusiasmo de los peruanos para servir y defender su patria, es digno de mencionarse, pues acudieron rápidamente a las filas jóvenes de todas las clases sociales.
La directiva militar de esa nación tomaba la estrategia defensiva, mientras que el alto comando chileno preparaba la ofensiva, debiendo para ello transportarse el ejército por mar y desembarcarlo en las proximidades de la capital, donde se encontraba el ejército adversario, que era el objetivo militar.
A fin de concretar las operaciones del ejército, el 6 de noviembre se realizó en Tacna un Consejo de Guerra presidido por el general en jefe, general Baquedano, al que asisten el ministro Vergara, los jefes de división generales Villagrán y Sotomayor, y el coronel Lagos; el ministro don Eulogio Altamirano, el secretario general don Máximo Lira, el jefe del Estado Mayor general Marcos Maturana y el secretario del ministro don Eusebio Lillo.
El Consejo aceptó el plan de Baquedano de enviar sobre Lima el ejército dividido en dos secciones: una que desembarcaría en el puerto de Pisco y avanzaría al norte por tierra para esperar la otra parte, que desembarcaría en alguna caleta próxima al valle de Lurín, que sería el campamento del ejército.
A continuación se entregaron las siguientes instrucciones al jefe de la primera división designada para desembarcar en Pisco, y que era el general José Antonio Villagrán:
El cumplimiento a las órdenes del general en jefe, el viernes 12 de noviembre comienza el embarque en los transportes de las tropas de la I división, con la I brigada, que mandaba el coronel Patricio Lynch, grado del ejército equivalente al de capitán de navío, y que es por el que se le designa en las órdenes del general en jefe.
Dicha brigada se componía de los siguientes cuerpos:
Regimiento 2.º de Línea, 940 hombres al mando del teniente coronel E. del Canto; Regimiento Atacama, 1.139 hombres al mando del teniente coronel J. Martínez; Regimiento Talca, 1.156 hombres al mando del teniente coronel Silvestre Urízar; Regimiento Colchagua, 825 hombres al mando del teniente coronel Manuel G. Soffia.
El 15 de noviembre, a las 2 p. m., ante la expectación del ministro Vergara, del general Baquedano, altos jefes, tropas y numeroso público, zarpaba de Arica el convoy de 8 transportes a vapor, 7 buques a vela, que llevaba la primera división a Pisco.
Escoltaba el convoy la corbetaO'Higgins al mando del capitán de fragata Jorge Montt. Para el desembarque se llevaban remolcadores, lanchas planas que eran abarloadas a los transportes.
Cuando se realizaba el embarque de las tropas, los jefes respectivos leyeron a sus unidades la siguiente proclama del general en jefe:
Conforme al plan estratégico, la I división constituía la vanguardia que debía proteger el desembarco del grueso del ejército.
Al respecto agregaremos que fue una medida de seguridad que estuvo conforme a las experiencias en los desembarcos militares.
El ministro Vergara, deseoso de participar en las operaciones de la I división, se embarcó en la expedición acompañado de su secretario.
El general Villagrán expidió una patriótica proclama que fue leída a sus soldados al día siguiente de la partida y que reproducimos a continuación:
Con las primeras luces de la mañana del día 19, el convoy comienza a entrar en la bahía de Paracas siguiendo órdenes del comandante Viel, de la Chacabuco. Al fondear se envía a tierra una compañía de la Artillería de Marina al mando del capitán Juan Rojo, quien con sus soldados en despliegue de combate se dirige a Pisco. A continuación desembarca la artillería con sus amunicionamientos. El general Villagrán hace llegar al comandante militar coronel Zamudio, por intermedio del teniente de marina Adolfo Rodríguez, un oficio requiriendo la entrega de la plaza y evitar con ello derramamientos de sangre. El coronel, que tenía 6 batallones de infantería y dos de caballería, contestó:
El jefe de la división ordenó el desembarque de todas las fuerzas y marchó sobre Pisco, entrando a esta plaza el día 20. Dispuso izar el pabellón nacional en los edificios públicos y cuarteles.
Por su parte, el ministro Vergara comenzó a efectuar algunos reconocimientos con tropas de caballería, embarcándose de regreso a Arica el 2 de diciembre.
Cumpliendo órdenes del general en jefe, la I brigada de la II división que mandaba el coronel José Fco. Gana, fue embarcada en Arica con rumbo a Pisco a fin de reforzar la I división. Esta fuerza se componía del regimiento Buin, del Esmeralda y del Chillán, más la artillería y servicios auxiliares.
Dicha brigada llevaba 1665 jefes y oficiales; 3,337 soldados y 12 cañones. Desembarcó sin novedad el 1.º de diciembre.
El general Villagrán extendió su ocupación militar a la ciudad de Ica, que estaba unida por ferrocarril con el puerto de Pisco.
Mientras operaba la I división, el grueso alistaba para embarcarse en Arica y desembarcar en alguna caleta próxima a Lurín, que era el punto escogido para la concentración del ejército, antes del ataque al enemigo.
El general en jefe dispuso realizar un Consejo de Guerra el 7 de diciembre a fin de dar a conocer el plan de operaciones, ya estudiado y puesto en conocimiento del gobierno y que era el siguiente:
El plan fue aprobado por los altos jefes con el voto en contra del ministro Vergara, que tenía el plan de desembarcar en Ancón y atacar Lima por el norte, en caso de que Piérola hiciera avanzar su ejército al sur.
Conforme al plan aprobado por el alto comando, el general Baquedano envió las siguientes instrucciones al general Villagrán:
El general Villagrán con fecha 10 de diciembre contestó en los siguientes términos el oficio del general en jefe:
El general Baquedano quedó profundamente contrariado por la inoportuna contestación del general Villagrán y de acuerdo con el ministro en campaña dispuso lo siguiente:
a) Que la I brigada de la II división se embarque en Pisco, en el convoy con el resto del ejército.
) Que regrese a Pisco el general Villagrán con la II brigada de su división.
c) Que siga adelante la I brigada al mando de su jefe el coronel Lynch en demanda de Chilca, a proteger el desembarco del grueso del ejército.
En consecuencia, se entregó a Lynch una tarea de guerra difícil, conociendo sus grandes aptitudes militares, que lo llevaban a cumplir misiones por complicadas que fueran.
El ministro y el general en jefe sabían que llegarían a su destino, venciendo las dificultades propias de la campaña.
Fue así como inició Lynch el 17 de diciembre su marcha con su brigada, para recorrer 300 kilómetros en desiertos y arenales, desprovistos de agua, que entorpecería con esta falta el trayecto de su fuerza.
Entre las primeras disposiciones ordenó marchas de una hora y descanso, para no desgastar las tropas. Previó el ataque del enemigo, pues tenía conocimiento de que Piérola había destacado al coronel Sevilla con el regimiento Cazadores del Rímac, para resguardar el camino de Pisco a Lurín. Al fin de no ser sorprendido, dispuso marchase a la vanguardia el regimiento Granaderos al mando de su comandante el teniente coronel Tomás Yávar.
Las fuerzas chilenas avanzaron por la senda cercana a la costa, ocupando el comandante Yávar Tambo de Mora, donde Lynch llega después con el grueso de sus tropas que acampan a la orilla del río San Juan.
Desde Tambo de Mora, la brigada continúa a Jaguay y desde allí al valle de Cañete atravesando el desierto. Para que el agua no escasease se llevaban carretones y mulas con barriles.
En esta parte de la marcha, el comandante Yávar informó que durante la noche había cambiado un tiroteo con el enemigo, Lynch aprecia que son montoneros y dispone sean atacados por el batallón de Artillería de Marina, que se le había agregado a su brigada antes de salir de Pisco. Se produce un pequeño combate con las fuerzas del coronel Sevilla, que después se retiran del campo.
La brigada continúa adelante, ocupando villa Cañete, que es la capital de la provincia, a orillas del río de su nombre, que riega esa zona. Allí las tropas tuvieron descanso, continuando después a la costa a un lugar llamado «Cerro Azul» que tenía muelles, bodegas y telégrafo. En el trayecto la brigada pasó por la hacienda de Montalván, que obsequió el Perú al prócer Bernardo O'Higgins, durante la independencia, como premio a su intervención, al enviar la Expedición Libertadora. Lynch dispuso se rindiera allí un homenaje al Padre de la Patria.
De Cerro Azul, la brigada penetra en otro desierto arenoso y sin agua, donde era casi imposible esquivar el ardiente sol, recorriendo el trayecto de 50 kilómetros con descansos más periódicos para refrescar las tropas. Llegó al pequeño pueblo de Asia a las 9:30 a. m. del 22 de diciembre, donde se encuentra un pozo de agua, que fue utilizado por las fuerza chilena.
La nueva travesía es hacia Mala, que es un pequeño valle en esa zona. El camino pasa por cerros tupidos de cañaverales, donde se ocultan tropas del coronel Sevilla y una montonera del coronel Joaquín Retes, que hace fuego sobre la vanguardia de Yávar, que iba 4 leguas adelante de Lynch. El enemigo es combatido enérgicamente y obligado a retirarse. La brigada continúa adelante, pasando por Bujama, desde donde sale al amanecer del día 23. Lynch, previniendo nuevos ataques de Sevilla, lleva desplegada una compañía de la Artillería de Marina que sostiene tiroteo con el enemigo oculto. Llega a Mala a las 9:30 a. m., deteniéndose allí por 20 minutos y continúa a San Antonio. En el trayecto recibe una comunicación del general en jefe, recomendando se dirija a Curacayo, caleta que queda cuatro leguas al norte de Chilca.
Para llegar al pequeño pueblo de San Antonio, es necesario pasar el río Mala y tomar después un camino angosto y lleno de vegetación.
La brigada marcha con protección en la vanguardia y en la retaguardia por tropas del 2.º de Línea que reciben el fuego del enemigo.
Después de San Antonio, la brigada sigue a Rinconada, donde existe abastecimiento de agua y víveres para las tropas y forraje para el ganado. Al amanecer del 24, sale al norte pasando a las 9:30 por caleta Chilca, que saluda a las tropas con repiques de campana de la pequeña iglesia entrando al amanecer a caleta Curayaco, donde se efectúa el desembarco del grueso del ejército y punto donde pudo llegar el 22, si no hubiesen existido las dificultades con el jefe de la I división, que motivaron la salida de Lynch para el día 17.
Finalmente la brigada siguió a Lurín llegando a ese campamento en la tarde del 25 de diciembre, recibiendo el saludo de los batallones formados, tocando sus bandas de músicos dianas en homenaje a las tropas que entraban después de haber efectuado la difícil marcha desde Pisco.
La ardua comisión se había efectuado sin contratiempos de importancia. No hubo bajas por enfermedades, tampoco quedaron rezagados. Hubo dos muertos en las acciones contra el enemigo.
Lynch salió airoso de esta nueva prueba de su capacidad militar, elevando aún más su prestigio de hombre de guerra, que fue reconocido por el ministro Vergara y por el general Baquedano.
Debido a la situación producida con el jefe de la I división general Villagrán, el Ministro de Guerra en campaña, en virtud de sus atribuciones y de acuerdo con el general en jefe, nombró al coronel Patricio Lynch, jefe de la I división del ejército y al coronel Juan Martínez, jefe de la I brigada de dicha división.
Lynch por sus méritos ascendía a un alto mando en el ejército que se preparaba para la gran batalla contra el ejército adversario parapetado en la línea defensiva de Chorrillos.
Aparte de los estragos de los fuertes y buques, las turbas incendiaron las casas y saquearon los almacenes. Muchos desmanes fueron impedidos por los extranjeros que se organizaron ayudados por el cuerpo de bomberos, de modo que la llegada de la I división fue salvadora para el puerto, donde fue impuesto el orden.
En el campamento de Lurín, con fecha 25 de diciembre, el general Baquedano por la «orden al día», daba a conocer al ejército el nombramiento del coronel Patricio Lynch como jefe de la I división; y al coronel Juan Martínez, como comandante de la I brigada de la I división.
El grueso del ejército había partido de Arica embarcado en un convoy de 14 naves a vapor y 15 a vela, escoltado por la escuadra del contraalmirante Riveros.
El convoy pasó por bahía Paracas para embarcar la I brigada de la II división que estaba en Pisco; días después era transportada al norte la II brigada de la I división por otro convoy que pasó por Paracas.
El primer convoy se pone en movimiento el 20 de diciembre en medio de un gran entusiasmo de las tropas, que escuchan emocionadas la canción nacional ejecutada por las bandas de los regimientos, mientras maniobraban los barcos.
La corta navegación de Pisco a Chilca se hace sin novedad, fondeando los buques en dicha caleta el día 21. Como el reconocimiento marítimo de la costa estableciera que era mejor efectuar el desembarco en caleta Curayaco, allí convergen las naves, desembarcándose la artillería en caleta Pescadores, al norte de Curayaco y más cercana a Lurín.
La operación comenzó el día 22, quedando rápidamente en tierra la I brigada de la II división mandada por el coronel Gana, que con 3.500 hombres fue designada para tomar posesión del valle de Lurín, que está a 30 kilómetros al sur de Lima, y que antes había sido reconocido por fuerzas de caballería al mando del teniente coronel Ambrosio Letelier.
En cuatro días la escuadra colocaba en tierra el grueso del ejército con todo su ganado, bagaje y servicios auxiliares, en una operación estudiada en sus menores detalles y realizada sin ningún accidente, todo lo cual demostró una notable acción naval, dirigida por el almirante Riveros y jefes que lo secundaron.
Terminado el desembarque, todo el ejército se concentraba en Lurín, y alrededores donde se establecen campamentos. El valle proporciona víveres, agua, forraje, etc. Baquedano quedó satisfecho de esta importante operación sin que opusiera resistencia el enemigo.
El cuartel general se instala en las casas de la hacienda San Pedro y el Estado Mayor en el edificio fiscal de la plaza del pueblo de Lurín.
El ejército de operaciones quedó organizado en Lurín de acuerdo con la siguiente distribución:
General en Jefe: General de división Manuel Baquedano; Jefe del Estado Mayor General, general de brigada Marcos Maturana.
I División: Jefe, coronel Patricio Lynch; Jefe de Estado Mayor, coronel Gregorio Urrutia; I Brigada: Jefe, coronel Juan Martínez, regimiento 2.º de Línea, Regimiento Atacama, Regimiento Colchagua, Regimiento Talca, Batallón Melipilla; II Brigada: Jefe coronel Domingo Amunátegui; Regimiento de Artillería de Marina, Regimiento 4.º de Línea, Regimiento Chacabuco, Regimiento Coquimbo, Batallón Quillota.
II División: Jefe, general de brigada Emilio Sotomayor; Jefe de Estado Mayor, teniente coronel Baldomero Dublé Almeyda. I Brigada: Jefe, coronel José Fco. Gana; Regimiento Buin, Regimiento Esmeralda, Regimiento Chillán. II Brigada: Jefe, coronel Orozimbo Barbosa; Regimiento Lautaro, Regimiento Curicó, Batallón Victoria.
III División: Jefe, coronel Pedro Lagos; Jefe de Estado Mayor, teniente coronel Eustaquio Gorostiaga. I Brigada: Jefe, coronel Martiniano Urriola; Batallón Cívico, Regimiento Aconcagua. II Brigada: Jefe, teniente coronel Francisco Barceló; Regimiento Santiago, Batallón Bulnes, Batallón Caupolicán, Regimiento Concepción.
Reserva general: Jefe, teniente coronel Arístides Martínez; Regimiento 3.º de Línea, Regimiento Zapadores, Regimiento Valparaíso. Artillería: Comandante General, coronel José Velázquez.
Artillería de la I división: Jefe, teniente coronel José de la C. Salvo. Artillería de la II división: Jefe, teniente coronel José M. Novoa. Artillería de la III división: Jefe, teniente coronel Carlos Wood.
Caballería de la I división, Regimiento Granaderos: Jefe, teniente coronel T. Yávar. Caballería de la II división, Regimiento Cazadores: Jefe, teniente coronel P. Soto Aguilar. caballería de la III división, regimiento Carabineros de Yungay: Jefe, teniente coronel Manuel Bulnes.
En resumen, el ejército se componía de la siguiente fuerza: 5 generales, 136 jefes, 1.067 oficiales y 25.566 soldados. Completaban el ejército los Servicios de Sanidad, Intendencia, Contabilidad y Religioso. El Servicio de Sanidad estaba dirigido por el médico-cirujano Dr. Ramón Allende Padin, y lo completaban 3 ambulancias una en cada división.
El ejército del Perú, incluyendo las tropas en las fortificaciones, era aproximadamente el 1.º de enero de 1881 el siguiente: Generalísimo con el mando supremo de la nación general Nicolás de Piérola.
I Cuerpo de Ejército: Jefe, coronel Miguel Iglesias. I división, coronel Mariano Noriega (jefe); II división, coronel Manuel Cano (jefe); III división, coronel Pablo Arguedas (jefe).
II Cuerpo de Ejército: Jefe, coronel Belisario Suárez. I División, jefe, coronel Buenaventura Aguirre; II división, jefe, coronel Benigno Cano.
III Cuerpo de Ejército: Jefe, coronel Justo Pastor Dávila. I División, jefe, coronel César Canevaro; II división jefe, coronel Fabián Merino.
IV Cuerpo de Ejército: Jefe, coronel Andrés A. Cáceres. I división, jefe, coronel Domingo Ayarza; II división, jefe, coronel Manuel Perina; III división, jefe, coronel Lorenzo Iglesias.
División Volante: compuesta de 3 batallones de infantería. Artillería: 2 brigadas y un regimiento. Caballería: 2 brigadas y un escuadrón escolta.
Reserva: se componía de 2 cuerpos de ejército de 2 divisiones cada cuerpo.
Total general:
Infantería | ............................. | 21.100 |
Artillería | ............................. | 1.000 |
Caballería | ............................. | 737 |
22.837 | ||
Fortificaciones | ............................. | 3.227 |
26.064 |
En el campamento de Lurín, el general Baquedano con los jefes de divisiones Sotomayor, Lynch y Lagos, trabajan asiduamente en la preparación del ejército para la inminente batalla.
El general en jefe, dispone, como principal medida, el reconocimiento de las posiciones del ejército adversario, enviando a los diferentes frentes fuerzas de caballería, infantería y artillería que deben informar de sus observaciones al cuartel general.
Hacia el norte se destacan tropas de caballería, al mando del teniente coronel Ambrosio Letelier y del mayor Manuel Rodríguez, que informa de la presencia de masas del ejército en el Morro Solar y cerros vecinos próximos a San Juan.
El coronel Lagos se interna con su división hacia el caserío de la hacienda Villa. El coronel Barbosa avanza hacia la quebrada del Manzano, que se encuentra al interior del río Lurín. Para esta operación lleva 3 compañías del regimiento 31 de línea, el batallón Lautaro, el Victoria, una brigada de artillería y un escuadrón de caballería de Carabineros de Yungay. Con sus fuerzas, Barbosa cierra el paso al norte del regimiento peruano Cazadores de Rímac, que viene al mando del coronel Sevilla y que, como hemos escrito había interferido en varios puntos la marcha de la brigada Lynch.
Las tropas peruanas después de combatir se retiran, dejando prisionero al coronel Sevilla, 12 oficiales y sobre 100 soldados; así también gran número de armas y caballada.
Así como se estudiaban las posiciones adversarias desde tierra, también desde el mar se buscaban mayores informaciones.
Para ello se embarcaron Lynch y Lagos en la corbeta Magallanes, que navegó prudentemente lo más cerca de la costa. Ambos jefes reconocieron la existencia de fortificaciones en San Cristóbal al norte de Miraflores y en el Morro Solar, al sur de la bahía Chorrillos. Divisaron además los campamentos y las trincheras de dicho Morro. Al oeste de Chorrillos se constata la existencia de fortificaciones que, por su altura, son para atacar fuerzas marítimas. En Villa se comprueba que en sus proximidades hay campamentos de tropas. La Magallanes efectúa su navegación a 3.500 metros de la costa, apreciando que las fortificaciones de la cadena de cerros al sur de Chorrillos están al alcance de los cañones de la escuadra.
El almirante Riveros en persona observa las posiciones del enemigo en el vapor Toro, comprobando los informes de Lynch y Lagos.
El general Baquedano, acompañado del ministro Vergara, del general Sotomayor y de los coroneles Lynch y Lagos, efectúa el 6 de enero un importante reconocimiento hacia el norte, pasando por las cercanías de Villa y por el camino a San Juan, llegando a Lurín por el lado este. Al día siguiente el jefe de Estado Mayor, general Maturana, con oficiales de su dependencia, recorre el camino hacia la hacienda Santa Teresa, tomando sus ayudantes croquis de esa zona, reconociendo las fortificaciones de los cerros por el lado sur.
Baquedano no se cansa de ordenar el máximum de estudios del terreno, donde debe desarrollarse la acción, aunque sea combatiendo con fuerzas enemigas. Así dispone el reconocimiento del valle de Ate, que queda al este de Lima, para lo cual hubo de internar las fuerzas por el valle de Lurín. Esta operación fue encomendada al coronel Barbosa, de destacadas condiciones militares.
Llevó a sus órdenes 6 compañías del regimiento 3.º de Línea: una compañía montada del regimiento Buin, un escuadrón del regimiento de caballería Granaderos y cuatro piezas de artillería.
Salieron de Lurín el día 9, y tomando contacto con las avanzadas enemigas y después con mayores fuerzas, se desarrolló un singular combate. Éste fue un importante reconocimiento ofensivo que dio nuevos informes sobre las posiciones peruanas.
Los reconocimientos fueron finalizados el 10 de enero, permitiendo apreciar los siguientes puntos principales:
1.º: Que el enemigo ha abandonado la capital y ocupa una línea fortificada que apoya su ala derecha en Villa y su izquierda en Monterrico-Chico.
2.º: Que la parte más fortificada de la línea se halla entre Villa y San Juan, interceptando el acceso a Chorrillos.
3.º: Que el enemigo tiene un efectivo de 30.000 plazas, más o menos.
4.º: Que el ejército peruano se parapeta de día en día, con fosos y trincheras de sacos de arena para resguardar los puntos más accesibles y que ha sembrado el frente de sus líneas con enorme cantidad de minas automáticas, que estallan a la más ligera presión.
El día 11, el general en jefe reúne en su Cuartel General a los altos jefes para darles a conocer su plan de ataque. Asiste a la reunión el ministro de guerra en campaña señor Vergara. Baquedano expone que se ha decidido atacar de frente las posiciones enemigas, con el objetivo de romper la línea por Santa Teresa o San Juan, o por ambos puntos, a fin de tomar el puerto de Chorrillos.
A continuación expresa que el plan trazado corresponde:
1.º: Al reconocimiento del terreno ya estudiado.
2.º: A la seguridad de una retirada al sur sobre Lurín.
3.º: Al apoyo del flanco izquierdo por la escuadra.
4.º: A la extensa línea enemiga.
5.º: A las aptitudes de la tropa, en su mayoría con poca instrucción, lo cual dificulta las difíciles maniobras; en cambio puede atacar de frente con el valor que acostumbra.
Las consideraciones del general Baquedano, como también todas sus órdenes impartidas antes de la batalla, demuestran su preparación y su alto sentido militar. Además, prueban una organización eficiente del ejército y de sus mandos. Los jefes de división, de brigada, de los regimientos, evidenciaron una gran capacidad profesional, opinión que extendemos, contraria a la de algunos historiadores que tratan con severa crítica a los altos jefes. Es suficiente leer la historia militar para formarnos el juicio de que nuestro ejército estaba a la altura de los más aguerridos y mejor organizados de la época.
Durante la reunión el ministro Vergara expresó que en su opinión el éxito era más seguro llevando el ataque con un movimiento envolvente por el valle de Ate. El coronel Velázquez rebate lo expresado por el ministro, afirmando que el movimiento por el valle de Ate es sobre terrenos desconocidos y, por consiguiente, expuesto a sorpresas, perdiéndose al mismo tiempo el contacto con la escuadra. Explicó, además, que la columna por angostos caminos facilitaba el ataque del enemigo.
El general Baquedano terminó la reunión expresando que sentía estar en desacuerdo con el señor ministro, para llegar al objetivo común de tomar posesión de Lima y Callao, después del punto primordial que era la destrucción del ejército enemigo.
La mayor parte de los críticos militares han dejado constancia de la notable apreciación estratégica del general en jefe.
A continuación, Baquedano, durante la reunión, analizó la acción que correspondía a cada brigada, a cada cuerpo, para obtener el objetivo táctico, que era romper la línea peruana en Santa Teresa o San Juan.
A continuación explicaremos brevemente las posiciones del ejército del Perú.
Dicha fuerza ocupaba una larga línea fortificada de 16 kilómetros de extensión que comenzaba en Chorrillos en dirección al sur, siguiendo las alturas de la cadena de cerros variables entre 150 y 200 metros, encontrándose entre ellos el Morro Solar de 270 metros. A continuación, la línea fortificada sigue en dirección este, hacia el caserío de Villa y avanzando más hacia las alturas de Santa Teresa, que dejan un portezuelo que permite el paso a Chorrillos. Después la línea prácticamente toma dirección al norte, a los cerros de Pamplona, comprendiendo en el trazado las alturas de San Juan, que dejan otro portezuelo hacia Chorrillos.
La mayor defensa de la línea está en el Morro Solar, con cañones de 14 pulgadas (500 libras), que disparan sobre el mar. Además allí existían 3 baterías de 70 libras del tipo francés Parot, para disparar sobre tierra o el mar a 5.000 metros. Los cerros del sur, frente a Villa y los que colindan con los portezuelos de Santa Teresa y San Juan, tienen las mejores baterías con alcances de 3.500 a 4.000 metros.
Además de la artillería emplazada, están distribuidos en la línea fortificada 3 regimientos de artillería con 1.500 soldados, que accionan cañones de campaña y ametralladoras. Completa las defensas un sistema de minas automáticas para impedir la llegada del enemigo a las cercanías de los cerros.
Protegido y parapetado, como listo para actuar, se encontraba el ejército peruano distribuido en la línea defensiva por cuerpos. Así el I Cuerpo de ejército, al mando del coronel Iglesias, ocupa las posiciones desde Chorrillos hasta el portezuelo de Santa Teresa; él sigue el IV, al mando del coronel Cáceres, que comprende San Juan; a continuación el III, del coronel Dávila, que defiende hasta Pamplona. El II, del coronel Suárez, queda a retaguardia en la reserva. Aproximadamente cada cuerpo tiene 5.500 soldados de infantería y artillería:
En la tarde del 12 de enero de 1881, a las 4:30, los cornetas tocaban llamada, formándose los regimientos y batallones con indescriptible entusiasmo, demostrando los soldados el amor a la patria lejana, a la que se disponían a ofrendar sus vidas para obtener el triunfo de sus armas.
A las 5, comenzó el desfile de las tropas que tomaban el camino hacia el campo de batalla.
El general Baquedano, en su corcel de guerra, situado en la entrada sur del puente de fierro o de Bella Vista, acompañado de su Estado Mayor, despedía con su sable en alto a los regimientos que pasaban al son de las bandas, llevando la vista al venerado jefe.
Correspondió a la I división iniciar el desfile, llevando a la cabeza, montado a caballo, a su jefe, el coronel Patricio Lynch, que saludó con su espada al General en Jefe. Lo acompañaban el jefe de su Estado Mayor, coronel Urrutia, el jefe de la caballería divisionaria, teniente coronel Yávar y el jefe de la artillería, de la división, mayor Emilio Gana. A continuación desfila el coronel Juan Martínez con la I brigada, le seguía el coronel Amunátegui con la II brigada. Eran las 5:30 p. m. cuando la I división avanzaba hacia el campo de batalla por el camino de San Pedro que va hacia la hacienda Villa y al Portezuelo de Santa Teresa.
La II y III Divisiones atravesaron el río Lurín por un puente más al interior, por cuanto estas divisiones atacarían por la derecha de la I.
A las 2 de la mañana del 13 de enero llegan al punto de observación, cerro Observatorio, el Ministro de Guerra don José Fco. Vergara; el General en Jefe, general Baquedano; el general Maturana, Jefe del Estado Mayor; el general Saavedra, que era inspector general del ejército; además los ayudantes y secretarios y un escuadrón del regimiento Cazadores, que servía de escolta.
El generalísimo Piérola, en conocimiento de que el ejército chileno atacaría al amanecer, por la información de un soldado extraviado de la Ambulancia, puso en estado de alerta al ejército de su mando.
La escuadra del contraalmirante Riveros se había situado frente al Morro Solar y a una distancia próxima a 5.000 metros, manteniendo los buques sus cañones listos para disparar sobre el ala derecha peruana.
En la relación que escribimos, nos referiremos especialmente a la I división mandada por Lynch, que debió recorrer 14 kilómetros desde el puente a la línea enemiga que era su objetivo, y más exactamente a la zona de Villa y Santa Teresa.
Marchaba en la siguiente formación:
Brigada Martínez, primer escalón: regimientos 2.º de Línea y Colchagua; segundo escalón: regimientos Atacama y Talca.
Brigada Amunátegui; tercer escalón: regimientos 4.º de Línea y Chacabuco; cuarto escalón: regimiento Coquimbo y batallón Melipilla. A continuación marchaba la artillería del mayor Gana y el regimiento de Artillería de Marina.
A las doce de la noche, con ligera camanchaca, la división se encuentra a 5 kilómetros de las posiciones peruanas.
Se ordenó alto y descanso.
A las 12:30, el cuarto escalón al mando del teniente coronel José María Soto toma el camino de la izquierda para acercarse a la playa y atacar después por el sur las trincheras del Morro Solar. El resto de la división continuó hacia el noroeste deteniéndose a las 3:30 para un descanso, encontrándose a esa hora a 3 kilómetros de la línea enemiga. Se ordenó alistarse para el ataque final revisándose el armamento y las municiones. En esta posición los capellanes reconfortaban a los soldados. A las 3:45, se dispone la división para el ataque en la siguiente forma: a la derecha el 2.º de Línea en guerrillas llevando a la retaguardia al Colchagua; estas fuerzas del primer escalón deben atacar las fortificaciones de los cerros que ocultan el portezuelo de Santa Teresa; al centro, segundo escalón, llevando el Atacama en guerrillas, y el Talca a la retaguardia; a la izquierda el tercer escalón, llevando el 4.º de línea en guerrillas, y el Chacabuco en la retaguardia. A las 4 de la mañana la I división está ya a 2 kilómetros del enemigo. Pocos después la artillería peruana del I cuerpo de Iglesias, en la semi obscuridad, rompe el fuego sobre los chilenos. La camanchaca comienza a bajar.
Lynch impertérrito, ordena no contestar el fuego y sigue con su división avanzando hacia los cerros de Santa Teresa, donde va llegando con exactitud cronométrica. Aproximadamente a las 4:45 ordenó a la artillería del mayor Gana disparar sobre las baterías que protegían el portezuelo de Santa Teresa.
Los escalones desplegados para el combate continúan avanzando, estrechando minuto a minuto la distancia. Los soldados serenamente en sus puestos sin disparar un tiro, a pesar de que la infantería peruana ya había abierto el fuego y comenzaban a estallar las minas colocadas antes del acceso a los cerros. Por fin a las 4:50 de la mañana, conforme anotó el teniente de marina Alberto Silva Palma, que era ayudante de Lynch, y teniendo la infantería enemiga a 300 metros de distancia; Lynch ordenó romper el fuego a los cuerpos de la izquierda del tercer escalón, que eran el 4.º de Línea y el Chacabuco. Continuaron el fuego el 2.º escalón y después el primer escalón con los regimientos 2.º de línea y Colchagua, quedando aproximadamente a las 5 de la mañana toda la I división empeñada en combate con gran ímpetu sobre la infantería enemiga. La división Lynch inició la batalla.
A estas horas de la mañana, en plena aurora a lo lejos se dibujaban las siluetas de los blindados Blanco Encalada y Cochrane, que abrieron sus fuegos con los cañones de grueso calibre sobre las baterías del Morro Solar; después debieron suspenderlo a pedido de Lynch para evitar que las granadas cayesen encima de las tropas de la I división.
A las 5:30 de la mañana se estaban terminando las municiones de la I división; requiriéndose además los refuerzos para continuar el combate. Esta situación fue comunicada al General en Jefe.
Antes de que llegara el pedido de Lynch, Baquedano que había observado el despliegue de la I división, ordenó avanzar la Reserva del teniente Coronel Arístides Martínez, compuesta de los regimientos 3.º de Línea, Zapadores y Valparaíso, que entraron a apoyar la I división.
En Valparaíso reforzó el centro de la brigada Juan Martínez, quien con tres regimientos con bayoneta calada asciende a las alturas que tenía al frente, tomando las trincheras peruanas. Zapadores refuerza la brigada Amunátegui de la izquierda y toma las fortificaciones de los cerros de Santa Teresa. El 3.º de Línea refuerza la derecha asaltando con gran tesón las trincheras de las alturas llamadas «Las Canteras».
Eran las 8 de la mañana cuando la I división al mando de Lynch, con la Reserva, desalojaban de sus posiciones al enemigo, rompiendo la línea peruana en Santa Teresa, conforme era el plan de batalla.
Tomadas las trincheras de esa zona donde se encontraba el cuartel general peruano, el jefe del primer cuerpo, coronel Iglesias, ordenó como último recurso resistir a la infantería; mas como el empuje chileno era irresistible, tuvo que retirar sus tropas hacia el Morro Solar.
El cuarto escalón compuesto por el regimiento Coquimbo y el batallón Melipilla que había tomado el camino de la costa fue apoyado en su avance cerca de la playa por el fuego de una ametralladora, que disparaba en medio de la obscuridad al enemigo desde una lancha a vapor del blindado Blanco Encalada, y que era mandada por el valeroso teniente de marina Avelino Rodríguez, llevando como ayudante al aspirante Luis Adán Molina. El apoyo que recibieron desde el mar el escalón de tierra, le permitió marchar decididamente hacia el objetivo del Morro Solar para atacar las defensas por el lado sur. (Historia de la Guerra del Pacífico, por Luis Adán Molina).
Casi simultáneamente con la entrada de la reserva del comandante Arístides Martínez en apoyo de la I división, llegaba a la línea de batalla la II división desplegando en guerrillas la brigada del coronel José Fco. Gana con los regimientos Buin, Chillán y Esmeralda. Esta fuerza atacó con energía a las tropas que defendían los cerros del portezuelo de San Juan pertenecientes al IV cuerpo de ejército del coronel Cáceres. Aproximadamente a las 8 de la mañana la II división, con parte de la III, rompía la línea enemiga en San Juan.
En este ataque tuvo destacada actuación la brigada Barbosa desplegada a la derecha de la de Gana con el regimiento Lautaro, Curicó y el batallón Victoria. El despliegue del Buin fue impresionante, pues avanzaron los soldados como si fueran formados en una parada, para romper el fuego con notable valor.
Otra parte de la III división atacó enérgicamente las defensas de los cerros de Pamplona que quedan al norte de San Juan; derrotando así al cuerpo de ejército del coronel Dávila que se retiró hacia Chorrillos.
El general Baquedano con su Estado Mayor había avanzado a través del portezuelo de San Juan colocándose en la planicie llamada La Poblada, desde donde continuó dirigiendo la batalla. Observando que las tropas enemigas se dirigían hacia Chorrillos, ordenó cargar a la caballería, acción que ejecutan los regimientos Granaderos y Carabineros de Yungay, en famosa carga a filo de sable, muriendo en ella el valeroso comandante Yávar al frente de sus granaderos.
El general en jefe apreció la situación ordenando rehacer todas las tropas de las divisiones. A continuación entregó a Lynch la difícil tarea de desalojar con su división al enemigo del Morro Solar. Sin duda era una prueba más para el inmutable jefe que había actuado notablemente en la primera parte de la batalla. A las 9 de la mañana la I división se dirige por el lado oriental hacia el Morro desplegándose el 2º de Línea y el Colchagua por la derecha; el Atacama y el Talca por el centro y el 4.º de Línea y el Chacabuco por la izquierda.
Las tropas chilenas con bayoneta calada combaten cuerpo a cuerpo contra la infantería peruana desplegada en las laderas de los cerros y que desesperadamente trataba de impedir el avance de la I división. Hubo momentos difíciles, ya que el enemigo estaba apoyado por el fuego de las baterías. En esta situación llegaron a reforzar a Lynch, el coronel Barbosa con su brigada, el coronel lagos de la III división con la brigada Barceló y la Reserva del comandante Martínez. Estos jefes actuaron con iniciativa, cumpliendo además órdenes del General en Jefe que observaba detenidamente el ataque sobre el Morro Solar. Al mismo tiempo que la infantería chilena combatía con la infantería peruana, la artillería divisionaria del mayor Gana y la artillería del coronel Velázquez precisaban sus fuegos sobre el Morro Solar. A las 10:30 de la mañana Lynch con el apoyo de los regimientos nombrados ordenó el ataque general contra los defensores del Morro.
Mientras se llevaba el ataque por el lado oriental, que hemos descrito, por el lado sur después de pasar entre dos cerros, el cuarto escalón del comandante Soto desplegado en guerrillas ascendía hacia el Morro Solar, llevando las tropas bayoneta calada. Casi simultáneamente al ataque del oriente, el cuarto escalón combatía la resistencia enemiga, produciéndose entonces un ataque combinado, cuyo resultado fue la toma de 11 trincheras del Morro Solar. Cayeron enseguida las trincheras del cerro vecino llamado Salto del Fraile y también las trincheras que quedaban más al sur.
Lynch cumplía la orden del General en Jefe, triunfando ampliamente en esta segunda parte de la batalla secundado por los coroneles Lagos, Barbosa, Barceló y Arístides Martínez.
En la contienda caían 1.500 prisioneros, entre ellos el coronel Iglesias que mandaba el primer cuerpo del ejército del Perú.
Era el mediodía del 13 de enero.
Refiriéndonos a otra parte de la batalla, próximamente a las 10 de la mañana, cuando la I división y brigadas de las otras divisiones atacaban el Morro Solar, el general Baquedano ordenó al general Sotomayor avanzar sobre Chorrillos, lo que ejecuta desplegando en batalla por la izquierda la brigada Gana y por la derecha la brigada Urriola. También dispuso que parte de la brigada Barbosa cerrase el camino de Chorrillos a Lima, llevando como refuerzo al regimiento 3.º de Línea de la Reserva.
Ante el ataque de Sotomayor, las tropas peruanas lo repelen con gran energía, retirándose después a las casas de la población, produciéndose allí una cruenta acción. El coronel Cáceres en un último esfuerzo trata sin resultado de entrar a Chorrillos con un tren blindado. La batalla de Chorrillos que fue de grandes proporciones, quedó terminada a las 2 de la tarde, después de doblegar toda resistencia peruana. El ejército chileno tuvo sobre 1.000 muertos y 2.500 heridos, correspondiendo a la I división el mayor número de bajas. Su jefe, el coronel Lynch, ganaba gran prestigio por haber conducido sus fuerzas con inteligencia y extraordinario valor.
Sin duda Chorrillos es la acción militar cumbre de Lynch, pues llega matemáticamente a la hora y al punto ordenado en el plan de batalla. Inicia la acción y sostiene con su división todo el peso de la derecha enemiga. Apoyado por la Reserva, rompe el frente en Santa Teresa. Después, con la cooperación de otras brigadas, ataca vigorosamente las defensas del Morro Solar y clava allí la victoriosa bandera nacional. La brillante actuación de Lynch, apreciada por el general en jefe, fue dada a conocer en la orden del día y en el parte de la batalla.
A las 3 p. m., las tropas acampan en las inmediaciones de Chorrillos quedando, a excepción de la guardia, los soldados en descanso después de casi 24 horas de dura acción. Se les repartió rancho y municiones.
El general Baquedano, junto con experimentar una profunda satisfacción por el grandioso triunfo, sabía que la operación no estaba terminada, porque el ejército peruano no había sido destruido, habiéndose sólo retirado a una segunda línea de defensa, construida con protección de artillería, en Miraflores, a 5 kilómetros al norte de Chorrillos.
La noticia del desastre de Chorrillos, aunque se trató de ocultar, produjo en Lima gran angustia y decepción. En Chile, la victoria era celebrada con entusiastas manifestaciones patrióticas. Se trataba de la batalla más grande librada en suelo americano, pues actuaron aproximadamente 50.000 combatientes.
Baquedano, al día siguiente de la batalla, recorre los campamentos, revista las tropas, visita los hospitales y se impone personalmente de los heridos, dándoles valor para sobrellevar sus enfermedades. Ordena reponer las bajas en los cuadros de oficiales y tropas a fin de tener un ejército completo para afrontar nuevas pruebas. Dispone además la inutilización de las fortificaciones, y la recogida del material de guerra que pueda ser útil. Finalmente estableció en Chorrillos su cuartel general.
El almirante Riveros ordenó entrar al puerto de Chorrillos la corbeta Pilcomayo y los buques abastecedores, que desembarcaron víveres y municiones. Además dispuso que los médicos de la escuadra atendieran heridos; haciendo entregar a los hospitales los artículos sanitarios que fueran necesarios.
El general en jefe dispuso una nueva ubicación de las tropas, colocando la III división del coronel Lagos al norte de Chorrillos, quedando al frente del ala derecha del ejército peruano que se había retirado a la línea de Miraflores. La I división de Lynch acampa al sur del puerto; y la II división de Sotomayor a la derecha de la I.
El ministro Vergara, por iniciativa personal, envía a conferenciar con el generalísimo Piérola a su secretario don Isidoro Errázuriz, que va acompañado del coronel Iglesias, que había caído prisionero. La idea de Vergara de llevar a Iglesias fue un error, pues este coronel tenía que informar a su jefe y amigo de los propósitos de los chilenos, como también de lo que había observado.
Por otra parte, el Cuerpo Diplomático se reunía en Lima y acordaba lo siguiente: 1.º: Abrir el camino a la paz, suspendiendo la guerra por armisticio; 2.º: Evitar la efusión de sangre; 3.º: Salvar a Lima del combate o bombardeo.
El Cuerpo Diplomático nombra una Comisión que primeramente se entrevista con Piérola y después se dirige a Chorrillos a conferenciar con el general Baquedano, quien contesta que la recibirá el día 15 a las 7 de la mañana.
A la hora convenida el señor de Tezanos Pinto, que era ministro de El Salvador, expuso al general en jefe que el objeto de la intervención del Cuerpo que representaba era la protección de las vidas y propiedades de los neutrales de la capital, para el caso de la derrota del ejército del Perú. Manifestó también el deseo de conocer las condiciones de paz que impondría al vencedor.
El ministro Vergara y los señores Altamirano y Godoy, que estaban presentes en la reunión, se refirieron al memorándum de Chile en las Conferencias de Arica, donde estaban estipuladas las condiciones de la nación. El general Baquedano agregó que militarmente era condición previa para entrar en deliberaciones de paz, la entrega de Lima, y la plaza del Callao con sus fortificaciones y buques de guerra.
El Cuerpo Diplomático expuso la necesidad de suspender los fuegos para estudiar las condiciones de paz. El general Baquedano dio su conformidad a la proposición del Cuerpo aceptando «un armisticio», hasta las 12 de la noche del 15 de enero. El Pacto fue de palabra, cometiéndose el error de no haberlo hecho por escrito y firmado por la representación diplomática de Lima, como veremos más adelante.
Terminada la conferencia con el Cuerpo Diplomático, Baquedano dispone que la I división avance hasta Barranco, lugarejo a 2 kilómetros de Miraflores y la II a la derecha de la I. La III estaba colocada frente al ala derecha peruana.
Los ejércitos tenían el compromiso de suspender el fuego, conservando la libertad de sus movimientos. Ésta fue la razón que tuvo Baquedano para colocar las divisiones frente a la línea enemiga. La línea defensiva de Miraflores había sido construida con anticipación. Durante más de seis meses se trabajó asiduamente para obtener buenos reductos, fosos, trincheras, bases para emplazamiento de cañones y cuanto se requería para sostener el ejército en caso de retirarse de Chorrillos. Con este propósito, el ejército que pudo salvar formó en la nueva línea, ocupando el IV Cuerpo de Cáceres la vanguardia y la Reserva las defensas. El 15 de enero reunió Piérola en Miraflores 11.500 soldados y 1.500 de los buques y baterías del Callao.
Esta organización revela que el general Piérola tenía un plan reservado, más aún si se agrega a esta opinión que nada concreto expresó por intermedio de sus delegados en la conferencia con Baquedano.
Como hemos dicho, la III división del coronel Lagos se había situado frente al ala derecha peruana, desde la tarde del día 14. La posición más exacta era al norte de Barranco y a 2 kilómetros de las trincheras enemigas, teniendo a la izquierda la brigada del coronel Barceló, y a la derecha la brigada del coronel Urriola. El coronel Velázquez con la artillería se coloca en las proximidades de Barranco y la caballería a la retaguardia.
En la mañana del 14 conferencia el general Baquedano con el almirante Riveros, respecto a la acción de la escuadra en la próxima batalla, estimándose que los buques deberían tener listos los cañones para un bombardeo a 4.000 metros sobre los fuertes enemigos.
El general en jefe tenía el plan de atacar con la división Lynch el centro, con la de Sotomayor la izquierda peruana y con la III de Lagos la derecha enemiga.
El coronel Lagos, en todo momento desconfiado del armisticio pactado, observa los movimientos del ejército adversario, que lo hacen pensar más en el peligro de un ataque. Con un sentido previsor notable, mantuvo su división lista para entrar en batalla. Velázquez también pensaba como Lagos y propuso a Baquedano destruir de una vez al enemigo, al que observa cambiar de posiciones. El general le contesta que hay que respetar el compromiso contraído con los representantes extranjeros. Lynch que se encuentra con su división en Barranco también desconfía del armisticio.
Aproximadamente a las 2:20 p. m., encontrándose el general Baquedano recorriendo el campo acompañado de su Estado Mayor y a una distancia aproximada de 400 metros de las filas peruanas, fue sorprendido por un intenso fuego de fusilería, que observado por el coronel Lagos ordenó inmediatamente repelerlo por la infantería de su división. Al principio Baquedano creyó que se trataba de una equivocación, más algunos minutos después vuelve a producirse el fuego, lo que hizo ordenar a Lagos repelerlo con mayor fuerza, y resistir en sus posiciones. A Lynch le ordenó avanzar inmediatamente al centro y a Sotomayor a la derecha.
La escuadra al sentir el tiroteo, disparó inmediatamente sobre los fuertes cercanos al mar, entre ellos al poderoso Alfonso Ugarte. La acción de la artillería de grueso calibre de los blindados Blanco Encalada y Cochrane, fue un decisivo apoyo al ejército, para resistir el sorpresivo ataque del enemigo rompiendo el armisticio y cuya causa la historia la ha ocultado, recayendo la responsabilidad de este acto del ejército peruano en el generalísimo Piérola, que lo mandada en jefe y a la vez que era el Presidente de esa nación.
En la batalla que se inicia en la línea de Miraflores correspondió a la segunda brigada del coronel Barceló, compuesta de los regimientos Santiago y Concepción y de los batallones Bulnes y Caupolicán, como también a la primera brigada del coronel Urriola con el regimiento Aconcagua y el Batallón Cívico, resistir todo el empuje de ala derecha peruana.
Lynch desde los primeros disparos dio orden de avanzar rápidamente a su división desde Barranco para ocupar el centro, lo que ejecutan con presteza la brigada del coronel Juan Martínez con los regimientos Atacama, 2.º de Línea, Talca y Colchagua. La segunda brigada del coronel Amunátegui con el 4.º de Línea, al Chacabuco y al Coquimbo les corresponde atacar los reductos donde las tropas del coronel Suárez resistieron y trataron de envolver el flanco derecho chileno. Allí estaba el general Sotomayor con la II división, que no se deja envolver y despliega su infantería con bayoneta calada sobre el enemigo aproximadamente a las 4:30 de la tarde.
La III división de Lagos reforzada por la Reserva resisten al enemigo que, debilitado, abandona sus posiciones. Lagos ordena atacar a la bayoneta las trincheras y los reductos de Miraflores. El coronel Cáceres como última decisión dispone un ataque a la caballería, que fue neutralizado y destruido por la caballería chilena del regimiento Carabineros de Yungay.
La batalla se mantiene con encarnizado furor, las trincheras fueron tomadas una a una por la infantería chilena, lográndose una victoria completa a las 6 de la tarde del 15 de enero de 1881.
Correspondió al coronel Lagos el puesto de honor en la batalla de Miraflores, por su previsión de tener su división lista y resistir el ataque iniciado por el cuerpo de ejército del coronel Cáceres.
Muchos chilenos cayeron en la batalla, entre ellos el destacado coronel Juan Martínez, comandante de la primera brigada de la I división. El coronel Lynch le rindió un homenaje en los siguientes términos:
La batalla de Miraflores terminaba la última resistencia del ejército del Perú. Baquedano comunicó al Cuerpo Diplomático que, debido a la violación del armisticio, bombardearía la ciudad de Lima hasta su completa rendición.
Reproducimos la nota:
En Lima se desarrollan entretanto luctuosos sucesos protagonizados por los soldados peruanos irritados por la derrota. Ante esta situación, el Alcalde de la ciudad, señor Rufino Torrico, acompañado de los Ministros de Inglaterra Mr. Spencer Saint John y de Francia señor de Vorges, y de los almirantes Stirling de Inglaterra y Du Petit Rouars de Francia y capitán de navío Sabrano de Italia, visitan al general Baquedano sosteniendo una seria entrevista. El general manifiesta invariablemente que su exigencia es la entrega de Lima y el puerto del Callao en el plazo de 24 horas, quedando firmada el acta correspondiente, que reproducimos:
Los desórdenes continuaron en el Callao y en Lima, adquiriendo en esta ciudad una enorme amplitud debido a que la poblada se unió a las tropas dispersas. Ante esta situación, el alcalde de Lima, señor Torrico, envió al General en Jefe el siguiente oficio:
Después de la petición del Alcalde de Lima, el general Baquedano dispone la ocupación de la ciudad por una división del ejército al mando del general Cornelio Saavedra, nombrado Gobernador Militar de Lima. La división estaba compuesta por el regimiento 2.º de Línea Buin, regimiento Zapadores y los de caballería Cazadores y Carabineros de Yungay; además 3 baterías de artillería.
Esta fuerza hizo su entrada a la capital el 17 de enero a las 5 de la tarde, manteniéndose los soldados serenos y sin hacer ninguna ostentación de sus victoriosos hechos de armas. Al día siguiente el general Baquedano entró a la ciudad y se dirigió al Palacio de Gobierno; izándose allí el pabellón de la patria a los acordes de la canción nacional.
El General en Jefe, en ese día 18 de enero entregó a las divisiones la siguiente Orden General, que reproducimos a continuación:
La orden del General en Jefe del Ejército fue leída a todas las unidades en formación de parada. Era la expresión de patriotismo y de lealtad del jefe para todos sus subordinados en momentos culminantes de la guerra y así fue apreciada por todos los soldados que tenían gran respeto por el general que los había conducido de triunfo en triunfo.
Ese día 18 de enero, Lynch, cumpliendo órdenes de Baquedano de tomar posesión de la base naval del Callao, a la cabeza de su división pasó por Lima continuando al puerto por la carretera usual. Con anticipación envió a su ayudante el teniente de marina Silva Palma a comunicar al almirante Riveros que conforme a las órdenes que tenía, ocuparía el Callao que hacía un año bloqueaba por mar la escuadra.
Los peruanos habían prendido fuego a algunas naves y echado a pique otras fuera de la dársena; habían destruido baterías con peligro de ser voladas por los depósitos de municiones. La batería La Merced fue inutilizada; la batería Zepita del sur fue destruida por una explosión de los grandes cañones de 500 libras, dos fueron totalmente inmovilizados.
Aparte de los estragos de los fuertes y buques, las turbas incendiaron las casas y saquearon los almacenes. Muchos desmanes fueron impedidos por los extranjeros que se organizaron ayudados por el cuerpo de bomberos, de modo que la llegada de la I división fue salvadora para el puerto, donde fue impuesto el orden.
Lynch ordenó tomar el control del material y fuerzas peruanas, estimulando al mismo tiempo la tranquilidad de los habitantes, que gracias a estas medidas pudieron continuar hacia la normalidad.
El almirante Riveros dispuso que la torpedera Fresia entrara a la dársena a fin de limpiarla de minas; después entraron otros buques de la escuadra.
Testigos de la magnífica actuación de las tropas chilenas fueron los numerosos extranjeros que vivían en el Callao, además los marinos de las fuerzas navales de Inglaterra, Francia e Italia que observaban el conflicto. Todos los extranjeros comentaron con admiración la conducta austera y digna que tuvieron los vencedores.
El General en Jefe dispuso en Lima que se rindiera un homenaje en la Catedral a los muertos de las batallas de Chorrillos y Miraflores. Al principio fue negada la iglesia por el Cabildo Metropolitano, lo que disgustó al general, quien reiteró por escrito su deseo, que implicaba ya una orden para realizar las exequias.
A fin de cumplir con la ceremonia fúnebre se dictó la siguiente orden general:
Asistieron a la ceremonia el Ministro Vergara, el general Baquedano, el almirante Riveros, los generales Saavedra, Sotomayor y Maturana, los capitanes de navío Lynch y Latorre; los coroneles Lagos y Amunátegui y numerosos comandantes y oficiales del ejército y de la armada.
Fue aquella una misa solemne, en la que el presbítero Salvador Donoso pronunció una vibrante oración patriótica, de la cual extractamos partes importantes, que reproducimos:
Terminó sus palabras el presbítero, expresando:
En Lima por esos días se realizó un gran banquete que altos jefes organizaron en honor del general Baquedano. La manifestación fue ofrecida por el general Saavedra, que dijo:
Baquedano, emocionado, contestó diciendo:
Durante el banquete, el capitán de navío Patricio Lynch pronunció patrióticas palabras en homenaje al general en jefe, expresando su gratitud al ejército por haberlo incorporado a sus filas.
A fines de enero, el Ministro de Guerra señor Vergara recibía instrucciones del gobierno a fin de que fueran reducidas las fuerzas militares de ocupación en el Perú.
El general Baquedano contestó que la reducción dispuesta no era oportuna, que el territorio ocupado debía pagar los gastos de mantención del ejército y que para efectuar el licenciamiento de las tropas movilizadas, se debía esperar se despejase el horizonte de la paz.
A pesar de las atinadas observaciones del general en jefe, el ministro, cumpliendo disposiciones del gobierno, resolvió se alistasen para partir al sur los cuerpos movilizados, que sumaban un total de 7.569 hombres. Dichos cuerpos eran el Chacabuco, Colchagua, Navales, Valparaíso, Melipilla, Coquimbo, Chillán, Artillería de Marina, Atacama y Valdivia.
Las tropas nombradas se embarcaron en transportes que formaron un convoy escoltado por una división de la escuadra, que se puso en movimiento a principios de marzo desde el Callao hacia Valparaíso. En uno de los buques de guerra venía el general Baquedano acompañado de los jefes de división Lynch y Sotomayor. Había dejado en Lima como jefe del ejército de operaciones al general Saavedra, de jefe de Estado Mayor al coronel Lagos. El ministro Vergara quedó en el Perú de Delegado Supremo del gobierno de Chile.
El convoy arribó a Valparaíso el 11 de marzo, en medio de grandiosas manifestaciones patrióticas. Baquedano y sus tropas pasaron bajo arcos de triunfo levantados por la mayor parte de las instituciones.
El presidente Aníbal Pinto se trasladó con todo su ministerio al puerto para dar la bienvenida al ejército y felicitarlo por sus grandiosos hechos de armas. Entregó una proclama que decía:
En Santiago la recepción patriótica fue magnífica. El entusiasmo público abarcó la ciudad entera. El recibimiento a Baquedano y al ejército fue comparable al grandioso que se hizo al general Bulnes y a sus tropas después del triunfo de Yungay.
El general al frente de los regimientos, rodeado de altos jefes, en uniforme de parada y llevando a la diestra su espada victoriosa, desfiló desde la Estación Central por la Alameda hacia el Palacio de la Moneda, donde se encontraba el Presidente Pinto.
En la marcha recibió con el ejército el homenaje de todo un pueblo, que aclamó a los vencedores. La Iglesia se unió al saludo de la capital, invitando al general Baquedano, jefes, delegaciones de oficiales y tropas a un solemne Te Deum en acción de gracias por los triunfos obtenidos. Durante la ceremonia pronunció una brillante alocución patriótica el presbítero monseñor Ramón Ángel Jara.
En ese marzo de 1881, la parte más difícil de la guerra estaba terminada. El ejército con sus grandes triunfos de Chorrillos y Miraflores había dominado al ejército adversario. La armada se había iniciado con la gloria del 21 de mayo, que exaltó la unidad nacional; poco después en Angamos, conquistaba el dominio del mar, que permitió al ejército invadir el territorio peruano.
El general Baquedano, que había cumplido honrosamente su misión, en conocimiento de que el gobierno no lo enviaría al Perú, resolvió presentar su renuncia al mando del ejército, que fue aceptada por el presidente de la nación.
El general se despidió de sus subordinados en afectuosa comunicación, de la que copiamos los párrafos siguientes:
Desde el regreso a Santiago del general Baquedano, el gobierno buscaba la persona que debía reemplazarlo en el mando del ejército de operaciones y a la vez que fuera la autoridad política del Perú.
El Presidente Pinto con sus ministros consideró para dicho cargo al contraalmirante Patricio Lynch, ascendido a este grado por su antigüedad y por su distinguida actuación en la guerra. Había demostrado energía y talento en la expedición militar al norte del Perú, como notables condiciones de mando al frente de una brigada y de una división del ejército en difíciles acciones de guerra. Además se había destacado como hábil diplomático y político durante el desempeño de Jefe Político y Militar de Iquique. Por decreto Supremo del 4 de mayo de 1881, después de haberse concedido el retiro del ejército del general Baquedano, se nombraba al contraalmirante Patricio Lynch, General en Jefe del Ejército de Operaciones. Dos semanas después llegaba a Lima para hacerse cargo de su puesto que le entregó el general Pedro Lagos, quien a su vez lo había recibido del general Cornelio Saavedra.
El general Lagos mantuvo un número de tropas en Lima y Callao. Además existían fuerzas de ocupación de las tres ramas en el Departamento de Libertad, con base en Trujillo al mando del coronel Arístides Martínez. También había otra guarnición en la provincia de Chancay con base en Huacho a las órdenes del teniente coronel Silvestre Urízar.
En abril, el general en jefe había enviado una fuerza militar compuesta de dos compañías del Buin y dos escuadrones de Carabineros de Yungay al mando del teniente coronel José Miguel Alzérreca, con la misión de proteger el valle del Rímac, cuando apareció la resistencia armada del general Piérola que, no conforme con la ocupación chilena, lanzó enojosas acusaciones al ejército, que después de las victorias de Chorrillos y Miraflores estaba en posesión de territorios peruanos.
El general Lagos consideró conveniente combatir a Piérola y sus fuerzas engrosadas con las que retenía el general Cáceres, al refugiarse en las Sierras del Perú, su tierra natal. Para este objeto envió la primera expedición militar a las Sierras al mando del teniente coronel Ambrosio Letelier, la que sale de Lima en el mes de abril, ocupando en su avance al interior de los pueblos de Cerro de Pasco, Huánuco y Tarma.
Piérola abandonó Jauja el 30 de abril, quedando Cáceres con la jefatura militar y política de los departamentos del centro, incrementando en esa zona el ejército que tenazmente combatió la ocupación chilena. Tal era la posición de las fuerzas en mayo de 1881.
En el frente interno, el almirante Lynch encontró una situación muy difícil debido a la instalación de un nuevo gobierno peruano en reemplazo del que presidía Piérola, con quien no quisieron negociar la paz los representantes chilenos señores Vergara y Altamirano.
Esta situación la aprovecharon destacados políticos peruanos, que en número de 144 se reunieron en La Magdalena, pueblo cercano a Lima, designando en la reunión a don Manuel García Calderón, abogado influyente, como Presidente Provisorio del Perú (febrero de 1881).
El nuevo gobierno interno del Perú, al principio deseaba arreglos con Chile, los cuales no los deseaba Piérola. El Presidente Provisorio tenía adeptos en Callao y Trujillo y era combatido por la guarnición de Arequipa que estaba completa por no haber participado en las grandes batallas.
También lo combatía Piérola, porque se consideraba el mandatario legítimo del país. Este caudillo lanzó un decreto que disponía juzgar por un Consejo de Guerra a los ciudadanos que desconociendo su autoridad habían elegido a García Calderón.
La lucha política se dividió en dos bandos, uno civilista que apoyaba a García Calderón y otro a Piérola, quien dispuso la reunión de un Congreso en Ayacucho para el mes de junio. Por su parte, García Calderón declaraba vigente la constitución de 1860 y convocaba a un congreso para el 15 de mayo.
El Presidente Provisorio había obtenido del general Lagos la autorización para tener en La Magdalena una guarnición militar compuesta de 400 soldados armados. Dicha concesión, generosa por parte de la autoridad chilena, tenía el objeto de atraer otras guarniciones peruanas hacia el nuevo gobierno provisorio; y se le concedió a García Calderón para que llegase a una paz con Chile.
El almirante Lynch desde que se recibió de su alto cargo de General en Jefe del Ejército de Operaciones, se preocupó de cuanto requería esta fuerza militar que tenía 13.581 soldados. Como hombre de armas sabía que las tropas debían estar listas ante cualquier contingencia, pues se encontraban en una difícil misión en territorio extranjero.
Para llevar adelante sus planes reunió a los altos jefes y los comandantes de cuerpos, entregando instrucciones para la preparación de la fuerza militar. También se preocupó del mejoramiento de la vida de sus subordinados, haciéndoles entregar equipos y vestuarios más convenientes. Además dispuso que las tropas estuviesen en mejores cuarteles y con superiores sistemas de alimentación.
Por ese tiempo el gobierno había dispuesto que los regimientos fueran reemplazados por batallones de 800 plazas.
En el aspecto estratégico, Lynch estudió la defensa de la capital enviando al batallón Buin a vigilar los caminos del oriente, al batallón Aconcagua a la orilla izquierda del Rímac, al batallón Chacabuco al valle de Ate, al batallón San Fernando a Miraflores y la Caballería a Chorrillos. Envió además fuerzas al departamento de Ica con una guarnición en Pisco.
Considerando los reclamos contra la expedición del comandante Letelier, ordenó su regreso a Lima.
Al replegarse esta fuerza debía pasar por la localidad de Canta, al nor-este de Lima, donde se encontraban tropas peruanas. Para proteger la avanzada de Letelier se envió una compañía del Buin al mando del capitán José Araneda con 3 subtenientes y 78 soldados que combatieron en el lugar llamado Sangra contra las tropas enemigas mandadas por el coronel Nolberto Vento. Se destacaron en la histórica jornada el capitán Araneda y el subteniente Ismael Guzmán, que resistieron el ataque junto a los demás oficiales y soldados, batiéndose después en retirada hasta recibir refuerzos (junio 26 de 1881).
Administración Interna del Perú.- Organización de la Justicia.- Organización de los Servicios Públicos.- Directivas a las Aduanas y Comercio.- Relaciones con los representantes de países extranjeros.
Exponemos a continuación un resumen de la actuación del almirante Lynch en los asuntos señalados, reproduciendo parte de sus Memorias.
Para la administración de la ciudad de Lima, el jefe de la ocupación nombró jefe al coronel Samuel Valdivieso como lo explica en la Memoria de 1881, que dice:
Lynch además dejó establecidas las labores del Municipio a fin de que no tuviesen interferencias con las administrativas. Relevó de su cargo al Alcalde señor Canevaro por negarse a dar a conocer el estado de las Cuentas Municipales. En la Memoria dice:
En el aspecto judicial, el almirante Lynch, deseoso de dar todas las garantías que requería la justicia, invitó a las autoridades judiciales peruanas a continuar ejerciendo sus funciones, consultando la situación creada. No encontró la cooperación debida.
Al respecto en su Memoria dice lo siguiente:
La organización judicial decretada por Lynch, a la que asesoró el Fiscal de la Corte de Apelaciones de Santiago don Joaquín Godoy, se mantuvo hasta el mes de noviembre de 1881, corrigiéndose sus defectos y creándose un Tribunal de Alzada con facultades para revisar las sentencias pronunciadas por los Consejos de Guerra de Oficiales Generales.
Se suprimieron los Tribunales Militares, cuya organización era imperfecta. Se nombraron promotores fiscales en Lima y el Callao, que debían desempeñarse a la vez como defensores de obras piadosas, de menores, y de ausentes.
El almirante, en su preocupación por la eficiencia de todos los servicios públicos, establece reformas importantes en los Correos, a los que da una administración similar a los de Chile, con el objeto primordial que no sea saboteada la correspondencia. Modifica los sistemas de franqueos colocándolos como los de Chile.
Al respecto Lynch en su Memoria dice lo siguiente:
Lynch considerando el peligro de la libertad de imprenta, por tratarse de un país ocupado militarmente, expidió en junio un decreto prohibiendo las publicaciones de periódicos, folletos, libros y sueltos sin permiso de la autoridad chilena.
En su Memoria dice lo siguiente:
El cinco de septiembre di permiso para la publicación de La Bolsa, diario de una hoja puramente comercial y de noticias locales. Le está prohibido dar cabida en sus columnas a artículos de política ya sea interna o externa.
Conviniendo la existencia de un diario en el Callao, accedí a la fundación de El Comercio, y más tarde para ayudar en su loable tarea de sostener los intereses chilenos, aun a costa de sacrificios pecuniarios, decreté que el Estado Mayor se suscribiera a doscientos cincuenta ejemplares, disminuyendo en igual número los abonos a La Situación.
Como se comprueba en las disposiciones, el almirante Lynch actuó con gran sentido para mantener una libertad de imprenta que no constituyera peligro al estado de ocupación. Así prohibió la circulación de una hoja suelta titulada A los pueblos de la República, que hicieron circular miembros del partido de García Calderón cuando cayó, como veremos más adelante.
Cuando la proclama fue leída por el almirante, sin tener pie de imprenta, reiteró la orden que prohibía tales publicaciones, disponiendo aplicar las penas de rigor para este caso. Además ordenó que el jefe de la Policía impidiese su circulación en Lima, poniendo a sus autores a la disposición del Tribunal Militar.
Importantísima fue la labor del almirante Lynch para tener expeditas las líneas ferroviarias, las líneas telegráficas y los cables submarinos.
Durante el año 1881, el ferrocarril al interior de Lima, de propiedad del Estado y arrendado a particulares, se encontró interrumpido a causa del levantamiento de las montoneras del general Cáceres. Como debió ocuparse a comienzos de 1882 para la expedición militar, la línea quedó expedita hasta Chicla, y después hasta Matucana. Así esas zonas agrícolas pudieron sacar sus productos y restablecer el comercio.
Fue preocupación del almirante la expedición de la línea ferroviaria de Pisco a Ica; como también salvar las dificultades interpuestas por los arrendatarios del Estado.
Las líneas telegráficas no habían sufrido interrupciones desde la entrada del ejército a la capital y fueron conservadas. Principalmente éstas eran la de Lima a Callao, de Lima al oriente pasando por Chicla; al sur hacia Chorrillos; a Supe por el norte, que pasa también por los puertos de Chancay y Huacho. Otras comunicaciones existen entre Salaverry, Trujillo, Pascamayo en el norte y entre Pisco e Ica en el sur.
Con referencia al cable submarino, éste había sido cortado durante las operaciones marítimas y fue reparado en el mes de abril, en la administración del general Lagos.
El almirante Lynch extendió su preocupación al buen funcionamiento de los hospitales que fueron incrementados con los numerosos heridos de la guerra.
Prestó también gran atención a los establecimientos de caridad..Al respecto en su Memoria anota lo siguiente:
El almirante Lynch consideró cuidadosamente la significación que tenía para la normalidad del Perú su desarrollo comercial. Para este propósito dispuso que los puertos recobraran su movimiento marítimo. A este objeto dictó normas para el comercio de exportación, reformando los reglamentos aduaneros y facilitando así la exportación directa al extranjero de las mercaderías que se almacenaban en el Callao.
Las buenas medidas del almirante se apreciaron al comprobarse en octubre de 1881 un efectivo aumento de los ingresos de aduana, lo que produjo una mayor entrada para la hacienda pública, y todo esto conseguido con un severo régimen administrativo de todos los caudales del Estado controlados por las Juntas de Vigilancia.
A la llegada del almirante Lynch, funcionaban sólo las Aduanas del Callao, Salaverry, Pascamayo y Huacho, pagándose los derechos en soles de plata. Durante el año 1881, abrió nuevos puertos al comercio, aumentando considerablemente los ingresos, como puede comprobarse en la siguiente relación:
Derechos por Importación y Exportación en 1881:
Mayo | ...................................... | 142.667 |
Junio | ...................................... | 223.667 |
Julio | ...................................... | 142.667 |
Agosto | ...................................... | 510.289 |
Septiembre | ...................................... | 508.289 |
Octubre | ...................................... | 335.681 |
Noviembre | ...................................... | 323.416 |
Diciembre | ...................................... | 379.436 |
Las estadísticas aduaneras de 1881, con las medidas establecidas por el almirante Lynch, informan que hubo una entrada de 3.060.272,87 de soles de plata.
Durante el año 1882, las entradas aduaneras continuaron en aumento, como se comprueba con las cantidades recibidas durante los primeros cuatro meses, que fueron las siguientes:
Enero | ...................................... | 375.531 |
Febrero | ...................................... | 430.139 |
Marzo | ...................................... | 325.324 |
Abril | ...................................... | 513.319 |
Existiendo en la aduana una gruesa suma de soles de plata, que los despachadores requerían para sus negocios de embarque, Lynch pidió propuestas para enajenar 50.000 soles en partidas de 5.000, al mínimum de 41,5 peniques sobre letras en Londres.
Esta medida produjo un aumento más en las entradas aduaneras de 1881.
Para efectuar las importaciones y exportaciones, el almirante Lynch dictó un reglamento con fecha 25 de mayo de 1881 y que dice lo siguiente:
Con habilidad de diplomático, el almirante Lynch mantuvo las mejores relaciones con los representantes de los países extranjeros desde que se recibió de su alto cargo en Lima.
Los continuos reclamos que hicieron en defensa de sus connacionales los acreditados ministros, cónsules, vicecónsules, fueron estudiados por la secretaría del Cuartel General, entregando contestaciones prudentes que en la mayor parte de las veces desvanecían los cargos.
Al respecto, de la atención dispensada por el almirante en la Memoria dice lo siguiente:
Con el objeto de exponer la actuación del almirante en los reclamos que debió resolver, reproducimos a continuación lo que escribe en su Memoria de 1882:
El almirante contestó al Ministro de Francia señor De Tallenay sus reclamaciones sobre hechos que afectaban a súbditos franceses, expresándole que el juicio de rigor había pasado por los trámites y que si aún quedaba que hacer algún cargo, solicitaba elevara su reclamación al Supremo Gobierno.
Lynch también demostró al Ministro de España señor Vallés, que eran infundados los cargos para las fuerzas expedicionarias chilenas de un súbdito de su país en el villorrio de Lunahuaná.
Las relaciones con de Vallés fueron en extremo cordiales por la atención del almirante al asociarse al duelo de los españoles con motivo del traslado de los restos de españoles que cayeron combatiendo en el bombardeo del Callao el 2 de mayo de 1866.
Continuando con las relaciones de la autoridad chilena con los representantes de países extranjeros, Lynch recibió en octubre una nota del Ministro señor Viviani, dándole cuenta de violencias cometidas por miembros del ejército contra el Vicecónsul de Italia en Ica. El almirante inmediatamente y como en casos anteriores, dispuso la instrucción del sumario correspondiente, que fue elevado posteriormente al Ministerio de Relaciones Exteriores. El resultado fue que los hechos no tenían la gravedad que les daba el vicecónsul.
Con el Imperio Alemán, el almirante Lynch mantuvo las más cordiales relaciones, atendiendo a la política amistosa del gran país de Europa para Chile en la situación de guerra contra el Perú y Bolivia.
El nuevo Ministro de esa nación señor Hermann A. Schumacker al hacerse cargo de su puesto el 4 de abril de 1882, envió al almirante un atento oficio, participándole su llegada a Lima a tomar la representación de su país.
Lynch contestó en los términos más afables, expresándole que para el desempeño de su misión, encontraría todas las facilidades del Cuartel General y que le sería grato contribuir a hacer más sólidas las relaciones entre Chile y el Imperio Alemán.
Agregaba el almirante que le era grato comunicarle que no había tenido ninguna reclamación de la Legación de Alemania.
Con los casos presentados, nos podemos formar el juicio de la difícil como pesada y delicada labor que tuvo el almirante Lynch en sus relaciones con los representantes de naciones extranjeras.
Al respecto, en su memoria dice lo siguiente:
Ya hemos expuesto que cuando Lynch tomó el mando del ejército de ocupación, existían guarniciones en los departamentos de Libertad y Chancay, con base en Trujillo y Huacho; además de las fuerzas de Lima y Callao.
En Trujillo, importante ciudad próxima al mar, el jefe de la guarnición, coronel Arístides Martínez, desarrolló una destacada labor, manteniendo la tranquilidad pública y estimulando el trabajo en las ricas haciendas de esa zona.
Dicho jefe al retirarse de su cargo fue reemplazado por el coronel Manuel 2.º Novoa, quien recibió del general en jefe las siguientes instrucciones:
Más adelante dice el oficio:
La comunicación al coronel Novoa nos da a conocer la preocupación que tuvo el general en jefe sobre los movimientos militares del enemigo. También se observa la forma militar de su comunicación.
Al respecto escribe en su importante obra el coronel Francisco Machuca:
Lynch al recibirse de su cargo en mayo de 1881, prestó especial ayuda al Presidente Provisorio para la constitución del Congreso ya programado en Chorrillos, el que una vez reunido confirmó al señor García Calderón como Presidente de la nación. Poco después se constituía en Ayacucho la Asamblea deliberativa que eligió al general Piérola, también como presidente del país.
El Congreso de Chorrillos aprobó la moción de abrir negociaciones de paz con Chile, invitando a Bolivia (mayo de 1881).
García Calderón al iniciar su gestión con apoyo del Congreso, sutilmente no dio a conocer su posición con respecto a la cesión territorial pedida por Chile. Había tenido la aceptación de las autoridades chilenas para su elección, porque se creyó que llegaría a un acuerdo sobre la entrega de territorios.
García Calderón cambió de política porque supuso encontrar el respaldo de los Estados Unidos en su secreta idea de no ceder territorios al sur de la Quebrada de Camarones, como era la exigencia de Chile, expresada en las Conferencias de Arica y reiterada al Ministro don José María Gálvez por los delegados chilenos Vergara y Altamirano en marzo de 1881. También el Presidente provisorio tenía informaciones que el Ministro de los EE. UU. en el Perú, señor Christiancy no era partidario de entregar territorios, lo que confortaba en su reservada acción.
En la conferencia con los delegados chilenos Gálvez pidió que fuese retirado el ejército de ocupación y se entregase al Presidente Provisional el Palacio de los Presidentes en Lima, porque era indecoroso que estuviese en una casa común en La Magdalena. Vergara y Altamirano no aceptaron la proposición peruana y se mantuvieron con firmeza en la posición del vencedor.
A mediados de mayo el Presidente Aníbal Pinto nombró Ministro en el Perú al prestigioso ciudadano Joaquín Godoy, que había desempeñado con brillo ese cargo en los difíciles días que precedieron a la declaración de guerra.
García Calderón con el objeto de no ceder territorios, había entrado en negociaciones financieras para pagar a Chile indemnizaciones de guerra, para cuyo propósito se reunió reservadamente con representantes de la sociedad francesa Dreyfus y Cía., a fin de obtener los dineros para cancelar una indemnización a Chile.
El contrato fue firmado en Lima en marzo de 1881, el que previamente fue firmado en París el 8 de febrero, y que decía:
La firma Dreyfus hacía tiempo que venía efectuando negociaciones con el Perú, pues con ellas Piérola financió la adquisición de cañones para las fortificaciones del Callao, Chorrillos y Miraflores; y para los cuerpos de artillería, como también las entregas de armamentos menores para el ejército, que se incrementó al máximo en 1880.
A Dreyfus se le había concedido las salitreras y guaneras ocupadas por Chile. El Monopolio para esta firma era ampliado por García Calderón a una Compañía Financiera y Comercial del Pacífico, también llamada Crédito Industrial.
Además estas compañías estaban asociadas al Banco Francés-Egipcio y a otras asociaciones manejadas por financistas europeos que tenían abogados de gran influencia política. Así Dreyfus tenía como abogado al señor Julio Grevy, que ocupó altos puestos, entre ellos la Presidencia de Francia. Por otra parte Crédito Industrial para obtener el apoyo de los Estados Unidos contrató los servicios del destacado abogado norteamericano Mr. Robert Randall, de gran influencia en las esferas oficiales de su país. La pudiente firma tenía el propósito de tener la exclusividad en la explotación del salitre y del guano con la garantía de EE. UU.
Para los objetivos comerciales y políticos Randall había presentado al ministro de gobierno de su país Mr. Evarts, los principales puntos de la negociación que se trataba de efectuar, y que eran:
a) Pagar a Chile una indemnización de guerra de 4 millones de libras esterlinas.
) Servir la deuda externa del Perú con un 3,5% del producto de las ventas de salitre y guano.
c) Servir los intereses y amortizaciones de los certificados salitreros emitidos por el Perú.
d) Asegurar al gobierno del Perú 450.000 libras al año.
Los cuantiosos intereses que estaban en juego dieron origen a una nueva sociedad organizada en Nueva York, Peruvian Company, que pretendía preferencias en la explotación del salitre con un crédito de 900 millones de dólares, que fue después disminuido a 300 millones.
García Calderón apreció la ayuda financiera que le presentó la poderosa asociación Crédito Industrial, que como hemos visto tenía personeros cerca del gobierno de los Estados Unidos y de Francia. Afirmándose en las retribuciones que recibiría por las concesiones trató de negociar la paz con Chile a base de indemnizaciones. Para asegurar la ayuda que esperaba de los EE. UU., nombró su representante en aquel país al señor Federico Elmore, que también era del consejo de Crédito Industrial.
En marzo de 1881 fue elegido Presidente de Estados Unidos el señor James Garfield y fue nombrado Ministro de gobierno el señor James Blaine, que desde el primer momento apoyó a García Calderón y a su política financiera con Crédito Industrial.
Para relacionar mejor su ayuda, Blaine consiguió nombrar Ministro en Lima al general Steffen Hurlbut, a fin de suceder al señor Isaac Christiancy. En Chile se nombraba Ministro en reemplazo del señor Tomás Osborn al general Judson Kilpatrick, que era casado con chilena y muy estimado en Santiago por su actuación correctísima al servir anteriormente el mismo cargo.
Hurlbut llegó al Callao en el mes de julio de 1881 y era portador del siguiente programa: unificar al Perú alrededor de García Calderón, y obligar a Chile a subscribir la paz con una indemnización de gastos que sería calificada por un árbitro.
Desde su llega Hurlbut se hizo estimar por todos los partidarios del gobierno de La Magdalena, pues conocieron el programa que favorecía al Perú.
Por los hechos posteriores se presume que recibió instrucciones del ministro Blaine para actuar con mayor amplitud en su gestión diplomática. Recordaremos que dicho primer ministro tenía en esa época todo el poder del gobierno de los EE. UU., debido a que el Presidente Garfield había sido herido de muerte en un atentado contra su vida en julio de 1881, falleciendo dos meses después.
En consecuencia Hurlbut tenía gran respaldo de su gobierno.
Presentó sus credenciales el 2 de agosto, expresando en esa ocasión que las calamidades de la guerra habían excitado las simpatías de los EE. UU., agregando:
«Estoy dispuesto a contribuir i guardando los respetos debidos al derecho, al establecimiento de la paz en términos racionales y justos». |
García Calderón agradeció las palabras del diplomático, y el 4 de agosto visitó al ministro de Chile señor Godoy, para comunicarle que el Congreso lo había autorizado para iniciar conferencias de paz, en las cuales estaría representada Bolivia. Godoy no aceptó que Bolivia se uniera al Perú en esas gestiones de paz, porque existían problemas diferentes para ambos países.
En Bolivia se creyó que los EE. UU. impondrían la paz por la fuerza, y bajo esa convicción el presidente general Campero hizo entrega de su cargo al vicepresidente don Belisario Salinas y se constituyó en la jefatura del ejército (septiembre de 1881).
Al tenerse en Chile conocimiento de la resolución de Campero, el gobierno ordenó reforzar las guarniciones de Tacna y Tarapacá.
Continuando con las actuaciones del ministro Hurlbut, éste visitó a los ministros plenipotenciarios acreditados en Lima, a excepción del ministro de Chile señor Godoy, sin embargo hizo una visita protocolar al general en jefe del ejército de ocupación contraalmirante Lynch.
El almirante oportunamente le devuelve la visita expresándole en ella con su característica firmeza, que era rumor público la ayuda que estaba prestando al Perú.
Contestó Hurlbut que a los EE. UU. le agradaría la celebración de la paz sin ceder territorios a Chile, y afirmó por escrito sus palabras enviando al almirante un memorándum con fecha 24 de agosto, en el cual reiteraba su apoyo a la política del presidente García Calderón y pronunciándose en favor de una indemnización por parte del Perú sin cesión territorial.
Lynch transmitió al gobierno la nota de Hurlbut, originando un oficio del ministro de relaciones don José Manuel Balmaceda al ministro Blaine, por el que le expresaba que Chile ejecutaba sus derechos de vencedor conforme a la interpretación que los países europeos daban al Derecho Internacional. La nota fue entregada en Washington por el ministro de Chile don Marcial Martínez, que sostuvo con Blaine larga entrevista.
En esa época, gobernaba la nación don Domingo Santa María, prestigioso político que se había distinguido como ministro de Relaciones y del Interior en el anterior gobierno. Se recibió de la presidencia el 18 de septiembre en difíciles momentos. El Perú levantaba apreciables fuerzas para combatir la ocupación, Bolivia estaba lista para apoyar a su antiguo aliado; en los EE. UU., el primer ministro estaba de parte del Perú y actuaba por intermedio del ministro en Lima; y Argentina presionaba para ratificar el Tratado de Límites, que autorizó firmar en Buenos Aires el Presidente Aníbal Pinto, en el mes de julio, después de extensos debates en las Cancillerías.
A larga distancia del Perú, el presidente daba al almirante Lynch y al nuevo ministro don Jovino Novoa el respaldo que requerían en sus actuaciones. Puede estimarse que desde septiembre las acciones contra las fuerzas chilenas adquirieron mayor intensidad, que observadas por Lynch lo llevó a disponer especial vigilancia. Dio órdenes más estrictas al ejército para mantener la seguridad territorial y a la escuadra la del litoral. Así, destinó al Huáscar a bahía Paracas, nombrando al comandante, capitán de fragata Emilio Valverde, jefe político y militar de Pico. El gobierno de García Calderón, en el mes de septiembre, implicó a los EE. UU. en el conflicto contra Chile, cediéndole para este objeto el puerto de Chimbote, con el pretexto que sirviera de aprovisionamiento de carbón a los buques de guerra norteamericanos.
A continuación, reproducimos el Protocolo subscrito en los siguientes términos:
Más adelante conoceremos el resultado de la cesión de Chimbote.
Ya sabemos que Lynch se encontraba vigilante. También el Estado Mayor estaba alerta. Se apreciaba que la política de García Calderón era responsable de la ofensiva contra la ocupación. Comprobaron que el Presidente Provisorio no facilitaba la paz con Chile. Lynch estimó que había llegado el momento de terminar con la situación creada, por cuanto le era muy difícil mantener su autoridad, resolviendo quitar el Presidente Provisorio la fuerza militar que se le había entregado. Además las armas que tenía estaban pasando al ejército peruano que se estaba rehaciendo. Autorizado Lynch por el Presidente Santa María, dio instrucciones al coronel del Canto para que se tomase la guarnición militar de La Magdalena. El coronel con su batallón 2º de Línea rodeó la fuerza peruana y la desarmó. (La fuerza tenía 1.000 rifles y municiones).
El ministro Gálvez protestó por este hecho, expresando que el gobierno provisional estaba reconocido por países extranjeros y la acción contra la guarnición de La Magdalena mostraba una falta de consideración, ya que existían negociaciones de paz.
Lynch procedió con gran firmeza a fin de arreglar una difícil situación. Después el almirante prohibió la instalación de cualquier autoridad dentro del territorio ocupado por Chile, eliminándose con ello toda pretensión de mando del señor García Calderón.
Para su propósito el general en jefe dispuso la publicación del siguiente bando:
La enérgica resolución de la autoridad chilena produjo en el Perú una gran reacción, principalmente en los miembros del partido de García Calderón.
Los senadores y diputados se reunieron al día siguiente, el 29 de septiembre, y nombraron vicepresidente de la nación al contraalmirante Lizardo Montero, de conocida actuación militar y política. Montero no fue aceptado por el general Cáceres, que ya tenía a sus órdenes un ejército numeroso en las sierras, mas tuvo que reconocerlo a instancias del ministro Hurlbut.
Ya expresamos que en el último trimestre de 1881 se agudizó la lucha contra la ocupación. El Perú experimentaba un gran cambio después del decaimiento producido por la pérdida de las grandes batallas. Los habitantes habían recobrado el espíritu bélico impulsados por el renacimiento de una fuerza militar que se incrementaba en diferentes puntos del país, a fin de combatir con las armas la ocupación chilena.
Alentaba esta situación un Comité Patriótico, que dirigía el Obispo Tardoya, y en el cual actuaba con gran valor doña Antonia Moreno, esposa del general Cáceres.
El Comité efectuaba ocultamente una difícil labor de propaganda y de informaciones. También repartía armas y municiones a las fuerzas de resistencia, como también llevaba los dineros que requerían los jefes del movimiento patriótico.
Las fuerzas organizadas que ya se tenían eran las siguientes: el ejército de Arequipa mandado por el coronel Pedro del Solar, que estaba intacto por no haber participado en las batallas de Chorrillos y Miraflores; el ejército que le quedaba al general Piérola, las tropas que estaba levantando en Cajamarca el almirante Montero y el ejército del Centro del general Cáceres, que engrosaba con los habitantes de muchas localidades de las sierras.
Cáceres había organizado el ejército del centro con 4 divisiones colocadas en puntos estratégicos amenazando la capital a base de columnas que se alistaban para rápidas acciones. Tenía posiciones en el valle del Rímac y en las quebradas de Canta y Huarochiri.
El almirante Lynch apreciaba la situación bélica que se levantaba en el Perú y se preparaba para destruirla. Mientras llegaba el momento de actuar, mantenía una fuerte guarnición en Lima y en el Callao, que eran los principales objetivos del adversario.
Había que hacer frente a la propaganda política anti-chilena que con gran habilidad desarrollaba el Comité patriótico y a las actuaciones de los partidarios de García Calderón, que aunque obedientes a la autoridad seguían la campaña del Comité. El propio Presidente Provisional en los primeros días de noviembre, envió una circular al Cuerpo Diplomático por intermedio del Ministro Gálvez, exponiendo que ejercía actos de gobierno en el Perú.
Lynch quiso terminar también con esta acción de García Calderón y para mantener solo su autoridad dispuso que el gobernador de Lima coronel Valdivieso entregase al Presidente Provisorio la siguiente notificación:
Los amigos de García Calderón quisieron ayudarlo en la situación que fue colocado, a lo que se negó. El Presidente Provisorio visitó al almirante, quien con diplomacia y energía le hizo saber las causas de su determinación.
A continuación García Calderón y Gálvez fueron llevados al Callao y embarcados en el blindado Cochrane, que mandaba el capitán de navío Juan José Latorre, quien atendió como correspondía a los prisioneros políticos.
El Cochrane los llevó al puerto de Pisco, donde fueron trasladados al vapor Chile, que los condujo a Valparaíso.
La salida de García Calderón, produjo una fuerte reacción en el Perú, produciéndose al mismo tiempo discrepancias de opiniones entre sus conciudadanos; unos desaprobándola y otros aprobándola, entre ellos Piérola, que siempre había desconocido la autoridad emanada de La Magdalena.
En el ejército se producen movimientos. Así Montero, jefe de las fuerzas de Cajamarca, toma la resolución de separarse de Piérola, y el jefe de Arequipa, coronel del Solar, adicto a Piérola, entrega su cargo al coronel José de La Torre, que queda como jefe político y militar de esa importante ciudad del sur.
Ante esta situación Piérola renuncia a la presidencia que había ya sido desautorizada por grandes grupos de ciudadanos y pide permiso a Lynch para entrar a Lima, el que fue autorizado (noviembre de 1881).
Para reemplazar a García Calderón y a fin de no dejar al Perú sin gobierno nacional se nombra el siguiente ministerio, en el cual se unen Cáceres y Montero: Presidente del Consejo y Ministro de Relaciones Exteriores, el contraalmirante Aurelio García y García; Ministro de Gobierno, Policía y Obras Públicas, el contraalmirante Lizardo Montero; Ministro de Guerra y Marina, el general de brigada Andrés Avelino Cáceres; Ministro de Justicia, Culto y Beneficencia, el doctor Alejandrino del Solar y Ministro de Hacienda y Comercio, don Manuel Galup.
Los acontecimientos que hemos relatado sucedían a fines de 1881. En esa época comenzó a variar la política de los Estados Unidos hacia Chile. El fallecimiento del presidente de ese país, señor Garfield, que se produjo en septiembre, ocasionó el término de la influencia del ministro James Baline. Le sucedió el vicepresidente señor Chester Arthur, quien nombró Ministro de Gobierno al señor Frederic Frelinghuysen.
El nuevo gobierno rectificó los errores del señor Blaine, como puede apreciarse en la modificación de las actuaciones de la Misión Trescot.
En efecto, en diciembre de 1881, antes del cambio de ministro, salían en misión diplomática hacia Chile los señores Henry Trecot y Walter Blaine, hijo del ministro, los que desembarcaron en Valparaíso el 4 de enero de 1882.
Trescot en carácter de Ministro Extraordinario tenía la misión de su gobierno de celebrar reuniones con el Presidente de Chile y Ministro de Relaciones a fin de regularizar el estado de guerra con el Perú y Bolivia. Traía instrucciones Trescot de cortar relaciones diplomáticas con Chile si no se reponía en su puesto al señor García Calderón. Además debía impedir que Chile firmase la paz con un presidente que aceptase condiciones previas, y por último oponerse a la anexión de Tarapacá.
Puede comprobarse que estas instrucciones fueron preparadas por Blaine, confirmándose que fueron las últimas comunicaciones de aquel ministro, que al conocerlas el Presidente Arthur, ya recibido de su puesto las rectificó inmediatamente, no aceptando la política intervencionista del anterior gobierno.
Corrobora lo que escribimos el cable del Primer Ministro Frelinghuysen a Trescot, que lo recibió a su llegada a Valparaíso y que dice:
El 13 de enero Trescot fue recibido por el Presidente Santa María, pronunciando en esa ocasión un discurso tranquilo y conciliador, que en parte decía lo siguiente:
El Presidente Santa María contestó:
Entre tanto se publicaron en los Estados Unidos las incidencias que se tuvieron con el ministro Blaine, probando con documentos la intervención que tuvo en favor del Perú en la guerra con Chile y también en los asuntos comerciales de la Sociedad de Crédito Industrial. Las publicaciones produjeron el consiguiente descrédito para dicho político en el congreso de su nación, que fue manifestado aun por sus partidarios del partido Republicano.
En Santiago, Trescot celebró conferencias con el Ministro de Relaciones Exteriores señor Balmaceda, firmando un Protocolo el 11 de febrero, que en sus partes importantes decía:
1.º: Cesión a Chile de los territorios del Perú situados al sur de la Quebrada de Camarones.
2.º: Ocupación de los departamentos de Tacna y Arica por diez años e indemnizaciones correspondientes.
3.º: Ocupación por Chile de las islas Lobos, mientras hubiere guano.
Tres días después de firmarse el Protocolo, Trescot solicita modificar las condiciones de paz en lo concerniente a la cesión de Tarapacá. Hubo un cambio de notas y finalmente el ministro Balmaceda en nombre del Presidente Santa María, manifiesta que Chile mantendrá las condiciones del Protocolo del 11 de febrero por ser necesarias a los gastos causados por la guerra y seguridad de la nación.
Con esta última declaración se puso término a la Misión Trescot, que abrió un camino de comprensión hacia Chile conforme la política del presidente Arthur.
A fines de 1881 el gobierno estimó que las fuerzas militares del Perú cada día se incrementaban más y ofrecían mayor peligro al ejército de ocupación.
La resistencia principal estaba en el ejército del Centro y en el ejército del sur con base en Arequipa.
Ante esta situación el Presidente Santa María recomendó a Lynch llevar adelante la guerra contra las fuerzas adversarias. El almirante fue de opinión de atacar el ejército del Centro que mandaba el general Cáceres y que era el más cercano a la capital, pero en una época más conveniente del año. Sin embargo, obedeciendo la orden del gobierno dispuso que el Estado Mayor confeccionara los planes correspondientes.
Las fuerzas de Cáceres alcanzaban a 3.500 soldados sin contar las tropas irregulares. Estaba formado el ejército del Centro, como se expresa:
Comandante en jefe, general Andrés Avelino Cáceres; Jefe del Estado Mayor, coronel Máximo Tafur; primera división, jefe, coronel Remigio Morales Bermúdez; segunda división, jefe, coronel Miguel La Jara; tercera división, jefe, teniente coronel Lucidoro Cava; división de vanguardia, jefe, coronel Juan Gastó; columnas de guerrilleros, jefe, coronel Martín Valdivia. Esta fuerza era formada por tropas irregulares.
El ejército chileno de ocupación a fines de 1881, se componía de 15.499 hombres, de los cuales 2.600 estaban en las guarniciones de Trujillo y Huacho, conforme las estadísticas de la obra del coronel Machuca. Para cubrir la defensa de Lima y Callao se requería una fuerte guarnición de acuerdo con la reacción de la población peruana. Por esta razón se estimó enviar a la campaña contra Cáceres 5.000 soldados veteranos, que pertenecían a los cuerpos de línea.
Al distribuir las fuerzas se pudo comprobar la exacta apreciación del general Baquedano de no sacar del Perú los cuerpos de línea, recomendación que fue oída, enviándose en el mes de marzo al sur una mayoría de cuerpos movilizados.
A fines de diciembre Lynch tenía listas dos divisiones de las tres armas para iniciar la campaña. Una la mandaría personalmente y la otra para entregarla a las órdenes de su jefe de Estado Mayor general José Francisco Gana.
El plan táctico del general en jefe consistía en internarse con la primera división por la quebrada de Canta, que se encuentra al nor-este de Lima y donde estaba el ala derecha de Cáceres. Así podía cortarle la retirada al interior.
La división Gana tenía el objetivo de amagar las posiciones del adversario en el valle del Rímac, procurando envolver un flanco. Cáceres dominaba en el valle del Rímac la línea Chosica a Chicla, con buenas posiciones en la quebrada Huarochiri, que se extiende hacia el sur. (Chosica a 50 kilómetros de Lima al este y Chicla a 129).
La división Lynch salió de Lima el 1.º de enero de 1882 y se componía de las siguientes fuerzas:
Buin, 1.º de Línea, 235 soldados; Pisagua, 3.º de Línea, 700; Esmeralda, 7.º de Línea, 600; Maule movilizado, 600; un escuadrón de Granaderos a caballo, 100; 2 escuadrones de Carabineros de Yungay, 280; 2 baterías de artillería de montaña, cada una con 150 soldados. En total jefes, oficiales y tropa, 2.665 plazas.
La división Gana salió de Lima el 5 de enero con las siguientes tropas: 2.º de Línea, 614 soldados; 6.º de Línea, 639; Lautaro movilizado, 650; caballería de Cazadores y Carabineros de Yungay, 270; artillería, 12 piezas, 116 hombres; Estado Mayor y Servicio, 120. Total jefes, oficiales y tropas, 2.409 plazas.
Reproducimos a continuación las instrucciones que se entregaron al general Gana:
Gana destaca al mayor Manuel Jarpa hacia Chosica con una fuerza de vanguardia de 300 soldados, para lo cual parte desde Lima en ferrocarril. Primero llega a hacienda Huascote que estaba preparada para resistir, sin embargo fue ocupada con sus tropas, y enseguida avanza.
El mayor llega después a Chosica y se establece en la casa que emplea el cuartel de Cáceres.
El general Gana al conocer el avance de Jarpa envía el batallón 2.º de Línea por ferrocarril, y en marcha por tierra al Lautaro. Conforme las instrucciones se restablece el telégrafo de Chosica a Lima. El 2.º de Línea ocupa Matucana. El día 7 de enero el resto de la división llega a Matucana y el 8 arriban las tropas a Chicla, que es un punto importante del valle del Rímac.
Jarpa continúa adelante, ocupando el 9 Casapalca, lugar por donde Cáceres escapa hacia el interior.
Lynch efectúa con su división una difícil marcha por la quebrada de Canta, con un recorrido de 282 kilómetros hasta llegar a Chicla. Las tropas suben los primeros contrafuertes cordilleranos y sufren los inconvenientes de la altura, que se amortiguan con medidas de alimentación y descansos. Llega a Chicla el 14 de enero.
Puede decirse que el plan de cortar la retirada a Cáceres fracasó, pues este general perfectamente informado por el Comité Patriótico de Lima del movimiento de las fuerzas chilenas, con anticipación supo el objetivo de Lynch y comenzó a retirarse de sus posiciones.
Lynch había conseguido la retirada de Cáceres de la primera cadena de los Andes hacia el departamento de Junín. Con su Estado Mayor apreció la situación y decidió regresar a Lima que requería su presencia en el Cuartel General para resolver los problemas de su alto cargo. Ordenó regresar a la capital a la artillería protegida por el batallón Buin. El general en jefe informó al gobierno del resultado de las expediciones con fecha 15 de enero, expresando «que la mayor parte de las fuerzas de Cáceres se han dispersado y ha ocupado en forma tranquila el hermoso valle comprendido entre Lima y Casacalpa».
Agregó que se ha decidido organizar otra expedición provista de los elementos necesarios.
Dispuso un nuevo plan para la división reforzada que a las órdenes del general Gana debía continuar la campaña contra el ejército del centro del general Cáceres.
El general Cáceres con su ejército llegó a los pueblos de Tarma, Jauja y Huancayo, en su retirada al interior. Se le incorporaron nuevas tropas, al mismo tiempo que recibe el abastecimiento de víveres que requería. Durante la estadía en La Oroya se agregan todas las fuerzas del coronel Tafur. Ordena allí cortar el puente sobre el río Mantaro para dificultar el avance chileno.
Gana, para su operación, tenía a sus órdenes la división reforzada en las tres armas. El parque llevaba 100.000 tiros para la infantería.
Con fecha 18 de enero el General en Jefe envió al general Gana las siguientes instrucciones, de las cuales reproducimos los principales acápites:
«a) La operación militar tiene por objeto perseguir las fuerzas del general Andrés A. Cáceres y ocupar todo el valle de Jauja. De esta manera se impide la formación de montoneras, que con el pretexto de amagar a nuestras tropas, se ocupan de imponer requisiciones, como si fueran enemigos. Deben aprovecharse los recursos del valle para la mantención del ejército y contribuir a los gastos de la ocupación.
) Es importante regularizar la situación para obtener de ella todo el provecho posible. El mejor medio consiste en la conducta que nuestra tropa observe con las poblaciones, para que se palpe el contraste con la observada por sus conciudadanos.
Los territorios ocupados costearán el legítimo gasto de los ocupantes que les garantizan la vida y la propiedad; pero impedirá que se cometan abusos, que la comisión no haga repartición injusta que libre a algunos del gravamen de la recaudación.
Si fuere posible, se comisionará para ello a vecinos caracterizados o algún extranjero.
c) (...)
d) (...)
e) Ninguna requisición se impondrá a los extranjeros con los cuales conviene proceder con armonía para evitar reclamaciones.
f) (...)
g) (...)
h) Si la autoridad judicial desea continuar en funciones le prestará su apoyo.
i) Dará facilidades para el tráfico y comunicaciones por correo y garantizará el acarreo de productos.
j) El cultivo de las buenas relaciones con los neutrales y en especial con los agentes consulares es esencial para evitar toda clase de reclamaciones.
La división Gana se preparó en Chicla para la nueva operación. Este pueblo está situado a 129 kilómetros de Lima y queda a una altura de 3.723 metros. El aire liviano produjo gran efecto entre las tropas, como también el intenso frío y las nevadas del amanecer.
El 19 de enero la división toma el camino hacia Tarma. Asciende por peligrosos desfiladeros a la parte más alta de la cordillera, con 4.950 metros de altura. Adelante va el mayor Jarpa que explora el terreno. La división llega a La Oroya y continúa a Tarma, donde arriba el 26 de enero.
El general Gana recibe el saludo del Alcalde a quien comunica que los habitantes deben entregar todas las armas y municiones. Para el cumplimiento de esta disposición se hace publicar un bando en los puntos de mayor circulación.
Al tener conocimiento el general Cáceres que había tomado con su ejército la dirección hacia el sur, hacia Ayacucho, dispuso que el batallón Lautaro se dirigiese a Huancayo y el Chacabuco a La Concepción, a fin de cortarle la retirada.
Las fuerzas de Gana que habían perseguido a Cáceres por el departamento de Junín llegaron a Jauja el 1.º de febrero.
Al término de esta parte de la expedición, el general Gana, autorizado por el general en jefe, entregó el mando al coronel Estanislao del Canto y regresó a Lima, llegando a esa capital el 5 de febrero. El nuevo jefe tiene conocimiento de que Cáceres ha tomado el camino a Huancayo, decidiéndose perseguirlo. Le lleva una ventaja de 20 kilómetros. El coronel Canto, el 5 de febrero, se encontraba en Pucará a 14 kilómetros de Huancayo con 400 infantes y 75 soldados de caballería. Además 4 cañones de montaña. La avanzada chilena reconoce en Pucará las fuerzas de Cáceres a orillas del río de este nombre. El coronel ordena el despliegue desde una orilla del río. Cáceres, con mayores fuerzas después de combatir al adversario, se retira al sur, a Mancavalle, dejando en el campo 78 muertos y 38 heridos.
El coronel Calto en su táctica contra las montoneras, deja guarniciones en Cerro de Pasco, Junín, Tarma, Concepción y Huancayo.
Cáceres toma la contraofensiva disponiendo el ataque con guerrillas sobre las guarniciones chilenas.
Durante los meses de febrero a junio la expedición chilena efectúa sus movimientos entre los pueblos de las serranías del departamento de Junín. El 1.º de julio las fuerzas del coronel Canto sumaban un total de 4.079 hombres. Obedeciendo instrucciones del General en Jefe, el 6 de julio inicia su marcha de Huancayo al norte para concentrar todas las tropas en Tarma.
Al pasar por el pueblo de la Concepción, el coronel se enteró de la inmolación de toda la guarnición que se encontraba allí al mando del capitán Ignacio Carrera Pinto comandante de la 4.ª compañía del batallón Chacabuco.
En efecto, el 9 de julio, a las 2 de la tarde, el capitán fue avisado de que tropas enemigas acompañadas de una poblada de 1.500 indígenas llegaba a los cerros vecinos.
El coronel Juan Gastó, que mandaba 300 soldados, antes de atacar intimó a rendición al capitán Carrera por escrito, contestando el capitán que como chileno y descendiente del prócer José Miguel Carrera, no le intimidaban el número de tropas ni las amenazas de rigor.
Carrera Pinto dividió sus fuerzas en cuatro grupos y se dispuso a resistir y morir antes de rendirse. Con inusitado valor se defendió del ataque peruano durante todo el día 9; al siguiente continuó el combate cayendo uno a uno los defensores que eran en total 4 oficiales, 72 soldados del batallón Chacabuco y un soldado del Lautaro. Al final de la epopeya fue incendiado el cuartel, donde se mantuvo izado el pabellón de la patria, que defendieron valerosamente los 77 militares chilenos.
El conocimiento del combate de La Concepción, levantó el patriotismo en toda la nación. En Lima el almirante Lynch dispuso la celebración de solemnes honras fúnebres en el templo de Santo Domingo, concurriendo a ellas el almirante, el ministro Novoa, jefes y oficiales del ejército y de la armada.
Formaron tropas de la guarnición chilena. La armada envió una corona con la siguiente inscripción: «La Marina de Chile a sus nobles compañeros del ejército».
La persecución del coronel Canto al enemigo no tuvo resultado favorable. La fuerza chilena pasó por Jauja y llegó a Tarma el 13 de julio. Allí se le reunió la guarnición de Junín que mandaba el coronel José Antonio Gutiérrez con su batallón 3º de Línea; después continuó a La Oroya y enseguida a Chicla, entregando el mando por resolución superior al coronel Martiniano Urriola.
Por ese tiempo el general en jefe relevaba al jefe de la guarnición en Chacay teniente coronel Silvestre Urízar, por el coronel Alejandro Gorostiaga.
Durante el primer semestre de 1882 el Presidente Santa María había hecho grandes esfuerzos para obtener la paz con el Perú que presentaba obstáculos por el desacuerdo entre los militares y entre los políticos. Además obstruían la acción aquéllos que deseaban la implicancia de los EE. UU. que se quiso hacer efectiva con la ocupación del puerto de Chimbote, ya cedido en septiembre de 1881. Para hacerse cargo de dicho puerto el ministro de EE. UU. envió la corbeta de guerra Pensacola.
El almirante Lynch que estaba siempre listo para actuar, al conocer sigilosamente el viaje de la Pensacola, ordenó al blindado Blanco Encalada, que estaba al mando del capitán de fragata Jorge Montt, que zarpara a toda máquina hacia Chimbote.
Montt, jefe de grandes condiciones cumplió su comisión, llegando dos horas antes que la corbeta norteamericana. De no haber sido así,.el país pudo haber tenido una muy difícil situación internacional. Cuando llegó la Pensacola ya estaba flameando en el puerto la bandera nacional, a que tenía derecho Chile de izarla por estar el Perú ocupado militarmente.
Haremos presente que en esa época los Estados Unidos no tenían en el Pacífico buques más poderosos que el blindado Blanco Encalada, que hizo respetar los derechos de la nación debido a las oportunas órdenes del almirante y general en jefe Patricio Lynch.
Volviendo a la situación interna del Perú, y como hemos escrito, el ex-presidente García Calderón se encontraba relegado en Chile y por consiguiente no representaba la opinión pública de su país. Sus partidarios lo habían reemplazado por el contraalmirante Lizardo Montero, que mandaba la fuerza de Cajamarca, sucediéndole allí el general Miguel Iglesias; tomando Montero la jefatura militar de Arequipa, que tenía una apreciable guarnición (julio de 1882).
Iglesias con mando político y militar en Cajamarca tomó la resolución de abrir el camino de la paz con Chile, proclamando que debía terminarse con las intrigas de la guerra, que valía más para el Perú su libertad, que los territorios que ya estaban perdidos. Esta declaración se llamó «el grito de Montán», del 31 de agosto de 1882.
En parte Iglesias decía:
La posición de Iglesias fue apoyada por los jerarcas de las Logias Masónicas del Perú y de Chile que reunidos en Lima, activaron el entendimiento hacia la paz.
El ministro Novoa informó de la posición y de la política de Iglesias al Presidente de la República don Domingo Santa María, quien contestó lo siguiente:
Días después, el 9, el Presidente Santa María escribió al almirante Lynch manifestándole su resolución en apoyo a Iglesias.
La importante carta dice lo siguiente:
Fijada la política por el Presidente Santa María, Novoa y Lynch la llevaron adelante, aunque el ambiente de la mayor parte de los chilenos no era favorable a Iglesias.
Novoa continuó observando con optimismo la gestión de Iglesias, y el apoyo que recibía de los ciudadanos en Cajamarca. Con los antecedentes favorables perseveró el ministro de Chile en su proyecto de discutir privadamente las bases para un Tratado de Paz. De la posición de Novoa, salieron las bases para las Conferencias de Paz, que se inician en Chorrillos el 27 de marzo de 1883.
Representa a Chile el Ministro Plenipotenciario don Jovino Novoa, y al Perú don José Antonio Lavalle y don Mariano Castro Zaldívar. En la primera conferencia del 27 de marzo, Tarapacá quedó descartado de las conversaciones. Respecto a Tacna y Arica, Lavalle propuso un plebiscito a los 10 años de ocupación, no aceptando la idea chilena de la anexión. Respecto a la deuda del Perú, Lavalle pidió eliminar a su país como deudor.
La segunda conferencia tuvo lugar el 9 de abril. En ella Novoa acepta el plebiscito para Tacna y Arica. Respecto a los acreedores, Lavalle propone pagar con el 50% del producto del guano. Además, el delegado propone que Chile pague al Perú 10 millones de pesos después del plebiscito, que se reconozca a Iglesias y se desocupe Lima y Callao y que Novoa suscribiría las bases del Tratado con los representantes o con el mismo Iglesias.
La tercera conferencia se realiza el 22 de abril. Se acepta el pago de 10 millones después del plebiscito, pero con reciprocidad. Respecto a la deuda, el gobierno seguirá pagando el 50% líquido del guano.
En la cuarta conferencia se redacta el Protocolo, que fue enviado a Cajamarca para la firma del general Iglesias, y que reproducimos por su importancia:
Los delegados del Perú enviaron copia del Protocolo al representante chileno señor Novoa, pidiéndole contestase sobre si estaba conforme con el documento.
El Ministro Plenipotenciario contestó:
Hasta aquí lo efectuado en la prosecución del Tratado de Paz.
Continuaremos con las operaciones militares que se desarrollan contra el ejército peruano del Centro.
Mientras el Ministro Novoa actuaba en la diplomacia, el almirante Lynch está preocupado del problema militar, pues poco antes de las conferencias de Chorrillos, el general Cáceres llegó sorpresivamente a Chancay. La guarnición chilena se embarcó en un buque mercante nacional, que en previsión tenía en el puerto el general en jefe. Al conocer los hechos, Lynch envió a ese puerto una división de 1.400 hombres al mando del coronel Marco Antonio Arriagada; la que salió del Callao el 20 de marzo de 1883.
Cuando Arriagada desembarcó en Chancay, ya Cáceres se había retirado al interior, de acuerdo con su táctica de no presentar combate, y solamente hacerlo con todas las probabilidades de triunfo.
El general en jefe, ante la retirada del audaz jefe peruano, dispuso fuera perseguido con una nueva expedición a las sierras que la entregó al mando del destacado coronel Juan León García, que era el comandante del batallón Buin.
Esta fuerza se componía de los batallones Buin 1.º de Línea, el 4.º de Línea; el Aconcagua; 6 piezas de artillería de montaña, 100 Granaderos a caballo, 50 Carabineros de Yungay; más los servicios auxiliares. En total 1.800 soldados.
El 6 de abril de 1883, parte de Lima la expedición cuyo jefe ha recibido instrucciones del general en jefe, entre ellas que evitara los pasos peligrosos de la cordillera, que maniobrara en las alturas y que tratara con rigor a las fuerzas irregulares.
La expedición, que era la tercera a las Sierras, llegó a Canta, cuando Cáceres se había retirado al sur, hacia Chicla, en conocimiento del avance chileno por la inteligente ayuda del Comité Patriótico.
Lynch, apreciando con su Estado Mayor todos los movimientos de Cáceres, y suponiendo que podía estar en las cercanías de Chicla, envía una división especial al mando del coronel del Canto, compuesta de dos batallones de infantería, más la artillería y caballería, que sale de Lima el 24 de abril. Quedaba iniciada en este mes la enérgica ofensiva contra Cáceres dirigida por Lynch desde su Cuartel General de Lima.
El general Cáceres, con sus ágiles tropas y con conocimiento completo de esa zona cordillerana, al verse perseguido, se dirige rápidamente a Tarma, a donde llega poco antes de la expedición García (20 de mayo). En esta ocasión Cáceres estuvo a punto de ser alcanzado con su ejército, pues la división León García, el 21, entraba a Tarma.
El coronel Canto con sus tropas llega también a Tarma el 26 de mayo, aniversario de la batalla de Tacna, hecho de armas que es celebrado por este jefe y sus fuerzas.
En este pueblo, por disposición de Lynch, Canto toma el mando de todas las tropas y en conocimiento que Cáceres se ha retirado al norte, sigue en su persecución, pasando por Cerro de Pasco, y Huánuco, llegando a Aguamiro.
El general Cáceres operaba con un ejército de 3.500 soldados, dividido en 4 divisiones; la 1.ª al mando del coronel Manuel Cáceres, la 2.ª al mando del coronel Juan Gastó, la 3.ª con el coronel Juan Cancio y la 4.ª con el capitán de navío Germán Astete.
Lynch ante los nuevos movimientos de Cáceres, ordena al coronel Arriagada, que estaba en Chancay, puerto situado en latitud poco al sur de Cerro de Pasco, se dirija con su división al interior hacia Aguamiro, a donde llega el 20 de junio. Siendo este coronel más antiguo que del Canto, tomó el mando general de todas las fuerzas por disposición del general en jefe. También se entregó al coronel Arriagada las fuerzas del coronel Gorostiaga, de guarnición en el departamento de Libertad con base en Trujillo.
Lynch que estaba bien informado de las últimas posiciones de Cáceres, dispuso que Gorostiaga se dirigiese a Huamachuco, pueblo cordillerano que era un punto obligado de los caminos al norte. En esa zona actuaba el coronel Recabarren, con 1.400 hombres, que apenas alcanzó a escapar de Gorostiaga, uniéndose a Cáceres para resistir juntos el empuje chileno.
Lynch tenía otra razón más: llevar al norte las fuerzas de Arriagada y Gorostiaga y era la de interceptar a Cáceres en una posible marcha hacia Cajamarca, para apoderarse de las tropas de Iglesias, a quien combatía porque era partidario de subscribir un tratado de paz con Chile.
En Huamachuco, Gorostiaga recibe orden de dirigirse al sur a fin de encerrar a Cáceres o a Recabarren e impedirles toda retirada hacia el norte. El coronel llegó con su división a Huáraz, pueblecito del camino cordillerano entre Aguamiro y Yungay.
Por otra parte, Lynch había dispuesto que el teniente coronel Herminio González, que había entregado Trujillo a los representantes de Iglesias según un acuerdo, estuviese listo para reforzar a Gorostiaga. Este comandante salió de Trujillo con 600 soldados el 29 de junio y cumpliendo órdenes del coronel Gorostiaga se dirigió a Huamachuco.
Veamos lo acontecido al coronel Arriagada. Este jefe, con su división en Aguamiro, marchó al norte y, recorriendo un difícil trayecto de 60 leguas, llegó hasta Yungay. Allí falsos movimientos de tropas peruanas lo convencen de que Cáceres ha continuado al sur, lo que lo hace retroceder otra vez hacia Aguamiro.
Lynch estaba en lo cierto, apreciando que Cáceres se dirigiría al norte, hacia Cajamarca. La siguiente comunicación del Cuartel General comprueba la apreciación. Dice el coronel Gorostiaga:
Con su apreciación, que le afirmó la nota del general en jefe, Gorostiaga, desde Huáraz, se dirige al norte en difícil marcha por desfiladeros donde podría encontrarse con Cáceres y Recabarren. El 1.º de julio llega a Agasmarca, donde da descanso a sus tropas y toma víveres; enseguida comprendiendo que debe llegar a Huamachuco, marcha sobre ese pueblo al que arriba el 5 de julio. Cáceres y Recabarren habían quedado un poco atrás y no alcanzaron a la división de Gorostiaga como fueron sus intenciones.
Para mayor éxito de las fuerzas chilenas, el 7 de julio llegaba a Huamachuco el teniente coronel González con sus tropas, que sumaban 581 soldados de los cuales 450 eran de infantería y los demás de caballería y artillería.
La llegada de González y sus hombres fue recibida con aclamaciones. Puede decirse que una buena estrella acompañó a los chilenos para obtener una concentración en Huamachuco y así poder combatir a Cáceres y Recabarren que, según informes, se acercaban a este lugar.
Como Arriagada creyese que Cáceres marchaba al sur, pidió al general en jefe más tropas para detenerlo. Lynch, oyendo el pedido, envió una fuerza al mando del coronel Urriola hacia Cerro de Pasco para no dejarlo pasar a Junín. Ya hemos visto que la situación era otra, pues Cáceres desde Yungay, hasta donde fue perseguido por Arriagada, continuó al norte con el objetivo de atacar a Gorostiaga, que por sus informes mandaba una pequeña división de 1.000 hombres. Llega finalmente a Huamachuco el 8 de julio. Chilenos y peruanos estaban a la vista en las vísperas de una batalla que fue la última guerra y que, por su importancia, nos detendremos en ella.
Las fuerzas que mandaba el coronel Alejandro Gorostiaga eran las siguientes:
Fuerzas chilenas, total aproximado, 1.600 hombres; Batallón de Línea Zapadores, al mando del capitán Ricardo Canales; Batallón Concepción, mandado por el teniente coronel Herminio González; Batallón Talva, al mando del teniente coronel Alejandro Cruz; Batallón Victoria, al mando del teniente Abel García; Artillería, mayor Gumercindo Fontecilla con tres piezas Krupp; Caballería, Regimiento Cazadores, al mando del teniente coronel Alberto Novoa; segundo jefe, mayor Sofanor Parra.
Fuerzas peruanas, total aproximado, 3.800 hombres. Las componían el ejército del norte al mando del coronel Isaac Recabarren con dos divisiones y el ejército del centro de Cáceres con cuatro divisiones. Eran 6 divisiones de máxima movilidad. Además 18 piezas de artillería al mando del coronel Federico Ríos, y un escuadrón de caballería Cazadores del Perú con el mayor Santiago Zavala, y otro escuadrón Tarma al mando del mayor Agustín Zapatel.
El coronel Gorostiaga al tener conocimiento de la aproximación y llegada del ejército enemigo, formó la línea de batalla en el cerro Sazón, situado al nor-este del pueblo de Huamachuco; mientras que el general Cáceres se sitúa con su ejército al sureste del pueblo, en los faldeos y alturas del cerro Cuyurga, quedando a la vista de los chilenos (8 de julio).
Al día siguiente, 9 de julio, justamente a un año del combate de La Concepción, los ejércitos continúan reforzando las posiciones de los cerros, dejando entre ellos una planicie denominada Purrubamba.
El 10 de julio, a las 6 de la mañana, Gorostiaga tomó la ofensiva, ordenando atacar a la derecha enemiga con el batallón de línea Zapadores. Cáceres contestó el ataque con el avance de su ejército a la llanura de Purrubamba, con el objeto de envolver a la infantería chilena, que se defiende con un nutrido fuego de fusilería y con la artillería. A mediodía, como la acción permanecía indecisa, Gorostiaga dispuso alistar toda su fuerza para una ofensiva general. Para ello ordenó cargar a la caballería, que lo hizo con tal ímpetu, que llegó a hacer saltar los sirvientes de los cañones enemigos. A continuación avanzó la infantería en formidable ataque al grito de «¡Viva Chile!», produciendo la derrota y retirada de las fuerzas de Cáceres y Recabarren, dejando en el campo gran número de muertos, entre ellos el coronel Gastó, responsable de los actos cometidos en La Concepción. Además, se capturaron numerosos cañones, rifles y municiones.
El general Cáceres, que estuvo a punto de caer prisionero, pudo escapar hacia el sur, con el coronel Recabarren y las deshechas tropas, aprovechando el conocimiento de la región cordillerana.
El triunfo de Huamachuco se debió en primer término a la habilidad militar del coronel Gorostiaga, que aplicó oportunamente los principios de ofensiva y sorpresa en el ataque, aprovechando la bajada del ejército enemigo con la artillería a la planicie. Así pudo derrotarlos con la mitad de los efectivos peruanos.
En el plano estratégico, los hechos demuestran la correcta apreciación del general en jefe, almirante Lynch; y su inteligente acción para dirigir las expediciones en perseguir, interceptar y combatir al más temible de los caudillos peruanos, el general Cáceres.
En el plano político, la victoria de Huamachuco apuró las negociaciones de paz que concertaban Novoa con Iglesias.
Mientras se desarrollaban las operaciones militares contra Cáceres, que culminaron el 10 de julio, en Huamachuco; los delegados del general Iglesias entregaban al ministro de Chile, señor Novoa, una nota sobre las bases del Tratado de Paz, contenidas en el Protocolo del mes de mayo.
Para avanzar hacia la paz, se estipuló la entrega al Perú de algunos departamentos del norte. Por esta razón, el teniente coronel Herminio González entregó el departamento de Libertad a un delegado de Iglesias el 28 de junio y pudo cumplir la orden de reforzar al coronel Gorostiaga, que operaba en el interior.
Iglesias tuvo que vencer enormes dificultades para hacerse cargo de las Aduanas y demás servicios públicos de la zona que se le entregaba. En esa situación, Lynch le prestó ayuda, proporcionándole no sólo dinero, sino que armas para los servicios policiales y de defensa; ya que podía ser atacado por sus enemigos políticos, que eran contrarios a la paz con Chile, entre ellos los pertenecientes al partido civilista.
No olvidemos que también existían en esa época fuerzas militares bien organizadas, que estaban en pie de guerra, contrarias a Iglesias, tales como las de Arequipa, que desde julio obedecían al contraalmirante Montero. Este jefe, como los partidarios de Piérola, que estaba en Europa, y los que seguían a García Calderón, que se encontraba en Chile, rechazaban la gestión de paz de Iglesias, y lo difamaban en todas partes.
El ministro Novoa, por instrucciones del Presidente Santa María, continuaba adelante sus diligencias por la paz, cooperando a esta acción el almirante Lynch, con la decisión que le era característica.
Continuando con las operaciones militares, tenemos que Cáceres llegó en su retirada desde Huamachuco a su ciudad natal, Ayacucho, donde tenía siempre lista la cooperación de sus conterráneos.
Lynch aprecia que debe ser perseguido hasta su total eliminación, y para este objeto ordena rebuscarlo con una división que entrega al mando del coronel Martiniano Urriola, que se encontraba en las sierras. El coronel se alista y pasa revista a sus tropas en Huancayo, en agosto de 1883, reuniendo 1.500 soldados de las tres armas, de los batallones 3.º de Línea y Miraflores; 6 piezas de artillería; 290 soldados de Granaderos a Caballo y 100 de Carabineros de Yungay.
Esta fuerza toma su disposición ya experimentada, llevando en la exploración tropa de caballería; después una compañía de infantería, a continuación la artillería para bombardear las alturas, y por último, el grueso de la división.
La marcha es dificilísima por las quebradas cordilleranas, que Urriola desarrolla con prudencia, haciendo frente a las montoneras que tratan de obstaculizar el camino. Las compañías de infantería rechazan al enemigo.
La división llega al pequeño pueblo de Huando y las bandas de músicos saludan con dianas el aniversario patrio, el 18 de septiembre. A continuación sigue Urriola al sur, y llega a la ciudad de Huancavélica, que es un centro bien poblado del interior, que permite a los oficiales y tropas hacer compras en los almacenes comerciales. Después continúa la fuerza chilena por malos caminos, con frío, soportando el soroche y teniendo que defenderse de la indiada. Finalmente, el 30 de septiembre, la división llega a la ciudad de Ayacucho, desfilando por la plaza principal como un homenaje de recordación a la histórica batalla ganada en sus vecindades en 1824, que selló la libertad del Perú y del Alto-Perú.
El general Cáceres al tener conocimiento de la aproximación del coronel Urriola, abandona la ciudad hacia el departamento de Apurimac con sus columnas de obedientes voluntarios. Continúa después al norte pasando por Huancayo, Jauja y Tarma, donde se informa de la caída del ejército peruano de Arequipa.
Urriola, por su parte, en los primeros días de noviembre se impuso de la rendición de Arequipa. Como no tuviese comunicación con el general en jefe, regresó con su división al norte, dejando de guarnición en Jauja al batallón 3.º de Línea al mando del coronel Gutiérrez, con la orden de controlar los movimientos de las fuerzas de Cáceres.
Examinemos a continuación la campaña contra el ejército de Arequipa que estaba al mando del contraalmirante Montero.
Esta fuerza se mantenía en la ciudad, como la principal de la región sur y como la más importante que le quedaba al Perú.
Deshecho el ejército del centro, había que terminar con la resistencia que presentaba el ejército del sur.
El gobierno de acuerdo con Lynch, resolvió entregar la operación al coronel José Velázquez, prestigioso militar que se había distinguido en la dirección general de la artillería.
Este jefe estaba desde marzo con el mando de la guarnición reforzada de Tacna, que se mantenía en esa zona desde 1881 en previsión de cualquiera acción bélica de parte de Bolivia.
Velázquez organizó su división con los batallones Santiago 5.º de Línea, Ángeles, Carampangue, Rengo; 5 piezas de artillería de montaña y dos escuadrones de caballería.
Lynch atento a toda situación militar dispuso entregar a Velázquez una mayor fuerza, ordenando se le agregase una división auxiliar al mando del coronel Estanislao del Canto, compuesta de los batallones 2.º de Línea, 4.º de Línea, Lautaro, Curicó y Aconcagua; más 6 piezas de artillería de montaña y 2 escuadrones de caballería. Dicha fuerza llegó por mar al puerto de Pacocha, desembarcando en los primeros días de octubre para reunirse en Moquegua con la división del coronel Velázquez.
Al concentrarse todas las fuerzas en Moquegua, Velázquez las organiza en dos divisiones de infantería; una al mando del coronel Vicente Ruiz y la otra al mando del coronel Estanislao del Canto.
La caballería y la artillería quedan dependientes del Cuartel General. El 17 de octubre las divisiones avanzan sobre Arequipa, mientras Montero prepara su ejército para la defensa, que ya presentaba signos de debilidad, pues habían entrado a Arequipa fuerzas de Moquegua en retirada.
Montero reunió su Estado Mayor determinando presentar batalla a las fuerzas chilenas en las alturas de Puquina, a 30 kilómetros de Arequipa. Para ello consideraba su buena infantería con rifles muy nuevos, recién traídos de Europa. También estaban muy bien dotados los regimientos de artillería que habían recibido cañones modernos desde La Paz.
Para llegar a Puquina, las tropas chilenas tenían que atravesar la cuesta de Huasacachi de 3 mil a 4 mil metros de altura y que era, por consiguiente, una natural fortaleza donde se colocaron tropas veteranas y parapetadas en las alturas.
La división chilena de avanzada reconoció las posiciones de Huasacachi sin comprometer la acción en espera de las órdenes de Velázquez que el día 23 de octubre dispuso el ataque y la toma de las alturas de Huasacachi, acción que valientemente cumplieron sus resueltos soldados.
Velázquez a continuación llegó a Puquina, mientras en Arequipa se producía la insubordinación de algunos batallones, que casi cuesta la vida al propio Montero y a sus altos jefes.
En la ciudad de Arequipa el populacho se entregó a desmanes y trató de sacrificar a las autoridades militares.
Montero consiguió escapar a Bolivia con sus oficiales de alta graduación aprovechando la noche.
Ante estos hechos censurables, el Cuerpo Consular se apersonó al coronel Velázquez a pedirle garantías. El jefe chileno mantiene sus divisiones en el pueblecito de Paucarpata, en los suburbios de Arequipa, que recuerda el tratado firmado por Blanco Encalada en 1837, durante la guerra contra la Confederación.
En este lugar, fue de opinión Velázquez de recibir la entrega de la ciudad de Arequipa, dejándose constancia en un Acta de la cual reproduciremos algunos párrafos:
El 30 de octubre el coronel Velázquez entra a Arequipa a la cabeza de sus tropas y ordena que el pabellón de Chile sea izado en la Casa de Gobierno. Con la caída de esta ciudad se terminaba la resistencia militar en el sur del Perú.
Durante el mes de octubre sucedieron importantes acontecimientos que precedieron al término de la Guerra del Pacífico.
En efecto, el día 16 fondea en Ancón, pequeño puerto al norte del Callao, procedente de Salaverry, el vapor Colombia que traía al general Iglesias con el objeto de firmar el Tratado de Paz con Chile. Se reúnen en Lima el Ministro Plenipotenciario don Jovino Novoa y los Delegados peruanos señores Lavalle y Castro Zaldívar a fin de finiquitar la redacción del Tratado.
Chile, con fecha 18, reconoce el Gobierno del general Iglesias que era una formalidad previa a la firma del tratado, lo que se hizo por oficio suscrito por el Ministro Novoa y que en su parte principal dice lo siguiente:
Dos días después, el 20 de octubre de 1883, a las 9:45, se firmaba el trascendental Tratado de Paz con el Perú, que ponía fin a la larga guerra y en el cual correspondió importantísima acción al Ministro Novoa que recibía instrucciones del Presidente Santa María.
Correspondió también al almirante Lynch cooperar en las gestiones de paz, aunque su acción principal estuvo en la dirección superior de las operaciones militares desde que se hizo cargo del Comando en Jefe del Ejército, y que hicieron posible llegar al Tratado de Ancón.
Una vez firmado el documento, se comunicó la noticia al Presidente Santa María que la recibió con gran beneplácito.
El día 23 el General en Jefe del Ejército, almirante Lynch, al frente de las fuerzas de la guarnición de Lima, salió de la ciudad y se instalaron las tropas en los vecinos pueblos de Miraflores, Barranco y Chorrillos. Ese mismo día hizo su entrada a Lima el Presidente del Perú general Iglesias, instalándose en el Palacio de Gobierno.
Fue izada la bandera del Perú con los honores correspondientes, que rinden las últimas tropas chilenas al mando del coronel Enrique Baeza.
En el Callao se efectúa un acto similar, arriándose la bandera nacional e izándose la peruana, que fue saludada con 21 cañonazos por el blindado Almirante Cochrane.
Lynch había dispuesto en digno ceremonial la entrega del mando de la nación. Al mismo tiempo enviaba al Ministro de la Guerra la bandera nacional que estuvo flameando en el Palacio de Gobierno en Lima.
A continuación reproducimos partes principales del Tratado de Paz que firmaron los representantes de Chile y el Perú:
Tratado de Paz y Amistad entre las Repúblicas de Chile y el Perú:
Durante las gestiones de paz con el Perú, el general en jefe dispuso el retiro de algunas guarniciones militares entregando las ciudades, departamentos, etc., a los representantes del general Iglesias. Así el 28 de junio, como ya hemos escrito se había entregado la ciudad de Trujillo.
Al mes siguiente, el 26 de julio se entregó el departamento de Lambayeque; el 31 de agosto el departamento de Ica; el 28 de septiembre la ciudad de Chincha; el 14 de octubre el puerto de Pisco, y el 9 de noviembre la provincia de Chacay.
Las tropas de ocupación que quedaban en el Perú después de firmado el Tratado, no fueron evacuadas inmediatamente a fin de afianzar por las armas el gobierno de Iglesias, pies Cáceres estaba activo en las sierras.
Aun firmado el Tratado de Ancón, Bolivia ponía obstáculos para llegar a la paz con Chile. Por esta razón el gobierno fue de opinión de reforzar la frontera con ese país, enviando para este objeto una fuerza militar al mando del coronel Diego Dublé Almeyda con la misión de tomar la plaza de Puno en las inmediaciones del lago Titicaca, lo que se efectuó con los batallones Lautaro y Coquimbo, dos piezas de artillería y 25 soldados de caballería (noviembre de 1883).
En febrero de 1884 Bolivia continuaba demorando las gestiones de paz que negociaban el delegado de Chile señor Aniceto Vergara Albano y los delegados de Bolivia señores Belisario Salinas y Belisario Boeto.
La posición dilatoria del país del altiplano fue observada por los enemigos del presidente Iglesias, los que esparcieron la noticia de que el Congreso del Perú no aprobaría el Tratado de Ancón.
Ante esta situación el Presidente Santa María comunicó al almirante Lynch que si esta medida se llevaba a efecto, ocupara inmediatamente Lima y el Callao. En la región de Arequipa el coronel Velázquez estaba listo para actuar sobre Bolivia.
La enérgica disposición del Presidente Santa María, hizo posible se firmara el Tratado de Tregua entre Chile y Bolivia el 4 de abril de 1884, del cual reproducimos algunas de sus partes más importantes:
Pacto de Tregua entre Chile y Bolivia:
Este Tratado fue firmado por el Presidente de la República general Campero en el mes de mayo y ratificado por el Congreso en noviembre de ese año.
Al firmarse el convenio en abril, el gobierno comunicó a Lynch que podía retirar las tropas acantonadas en Puno.
Debemos hacer presente que el Tratado de Tregua suspendía la guerra sin restaurar la paz definitiva entre Chile y Bolivia; la que vino a establecerse veinte años después el firmar el Tratado de Paz, Amistad y Comercio, firmado en octubre de 1904.
Decidida la guerra contra el Perú y Bolivia, Chile respondió con la ofensiva de sus Fuerzas Armadas apoyadas patrióticamente por la unidad nacional.
En el desarrollo del conflicto se producen heroicos hechos de armas que elevan la moral ciudadana y el prestigio de la nación.
En las batallas de tierra y mar se probó el valor y disciplina de nuestros hombres de armas, que combatieron a adversarios resueltos a defender también con valor sus posiciones.
Se comprobó además la buena dirección y conducción de las fuerzas por parte de los generales y almirantes, jefes y oficiales. Ellos respondieron al país con grandes éxitos militares que permitieron al gobierno formalizar y firmar los Tratados de Paz con los países del norte.
El Tratado de Ancón con el Perú fue promulgado el 8 de marzo de 1884, después de aprobarlo en enero la Cámara de Diputados con un voto en contra y el Senado por unanimidad. Con el Tratado con Bolivia, de abril de ese año, quedaba terminada la guerra con ambas naciones.
Lynch en Lima, recibió el 19 de junio de 1884, una comunicación del general Cáceres reconociendo el Tratado de Ancón. Con ello se puso fin a la última resistencia armada del Perú, que mantenía el más irreductible caudillo de ese país.
Lynch dispuso entonces el retiro de las últimas tropas que quedaban en las sierras y que era el batallón 3º de Línea con guarnición en Tarma.
En ese año 1884, el Presidente Pinto con acuerdo del Congreso, promulgaba una ley especial que daba al vicealmirante Lynch honores de general en jefe en campaña y sueldo correspondiente al empleo en servicio activo. Había sido ascendido por su actuación notable en el Perú al grado de vicealmirante, el 8 de agosto del año anterior.
Antes de terminar con las actuaciones militares del vicealmirante Lynch, dejaremos constancia que desde su alto cargo de General en Jefe del Ejército de Operaciones, se preocupó, como dicen las relaciones oficiales, de la eficiencia de la fuerza a sus órdenes.
Por notas separadas al Ministerio de Guerra se refirió a la creación de un Estado Mayor General del Ejército.
Además previno la necesidad del perfeccionamiento de los oficiales en los servicios del Estado Mayor y cuyo resultado se vio más adelante con la creación de la Academia de Guerra, en 1886, durante el gobierno del Presidente Santa María.
La organización del Estado Mayor era una de las experiencias de la guerra y está escrita en las Memorias del almirante, de 1882.
Respecto a la instrucción superior de los oficiales, en el Ministerio quedaron los oficios y los juicios del almirante Lynch, como puede observarse en la lectura de una carta que se encuentra en el archivo de la Academia de Guerra, dirigida por el Inspector General del Ejército general Jorge Boonen Rivera al director de este instituto coronel Luis Brieba, de fecha 25 de julio de 1914, que dice lo siguiente:
Por los antecedentes expresados se puede apreciar que el vicealmirante Patricio Lynch tiene el mérito de haber propiciado la creación de la Academia de Guerra de nuestro ejército.
Firmado el Tratado de Ancón y el Pacto de Tregua con Bolivia, Chile ganaba la paz con sus adversarios, cumpliéndose un importante objetivo de la guerra.
El almirante Lynch que ya había ordenado el regreso al país del ejército de ocupación, se embarcó en agosto de 1884 en la corbeta Abtao, que llega a Valparaíso el 30 de ese mes, recibiendo en el primer puerto un grandioso homenaje público. Fuerzas del ejército y de la armada le rindieron honores al desembarque y en el trayecto por la ciudad engalanada con banderas y arcos triunfales.
Los diarios hicieron elogiosas publicaciones. En El Mercurio, don Miguel Luis Amunátegui en parte de su artículo decía:
En Santiago el recibimiento fue también magnífico. Ya una parte de la ciudadanía le había manifestado su gratitud y admiración por sus hechos de armas, obsequiándole una valiosa espada, que se conserva en el Museo Naval.
Llegó a la Estación Central del ferrocarril. Allí lo esperaban los ministros de Estado, que lo acompañaron en carrozas del gobierno por el centro de la Alameda, recibiendo durante todo el trayecto grandes ovaciones de los habitantes, que quisieron rendir un homenaje al valeroso jefe chileno.
Finalmente fue recibido por el Presidente de la República don Domingo Santa María, quien le expresó en nombre de la nación que merecía el bien de la Patria por sus brillantes servicios prestados en la Guerra del Pacífico.
Después de restablecerse las relaciones con España por el Tratado de Paz del 12 de junio de 1883, el Presidente Santa María consideró el nombramiento de un Ministro Plenipotenciario en aquel país, resolviendo al año siguiente designar al vicealmirante Patricio Lynch para servir tan importante cargo, atendiendo a sus relevantes condiciones de diplomático y a sus buenas relaciones con los súbditos españoles, demostradas desde cuando se recibió en Iquique del cargo de jefe político y militar, y después como general en jefe en Lima.
Además, el Presidente consideró que era justo premiar los servicios del almirante y estimó que un viaje al extranjero le sería de conveniencia para que consultase en Europa médicos de prestigio para la atención de su salud.
El 24 de septiembre de 1884, el vicealmirante Patricio Lynch era nombrado Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de Chile en España; y el 30 de ese mes se embarcaba en el vapor Britania con destino a Europa.
Antes de partir, algunos políticos de alta influencia le propusieron que aceptase ser candidato a la Presidencia de la República, contestando Lynch que su propósito era mantenerse ajeno a las luchas políticas que dividían a los chilenos.
El noviembre el Britania fondeaba en Burdeos y, enseguida, el almirante se dirigió a París a consultar a los médicos eminentes de las clínicas ya famosas de esa gran ciudad, sobre su delicada enfermedad de carácter circulatorio, que por primera vez se la había manifestado en la víspera de la batalla de Chorrillos. A pesar de que los médicos comprobaron la dolencia, el almirante se dirigió a España, llegando a Madrid el 24 de diciembre.
En la capital española, fue recibido con grandes muestras de amistad, presentando días después sus credenciales al Rey Alfonso XII. A continuación efectuó las visitas protocolares a los miembros del Cuerpo Diplomático, entre los que estaba el Nuncio de S. Santidad, Illmo. Arzobispo Monseñor Rampolla. Como esta entrevista era en extremo delicada por la tensa situación entre Chile y la Santa Sede por la proposición de monseñor Taforó para jefe de la iglesia, Lynch se hizo informar con anterioridad si el Nuncio lo recibiría. Como tuvo respuesta favorable, efectuó la visita, que le fue devuelta por el Nuncio en forma amistosa.
En su gestión diplomática, el almirante mantuvo las más cordiales relaciones con el gobierno español, y en especial con el Ministro de Relaciones Exteriores don José de Elduayen, con quien pudo solucionar muchos problemas que provocaron súbditos de esa nación y europeos en general durante la ocupación chilena del Perú.
En efecto, a fines de 1884, extranjeros residentes en Lima interpusieron reclamos, ante sus respectivos gobiernos, dando lugar a la formación de Tribunales en Chile. Los europeos reclamaron de la actitud del gobierno chileno, reclamación que, llegada a España, fue rechazada por el Ministro Elduayen, quien hizo presente al Ministro Lynch que su gobierno no aceptaba la injerencia de las potencias europeas y en cuanto a los súbditos de su país, los desautorizaba las gestiones que estaban efectuando. Agregó el Ministro de Relaciones que España confiaba en la buena fe y honradez de Chile en la solución justiciera del problema internacional que habían presentado los súbditos europeos.
La contestación de Elduayen fue aprobada por el gabinete español; sin embargo, las Cortes lo interpelaron. El ministro respondió que a su juicio España no podía entrar en combinaciones de países europeos contra Chile y que el gobierno no podía aceptar tales procedimientos.
Lynch se había ganado la confianza del Rey Alfonso XII que, para demostrarle su aprecio, le condecora con la Gran Cruz del Mérito Naval, que era una alta distinción para el representante de Chile. Además el gobierno español tenía para el almirante un recuerdo especial por su noble actitud de disponer los honores militares a los españoles caídos en el Callao en 1866, cuando era general en jefe en el Perú. Después de aquellas honras el Ministro de España visitó al almirante para agradecer en nombre de su gobierno la atención amistosa para su país, agradecimientos extensivos a la Armada de Chile.
Como Ministro en España, Lynch organizó el Servicio Consular en esa nación, dando mayor importancia al Consulado de Madrid, solicitando fuese elevado a mayor categoría.
En junio de 1885, por sentirse con su salud quebrantada el Ministro Lynch, solicitó al Presidente Santa María lo relevase de sus funciones, lo que fue aceptado a fines de ese año. Visitó entonces al Ministro de Relaciones para comunicar la decisión de su gobierno y pedir la audiencia correspondiente a S. M. la Reina María Cristina, que había sucedido a su esposo el Rey Alfonso XII, fallecido el 4 de diciembre de 1885.
Poco después, Lynch se dirige a Francia y Alemania con el propósito de ver médicos. El gobierno aprovechó la estada en Europa del almirante para encomendarle comisiones militares, que cumplió con alto sentido profesional.
Apreciando el almirante que su mal iba en aumento, se dispuso a regresar al país, tomando en Burdeos el vapor de la Pacific Steam, Cotopaxi, que zarpó de dicho puerto el 11 de mayo.
En plena navegación en el Atlántico, el 14 de mayo de 1886, el almirante Patricio Lynch fue encontrado muerto en su camarote.
El capitán del buque, en conocimiento de que había fallecido en su nave un ilustre almirante de Chile, a la vez un antiguo oficial de la Real Armada Británica, puso la proa del Cotopaxi en la ruta a las islas Canarias, al puerto de Santa Cruz de Tenerife, para entregar los restos del extinto a las autoridades, pues Lynch recientemente había sido Ministro de Chile en España.
El gobierno de S. M. la Reina, ante la lamentable noticia dispuso que se rindieran honores especiales y solemnes honras en la Catedral de Santa Cruz de Tenerife, a la que concurrieron las autoridades civiles, militares y de la iglesia. Las tropas formadas rindieron homenaje al almirante de Chile, mientras que los fuertes disparaban salvas de artillería. Además el gobierno de S. M. ofreció repatriar los restos del ex Ministro en un buque de guerra.
El gobierno, por intermedio del Ministro de Relaciones Exteriores, expresó sus profundos agradecimientos en conceptuosa comunicación, manifestando que, encontrándose en Europa el blindado Blanco Encalada, se había comisionado a este buque que trajese los restos al país.
Por otra parte, la actitud del capitán del Cotopaxi de tomar rumbo e Tenerife y entregar los restos del almirante Lynch, fue agradecida por el Comandante General de Marina, en su nombre y en el de la institución naval.
La Armada exteriorizó su pesar por el deceso del ilustre marino que había actuado en tres conflictos con extraordinario valor, conquistando en el reciente del Pacífico la reputación de ser uno de los guerreros más notables de la nación. La hoja de servicios del almirante expresa sus actuaciones desde que se inició como cadete de la Academia Militar, hasta la culminación de su carrera con el grado de vicealmirante.
Reproducimos a continuación las fechas de sus ascensos, de su retiro y reincorporación:
2 de marzo de 1837, nombrado cadete de la Academia Militar; 21 de febrero de 1838, guardiamarina de la Armada; 21 de octubre de 1841, teniente de la Armada británica; 20 de octubre de 1847, teniente 1.º de la Armada; 5 de septiembre de 1851, capitán de corbeta; 10 de febrero de 1852, capitán de fragata (graduado); 17 de enero de 1854, obtiene su retiro absoluto; 6 de diciembre de 1865, reincorporado al servicio activo; 10 de septiembre de 1867, nombrado capitán de fragata (efectivo); 22 de octubre de 1869, nombrado capitán de navío (graduado); 17 de julio de 1880, capitán de navío (efectivo); 5 de abril de 1881, contraalmirante; 8 de agosto de 1883, vicealmirante.
La prensa de todo el país, desde uno a otro extremo del territorio, en sentidos artículos, elogió la vida del almirante Lynch al servicio de la nación.
El Mercurio de Valparaíso (con fecha 8 de mayo) publicó un magnífico editorial, que en sus partes principales decía lo siguiente:
Al final el editorial dice:
Un año después del fallecimiento del almirante Lynch, llegaban sus restos a su tierra, efectuándose solemnes funerales en Valparaíso y Santiago, que describimos a continuación.
El féretro fue traído, conforme disposición del gobierno por el blindado Blanco Encalada, que recaló a Tenerife en su viaje de regreso al país.
En Valparaíso, conforme lo dispuesto por la Comandancia General de Marina, los buques que se encontraban en la bahía, los blindados Cochrane y Blanco Encalada y la corbeta O'Higgins, debían rendir los honores correspondientes a los restos del vicealmirante Lynch. Al mismo tiempo se ordenaban las formaciones de los batallones navales.
El viernes 13 de mayo, a las 10:15 horas de la mañana, el Blanco Encalada disparó dos cañonazos a fin de que todos los buques arriaran sus banderas a media asta en señal de duelo y de la iniciación de la ceremonia en el mar.
A continuación atracaban al Blanco Encaladala falúa con el Comandante General de la Marina contraalmirante Juan José Latorre y las embarcaciones con los jefes y oficiales de las naves de guerra.
El ataúd fue embarcado en una lancha enlutada, siguiéndole las embarcaciones hacia el muelle Prat, mientras el blindado disparaba una salva de 17 cañonazos correspondiente a su rango de general en jefe en campaña.
Desde el muelle, el féretro fue conducido en un carro especial hasta las proximidades del monumento a los héroes de Iquique, pronunciándose allí los discursos oficiales.
Hicieron uso de la palabra en nombre de la Armada el Comandante General, almirante Latorre; en nombre del gobierno el Intendente interino don Alejo Barrios; en representación de la ciudad el Alcalde don Enrique Willshaw y el Cónsul de España don Antonio Alcalá y Galiano en nombre de la Colonia Española de Valparaíso.
Terminados los discursos, el cortejo se puso en marcha por las calles Prat, San Juan de Dios (Esmeralda y Condell actuales), Victoria (actual Pedro Montt en una parte), Avenida de las Delicias (actual Avenida Argentina) hasta la Estación Barón.
Durante el trayecto hicieron los honores militares en formación de parada el batallón 3.º de Línea, y el batallón Cívico de Artillería. Marchaban en el cortejo la Escuela Naval y un batallón de Marina.
Seguían tras el carro con el féretro, el cortejo con el siguiente orden:
Deudos, Intendente y Comandante General de Marina, Alcalde y miembros del Municipio, Intendente General del Ejército y la Armada. Superintendente de Aduanas, jueces, oficiales de Marina y del Ejército, Clero y comunidades religiosas, comisiones de Bomberos, colegios, asociaciones.
Los habitantes de la ciudad en un número aproximado de 30.000 personas presenciaron recogidamente los funerales del almirante Lynch.
A la 1:30 p. m. llegaba el cortejo a la Estación Barón, embarcándose el ataúd en un carro funerario de un tren especial que llevaba la bandera nacional a media asta. En las estaciones del recorrido a Santiago, numeroso público tributaba homenajes al distinguido marino fallecido. En Quillota el tren se detuvo más tiempo, depositándose una corona en nombre de la ciudad.
A las 6:30 el tren llegó a la capital, quedando los restos del almirante en el carro mortuorio transformado en capilla ardiente, con una guardia de honor del Batallón Buin 1.º de Línea.
Reproducimos a continuación los discursos pronunciados en Valparaíso frente al monumento a los Héroes de Iquique.
El Comandante General de Marina, contraalmirante Juan José Latorre, dijo:
El Intendente interino don Alejo Barrios expresó:
El Alcalde la de Illma. Municipalidad don Enrique Willshaw, en nombre de la ciudad, al final de su discurso dijo:
Conforme a las órdenes del jefe de la plaza, el sábado 14 de mayo, a las 9 de la mañana, se encontraban formados al mando del general de brigada José Francisco Gana, las tropas del ejército y de la armada. La urna con los restos del almirante fueron colocados en una carroza en forma de pirámide con cortinajes negros y adornos de plata con las insignias del ejército y la armada. Llevaba además una panoplia compuesta de hachas de abordaje, sables y armas de fuego.
La carroza era tirada por tres parejas de caballos blancos cubiertos de capas de terciopelo negro con franjas de plata. En una de las caras de la pirámide iban soldados y marineros. En otra, las innumerables coronas de sus deudos e instituciones del país.
A las 9:10 se inició el cortejo, desde la Estación Central, comenzando la marcha siete batidores del Regimiento de Caballería Granaderos; seguía la carroza y a continuación una guardia de honor con cadetes de la Escuela Naval; después la escolta del Buin; después los carruajes con los deudos, cerrando el cortejo el Regimiento Granaderos.
A la altura de la calle del Ejército se unieron a las fuerzas la Escuela Militar, una compañía del batallón de Marina; el Regimiento de Artillería N.º: 1; el batallón Buin N.º: 1; el batallón 2.º de Línea; el batallón Cívico N.º: 2.
El cortejo recorrió la Alameda, entrando por la calle del Estado hacia la Plaza de Armas, a fin de llevar la urna a la Catedral. En la puerta del Templo Metropolitano recibió el ataúd el Jefe del Cabildo de la Iglesia Monseñor Francisco de Paula Taforó, revestido con los paramentos sagrados, como también los canónigos de la Catedral. El féretro fue colocado en un alto catafalco en la nave central, adornado con alegorías y ornamentaciones. Llevaron los cordones los Ministros de Guerra y Marina y de Relaciones Exteriores; el Presidente del Senado, el Presidente de la Cámara de Diputados; el Comandante General de Marina; el Inspector General del Ejército y los deudos, que después tomaron los asientos de la nave central, donde se encontraban los Ministros de Estado, miembros del Congreso Nacional, miembros del Cuerpo Diplomático, altos jefes del Ejército y la Armada; miembros de los Tribunales de Justicia, miembros de las Facultades Universitarias, delegados de las Municipalidades del país, miembros del Cuerpo de Bomberos de Santiago y Valparaíso y de instituciones públicas.
A las 11 de la mañana Monseñor Taforó ofició una solemne misa, La música sagrada fue ejecutada por una orquesta y un coro escogido cantó la misa y los responsos.
Terminado el homenaje de la Iglesia, el ataúd fue conducido en hombros por la marinería para ser colocado en la carroza funeraria. El cortejo se puso nuevamente en marcha con igual organización y tomó la calle 21 de Mayo, puente del Mapocho, Avenida Recoleta, Avenida del Rosario, Avenida del Cementerio, llegando al Cementerio General.
Un numeroso público llenaba las calles de la capital y las inmediaciones del Cementerio para rendir el homenaje de los habitantes al egregio ciudadano y hombre de armas.
Al lado del mausoleo, hicieron uso de la palabra: El Ministro de Guerra y Marina, don Nicolás Peña Vicuña; el Presidente del Senado, don Pedro Lucio Cuadra; el Ministro de España, don Enrique Vallés; el Comandante General de Marina, contraalmirante don Juan José Latorre; el coronel Manuel Bulnes, en representación del Ejército; el diputado por Concepción, don Francisco A. Pinto; el diputado don Diego Amstrong, ex-secretario del almirante; el coronel don Belisario Villagrán, en representación del Círculo Militar; el capitán de fragata don Luis Pomar, en representación del Círculo Naval; el señor Daniel Riquelme, en representación de la Soc. de Inst. Primaria; el señor Esmeraldo Campaña, el señor Clemente Barahona Vega, el señor Belisario del Fierro, y el señor Rubans País León.
Al final de los discursos, la artillería efectuó salvas de ordenanza y la infantería, batallones 1.º y 2.º de Línea, descargas de fusilería.
A continuación reproducimos los principales discursos: del Ministro de Guerra y Marina don Nicolás Peña Vicuña:
Del Presidente del Senado, senador don Pedro Lucio Cuadra:
Del Ministro de España, don Enrique Vallés:
Del contralmirante Juan José Latorre a nombre de la Armada:
Del Coronel Manuel Bulnes, Jefe del Regimiento de Granaderos a nombre del Ejército:
Partes del discurso del teniente coronel Belisario Villagrán a nombre del Círculo Militar:
Partes del discurso del capitán de fragata Luis Pomar, en nombre del Círculo Naval:
En 1889, tres años después del fallecimiento del vicealmirante Patricio Lynch, el gobierno, a solicitud de la Comandancia General de Marina Dispuso honrar su memoria dando el nombre de Almirante Lynch a uno de los cazatorpederos que se construían en Inglaterra. Continuando aquella política, en 1913 fue bautizado otro cazatorpedero con el nombre de Lynch, que hace años fue desguazado.
En la actualidad el destacamento de Iquique de la Infantería de Marina lleva el nombre de Almirante Lynch.
Terminamos esta obra histórica y militar, expresando que el vicealmirante Patricio Lynch, que actuó en todos los conflictos exteriores de la nación, brilló en la Guerra del Pacífico como gran jefe de mar y tierra, además de notable estadista y diplomático.
Por los eminentes servicios prestados al país, se destaca entre los más ilustres hijos que ha tenido la República.
FIN