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ArribaAbajoCapítulo XVIII

Origen de los servicios municipales y de beneficencia


La primitiva Guardia Municipal.- El alumbrado público.- El agua potable.- Cuerpo de Bomberos.- La movilización urbana.- Los servicios de telégrafos, teléfonos y correos.- La Junta de Beneficencia local.- Hospitales, casa de Expósitos y Cementerio.- Patronato de la Infancia.

Preocupación tanto de los habitantes de Talca como de sus autoridades, fue dotar a la ciudad de todos los elementos indispensables para el normal desenvolvimiento de la vida social.

La mantención del orden público se entregó desde los primeros años de la República a la Guardia Municipal, que en 1838 tenía el nombre de Cuerpo de Vigilantes, compuesto de guardias de a pie y de a caballo, cuerpo que fue aumentando en 1852 en 16 individuos, mitad a pie y mitad montados, con un sueldo de diez pesos mensuales. El presupuesto municipal no era suficiente para la mantención de este cuerpo, razón por la cual el Gobierno acordó auxiliarlo anualmente con la suma de tres mil veinticuatro pesos.

Estos guardias carecían de uniformes y su rutinaria vigilancia se hacía de acuerdo con la costumbre colonial de cantar las horas y el estado del tiempo. Sólo en 1864 se le colocó uniformes; el quepis les fue donado por la Municipalidad, pues «era lo único que les faltaba para completar el uniforme en todas sus partes». En 1870 se acordó que sobre el quepis llevaran una placa con un número, para individualizarlos.

Desde 1859 tuvo este cuerpo su banda de músicos, que presentó importantes servicios tocando ya en las fiestas del Teatro o en las solemnidades públicas que celebraba la ciudad. Como nota curiosa merece recordarse que este cuerpo carecía en sus primeros años de cuartel, las armas se custodiaban en la casa del comandante, desde donde todos los días se entregaban y se repartían las órdenes del caso.

Con el crecimiento de la población, estos guardias fueron aumentados en su número: en 1881 a 17 soldados, tres cabos, un sargento y un comandante. Por disposición de la ley de 12 de febrero de 1896, pasó a depender directamente del Ministerio del Interior, dejando de tener el carácter de institución municipal o local.

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Desde 1832 se habían colocado en las diversas calles de la ciudad cuarenta faroles. En el año de 1855, con contrato celebrado con don Francisco J. Vargas, fueron reemplazados por cincuenta lámparas de gas portátil, parafina de luz clara y permanente, recibiendo el empresario en pago el valor de cinco pesos setenta centavos por cada lámpara al mes.

El viejo «chonchón de parafina», vino a ser reemplazado en 1875 por faroles a gas, según contrato celebrado con su fabricante don Santiago Laughon y la Municipalidad, la que se obligaba a pagar la suma de tres pesos por cada farol. En 1896 contaba la ciudad con trescientos noventa y seis faroles y quinientos sesenta medidores de gas para uso particular de las casas.

Desde 1915 este servicio se hace por medio de la electricidad, en virtud de contrato celebrado con la Compañía Eléctrica de Talca.

El servicio de agua potable, desconocido en la época de la colonia y en los primeros años de la república, vino a ser establecido en 1874, por el mismo empresario que colocara el gas, don Santiago Laughon. Se utilizaron las aguas de las vertientes del Monte Baeza. Antes, en 1872, se había ya colocado pilones en la cárcel, Plaza de Abastos, Liceo y en el Hospital.

La empresa particular pasó a poder de la Municipalidad en 1879, para lo cual se levantó un empréstito de quince mil pesos.

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La ligereza de las construcciones, los continuos incendios, hizo más de una vez pensar a los vecinos en organizarse en un cuerpo de bomberos. La primitiva idea arranca de 1850, en que el primer ayudante de Guardia Nacional, señor Prieto, propuso a la Municipalidad la creación de este cuerpo, encargando una bomba a Europa, y él se comprometía a enseñar al personal. Esta proposición fue rechazada por falta de fondos.

En 1860 autorizaba la Municipalidad a don Nicolás Lois para invertir la suma de ciento cincuenta pesos para comprar hachas, escaleras, baldes y ganchos como útiles para sofocar los incendios.

En la primavera del año 1870, un crecido número de entusiastas caballeros de la localidad, como Federico Jyertzen, Vicente Rojas R., Juan Marshall y otros, posesionados de la imperiosa necesidad de la existencia de un Cuerpo de Bomberos, echaron las bases de esta situación, el 1.º de octubre de 1870. Constituídos los fundadores, nombraron Director-Capitán a don Vicente Rojas, siendo secundado de una manera digna de todo encomio, por todos ellos. En un principio, este Cuerpo consistió únicamente en una sola Compañía, dividida en dos secciones llamadas de Agua y de Escalas, y cuyo lema era «Trabajo y Disciplina».

Pasados los primeros años en medio del entusiasmo y la actividad fueron sorprendidos por la declaración de guerra del año 1879, deteniendo su marcha de adelanto y obligando a sus miembros a dedicarse, entonces, al resguardo de la ciudad. Terminada la contienda del norte, y vuelto el país a la tranquilidad, esos hombres reanudaron sus tareas bomberiles para continuar la obra ya iniciada.

Más tarde le cupo también una brillante, noble y destacada acción en los momentos difíciles por que atravesó la ciudad en los aciagos días en que era abatida por la epidemia del cólera, así como también en los momentos angustiosos para el país derivados de la revolución del año 1891.

Posteriormente, inspirados por el ejemplo de abnegación de los fundadores de la institución, ingresaron a sus filas hombres como Baltasar Donoso Cruz, Víctor Silva Cienfuegos, Rafael Valentín Rojas, Santiago y Pedro Letelier Silva, Germán Schlegel, Anselmo Hevia Concha, Vicente Ignacio, Federico y Fortunato Rojas Labarca, Nemesio Santana, Jesús M. González, etc.

Esos años fueron de intensa lucha para los hombres que anhelaban una situación mejor para el Cuerpo, ya que carecían en absoluto de la ayuda económica indispensable a tan importante servicio de bien público. Sin embargo, el entusiasmo y la actividad incansable no arredraron ante la apatía gubernativa, y es así como, por medio de colectas, rifas, beneficios y aportes particulares reunieron los fondos necesarios para reemplazar la vieja y ya anticuada Bomba a palanca, que fue su primer elemento, por una magnífica bomba a vapor, de la firma Schand Mason y Cía., y luego después con una potente Bomba a gasolina. Estas dos máquinas aun se conservan en la sala de máquinas del Cuartel y constituyen una reliquia de valor inapreciable, aparte de que su buen estado de conservación aun les permite trabajar en ocasiones en que a los ejercicios se les quiere dar un carácter de especial solemnidad.

El Cuerpo de Bomberos de Talca se ha impuesto una labor que no sólo se ha limitado a acudir en defensa de la propiedad amagada por un siniestro, sino que ha ido mucho más allá. Vistiendo la noble casaca, sus hombres han llevado el fusil al brazo en los instantes de zozobra para resguardar la ciudad en reemplazo de la policía ocupada en un conflicto internacional. Han ocupado los puestos de responsabilidad y peligro cuando la ciudad fue asolada por el flagelo del cólera, cumpliendo un encargo de la I. Municipalidad de aquel entonces. Ha luchado con tesón y constancia inigualables para recoger las sumas necesarias para comprar el material más indispensable y mantener en estado de regular eficiencia el servicio. Numerosas han sido las iniciativas tomadas por el directorio de la institución para procurarse nuevas fuentes de entradas con que atender sus más apremiantes necesidades, ya que no cuenta con otros medios económicos que la subvención de la Superintendencia de Cías. de Seguros, que llega actualmente a cincuenta mil pesos anuales, y una pequeña cuota municipal, consistente en dos mil pesos anuales.

El directorio actual de la Compañía es el siguiente:

Superintendente: Dr. Rafael Daudet Cofré

Vice-Superintendente: Sr. Miguel Ureta B.

Comandante: Sr. Cirilo Romano Rizzo.

Segundo Comandante: Sr. Jasques Daigre C.

Tesorero General: Sr. Julián Burgos G.

Secretario General: Sr. Rómulo Rojas Torres

Director 1.ª Cía.: Sr. Salustio Sánchez Carmona

Director 2.ª Cía.: Sr. Manuel Donoso Espejo

Director 2.ª Cía.: Sr. Hugo Cárcamo Díaz.

Miembros Honorarios del Cuerpo, son los señores: Vicente Ignacio Rojas L., Dr. Fortunato Rojas L., Francisco Luis Méndez, Nemesio Santana, Arturo Verdugo, Manuel Donoso E., Jorge Donoso Espejo, Andrés Vaccaro, Miguel Gaete R., Miguel Etchebarne R., Arturo Vergara, Bernardo Miranda, Ricardo Wesel y Francisco Campano.

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Extendida la ciudad, con la llegada del Ferrocarril en 1875, se hizo cada día más necesario el establecimiento de una línea de tranvías que uniera la ciudad con la estación. La firma Mac-Queda y Cía., obtuvo en 1883, por treinta años, la concesión para extender la línea de tranvías de sangre. Terminado este contrato, se celebró otro con la firma Forno y Serafín, en 1904, con el mismo objeto y por un plazo de seis años.

Caducada la concesión anterior, fueron reemplazados los tranvías de tracción animal por eléctricos, según contratos celebrados en abril de 1911, con la empresa de Tracción Eléctrica de Talca.

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Los servicios de Correos, Telégrafos y Teléfonos, fueron también instalados desde antiguo en la ciudad. El primero de ellos en 1853, el segundo en 1857 y el tercero en 1888, fecha en que se concedió permiso a don Celestino Solovera, para extender este servicio en la ciudad.

La Junta local de Beneficencia fue creada en Talca por decreto supremo de 20 de julio de 1846. La componían el Intendente, los administradores del Hospital, Hospicio y Cementerio, el Tesorero Municipal y cuatro vecinos elegidos por el Intendente.

Talca fue una de las primeras ciudades que tuvo un Hospital propio debido a las iniciativas de sus vecinos. Tuvo su origen en la donación hecha a la ciudad por la familia Cruz, ya en la época colonial. Este antiguo Hospital estaba situado al lado de la iglesia de San Juan de Dios, y prestó sus servicios casi hasta fines del siglo pasado. Los primeros médicos que ejercieron la profesión en Talca prestaron sus servicios en la sala de ese viejo Hospital. En 1850 fueron autorizados por la Municipalidad para ejercer la medicina don Pedro Fischer y don Jorge Burton. Don Nicolás Pedro Meller, dinamarqués, don Joaquín Noguera, catalán, don Enrique Onea, inglés y otros ejercían allá por los años de 1845 la ciencia de curar los enfermos.

En 1857, acordó la Municipalidad crear el cargo de médico de ciudad.

El aumento de la población, y la epidemia de viruelas, que atacó a la ciudad en 1873, hizo necesario la construcción de otro hospital, que se levantó en la calle Una Norte entre Once y Catorce Oriente. Su construcción fue lenta: en 1878 aún no estaba terminado, cosa que vino a suceder algún tiempo después.

Este hospital, llamado de «El Salvador», a raíz del terremoto de 1928, fue totalmente transformado, levantándose una moderna construcción de hierro y concreto de dos pisos.

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Otro antiguo establecimiento de beneficencia que fundaron los vecinos fue el Hospicio, idea nacida en el Convento de los Agustinos, quienes iniciaron una suscripción popular para darle vida. La Municipalidad, por su parte, acordó en sesión de 28 de febrero de 1828 nombrar interinamente a un ciudadano independiente para que hiciera de tesorero del dinero que se colectara. Fue designado don Domingo de Opazo y Artigas. Diecinueve años después, siendo Intendente don Adriano Borgoño, se fundó ese establecimiento, el 18 de septiembre de 1857.

Varios vecinos le han hecho donaciones, entre ellos debemos citar a don Joaquín Riquelme, quien donó en 1866 una casa para su establecimiento. En 1872 era subvencionado con quinientos pesos por el fisco y con trescientos pesos por la Municipalidad. Contaba ese mismo año con treinta y siete asilados, diecisiete mujeres y veinte hombres.

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Triste suerte corrían los desamparados de todo cuidado. Los niños abandonados por la desgracia de la vida, eran enviados por cuenta de la Municipalidad a la Casa de Huérfanos de Santiago.

Solamente a iniciativa del Presbítero don José F. Berríos y a la benefactora doña Nieves Concha de San Cristóbal, se pudo fundar en 30 de abril de 1883 una Casa de Expósitos. En 1896 tenía una población de 87 huérfanos.

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La costumbre colonial de enterrar los muertos en los templos fue abolida por el decreto supremo de 22 de noviembre de 1822. Talca se apresuró a cumplir estas disposiciones, y fundó uno en el sitio en que se estableció años después el Seminario de San Pelayo, pero su proximidad a la parte céntrica de la ciudad hizo pensar en su traslado a un lugar más adecuado. En 1843 la Municipalidad acordó confeccionar los planos de otro y nombrar una comisión para elegir el sito. Fue colocado a una distancia de tres kilómetros más o menos de la Plaza principal, hacia el noroeste, a inmediaciones del río Claro, en un terreno de ciento cincuenta metros de frente por ciento sesenta y cinco de fondo. El día 10 de junio de 1847 era entregado al público. Solamente el año de 1852 fueron trasladados al nuevo cementerio los restos del antiguo. En 1870 se ha agregado un terreno junto al anterior para sepultura de los disidentes.

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El 8 de octubre de 1918 se reunieron en uno de los salones del Club Talca, las personas designadas por al Sociedad Protectora de la Infancia, con el fin de constituir el Directorio del Patronato de la Infancia. Concurrieron a esta reunión los señores Julio Mandiola, Vicente Ignacio Rojas, Alejandro Lois, Enrique Cruz, Dr. José Dionisio Astaburuaga, Aurelio Donoso, Matías Tirado, Dr. Mateo Melfi, Santiago Vergara Lois y Baldomero Arancibia.

Se procedió a la lectura de los Estatutos del Patronato, aprobados ya por la Sociedad Protectora de la Infancia, y por los cuales se regirá en lo sucesivo, previa aprobación del Supremo Gobierno, la futura Sociedad.

Con el fin de iniciar desde luego los trabajos, se procedió a elegir un Directorio Provisorio. Realizada la votación, resultaron elegidos por unanimidad los siguientes señores:

Presidente: don Julio Mandiola.

Vice-Presidente: don Alejandro Lois.

Secretario: don Mateo Melfi.

Tesorero: don Matías Tirado.

Administrador de la Gota y Dispensario: don Baldomero Arancibia.

Sub-Administrador: don Santiago Vergara.

En la sesión celebrada el 15 de julio de 1919 se acordó nombrar, de acuerdo con los Estatutos, una Comisión de señoras que en años anteriores habían formado el Directorio de la Protectora de la Infancia y que con desinterés y patriotismo habían aceptado la transformación de la sociedad que ellas dirigían con admirable celo. La Comisión de Damas quedó integrada como sigue:

Señoras Victoria Molina de Donoso, Julieta Barros de P., Mercedes Donoso de M., Matilde Concha de C., Mercedes Barros de V., Elena Solar de Solar, María A. Cruz de Wormald, Rebeca Gana de Donoso, Blanca Prieto de Lois, Elena Donoso de J., Elena Rodríguez de S., Zulema Hevia de Arancibia, Raquel Barros de Tirado, y Elena Munita de Rivera.

Han sido numerosos los benefactores del Patronato que han contribuido con sus donaciones a mantener los servicios que dispensa la sociedad a sus protegidos, y entre ellos se cuenta en primer lugar el filántropo don Segundo Gana Castro, caballero que dispuso un legado de cien mil pesos ($100.000.-). Parte de esta suma se invirtió en la adquisición de un bien raíz, en el que se levantó el moderno local donde funciona en la actualidad el Patronato de la Infancia y la Gota de Leche Segundo Gana, ubicado en Alameda esquina de 3 Oriente.

En el hall del Patronato se ha colocado un cuadro de Honor donde están inscritos en placas de bronce, los nombres de los benefactores de la sociedad que damos a continuación: Segundo Gana Castro, Ciriaco Donoso Cruz, Anselmo Hevia Concha, Adela Donoso de Garcés, Santiago Donoso Cruz, Luisa Urzúa de Castro, Laura Castro de Armas, Francisca Donoso Cruz, Héctor Pinochet V., Armando Jaramillo Valderrama, Julio Mandiola Gana, Mercedes Antonia Donoso de V., Ludovina Cademártori de Salamanca, Clarisa Gana v. de Concha, Gustavo A. Oeheninger, Matild Smits Rivera, Miguel A. Fernández A., Mercedes Donoso de Mandiola, Juan del Sante A., Tránsito F. del Sante, José Escobar R., Tránsito Gana y Diego García Castillo. Este último caballero dejó al Patronato un legado que asciende a la suma de setecientos mil pesos.

La obra de asistencia social desplegada por el Patronato en un cuarto de siglo, ha sido de gran trascendencia. A pesar de la estrechez de recursos, ha podido mantener siempre los servicios más indispensables, gracias al desprendimiento de sus asociados y al celo y abnegación de sus directores y comisión de damas.

Para el año 1942 ha sido elegido el siguiente Directorio:

Presidente: Sr. César Garavagno Burotto.

Vice-Presidente: Sr. Ricardo Schorr G.

Secretario: Sr. Aurelio Fernández B.

Tesorero: Sr. Carlos Iturriaga S.

Directores: Los sres.: Jorge T. Hodgson; Bernardo Mandiola; Vicente Rojas A.; Casimiro Sepúlveda; Marcos Villarroel; Luis Wormald P.

El Directorio anterior se complementa según los estatutos por una comisión de damas, que está integrada por las señoras:

Presidenta: Sra. María Barros de Barros.

Vice-Presidenta: Sra. Laura del Solar de del Solar.

Secretaria: Sra. María Victoria Donoso Molina.

Tesorera: Sra. Rebeca Parot Rodríguez.

Directoras: Las sras.: Julieta Barros de Fernández; Lucía Cruz de Garavagno; Gabriela Donoso de Fuenzalida; Ludmila Letelier de Donoso; Darinka Luksic de Rojas; Magdalena Lira de Vergara; Amanda Podestá de Vaccaro; Haydée Silva de Fernández; Elena Veillón de Donoso; Blanca Weston de Castro.

La dirección administrativa de la Gota de Leche Segundo Gana, se ha encomendado a las siguientes personas de la institución: Administrador: Sr. Gilberto Fuenzalida Feliú; Sub-Administrador: Sr. Carlos Iturriaga S. y Médico el Dr. Sr. Alberto Santander.