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ArribaAbajoCapítulo XIII

El Gobierno local


Lista de los Gobernadores e Intendentes desde 1810 a 1942.- Las revoluciones de 1851 y 1859 en Talca.- El sitio de la ciudad.- Noticias sobre el Batallón Talca.- Su actuación en la guerra del Pacífico.- La revolución de 1891 y su repercusión en el vecindario.- La Corte de Apelaciones.- El Regimiento Chorrillos.- Actividades sociales.

En el capítulo anterior hemos narrado los acontecimientos que llenan la historia de Talca desde la llegada de las huestes libertadores de Freire, por las serranías del Teno, en febrero de 1817, hasta 1842 en que la ciudad cumplía cien años de existencia.

Ahora nos toca estudiar los hechos más destacados en que se desarrolló la vida ciudadana.

El Gobierno Civil estuvo en manos de los siguientes funcionarios, a partir de 1810 hasta 1942.

GOBERNADORES

1810-11Don Francisco Crisóstomo Zapata.
1812Don Manuel Rencoret, interino.
1812-13Don Francisco Vergara Donoso, interino.
1813-14Don Juan de Dios Vial.
1814 Don Carlos Spano.
1814Don Idelfonso Elorreaga.
1814-16Don Vicente de la Cruz y Burgos.
1817Don Juan Fco. Piedra.
1817Don Vicente de la Cruz y Burgos.
1817Don Pedro José Donoso Arcaya.
1817Don Luis Cruz y Goyeneche.
1817Don Francisco Montes Larrea.
1817-18Don Enrique Martínez.
1818Don Matías Zapiola.
1818Don José Prieto y Vargas.
1818Don Patricio Letelier.
1819-22Don Manuel Antonio Recabarren.
1822-23Don Juan de Dios Romero.
1823-24 Don Juan de Dios Castro.
1824 Don Manuel Quintana Bravo.
1824-26Don José Patricio Castro.
1827Don José Francisco Gana.
1827-28 Don Juan N. Cruz.
1829Don Matías Silva Leal.
1829Don José María Silva.
1830Don Matías Silva Leal.
1830-33 Don Pedro Nolasco Vergara.

INTENDENTES

1833Don Lorenzo Luna.
1834Don Francisco J. Bustamante.
1834Don Ramón Vergara Donoso.
1834Don José Miguel Cerda.
1835Don José Domingo Bustamante.
1835-45Don Miguel Concha.
1845-47Don José Miguel Bascuñán.
1846Don Francisco Astaburuaga, interino.
1847-48 Don Bernardo Letelier, interino.
1848Don Cayetano Astaburuaga, interino.
1848-49Don Antonio Jacobo Vial.
1849Don Vicente Antúnez, interino.
1849Don Bernardo Letelier, interino.
1850-52Don Pedro N. Cruzat.
1851Don Bernardo Letelier, interino.
1852Don Santiago Urzúa y Silva, interino.
1852Don Cayetano Astaburuaga, interino.
1853Don Francisco J. Bascuñán, interino.
1853-55Don Cayetano Astaburuaga.
1856Don Pedro N. Letelier, interino.
1857-59Don Adriano Borgonó.
1859Don Vicente Villalón.
1859Don Antonio Concha, interino.
1859-60Don Juan Esteban Rodríguez Segura.
1860Don Pedro V. Letelier, interino.
1864Don Nicolás Lois, interino.
1864-67Don Antonio Jacobo Vial.
1868Don Nicolás Lois, interino.
1868Don Fermín Donoso, interino.
1869-70Don Pedro José Barros.
1870-72Don Nicolás Lois.
1872-74Don Urcisino Opazo Silva.
1874-75Don Ignacio Zenteno.
1875Don Manuel Chaparro, interino.
1875Don José Ignacio Vergara.
1877Don Toribio Hevia, interino.
1878Don Francisco Solano Donoso, interino.
1881-84Don Carlos Antúnez.
1884-86Don Anfión Muñoz.
1886-87Don Eulogio Allende.
1887-90Don Víctor Prieto Valdés.
1890-91Don Manuel Jesús Jarpa.
1891Don Agustín del Solar, interino.
1891Don Abdón Silva.
1891Don Bonifacio Vergara Correa.
1891Don Belisario Prats Bello.
1891-96Don Heriberto Ducoing.
1896-1902Don Enrique Cousiño.
1902-03Don Heriberto Ducoing.
1903-09Don Valentín del Campo.
1909-16Don Eduardo Orrego Ovalle.
1916-19Don Eliodoro Fontecilla Sánchez.
1919Don Julio Navarrete Basterrica.
1919-20Don Arturo Vergara.
1920-23Don Juan Prado Puelma.
1923-24Don Manuel Maldonado Braund.
1924Don Arturo Balmaceda Fontecilla.
1924-26Don Pedro Valdés Eastman.
1926-30Don Gonzalo Robles.
1930Don Luis Serrano Arrieta.
1930-31Don Adriano Iturriaga Sepúlveda.
1931Don José Dionisio Astaburuaga C., interino.
1931-32Don Guillermo Donoso Grez.
1932Don Miguel Etchebarne Riol.
1932Don Roberto Soto Salgado.
1932-33Don Guillermo Donoso Grez.
1933-37Don Hipólito Serrruys Gana.
1937-39Don Luis Barros Fernández.
1939-40Don Ulises Correa Correa.
1940-42Don Edmundo Neves Silva.
1942Don Rodolfo Armas Riquelme.

* * *

Los acontecimientos históricos narrados en los capítulos anteriores, dejaron ver claramente el espíritu que animaba a los vecinos de Talca. Ellos fueron constantes defensores de sus derechos, y estuvieron siempre al lado de la causa de la libertad. El clima casi revolucionario que se produjo a raíz de su petición para conseguir que la ciudad fuera capital de la provincia, prueba la entereza de su carácter y el valor que sabían desplegar cuando adoptaron una resolución.

Este ambiente no desapareció del todo después de 1833. Los Gobiernos de Prieto y de Bulnes fueron acatados por la provincia, imperando el espíritu de obediencia que legara a la República el Ministro Portales. La candidatura de don Manuel Montt encendió de nuevo la llama del espíritu de rebelión.

La conspiración que culminó con el motín del 20 de abril de 1851 tenía ramificaciones en Talca. Depositarios del secreto revolucionario eran en esta ciudad don Roberto Souper, don Nemesio Antúnez, y el presbítero don Domingo Méndez. El primero de ellos era un caballero inglés vinculado a la sociedad de Talca por su matrimonio con doña María Guzmán y Cruz; Antúnez era un rico hacendado dueño de la hacienda de Quechereguas y Méndez era un viejo sacerdote de rancia vinculación pipiola.

Las autoridades de Talca conocían bien a los conspiradores: sus continuas reuniones, sus conversaciones y más de una voz traidora, los había señalado como agentes revolucionarios. Méndez estaba en su curato de Molina cuando el día 22 de abril de 1851, a las dos de la mañana, supo el levantamiento del 20, efectuado en Santiago. Creyendo que esto era el principio de la revolución, partió inmediatamente a Talca a mover los elementos que creía contar en esa ciudad, pero sus pasos no pasaron desapercibidos para el intendente don Pedro Nolasco Cruzat, hombre íntegro, apegado a sus atribuciones y al respeto de la ley, quien puso rápidamente mano en él, y conjuntamente con Souper y Antúnez, fue encarcelado.

Mientras transcurrían sus días en el encierro, estalló la revolución en Concepción, encabezada por el general don José María Cruz. Esta noticia provocó gran revuelo y los presos vieron en ella el anuncio de una próxima liberación. Peligrosas eran sus personas aun en los calabozos, por cuanto por sus relaciones de amistad y sociales, se hallaban en contacto con los revolucionarios de Concepción. Por estos motivos se resolvió su traslado a Santiago, y el 18 de septiembre de 1851 los hizo tomar el camino de la capital.

No faltaron medios para comunicar a los inquilinos de la hacienda de Antúnez la noticia de que su patrón pasaría por allí prisionero hacia Santiago. Con su ayuda lograron los presos librarse de sus custodios y emprender la fuga hacia el Maule, pasándose a las avanzadas del general Cruz, incorporándose al regimiento de caballería de milicias llamado de las provincias libres, cuyo coronel era don Salvador Puga y Vidaurre.

El vecindario de Talca, en su mayor parte influenciado por las ideas revolucionarias, quedó a la expectativa de los acontecimientos. Día a día eran más alarmantes las noticias llegadas del sur del Maule, sobre la marcha de la revolución de Concepción. Por su parte el Intendente Cruzat tomaba todas las medidas de seguridad necesarias, vigilando a los sospechosos y acuartelando al batallón de cívicos de la ciudad75.

La llegada del general Bulnes y su Estado Mayor, en la tarde del día 25 de septiembre de 1851, causó expectación en el pueblo. El Intendente Cruzat salió a recibirlo, pero el vecindario se mostró frío:

«Ninguna de las demostraciones que habíamos recibido en los demás pueblos nos lisonjearon en éste» -comunicó Bulnes al Presidente de la República.



Pocas esperanzas tenía Bulnes de recibir alguna cooperación de los talquinos. Sin embargo, don Santiago Urzúa, joven culto, distinguido, educado en Santiago, condiscípulo de don Antonio Varas, y que desde el 17 de septiembre de 1849 era el Comandante del Regimiento Talca, le manifestó su calurosa adhesión. A su actividad unía Urzúa un gran prestigio e influencia sobre sus soldados, que lo amaban y querían extremadamente76 Urzúa no descansó un instante; reunió a la juventud, alentando a unos y convenciendo a otros, formó un cuadro de valientes oficiales, entre los cuales podemos recordar a don Hilario San Cristóbal, a don Tomás Valdés, a don Exequiel Bravo, y a su segundo jefe don Caupolicán de la Plaza. Y el batallón que contaba con poco más de trescientas plazas, sin vestuario de ninguna especie, se presentó lucido con su jefe a la cabeza al campamento de Chocoa, el día 20 de octubre.

Jamás pensó el general Bulnes en los grandes servicios que iba a prestar esta tropa, si no veterana, llena del entusiasmo que en forma maravillosa había sabido inculcarle su jefe don Santiago Urzúa. Con ellas partió a la campaña del sur, que culminó con el combate del monte de Urra y la retirada hacia Loncomilla. En estas acciones se encontró el batallón Talca, cuyo comportamiento hizo que el general Bulnes se interesara por su suerte. En el paso del río Longaví, que fue dirigido personalmente por Bulnes, se utilizó hasta el propio caballo del general en jefe para pasar a los cansados milicianos.

No haremos una descripción de la batalla de Loncomilla, tenida el 8 de diciembre de 1851, triste página de nuestra historia, en los campos de la hacienda de Reyes, de propiedad del comandante Urzúa, cuyas casas fueron destruidas por el fuego, pero sí tendremos que decir, que el batallón Talca mostró un heroísmo a toda prueba y sus cargas de bayoneta fueron las que dieron la victoria de las armas del gobierno:

«Hasta el extremo de considerarlos los jefes superiores del ejército como el batallón modelo por su instrucción y bravura en el combate».

(Oficio del Intendente interino don Bernardo Letelier al Ministro de Guerra, el 27 de diciembre de 1851).



Después de la batalla de Loncomilla, Talca se convirtió en un vasto hospital. Para el acarreo de los heridos desde el campo de batalla, el general Bulnes movilizó «desde la aristocrática calesa hasta el más humilde carretón de plaza». Por su parte, la sociedad talquina movida por sus nobles sentimientos, se entregó por entero a reparar las desgracias de los valientes soldados. Sus damas fueron los ángeles providenciales que abnegadamente atendían a los enfermos. No ha silenciado la historia el nombre de ellas: doña Sinforosa Vargas de Lois, doña María M. Bascuñán de Bascuñán, doña Rosario Cañas de Cruz, doña Mercedes Cruz de Cruz, doña Marta Cienfuegos de Rojas, doña Dolores Vargas viuda de Opazo Artigas, doña Natalia Vargas de Astaburuaga, doña Josefa Urzúa de Concha, doña Petronila Antúnez de Concha, doña Micaela Cañas de Armas, doña Francisca Cruz de Castro, doña Rosa Guzmán de Cruz, doña Marta Cruz de Letelier, doña Jesús Girón de Velasco, doña Margarita Girón de Besoaín y doña María Castro de Cruz.

* * *

El elemento opositor no estuvo nunca de acuerdo con la actitud de los talquinos en la revolución de 1851. Decían los vecinos que todo se había debido a las actividades del Intendente Cruzat y a la gran simpatía que arrastraba el comandante don Santiago Urzúa, alma de toda la cooperación en la parte militar de esa campaña.

No habían corrido ocho años, cuando la juventud que en nada había participado en los hechos anteriores, ya estaba envuelta en los hilos de un nuevo movimiento contra el gobierno de Montt, sostenido por la ardorosa campaña de prensa que los jefes liberales sustentaban, Gallo, Matta, Vicuña Mackenna.

El grupo opositor reclutó sus partidarios entre los artesanos que principiaban a ser numerosos en la ciudad. El pensamiento y la decisión de ese grupo fue el alma de la revolución. Jóvenes y viejos alternaban en el círculo de los conspiradores; de un momento a otro esperaban la orden para levantar el pueblo, que se iba a efectuar en toda la república, como una gran protesta contra el régimen pelucón. Allí estaba el caudillo de la independencia don Matías de Silva y Leal, el licenciado don Juan de la Cruz Donoso, el primer impresor de la ciudad, redactor de El Alfa, don Bernardo Mandiola, don Joaquín Riquelme, don Pedro Pascual Rivera, don José Antonio Vergara, don Ramón Bascuñán, el anciano don Patricio Letelier, don Isidro de la Cruz, don José María Astorga, don Francisco J. Bascuñán y don Francisco Opazo Silva. Este último actuaba como secretario en sus reuniones.

Los opositores eligieron por jefe a don Antonio Vallejos, hombre oscuro, pero de gran arrojo y decisión, que venían mezclándose en los asuntos políticos desde antes de 1851. En la revolución de ese año habían servido como correos a los opositores don Manuel Vargas, ex-teniente del cuarto de línea, y un sargento retirado del mismo cuerpo de apellido Valenzuela.

Se fijó el 19 de enero como el día señalado para hacer el levantamiento, por creerse que en ese día iban a alzarse en armas otras ciudades de la república, según sus cálculos y comunicaciones secretas. Cerca de las doce del día señalado, en el más estricto secreto, se reunieron los opositores en el Café de Santo Domingo, posada de don Graciano Elgart. Vargas y Valenzuela se dirigieron al cuartel del batallón cívico, situado en la misma plazuela de Santo Domingo, acompañados del incauto comandante don José Antonio Bustamante, de quien se habían hecho muy amigos, lo amenazaron con sus pistolas intimándole rendición. Rendido Bustamante, a un disparo de Vargas, señal convenida con los demás conspiradores, éstos salieron del Café y penetrando en el cuartel se apoderaron de sus armas y municiones. Dueños de estos elementos corrieron hacia el cuartel de policía disparando tiros al aire, para asustar al vecindario, el que fue tomado sin la menor resistencia.

El Intendente Borgoño, alarmado en extremo por el tiroteo y correr de la gente, acompañado de dos vecinos, se presentó ante el cuartel de los cívicos para imponer su autoridad: los revolucionarios le exigieron que se retirara de la ciudad y que no sería molestado en nada. Borgoño resolvió abandonar la ciudad.

Don Ramón Antonio Vallejos, que a caballo recorría la ciudad dirigiendo todo el movimiento, se hizo proclamar por bando Intendente de Talca. Se asaltaron las cajas de la Tesorería de donde se extrajeron $4.146,50, y en la del Estanco se hallaron $2.497,25.

Los primeros días pasaron en el más grande desorden y alegría de los triunfadores. El 21, Vallejos citó a los vecinos y partidarios del movimiento a una reunión en casa de don Francisco Javier Bascuñán, para elegir una Junta Gubernativa. Ésta quedó compuesta de casi todos los sostenedores de este movimiento, pero en el fondo «eran muñecos de Vallejos».

Se cuenta que Vallejos hizo trasladar a la sala del Cabildo, que constituyó en su domicilio, los más ricos amueblados de las casas de sus contrarios, y asimismo lo hicieron otros de sus patriotas. Estas arbitrariedades y desórdenes de la plebe suscitaron cierta resistencia entre muchas personas que al principio lo habían acogido con simpatía. Muchos vecinos lograron salir de la ciudad y otros se escondieron en casas de amigos o de parientes. Vallejos ordenó la construcción de trincheras en las bocas calles de la plaza y aplicó fuertes contribuciones de guerra a los vecinos más pudientes para el pago de la tropa y de los trabajos ejecutados. Esos trabajos quedaron terminados en los primeros días de Febrero.

* * *

La noticia del levantamiento en Talca llegó a Molina el propio 19 de enero, a las tres y media de la tarde. El Gobernador comunicó esta nueva al Ministro del Interior. Alarmado el Gobierno, ordenó inmediatamente la marcha de tropa de línea, a cargo del teniente coronel don Vicente Villalón y como jefe al general don Manuel García.

Las tropas de Villalón acamparon en las inmediaciones de Talca, en el Monte Baeza, y fueron reforzadas con una pequeña división que trajo el Intendente de Maule. El 7 de febrero, el general García ordenó el ataque a la ciudad. La tropa de línea penetró a la ciudad por la Alameda, siendo recibida con gran resistencia por los sitiados, que fueron obligados a encerrarse en la propia Plaza. Al atardecer, García ordenó construir trincheras en las calles, frente a las levantadas por los sitiados, y colocar cañones de artillería, los que abrieron el fuego contra las torres de Santo Domingo y San Francisco, desde donde los soldados de Vallejos hacían nutrido fuego de fusilería.

Esta situación se prolongó. García, por su parte, no quería hacer mayor daño a la ciudad y esperaba que los sitiados se rindieran por falta de víveres y cansancio. Por su parte Vallejos, demostrando un valor a toda prueba, defendía la Plaza en un excelente pie de guerra e improvisaba elementos de la nada:

«Para hacer baluarte de la libertad a esa hermosa ciudad del sur, transformó en lanzas y cascos de granada los barretos de las ventanas, en proyectiles todo el plomo que había en la población, en cureñas las carretas de tráfico ordinario y en trincheras las piedras de las aceras».



En esa oportunidad desplegó una energía y una actividad dignas de un experto militar:

«No manifestaba desaliento y aún hasta recibía con espiritual actitud los proyectiles de la artillería sitiadora, y a cada disparo que le hacían, los contestaba con un volador de luces y cohetes».



Tal situación exasperó al general García, quien mandó un parlamentario proponiéndole la entrega de la plaza y su libertad, mas Vallejos contestó: «Vencer o Morir». Ante esta negativa, García le respondió que incendiaría la ciudad; Vallejos replicó «que se sepultaría con sus soldados bajo las cenizas de la plaza, previniéndole además que a cada bala roja que le arrojasen sus cañones le haría lanzar fuera de las trincheras la cabeza de cada uno de los cuarenta prisioneros políticos que tenía en la cárcel».

«El General García no ejecutó su amenaza y Vallejos respetó a sus rehenes».



Durante el sitio Vallejos descubrió que dos sargentos intentaban entregar una trinchera. Los llama a su presencia y les enrostra su conducta. Llegada la oscuridad, los gobiernistas avanzaron creyendo en el pacto de los sargentos, pero su ligereza la pagaron con una carnicería que los hizo retroceder. Tres horas después eran fusilados los traidores.

Ocho días duraba ya esta lucha cruel y estéril. García vio que el arma más fácil era corromper la tropa sitiada. En estas circunstancias un fusil de los sitiados, que se disparó por casualidad, hirió a Vallejos. ¿La bala que lo hería sería arrojada por el enemigo o el efecto de alguna infame consigna?, interrogaba un contemporáneo.

Herido Vallejos, le escribió inmediatamente a Juan Antonio Pando, otro de los jefes revolucionarios, que estaba en el sur del Maule:

«Acabo de ser herido y aunque los médicos me dicen que no hay motivo de alarma, yo creo que mi herida es mortal».



El presentimiento de Vallejo se convirtió en realidad. La herida, aunque no mortal se gangrenó, postrándole en cama, haciendo temer cada día por su vida.

Tomó entonces el mando de la plaza su segundo, don Manuel Vargas, militar que no tenía la ascendencia de Vallejos sobre la tropa. Escribió a los jefes del sur del Maule las siguientes líneas:

«Vallejos se halla moribundo y mi situación es por demás desesperante. Los vecinos me hostilizan en todo sentido y soy solo, enteramente solo. No tengo fuerzas para resistir un ataque de las fuerzas sitiadoras. No tengo plata para pagar a mis soldados, que son tan exigentes como insubordinados, ni tengo tampoco víveres para sostenerme muchos días más. Si Uds. no pueden auxiliarme, pereceré irremisiblemente en manos de mis soldados o del enemigo».



Ante este cuadro no le quedó más camino a Vargas que capitular, como lo hizo el 18, celebrando un armisticio por cuatro días. El 21 abandonaron la plaza los sitiados y en la madrugada del día 22 entraba a la ciudad el general García.

La suerte de los revolucionarios fue diversa; prisioneros unos, encarcelados otros, fueron sometidos a procesos de destierro y confinamiento a diversas ciudades de la República.

Vallejo, solo, abandonado en su lecho de moribundo, al cuidado de su abnegada hermana doña María del Carmen, entregaba su alma a la eternidad el 3 de marzo. Fue enterrado en la iglesia de San Francisco.

* * *

Ahora dedicaremos algunas líneas a evocar el comportamiento de la juventud talquina cuando se desencadenó la guerra del Pacífico. Las noticias de los primeros encuentros eran seguidas con la ansiedad propia de los hombres que aman a su país. El sacrificio de Prat infundió en los espíritus la convicción de que debía irse a los campos de batalla a seguir su ejemplo, y enardeció de entusiasmo a toda la juventud chilena.

Era entonces Intendente de Talca el benemérito ciudadano don José Ignacio Vergara, quien se consagró con toda actividad a la tarea de organizar contingentes con los habitantes de la provincia. Trabajó empeñosamente: recorrió los centros obreros, habló a la juventud y no ahorró esfuerzos para engrosar las filas de nuestro ejército.

Por decreto supremo de marzo de 1880 se acordó la creación del batallón Talca, tomándose como base para su organización el batallón de cívicos, cuyo jefe era el propio Intendente.

El reclutamiento se hizo en el local del Liceo de Hombres, presentándose novecientos voluntarios, de los que fueron aceptados seiscientos después de un detenido examen médico.

El batallón Talca fue destinado primeramente a Quillota, donde recibió durante una quincena su primera instrucción. La Plana Mayor de esta unidad quedó integrada por los siguientes oficiales:

Comandante, teniente coronel don Silvestre Urízar, Segundo Comandante, don Carlos Silva Renard.

Capitanes ayudantes: don Alejandro Cruz y don Ramón Villalobos. Capitanes de compañías: don Manuel Fernando Parot, don Eliodoro Vergara, don Dionisio San Cristóbal y don Eneas Fernández.

Tenientes: los señores Alberto Chaparro, Alejandro Concha, Romelio Azócar, Domingo Urzúa, Manuel Antonio Sepúlveda, Carlos Fernández, Agustín Donoso, Luis Felipe Novoa, Carlos Donoso, Rudecindo Concha, José Ignacio Concha, Carlos Wormald.

Desde el pueblo de Quillota el batallón fue trasladado a Iquique, donde permaneció cuatro meses completando su instrucción militar. Por un decreto del Ministro de Guerra don Rafael Sotomayor, se aumentó el número de plazas del batallón en trescientos hombres, quedando los nuevos reclutas a las órdenes del capitán instructor don Manuel Fernando Parot, por espacio de dos meses, mientras el batallón se embarcaba a una expedición a los puertos peruanos del norte, dirigida por don Patricio Lynch.

En octubre de 1880, los trescientos milicianos del capitán Parot se dirigieron a Tacna para reunirse con el núcleo principal del batallón que regresaba con la expedición de Lynch. En Tacna, por disposición del general en jefe don Manuel Baquedano se organizó un cuerpo expedicionario de 3.000 hombres al mando de don Patricio Lynch encargado de tomar parte en la expedición a Lima.

El batallón integró esta división al mando siempre de su prestigioso jefe el comandante don Silvestre Urízar Garfias. Este pequeño cuerpo de ejército debía cumplir una de las operaciones más difíciles de la campaña: atravesar el territorio peruano desde el puerto de Pisco hasta la localidad de Lurin, próxima al Callao, en una extensión de quinientos kilómetros de arenales semi desiertos, en una marcha que duró quince días. La falta de agua y la escasez de alimentos eran motivos sobrados para que se resintiera la moral de la tropa, pero según lo confirman oficiales que participaron en esa memorable jornada, no se presentó un solo caso de deserción. En esta ocasión se pusieron en evidencia las extraordinarias condiciones de carácter de Lynch, quien se vio obligado a tomar medidas de rigor con los terratenientes que se resistían al aprovisionamiento de las fuerzas chilenas. Una de ellas fue la de incendiar una de las mayores estancias azucareras, por negarse sus propietarios a acatar las disposiciones del jefe chileno.

El batallón Talca tomó parte en dos acciones de Chorrillos y Miraflores, el 13 y 15 de enero de 1881. En la primera perdió a su comandante don Silvestre Urízar, resultando heridos casi la mayoría de la oficialidad y entre ellos el capitán don Manuel Fernando Parot. El número de bajas del batallón Talca en ambas acciones alcanzó al 35% de sus efectivos.

Después de la ocupación de Lima el 17 de enero de 1881, el Regimiento Talca fue destinado a cubrir la guarnición del Callao y del pequeño pueblo de Huacho. Iniciada la campaña de la Sierra, último episodio de la guerra del Pacífico, el batallón Talca fue destacado a diversos puntos del interior del Perú, en persecución de las guerrillas de don Andrés Avelino Cáceres, que fueron aniquiladas totalmente en la acción de Huamachuco, en la que el Regimiento Talca se cubrió de gloria al lado de las unidades chilenas comandadas por el valiente coronel don Alejandro Gorostiaga.

De esa brillante oficialidad del batallón Talca sólo queda sobreviviente el distinguido y respetable caballero talquino don Manuel Fernando Parot.

* * *

Cerraremos estas evocaciones históricas con el recuerdo de los episodios que se desarrollaron en Talca durante la revolución del 91.

El movimiento revolucionario que estalló en nuestro país el año 1891 y que diera origen a la mayor guerra civil de la historia patria, tuvo repercusión en Talca. Se organizó una junta o Comité revolucionario, integrado por los señores Vicente Ignacio Rojas, Manuel Chaparro White, José Astorquiza Líbano, José Vergara Correa, Crisólogo Molina, Ricardo Ahumada Maturana, Clodomiro Silva, Virginio Sanhueza, Pedro Marcelo Ruiz y Mateo Donoso Cruz. El Comité organizado en el mayor secreto, mantenía contacto con la Junta opositora de la capital, por intermedio de mensajeros o propios, que viajaban por el lado argentino de la cordillera, exponiéndose a grandes riesgos, y descendían por el cajón del Maule hasta Talca, para entregar al Comité opositor los mensajes cifrados o en clave con instrucciones sobre las medidas que debían tomarse en la provincia para el triunfo de la causa constitucional.

Tres días después de haber partido la escuadra desde Valparaíso, conduciendo a los jefes de la revolución hacia las provincias del norte, era declarado por el gobierno el «estado de sitio» en todo el territorio (10 de enero) procediendo Balmaceda a formar levas de campesinos que eran sustraídos por la fuerza al trabajo: se destituía a los funcionarios públicos contrarios al régimen, se empastelaba las imprentas y se procedía a encarcelar a cualquier ciudadano señalado como sospechoso.

El espionaje establecido en todos los centros y hogares dificultaba las actividades del Comité talquino, haciendo en extremo difícil mantener en comunicación constante a los agentes de enlace. Las personas de mayor confianza que actuaban bajo las órdenes del Intendente, coronel don Manuel Jesús Jarpa, eran los oficiales superiores del regimiento Coraceros, señores Manuel Tomás Vargas, Miguel Moscoso, José Miguel Guzmán y Virginio Sanhueza. El oficial Sanhueza, que formaba parte del Comité opositor, prestó grandes servicios a los revolucionarios, proporcionándole valiosos informes que obtenía de primera mano, por el cargo que desempeñaba junto a la autoridad provincial. El jefe de los Coraceros era don Manuel Tomás Vargas, persona que por una serie de actos arbitrarios cometidos por los soldados a sus órdenes, se había atraído la apasionada enemistad de los revolucionarios. Entre los cargos más graves que se le hacían, figuraba el de haber ordenado una carga de caballería contra gente indefensa en la Plaza de Armas, y perseguir a un grupo de jóvenes que se habían atrevido a gritar en la calle: «¡Viva la Revolución, abajo Balmaceda!». A raíz de este incidente, y como tuviera la audacia de jactarse en los salones del Club de este hecho, el directorio de la institución acordó expulsarlo de su seno junto con todos aquéllos que se sabía eran abiertos partidarios de la dictadura.

Esta medida, tomada con poca serenidad, en un ambiente caldeado por las odiosidades políticas, dio origen más tarde a que se creara una nueva institución social llamada Club de la Unión, a la que ingresaron en masa los balmacedistas.

La estricta censura mantenida por la autoridad sobre las noticias relacionadas con la marcha de las operaciones militares, hacía difícil que el Comité opositor, pudiera tomar medidas que significaran una ayuda efectiva a la causa de la revolución. Se supo, sin embargo, en el mes de agosto, que el paso por Talca de varios regimientos hacia el sur tenía por objeto contrarrestar el posible desembarco de contingentes de la escuadra en Talcahuano. Considerando el Comité opositor que había llegado el momento de obrar, elaboró un audaz proyecto que consistía en destruir los puentes del Lircay y del Achibueno, para impedir que las fuerzas leales ingresaran a Santiago. Simultáneamente con la ejecución de la voladura de los puentes ferroviarios, se acordó que a las doce de la noche, junto al estampido de las explosiones indicadoras del éxito del plan terrorista, se tocarían las campanas del Cuartel de Bombas, para que los revolucionarios saliendo de su escondite apresaran al Intendente y autoridades y se hicieran dueños del pueblo.

La vigilancia mantenida en la línea férrea, hizo fracasar los atentados dinamiteros del Lircay y Putagán, y sólo fue posible hacer volar un puente secundario en un estero que corre al sur de la ciudad, en el llamado hasta hoy «el Paso de Moya». Al sentirse en la media noche el estampido de las explosiones del Paso de Moya, debió haberse cumplido con la segunda parte del plan elaborado, que era el apresar al Intendente Jarpa e imponer la autoridad revolucionaria en la ciudad; pero nada de eso ocurrió. El grupo opositor encargado de la destrucción del puente del Lircay, viendo sorprendida su estratagema de hacer que el jefe de la patrulla que custodiaba la línea, capitán Clodomiro Lagos, aceptara una orden falsificada del Intendente de entregar ese punto, no atreviéndose a conquistarlo por la fuerza, a los primeros disparos de prevención ordenados por Lagos, recurrió a la fuga, dispersándose unos hacia el fundo Las Lomas y otros hacia Talca. No fueron más felices los que habían resuelto la destrucción del puente Achibueno. Sorprendidos en plena tarea de preparar los tiros de dinamita, huyeron a mata caballo escudándose en la oscuridad de la noche, pero la mala suerte quiso que se quedaran rezagados los sirvientes que los acompañaban, siendo apresados y confesos, fueron días más tarde ejecutados en el mismo lugar a donde su mala estrella los había por desgracia conducido.

Cuando se supo en Talca el resultado de las batallas de Concón y de Placilla, el desbande de las fuerzas que cubrían la ciudad fue inmediato, quedando el pueblo sin el resguardo necesario que impidiera el posible estallido de desórdenes populares, como en realidad ocurrieron. Ausente en Santiago el Intendente Jarpa, se hizo cargo de la provincia el Sr. Agustín del Solar, quien como medida de previsión, solicitó y obtuvo que se pusiera a sus órdenes una compañía del 7.º de línea. Esta pequeña fuerza y una «guardia cívica» improvisada, compuesta por voluntarios del Cuerpo de Bomberos y caballeros y jóvenes de la sociedad, fue la que pudo contener el saqueo que había iniciado el populacho.

Alcanzaron a sufrir perjuicios la bodega La estrella blanca, ubicada en calle una sur, el negocio de D. Luis Lois en la Plaza de Armas. El asalto y saqueo del gran almacén de propiedad del ciudadano francés D. Aquiles Savagnac, La bola dorada, donde murió trágicamente el conocido joven Enrique Velasco, sólo pudo ser contenido gracias a la enérgica intervención de los soldados del 7.º de línea, que hicieron frente a una enorme poblada que, desafiando las balas, trataban de huir sin querer abandonar el fruto de su rapiña.

Restablecido el orden, fue necesario mantener por espacio de varios días un servicio de vigilancia encomendado al grupo de la Guardia Cívica, que reemplazó a las fuerzas de línea llamadas apresuradamente a la capital, para sumarse a la división del general Baquedano que trataba de dominar a las turbas que se habían entregado frenéticamente al saqueo.

* * *

Este cuerpo de Guardia del Orden fue creado por decreto de fecha 31 de agosto, por el Intendente señor Abdón Silva, que se había hecho cargo del mando de la provincia el día 29 de ese mes, a quien le tocó publicar por bando la entrega que hiciera Balmaceda al general Baquedano del poder supremo.

Se nombró como jefe de los Guardia del Orden al prestigioso vecino don José Bruno González Julio.

El mismo día 31 de agosto se nombró una comisión, para la atención de los heridos, compuesta del cura de la ciudad don Luis Espínola Cobo, del presbítero don Agustín Vargas, don José Bonifacio Vergara Correa, don Ciriaco Donoso, don Víctor Silva, y de las señoras doña Antonia de la Fuente de Baeza, doña María Cruz de Antúnez, doña Matilde Silva del Solar, doña Eulogia Vargas de Urzúa, doña Quiteria Letelier de Vergara y doña Mercedes Bascuñán de Bascuñán.

Don Abdón Silva estuvo muy cortó tiempo al mando de la provincia. Fue reemplazado por don José B. Vergara Correa. Este Intendente nombró una junta de alcaldes compuesta de los señores Aristóteles González, Álvaro Letelier y Damián de la Jara, mientras se procedía a la nueva elección de ediles.

Para garantizar la tranquilidad local, se ordenó salir de la ciudad a los oficiales del ejército y de guardias nacionales que habían servido a la dictadura.

Los balmacedistas hicieron desaparecer de la Tesorería la documentación posterior al primero de Enero, para borrar todo rastro de la inversión de los dineros fiscales, que pudieran dar lugar a justas recriminaciones de la gestión dictatorial de esa ciudad. Así lo ordenó el Intendente Jarpa antes de huir de la ciudad al tesorero señor Columbano Recabarren.

El elemento opositor hizo que la intendencia dictara el 4 de septiembre un decreto por el cual reducía a prisión a los siguientes vecinos, que por una u otra causa estuvieron implicados con la dictadura:

Don Agustín del Solar, don Florencio Gana, don Fidel Urrutia, don Juan Alemparte, don Juan Bianchi Tupper, don Ramón Cousiño, don Manuel Veillon B., don Pedro Tomás Bustos, don José Antonio Fernández Rufat, don Emilio Vergara y Vergara, don Constantino Cruz, don Jorge Cruz Concha, don Nicolás Lois Vargas, don Saladino Rodríguez, don Carlos A. Prieto, don José Manuel Donoso Fantóbal, don Segundo Gana, don Custodio Vargas Clark y don José Bernardo Mandiola.

* * *

En el año de 1872 acordó la Municipalidad, en sesión de 21 de mayo, pedir al Supremo Gobierno la creación de una Corte de Apelaciones y solicitar de los representantes de la provincia ante el parlamento el apoyo de esta iniciativa. En 1888 se creaba la Corte, que entró en funciones según decreto de 28 de julio de ese año, el día 5 de Septiembre, con el siguiente personal: Presidente don José Manuel Fernández Carvallo, Ministros señores don Horacio Pinto Agüero, don Luis Antonio del Canto y don Luis Romilio Mora.

Se instaló en los altos, costado sur de la casa Consistorial.

Desde entonces han ejercido esas funciones los siguientes magistrados:

1888Presidente: don Sótero Gundián. Ministros: don José María Fernández, Horacio Pinto Agüero, Luis A. del Canto, L. Romilio Mora.
1889Los mismos.
1890Presidente: don Horacio Pinto Agüero. Ministros: don Sótero Gundián, Luis A. del Canto, L. Romilio Mora.
1891Presidente: Luis A. del Canto. Ministros: don Sótero Gundián, Horacio Pinto Agüero, Fidel Urrutia.
1892Presidente: don O. Rodríguez. Ministros: don Manuel A. Cruz, E. N. Astorga.
1893Presidente: don J. C. Herrera. Ministros: J. M. Gaete, F. Román Blanco y L. Romilio Mora.
1894Presidente: don L. Romilio Mora. Ministros: don J. C. Herrera, J. M. Gaete y T. Letelier.
1895Presidente: don José Miguel Gaete. Ministros: don J. C. Herrera, L. Romilio Mora, T. Letelier, Floridor Román Blanco.
1896Presidente: don Teodosio Letelier. Ministros: don J. C. Herrera, L. Romilio Mora y J. M. Gaete.
1897Presidente: don Floridor Román Blanco. Ministros: don J. C. Herrera, J. M. Gaete y T. Letelier.
1898Presidente: don Manuel Montero. Ministros: don J. M. Gaete y T. Letelier.
1899Presidente: J. M. Herrera. Ministros: don J. M. Gaete, Teodoro Letelier, M. Montero.
1900Presidente: don José Miguel Gaete. Ministros: don Juan Crisóstomo Herrera, Floridor Román Blanco, Manuel Montero.
1901Presidente: don Teodosio Letelier. Ministros: don José Miguel Gaete, don Juan Crisóstomo Herrera, don Floridor Román Blanco y don Manuel Montero.
1902Presidente: don Floridor Román Blanco. Ministros: don Teodosio Letelier, don José Miguel Gaete, don Juan Crisóstomo Herrera, don Manuel Montero.
1903Presidente: don Manuel Montero. Ministros: don Juan Crisóstomo Herrera, don José Miguel Gaete, don Teodosio Letelier.
1904Presidente: don Fidel Urrutia. Ministros: don Manuel Montero, don Juan Crisóstomo Herrera, don Teodosio Letelier y don José Miguel Gaete.
1905Presidente: don Juan Crisóstomo Herrera. Ministros: don Fidel Urrutia, don Teodosio Letelier y don Manuel Montero.
1906Presidente: don Teodosio Letelier. Ministros: don Juan Crisóstomo Herrera, don Teodosio Letelier, don Manuel Montero y don Fidel Urrutia.
1907Presidente: don Fidel Urrutia. Ministros: don Abel Maldonado, don Moisés Vargas Mardones, don Diego M. Lois y don José A. Barros M.
1908 Presidente: don Abel Maldonado. Ministros: don Fidel Urrutia, don Moisés Vargas Mardones, don Diego M. Lois, don José A. Barros M. y Santiago Santa Cruz.
1909Presidente: don Moisés Vargas Mardones. Ministros: don Abel Maldonado, don Fidel Urrutia, don Diego M. Lois, don José Ag. Barros M., don Víctor Risopatrón y Santiago Santa Cruz.
1910Presidente: don Diego M. Lois. Ministros: don Moisés Vargas Mardones, don Fidel Urrutia, don Abel Maldonado, don Víctor Risopatrón y don Santiago Santa Cruz.
1911Presidente: don Víctor Risopatrón. Ministros: don Diego M. Lois, don Fidel Urrutia, don Abel Maldonado, don Moisés Vargas Mardones, don Santiago Santa Cruz.
1912 Presidente: don Santiago Santa Cruz. Ministros: don Víctor Risopatrón, don Fidel Urrutia, don Abel Maldonado, don Moisés Vargas Mardones, don Diego M. Lois.
1913Presidente: don Manuel Cortés. Ministros: don Santiago Santa Cruz, don Fidel Urrutia, don Abel Maldonado, don Moisés Vargas Mardones, Víctor Risopatrón.
1914Presidente: don Fidel Urrutia. Ministros: don Manuel Cortés, don Abel Maldonado, don Moisés Vargas Mardones, don Diego M. Lois, don Agustín Parra Benavente, don Carlos Vial Bello.
1915Presidente: don Abel Maldonado. Ministros: don Fidel Urrutia, don Diego M. Lois, don Manuel Cortés, don Agustín Parada Benavente, don Moisés Vargas Mardones.
1916Presidente: don Moisés Vargas Mardones. Ministros: don Fidel Urrutia, don Diego M. Lois, don Agustín Parada Benavente, don Roberto Quijada, don Luis A. Molina.
1917Presidente: don Diego M. Lois. Ministros: don Moisés Vargas Mardones, don Fidel Urrutia, don Agustín Parada Benavente, don Roberto Quijada, don Luis A. Molina.
1918Presidente: don Agustín Parada Benavente. Ministros: don Diego M. Lois, don Moisés Vargas Mardones, don Roberto Quijada, don Luis A. Molina.
1919Presidente: don Roberto Quijada. Ministros: don Agustín Parada Benavente, don Diego M. Lois, don Luis A. Molina.
1920Presidente: don Luis A. Molina. Ministros: don Moisés Vargas Mardones, don Diego M. Lois, don Agustín Parada Benavente.
1921Presidente: don Moisés Vargas Mardones. Ministros: don Diego M. Lois, don Agustín Parada Benavente, don Matías Núñez U.
1922Presidente: don Diego M. Lois. Ministros: don Agustín Parada Benavente, don Moisés Vargas Mardones, don Matías Núñez U.
1923Presidente: don Agustín Parada Benavente. Ministros: don Diego M. Lois, don Moisés Vargas Mardones, don Matías Núñez U.
1924Presidente: don Matías Núñez U. Ministros: don Agustín Parada Benavente, don Diego M. Lois, don Salvador Ramírez L.
1925Presidente: don Salvador Ramírez L. Ministros: don Agustín Parada Benavente, don Enrique Escala, don Ángel C. Quintana, don Matías Núñez U.
1926Presidente: don Enrique Escala. Ministros: don Salvador Ramírez L., don Agustín Parada Benavente, don Matías Núñez U.
1927Presidente: don Agustín Parada Benavente. Ministros: don Matías Núñez U., don Salvador Ramírez L., don Félix Guerrero V.
1928Presidente: don Félix Guerrero V. Ministros: don Salvador Ramírez L., don Alejandro Lois Solar.
1929 Presidente: don Salvador Ramírez L. Ministros: don Félix Guerrero V., don Alejandro Lois Solar y don Julio Espinosa A.
1930Presidente: don Alejandro Lois Solar. Ministros: don Salvador Ramírez L., don Félix Guerrero V. y don Luis Agüero P.
1931Presidente: don Pedro Ortiz. Ministros: don Félix Guerrero, don Luis Agüero P. y don Daniel González F.
1932Presidente: don Félix Guerrero V. Ministros: don Pedro Ortiz, don Luis Agüero P., don Daniel González F.
1933Presidente: don Luis Agüero P. Ministros: don Félix Guerrero V., don Pedro Ortiz, don Daniel González F.
1934Presidente: don Daniel González F. Ministros: don Luis Agüero P., don Félix Guerrero V., don Pedro Ortiz.
1935Presidente: don Pedro Ortiz. Ministros: don Daniel González F., don Eduardo Preuss.
1936Presidente: don Eduardo Preuss. Ministros: don Pedro Ortiz, don Daniel González F., don Fernando Videla Sánchez.
1937Presidente: don Fernando Videla Sánchez. Ministros: don Eduardo Preuss, don Matías Núñez U., don Marcos A. Vallejo Garcés.
1938Presidente: don Matías Núñez U. Ministros: don Marco A. Vallejo Garcés, don Fernando Videla Sánchez y don Guillermo Saavedra Varas.
1839Presidente: don Marcos A. Vallejos Garcés. Ministros: don Matías Núñez U., don Guillermo Saavedra Varas, don Humberto Arce, don Rafael Fontecilla R.
1940Presidente: don Guillermo Saavedra Varas. Ministros: don Matías Núñez U., don Marco A. Vallejo Garcés, don Rafael Fontecilla R.
1941Presidente: don Rafael Fontecilla R. Ministros: don Matías Núñez U., don Marcos A. Vallejo Garcés, don Guillermo Saavedra Varas, don Julio Espinosa A., don Emilio Poblete P.
1942Presidente: don Julio Espinosa Avello. Ministros: don Guillermo Saavedra Varas, don Marco A. Vallejo Garcés, don Emilio Poblete P. y don Darío Rojas Espoz.

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El Regimiento de Artillería N.º: 3 «Chorrillos» fue fundado el 20 de julio de 1895, en Limache, con el nombre de Regimiento de Artillería N.º: 4 y por Decreto Supremo N.º: 1217. Fue designado Comandante de la Unidad el Sargento Mayor David Rodríguez del Río y cuyo principal cooperador fue el Sargento Mayor Pedro Morandé Vicuña.

Permaneció en dicha Guarnición hasta el 6 de junio de 1896, fecha en que se trasladó a la Ciudad de Cauquenes. Asistió en 1897 a las Maniobras de la III Zona Militar en Tomenelo (Cauquenes). Este mismo año hizo vida de campaña en el Boldo. A la fecha contaba con material Krupp 7,5 m-89 y Krupp divisible de 7 cms.

Los años 1898 a 1900 desarrolló ejercicios de tiro en Pataguas y Curanipe. En 1901 concurrió a las maniobras de la III y IV división, efectuadas en el Sauzal; durante el año 1902 desarrolló sus ejercicios de tiro y trabajos de campaña en el Rosal. El año 1903 concurrió a la concentración de la III división en Mariposas, que se realizó bajo la dirección del General Pinto Agüero.

Desde 1904 hasta 1910 realizó sus períodos de terreno y ejercicios de tiro en los terrenos de Mariposas, Curanipe, Boldo, Rosal, Parral, Mulchén y Angol.

En 1910 concurrió a las festividades del centenario de la Independencia Nacional.

En los primeros meses del mismo año 1910, el material de artillería de la unidad fue reemplazado por material de montaña 7,5.

En 1907 fue nombrado Comandante de regimiento el Teniente Coronel don Eduardo Ramírez W., cuyo comando se prolongó hasta 1908. Posteriormente asumió la Comandancia del regimiento el Mayor don Julio Navarrete Basterrica y durante su mando la unidad fue trasladada a la guarnición de Talca.

Los períodos de campaña de los años 1912 a 1915 fueron realizados en Rauquén y desde esa fecha hasta 1920 en terrenos de los alrededores de Talca. Los años posteriores ejecutó sus tiros en El Culenar. En 1922 asistió a la Concentración de Monte Águila y en 1926 a la de General Cruz. En 1927 asistió a los grandes ejercicios y maniobras en Bulnes.

El año 1928, mientras el regimiento hacía vida de campaña en Mariposas, fue sorprendido por el terremoto que violentamente sufrió Talca; en esta oportunidad le cupo una abnegada y destacada actuación por espacio de 3 meses.

En el mes de febrero de 1929 concurrió a las maniobras realizadas en la zona Talca-Linares.

Los años 1930 a 1938, el regimiento Chorrillos ha desarrollado sus actividades en forma normal, instruyendo los contingentes de ciudadanos llamados a cumplir con el servicio militar. Ha participado en concentraciones y maniobras organizadas por la superioridad militar, sobresaliendo en estas actividades por su correcta presentación y preparación. Normalmente ha cumplido sus períodos de campaña con las unidades que lo constituyen en los campos de El Culenar y Mariposas.

En el gran terremoto de 1939 que asoló las provincias de Talca a Concepción, el Chorrillos tuvo destacada actuación, cooperando en los lugares más afectados por la catástrofe e imponiendo en ellos la tranquilidad y el orden. Grande labor correspondió a su comandante de entonces, don Antonio Tovarias Arroyo.

En 1940, además de sus actividades de guarnición, prestó su cooperación a la Escuela de Artillería en el desarrollo del curso de altos estudios para jefes que se realizó en el Polígono General Bari, del Fundo «Soledad». En estos ejercicios, una vez más el Chorrillos al mando de su Comandante don Ernesto Medina Parker, demostró su espíritu de unidad, disciplina y gran capacidad de trabajo, motivo por el cual la Inspección del Arma y el Comando en Jefe del Ejército hicieron especial mención de este regimiento de Artillería. Al señor comandante Medina le correspondió entregar el Regimiento a su actual comandante, teniente coronel don Luis Vergara Rodríguez.

Sus comandantes, por orden de fechas, han sido los siguientes:

Tte. Coronel don David Rodríguez 1895-1896
Tte. Coronel don José de la C. Salvo1896
Tte. Coronel don Virginio Sanhueza1896
Tte. Coronel don Tobías Barros M.1896-1898
Tte. Coronel don Guillermo Armstrong1898-1903
Tte. Coronel don José A. Aguirre1906-1907 y de 1910-1911
Tte. Coronel don David Rodríguez R.1903-1905
Tte. Coronel don Eduardo Ramírez1907-1908
Tte. Coronel don Ramón Tirapegui1908-1911
Tte. Coronel don Julio Navarrete1911-1915
Tte. Coronel don Manuel A. Délano1915-1916
Tte. Coronel don Eduardo Medina M. 1916-1919
Tte. Coronel don Francisco Lagreze1919-1920
Tte. Coronel don Guillermo Pickering1920-1921
Tte. Coronel don Rubén Urrutia1921
Tte. Coronel don Ernesto Escala1921-1925
Tte. Coronel don Guillermo Novoa1925-1926
Tte. Coronel don Miguel Berríos1926-1927
Tte. Coronel don Carlos Plaza B.1927-1928
Tte. Coronel don Francisco Quevedo1928-1930
Tte. Coronel don Óscar Novoa F.1930-1931
Tte. Coronel don Ángel Moreno1931
Tte. Coronel don Tobías Barros O.1931-1933
Tte. Coronel don Aniceto Muñoz F.1933-1934
Tte. Coronel don Héctor Torres H.1934-1935
Tte. Coronel don Hernán Iturriaga R.1935-1937
Tte. Coronel don Antonio Tovarías A.1937-1939
Tte. Coronel don Alejandro Aguirre1939
Tte. Coronel don Ernesto Medina P.1939-1942
Tte. Coronel don Luis Vergara R.1942 a esta fecha.

Nómina de los jefes y oficiales que prestan sus servicios actualmente en la Unidad:

Tte. Coronel y Cdte. del RegimientoLuis Vergara Ramírez.
Mayor Comandante del II GrupoJorge Armas Cruz.
Capitán Comandante del I GrupoJulio Campo Sepúlveda.
Capitán Comandante de la 5.ª BateríaEdmundo Dupouy Ortiz.
Capitán Comandante de la 2.ª BateríaRamón Verdugo Correa.
Capitán Comandante de la 4.ª BateríaConrado Reyes Muñoz.
Capitán Comandante de la 1.ª BateríaHernán Cruz Concha.
Teniente Ayudante del RegimientoSimón Figueroa Martínez.
Teniente Ayudante del II GrupoEnrique Garín Cea.
Teniente de Sanidad DentalJulio Gajardo Arriagada.
Teniente de VeterinariaJorge Hinojosa Concha.
Sub-Teniente Oficial de la 4.ª BateríaFernando Krumm Urízar.
Sub-Teniente Oficial de la 5.ª BateríaMarcelo Iturriaga Donoso.
Sub-Teniente Oficial de la 2.ª BateríaEduardo Merino Merino.
Sub-Teniente Oficial de la 1.ª BateríaJorge López Campo.
Sub-Teniente Oficial de la 4.ª BateríaFernando Guevara Salamanca.
Sub-Teniente de AdministraciónAlonso Gajardo Vera.
Alférez Oficial de la 1.ª BateríaGastón Escobar Herrera.
Alférez Oficial de la 2.ª BateríaSergio Eduardo Pizarro Rojas.
Alférez Oficial de la 4.ª BateríaRaúl Gualda Zamorano.
Alférez Oficial de la 1.ª BateríaSergio Román Luengo.
Alférez Oficial de la 2.ª BateríaArturo d'Ottone Cofaratt.
Alférez Oficial de la 5.ª BateríaJulio Feliú Feliú.
Alférez Oficial de la 5.ª BateríaGuido Vallejos Varela.
Fiscal de 2.ª ClaseDomingo Barros Calvo.
Cirujano de GuarniciónMiguel Ureta Beytía.

Una de las instituciones que mayor influencia ha tenido en el desarrollo de la sociabilidad talquina es el Club Talca, fundado el 18 de septiembre de 1868, en el local que hoy ocupa en calle Una Oriente, entre Una Sur y Una Norte. El terremoto del 1.º de diciembre de 1928 destruyó el antiguo oficio al que se le habían hecho diversas modificaciones en el transcurso de más de setenta años.

Fueron socios fundadores los señores:

Estanislao Silva, Carlos Cortés, Camilo Solar Pinochet, Vicente Ignacio Rojas, Lorenzo Arancibia, Fernando Parot, Pedro Antonio Silva, José Agustín Silva, José E. Silva, José Bernardo Mandiola, Juan Esteban de la Cruz, José Manuel Donoso, Francisco Javier Vargas, Manuel Donoso Vergara, José Salinas, José F. Walton, Benjamín Gaete, Javier S. Gana, Salvador Maturana, Aarón Letelier, José Ignacio Letelier, Antonio Marín, Álvaro Letelier, Aníbal Bascuñán, Carlos Icaza, Genaro Silva, Moisés Vargas, Demetrio Concha, J. Gabriel Armas, Benito I. de la Cruz, José Mar Solar, Nicanor Letelier, José A. Fernández, Martín Burgos, Ignacio de la Cruz, Juan Rafael Bascuñán, Andrés Torres, Ramón Castro, Francisco Gana, Francisco Urzúa, Pedro Urzúa, Alejandro Cruz, Tristán Castro, R. H. Huidobro, Pedro Astaburuaga, Diego Donoso, Diego de la Cruz, Agustín Azócar, Fernando Cruz, Pedro J. Santelices, Nicanor E. Donoso, Benjamín Azócar, Ciriaco Donoso, Agustín Vergara Donoso, Aniceto Rodríguez, José Luis Donoso Fantóbal, Urbano Armas, Santiago Donoso C., José J. Opazo, Vidal Letelier, Francisco S. Armas, Malaquías Armas, Bernardo Letelier, Adolfo Bascuñán, Baltasar Donoso, Pedro Antonio Donoso, Veleriano Maturana, Onofre Silva, Luis Espaminondas Donoso, Fidel del Solar, José Miguel Pozo Gaete, Mateo Donoso Cruz, José Antonio Silva, Víctor Silva Cienfuegos, Pedro F. Parot, Nicolás Hederra77.

El Directorio actual de la institución lo constituyen los señores:

Presidente, señor don José Dionisio Astaburuaga.

Secretario, señor don Héctor del Solar Concha.

Tesorero, señor don José Escobar Puccio.

Director, señor don Fernando Parot Rodríguez.

Director, señor don César Jiménez Fuenzalida.

Director, señor don Armando Pozo Armas.

Son socios honorarios los señores:

Guillermo Cruz Guzmán, Miguel Rafael Donoso, Adriano Donoso Gana, José Manuel Donoso Gana, Emilio Donoso Gana, César Garavagno Burotto, Manuel Fernando Parot Silva, Vicente Ignacio Rojas, Feliciano Salgado, Osvaldo Rodríguez Gana, Casimiro Sepúlveda, Matías Silva Sepúlveda, Jenaro Silva Riquelme y Santiago Vergara Lois.

En la actualidad esta institución cuenta con 363 socios activos y 29 socios temporales.

* * *

Entre las instituciones de bien público que funcionan en la ciudad de Talca, figura el Rotary Club en lugar destacado, por la amplia labor desarrollada en beneficio de la localidad en sus tres lustros de existencia.

El Rotary de Talca, fue constituido como cédula del R. I. el 25 de diciembre de 1927, siendo Gobernador del Distrito 64 (Chile) el gran paladín del rotacismo chileno, Dr. don Eduardo Moore Montero. El Dr. Moore, logró interesar a un escogido grupo de personas de nuestro pueblo, caballeros que formaron la primera lista de socios de la institución al firmar el acta de fundación del Rotary Club.

Figuraron entre los socios fundadores los señores:

Gobernador del Distrito 64, Dr. Eduardo Moore, Armando Fuenzalida Feliú, José Dionisio Astaburuaga, Miguel Ángel Solar, Marcos A. Vargas, Mamerto Espina, Ruperto Silva Riquelme, Isidoro del Solar Urrutia, Enrique Concha Rodríguez, Eugenio Silva Henríquez, Óscar Pinochet Salgado, Pedro Luis Vergara, Roberto Gacitúa Basoalto, Juan Saavedra Romero, Francisco Brieva, Félix Guerrero Vergara y Guillermo Cruz Guzmán.

El primer directorio del Rotary fue integrado por las siguientes personas:

Presidente: señor José Dionisio Astaburuaga.

Secretario: señor Armando Fuenzalida Feliú.

Tesorero: señor Pedro Luis Vergara.

Vocales: señor Miguel Ángel Solar Vargas.

Vocales: señor Francisco Brieva.

Vocales: señor Enrique Concha Rodríguez.

La institución rotaria talquina ha contado durante sus quince años de existencia los presidentes que se indican:

AñoPresidente
1927-1929Dr. José Dionisio Astaburuaga C.
1929-1930Dr. César Garavagno Burotto.
1930-1931Isidoro del Solar Urrutia.
1931-1932Aurelio Fernández Barros.
1932-1933Vicente del Solar Pincheira.
1933-1934Óscar Pinochet Salgado.
1934-1935Dr. Juan Saavedra Romero.
1935-1936Eduardo Jordán Solar.
1936-1937Ricardo Schorr Jungjohann.
1937-1938Jorge T. Hodgson.
1938-1939Pedro Robert.
1939-1940Eduardo Jordán Solar.
1940-1941Aurelio Fernández Barros.
1941-1942José Escobar Puppo.
1942-1943Guillermo Guzmán.

El terremoto del 1.º de diciembre de 1928 que destruyó gran parte de la ciudad, puso a prueba los sentimientos altruistas de los rotarios chilenos, quienes acudieron con su generoso óbolo para mitigar en parte la desolación y miseria que causara la catástrofe en los hogares humildes. La suma que se puso a disposición del Club rotario de Talca, por los rotarios del país, alcanzó a veinticinco mil pesos ($25.000). Rotary de Talca, creyó que la mejor forma de interpretar el espíritu que animara a los donantes, era dedicarla a adquirir un predio en la zona de la cordillera para levantar ahí una Estación Veraniega para niños pobres. Nombrada una comisión para que estudiara en el terreno el sitio más apropiado, se decidió por el Alto de Vilches, zona al oriente de Talca, a mil doscientos metros de altura, en plena montaña. Las dificultades del terreno y la gran distancia de Talca, influyeron en que la obra iniciada se terminara con rapidez, pero el entusiasmo y cariño que en ella pusieron algunos socios del Club, y muy especial del rotario don Juan Saavedra Romero, a quien se le encargó la dirección administrativa, hizo posible su terminación diez años después, viéndose así cumplidos uno de los anhelos más vivamente acariciados del Rotary.

Desde hace cinco años el edificio de Vilches, que se construyó como estación veraniega para niños pobres, sirve de refugio a colonias de niños débiles, y la Casa de Huérfanos la ha ocupado en los meses de verano, con la totalidad de sus asilados.

El Directorio del Rotary, como homenaje póstumo a la memoria del Dr. don Juan Saavedra, acordó por unanimidad, darle el nombre de Juan Saavedra a la Casa de Vilches.

Rotary Club de Talca, ha sabido captarse las simpatías y los aplausos de la colectividad en que actúa, por el interés y entusiasmo que ha prestado a toda obra que signifique adelanto local. Han sido numerosos los problemas de carácter general que se han abordado en el seno de la institución y que el Rotary ha impulsado, cumpliendo con su lema de «servicio y altruismo». Entre las obras ejecutadas, ya sea en la ciudad o en la provincia, que han nacido al calor de una iniciativa rotaria, podemos citar las siguientes: Arbolado de las calles de la ciudad; colocación de estatuas de escultores nacionales en el Estadio, frente al Club Talca y a la entrada del Hospital Regional; instalación de bebederos para animales; Biblioteca Infantil Municipal; Escuela Hogar para Niños Desvalidos, Cancha de Aterrizaje de Vista Hermosa; repoblación con alevines de los ríos de la provincia, etc.

Para terminar esta breve reseña de las actividades rotarias talquinas, nos complacemos en puntualizar la interesante labor desplegada por la institución dentro de su radio de acción, tarea de bien público ampliamente reconocida por las autoridades directivas del Rotary chileno en las numerosas Intercitadinas y Conferencias que han tenido como sede la ciudad de Talca.

Cuenta en la actualidad el Rotary Club de Talca, con más de cuarenta socios y su mesa directiva está formada por las siguientes personas:

Presidente: señor Guillermo Guzmán.

Vice-Presidente: señor Ladislao Bravo Valenzuela.

Past-Presidente: señor José Escobar Puppo.

Secretario: señor Manuel González.

Pro-Secretario: señor Carlos Veglia.

Tesorero: señor Carlos Iturriaga Sepúlveda.

Macero: señor Jorge Weston.

Directores: señores Aurelio Fernández; Alfredo Garavagno Trucco; Víctor Veglia.